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T6E14: En esta camiseta


El resumen fue bastante extenso para denominarse resumen; en varias ocasiones, Mei tuvo que detener a su compañero mientras preguntaba por detalles o pedía explicaciones de cosas que Kai daba por sentado.

— ¿Qué tanto has revisado en mi expediente de Alba Dorada? - Preguntó Kai.

— Lo suficiente para darme una idea general de tu vida y de las personas que te odian o juraron matarte - Confesó Mei. Honestamente, después de que tres desconocidas intentaran matarla a ella y al resto del Paraselene días antes del golpe de estado de hace casi un año y medio, no estaba de más saber quiénes más podrían querer atentar contra sus vidas.

— De cualquier modo, Alba Dorada se encargó de censurar algunas partes, ya sabes. Hay documentos que no están al alcance de cualquiera con una terminal en la mano.

— ¿Como Noah Nakamura?

— Como Noah Nakamura - Confirmó Kai, al volante.

Mei no pudo evitar notar que, mientras Kai le contaba la historia de aquella chica, iban alejándose más y más de la zona conurbada de Xalapa para salir a carretera y en minutos, las lomas con caseríos comenzaron a ser sustituidas por caminos sinuosos y solitarios a la orilla del cerro. Tomaron no el camino en el que habían hallado el campamento malasangre hace años, sino otro, menos hacia el sur y más hacia el este, hasta que salieron del denso domo de árboles que se comía la luz del sol sobre sus cabezas.

— ¿A dónde vamos? - Preguntó ella.

— A ver a alguien.

Noah, según lo que Kai le contó, era una chica muy alegre, aunque algo tonta. La conoció en secundaria, entre segundo y tercer curso. Era una niña muy bonita y empatizaron rápidamente el uno con el otro, aunque no llegaron a hablar mucho. Después, cuando Noah entró a la preparatoria, le tocó ser apadrinada por Kai, quien la cuidó y la ayudó a socializar. Después, pasaron cosas. Cosas como Noah creciendo y eligiendo su propio camino en la vida. Un camino que resultó algo nocivo para terceros que la rodeaban.

Kai y algunos allegados intentaron seguir apoyándola, contribuyendo a que Noah no cometiera errores que algunos cometieron antes que ella, pero poco a poco, sus esfuerzos fueron vanos. Poco a poco, comenzaron a distanciarse y, para cuando ocurrió el asedio a La Ciudad, ambos ni siquiera se hablaban. Kai salió bien parado y desapareció de La Ciudad, sin volver a verla hasta que ella y dos chicas más intentaron asesinarlo en los días previos a que Xalapa se volviera un caos.

La cosa no acababa ahí: antes, Noah perteneció a Alba Dorada. Colaboró con criminales reconocidos y por poco ocasiona la muerte de un civil, pariente de otra agente. Le quitaron su placa y le advirtieron que a la próxima, sería encerrada. Su situación empeoró. Eligió el bando incorrecto durante el golpe de estado de la Armada Carmesí y ahora era una fugitiva. Kai sabía perfectamente que era una causa perdida y sin embargo, todavía guardaba esperanzas de que aquella chica se dejara ayudar una vez más. Tan solo una vez...

Mei vio cómo la carretera empezó a ensancharse ante ella y pronto, estuvieron en un doble carril que indicaba que se acercaban ya a un poblado lo suficientemente grande para ameritar calles así.

— Kai, ¿en dónde estamos?

— Se llama Alto Lucero. Te agradará el ambiente.

Kai siguió conduciendo unos minutos más hasta frenar en una gasolinera, probablemente la única del pueblo, a juzgar por sus dimensiones.

Ahí, pidió direcciones al empleado que los atendió. "¿No había venido aquí antes?", se preguntó Mei. Decidió no decir nada al respecto. Kai pagó por el combustible y siguió manejando un poco más hasta que un domo hecho de herrería y recubierto de malla fue visible. Kai se orilló en la entrada de una propiedad de considerable tamaño y, tras poner el freno y sacar las llaves, le hizo saber que por fin habían llegado.

Sin embargo, aún no bajaba del carro.

— ¿Sabes qué me impidió hacer las paces con Noah en su momento? - Preguntó Kai - Bueno...

Había un chico. Se llamaba Caín Abad. Estudiaban juntos, él y Kai. Fueron compañeros de mesa durante la mitad de la preparatoria. Kai jamás le dijo que le gustaba Noah y por eso, cuando ellos empezaron a salir, Kai decidió no decir nada al respecto. Quería que ambos fueran felices. Después, en plena nochebuena, Noah dejó a Caín y le confesó su amor a Kai.

Mei tenía muchas dudas al respecto, pero decidió no interrumpir a Kai.

Lo siguiente de lo que se enteró fue que, después de volver a intentarlo y romper, Caín defendió la casa de una amiga común durante el asedio de La Ciudad. Se acostó con ella. Nunca supo que tendrían un hijo juntos, no porque ella lo perdiera o decidiera no decirle, sino porque poco después del asedio a La Ciudad, Caín se suicidó.

Kai nunca supo si fue por sentirse mal por acostarse con una amiga cercana de Noah, por el trauma de la guerra, por haber matado a alguien que intentó entrar a la casa de esa chica durante el asedio... nunca supo cuál fue el detonante, no realmente.

Los muertos no hablaban.

Después de escuchar eso, Mei bajó del auto, siguiendo a Kai al interior de la propiedad. ¿Irían a ver la tumba de Caín o algo por el estilo? No, de ser así, estaría enterrado en La Ciudad, no en Alto Lucero. ¿Por qué estaban ahí? ¿Noah Nakamura estaba encerrada en aquél domo?

