I. Vergüenza
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Ginny y su madre se encontraban desayunando en la mesita de la cocina. Hoy sería el primer día de trabajo de su madre días después de que se mudaron.
La rubia había pasado la mayor parte del tiempo en su habitación, no había querido salir de su casa hasta que comenzará las clases, después de todo tenía mucho que hacer en la casa. Debían acomodar los muebles ellas solitas y debido a la falta de masa muscular en ambas, se les hizo un trabajo bastante pesado.
Pero al fin habían conseguido acomodar todo y su casa se veía menos vacía. ahora tenían un bonito sofá, la televisión frente a él, adornos por todos los lugares y cuadros de arte mas actualizados. Se veía muchísimo mejor ahora que antes, pero aún así seguía manteniendo su aura hogareña, después de todo su estructura no era muy moderna que digamos.
— Bueno, Ginny— se levanta su mamá—. Ya me tengo que ir, quiero llegar a tiempo el primer día, ya sabes, dar una buena impresión— camina hasta el lavavajillas.
— Está bien, mamá— se limita a seguir comiendo.
— ¿Crees que estarás bien sin mi?— se voltea a mirarla.
— Si, creo que podré manejarlo— sube y baja los hombres.
— Bien, entonces me voy— toma su bolso y las llaves del auto—. Si vas a salir a alguna parte llámame, ¿si?
— Si, lo haré— asiente—, igualmente no pienso salir hoy. Tengo que prepararme para mí primer día de clases... ya sabes. rutina completa de skincare y arreglar mi cabello.
— Entiendo...— suspira— No vemos.
En otras circunstancias Christine habría dejado un beso en la frente de su hija y le habría hecho prometer que se cuidaría. Pero desde el accidente, ella ya no tenía esas muestras tan afectivas de cariño con Ginny, como si el amor por su hija se hubiera acabado.
Así que solo salió por la puerta dejando a la rubia comiendo sola en la mesita.
Pero a ella realmente no tenía problema en comer sola, siempre lo hacía de todos modos.
Una vez termino su plato, lo coloco en el lavavajillas y subió a su habitación para recostarse y ver television un rato. Después de unas cuantas horas, decidió que era tiempo de comenzar su rutina para lucir bonita en su primer día de escuela.
Ginny amaba pasar tiempo cuidando de ella misma. Le encantaba hacer rutinas de skin y body care, pasaba horas con sus cremas y mascarillas, procurando que su piel quedará suave y perfecta. Eso la hacía sentirse muy linda y aportaba un montón de confianza.
Entro al cuarto de baño y comenzó dándose un baño, luego aplicó los productos en su cuerpo con mucho cuidado y delicadeza. Siguió luego con su rostro, lo limpio y se puso su tan amaba mascarilla de barro.
La rutina duro hasta que se hizo de noche.
Ginny apenas se dió cuenta que había anochecido cuando terminó de poner el último rollito ondulador en su cabello. Se miró en el espejo y le hizo gracia como se veía su cabello, parecía una señora vieja y mayor, de esas que tenían un montón de gatos por toda su casa y se quejaban de todo.
Muy contenta con el resultado de su rutina, se fue abajo para service unos cereales con leche, tenía mucha hambre, no había comido nada desde el desayuno. Pero el sonido del teléfono de la casa sonó inesperadamente.
La rubia suspiro con pereza y fue a atender la llamada.
— ¿Si?
— Buenas noches, ¿Hablo con la señorita Ginny?— se escucha desde la otra línea.
— Si, ella habla— juega con el cable telefónico entre sus dedos.
— Le hablamos desde el Hospital de Forks, su madre ha tenido un accidente mientras conducía y pidió que la llamaríamos a usted.
Ginny quedó completamente paralizada con esas palabras.
— ¿Que-e?— tartamudeo—, pero ¿Ella está bien, es muy grave?
— Ella está bien, pero pidió que le informaramos del suceso. Si quiere puede venir a verla.
— Si, por supuesto— hablo rápidamente— Muchísimas gracias, iré enseguida— Cuelga.
Sube corriendo las escaleras de su casa y se coloca un abrigo rosa. Baja rápidamente y toma sus llaves de la casa, asegurándose de cerrarla completamente bien antes de irse.
Camina por la calle hasta que encuentra una parada de autobús.
