
XXVII. Te amo, esposo
—¿Y cómo va todo? —Erik, que estaba cómodamente sentado sobre el escritorio de su esposo, le preguntó.
Charles, que estaba llevando instrumentos para los experimentos que realizaría cada equipo de niños, lo miró. Una de sus cejas se alzó. —¿Estás cómodo ahí?
Erik movió juguetonamente sus cejas. —De hecho sí. Me gusta este escritorio —se removió un poco, echándose más hacia atrás. Gimió un poco, no muy fuerte pero sí descaradamente. Incluso se movió sugerentemente—. ¿Qué? —preguntó, cuando su esposo sólo lo miró con esos ojos claros entrecerrados. Un escalofrío lo recorrió y aun así no perdió la valentía. Se mordió el labio inferior un momento—. ¿No me dices nada?
Durante otro momento, que se sintió eterno, Charles no dijo nada. Negó, con una sonrisa, y llevó el material a la única mesa que le faltaba. —Sí te digo algo. Bájate de ahí o vas a tirar mis cosas.
Erik soltó una risita y luego, cuando Charles lo miró como si fuera gracioso y torpe y no seductor, se cubrió la boca con una mano y rio un poco más.
—¡Erik! —Charles le gritó, aunque trataba de no sonreír—. Bájate de ahí y deja de reírte. Alguien podría pasar...
Pero, seguramente les ha pasado, hay un punto de no retorno en cuanto a la risa. Cuando ya no puedes parar de reír por más que lo intentes...
Y Erik se encontraba en ese punto ahora mismo. Seguía cubriendo su boca con una mano y con la otra presionó su estómago que ya dolía. —¡Ah, ah...! —quería hablar, pero no había aire suficiente. Le dolían también las mejillas. Y era justo por esto, por momentos así, que se había enamorado de su esposo—. ¡No puedo...! —su cuerpo se estremecía completamente, espasmos provocados por la risa, y perdió un poco el equilibrio. Luego cayó de lado, todavía sobre el escritorio, tirando algo al piso.
—¡Erik! —Charles lo regañó, caminando hacia él. Si había sido su portátil lo que se estrelló con ese estruendo, se iba a enojar. ¡La acababa de comprar y era el último modelo que no había sido fácil de construir! Pero su voz autoritaria se perdía por su sonrisa. La verdad es que amaba ver a su marido reír, se veía como el adolescente torpe que intentaba coquetear con él sin saber que no hacía falta, porque ya lo había conquistado—. Por favor, contrólate y baja de... —puso sus manos en las caderas de su esposo y quiso tirar de él hacia adelante para que se bajara y dejara de hacer ruido con su risa y las cosas que seguía tirando.
Pero eso sólo lo empeoró porque los dedos de su esposo le hicieron cosquillas y provocaron escalofríos. Se retorció un poco y cayó de lado, casi clavándose un lápiz de colección que Charles tenía ahí...no lo destruyeron los niños e iba a perderlo por culpa de Erik.
—Pareces un niño —Charles le dijo con cariño, abrazando el cuerpo sin resistencia de su esposo. Ya no se reía, ahora resoplaba tratando de recuperar el aliento. Puso se frente en uno de los hombros de Charles y empezó a calmarse, los brazos de éste lo rodeaban, sus manos frotaban círculos suaves en su espalda y se encontraba entre las piernas abiertas de él.
Ninguno escuchó a los niños discutiendo al otro lado de la puerta que no estaba cerrada.
—Así me...quieres —Erik dijo, volteándose para darle un beso torpe en la mejilla.
—No. No te quiero.
—¿No? —el ceño de Erik se frunció e hizo un puchero. Se echó un poco para atrás para verlo mejor.
Charles le sonrió y Erik también lo hizo, incluso antes de escuchar un: —Te amo, mi hermoso esposo inmaduro.
Y, como para demostrarlo, Erik hizo un “¡Aw!” y apretó a Charles con sus piernas, en el mismo momento que le tomaba por las mejillas y le daba un beso en los labios. —Yo también te amo.
—¡También quiero ver, Steve! —Tony gritaba—. ¡Déjame ver!
—¡Tony no...! —y entonces el estruendo de la puerta abriéndose de golpe y loa niños cayendo juntos, al igual que las muletas.
Una de las muletas golpeó a Steve en la cabeza y aun así su primer preocupación, mientras cerraba un ojo y hacía una mueca por el dolor, fue para su niño estrella: —¡Tony, tu pie!
Tony también hizo una mueca. Parpadeó para aclarar su visión y tanteó a ciegas a Steve, tocando no tan suavemente su rostro. Luego frotó uno de sus propios ojos y miró a los dos profesores que se habían congelado por la sorpresa:
Charles seguía entre las piernas de Erik, que estaba sentado sobre el escritorio. Erik tenía el rostro de Charles entre sus manos, mientras que éste tenía las suyas en las caderas de su esposo. Erik tenía las mejillas enrojecidas, en parte por la larga risa y el beso y ahora por la vergüenza de haber sido sorprendido por sus alumnos. Aun cuando desde el inicio dijeron que se comportarían en la escuela, precisamente para evitar estas situaciones.
—Hola, profesor “X” —Tony dijo, mirándolos con curiosidad—. ¿Por qué esta el maestro de Steve aquí? —pero al instante apartó la mirada porque aunque le parecía extraño verlos así de juntos, no le molestaba. Y además Steve ya estaba luchando por levantarse y ayudarlo.
No lo lograron hasta que ambos profesores vinieron a desenredarlos, sostener las muletas y ayudar a Tony para que no se apoyara en su pie lastimado.
—¿Cómo pasó esto —Charles señaló el pie de Tony mientras le daba una muleta— y qué hacen ustedes dos aquí a esta hora, Tony? Todos están en clase —le dio una mala mirada a su esposo porque esa había sido su excusa esta mañana para quedarse juntos: “Todos están en clase, déjame pasar el rato contigo. No va a pasar nada y nadie lo sabrá”.
—Me caí —Tony dijo simplemente, encogiéndose de hombros. A nadie le había dicho que Thor lo empujó, porque no creía que hubiera sido a propósito. Incluso si Thor todavía no se disculpaba.
—Ajá... ¿Y la segunda pregunta?
Tony evitó la mirada de su profesor. Se había prometido que sería el mejor alumno para que estuviera orgulloso de él y un día ser como Charles.
—Fue mi culpa —Steve dijo y el suspiro de alivio de Tony lo valió—. Nos sacaron de la primera clase por mi culpa.
Charles, por alguna razón, no creía eso. Levantó una ceja hacia Tony.
Pero Erik interrumpió diciendo: —Mira qué casualidad. Todo este desastre es culpa de Charles —chasqueó su lengua y negó, sonriendo inocentemente a su molesto esposo—. Pero ya que están aquí, ¿por qué no nos ayudan?
Eso hicieron. Todo estaba tranquilo mientras recogían las cosas que Erik tiró. Y aunque Steve los miraba a ambos con curiosidad y mil preguntas en su rostro, no dijo nada. Fue Tony quien, luchando por sacar con su muleta un cuaderno que cayó bajo el escritorio, preguntó: —Y entonces, ¿por qué estaban abrazados y se veían así? ¿Por qué el maestro de Steve se sentó aquí?
* ~ * ~ *
Tony es demasiado inocente para este mundo 😂❤
Y no era lo que ustedes pensaban, sucias 🙊
Les cuento que empecé una nueva historia Stony, tiene algo de erotismo y es sobre vampiros. Si gustan leerla se llama EXQUISITO ❤
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro