Anti Navidad (Hyukbin)
Sólo uno más.
Sólo un trozo de celo más y termino de envolver la caja de la señora que me espera impaciente tras el mostrador. Yo no tengo la culpa de que esa mujer siempre lo deje todo para último momento, así que no tiene por qué dar golpecitos con el tacón ¿Quién compra los regalos la misma tarde del veinticuatro de diciembre?
Corto el lazo dorado para darle el toque final al poco original envoltorio de muñecos de nueve, y con mi mejor sonrisa falsa me despido de la señora. Suspiro aliviado, al fin son las siete de la tarde.
- ¡Hongbin! – Escucho a mis espaldas. – Ya termino yo.
Wonsik aparece para salvarme de mi tortura y continuar mi turno. Guardo el uniforme en la taquilla tras vestirme, me cuelgo la mochila y compruebo que la cajita negra que he estado escondiendo desde hace un tiempo, sigue dentro. Después de despedirme de mis compañeros salgo a la calle, frotándome las manos del frío que hace a pesar de ir abrigado hasta arriba. Otro motivo por el que odiar el invierno, la navidad y todo lo que conllevaba.
Porque no, no me gusta la navidad.
Me parece absurdo la cantidad de luz gastada para decorar las calles por las que camino hasta el metro, la insoportable música que sale de cada tienda y las chicas que reparten publicidad por las calles vestidas de duendes. No entiendo por qué estar feliz en estas fechas, si solo sirven para gastar dinero en regalos por compromiso o en darles ese capricho a los niños con un juguete que tal vez solo utilizarían durante un mes.
Bajo las escaleras del metro, hay un cúmulo de gente que me agobia, todos van con bolsas de regalo de vuelta a casa, otros siguen en las tiendas comprando y los niños gritan emocionados que esta noche viene santa Claus. Ruedo los ojos, otra tontería más.
Al entrar en el tren, una pareja joven habla animada sobre la comida que tendrían al día siguiente con ambas familias, y la chica se sonroja al percatarse de que conocerá a los padres de su novio por primera vez. Luego comentan que también vendrá su hermana desde Japón y comienzan a despotricar contra ella porque sigue en sus treinta y no está casada. De nuevo otro motivo más, pues la falsedad que se muestra continuamente en ese tipo de reuniones, seguramente habitual en cada casa, es absurda y la gente se sigue empeñando en hacer.
Una sonora melodía me avisa que ya he llegado a mi parada, salgo aliviado del montón de personas, mis piernas están cansadas ya que no he podido sentarme en todo el trayecto, pero eso no me impide caminar rápido para llegar al fin a mi edificio. Unas vecinas me ven y me felicitan las fiestas, yo les respondo por cortesía aunque sé que soy criticado por ellas a todas horas.
Abro la puerta y las luces del árbol de navidad iluminan la entrada acompañados de una insoportable musiquilla. Dejo los zapatos junto al mueble donde hay un pequeño pesebre de madera, que representa la típica escena; y la chaqueta en el colgador con forma de santa Claus. Las guirnaldas doradas decoran los cuadros del pasillo, unas tienen estrellas y otras la típica planta de navidad roja de la cual nunca recuerdo el nombre. En la radio que hay encendida, se escucha la canción de Mariah Carey que no suele fallar en estas fechas, y por supuesto me sé de memoria aunque no me guste.
A todo ello incluyo un pequeño chico vestido con un jersey de lana verde y decorado con copos de nieve, en la cabeza lleva a unas orejas de reno, está sentado al lado del árbol y sonríe contento. A él sí le encanta la navidad y por ello no tengo ningún problema de que mi casa parezca sacada de cualquier película americana navideña.
El ver a Hyuk tan feliz es lo único bueno que tienen estas fechas para mí, y no me importa en absoluto tener que soportar tal celebración si con ello mi novio sonríe de ese modo, y me regala besos calentitos con sabor al chocolate que acaba de tomarse. Y por esa razón caigo ante él, tengo tantas ganas de darle la cajita negra que no se si podré aguantar hasta las doce de la noche.
Porque el que a mí no me guste la navidad no significa que no quiera pasar el resto de mi vida con alguien que la ame tanto, como yo lo amo a él.
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