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T5E16: Asedio

Kai y su equipo decidieron llegar directo a la planta baja: nadie había entrado a la biblioteca a través del puente, así que los chicos que envió directo al campus debían estar guardando las puertas: afuera, el sol empezaba a teñir el cielo de anaranjado y, afuera de la recepción, varios hombres Malasangres esperaban algún tipo de orden para abalanzarse hacia la biblioteca.

— ¿Y ahora? - Preguntó Nessa, con la mano de la muñequera levantada a la altura del pecho, lista para extender el brazo y dispararle a los malasangres frente a ellos.

— Ahora los despachamos y cerramos las puertas antes de que venga más gente - Ordenó Kai - El grupo de Kalea debe estar por sacar a la gente del edificio, ¿no? Hagamos nuestra parte.

— ¡Ya! - Vociferó una voz femenina. Kai pudo presentirlo. Era la última líder del Triskelion: Noah Nakamura. El chico tragó saliva. Mucho tiempo había pasado desde que la vio por última vez. Hacía poco menos de dos años, le había marcado por teléfono. Sin embargo, ahora esa Noah era más que inexistente. La real estaba ahí, plantándole cara a miembros de Alba Dorada bajo las órdenes de algún señor del crimen.

— No los maten pero tampoco los dejen conscientes - Ordenó Kai.

Khanna y Nessa hicieron llover dardos y agujas sedantes en los cuellos de varios malasangres, haciéndolos desplomarse tras pocos segundos. Sin embargo, eran una fuerza numerosa para entrar en aquella angosta puerta. Mei volteó a ver a Kai por un segundo y, temerosa, dijo:

— ¿Qué hay de Toph? ¿Estará bien?

Alguien arrojó un par de recipientes de plástico al interior de la recepción. Kai se espantó al inicio, pero las reconoció como granadas de humo. El chico ordenó a sus amigas que se replegaran al interior de la cafetería. Tras atrancar la puerta con una silla, Kai se permitió respirar hondo: frente a él se encontraban las tres.

— Hay algo más. Como quizás ya sepan, Noah Nakamura es mi expareja. También es una miembro del Triskelion e intentará matarnos si tiene la oportunidad.

— Saben de estrategias y tecnología de Alba Dorada, ¿no? - Preguntó Khanna. Kai asintió con la cabeza.

— Ustedes quédense a enfrentar a los malasangres restantes. Yo iré por Toph. Cruzaremos el puente cuanto antes y nos reuniremos con el resto, ¿vale?

— ¿Cómo piensas ir por Toph? - Preguntó Mei - Estamos en la planta baja y ella...

— Por algo existe la escalera de servicio - Mencionó Kai. Al parecer, así era como Kalea y el resto habían logrado escapar con las empleadas de la cafetería.

Antes de salir por la puerta trasera, Kai contempló a sus amigas y, rezando por no estar cometiendo algún error, se despidió con un "las veré en un rato".

En la torre Alba Dorada, las cosas no iban mucho mejor. Unos cuantos reclutas de la universidad habían acudido a la sede para ayudar a resguardarla, pero la gran mayoría seguía en las calles, cuidando sus campus.

Al frente de sus secretarios, Nora Vera permanecía de pie, pensando muy bien en sus siguientes palabras. Era consciente de la emergencia que estaban viviendo y ni siquiera podía darse el lujo de convocar refuerzos a Xalapa. Si bien les iba, llegarían justo a tiempo, aunque dejarían desprotegidos varios otros frentes. Aunque no quería perder Xalapa, consideraba aún peor sacrificar la sede en Angelópolis, Puebla. Además, con la reciente caída de Coatzacoalcos, era consciente de que tenía que administrar mejor a sus élites. Aproximadamente una decena de ellos habían sido masacrados en la ciudad portuaria y en estos momentos, la Armada Carmesí debía estar destazando sus cadáveres.

