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Haber

Definitivamente estar todo el día sonriente era muy cansado, pero lo peor era que no podía demostrar el cansancio porque tenía
que esta sonriente, era un ciclo que parecía repetirse una y otra vez hasta que acababa el día. Apenas era mi segundo día como animador y ya quería tirar la toalla, pero luego miraba esa hermosa sonrisa a mi lado y se me pasaba todo el malestar que tenía, al menos por aquel momento en el que me perdía, apreciandolo.

Después de un día que me pareció eterno, miré la hora por costumbre y supe que debía ir a casa de Nunu muy pronto, sin embargo quería quedarme un ratito más con Hyungwon. Aunque pasara todo el día a su lado no parecía ser suficiente.

Lo miré de lejos terminar su animada charla con una familia agradecida y se despidió de ellos amablemente para finalmente después de mucha cortesía, comenzar a caminar hacia mí provocandome una sonrisa inmediata, pero al llegar a mi lado no dijo nada, ni sonreía, solo parecía estar muy pálido y cansado, más de lo normal.

Me preocupó su actitud más que su aspecto, pues era impactante ver que Hyungwon no estaba sonriendo, simplemente miraba a algún punto con la mirada perdida. Quería preguntarle si todo estaba bien, pero sentía que no debía o más bien que podía incomodarle y con lo poco que lo conocía ya podía afirmar que iba a evadir mi pregunta, entonces no lo hice.

Caminamos uno al lado del otro en silencio hasta que subimos al ascensor, fue entonces cuando pude ver como Hyungwon se apoyó en la fría pared de metal mientras cerraba sus ojos y suspiraba con fuerza.

— ¿Estas bien? —pregunté tomando su mano sin poder esconder la preocupación que me agobiaba— ¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?

Hyungwon abrió sus ojos lentamente y me miró con una leve sonrisa.

— Estoy bien... —susurró acariciando mi mejilla y retomando su postura— no es nada, es sólo mucho cansancio... Han sido días difíciles incluso para mí.

Asentí dudoso de su respuesta.

— ¿Quieres irte a casa ahora? Puedo pasar a dejarte si gustas... —sugerí sabiendo que a pesar de que yo quería seguir por más tiempo a su lado, si él necesitaba un descanso, lo tenía más que merecido.

Pero para mí sorpresa, Hyungwon negó rápidamente.

— No... —susurró mirando al suelo— ve tú... yo me iré luego...

¿Luego? ¿Por qué insistía en quedarse aún cuando su cuerpo parecía no querer nada más?

Lo miré extrañado.

— ¿Por qué luego? —pregunté sin contenerme— quiero que descanses ya, es decir... necesitas irt-

La delgada mano de Hyungwon agarró mi brazo, sorprendiéndome e interrumpiendo mis palabras una vez que las puertas se abrieron y antes de que pudiera comprender el contexto de la situación, tiró de mí con fuerza, logrando que yo lo siguiera por inercia hacia afuera del ascensor.

— ¡Rápido Wonho! —gritó sin importar que estuviéramos atravesando la sala de emergencia— ¡Vamos a llegar tarde!

No sabía a qué se refería, sin embargo le seguía el paso de cerca, el mismo que poco a poco comenzó a ralentizarse, delatando que la energía de Hyungwon cada vez era menos.

Salimos del hospital casi caminando en vez de corriendo, lo vi acercarse al área de las flores y no dudé en seguirlo, intentando no rasguñarme con las espinas de la entrada. No me extrañaba que Hyungwon fuera a ese lugar, ese era como nuestro ritual. Un lugar de escape que nos permitía volar por un momento lejos de la realidad.

Esperé que dijera algo, pero su destino tampoco era ese. Hyungwon salió hacia el lugar de los árboles y lentamente comenzó a subir por la pequeña montañita que había sido nuestro titanic días atrás. Lo seguí de cerca, observando cada uno de sus movimientos, como si deseara adivinar qué es lo próximo que haría, pero al llegar a la cima él simplemente se desplomó en el suelo, invitándome a que me recostara a su lado.

Llegué junto a él y me senté a su lado mientras intentaba calmar mi propia respiración.

— ¿Por qué corres tan inesperadamente? Me asustas... —comenté con diversión.

El se rió, acostado en el suelo provocando en mi aquella sonrisa tonta que me e re a inevitable contener al escucharlo y verlo tan feliz.

— Era necesario... —respondió intentando calmarse de su propio cansancio.

— ¿Para qué? —cuestioné con el ceño fruncido.

