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T6E18: La de mala sangre

Era un día como cualquier otro cuando Tini salió a comprar algo de hierba, a un par de calles de su vieja casa, que quedaba a media hora de donde vivía Kai. Su tableta no había dejado de vibrar durante toda la mañana, saturada de notificaciones, y Tini decidió ignorarlas por ahora. Con tantos agentes de Alba Dorada en la universidad, alguien más se apuntaría al llamado.

Recorriendo las calles al sureste de los berros, Tini notó más actividad de la usual: de entrada, había un número atrevido de chaquetas rojas pululando por las calles y, al llegar al punto donde se encontraba con su vendedor habitual, descubrió que debía haber sido reemplazado hace poco. No había sangre en el suelo, pero sí un grupito de malasangres alrededor de un sujeto en camiseta blanca sin mangas, con una riñonera puesta al pecho.

Decidió pasar de largo: no era momento para esas cosas. El riesgo no lo valía, y, lo más importante, eran malasangres. Tardaría mucho en llegar desde ahí hasta casa de Kai, coger su tableta y emitir la alarma. Afortunadamente, llegaría antes al centro de la ciudad y podía pedirle a Alex que hiciera el reporte desde ahí. Ella nunca soltaba su tableta, por si acaso.

A los pocos minutos de camino en transporte público, Tini se bajó a toda prisa del camión y entró al pasillo de la tienda donde solía trabajar: ningún conocido que le avisara a Alex de su llegada. Era el peor momento para traer el teléfono sin saldo ni internet.

Siguió de largo a lo largo del callejón, casi corriendo, sin comprender del todo por qué tenía tanta prisa por dar la alarma, cuando divisó al final del mismo, en el portal que daba a la calle, a dos chaquetas rojas, apostados de cada lado del pasillo, y a una tercera persona recargada en una pared. Era una mujer morena, de largo cabello lacio, lentes, y otra chaqueta roja, con un colmillo colgando de su cuello a través de un hilo. Tini se dio cuenta de que el colmillo era real, aunque no supo adivinar a qué animal le perteneció.

La chica le hizo una seña a los dos malasangres de la puerta, y ellos se cerraron frente a Tini, cortándole el paso.

— No huyas - Le advirtió la chica, aproximadamente de su edad, cruzada de brazos y con la ceja levantada en señal de sospecha - Te vieron al norte de la Zapata, a unas calles de Los Lagos. Nada pasa en mi zona sin que me dé cuenta.

Tini no intentó correr. Si lo intentaba huir por donde vino, de seguro la estarían esperando en el otro extremo del callejón. La tenían rodeada.

— Iba a comprar un poco - Reconoció ella - Pero no vi a mi dealer por ahí y pensé que sería mejor pasar otro día.

— ¿Y por qué tanta prisa? ¿Qué se te perdió por acá?

— Venía a ver a un ex compañero de trabajo, acá en la tienda de rock - Mintió - Pero no estaba así que pasé de largo para ir con mi amiga del trabajo, en el cine que hay aquí por el centro.

La chica no parecía del todo convencida, pero al final, bajó la ceja.

— Más te vale no llevarnos la contra o acabarás en una bolsa negra - Sugirió la chica, aunque en su voz no se escuchaba ningún tono de amenaza. Al contrario: lucía una amplia sonrisa.

— ¿Van a cobrar piso?

Rose negó con la cabeza.

— No, por favor. Cobramos con favores. No somos tan malos.

Acto seguido, le hizo una seña con la cabeza a uno de sus chaquetas rojas, y este hurgó en los bolsillos de su pantalón hasta sacar una bolsita de plástico con hierba dentro. La arrojó a manos de Tini, quien la agarró en el aire y musitó un tímido "gracias" antes de que los matones se hicieran a un lado para dejarla pasar.

Ni bien llegó con Alex, el cuerpo comenzó a temblarle. Nunca antes se había asustado de esa manera con nada, y eso que estaba más que acostumbrada a situaciones tensas. Se molestaba, mostraba irritación, pero no se asustaba. Ahora, el pánico se le salía por los poros en forma de sudor frío.

Minutos después, reaccionó: estaba en la bodega que usaban los empleados del cine para dejar sus cosas y comer. Alex estaba con ella.

— Acabo de llamarle a Kai. Viene con nosotras enseguida. ¿Dejaste tu tableta en la casa, no?

Tini asintió.

Quince minutos después, Kai estaba entrando al almacén, pero no solo. Mei. Khanna y Kalea venían con él. "Casi todo su grupito", pensó ella. Faltaban su amienemiga, Nessa, y Toph, la voluntaria de la Cruz Roja. Alex intercambió palabras con ellos y después, Tini los acompañó al coche en el que vinieron, un vehículo negro con vidrios polarizados a nombre de Alba Dorada. Pensó que volverían al piso de Kai, pero no fue el caso. Llegaron directos a la Torre Alba Dorada después de dar un rodeo.

En el fondo, ya sabía lo que estaba ocurriendo, aunque lo procesaría casi una hora después, cuando un grupo más numeroso de personas, todos ellos agentes, se reunió a su alrededor.