Suspiró. En la capital, deberían estar Eleazar y Ezra. Ahí, tan sólo ella. Pensando en un buen plan de acción, ni siquiera se sentía capaz de ordenarle a un solo agente que se moviera de una colonia a otra en la misma ciudad. Si movía a los del centro al campus de humanidades, comprometía la zona central. Si le pedía a los de la Revolución lo mismo, comprometería un área marginal. Por otro lado, si enviaba a los de Las Ánimas o Banderilla, expondría el sur o el norte de Xalapa. Ninguna decisión era correcta, pero abandonar a los estudiantes de dos o tres campus tampoco era precisamente buena idea.

Preocupada y temiendo lo peor, Nora tardó en recibir un mensaje del comunicador de Toph. Ansiosa por recibir noticias del campus, Nora leyó las líneas del mensaje apresuradamente tan sólo para confirmar sus peores temores.

Si eso era verdad, entonces el hombre de blanco que liberó reos de la Prisión Vertical la semana pasada, el asesinato del alcalde de Coatepec y todo lo que había ocurrido recientemente...

— ¡Oliver! - Llamó Nora a uno de los secretarios frente a ella. Respondió un chico joven con cabello gris oscuro y tez broncínea.

— ¿Sí?

— Contacta a Ezra Saucedo. Dile que Arze está a uno o dos días de atacar esta ciudad. Dile que no venga.

El subordinado asintió con la cabeza. Nora se dio media vuelta y contempló la ciudad ante sus pies, a través del grueso cristal que servía como pared entre ella y la caída de poco más de quince metros. Nora preguntó a otro de sus secretarios por la situación en "Última Frontera". Contestaron que el convoy donde viajaba Keith May había sido atacado por miembros de la Armada Carmesí.

— Entonces... - Preguntó de nuevo Nora, pidiendo que fueran más específicos con su informe.

— Entonces Keith May fue la única baja. No llegó a Última Frontera, pero Lucy Maza se le ha unido.

— ¿Alysa Pendragon ya está en Ciudad de México? - Preguntó Nora a un tercero, recibiendo una respuesta afirmativa.

La jefa administrativa de Alba Dorada guardó silencio. En menos de un día, las fuerzas de Arze treparían hasta el centro de la ciudad y atacarían. Probablemente Arze ya se encontraba ahí, con la confianza suficiente como para haber colado a sus mascotas Triskelion y a unos cuantos malasangres. Pronto, el grueso de sus fueras ascendería para tratar de pisotearlos.

Ya no les quedaba tiempo para hacer preparativos.

Los primeros dos malasangres fueron particularmente estúpidos.

Kai consiguió quitarle su arma de fuego a uno de ellos, un rifle de asalto que, en teoría, no tenía ni el ejército: un arma de narcotraficantes y paramilitares. Con ella, logró derribar a cinco o seis más en su camino hacia el club Paraselene. Toph seguía contestando, lo que le hacía saber que seguía en donde la dejaron.

Ya habían abatido a dos de ellas y Noah estaba en la planta baja. Las chicas no habían conseguido detener al resto de los malasangres una vez se disiparon las bombas de humo, por lo que ocasionalmente, uno o dos encontraban a Kai, pero eran muchos menos que la multitud de allá abajo. Le sabía mal dejarlas peleando contra asesinos de la peor calaña, pero confiaba en que podrían salir ilesas de ello.

Una vez llegó al librero que guardaba la entrada al Paraselene, escuchó un par de armas sin seguro detrás de él. Desgraciadamente, se le estaban acabando los trucos.

— Tira el arma y quítate la muñequera - Le ordenaron.

Kai agradeció que su juguete fuera de los que les dio el armero en Coatepec. Tras apretar disimuladamente el botón que convertía el artefacto en una granada, se sacó la muñequera y la arrojó a los pies del par de malasangres que le estaban apuntando.

— Siempre quise tener uno de estos - Sonrió uno al otro.

Tras la pequeña explosión, Kai se agachó para coger de nuevo el arma de fuego y, tras hacer algo de esfuerzo, movió un poco el armario que tapaba la entrada al club Paraselene.

Toph lo esperaba adentro.

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