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dos

Kim Namjoon soltó un quejido por lo bajó y dobló la página del libro que estaba leyendo para marcarla antes de colocarse de pie y acercarse a la cuna que estaba situada al lado de su cama donde descansaba un pequeño niño de nueve meses de vida que había empezado a llorar. Otra vez.

Llevaba algunas horas intentando estudiar pero apenas podía leer cinco párrafos seguidos antes de que su pequeño hijo volviera a llorar. No entendía qué lo estaba molestando. Le había cambiado pañales y le había dado su biberón, ¿qué podría estar manteniéndolo despierto a esa hora de la noche?

Lo tomó con sumo cuidado y lo acunó en sus brazos mientras que balanceaba despacio al infante, tarareando una canción sin sentido, intentando calmarlo. Le acarició la cabeza, peinando el escaso y corto cabello oscuro, preguntándose qué estaría sucediendo con él. No había querido ir hasta la habitación de sus padres para pedirle ayuda a su madre porque no quería ser una molestia pero, ya estaba comenzando a desesperarse.

El niño se removió entre los brazos de su padre y protestó en un gruñido silencioso.

—¿Qué te pasa, pequeño? ¿Por qué estás tan inquieto?

Por supuesto, no obtuvo respuesta alguna. Al cabo de unos minutos, el pequeño pareció haberse quedado dormido y por un instante estuvo tentado a dejarlo sobre su cuna pero despachó la idea cuando se percató que el bebé despertaba cada vez que lo acostaba así que decidió ponerse a estudiar una vez más con el niño en sus brazos.

Intentar equilibrar su vida de estudiante universitario con el de padre soltero le estaba resultando más difícil de lo que él pensó en algún momento.

Alrededor de los cinco meses de embarazo, Jiyu y Namjoon decidieron ponerle fin a la relación que mantenían ya que por más que intentaran hacer que funcionara, no daba resultados. Por supuesto, él no desapareció de la vida de la chica porque le había prometido que se haría responsable y estuvo ahí con ella, acompañándola a cada sesión con el ginecólogo, yendo a su casa a mitad de la noche cada vez que ella le decía que estaba con antojos, llevándola al hospital ante el más mínimo malestar. Puso mucho de su parte en que esa relación funcionara pero finalmente decidieron ponerle un punto final, siendo conscientes que en ese momento lo único que los unía era el embarazado de la muchacha.

Una vez que ella dio a luz un diez de abril, le cedió la custodia total y absoluta a Namjoon, sabiendo que el hijo que tenían en común estaría en buenas manos y ella se desligó de toda responsabilidad. Por supuesto, aquella decisión no había sido bien vista por los padres de Namjoon pero después de una larga charla con su hijo, habían llegado a la conclusión que lo mejor para el futuro del niño era que se quedara con ellos.

Los primeros meses fueron un fracaso total. A Kim Namjoon le costaba conciliar el sueño por las noches porque el niño tenía el sueño descambiado; dormía durante el día sin molestar a nadie mientras que en la noche se mantenía despierto, lloriqueando por atención. Fue difícil adaptarse a aquella vida a los dieciocho años, tratando de no bajar sus calificaciones en la escuela e intentar cuidar a un bebé que no tenía culpa de nada. Fue tanto el estrés que cargaba que tuvo algunos episodios de colapso nervioso en los primeros tres meses, dos de ellos en la escuela.

La ayuda de sus padres fue fundamental en ese momento. Como su madre le había dicho, era cuestión de tiempo para que su padre terminara aceptando la situación y, una vez que vio al pequeño ser humano que llegó a casa junto a su hijo y a su esposa aquél once de abril, terminó rindiéndose por completo. Sin saberlo, el niño le había robado el corazón a su abuelo sin siquiera intentarlo.

Namjoon despegó la mirada del libro y giro en su silla de escritorio cuando escuchó dos suaves golpes sobre la puerta la cual se abrió un segundo después revelando el rostro de su madre. Un suspiro de alivio escapó de los labios del chico.

