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PRÓLOGO


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PRÓLOGO
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Una joven rubia sentada en las escaleras de su casa abrazaba con fuerza sus piernas pegadas a su pecho mientras escuchaba gritos e insultos desde la cocina.

— ¡Maldita Perra!, ¿Crees que tienes el puto derecho de llevartela contigo como si yo no fuera nadie en su vida?

— ¡No me faltes al respeto!, ¡Por lo que a nosotras respecta, jamás te hiciste cargo de ella!, Apenas y fuiste su maldito padre.

— ¡Yo me hice cargo de ustedes!, ¡Me quedé y me hice responsable!

Ginny solloza en silencio sintiendose culpable por la pelea. Coloca sus manos sobre sus orejas no queriendo escuchar más de lo que ellos decían. Estaba cansada, ya había escuchado lo suficiente como para querer morir ahí mismo.

Se levanta y sube las escaleras corriendo mientras sus pisadas retumban por toda la casa, pero no lo suficientemente fuerte como para que sus padres la escucharán.

Entra a su habitación cerrando la puerta de golpe y se tira sobre sus sábanas a llorar desconsoladamente, enrollandose en las sábanas para hacerse bolita y se abraza a sí misma buscando algún tipo de consuelo en sus propios brazos.

Sabía, ella sabía que todo era su maldita culpa, si tan solo no hubiera confiado tan ciegamente en él, ella no tendría que mudarse y sus padres llevarían su divorcio de forma más tranquila y sin demandas legales de por medio. Pero decidió meter la pata y su madre tomo una decisión en base a la situación, decisión de la que su padre no estaba de acuerdo.

Y con ello otra disputa más entre familia.

— Ya basta— lloriquea cansada mientras escucha aún los gritos distorsionados de sus padres.

Tomo su teléfono celular y sus audífonos para perderse entre la música y apaciguar los ruidos. Noto que tenía mensajes de su mejor amiga que prefirió ignorar por los momentos.

Ahora mismo no sentía ganas de hablar con nadie, solo quería un poco de paz y calma.

Pero sabía que con su mente ansiosa, eso sería un reto.

Con los dedos temblorosos, le dió a reproducir a su playlist de medianoche y estuvo escuchando música hasta que que se quedó completamente dormida.

Nunca escucho cuando sus padres dejaron de discutir, tampoco cuando el auto de su padre se encendió y mucho menos las llantas quemando en el pavimento.

Ella solo se perdió en las letras de las canciones y dejo que su mente tomara un descanso.

Después de todo mañana sería un día muy largo.

Mientras en otra parte del país, una familia de seres inhumanos estaban pasando la noche como solían hacerlo.

Una visión llega a una de las hijas del patriarca de la familia. Una dónde la vida del mayor estaba por cambiar para siempre.

— Alice...— susurra Edward al escuchar la visión de su hermana.

El también sabía lo que estaba a punto de pasar y lo que se aproximaba para ellos, pero lo mejor era guardar silencio.

Esto sería sorpresivamente duro para alguien como Carlisle.


Al día siguiente, Ginny despertó con los ánimos por los suelos. Hoy sería el día en que comenzaría una nueva etapa en su vida al mudarse de california de una buena vez por todas.

La rubia no estaba muy emocionada para serles francos, pero prefería esto a seguir viviendo en aquel infierno en dónde todos conocían su nombre y también lo que habia hecho. Aunque eso no significaba que no extrañaría a sus amigas y su familia.

— Ginny, pásame tu equipaje— ordenó su mamá mientras abría la cajuela del auto.

Desde el incidente, la relación con sus padres no fue la mejor, su madre comenzó a actuar diferente... decepcionada.

— Ten— le tendió su maleta.

— Gracias— cerró la cajuela—. Los de la mudanza ya partieron, así que probablemente estarán allá antes que nosotras, debemos darnos prisa— comento caminando hacia el asiento del copiloto.

Ginny acompaño a su madre y se sentó en el asiento del copiloto.

— ¿Trajiste lo necesario para el viaje?