Siguieron avanzando hasta llegar a un pasillo con dos puertas. Ideal para... ¿filtrar animales e impedir que escapen? ¿Qué sitio era este?

Al interior, se escuchaba gritar a un par de chachalacas y en cuanto atravesó la puerta, Mei pudo ver un par de pavo reales cerca de la entrada. A lo lejos, junto a la puerta de una agradable cabaña de piedra, descansaba un enorme perro, acurrucado junto a la entrada.

— ¿Dónde estamos, Kai?

Siguieron acercándose a la puerta. El perro se despertó y alzó la cabeza, olisqueando el aire sin abrir aún los ojos. Mei se puso nerviosa, pero el perro decidió no ladrarles ni una vez.

Kai tocó la puerta con el puño. Se escuchó un tazón de plástico caer al suelo puertas adentro y pasos apresurados hasta que se abrió la puerta. Una chica de tez blanca y cabello rizado abrió la puerta. Mei observó su corte de pelo: rapado de un costado, con los rizos cayéndole hacia un lado. Vestía ropa ligera, como si viniera de hacer ejercicio: una camiseta sin mangas, color verde oscuro, a juego con lo que alguna vez fueron pantalones con estampado militar, ahora convertidos en shorts con ayuda de unas tijeras. A juzgar por el tazón que sostenía en una mano, la había cogido por sorpresa mientras hacía de comer.

— Kai.

— Val.

— Traes visitas.

Kai pasó al interior de la casa. Mei no supo si hacer lo mismo o no hasta que Val la observó, preguntándose si planeaba quedarse afuera todo el día.

— ¿Recuerdas todo lo que te conté de camino a aquí? - Preguntó Kai - Bueno, ella es Val Nakamura.

— ¿Has venido a verla todo este tiempo... desde que llegaste a Xalapa? - Preguntó Mei, sin comprender cuál era exactamente la relación de Kai con esa chica, quien debía ser la hermana de Noah.

Kai negó con la cabeza.

— Deserté del ejército durante el golpe de estado de Arze. Descubrí que... que no era lo mío.

— Nadie te juzga por desobedecer órdenes que implicaban matar civiles inocentes con tal de dar con uno o dos insurgentes.

Val le restó importancia al comentario de Kai con una mano y se dirigió a la barra de la cocina. Estaba preparando ensalada fría, pero no para una persona, sino para alimentar a quince personas. "No vive sola", pensó Mei.

— Eres toda una detective, ¿no? - Señaló Val - No te ves como una luchadora, así que si estás con el Alba Dorada...

— ¿Qué te hace pensar eso? - Interrumpió Mei.

— Que hay un auto de Alba Dorada aparcado en mi entrada - Espetó Val.

— ¿Quién más vive contigo? - Preguntó Mei, sacando la duda que llevaba dentro.

— ¿No le has dicho? - Se volvió Val hacia Kai, casi como un reclamo.

Pero no hizo falta. Cuando Mei se asomó por la ventana y vio a una chica de tez lechosa, cabello lacio trenzado, jugando con una niña pequeña en el jardín, las piezas se unieron.

— No me dijiste su nombre - Recordó Mei, ahora hablándole a Kai.

— Zarina. Su nombre es Zarina.

— Entonces...

— Esa niña que ves ahí es la hija de Abad - Reconoció Val - Y hemos tenido una vida más que pacífica aquí. La guerra civil no llegó tan lejos: con trabajo asaltaron la mitad de las capitales y algunos estados apenas y se vieron involucrados. Pensé que aislarnos las tres aquí era lo mejor que podía hacer con el dinero que me dio Alba Dorada por la muerte de Caín... y por denunciar a Noah.

— ¿Denunciar a Noah? - Preguntó Mei.

— ¿Quién crees, sino, que le dijo a Alba Dorada lo que ella hacía? ¿Quién la denunció entonces cuando le quitaron la placa?

— Era tu hermana - Señaló Mei, como intentando averiguar porqué Val haría eso.

— Le hizo mucho daño a Caín. Yo lo adoraba. Zarina lo adoraba. Kai los adoraba a ambos.

Mei guardó silencio.

— ¿A qué viniste, Kai?

— Tu hermana. Desde el asedio, nadie había podido rastrearla. La vieron moviéndose por el centro del país hace pocos días y creen que podría querer hacerte una visita.

— ¿Cómo...?

— Arze debió filtrar tu dirección en algún momento, yo que sé. Ni siquiera sabemos si pasará por aquí en algún momento, pero si lo hace...

— Llamaré.

Pero Mei sabía que eso no era todo. Kai no había llorado por semanas solo para venir a decirle eso a Val Nakamura.

Val y Kai se miraron fijamente durante un prolongado lapso de tiempo y al final, fue Val quien cedió.

— Tengan cuidado al volver - Los despidió ella.

Ambos asintieron. Camino al coche, se dieron cuenta de que Zarina y la niña ya no estaban en el patio frontal de la cabaña. Cuando subieron al coche, Kai suspiró.

— Sabes que sé que no vinimos solo por eso - Acusó Mei.

Kai arrancó el auto.

No fue sino hasta mitad del camino de vuelta a Xalapa que Kai confesó, y aún haciéndolo, no dijo más que seis palabras:

— Es solo que me preocupa Nakamura.

"¿Cuál de las dos?", se dijo Mei a sí misma, sin atreverse a repetirlo en voz alta.

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