—¿Necesitas ayuda? —murmuró la mujer, su mirada cayó en el bebé que dormía plácidamente en los brazos de su hijo.

—¿No te molesta? —susurró, alzando las cejas— Tengo mucho que estudiar y me hurgue una taza de café antes de quedarme dormido.

—No digas tonterías, por supuesto que no me molesta.

La señora Kim ingresó al cuarto y tomó al niño entre sus brazos, tarareando una suave melodía cuando se quejó, removiéndose. Namjoon se colocó de pie y se estiró, los huesos de su espalda crujieron en protesta y el brazo izquierdo le dolía por mantenerlo en la misma posición por tanto tiempo.

—No sé qué le pasa... —le contó a su madre mientras se frotaba el cuello—. Ha estado muy inquieto y por eso tuve que tomarlo en brazos.

La mujer alternó la vista entre su hijo y su nieto. Era increíble el parecido entre ellos. Se preguntó si tendría los mismos hoyuelos adorables de su padre.

—¿Le has revisado el pañal?

—Unas cinco veces. Le he dado de comer también...

Ella frunció el ceño y apoyó el dorso de la mano en la frente del bebé antes de guiarla hasta su estómago para tomar su temperatura. Namjoon seguía cada uno de sus movimientos, grabándolos en su memoria para no olvidarlos.

—Qué extraño, no tiene fiebre... —murmuró más para sí misma pero el chico logró escucharla—. Tal vez sólo sea un pequeño malestar estomacal así que, esperaremos un rato más, si de aquí a un par de horas sigue así lo llevaremos al hospital, ¿bien?

Namjoon soltó un suspiro y asintió.

—Muchas gracias, mamá.

—No es problema. Ahora ve a prepararte una taza de café.

El chico obedeció y salió de su habitación con cuidado y cuando estuvo lo suficientemente lejos apresuró el paso hasta llegar a la cocina. Mientras la bebida caliente se preparaba en la cafetera, Namjoon revisó su teléfono, respondiendo algunos mensajes de sus amigos, leyó los pocos mensajes que había en el chat grupal de su grado y sonrió al darse cuenta que sus compañeros preguntaban una y otra vez lo mismo. Se permitió revisar sus redes sociales por unos minutos, dándole me gusta a algunos posteos, comentando un par de cosas. Después de haber sido padre, su vida social se había reducido a cero y en lo único que podía pensar la mayoría del tiempo era en cambiar pañales y preparar biberones.

Cuando el café estuvo listo, él llenó un termo y lo cerró. Tomó su tasa favorita y volvió a su habitación, encontrándose con que su madre estaba ordenando el desastre en el cual tenía convertido su escritorio. Sonrió y se acercó al mueble, dejando el termo y la tasa a un lado de la pila de libros.

—No te molestes, mamá —le habló, ganándose una mirada en reproche—, yo puedo hacerlo luego.

—Tonterías. Tu cuarto es un completo desastre.

—Te prometo que apenas termine los exámenes ordenaré todo.

Ella intentó mantenerse seria pero terminó rindiéndose ante la mirada de cachorro regañado de su hijo y sonrió, acariciándole la mejilla. Estaba muy orgullosa de él.

—Te dejaré solo para que te concentres.

Namjoon dejó un beso sobre la frente de su progenitora.

—Muchas gracias, mamá. Buenas noches, pequeño.

Una vez que estuvo solo, cambió su ropa por el pijama, se sirvió una taza de café y se sentó frente al escritorio, listo para seguir estudiando.

-

Kim Namjoon despertó asustado cuando su cabeza cayó contra el libro. Miró a su alrededor desorientado, dándose cuenta que seguía en su habitación. Se colocó de pie y se estiró, ahogando un bostezo en el dorso de su mano. Afuera seguía todo sumergido en la penumbra y tuvo que mirar la hora en su reloj de mesa para ver qué hora era. Casi las cuatro de la mañana.