— ¡Espere!— corre desesperada cuando se da cuenta que el autobús está a punto de partir— ¡Espéreme!
Afortunadamente logra subirse antes de que se vaya y agradece al conductor.
Respira profundo retomando el aire que perdió al correr tan rápido ya que la chica no estaba muy acostumbrada a correr demasiado.
El viaje se le hizo eterno, pero después de pedirle al conductor que la dejara frente al hospital, este la dejo justo a una cuadra del mismo, ya que esa no era una ruta comercial, pero el señor amablemente accedió a dejarla lo más cerca que podía.
Ginny le pago y camino rápidamente hasta llegar a la recepción.
— Buenas noches— saluda a la receptora— ¿Me puede decir dónde está la Señora Christine Jane, por favor?
— Hola, deme un segundo— comienza a teclear en la computadora.
— Está bien.
— La señora Jane se encuentra en el pasillo B, sala 24— informa.
— Muchísimas gracias— sale corriendo en esa dirección— 19... 20... 21... ¡24!
Entra apresurada a la sala y se da cuenta de que hay varias personas en las camillas.
— ¡Ginny!— escucha la voz de su mamá.
Busca con la mirada y la encuentra en una camilla al fondo.
— ¡Mamá!— se apresura a llegar hasta ella y le da un fuerte abrazo— ¿Que paso?, ¿Estás bien?
— Si, cariño— hace una mueca de dolor— pero no me abraces tan fuerte, me duele el hombro.
— Oh, lo siento— se separa.
— Tuve un pequeño accidente mientras conducía, las calles estaban algo humedas y no estoy acostumbrada a manejar en esas carreteras.
— Por dios, tenías que tener más cuidado— la regaña.
— No te preocupes, estoy bien— acaricia su cabello— solo choque ligeramente a un coche aparcado, pero no fue un fuerte impacto— le resta importancia—, me duele un poco el cuello y mi hombro sufrió de un golpe, pero fuera de eso estoy bien.
Ginny iba a recriminarle a su mamá, pero escucha que llaman el nombre de la mujer. Cuando se voltea, sus ojos se deleitan con la vista del hombre más guapo que sus ojos jamás han visto. Quedando anonadada por su hermoso rostro de porcelana.
— Bien, señora Jane, ya tengo los resultados de los análisis— sonríe.
La menor se pierde en su hermosa voz y en la manera en como mueve sus bellos labios rojos.
— ¿Y que dicen, doctor?— cuestiona su madre.
— Esta todo bien, puedes regresar a casa— chequea las hojas una vez más y le sonríe de vuelta.
— ¡Oh, muchas gracias, doctor!—suspira aliviada— ¿Vez, Ginny?, te dije que estaría bien.
— Si...— sale de su enzoñamiento— pero eso no quiere decir que no pasó nada, mamá, tienes que tener cuidado.
— La joven tiene razón, hay que tener precaución al momento de manejar por estas calles— le da la razón—. Nunca se sabe que puede pasar, hoy tuviste suerte.
— Si, si— rueda los ojos—. Tendré cuidado porque usted lo dicen, doctor— ríe coqueta.
Ginny se da cuenta que a su madre también le pareció atractivo el doctor hace una mueca.
El doctor sonríe ligeramente.
— Bien, puedes pasar a recoger tus cosas en recepción, mientras puedo hablar con tu hija y darle el recetario para que retires las medicinas en la farmacia, si gustas.
— Claro, iré por mis cosas— se baja de la camilla— si es posible, anoté todo mejor, ella es algo olvidadiza— susurra, pero aún así la rubia logro escucharla.
— Mamá...— la mira con ojos abiertos.
— Ya, ya, está bien, ya me voy.
Christine sale por la puerta de la sala dejando al doctor y a su hija.
Ginny se pone algo nerviosa cuando nota que toda la atención del doctor está sobre ella.
— Bueno, ¿Ginny?— ella asiente haciéndole saber que puede llamarla así — su mamá deberá tomar estás medicinas y tomar mucho reposo estos días— ¿Cuando había escrito siquiera?, Ginny no se dió cuenta—. Si puede trabajar, pero no puede manejar, ¿entendido?
La rubia asiente embobada y toma el papel.
— Muy bien— le sonríe.
Dios, ¿Acaso este hombre nunca se cansa de sonreír?
