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T5E11: La segunda espina del Triskelion

Nessa ya no podía contar con sus dedos de las manos la cantidad de veces que se molestó con sus amigas y compañeros de clases.

Estaba harta de aguantarlos: no, de aguantar a Kai, específicamente. No estaba dispuesta a tolerarlo, sobre todo teniendo en cuenta que, por primera vez, no había sido su intención ser borde. Al contrario, todo lo que quería era calmar los ánimos y ellos, quizá estresados, tal vez acostumbrados a sus malos modos, estaban ya predispuestos a ver algo malo en todas sus acciones, sobre todo si algo tenían que ver con Kai.

Tras volver a casa y azotar la puerta al entrar, Nessa no esperaba que además, su madre le llamara la atención tras exhibir sus malos modos: por primera vez en años, la madre de Nessa pensaba regañarla. Dándole una oportunidad a la situación, la chica se detuvo en vez de subir las escaleras directamente y, algo contrariada, se quedó a esperar lo que tenía que decirle su madre.

— Cariño, ¿qué pasó? - Preguntó su madre, cruzada de brazos, observándola fijo, aunque sin una pizca de enojo en su mirada.

Nessa realmente no quería hablar de eso. Sin embargo, intuyó que su madre no dejaría pasar la oportunidad para hablar seriamente con ella.

— Hablaron tus amigas - Sonrió amargamente la madre de Nessa - Dicen que...

— Sé perfectamente lo que dijeron - Admitió Nessa.

— ¿Y bien? No pensé que fueras tan grosera.

— No lo dije con intención de ser grosera.

— ¿Y ellos lo sabían? - Interrumpió su madre, contemplándola con algo de severidad en la mirada.

Nessa suspiró, agotada tras intercambiar un par de frases. Realmente no estaba de ánimos para...

— Y con Kai... - Añadió su madre. ¡Al diablo con Kai! Era en quien Nessa menos quería pensar.

— ¿Qué con Kai?

— Te estabas empezando a llevar bien con él - Observó su madre - ¿Pero de repente vuelves a odiarlo? ¿Es eso? ¿Qué ocurrió, Vane?

No quería explayarse sobre sus sentimientos, pero cada vez, era más complicado guardárselos. Ahora sí, desde arriba de las escaleras, Kato la observaba hablando con su madre, con esa cara de imbécil que lo caracterizaba.

— Es solo... intenté relajar el ambiente, pero creo que lo dejé peor que antes. Kai dijo... intenté irme para que no se sintieran incómodos, pero Kai dijo que mejor se iban todos ellos.

La madre de Nessa suspiró, con la mirada baja, pensando en qué decirle a su retoño.

— Últimamente todo iba bien, ¿no? Su maestra se encuentra bastante enferma. Podrías... podrías ir y darle tu apoyo, ¿sabes?

Nessa suspiró.

Las cosas que hacía por estar en paz con todo el mundo.

Al día siguiente, Nessa decidió pasar al hospital general después de clases. Se lo pensó bastante, pero al final, decidió que podría tragarse su orgullo. Nada tuvo que ver el hecho de que Kato la hubiese acosado media mañana hasta hacerla ceder, por supuesto.

Al bajarse en la parada de autobús frente al hospital, Nessa contempló aquella mole de concreto pintado de blanco y, tras uno o dos minutos discutiendo con una de las recepcionistas, consiguió averiguar en dónde tenían a la vieja profesora de mitologías. Tras subir al elevador y salir en alguno de los pisos superiores, no le fue muy difícil encontrar la sala en la que la profesora estaba internada, ya que tenía bastante público alrededor e incluso al exterior de la sala.

Entre ellos, por ejemplo, se encontraban Khanna y Mei, entre otros estudiantes de la universidad. ¿Habían estado viniendo a diario o tan sólo estaban jugando con la mente de Nessa, presentándose sólo cuando ella decidió hacerlo? Lo segundo era más que improbable, así que lo descartó. Quizá venían seguido y ella era la que ignoró por completo el estado emocional de todo el mundo, aunque fuera de broma.

Nessa se lo pensó dos veces antes de acercarse a la habitación de la profesora: a estas alturas, la gente de la escuela ya debió enterarse de las cosas que ella dijo. Además, ahí estaban sus amigas, quienes la reconocerían y tal vez, le echarían en cara lo que dijo el día anterior.

— ¿Qué pasa? - Preguntó alguien a espaldas de Nessa, observándola desde hace rato.

Nessa volteó a ver y se topó a una chica menuda, de tez blanquecina, casi lechosa, con tenues pecas y un largo cabello rizado color negro. Vestía como enfermera, pero a juzgar por su edad, no podría serlo.

— ¿Quién eres?

— Tú eres Nessa - Ignoró la pregunta aquella chica - ¿Qué tan cercana eres a Kai?

— Te pregunté quién eres. ¿Tenebra?

La de los rizos negó con la cabeza, probablemente hallando diversión en todo este asunto.

— Nakamura. Noah Nakamura - Contestó la chica.

Nessa jamás escuchó hablar de ella, pero no por ello bajó la guardia: tampoco conocía a muchos otros de los idiotas que se le fueron encima en su momento y eso no los detuvo de atacarla.

— ¿Y qué quieres, Noah Nakamura?

— Advertirte. Apoyan a la persona equivocada, ¿sabes? Kai no es ni de cerca un santo. Si supieras del infierno que desató en su lugar de origen hace un par de años... si supieras la cantidad de personas a las que dejó hechas pedazos... si supieras todo esto, ¿aún así lo apoyarías?

