⻝ ┇ ❝treinta y cinco.
✧ 09 ✧
— ¡Hola, amor! — Saludó la menor con un beso, y sostuvo su cadera para después comenzar a besar su mejilla y cuello, para después comenzar a bajar y saludar su crecido viente —. Y hola cosita hermosa. — Lo besó, volteó a ver a su omega —. ¿Te fue bien hoy, bebé?
— Uhm, sí, sólo tuve que leer y firmar varias cosas porque los de la oficina al enterarse sobre nuestro cachorro insistió que no me moviera para nada. — Sus manos en sus hombros, y volvió a depositar un piquito en sus labios, haciendo un puchero.
— ¿No hay beso para mi? — JiSoo se acercó a la castaña, riendo, pero la mirada fría de su mejor amiga la paró.
— No, para ti no hay nada, cállate y siéntate.
— Hola, JiSoo.
— Hola, Lalisa, creciste, el otro día vi una foto-
Fue interrumpida por un codazo, y la castaña se ahogó una risa nerviosa.
— Bueno, ya reservé una mesa, ¿entramos? — Y ambas pelinegras asintieron. Lalisa enredó su brazo en la cadera de su Jennie, entrando al restaurante siguiendo al mesero frente a ellas. La mayor notó el fuerte agarre en su cintura, tensándola.
Apenas llegaron a la mesa, comenzaron a platicar, riendo por las cosas torpes que siempre le habían pasado mientras veían el menú, pero JiSoo se quejó.
— Oigan, me trajeron a un restaurante de comida grasosa, tengo que adelgazar para poder entrar en el vestido, ya lo mandé a hacer. — Y el agua que estaba en la boda de la mayor salió por su nariz, carcajeando.
— ¡La idiota mandó a hacer un vestido tres tallas menor! — Su risa hacía que el ardor de su nariz no existiera, y comenzó a golpear la mesa al mismo tiempo que JiSoo también reía (gritaba), poniendo a Lalisa nerviosa y a los otros comensales que las veían enojados por el ruido. Rascó su nuca, haciendo una mueca, y habló.
— Chicas, chicas, bajen la voz, por favor. — Pidió, mostrando las palmas de sus manos, pero las otras sólo seguían riendo. Sólo se disculpó con los otros comensales —. Jennie, te amo.
Y fue el comentario indicado para que la pelinegra dejara de reír y volteara a ver a su alfa, sonriendo tímida. Lalisa sólo suspiró, fingiendo una sonrisa.
Jennie notó algo, pero realmente no le puso demasiada atención.
— Yo te amo más, corazón.
— Esto es tan tierno... Lalisa, ¿sabes que noté? — Sus cejas alzadas le indicaron que hablara, y la pelinegra pensó —. Te gustan las pelinegras, yo, luego Jennie... — Su mandíbula se tensó al mismo tiempo que apretaba su vaso, viendo a los ojos a su menor.
— Tu prometida y tú son tal para cual, hacen todo más incómodo. — Habló seca y golpeada, y Jennie se preocupó cuando notó la vena de su cuello marcada con fuerza.
La sonrisa de JiSoo se fue borrando a medida que el olor a chocolate de la alfa brotaba de su cuerpo, y notó cómo la omega se acercaba preocupada a ella.
— Lo siento... no pensé que-
— Lo sé, no piensas, de seguro piensas "¿qué diría un idiota?", y cuando ya tienes la respuesta, vas y lo dices. — Dejó su vaso de agua de manera brusca en la mesa, y se levantó, saliendo del establecimiento con las manos en su cabeza. Ambas se preocuparon.
— ¿Por qué se puso así? — La menor preguntó, casi temblando, y Jennie hizo un gesto triste.
— No... no lo sé, desde hace minutos la noté tensa e incómoda. — Volteó a ver a JiSoo —. ¿No será por tu presencia?
— Ni me mires, boba, porque ella y yo ya quedamos en buenos términos, ¿no le habrá pasado algo en el trabajo? Y nosotras de cabezotas gritando y gritando. — La mayor llevó sus manos a su cabeza, y comenzó a intentar calmarse.
— Iré a hablar con ella, tú que nos conoces a las dos, ordena lo que crees que ordenaríamos. — Y dejó su servilleta en la mesa, saliendo, buscando a su alfa que estaba en el carro, viendo preocupada algún punto específico.
Sólo se le acercó preocupada, acariciando su brazo con cuidado.
— Amor, ¿te puedo abrazar? — Asintió, abriendo sus brazos, y después sintió cómo se hundía en sus brazos para llorar, sollozando —. ¿Pasó algo?
— Mi papá volvió. — Frunció su ceño, confundida.
— Pero falleció, no pudo haber re-
— Fingió su muerte por unas deudas, WheeIn y yo estuvimos llorando como estúpidas en su funeral, cuando todo fue fingido. — Lloró más fuerte, al mismo tiempo que la abrazaba más fuerte —. Me contactó en el trabajo, dijo que necesitaba dinero y un lugar para dormir. — Pasaron minutos para que volviera a hablar, pero la mayor jamás se separó de su cuerpo, acariciándola por todos lados, dándole calor. Suspiró.
— ¿Qué harás, amor?
— Quiero que se muera de verdad. — Habló con voz ahogada, haciéndola sonar como una de bebé —. No lo quiero ayudar, pero debo.
— ¿Qué? No, amor, no debes. — Tomó su rostro, y le obligó a verla —. No lo conoces. no conoces sus verdaderas razones, amor,
— Pero ya lo perdoné... Y es... es mi papá, tengo que ayudarlo como mujer, y alfa. — Voz ahogada porque no se despegaba de su hombro, y sonó su nariz.
— Es tu decisión, tal vez yo no esté de acuerdo contigo, pero yo te apoyaré en todo lo que quieras. —La abrazó más fuerte contra su cuerpo, y escuchó que ahogó una risa.
— Te amo tanto, eres un ángel, no te merezco, Jen. — Besó su mejilla —. Lo hago, si lo hago, justo vamos a tener un bebé, vivir juntas, hacer una vida nosotras dos, no me tengo que rebajar. — Se repitió a si misma, sacando una risita de la mayor.
— Lo haces, amor, una vida juntas. — Entrelazó sus manos —. Voy a decir esto en un momento tal vez equivocado, pero me encanta que tu mano es tan pequeña que apenas es la mitad de la mía. — Fue el comentario que le alegró el día a su alfa, que comenzó a comparar la mano con una sonrisa.
— Es cierto, tengo manos de bebé. — Rió, y la vio a los ojos —. Te amo tanto, Jennie, eres todo lo que está bien en el mundo, soy tan afortunada de tenerte cerca.
Y ambas comenzaron a reír como dos bobas enamoradas, aunque eso eran. Los ojos de la menor se dirigieron a la marca que le hizo a su Jennie hace meses, y rió.
— Una marca tan rojiza significa que la relación está, y va a funcionar.
Y era así.
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