Que pare de una vez por todas porque Ginny está a punto de tener un infarto de lo rápido que late su corazón ahora.
El mayor se dió cuenta que la joven estaba nerviosa, pues no hablaba, solo estaba quieta ahí, mirándolo.
— ¿Son nuevas aquí?— intenta sacar tema de conversación.
La rubia balbucea hasta que puede gesticular una palabra.
— Si— mira al piso y luego vuelve su mirada hacia el— llegamos hace unos días a penas.
— Que bueno, espero que todo estuviera bien.
— Si, si, todo ha ido genial por los momentos.
— Es grato escuchar eso— mira su reloj— bueno, tengo otro paciente que atender, fue un placer hablar con usted— se despide con una sonrisa.
— Si, está bien— asiente— el placer fue mío, doctor...
— Cullen, me llamo Carlisle Cullen— se presenta.
— Un placer doctor Cullen— le sonríe tímida y sonrojada.
Carlisle mueve su cabeza hacia abajo en forma de una pequeña reverencia y se va de la sala dejando a la pequeña Ginny con el corazón latiendo a mil por hora y un montón de nervios.
— Dios...— susurra.
Ese hombre la había flechado por completo. Y es que era tan guapo y amigable, había sido respetuoso y tenía una hermosa sonrisa.
— Ginny, aquí estoy— su madre llegó.
— Oh, toma— le entrega el papel—, esto fue lo que dejó el doctor Cullen.
Christine lee el papel y hace una mueca de desagrado.
— Bueno, al menos podré ir a trabajar.
— Sí, el doctor también dijo que no podías manejar tu auto— le informa—, tendrás que tomar transporte.
— ¿Que?— la mira— ¡No!— se queja.
— Lo siento, órdenes del doctor— sube y baja los hombros.
— Bueno... si lo dice el doctor Cullen— sonríe pícara.
— ¡Mamá!— abre los ojos.
— Ay, no te quejes.
Ginny rueda los ojos y se cruza de brazos mientras ella y su madre salen del hospital y se suben a su auto.
— Por cierto, Ginny— cierra la puerta del conductor—. Gracias por venir...
La joven mira a su madre y le da una sonrisa sincera.
— No es nada, mamá. Vine lo más rápido que pude cuando me enteré.
— Si, se nota— bromea—. Aún tienes la pijama y los clips en el cabello.
La rubia mira a su madre con pánico y se toca la cabeza, dónde efectivamente puede sentir los clips en su cabello. Baja la mirada y observa su pijama de cinnamon roll junto a sus pantuflas de dinosaurio rositas.
— ¡¿Por qué no me dijiste que estaba así?!— se paniquea— ¡Dios, que vergüenza!
Tapa su cara mientras escucha como su madre se ríe.
— No seas dramática. Nadie importante te iba a ver, así que cálmate.
Claro que sí, alguien muy importante la vio, el doctor la vio.
— No lo entiendes, mamá— se cruza de brazos molesta.
— Ay, ya— enciende el carro—. Ya pasó, quita esa cara.
Ginny al contrario siguió con su cara enojada por todo el camino hasta llegar a su casa. Se sentía estúpida porque seguramente el doctor se había fijado en su estúpida pijama y su cabello hecho rollitos todo desordenado.
Aunque no debería importarle mucho, después de todo el jamás se fijaría en una chica mucho menor que el. Se veía que era un señor bastante educado y no de esos que salían con niñas pequeñas. Con suerte y no tendría esposa.
Pero, por inercia, Ginny se había sentido como la mujer más tonta del universo.
Seguramente se había hasta burlado de ella, ¿Por eso había estado sintiendo tanto?, dios, la vergüenza no se le pasaría en toda la noche.
El estaba muy bien vestido, peinado maravillosamente, con su uniforme pulcro y limpio y desprendía un delicioso olor a hombre. ¡Y ella parecía una loquita!
Cuando llegaron a la casa, la menor salió rápidamente a su habitación y se tumbó en la cama, colocando su cara sobre la almohada mientras se reprochaba por ser tan descuidada.
En eso su estómago rugió y recordó lo que estaba por hacer antes de la llamada de su madre.
Tenía hambre.
oigan, les quiero agradecer un montón por las vistas que ha tenido está historia, no pensé que tendría tantas en tan poco tiempo, agradezco tanto su apoyo y valoro muchísimo que les este gustando tanto.
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