Corro como si me persiguiera el mismo diablo, aunque estamos a menos dos grados en la calle, tengo muchísima calor. Una chica de una de las tiendas me ofrece probar un perfume para regalar estas fiestas, pero yo ya no tengo porque hacerlo.

"Última llamada, pasajeros con destino Tokio, accedan por la salida tres, Gracias"

Me disculpo con la muchacha, y con la maleta a rastras, veo el número en grande a lo lejos. Aumento mi velocidad, espero no perder el avión por nada del mundo. Necesito restregarle por las narices que él no me va a impedir que pase las navidades en mi país favorito.

Por suerte logro llegar, la azafata me guía hasta mi asiento, y como él no está, me voy a sentar en la ventanilla, a disfrutar del despegue. En el asiento del pasillo un chico ya ha cerrado los ojos, tiene los auriculares puestos y los brazos cruzados. Me da cosa decirle si puede dejarme pasar, así que intento saltar sobre sus piernas para no molestarle.

Pero no tengo éxito y caigo sobre él.

Por suerte me he agarrado a los reposabrazos, pero eso no ha impedido que el chico me deje ver sus ojos, y me mire como si me fuera a fulminar.

Pues sí que empiezas bien tu viaje Jaehwan, pienso.

- Disculpa...

El chico no dice nada, simplemente vuelve a unir los párpados, y yo me siento donde debo ir. Hay una butaca libre entre nosotros, una que debía estar ocupada por mi novio, pero ha decidido romper conmigo en nochebuena. Suspiro, debería dejar de pensar en ello y centrarme en vivir mi vida al fin.

Me fijo en mi acompañante por el rabillo del ojo, no está haciendo caso de las indicaciones de seguridad que nos explican, seguramente ya se las sabe, muy diferente a mí. La última vez que cogí un avión tenía unos diez años, y no me acuerdo de nada.

El teléfono me suena de repente, todos me miran, incluido el chico a mi lado, he olvidado ponerlo en modo avión, menos mal que aún no hemos despegado. Me disculpo con la cabeza avergonzado, y miro de quien se trata.

Es él.

Pero no me importa, o al menos eso intento, odio que me vuelvan a salir lágrimas y aunque las controle, no hacen caso mientras hablo:

- ¿Qué quieres?

- Tenemos que hablar.

- No tengo nada que hablar contigo.

Y cuelgo. Lo que menos quiero es que sepa que estoy llorando. Intento secarme las mejillas con las mangas de mi jersey, raspa y hace daño, pero no más que lo que él le ha hecho a casi tres años de relación.

Algo blanco aparece delante de mi cara, es un pañuelo de tela, me sorprende que venga del chico que está a un asiento de mí. Lo acepto con un tímido "gracias" y lo uso, es suave y huele a detergente, en el borde tiene unas iniciales: JTW.

- Jung Taekwoon. - Escucho, luego lo miro. Me sorprende el terciopelo de su voz, cuando hace unos instantes parecía una persona fría. - No deberíamos llorar en navidad, Jaehwan. - Abro mucho los ojos.

- ¿Cómo sabes mí...? -No continuo la frase, me ha señalado el billete que he dejado en el asiento vacío y está mi nombre escrito en tinta.

Me gusta su sonrisa cuando lo miro de nuevo, aunque la quita de repente y gira su cabeza para otro lado. Parece avergonzado, aunque no entiendo por qué, tal acción me parece tan tierna que yo también sonrío.

- Gracias. - Digo otra vez, y él solo asiente.

Las dos horas de viaje pasan algo lentas, he intentado dormir pero no he podido, muy diferente a Taekwoon, que a mi lado ha cogido un sueño profundo. Me hubiera gustado hablar más con él, parece alguien agradable.

En cuanto aterrizamos en tierras niponas, no tardamos nada en salir del avión, y cuando me doy cuenta, le he perdido de vista. Recojo mi maleta y sin querer lo sigo buscando, por algún motivo tengo la esperanza de volver a verlo, al menos para devolverle el pañuelo.

Por suerte me lo encuentro esperando un taxi, no dudo y corro hacia él gritando su nombre. Se gira y me mira sorprendido.

- Tu pañuelo... - Digo entre respiraciones entrecortadas.

Y de nuevo lo hace, me sonríe. Luego me invita a compartir asiento de nuevo, yo acepto sin pensarlo dos veces.

Creo que al tendré que darle las gracias a mi ex novio...

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