Los días siguientes fueron un torbellino de emociones y desafíos para Felix. Con la guía de Chan, comenzó a devolver las pertenencias robadas, contactando a sus víctimas y devolviendo lo que les había quitado. Cada encuentro era doloroso, lleno de vergüenza y arrepentimiento, pero también de una creciente sensación de alivio.

— Estoy orgulloso de ti — dijo Chan una noche, mientras caminaban por el parque después de devolver un reloj caro —. No es fácil hacer lo que estás haciendo.

Felix se encogió de hombros, aunque en el fondo se sintió tocado por las palabras de Chan.

— Aún no sé si estoy haciendo lo correcto — respondió —. Pero al menos lo estoy intentando.

Chan sonrió y le dio un suave apretón en el hombro.

— Eso es lo que importa.

Los días se convirtieron en semanas y, poco a poco, Felix comenzó a encontrar trabajos honestos, pequeños empleos que le permitían mantenerse a flote. Chan lo apoyaba en cada paso, ayudándolo a adaptarse a esta nueva vida.

— ¿Alguna vez te has preguntado qué podrías hacer si dejaras atrás tu pasado? — preguntó Chan un día, mientras disfrutaban de una taza de café en un pequeño café.

Felix reflexionó por un momento antes de responder.

— Siempre me ha gustado la cocina - dijo finalmente —. Antes de todo esto, soñaba con ser chef.

— ¿Y qué te detiene ahora? — preguntó Chan, sus ojos brillando con interés.

— Supongo que nunca pensé que podría lograrlo — admitió Felix —. Pero tal vez, con tu ayuda, podría intentarlo.

Chan sonrió y levantó su taza en un gesto de brindis.

— A por ello, entonces. Vamos a hacer de ese sueño una realidad.

Con el apoyo de Chan, Felix se inscribió en un curso de cocina y comenzó a trabajar en un pequeño restaurante local para ganar experiencia. Los desafíos eran muchos, pero con cada plato que preparaba, sentía que se acercaba más a su verdadero yo, el Felix que había dejado atrás cuando comenzó su vida de engaños.

Un día, después de un largo turno en el restaurante, Felix regresó a casa agotado pero feliz. Al entrar, encontró a Chan esperándolo con una sonrisa y una cena especial preparada.

— ¿Qué es todo esto? — preguntó Felix, sorprendido.

— Quería celebrarlo — respondió Chan, sirviendo una copa de vino para cada uno —. Haz trabajado muy duro y estoy muy orgulloso de ti.

Felix se sentó y miró a Chan, sus ojos llenos de gratitud.

— No podría haberlo hecho sin ti, Chan. Me diste una oportunidad cuando nadie más lo habría hecho.

— Felix, tú eres quien decidió cambiar. Yo solo te di un empujón hacía la dirección correcta.

Felix sonrió y levantó su copa.

— Por los nuevos comienzos.

— Por los nuevos comienzos — repitió Chan, chocando su copa con la de Felix.

La cena estuvo llena de risas y conversaciones sobre el futuro. Felix se sintió más optimista que nunca, sabiendo que, con esfuerzo y determinación, podía dejar atrás su pasado y construir una vida mejor.

Con el tiempo, Felix se convirtió en un chef talentoso y reconocido en Seúl, su nombre sinónimo de creatividad y sabor. El restaurante donde trabajaba se convirtió en un lugar popular, gracias en parte a su pasión y dedicación.

Una tarde, después de un exitoso servicio, Chan se acercó a Felix mientras limpiaba la cocina.

— Tengo una sorpresa para ti — dijo Chan, sacando una pequeña caja del bolsillo.

Felix lo miró, intrigado.

— ¿Qué es?

Chan abrió la caja, revelando una llave.

— Es para ti. Es la llave de un pequeño local que está disponible. Creo que es hora de que abras tu propio restaurante.

Felix sintió las lágrimas brotar en sus ojos mientras tomaba la llave.

— Chan, no sé qué decir...

— Di que lo harás. Que seguirás persiguiendo tus sueños.

Felix asintió, abrazando a Chan con fuerza.

— Lo haré. Gracias por creer en mí.

Juntos, miraron hacia el futuro. Felix había encontrado no solo una segunda oportunidad, sino también a alguien que creía en él incondicionalmente. Y así, en la vibrante ciudad de Seúl, donde el sol se ocultaba dando paso a una cálida noche, Felix y Chan comenzaron una nueva aventura, juntos.