Ghandi se encontraba entre el grupo, así como algunos otros miembros de Apex Lupus, el segundo equipo de agentes en la facultad: Xany, Nara y Franco, por decir algunos nombres. La primera conectó su tableta a la pantalla enorme en la sala de juntas en la que estaban, y un mapa de Xalapa apareció, con tres puntos marcados proyectando diferentes ejes. Poco a poco, el triángulo se fue reduciendo hasta encerrar dentro de sí la colonia en la que vivía Tini antes de mudarse con Kai.

— ¿Qué significa eso? - Preguntó Tini, desconcertada - Kai, unos malasangres me...

— ¿Su líder se veía así? - Preguntó él, proyectando en la pantalla una imagen de la chica que la había detenido en el callejón hacía ya hora y media. El mapa de aquella colonia aparecía a un costado de la cara de esa chica.

Tini asintió.

— Su nombre es Mónica Rose Valdez. Es la líder actual de los malasangres. Todos los reportes de remanentes, incursiones, redadas exprés que hemos hecho... ella es el motivo.

— Nunca fue atrapada después de la guerra civil - Reconoció Nara, reconociéndola de los archivos que muchos de los presentes habían ayudado a catalogar durante sus prácticas en Alba Dorada - Actualmente es una de las tres líderes criminales más peligrosas según la lista negra. Solo por debajo de Arze y Zeta.

— Y ex miembro del Triunvirato que despedazó medio Tabasco hace unos seis años - Apuntó Mei. Ella también recordaba eso por la información que leyó del expediente de Kai.

— ¿Qué hace en Xalapa? - Preguntó Nara.

— Hace casi tres años, cuando estábamos en primer curso, Mei y yo íbamos a un concierto a las afueras - Empezó a narrar Kai, con la mirada perdida en la pantalla - El camión sufrió un desperfecto y bajamos para andar a pie de vuelta a la ciudad. Nos extraviamos en la subida y encontramos un campamento malasangre. No volvimos a encontrarlo en esa ubicación tiempo después, pero tenemos la teoría de que siempre han tenido una o dos bases de operaciones a las afueras, pero las desplazan cada pocas semanas. Así nos han evadido todo este tiempo.

— Entonces, el convoy que encontramos oculto en el camino a Coatepec... - Sugirió Franco, interviniendo por primera vez en la conversación.

Kai asintió con la cabeza, abriendo otra pestaña en la pantalla de la sala de juntas, cubriendo parcialmente la cara de Rose y el mapa, por imágenes del convoy que capturaron en un operativo previo, hacía ya una o dos semanas. Más de cuarenta agentes hicieron falta para capturar a veinte malasangres y cuatro camiones, cada uno con cajas cargadas con armamento, o drogas diversas.

— Por lo visto no eran todos - Se burló Mei amargamente - Para la cantidad de malasangres que hemos capturado desde que empezó el año, debe haber al menos otros diez grupos idénticos ocultos en la periferia, y al menos mil malasangres más ocultos dentro de la ciudad. Eso si Valdez no tiene nada más bajo la manga.

Tini estaba luchando por no disociarse nuevamente cuando Kai se dirigió a ella.

— Pero gracias a la triangulación de Ghandi y lo que le ocurrió a Tini, sabemos dónde puede estar la base de su líder. Tini, sé que es mucho pedir, pero...

— Estoy dentro. ¿Qué quieren que haga? - Preguntó ella, poniéndose de pie.

A los pocos días, Tini volvió aquella colonia. Bajó en la esquina donde paraba el camión y andó un par de cuadras más hasta llegar al río de aguas negras en la parte baja de la "calle" donde solía vivir. Ahí seguido mataban a algún sujeto que andaba en malos pasos y en las escaleras de subida muy de vez en cuando asaltaban a algún transeúnte que tuviera cara de no ser de por ahí.

Cuando llegó al puente de cemento que pasaba sobre el río de aguas negras para llegar a aquellas escaleras, escuchó que alguien le chiflaba a sus espaldas. En circunstancias normales, habría volteado con un insulto en sus labios, pero hoy no. Dio media vuelta tranquilamente y se encontró al nuevo dealer, ahora vestido con el uniforme oficial de los malasangres: chaqueta roja con un colmillo en la espalda, pantalones viejos de mezclilla, y un corte de cabello casi al ras, con degradados a ambos lados.

— ¿Cuánto? - Preguntó el dealer.

— Dos onzas - Contestó ella.

El dealer hurgó en los bolsillos interiores de la chaqueta y sacudió dos bolsitas de plástico en la cara de Tini mientras ella sacaba un billete grande de su bolsillo. En cuanto recibió la hierba, la voz de una mujer la hizo voltearse enseguida.

— Amiga, qué gusto verte por aquí - Le sonrió Rose Valdez, con una sonrisa depredadora y ojos amables detrás de aquellos lentes.

— Qué hay - Saludó Tini, nerviosa, rezando porque no intentaran inspeccionarla. Si lo hacían, descubrirían al instante los tres micrófonos que cargaba ocultos bajo la ropa.

— Me preguntaba si quisieras acompañarme a tomar algo esta noche - Sugirió Valdez - Sin chicles ni guaruras. ¿Qué dices?

A sabiendas de que negarse sería peligroso, y agradeciendo que la criminal le daría medio día para prepararse, Tini aceptó, rezando por haber tomado la decisión correcta para Kai y el resto de los chicos, escuchando la conversación desde la torre.

— Te veo en el Subma a las ocho. Intenta no faltar, ¿vale? - Dijo Rose, sin dejar de sonreírle.

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