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II

Sehun tenía 22 años cuando empezó a laboral para Wu&Kim.

Egresado del área de Economía, era un experto en el manejo de temas de su índole.

Había estudiado en sus años como loco, aprovechando esa beca que había recibido por parte de la compañía al ser el hijo mejor de tres en una familia que sobrevivía todos los días.

Y aquella oportunidad sería la más grande bendición que jamás había recibido hasta ese entonces.

Algún día se había prometido agradecer de forma personal y con su trabajo al señor Wu, aquel que había dado a su padre una buena pensión y a él, la oportunidad de terminar su carrera sin tantas penurias.

Pero el tipo de agradecimiento de aquel entonces no tenía nada que ver con la forma en la que que daba gracias a ese hombre en el presente.


— Gracias, Papi.

Dejando de lado su plato se sentaba sobre las piernas del hombre en traje que se encargaba de acariciar sus muslos desnudo, apenas vistiendo una de sus amplias camisas, y ponía su pequeño puchero en busca de un besito por parte del hombre.


— Mi bebito...


Esa era la típica forma de terminar el desayuno y hacer pequeños pucheros porque extrañaría a su Papi, quien debía ir a trabajar todo el día en esa horrible oficina para dejarlo solo en su castillo, donde como el buen príncipe que era, esperaría impaciente a que su rey llegará a rescatarlo de la soledad.

El tiempo había volado, y eran casi dos meses desde que Oh Sehun había cambiado su vida planeada por una totalmente fuera de sus sueños juveniles.

Una donde era un verdadero príncipe siendo atendido por todas las personas que trabajaban para el señor Wu, quienes lo mimaban y complacían en todo, pese a que Sehun no era alguien exigente.

Sus exigencias hacían referencia a otras cosas.

Y era el tipo de exigencia que lo hacía inflar sus mofletes y hacer berrinches cuando su Papi se encontraba los sábados encerrado en ese feo estudio atendiendo cosas de la oficina.


— No es justo...

Aun cuando al principio se había sentido tonto por comportarse como un niño, ahora aquellas actitudes eran normal en él.

Sehun era mimado.

Y en ese momento, necesitaba de los mimos de su Papi, porque había estado una semana sin ser mimado y eso no lo merecía él, un príncipe.

Y bajando de su cama con aquel suéter de lana que su Papi usaba siempre en casa cuando hacía frío, se encaminó hasta el estudio, jugando con sus calcetas que se bajaban de sus muslos de lo grande que estaban y lo hacían ver un poco más pequeño de lo que era.

Con cuidado, empujó la puerta y se asomo para ver a su Papi trabajando en el computador con plena concentración.

Un pequeño puchero se hizo en sus labios y eso lo hizo adentrarse por completo en el lugar y cerrar muy bien la puerta tras de sí.

— Oh... Bebito...¿sucede algo?

— Ti, Papi ocupado ...

— Mi amor, lo siento, estoy haciendo todo lo más rápido que puedo para estar...


— Uhm...

— ¿Te pasa algo, mi bebito?


Y era esa expresión de preocupación por parte de Yifan que hacía brincar el corazón de Sehun, y no es que le gustará verlo así, sino que representaba cuánto valía para él.

— Ti, duele mucho...

— ¿Tu pancita?


Negando con su cabeza termina por dar un par de pasos hacia el frente y colocarse frente al hombre que no duda en quitarse los lentes y cerrar la portátil.

La salud de su bebé era antes que nada.

— ¿Me puedes decir dónde te duele mi amor?


Y moviendo su cabeza con toda la inocencia del mundo tomó la mano del hombre.

Por todos los cielos que aquellas manos enormes eran su maldita perdición.

No podía olvidar la forma en que se atrevieron a desvirginar su cuerpo y recorrer su interior al preparlo, o la forma en que se ajustaban a su esbelta cintura para acelerar el ritmo de las embestidas.

O el ardor que provocaban al castigarlo por ser un niño desobediente.

Por eso no dudo en acercar lentamente su mano hacia aquella zona cubierta por el holgado suéter de lana.

Un poco más abajo de su estómago, como la forma firme se formaba si presionaba un poco.


— Uhm... Duele... Papi, me duele...


Y eran esa clase de quejidos llenos de deseo que ponían el mundo de Yifan de cabeza. Que hacían arder cada parte de su cuerpo y mandar cualquier cosa al carajo.

Eran las travesuras de su pequeño buscando su atención que hacían palpitar su erección y masajear la de su bebé sobre el suéter.

Era su responsabilidad aliviar cualquier tipo de dolor de su pequeño príncipe.



— Mi bebé... Sí... Debe dolerte mucho, ¿por qué no te quitas ese suéter para poder ....analizarte mejor?