Salió de su habitación con cuidado y recorrió el pasillo de la misma forma hasta llegar a la recámara de sus padres. El fantasma de una sonrisa curvó la comisura de sus labios al ver a sus padres durmiendo juntos, su pequeño hijo dormía plácidamente entre ambos. Ingresó en puntillas con la clara intensión de llevarse al niño de ahí pero, en ese momento su madre despertó.

—He venido a buscarlo... —informó en voz tan baja que hasta a él mismo le costó escucharse.

—No te preocupes, ve a dormir.

Miró a la mujer en medio de la oscuridad.

—¿Estás segura? No quiero molestarlos.

—No te preocupes, cariño. Ve a descansar. —contestó, dándole un suave apretón a la mano de su hijo que transmitía el infinito cariño que sentía por él.

Namjoon le agradeció en silencio y besó su mejilla antes de salir de la habitación, entrecerrando la puerta a su espalda. Pasó al baño y se cepilló los dientes antes de volver a su cuarto.

Una vez allí, ordenó los cuadernos que tendría que ocupar el día siguiente en su bolso, dejó preparada también la ropa que se pondría y después de dar vueltas en su habitación por quince minutos, se acostó, conciliando el sueño casi a las cinco de la madrugada.

Los ojos del muchacho se abrieron de par en par cuando escuchó la molesta música de su alarma. Soltó un gruñido y a ciegas tomó el teléfono, deslizando el dedo por la pantalla. Cinco minutos más.

La música volvió a sonar y él pospuso la alarma un par de veces antes de sentarse finalmente, decidido a levantarse. Hacía tiempo no dormía tan bien y necesitaba un par de muchas horas más para poder descansar por completo.

Se colocó de pie y tomó la ropa junto a las toallas que había dejado ordenadas y salió con dirección al baño. Veinte minutos más tarde, aseado y arreglado, bajó hasta la primera planta cargando su mochila la cual dejó sin mucho cuidado sobre el sofá antes de ingresar a la cocina encontrándose con su madre y su pequeño hijo en sus brazos quien lo observó con curiosidad genuina.

—Buenos días, cariño.

—Hola, mamá —el muchacho se sentó a la mesa donde el desayuno ya estaba servido— ¿Papá ya se levantó?

—No todavía. ¿A qué hora sales de clases?

—A las cinco —informó y vio que los labios de la mujer se curvaban en una mueca—, ¿por qué?

—Se están acabando los pañales...

—Oh, está bien —asintió y se llevó un poco de arroz blanco a la boca. Masticó un par de veces antes de añadir: —yo puedo ir a comprarlos.

—¿Estás seguro?

El chico asintió —Tengo un par de horas libre al mediodía. Puedo ir a comprarlos y traerlos antes de volver a clase.

—¿No te atrasarás? Porque si es así, puedo decirle a tu padre y...

—No, está bien, mamá —la cortó Namjoon— Le diré a uno de los chicos que me acompañe.

La señora Kim asintió y ese tema quedó ahí. Namjoon terminó de desayunar y se cepilló los dientes antes de irse a clases, recordándole a su madre que él iría a comprar los pañales para su hijo.

En el viaje a clases, se dedicó a repasar la materia para el examen. Siempre había sido muy aplicado en los estudios pero, ese último tiempo le había costado un poco más mantener su promedio. Tenía dos buenos amigos que lo apoyaban mucho, haciendo que la carga académica fuera un poco menos pesada gracias a ellos.

Aquél iba a ser un día duro.

🍃


—Dios, creo que voy a reprobar...

Namjoon esbozó una sonrisa y fijó la mirada en Yoongi, uno de sus dos amigos, quien rodaba los ojos con falso hastío. Los tres chicos se encontraban a las afueras del salón, hablando sobre el examen que habían dado hacía unos minutos atrás.

—Siempre dices lo mismo y terminas sacando la mejor nota de la clase —refutó Yoongi, sobándose los hombros.

