Caos Juvenil
Cuando desperté ya habían pasado varias horas, no era difíciles de deducir ya que el sol de la tarde hacia acto de presencia y mi apetito había comenzado a surgir.
Sin embargo, había algo extraño, parecía que estaba muy mareado ya que la habitación se me hacía inusualmente gigante.
Pronto me di cuenta que también estaba en un lugar alto y parecía haber una especia de barrera que difuminada el exterior, pronto lo entendí.
Mire para arriba solo para encontrarme con una inmensa tapa dorada con algunos agujeros, estaba en un gigantesco frasco y en una muy alta repisa, tan alta que no podía ver el suelo debajo.
Luego caí en el sentido común, nada era más grande, sino que yo era más chico, demasiado para mi gusto, estaba (Teniendo en cuenta mi tamaño) a varios metros de alcanzar siquiera la tapa del recipiente y ni hablar de la distancia que había de allí hasta el suelo.
Pase varios minutos repasando mis opciones, que no eran muchas, pero la situación me tenía en shock.
En un arrebato de ira, me levante y golpee repetidamente las paredes del frasco hasta que note que este se movio. Impactado por la revelación, mire a mi alrededor y repeti la acción, moviendolo una vez más.
Ya estaba claro, cualquier cosa era mejor que quedarme allí a esperar, así que movi el recipiente hasta el borde del mueble.
Lo hice solo hasta que una muy pequeña parte del frasco se asomara por el borde, permitiéndome ver lo que había de bajo.
Con algo de temor y vértigo, me pegue al suelo y con movimientos débiles me arrastre hasta poder ver.
Un millón de ideas vinieron a mi cabeza al ver que justo debajo había una suerte de almohadones acomodados sospechosamente a mi suerte. No había duda, la peliverde ya había pensado en mi carácter, y se adelanto.
De todos modos no le agradecí mucho, ella me había puesto en esa situación y el hecho de querer "protegerme" no hacia la diferencia.
Respire profundo y envesti al frasco una y otra vez, hasta que este se tambaleaba.
Al momento de dar el último golpe me puse indeciso, realmente estaba asustado y de salir mal posiblemente significaría mi final, pero bueno, soy Pines, que más daba.
Di los últimos golpes y el recipiente callo lo más cerca posible, para mi suerte, demasiado.
El tiempo se congelo, caía lentamente, así que pude ver con demasiado claridad el momento en el cual la tapa choco contra la manija de una cajón, y destrozó la parte superior del cilindro de vidrio.
Ahí fue cuando pensé que ya estaba, la caída posiblemente me reventaria por el golpe y los trozos de cristales simplemente me daban terror.
Cerré los ojos y sentí el impacto, tarde en abrirlos pues temia lo peor, tenía miedo de encontrarme con alguna herida.
Así que cuando tome valor, los abrí y note con incredulidad que estaba ¿intacto? Solo había una especia de humo verde que emanaba del recipiente, me levante, me revise entero y esquive como pude los pedazos de vidrio.
Bajar del cojin fue una tarea realmente desafiante, de no haberme encontrado con aquella ebra suelta no podría haber descendido.
Tenía curiosidad por todo, pero solo quería irme de allí, así que me dirigí lo más rápido posible hasta la puerta, y digo posible, porque yo estaba corriendo a la máxima velocidad que podia, sin embargo tarde mucho, de verdad, muuucho tiempo en llegar a la entrada.
Allí tome un poco de aire y como una hormiga pase por debajo de la puerta. De pronto una infinidad de golpes y ruidos me hicieron vibrar el esqueleto, sonaban verdaderamente fuerte y los temblores me sacudían violentamente.
Me costo trabajo no acobardarme tras pasar la entrada, delante mío se alzaban como gigantes, varias chicas que iban de un lado a otro.
Salían y entraban de sus habitaciones como vehículos en una autopista.
Solo alcanza a dar un par de pasos hasta que comencé a sentirme extraño.
Sentía una especia de calambre en todo el cuerpo y antes de que me diera cuenta, una sombra me había cubierto por completo.
Levante la vista y me encontré con una muy agradable suela de zapato, y así encontré mi final, de la forma más patética e increíble posible.
El gran Braulio, aplastado por un zapato... o eso pensé.
Cuando ya sentía el frío abrazo de la muerte, otra sensación me hizo abrir los ojos.
Ahora las gigantes no me llegaban al pecho y sentía una molestia en el hombro, al revisar me percate que sobre mi hombro llevaba a la "bruja" que hasta hace poco iba a ponerle fin a mi existencia.
Con toda la tranquilidad del mundo, la tome de la cintura y con una delicadeza sin igual la deje de nuevo en el suelo.
Ella me miraba como si estuviera viendo a un fantasma, de hecho, pronto me di cuenta de que todas lo hacían.
Tantos ojos mirándome al mismo tiempo y en un total silencio me pusieron incómodo.
La mano ya comenzaba a temblarme así que se me hizo difícil encontrar algún chiste gracioso para romper el hielo, pero no hizo falta.
Casi tan rápido como tome aliento, una cadena de gritos y caos se desató.
Todas me miraban y huían de mi como si fuera un monstruo, fue ahí que entre en pánico.
Yo no quería, pero mi cuerpo si, sin poder controlarme me movía y también huía, pero no se de que.
Simplemente quería salir corriendo de allí y darle fin a esta pesadilla, sin embargo el verdadero viaje turbulento nisiquiera había comenzado.
Como pude me moví por cientas de brújitas y por pasillos que parecían laverintos, fue al doblar una de estas entrincadas esquinas que por fin me tope con un adulto.
Al parecer era una maestra, pero tan rápido como saco su varita yo comencé a correr en sentido contrario.
Parecía tanto molesta como sorprendida, y definitivamente no quería pararme a preguntarle.
Por suerte mi estado físico me permitió perderle el rastro, sin embargo los zapatos se hacían cada vez más molestos a la vez que más profesoras o encargadas me cerraban el paso.
Lamentablemente lo consiguieron, al doblar una esquina me tope con un callejón sin salida. En ese entonces solo cerré los ojos y con la más pura desesperación corrí hasta el fondo del pasillo, pero... fue ahí que la luz de la esperanza que se escapaba por una puerta entre abierta me iluminó.
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