— Si, aquí está todo— señaló su mochila.

— Bien, es hora de irnos— suspiro y encendió el auto para comenzar a rodar camino a Forks.

La menos observo desde la ventana como dejaba atrás su antigua vida. Veía las casas pasar una por una, como si estuvieran en cámara lenta, recordando todos los buenos momentos que paso ahí. Desearía poder quedarse, pero era demasiado tarde.

La vida aquí ya no era vida, realmente nunca lo fue, pero los pilares de su infancia están justo aquí y eso jamás lo iba a poder olvidar.

Suspiro profundo para luego tomar sus audífonos y concentrarse en escuchar musica por todo el camino. Así era mejor.


Después de unas largas horas de viaje, Ginny y su madre llegaron a Forks, un pueblito ubicado en el estado de Washington con no más de 3.200 habitantes. El ambiente era bastante espeso, pero no se sentía pesado, al contrario, era muy ligero, en la temporada en la que llegaron, habían fuertes lloviznas, por lo que se sentía la humedad en el aire.

A Ginny no le pareció un mal lugar, pero si era completamente diferente a California. No estaba acostumbrada al frío ni a la niebla, por lo que sabía que para su cuerpo sería muy complicado adaptarse al lugar, pero no era imposible.

Una vez aparcaron frente a su casa, Ginny noto lo grande que era.

— Vaya, pensé que sería más pequeña— hablo su madre.

— Debiste ver las medidas en la página.

— Bueno, ya estamos aquí, eso no importa— mira a Ginny—. ¿Estás lista?

— Lo estuve desde que salimos de casa— rueda los ojos y se baja del auto.

La joven se apresura a llegar a la entrada y observa la vegetación a su alrededor. Es bastante grande, hay mucho bosque al rededor y pocos vecinos. Sería un lugar muy tranquilo y eso era un punto positivo.

Christine, su madre, se apresura a llegar a la puerta y saca sus llaves para abrirla. La rubia mira el interior y se da cuenta que es un lugar bastante hogareño, nada muy lujoso ni moderno. Todo se veía café y marrón.

— Ginny, ven a buscar tu equipaje— llamo Christine desde el auto.

Ginny asiente y se dirige hasta donde están sus maletas mientras los señores de la mudanza comienzan a llevar las cajas dentro de la casa.

Saca las rueditas de su equipaje y lo arrastra hasta la entrada, teniendo que cargar la maleta por las escaleras hasta el final de estas.

— ¿Cuál es mi habitación?— pregunta a la mayor desde arriba.

— ¡Busca la que quieras!.

Comienza a explorar las tres habitaciones que hay en la casa y decide quedarse con la más grande de todas. Necesitaría mucho espacio para sus cosas y le gustaba moverse libremente por su cuarto.

Se dió cuenta que necesitaba remodelarlo, los colores eran muy opacos y oscuros. Visualizo las paredes con un bonito color rosado y su cama con una hermosa cortina de tela transparente que callera por los lados, con lindos lacitos blancos en las esquinas.

En cuanto pudiera, compraría las cosas para cambiarlo.

Tiró su maleta en alguna parte del cuarto y se acostó sobre su cama para descansar. El viaje la había dejado agotada y necesitaba reparar sus horas de sueño perdidas mientras venían de camino.

— Ginny— su mamá apareció por la puerta— ¿Te quedarás aquí?

— Si, este esta bien— miro alrededor—. Me gusta.

— Bueno, yo tomaré el que está al lado del baño.

— Está bien, ese es lindo y tiene linda vista.

— Si, creí que tú elegirás ese— comenta.

— No, necesito más espacio, hago yoga por las tardes— recuerda.

— Entiendo... entonces te dejo para que descanses, yo estaré bajando las cosas, las dejaré en la sala para que mañana las acomodemos— informa—. Bueno, adiós.

Christine sale cerrando la puerta.

La rubia se recuesta en su cómoda cama y cierra los ojos para descansar. Necesitaba un buen descanso para el día de mañana en su nuevo hogar.

























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