—Esta vez hablo en serio —Hoseok lloriqueó, recreando el momento exacto donde el profesor le entregaba el examen corregido con una flamante insuficiente en la esquina derecha—. Las últimas cuatro preguntas las respondí al azar porque el señor Cho estaba de pie junto a mi pupitre.

Yoongi torció el gesto y miró a Nam —¿Le crees?

El aludido miró a Hoseok y negó, soltando una risita.

—Lo siento mucho, Hobi pero, hemos oído eso tantas veces que ya no te creemos.

El chico arrugó la nariz con falso enojo y sacudió la cabeza, mechones rubios se colaron a través de sus ojos.

—Me hurgue encontrar nuevos amigos...

Kim Namjoon soltó una carcajada relajada. A pesar de todo el estrés que le causaba la universidad, estar ahí y pasar esos pequeños momentos junto a sus amigos lo hacían sentirse como un chico normal, sin mayores responsabilidades.

El chico se fundió en una conversación agradable con sus amigos por los próximos minutos y perdieron el tiempo recorriendo los pasillos del edificio. Tenían un período libre de dos horas hasta la próxima clase. Namjoon estaba tan entretenido viendo a sus amigos discutir acaloradamente sobre sus planes para las vacaciones de invierno que se le olvidó por completo el encargo que le había hecho su madre.

—Joder —escupió con brusquedad, consiguiendo que sus amigos lo miraran con extrañeza. Namjoon se frotó la frente—, olvidé que debo ir a la farmacia a comprar pañales, ¿qué hora es?

Hobi miró su reloj de muñeca —Son casi las once, ¿necesitas un aventón?

—Te lo agradecería mucho.

El rubio asintió —Bien, déjame ir por nuestras cosas y nos vamos, vuelvo en un minuto. ¿Vienes?

Yoongi sacudió la cabeza con desdén.

—Buscaré un lugar cómodo para dormir. Estuve estudiando toda la noche. Nos vemos luego.

Hoseok le lanzó las llaves a Namjoon y le dijo que lo esperara en el coche y así lo hizo. Luego de unos minutos, Hobi estuvo de regreso y juntos emprendieron el corto trayecto hasta el centro de la ciudad. Una vez llegaron, ambos se bajaron e ingresaron a la farmacia con un mismo propósito en mente: encontrar pañales.

Namjoon recordó la primera vez que tuvo que ir a comprar pañales y un sentimiento de emoción removió su pecho. Ese día estaba nervioso y si debía ser totalmente honesto sentía un poco de vergüenza por ir hasta la farmacia a comprar pañales porque siempre había sido el tipo de chico que se preocupaba mucho por el que dirán, sin embargo, después de haber tenido una discusión consigo mismo mientras recorría los pasillos de la farmacia se había dado cuenta que no tenía por qué importarle lo que las personas pensaran de él. Nadie sabría que los paños eran para su hijo sin que él lo dijera antes.

—¡Mira estos!

Namjoon fue sacudido fuera de sus recuerdos y miró a Hobi quien le enseñaba un paquete de pañales con diseño de piolín y rio a carcajadas.

—¿Quieres que llevemos esos?

El rubio asintió con efusividad —Sí, se le verán preciosos.

—Hobi, él ni siquiera se da cuenta.

—¿Me ves cara de que me importa? Porque no me importa. —espetó con gracia y estampó el paquete de paños contra el pecho del más alto— Ve a la caja, te alcanzo en un segundo.

Resignado, el muchacho hizo lo que su amigo le indicó y se acercó a la caja registradora para pagar. Momentos después, Hoseok llegó cargando un par de juguetes de goma de colores llamativos y otro más, que Nam no sabía lo que era pero, era de esos juguetes que sonaba cada vez que lo movías.

—Hola, yo llevaré estos, por favor. —indicó. Namjoon quiso protestar pero, Hobi alzó la mano, chasqueando la lengua— Son un regalo para mi sobrino, no te metas.

