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T6E16: Nessa y Kato

Al inicio, ni siquiera lo soportaba.

Se conocieron en los cursos de inducción en preparatoria. Kato era sonriente y amistoso. Rápidamente se hizo popular, no solo en su salón, sino en todo primer curso. Nessa, por otro lado, no hizo amigos. En sus ratos libres se la vivía escribiendo fanfiction, escuchando música en sus audífonos de concha o dibujando a lápiz en su libreta.

Kato solía jugar voleibol en la cancha de la escuela: varios otros chicos y chicas lo seguían y, cuando el conserje decidía limpiar su salón durante la media hora de receso, a Nessa no le quedaba de otra más que salir al patio y encontrar cobijo bajo el pedacito de techo afuera de las aulas, leyendo un rato en lo que llegaba la hora de volver a clases.

No era realmente parte del estereotipo de chica aplicada. Para ese entonces, ni siquiera era "Nessa". Era Vanessa, a secas. Llevaba el cabello, ligeramente rizado, de color negro con mechitas color púrpura.

Nessa habría sido feliz ignorándolo si no le hubiese caído el balón en la cabeza uno de esos días, a mitad del curso. Para ser justos, Kato no fue quien la golpeó. Al contrario, se acercó para ver cómo estaba ella, sin fijarse siquiera en el balón. Alguno de sus compañeros de equipo debió recogerlo mientras él se le acercaba, pero Nessa contestó, bastante enojada, con un "¡Fíjate imbécil!".

Él se ofreció a comprarle algo de comer, pero Nessa lo mandó al diablo, enojada, y se fue de ahí para ver si el conserje ya había terminado de limpiar su salón. Al poco rato, se arrepintió de no aceptar la ofrenda de paz de Kato: no había llevado comida a la escuela ese día y el hambre no la dejaba concentrarse.

Poco antes de volver a clase, Kato la encontró afuera del salón. Llevaba una bolsa con palomitas dentro. Se las ofreció, y ella decidió aceptarlas, derrotada. Kato estuvo a nada de decirle algo, pero prefirió no forzar las cosas. Entró al salón.

Pasaron dos semanas para que volvieran a coincidir (pese a que iban en el mismo salón). La lluvia sorprendió a Nessa de camino a casa, cruzando el enorme parque junto a la preparatoria. Se apresuró a guardar sus audífonos en la mochila, pero pudo escuchar cómo dejaban de sonar a los pocos segundos de que le cayera el agua encima. Corrió a esconderse hacia el primer techo que pudo encontrar, a algunos metros de distancia. La lluvia caía recio y no parecía querer amainar pronto. Le escribió a su madre para avisarle que llegaría tarde por culpa de la lluvia.

Entonces, vio a lo lejos a varios chicos salir corriendo bajo la lluvia. Estaban jugando en la cancha que había a lo lejos. Todos excepto uno, que se dirigía a las mismas mesas techadas en las que Nessa había encontrado refugio.

Se detuvo al verla ahí. Kato seguía bajo la lluvia, pero no parecía importarle mucho. La observaba, como dudando de si lo dejaría compartir techo con ella.

— Hola - Dijo finalmente Kato - ¿Puedo pasar?

Lo que Nessa no sabía es que no pidió permiso para ponerse a cubierto donde ella, sino para colarse bajo su coraza y quedarse a vivir ahí.

Esa tarde hablaron hasta que la lluvia amainó: Kato confesó que hacía tiempo quiso acercársele, pues él quería ser amigo de todo el mundo, pero se dio cuenta pronto de que ella no parecía quererlo cerca, y respetó eso. ¿Por qué de repente Nessa había cambiado de opinión? Conforme más tiempo compartían ahí, bajo la lluvia, más convencida estaba de que se había perdido de algo maravilloso.

"Ni siquiera me gusta tanto jugar, ¿sabes?", confesó Kato. "Pero la mayoría lo hace, y tampoco me molesta. Yo prefiero tocar la batería, o a veces leer un poco, o escribir..."

