T5E21: Ocaso sangriento, Parte 3
A las diez y media, un camión blindado salió del estacionamiento de la torre Alba Dorada, repleto de agentes que habían decidido seguir a Ezra y a Kai en esta pelea. El grupo, aunque sin armas de fuego exceptuando a Sam, quien se les había unido como francotirador, rebosaba de muñequeras, cuchillos arrojadizos y todo tipo de herramientas que potencialmente hacían más daño de las balas, permanecía puertas adentro de la mole sobre ruedas, preparados para saltar a la primera provocación.
El conductor pudo observar las calles frente a él y a sus lados. El túnel que pasaba por debajo del parque Juárez estaba totalmente vacío: a excepción de ellos, las calles del centro se encontraban vacías, con la gente escondida en sus casas, presas del pánico. Ellos eran los únicos idiotas que decidieron lanzarse al peligro. Sin embargo, Kai no se arrepentía, deseoso de enfrentar a algunos malasangres, de abrirles un agujero en las frentes, de pasar por encima de sus cuerpos. Él...
Él no era así.
Los impulsos violentos estaban revolviéndose al interior de Kai, esperando al momento oportuno para desatarse. Ahí donde estaba, al fondo del compartimento de carga de aquél camión, los ojos de Kai escudriñaron a sus compañeros de armas en medio de la oscuridad. A su lado, se encontraba Ezra, al que hace un par de años designó como nuevo lugarteniente de Alba Dorada.
Ese chico... pese a haber enfrentado mil horrores a su corta edad, todavía podía darse el lujo de sonreír, pensó Kai. Ezra seguía siendo lindo y amable con todos. Muchos decían que eso algún día lo mataría, pero Kai no creía lo mismo. Kai creía que Ezra sería mil veces mejor que él, que sobreviviría a todo sin tener que pagar un alto precio en cada ocasión.
El camión se tambaleó un poco y, posteriormente, se abrió la cortinilla que separaba el compartimento en el que viajaban ellos, y en el que iban el conductor y su copiloto. Desde la parte de enfrente, Sam les indicó que ya podían bajar y, valga la novedad, no habían idiotas armados ahí afuera.
Tan pronto como se abrieron las puertas, todos los grupos se dirigieron a sus ubicaciones asignadas. Kai volteó a ver hacia el tejado de uno de los edificios aledaños al parque: varios agentes de Alba Dorada con sus propios rifles de francotiradores, permanecían de guardia ahí.
— ¿Dónde están los malasangres? - Preguntó uno de los chicos que venían con el grupo, aunque Kai no sabía su nombre.
— No se descuiden - Les recordó Kai - Quizá hay varios ocultos por ahí. ¡Los equipos del túnel, apresúrense! ¡Los del parque, estén listos para defender la parte baja! Nosotros los cubriremos.
Sin embargo, al escuchar el estruendo a sus espaldas, Kai se permitió voltear hacia el edificio en el que había varios locales comerciales y una cafetería: resopló al ver ahí a varios malasangres, ocultos bajo el amparo de las sombras, esperando desde el otro lado de la calle para atacarlos.
— Bien, es por eso que no estaban cuesta abajo - Adivinó tardíamente Kai, aunque cuando Alex, que se encontraba en el nivel inferior del parque encendió su comunicador, Kai se dio cuenta de que también estaban cuesta abajo, y a ambos lados, y bajo el túnel.
Decepcionado de sí mismo, hizo una breve pausa antes de gritar una advertencia a través del comunicador:
— ¡Es una trampa! ¡Busquen dónde cubrirse y resistan!
En cuanto vociferó esas órdenes, una marea de gritos rompió con el silencio del túnel: los pocos agentes que estaban por entrar, salieron a toda prisa mientras varias granadas y disparos se comieron el suelo en el que estaban pisando minutos antes. Kai buscó a su grupo, las Paraselene, y les indicó que se refugiaran en la parte superior del kiosco del parque, pues ahí tendrían un poco más de altura y herrería para cubrirles el cuerpo si les disparaban.
— Nunca entendí porqué no usamos pistolas como todos los demás - Se quejó Khanna, quitándole el seguro a ambas muñequeras - Nosotros disparamos dardos y agujas, ellos disparan balas. Parece injusto.
— El gobierno federal nunca nos permitiría usar armas de fuego - Contestó Kai en tono burlón - Tenían miedo que eso fuera suficiente para superarlos.
— Pero los superamos - Obvió Nessa, consciente de que el entrenamiento de los agentes era más riguroso que el del policía promedio.
— Pero no se los digas - Sonrió Kai, siguiéndole el juego - Se enojarían mucho.