La encargada soltó una risita y pasó los productos por el láser antes de cobrarles a los chicos. Ambos agradecieron con una pequeña reverencia y volvieron al coche cargando dos bolsas de plástico. Kim Namjoon le indicó a su amigo que fueran a su casa y Hoseok asintió sin ningún problema.

El viaje fue corto. Ambos se bajaron y antes de ingresar a la casa por completo se quitaron los zapatos.

—¿Mamá? He traído los pañales. —avisó Namjoon, buscando a la mujer con la mirada.

—¡Estoy aquí!

Por el sonido de su voz, el chico se dio cuenta que su madre estaba en el segundo piso y emprendió su caminata hasta allá siendo seguido muy de cerca por su amigo. Encontraron a la mujer en la habitación de su hijo terminando de cambiarle de ropa al niño. Antes de que alguno pudiera decir alguna palabra, Hoseok emitió un sonido parecido a un gemido tierno al ver al pequeño hijo de su amigo tendido en la cama con sus brazos y piernas estirados. El bebé sonrió al reconocer al ruidoso amigo de su padre.

—¡Pollito! —exclamó el rubio, lanzándose sobre la cama para llenar de besos al pequeño— Te extrañé tanto, ¿tú también extrañaste al tío Hobi?

La mamá de Namjoon soltó una carcajada al ver la interacción del amigo de su hijo con su nieto y el padre simplemente negó con la cabeza como si su amigo no tuviera remedio. Abrió el paquete de pañales y los ordenó dentro del cajón correspondiente, escuchando la falsa voz aniñada de Hoseok mientras hablaba con el bebé. El rubio le enseñó los juguetes y el pequeño infante no dudó ni un segundo antes de llevárselo a la boca. Hobi rio.

—¡Le ha gustado! —señaló el rubio, como si los dos presentes no se hubieran dado cuenta.

Hoseok siguió jugando con el bebé un rato más hasta que sintió un tirón en su pierna. Con el ceño fruncido y más enfadado de lo que Namjoon pensó, le lanzó una mirada.

—¿Qué quieres? ¿Es que no ves que estoy ocupado?

Nam rodó los ojos —Es hora de irnos, Hobi.

El aludido soltó un suspiro y ahogó un quejido de protesta contra la cama. Cuando el niño comenzó a jugar con su cabello rubio, sacó el rostro de su escondite, aquella sonrisa en forma de corazón tan característica de Hoseok adornó sus labios.

Para nadie era un secreto que Hoseok amaba a los niños, sin embargo, el hijo de su amigo le había robado el corazón por completo. Era un niño tan tranquilo (aunque su padre mentiroso dijera lo contrario) y risueño que era capaz de apoderarse de tu corazón en contra de tu propia voluntad.

Dejó un suave beso en la frente del infante y se impulsó con ayuda de sus brazos para colocarse de pie. De ahí, observó al niño.

—Nos vemos pronto, pollito. El tío Hobi tiene que irse.

Hizo una salida dramática como si estuviera esperando que el niño le dijera "espera, tío Hobi, no te vayas y quédate conmigo" pero, por supuesto que eso no ocurrió y Namjoon rio burlesco.

—¿Necesitas un canguro? Me ofrezco como voluntario.

El chico de hoyuelos rodó los ojos y le dio un suave empujón.

—Cállate y volvamos a clases.

🍃


—¡Namjoon!

El muchacho miró hacia atrás y frunció el ceño al ver quién era quien lo estaba llamando. ¿Aquella era una especie de alucinación?

Lanzó las bolsas de compras dentro de la cajuela del coche y cerró la puerta, girándose para encarar a Jiyu acercándose a él tan radiante como siempre. La chica esbozó una sonrisa y cuando llegó a su lado, lo saludó con un abrazo que él no pudo responder ya que estaba demasiado perplejo. ¿Qué estaba haciendo Jiyu ahí? Lo último que supo de ella, el día del parto, fue que se irían del país. O eso fue lo que sus padres le habían dicho.