Y Sehun como buen niño que era, atendió rápido a su papi dejando en el suelo el suéter de lana, exponiendo toda su carne blanca ante su papi porque estaba siendo buen niño, pero no le gustaba tener que usar aquellas prendas interiores de encaje porque no dejaban que las manos de su papi lo tocaran bien.

Y maldita sean esas calcetas que se escurrían por sus pálidas piernas.

Maldita tela blanca que daba una expresión más angelical a ese rostro teñido de rojo, a esos labios algo hinchados y abiertos que dejaban salir suaves gemidos.

— Mi príncipe... Ven aquí...


Sentarlo en su escritorio, después de dejar de lado todas las cosas que pudieran molestar, era la mejor de las ideas.

Yifan se encargó de atender a su pequeño, de delinear con sus manos la erección de su bebé con cuidado.

Apretando su glande con suavidad, masajeando su cabeza húmeda con la yema de los dedos para lubricar y poder desplazarse en ese pedazo de carne que le encantaba acariciar antes de probar.

Y cuando estuvo listo, todo cubierto de su deliciosa esencia, Yifan se encargó de pasear su lengua sobre su pene de arriba a abajo, de lamer cada uno de sus testículos con la misma paciencia para hacer que su bebé gimiera.


Esos balbuceos que rogaban por más eran un motor.

Uno que lo hizo abrir sus piernas y recostarlo complemente en el escritorio y probar la blandita piel interna de sus muslos.

Ahí donde su aroma varonil y suave se concentraba y al morderlo, explotaban las series de jadeos y gemidos, los movimientos de caderas de su pequeño.

Hundir su nariz en esa piel, aspirar su aroma, pasear su lengua sin pudor alguno era el mejor pasatiempo del mundo.

No había forma de evitar sentir la necesidad de acariciar sus glúteos con ambas manos, de abrirlos y apretujarlos contra sus yemas para poder marcarlos así.

— Papi...

— ¿Te sigue doliendo, bebé?

Y era un completo descaro preguntar mientras su mano se movía en un ritmo lento sobre su erección, mientras sus dedos se adentraban sin previo aviso en su interior para abrirlo un poco.

— Ti... Du-duele papi...

— Pronto dejará de doler...


Y tal promesa se remediaba cuando Sehun sintió los labios de su papi pasearse por su pene, sentir la calidez de su boca cuando su papi se tragaba su pene y lo acariciaba con su lengua dándole el mejor de los placeres.


Pero no se comparaba tanto con la forma en que abría un poco más sus piernas y lo arrastraba al borde del escritorio.

La maldita forma en que Yifan profanaba su cuerpo, abriendo su interior con esa grandiosa erección que lograba llenarlo por completo y hacerlo moverse sobre la madera con facilidad.


El exquisito ritmo de sus embestidas llenando cada uno de sus berrinches y apagando un poco su necesidad para luego hacerla superior.


Para hacerlo gritar por más, valiendo poco el hecho de que los empleados de la casa los escucharan.


Porque aquel hombre lo volvía loco y sus muslos siendo ultrajados por sus dedos se amarraban rogando por más, pidiendo que lo arremetiera con toda su fuerza y llenara todo su interior.


Sehun moría un poquito más cada vez que Yifan apretaba su glúteo y lo estampaba con su mano.


Ese sonido de piel contra piel lo llevaba al cielo y lo traía de vuelta al mundo lleno de semen caliente y espeso en su interior y el propio marcando ambos cuerpos.



— Papi...


— Bebé... Oh, maldita sea mi amor.



Mi amor...




Aun si Sehun no sabía si esas dos palabras eran reales, si él de verdad era el amor de Yifan, le sabían a felicidad.


Lo hacían tener las fuerza suficientes para enredar sus lánguidos brazos en el cuello de su hombre y besarlo.


Probar el sabor a café que había en su boca, disfrutar de la esencia de cigarro que se expandía en sus glándulas cuando sus lenguas se acariciaban.



Era adictivo, igual que Yifan.



Mover sus belfos contra los ajenos moviéndose de nuevo, porque no estaba completamente satisfecho.


Nunca se llenaría de Yifan.



— Mi príncipe travieso...


— Más Papi... P-Por favor...dame más...



Y secretamente, las caricias que Yifan soltaba en esas pálidas mejillas se volvían cada vez más fieles, reales demostrando un sentimiento que se hacía real y consistente con el paso de los días.




Porque aunque no fuera amor a primera vista...




Yifan estaba enterado de que ahora lo era.




De que sin su príncipe, sería el amargo rey de la soledad.




Sehun era su príncipe, y rogaba entre esos jadeos, entre sus piernas...que lo fuera hoy y siempre.

















•••

Ando de sucia 😂💕🙈



Ustedes disculpen, pero la idea nació de un recordatorio de alguna cosa 😂😂😂😂


••

Tengo hambre.... Quiero un mendigo pan y nos queda un capítulo más que lo verán en estos días.



Nos leemos pronto 💕
















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