— ¿Escribes? - Preguntó Nessa.

— Claro - Dijo él, sacando su teléfono - No soy tan bueno, pero espero sacar un par de buenas canciones de aquí a un año.

Para cuando dejó de llover, Kato se ofreció a acompañarla a casa, pero al salir del parque, Nessa pudo ver a su mamá esperándola, dentro de la camioneta. Nessa intentó despedirse de Kato, pero su madre los saludó desde lejos, diciéndoles que se acercaran.

Al final, se ofreció a llevar a Kato a su casa primero. Cuando Nessa por fin puso los pies en su sala, tuvo que enfrentarse a la mirada curiosa de su madre, ansiosa por preguntarle sobre su nuevo amigo. A la fecha, Nessa no sabía cómo sobrevivió a ese interrogatorio. Hágase evidente que no había hecho amigos en preparatoria antes de Kato.

El lunes siguiente, Nessa se ilusionó un poco, pensando que ahora Kato vendría a buscarla directamente. Sin embargo, cuando lo vio jugando en la cancha de la escuela de nuevo, se decepcionó un poco. Realmente creía que no se iba a separar de ella más. Sin embargo, antes de que acabara el receso, Kato volvió a verla, ahora con una bolsa de frituras. Se la ofreció, extendiendo el brazo. Nessa sonrió.

Pasaron los meses. Las notas de Nessa mejoraron bastante y se volvió frecuente que, saliendo de clases, ambos pasaran el rato en el parque, haciendo tarea, paseando por ahí, descansando sobre la hierba... después de eso, era frecuente ver a Kato en casa de Nessa, llegando a comer después de clases, preparando la exposición para el día siguiente...

Para segundo año, la madre de Nessa los dejó tener una noche de películas en la sala. Poco después, salieron a una pista de hielo a patinar. Luego, en vacaciones de semana santa, fueron al puerto para visitar la playa.

Una vez, durante las noches de películas, Kato le puso su nuevo nombre. Ella se sentía mal porque no se creía especialmente bonita, que solo era una rarita, porque días antes, una de las chicas bonitas del curso se le había confesado. Entonces él le dijo que no le interesaba esa chica en lo absoluto, que era muy superficial. Entonces, añadió: "tú no". "Quizá seas 'rarita', pero eso te hace más especial que ellas. Eres como un dragón, o una sirena, o... ¡el monstruo del lago Ness!", exclamó Kato. "Y yo te descubrí". "Eres... Nessa".

Ese día, Nessa se sintió más feliz que nunca.

Acabando segundo curso, Kato la citó en el parque, después de clases, para decirle algo muy importante. Nessa se emocionó como nunca. Sería el momento en el que se harían, por fin, una pareja, de nombre y de ley.

Nessa se puso bonita. Llevó una sudadera con calaveritas estampadas, se puso algo de rímel e incluso le pidió a una chica de su grupo, una de las "bonitas", que la ayudara a maquillarse. Ella se mostró encantada y la dejó preciosa.

Cuando llegó al parque, lo vio, ya sin la playera de la escuela. El verano estaba a la vuelta de la esquina y pronto entrarían a tercer curso. Nessa estaba emocionadísima de verlo ahí, como uno de esos fuckboys de los fanfics que solía leer.

"Necesito decirte algo, Nessa", le dijo Kato.

Ella se le adelantó.

— Me gustas - Dijo ella - Y me encantaría que fuésemos novios... si te parece bien.

La reacción de Kato no fue la que ella esperaba: "Me encantaría", dijo. "Justo eso quería decirte después de..."

La sangre se le heló a Nessa. ¿No era eso lo que quería decirle Kato?

"Me detectaron una enfermedad... es muy mala. Los doctores dicen que no me queda ni un año".