—Hola... —Namjoon la saludó y esbozó una sonrisa confundida sin esconder su desconcierto— ¿cómo has estado?

La muchacha se encogió de hombros y lanzó su cabello hacia atrás con un movimiento de mano. Apoyó los anteojos de sol sobre su cabeza y lo miró directo a los ojos. Había mucha diferencia entre ambos ya que mientras ella se veía más fresca que una lechuga, Namjoon lucía cansado y somnoliento. Y eso hizo que una espina de molestia empezara a punzar en su pecho.

—Bien. Estoy de visita y tenía la esperanza de verte. ¿Sigues viviendo en el mismo lugar?

Kim Namjoon asintió— Sí. ¿Cuándo llegaste?

—Hace un par de días.

El chico alzó las cejas. ¿Había llegado hacía un par de días y no había sido capaz de ir a visitar a su hijo?

—Podríamos quedar un día de estos —la sonrisa que ella esbozó le causó incomodidad.

—¿Para qué o qué?

—No lo sé, para hablar de la vida y esas cosas.

Nam soltó una sonrisa amarga y ella sonrió también, confusa.

—¿Qué es tan gracioso? —quiso saber.

—¿Sabes qué es lo gracioso? —se mofó él, relamiéndose los labios. Observó a ambos lados, asegurándose que nadie estaba prestando atención— Que me acabas de decir que has llegado hace un par de días y ni siquiera me has preguntado por tu hijo o has hecho el intento de verlo.

Ella parpadeó, perpleja.

—Yo... —dudó un par de segundos, tratando de buscar una buena excusa— pensé que te habías mudado...

—¿Fuiste a casa de mis padres?

—No, pero...

—Pudiste haber llamado, Jiyu. Pudiste haberle preguntado a tus padres o haberme ido a ver a la universidad, ¿no crees?

—Nam, tú sabes que yo no...

—Que tú no estabas lista para ser madre, lo sé —la interrumpió, completando esa frase que él oyó tantas veces—. Lo gracioso es que yo tampoco estaba listo y creo que aún no lo estoy. Pero, aún así no salí huyendo como un cobarde. Pensé que todo lo que vivimos había sido producto de la inmadurez pero, veo que sigues igual que siempre.

El rostro de Jiyu se oscureció.

—Yo te dije que no quería tener ese hijo y aun así insististe en que lo tuviera. No puedes reprochármelo ahora.

Namjoon soltó una carcajada y sacudió la cabeza.

—Eres increíble.

Comenzó a retroceder sin despegar la mirada de ella con la clara intención de marcharse. El pecho le dolía y no precisamente por todo el daño que ella le había causado. Le dolía el hecho de darse cuenta que aunque los meses pasaran, aquél pequeño ser que era su vida entera, seguía significando nada para ella.

Cuando estaba a punto de subirse al coche, la voz de Jiyu lo detuvo:

—¿Cómo está él?

Namjoon la miró desde su posición.

—No te interesa. Confórmate con saber que haberlo dejado conmigo fue la mejor decisión que pudiste tomar.

Se subió al coche y cerró la puerta con fuerza, enfadado y dolido. Por un momento creyó que ella se acercaría al coche, golpearía la ventana y le diría que la llevara a conocer a su hijo, sin embargo, ese momento nunca llegó. Observó por el espejo retrovisor, viendo a Jiyu parada en medio del estacionamiento y unos segundos después girando sobre sus talones para marcharse.

Los ojos de Namjoon se llenaron de lágrimas. Apoyó la espalda en el respaldo del asiento y suspiró.

Condujo de vuelta a casa sin dejar de pensar en lo que había sucedido. Le parecía realmente increíble que después de tantos meses ella volviera a aparecer como si nada, fingiendo que no tenían un hijo en común.

