Miedo a las alturas (Wontaek)
Respiro hondo antes de subir un escalón, mi sudor es frío y me tiemblan las piernas. Pero debo hacerlo, necesito hacerlo. Mi amor por él es mucho mayor que mi miedo, por ello tengo que superarlo. No es mucho, la escalera tiene siete peldaños, y yo solo necesito tres para llegar a donde necesito.
Subo uno y me acuerdo del momento en el que nuestros ojos se cruzaron por primera vez. Fue un día de verano, en la playa, y siempre daré las gracias a Hongbin por sacarme de la cama aquel día.
El recuerdo de su piel blanquecina me anima a alzar otro pie, y una de las hojas del muérdago se cae al suelo de la fuerza que estoy haciendo. Miro arriba, me va a ser complicado atarlo al techo, pero lo voy a intentar. Trago fuerte cuando al fin estoy a la altura correcta e intento no mirar abajo mientras hago el nudo, y aunque me cuesta horrores, lo logro. Ahora solo espero que no se caiga.
Al fin mis pies tocan suelo, suelto todo el aire, noto la velocidad con la que me late el corazón. Miro hacia arriba y sonrío, es el último. Necesito que esto baste para que Taekwoon me perdone, ya le he fallado varias veces, pero reconozco que esta vez me he pasado.
Mis malditos celos solo han conseguido que nos alejemos, y lo que iba a ser una navidad perfecta se ha convertido en la peor de mi vida. Pero es que desde que ese nuevo compañero de trabajo apareció en su empresa, no he podido evitarlos. Se pasan el día juntos y eso me corroe por dentro.
Recorro la casa, he colocado exactamente unos catorce muérdagos, cada uno en un lugar especial de nuestro hogar y los cuales representan momentos de nuestro tiempo juntos. Como aquél que está colgado al lado de la pelota con la que lo golpeé en la playa, el escritorio donde a Taekwoon le gusta verme trabajar o el sofá, el sitio donde tuvimos nuestra primera vez.
Escucho la puerta, estoy más nervioso que el día en el que me confesé.
- Wonsik... - Dice a mis espaldas. Me giro.
Tengo miedo, no solo viene con ojeras, si no con unas maletas. Sé que me dijo por teléfono que no quería verme cuando fuera a buscar sus cosas, pero no podía dejar la situación de ese modo, simplemente no puedo perderlo por tonterías mías.
Quiero hablar, pero no me está mirando a mí, sino a los muérdagos colgados. Él sabe que no hubiera sido capaz de colgarlos por mí mismo por culpa de mi miedo a las alturas, así que me alivia un poco que esté más sorprendido que enfadado.
Se acerca al que está encima del tarro de arena de la playa donde nos conocimos, aquel que le regalé en nuestro aniversario. Me coloco detrás a una distancia prudente, y necesito contenerme, ya que normalmente suelo abrazarlo por la espalda.
Sigue callado, ahora camina hasta la cocina, uno de los lugares donde más tiempo pasa. Me encanta mirarlo cuando intenta aprender recetas nuevas para replicarles, y halagarle cuándo tiene éxito, haciéndolo enrojecer. Luego las probamos y terminamos comiéndolas en la boca del otro, como aquel día en el que hizo pasta y recreamos la típica escena Disney.
- Yo... - Comienzo casi sin voz. - Lo siento. - Lo he dicho tantas veces estos días que se me hace raro.
Y al fin me mira.
- No quiero que te vayas. Esta casa no será lo mismo sin ti. - Agacho la cabeza. - Nada será lo mismo...
- Wonsik - Repite.
- Prometo cambiar. - Hablo rápidamente para que me deje pronunciar todo lo que llevo planeado para cuando llegase.
Pero no me sale ya que estoy llorando.
Me siento inútil, no soy capaz ni de decirle todo lo que siento. Tal vez es mejor dejarlo ir, seguro que encuentra a alguien mejor que yo, una persona que lo trate como se merece.
- Wonsik... - Otra vez. Que diga mi nombre solo hace las cosas más difíciles. - No estás cumpliendo con la tradición.
¿Qué?
Abro los ojos y levanto la mirada, está delante de mí, muy cerca, señalando al techo. He colocado un muérdago ahí porque bajo nuestros pies está la mancha de tinte que se nos cayó cuando decidimos teñirnos el pelo por mera diversión.
- Wonnie...
Me vuelve a interrumpir, pero esta vez con algo que llevo ansiando desde que nos peleamos, o mejor dicho desde que fui un auténtico idiota. ¿Cómo pude dejarme llevar por mis celos? Será que lo quiero demasiado... pero por el modo en el que me besa, creo que él también lo hace.
Esa tarde no desaprovechamos ningún muérdago, nos besamos bajo los catorce, más de una vez, recuperamos el tiempo separados y pasamos nuestra primera navidad juntos.
Sigo teniendo miedo a las alturas, pero al menos él está a mi lado.
:"*:"*:"*:"*:"*:"*:"*:"*:
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro