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único

Nayeon odiaba enfermarse, sin duda era la peor cosa que le podía pasar. Cosa común en su vida, pues pareciera que fuese alguna especie de imán hacia los pequeños virus, invitándolos a que contagien todo su sistema. No le gustaba la sensación de no poder respirar bien, ni mucho menos, como siempre parecía estar tosiendo. Se convertía en un desastre de mocos, volviéndose su nariz rojita e irritable por el excesivo contacto con los papeles higiénicos, y sumándole el hecho de que no podía oler correctamente.

¡Era una mierda estar enferma!

Lo único que deseaba, con todas sus fuerzas en su triste estado deplorable, era estar rodeada de aquellos brazos que le hacían sentir protegida y amada, ser mimada por palabras bonitas y caricias que le hicieran sentir especial. Sentirse en casa para estar mejor.

Sin embargo, cuando se despertó de su larga siesta entre aquel enredo de sabanas, un lado de la cama estaba vacío. La persona que se supone que debería cuidarla en su estado ya no se encontraba a su lado, ¿dónde está su Minari?

Su novia se había encargado de cuidarla durante estos dos días que llevaba del resfriado, cumpliendo y soportando cada uno de sus caprichos junto con los berrinches. Tenía que admitir que se estaba pasando un poquito de infantil con su menor, pero era su novia, ¡era su deber amarla y cuidarla!

Al recordar que Mina no estaba ahí junto con ella, un quejido lastimero salió de sus abultados labios y desordenó sus cabellos aún más.

—¿Minari? — preguntó al aire, esperando una respuesta con ansias, sin embargo, nada llegó —. Amoooor.

Al notar que no recibiría nada de vuelta, un puchero se formó en sus labios.

¿A dónde se había ido? Seguro se cansó de estar soportándola, sí, eso debió haber sido.

Ahora, con una tonta tristeza en su interior, dio un pequeño vistazo a la habitación completa para después levantarse, sintiendo su cuerpo algo pesado, todavía tenía un poco de la fiebre encima. Genial, sencillamente genial.

Sus pies descalzos al tocar el frío piso de la habitación gracias al aire acondicionado se contrajeron levemente, un chillido salió de su boca e intentó abrazarse a sí misma para bajar, así sea un poco el frío de su cuerpo.

—¡Qué frío hace!

Nayeon debía de admitir que dijo esas palabras al aire, esperando que cierta chica apareciera por la puerta para abrazarla acogedoramente con sus protectores brazos y besara su cabeza, haciéndola sentir bien de inmediato. Pero nada de eso sucedió, así que con una mueca de inconformidad la chica enferma tuvo que recurrir a su caliente mantita blanca que tenía para circunstancias como estas.

Luego de que la encontrara envuelta en la cama, se cubrió con ella completamente, de los hombros hacia abajo. Además, se colocó sus pantuflas de conejito que tenía para cubrir sus pies de la alta temperatura, y caminó hasta la mesa de noche para encontrar su celular sobre esta.

Vio la hora en su celular, dándose cuenta de que ya eran las tres de tarde. Con razón Mina no estaba con ella, definitivamente la hora de dormir había pasado hace tiempo.

Marcó en su historial de llamadas el número de Mina, timbró varias veces hasta que escuchó el tono de llamada provenir de la misma habitación; su menor había dejado el teléfono en el apartamento. Y efectivamente, lo visualizó en la cama, siendo su intento inútil.

Bueno, ni modo, no había forma de poder comunicarse con ella.

La chica enferma con sus mejillas coloradas, cubrió más su cuerpo con la manta, pasándola suavemente por su nariz para quitar el malestar que quería volver a presentarse. ¡Ah, necesitaba a su novia!

En busca de ella, salió de la habitación y fue hasta la sala. Observó alrededor, pero no había ningún rastro de la menor dentro del lugar.

—Minariiii. — Arrastró sus palabras y el silencio fue lo que obtuvo como respuesta.

Ella en serio estaba a punto de hacer una tonta rabieta, sus ojos se cristalizaron y su boca se abultó en un pequeño puchero. El resfriado la tenía algo sensible, lo presentía, pero es que no tener la compañía de Mina en momentos como estos le hacían sentir algo... decaída y mimosa, como un cachorro abandonado.

Justo cuando estaba por devolverse a su habitación para aferrarse de nuevo en la suave superficie de su cama y dejar que el sueño le venciera una vez más, el sonido de las llaves y de la puerta abriéndose pronto se escucharon, llamando su atención de inmediato.

En el momento que Nayeon se dio cuenta de quien entraba por la puerta era Mina, no dudó ni un segundo en ir hacia ella y abrazarla con toda la fuerza que su pobre estado le permitía, sin ninguna oportunidad de que pudiera separarse de ella, cubriéndolas a ambas con la acogedora manta. Poco le importó que las bolsas que traía la menor en sus manos se cayeran al suelo por el repentino movimiento, no podían culparla, ella sólo quería estar en los brazos de la otra.

—Oh, bebé, ya despertaste. — Mina la abrazó por la cintura, por debajo de la manta y la miró con preocupación —. Pero, ¿ya estás bien? ¿Segura que ya no tienes mareo?

Nayeon se pegó más a ella, escondiendo su rostro en el cuello de la contraria.

—No, no estoy bien, Minariiii. —Negó, moviendo su cabeza suavemente —. Y todo es tu culpa.

—¿Mi culpa? ¿Por qué, amor? — Mina preguntó con la confusión, siendo palpable en su voz, acariciando los largos cabellos de su enferma bebé.

—Me dejaste solita, tonta. — Golpeó débilmente el hombro de la menor.

Mina sólo supo sonreír con ternura acumulada por el comportamiento de su novia, ella conocía perfectamente como era Nayeon cuando se enfermaba. Se convertía en un monstruo abrazador, buscando cariños y mimos, siempre siguiéndola a todas partes y requiriendo de su mínima atención. Tanto que llegaba a ser algo asfixiante, pero igual Mina adoraba en demasía verla así por lo adorable que era, aunque, por otra parte, no le gustaba ver a su chica mal.

—Ya estoy aquí contigo. Fui a la farmacia a buscar algunas de las pastillas que necesitas, y además te compré varios envases de leche de plátano. — Nayeon separó el rostro de su escondite, para mirarla con sus ojitos brillando. La menor rió —. Sé que es tu favorita.

Mina se preguntó cómo era posible que su novia pudiera ser tan hermosa, bonita y dulce. Tan perfecta con esos ojos de bambi, siendo los ojos más encantadores de la puta galaxia.

—Solo por eso te perdono.

La mayor no tardó mucho en volver a pegarse a ella como un cachorro hambriento de contacto, Mina solo pudo mover su cabeza en negación mientras unas pequeñas risas salían de sus labios.

Más tarde, cuando Nayeon por fin le dio el espacio para poder recoger las bolsas del piso, Mina se encargó de guardar las medicinas que serían de utilidad después, tan solo quedándose con el jarabe que necesitaba la mayor ahora.

Con su característica amabilidad y paciencia le pidió a Nayeon que tomara el líquido viscoso con cuidado, y se felicitó a sí misma por haber escogido el jarabe con sabor a fresas al ver como su novia aceptó sin hacer ningún berrinche o poner resistencia. Incluso, tomó gustosa el líquido de la cuchara que ella misma le había extendido.

Nayeon cuando se enfermaba podía llegar a comportarse como toda una verdadera bebé consentida, pero ¿qué tanto podía hacer? Debía de aceptar que en parte tenía la culpa por ser tan débil, condescendiente y flexible cuando se trataba de su pequeña.

Minutos después ambas chicas decidieron tomar un respiro y simplemente disfrutar de la compañía de la otra, Mina sentada en el sofá mientras que la chica enferma se encontraba en sus piernas cómodamente y bebía de su amada leche de plátano, cubriéndolas a ambas con la manta que aún llevaba sobre sus hombros. La menor se mantuvo todo el rato acariciando la espalda y el cabello de la otra, llenándola de esos mimos que Nayeon había estado necesitando desde que despertó.

Apoyó más su cabeza en el hombro de la menor, a la vez que tuvo cuidado de no derramar el líquido de su leche de plátano. Intentó oler el maravilloso aroma de su novia, pero fracasó horriblemente al notar que sus fosas nasales no funcionaban con normalidad, sus ojos se cristalizaron y un puchero adornó a sus bonitos labios.

—Hey, Nay, ¿estás bien? — Se apresuró a preguntar Mina con preocupación al escuchar unos ruidos bajos y ahogados provenir de su novia —. ¿Algo te duele, bebé?

La mayor se separó un poco para mirarla con sus ojos brillantes, mientras que limpiaba de una forma algo torpe su irritada nariz.

—No puedo olerte, y quiero hacerlo, Minara.— Sorbió su nariz, sollozando bajo —. Quiero sentir el olor de mi novia, porque eso me hace sentir bien. Pero no puedo hacerlo por esta estúpida enfermedad, odio esto, Minari.

Mina solo pudo aguantarse las inmensas ganas que tenía de reír y sonreír por la adorable escena de la que era partícipe Nayeon, pero definitivamente no lo haría enfrente de ella, capaz se pondría a llorar aún más por pensar que estaba burlándose. Cosa que obviamente no haría en esta situación, por supuesto que no.

—Tranquila, princesa. Pronto pasará todo, no te pongas así. — Pidió con voz amorosa la menor, pasando su mano por los suaves cabellos, buscando calmarla —. Vamos, respira bien, tú no quieres que te dé un ataque de tos de nuevo, ¿verdad?

—No, no quiero.

Ella notó la caja de pañuelos que había dejado Nayeon la noche anterior en el sofá, y sacando uno de la caja, le tendió varios pañuelos para que pudiera limpiar su nariz y rostro, quitando el envase vacío de la leche de sus manos. Ella, por su parte, tuvo que tomar otro pedazo de papel para limpiar el líquido viscoso que había caído sobre, el que, de hecho, era su buzo favorito.

—Lo siento por eso. — Nayeon la miró por debajo de sus pestañas y el flequillo largo de su cabello, sintiéndose muy avergonzada.

—No te preocupes, pequeña. Eso es lo de menos, ahora solo me importas tú.

Mina le sonrió de esa manera tan bonita de hacerlo, y Nayeon agradeció a todos los dioses por permitirle estar junto con una maravillosa persona como lo era su menor.

Nayeon sonó fuertemente su nariz para que no quedara ningún residuo de aquel líquido pegajoso que le irritaba, además que tampoco quería que Mina resultara afectada por eso de nuevo. Sin embargo, se quejó al sentir su pobre naricita arder por el fuerte contacto con el papel.

—Shh, Nayeonnie, tranquila. Minari te cuidará siempre. — Los cálidos brazos de Mina le envolvieron, y ella sólo se dejó cubrir por el amor ajeno.

—Más te vale, Mina.

Se permitió acurrucarse mucho más en el pecho de la menor, un lugar que consideraba su refugio. Myoui solo rió con ligereza por sus palabras.

Luego de un par de mimos y besos en su cabeza, Nayeon se pudo calmar y detuvo su débil llanto, dándose el placer de embriagarse por el calor corporal de la menor y cerrar sus párpados.

—Prometo que cuando te recuperes te llevaré a donde tú quieras, amor. — Besó su mejilla, causándole un sentimiento de felicidad a su pequeña -no tan pequeña- chica.

—Es una promesa, entonces.

Y con esas últimas palabras dichas en voz baja, Nayeon se rindió ante el sueño en los brazos de su novia, teniendo la seguridad de que estaría muy protegida y nada malo podría pasarle si estaba con su querida Mina.

—Te amo, mi pequeña conejita gruñona.

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