Años después, Nessa no recordaría siquiera cuál enfermedad era, si cáncer de corazón, de pulmón, o solo un fallo orgánico total que ya tenía fecha y hora programadas. En ese momento, se echó a llorar, y en el acto, intentó detenerse, pues no quería arruinar el maquillaje, su primer maquillaje, frente a Kato.

Él la abrazó y fueron juntos a casa. Su mamá se enteró ese mismo día y, cuando Kato se fue a casa, su madre le dijo que la apoyaba por completo. Si quería estar con él en el hospital cuando empeorara, la llevaría ella misma. Si quería ser su novia, ella lo recibiría con los brazos abiertos.

El rendimiento de Nessa empeoró. Ya era más que evidente que iba a repetir año desde mediados de quinto semestre. No le importó. Si hubiese podido reinscribirse a sexto curso, no lo habría hecho. Para ese entonces, a Kato le quedaban pocas semanas antes de ser internado y pasaron cada uno de esos días en el parque, recorriendo las veredas, descansando sobre la hierba, o en casa de Nessa, viendo películas hasta quedarse dormidos.

"Tienes un corazón tan grande que podría darle cobijo a miles", le dijo Kato en una de sus últimas noches de películas.

— O destruirlos - Sugirió ella.

"No eres una destructora", la detuvo él. "Ni una mala persona. Solo necesitabas aprender a amar la vida".

— Pero no es justo que cuando por fin empecé a sentirme feliz por vivirla, la razón por la que empecé a vivir esté por dejar de hacerlo.

"Ese es el problema con la vida", reconoció Kato. "No suele ser justa. Solo es".

Ese mismo día, se besaron por primera vez.

El día que lo internaron, Nessa berreó hasta que una enfermera se compadeció de él y la dejó pasar a verlo a su habitación. A las horas, los padres de Kato llegaron a verlo y la saludaron. Su padre le agradeció por no dejar solo a su hijo.

Frecuentemente, si pasabas por el dormitorio de Kato, podías ver a una chica de piel lechosa y largo cabello negro, enchurrado, flacucha y ojerosa, sentada al lado de su camilla. Ella le leía, o traía discos para ver películas juntos. Se aferró a él como nunca se aferró a nadie más, ni antes ni después.

Y, finalmente, cuando le quedaba poco tiempo, apenas unos cuántos días, Kato le hizo prometer que no dejaría de vivir cuando él partiera. Nessa lloró y se lo prometió, sin saber que en cinco días más, Kato sonreiría por última vez antes de marcharse.

La enfermera le dijo a Nessa que no le dolió. Horas antes, estaba bastante bien. Hablaron de volver al parque y dar una vuelta. Ella empujaría su silla de ruedas. Se despedirían juntos de ese lugar.

Ni siquiera esa despedida le concedieron a Nessa. La siguiente vez que lo vio, era ya su funeral. Lloró incluso más que sus padres. Más que nadie. Chilló, y pataleó para que la soltaran, para abrazarse al féretro y rogar que la dejaran irse con él.

Y al final, no le pudo cumplir su promesa a Kato, porque cuando se fue él, se fue la luz y el color. Ninguna flor germinó y la lluvia dejó de verse alegre. Eran solo las lágrimas de Nessa, inundando las calles, los campos... escurriendo de los techos como de las mejillas de la doliente.

El siguiente semestre, no volvió a la escuela. No salió de su cuarto en semanas y de su casa, en meses. Cuando por fin se recuperó, había perdido casi un año de su vida ahí encerrada. El sol no volvió a salir para ella y el cielo seguía gris, pero la pena ya no la tenía inmovilizada. Volvió a salir al mundo, pero el mundo entero se había apagado, peor que antes de conocer a Kato.

Terminó su último año de preparatoria después de ese verano. Después, se matriculó en la universidad. Y entonces lo vio ahí, como un fantasma, idéntico a su amado Kato. Hasta su nombre se parecía.

Pero no era él.

Jamás lo sería.

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