Entonces Hyungwon tomó mi brazo y tiró de él para que me acostara a su lado. No sabía cuál era su intención pero aunque no tuviera la suficiente fuerza para tirarme al suelo, lo hice simulando que había sido por su causa y en ese momento él levantó su mano izquierda señalando hacia algún punto del cielo.

Dirigí mi mirada ahí por inercia y me quedé en silencio al notar lo hermoso que se veía. El cielo estaba pintado de colores tenues, rosa pastel, lila, quizá un poco de anaranjado, y las nubes le daban un toque blanco al hermoso lienzo que teníamos enfrente.

Podría parecer simple para cualquiera, pero dentro de mi supe que Hyungwon siempre buscaba mostrarme los mejores escenarios de la vida y me sentí más que agradecido por aquello, aunque no se lo dije.

Los colores se iban desvaneciendo lentamente entre nuestro silencio y el tiempo transcurrido, entonces pequeñas lucecitas brillantes aparecían en el cielo dejando ver un espectacular escenario que se tornaba de colores pastel a un leve azul iluminado por las estrellas.

Sinceramente estaba sorprendido de lo hermoso que era un atardecer, pues en muy pocas ocasiones me había detenido a mirarlo con tanta calma, pero jamás se había puesto a observarlo con tanto detalle.

Estaba ensimismado viendo todo aquello que me sorprendí cuando Hyungwon unió nuestras manos suavemente y las levantó señalando al cielo.

— ¿Las ves? —preguntó en un susurro muy suave.

Asentí a pesar de que sabía que no estaba viéndome asentir.

— Si, puedo verlas... —respondí mirando a las nubes que aún se miraban— son hermosas.

Lo vi asentir.

— Me gusta hacer formas con ellas... —admitió sacándome una sonrisa.

— ¿Puedo también? —susurré.

Hyungwon se rió.

— Claro este es tu lápiz. —señaló la unión de nuestras manos y me miró esperando mi siguiente acción.

Entonces miré al cielo una vez más en busca de alguna forma interesante, aunque realmente no fuera bueno en eso.

—Bien... —miré con un poco más de atención— Mira, justo allí, eso parece una pizza, es un círculo. —comenté señalando el lugar con diversión.

Hyungwon se quedó viendo fijamente hacia el cielo y su expresión fue de obviedad.

— Eso fue muy fácil, deberías buscar formas más complejas... —regañó— ¿Qué tal esa?

Señaló a otro sitio con la unión de nuestras manos, pero yo definitivamente no era bueno en eso.

— No le encuentro forma... —confesé dándome por vencido.

Él suspiró.

— Mira bien... —volvió a dibujar la forma entonces lo comprendí— parece un corazón enorme.

— ¿De verdad? —pregunté para molestarlo — ¿Un corazón? —recibí un asentimiento casi molesto de su parte y no soporté la ternura así que me reí y pellizqué su mejilla— Debo admitir que tienes buen ojo para esto... yo creo que para este tipo de cosas no sirvo en lo absoluto.

Mis palabras lo hicieron sonreír, entonces su sonrisa se desvaneció poco a poco.

— No digas eso... —acarició mi mano con su mano libre— es sólo que no aprecias bien la vida...

Ante su comentario lo miré y él me devolvió la mirada.

— ¿A qué te refieres? —cuestioné confundido.

Según mi opinión, era una persona que disfrutaba mucho la vida. Al menos eso era lo que pensaba hasta que el delgado muchacho que tenía al lado me afirmó lo contrario.

— Esto es parte de la vida diaria, Wonho... —señaló al cielo— pero muy pocas veces nos detenemos a apreciar lo majestuoso que es.

Me quedé pensativo y sorprendido por sus palabras.

— Tienes razón... —admití.

— ¿Sabes que es lo que me entristece? —preguntó girando su cuerpo hacia el mío, provocandome querer abrazarlo.

— ¿El qué? —lo miré a sus bonitos ojos marrones que estaban apenas a unos centímetros de los míos.

— Me entristece que teniendo semejante espectáculo enfrente, siempre nos limitamos a mirar problemas... —suspiró— ¿Te has dado cuenta? —asentí en respuesta— Muy pocas veces nos detenemos a mirar un atardecer, pero casi siempre levantamos la vista al cielo cuando las nubes negras se acercan...

Lo analicé y estaba fascinado con la simpleza de su teoría.

— Y nos quejamos de la lluvia... —completé.

— Exacto, nos quejamos de una lluvia necesaria por opacarnos algo a lo que ni siquiera prestabamos atención antes... —suspiró casi frustrado y volvió a acostarse correctamente— es tan estúpido.