El comunicador de Kai sonó, transmitiéndoles la voz de Tini y el grupo que debió bajar al túnel:
— Ya estamos en un lugar seguro - Afirmó la chica - Pero hay bastantes. No todos tienen armas de fuego, pero todos cargan un machete. Creo que no tuvieron presupuesto para armarlos a todos.
Eso le hacía sentido a Kai: era difícil mover mucho dinero sin que nadie se diera cuenta. Cuando empezaron a sonar disparos cerca de la avenida que separaba a los malasangres de ellos, Kai decidió quitarle el seguro a sus propias muñequeras y, tras asomarse por encima de la pared de hierro del kiosco, disparó su muñequera un par de veces, clavando agujas en los cuellos de al menos un par de enemigos. Tras ello, volvió a agacharse.
— Hay casi veinte aquí cerca - Informó el chico - ¿Alguna idea?
— Arze podría estar en el palacio de gobierno, pero no me preguntes cuántos hombres tiene consigo - Sugirió Sam, ajustando la mira de su rifle antes de asomarlo por encima del muro del kiosco, disparando contra un sujeto encima del palacio de gobierno. El cuerpo de aquél hombre cayó desde muy alto, aplastándose con la caída - Yo digo que el resto haga una distracción mientras un grupo más pequeño se mete a atrapar a Arze.
— No es mala idea - Reconoció Kai - Ezra, Toph, vienen conmigo y Sam, ¿de acuerdo?
Ezra aceptó enseguida, diciendo algo sobre siempre acompañarlo. Sam asintió en silencio, mientras que Toph se lo pensó por un par de segundos, pero finalmente accedió. Kai le ofreció un paquete de cuchillos arrojadizos a la chica y, cuando estaban a punto de ponerse en pie y salir del kiosco, Mei los detuvo.
— Por favor, vuelvan con vida - Les pidió Mei, aunque se dirigía personalmente a Kai con su petición.
— Haré mi mejor intento - Contestó Kai, negándose a prometer nada.
Nessa intentó acercársele, pero Kai ya se había levantado para cuando ella extendió el brazo hacia él.
Tan pronto como salieron del kiosco, el grupo fue acribillado por una lluvia de balas, aunque ninguna alcanzó a darles: si los hombres de Arze querían darles un tiro, tendrían que acercarse más. Kai desplegó el escudo portátil de una de sus muñequeras y extendió el brazo donde portaba la otra antes de disparar una pequeña granada. Cuando esta chocó contra el asfalto, a varios metros de él, una pequeña detonación distrajo a los malasangres refugiados bajo el edificio, permitiéndole a Kai y a sus compañeros correr un poco hacia el palacio de gobierno.
A sus espaldas, Kai pudo escuchar a Nessa gritando. No le prestó mucha atención y siguió corriendo. Sus otros compañeros habían decidido salir del kiosco y ahora mismo estaban dándole pelea a un grupo de malasangres frente a ellos, la mayoría con machetes desenvainados, tratando de asestarlos en la cabeza de algún cadete desprevenido.
Khanna logró poner a dormir a más de uno en el minuto inicial: Kalea se refugió detrás de un arbusto antes de empezar a arrojar sus granadas cegadoras: con algo de suerte, sus propios compañeros no se aturdirían y sería más sencillo derrotar a los insurgentes frente a ellos.
Mei jamás pensó que pelearía en una guerra real: la experiencia frente a una pantalla, jugando videojuegos, no era nada comparada con la realidad. La adrenalina estaba a tope y Mei sentía que el corazón iba a salírsele del pecho, desbocado. Sin embargo, cuando las balas empezaron a llover rumbo a donde Kai y sus amigos corrían, defendiéndose de un ocasional malasangre, Mei pudo ver que alguien la estaba pasando peor:
— ¡Kato! ¡Por favor vuelve! - Chilló Nessa al ver que Kai se largaba hacia el palacio de gobierno, intentando evitar que le acomodaran un tiro en el cráneo - ¡Kato! ¡No te mueras! ¡No me abandones! - Chilló Nessa. Cuando un hombre con machete se le acercó, Nessa le rompió la mandíbula dándole de lleno con su muñequera. Lo siguió golpeando hasta que cayó al suelo, bañado con su propia sangre.
— ¡Muévete! - Gritó Mei, empujando a Nessa justo antes de que una bala bastante gorda impactara donde estaba su pecho un segundo atrás. Ambas se escondieron detrás de un abandonado puesto de comida rápida, cubriéndose de las balas que impactaron contra las láminas de hierro poco después.
Más le valía a Kai acabar rápido con Ezra, o ellas terminarían tragando plomo antes de que acabara el día.
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