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9.2

—¡Choi Seungcheol te amo! —gritó Seungkwan cuando la penúltima canción anunciada resonaba por todo el lugar.

Mingyu sonrió ladino, admirando el perfil del rubio y sus pequeños saltitos de emoción. El castaño estaba seguro de que Seungkwan era la persona más bonita del mundo y nadie ni nada lo haría cambiar de opinión.

—¡¿Viste eso?! —El rubio zarandeó al más alto sin poder contenerse. —¡Me guiñó un ojo! ¡Creo que moriré!

Por todo el ruido generado era imposible que pudieran escucharse sin gritarse mutuamente. Mingyu realmente sólo esperaba no tener dolor de garganta por la mañana.

—¡No puedes morir! ¡No has dado tu primer beso! —bromeó, sin saber realmente si decía una verdad o una mentira.

Seungkwan se giró a verlo tan bruscamente que pudo escuchar su propio cuello tronando pero aguantó el ligero dolor. Sus mejillas se colorearon rojas y sus orejas y cuello se sentían arder. —¡Tú qué sabes!

—¡¿No has dado tu primer beso?! —repitió Mingyu, esta vez cuestionándolo.

—¡No te importa! —exclamó desviando la vista a sus zapatos, sin siquiera sentirse capaz de mirar al escenario por la vergüenza.

Mingyu realmente no pensaba en nada. Ver a Seungkwan cohibirse de tal manera dejaba su mente en blanco, divagando en el menor y los bonitos labios que tenía.

—¡¿Puedo ser tu primer beso?! —la pregunta resonó en los oídos de ambos cuando la música terminó y Mingyu agrandó los ojos al notar su error al decir aquello.

Boo había tenido razón en el mensaje de esa mañana; como era un lugar pequeño eran pocas personas las que habían acudido.

Incluso S.COUPS dejó el micrófono a un lado después de haber escuchado aquello que parecía una declaración. Sus pestañas se batieron y sus mejillas se abultaron. —Ustedes son adorables —aseguró señalándolos.

Se escuchó un bullicio por parte de todos los presentes y Seungkwan se sintió desfallecer, no estaba seguro si de la vergüenza o de la emoción de que el mismísimo Choi Seungcheol lo hubiera notado.

Mingyu sonrió ilusionado. Estaba feliz porque el menor guardaría en su memoria ese recuerdo junto a él para siempre.

S.COUPS les dedicó una sonrisa sincera una vez más a ambos antes de continuar el concierto.

—Te mataré cuando salgamos —amenazó el menor en un susurro directo al oído izquierdo de Mingyu que viajó hasta sus vértebras en cuestión de segundos.

—Que lástima que nuestros amigos no hayan aparecido —Mingyu pateó una piedra invisible y metió las manos a sus bolsillos.

—No da lástima, es sospechoso. Piénsalo —el menor jaló el brazo de Mingyu para impedir que siguiera alejándose del auditorio —, ninguno de los dos apareció y no dieron señales de vida. ¿Y si se conocen y nos han dejado plantados como un plan mañoso? —cuestionó.

Mingyu abrió la boca y procesó la información lentamente. —Woah, tiene sentido. —Frotó su barbilla con su mano y ladeó la cabeza. —¿Cómo se llama tu amigo?

Seungkwan vaciló. ¿Cómo iba a explicar que no conocía el nombre de su amigo?

—No te importa.

Mingyu hizo un puchero. —Yo no sé cómo se llama mi amigo, lo conocí por internet y no me quizo decir su nombre.

Seungkwan tosió ahogándose con su propia saliva. Decidió dejar de crear teorías infundadas, ¿cuáles eran las posibilidades, de cualquier manera?

—¿Ya vas a tu casa? —cambió el tema.

El castaño negó y soltó un suspiro cansado. —Voy a la casa de Minghao. Aunque quizá tenga que colarme en mi casa para conseguir más ropa limpia.

—¿Por qué tendrías que entrar a escondidas a tu casa?

—Me da vergüenza que me vean —admitió en un murmuro casi inaudible —. Y tengo un poco de miedo de que mis padres me odien, si te soy sincero.

Seungkwan pensó que responder. Su relación con su familia nunca había tenido complicaciones. Confiaba en su familia y ellos confiaban en él, por eso mismo lo habían dejado mudarse a Seúl junto a su mejor amigo un verano antes de comenzar la universidad (claro que con la única condición de que Junhui, amigo de sus hermanas, les echara un ojo de vez en cuando).

—¿Hiciste algo malo?

El mayor se alzó de hombros.

—Minghao dice que no.

Seungkwan asintió no muy convencido. Prefirió no seguir indagando más en un tema que hacía sentir incómodo a Mingyu porque, después de todo, le agradaba un poquito.

—Puedo acompañarte —murmuró el más bajo. Mingyu lo miró incrédulo —. ¡No porque me caigas bien! Tómalo como el favor devuelto de la vez que me acompañaste tú.

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