Se quedó en silencio después de eso y sinceramente yo no sabía que más decir. Aquellas palabras, al igual que la mayoría de cosas que Hyungwon decía, me habían taladrado fuerte en la mente y estaba sorprendido, aparte de pensativo.

— Tienes razón... —susurré— Eso es tan...

— Es como la vida misma, Wonho. —continuó— Tenemos la vida, respiramos, tenemos gente hermosa que nos rodea, miles de oportunidades, sueños, metas... Y nos limitamos a mirar obstáculos toda la vida, hasta que llega algo que te roba las oportunidades, es entonces cuando empiezas a quejarte de la vida cuando siempre tuviste las posibilidades al alcance de tus manos... —se quedó en silencio un largo rato en el cual no me atreví a interrumpir— siempre queremos aprovechar las cosas hasta que ya se han ido... El dinero, la salud, el amor... —me miró nuevamente— Amo los atardeceres Wonho, pero he aprendido a amar las nubes grises, ellas también son parte del paisaje ¿sabes? Todo mundo debería aprender a aprovechar lo que tiene, cuando lo tiene...

Suspiró profundamente y se sentó, entonces imité su acción con el a punto de estallar. Él quizá no lo sabía pero me estaba enseñando las mejores lecciones que jamás alguien me había dado, así que no me contuve y lo abracé sin importarme algún tipo de rechazo de su parte. Sentía que era necesario.

Para mi fortuna, el chico que me estaba enseñando a valorar la vida correspondió mi abrazo, descansando su barbilla en mi hombro. No hacían falta las palabras para describir nada, nuestro abrazo decía más de lo que las palabras pudieran expresar por sí solas, porque se trataba de intimidad y no precisamente sexual o de pareja, era simplemente intimidad de dos personas que se entendían y se comunicaban a través de lo que sus corazones expresaban.

Nos quedamos así unos momentos, quizá no todo el tiempo que hubiera querido pero aún así algo en mi pecho se sentía completo y la plenitud era una sensación más que nueva para mí.

Nos separamos lentamente, aunque yo tomé otro atrevimiento y acuné las manos de Hyungwon entre las mías mientras las miraba detenidamente. Sentía que había algo en ellas que me intrigaba, así que las acaricié como tesoros y disimuladamente levanté un poco la manga de su abrigo para apreciar el bonito tatuaje que me hacía recordar al momento en que lo conocí, pero también me hizo recordar un moretón que había visto la otra vez. Lo busqué levantando la otra manga de su abrigo y a pesar de que cada vez había menos luz natural y ninguna artificial, noté que el moreton ya no estaba ahí y eso me hizo suspirar aliviado.

Cuando levanté la mirada me di cuenta que Hyungwon había estado siguiendo mis acciones con la mirada y me sonrió levemente para después acariciar una de mis mejillas.

— Ve a casa Wonho, necesitas descansar... —susurró sin dejar de acariciarme.

Lo miré extrañado, casi exigiendo una explicación a esa frase.

— ¿Y tú? —cuestioné— Tú también necesitas descanso...

En cuanto mi frase acabó, él se puso de pie lentamente y suspiró.

— Pronto tendré un merecido descanso... —afirmó— pero debo hacer algunas cosas más dentro del hospital aún...

Negué casi molesto por lo que yo consideraba que era un sobre esfuerzo.

— Pero ya hiciste mucho. —protesté tomando su mano cuando él se soltó del agarre.

Entonces él miró mi mano tomando la suya, sonrió y luego me miró a los ojos.

— Será rápido... —aseguró empezando a caminar y a obligarme a que yo también lo hiciera— pero no estaré tranquilo sabiendo que aún no llegas a casa sano y salvo...

Caminé con él, no porque me diera por vencido respecto a mi opinión sino porque era difícil llevarle la contraria. Él siempre parecía tener la razón y aunque esa vez estaba seguro de que no tenía la razón, no quería crearle un dolor de cabeza más insistiendo en algo que quizá no sería lo adecuado o al menos lo que no estaba en sus planes.

Al llegar frente al hospital su mano soltó la mía y supe que era hora de marcharme aunque no quisiera.

Quería decirle tantas cosas a la vez que ninguna salió de mi boca y todo lo que pude hacer fue envolver su delgado cuerpo una vez más entre mis brazos hasta que sentí que obtuve la tranquilidad necesaria para esperar al siguiente día para verlo.

Subí al auto y lo puse en marcha, aunque no podía dejar de verlo por el retrovisor, mirando el auto con sus manos entrelazadas como si no quisiera que me fuera, pero al mismo tiempo siendo él quien me apartaba.

Entonces supe que quería
ser ese hombro en el que él
pudiera recostarse y descansar.

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