Cuando llegó a casa, su madre se dio cuenta de inmediato que algo había pasado porque, Namjoon ingresó en completo silencio y fue directo a la habitación, sin molestarse en mirar a otro lugar. La mujer dejó pasar un par de minutos y cuando creyó que ya le había dado el espacio suficiente, subió la escalera con cuidado de no hacer ruidos y se asomó en la entrada de la habitación de su único hijo. Namjoon estaba sentado en la cama, con los codos apoyados en sus rodillas y las manos entrelazadas, su vista se había perdido en algún punto invisible de la moqueta.

—¿Quieres hablar?

El chico alzó la mirada y sonrió sin ganas.

—¿Cómo sabes que algo pasa?

Seul se encogió de hombros con falsa modestia e ingresó en el cuarto, acercándose a la cama para tomar asiento junto a su hijo.

—Eres mi hijo. Te conozco más de lo que tú crees, Joonie.

El muchacho sintió un burbujeo encantador en su pecho al escucharla llamarlo de esa manera. Era su apodo favorito cuando era niño. Soltó un suspiro y se acomodó de tal manera que quedó cara a cara con su madre.

—Me encontré con Jiyu.

La sorpresa fue visible en el rostro de la mujer.

—¿En serio? ¿Hoy?

—Sí... me habló cuando estaba en el estacionamiento. Fue como si hubiera estado esperando a que yo saliera.

—¿Y cómo está ella?

Nam se encogió de hombros con desinterés.

—Bien, supongo.

—Pensé que se había ido a vivir fuera de Ilsan.

—Sí, al parecer sólo vino de vacaciones.

—¿Y qué fue lo que pasó? —quiso saber su madre— Porque no creo que hayas quedado tan afectado por el simple hecho de haberla visto.

—No, es que... —soltó un suspiro de agobio—, ni siquiera me preguntó cómo estaba Jeong, mamá. Ella se acercó muy feliz de la vida como si nosotros dos fuéramos dos simples amigos que no se veían hace mucho tiempo y me preguntó si podíamos juntarnos para hablar. ¿Hablar de qué? No lo sé, porque lo único de lo que yo tengo que hablar con ella es sobre nuestro hijo.

Seul dejó salir el aire por su boca y se entristeció al ver que a su hijo le seguía afectando aquél tema. Y no podía culparlo, por supuesto. Había asumido la paternidad aun cuando su ex novia y madre de su hijo había decidido dar un paso al lado porque decía no estar preparada. Sabía que para Namjoon había sido realmente duro pero que había podido salir adelante, no obstante, darse cuenta que la chica de la que estaba enamorado los abandonaría le había calado fuertemente.

—¿Todavía la quieres?

Él la miró perplejo —Yo...

—Quiero que seas honesto conmigo, Namjoon.

—Creo que sí. No lo sé, mamá. Yo estaba enamorado de ella pero me desilusionó.

—Lo entiendo, cariño. Y es totalmente comprensible, estás en todo tu derecho. Pero debes aprender a perdonar. A algunos nos toca madurar antes que a otros y aunque ella haya tomado una decisión egoísta a nuestros ojos, tienes que tener en cuenta que actuó guiada por el miedo.

—Pero yo también tengo miedo...

—Por supuesto. Y jamás dejarás de sentirlo porque, aunque no lo creas, siempre pensarás en que no quieres arruinar las cosas con tu hijo. No cierres tu corazón con ese sentimiento dentro, cariño —le acarició la mejilla con tanto amor que Namjoon se estremeció—. Si no lo haces, te llenarás de rencor y nunca podrás ser feliz.

Kim Namjoon apretó los labios, creando una mueca.

—¿Qué debo hacer entonces, mamá?

—En algún momento tendrás que hablar con ella, mi amor. Permítele conocer a su hijo y escúchala cuando quiera contarte sus razones. Después de oírla, será tu decisión si quieres que ella sea parte de la vida de Jeong. Sea cual sea, Jiyu tendrá que respetarla.

Nam pensó en las palabras que le había dicho su madre y luego de unos minutos, asintió, sintiéndose un poco más relajado. Siempre tomaba en consideración la opinión de sus padres porque eran realmente importantes para él y si su madre le decía aquello, él le creía.

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