— ¿Y quién dijo que lo apoyo?

— El Nightstalker dijo que sí. ¿Mentía?

Nessa guardó silencio.

— ¿De qué me quieres advertir?

— Tu novio Kai va a traer la sangre en Xalapa así como en los otros sitios que ha pisado. Es cuestión de tiempo, Vanessa. Te lo digo como alguien que lo conoció muy bien.

Iba a preguntarle a qué se refería, pero Nakamura se le adelantó, regalándole la explicación.

— Te lo digo como su expareja. A la fecha, no hay día que pase en el que no me lamente por todo lo que pasó.

Nessa tuvo un deja vú. Mientras el Caleidoscopio la tenía cautiva, mencionó a una tal Noah. Mencionó que venía tras de Kai tan sólo porque Noah le ayudó a conseguir su ubicación. Pensó en su momento que Noah era un chico, pero...

— ¿Sólo eso? ¿No vas a atacarme o a intentar drogarme y secuestrarme? ¿Nada? - Reclamó Nessa, tratando de mantener a raya sus ansias.

Noah negó con la cabeza, sonriendo.

— En el Triskelion no somos bárbaros - Respondió la menuda chica - Espero que Kai pueda decir lo mismo.

Kalea había batallado por convencerla de que esa tal Nakamura mentía: incluso estuvo hurgando en archiveros durante sus horas de servicio en la torre Alba Dorada. Muchos de los archivos que la mencionaban estaban censurados y la copia completa no se encontraba al alcance de todo el mundo.

Además, dado que la propia Nessa se convencía a sí misma de que Noah tenía que estar mintiendo, era más fácil encontrar puntos a favor de Kai que en contra: lo que ponía en los archivos respecto a Nakamura era que antes fue miembro de Alba Dorada, pero en algún momento, cometió traición y fue acusada de crimen organizado junto a otros dos nombres censurados. Lo último que se supo fue, de hecho, algo sobre el caso "Caleidoscopio". Tras descubrirse que ayudó a una mercenaria a revelar secretos de la organización, Nakamura fue enviada a la prisión vertical, un recinto de máxima seguridad de Alba Dorada.

"Pues no se veía precisamente como si estuviera presa", le dijo Nessa a su amiga cuando llegaron a esa parte del archivo.

Mei y Khanna entraron a la sala común del Paraselene. Nessa se puso de pie: sus compañeros ya debían haber salido de clases, lo que le daba una ventana de oportunidad perfecta para lo que pensaba hacer, si es que Kai no se marchaba antes del campus.

Tras cerrar la puerta falsa de la sala común (un librero que convenientemente ocultaba un pasillo tras de él), Nessa salió corriendo hacia el puente que cruzaba la calle desde las alturas, directo al campus. Al no ver a nadie en el pasillo en el que Kai y sus compañeros debían estar, supuso que el chico ya se habría ido.

— Kai quiere verte - Llamó su atención una chica a espaldas de Nessa. Al voltear, se encontró con Toph, la chica de idiomas que se la pasaba pegada a aquél idiota.

— ¿Dónde? - Fue lo primero que alcanzó a decir. Si Kato estuviese viendo ahora mismo, probablemente se burlaría de ella.

— Se fue a su departamento. Toca tres veces y di tu nombre por si acaso, ¿de acuerdo?

Eso hizo.

Un cuarto de hora más tarde, Nessa se encontraba por fin ante las puertas del departamento de Kai. En un edificio que convenientemente, tenía la puerta de la entrada ya abierta. Tocó tres veces y, antes de que la voz al interior terminase de preguntar "¿quién es?", Nessa ya había contestado con su nombre, algo impaciente. Llevaba en la mochila el mensaje que "Tenebra" le había dado antes.

Estaba nerviosa, tanto como podría estarlo: después de todo, había ido a ver a la presunta causa de todos sus problemas y dos personas distintas habían estado advirtiéndola (de manera un tanto acosadora) acerca de Kai y de que algo se acercaba a la ciudad. Cuando Kai contestó "adelante", Nessa no se hizo de rogar y abrió la puerta enseguida, cerrándola tras de sí al entrar.

— ¿Y bien? - Preguntó Kai, viéndola con interés mientras ponía una tapa de pan sobre un sándwich a medio hacer - ¿Qué puedo hacer por ti?

— Toph dijo que...

— Porque las chicas te vieron preocupada y se dieron el lujo de contarme - Respondió enseguida el problemático chico.

— Bueno, hay... hay algo - Admitió Nessa, sacando de su mochila el sobre en el que le habían mandado la advertencia.

— "Te estaremos vigilando: no hagas nada raro y no haremos nada malo". "Tenebra" - Leyó Kai, formándose en su rostro una expresión preocupada al leer la firma - Bueno, sin duda será un problema. ¿Es la única que has recibido?

— Yo... sí - Contestó Nessa, absteniéndose de mencionar a Noah por ahora.

— Siéntate. Quizá lo necesites.

Kai metió su sándwich al microondas que tenía sobre un estante y, despreocupadamente, el chico tomó asiento frente a su compañera y, viéndola a los ojos, se permitió suspirar antes de empezar a explicarle.

— Bueno, no te voy a mentir. Quizá debas preocuparte. Hay... un grupito de personas. Se hacen llamar "el Triskelion". Son tres mercenarias de La Ciudad, de donde yo vengo. Son desertoras que renunciaron a Alba Dorada y se han dedicado al crimen organizado desde entonces.

No mentía, pensó Nessa. Hasta ahora, las versiones de Noah y de Kai encajaban bien. Hacía sentido. "Entonces", pensó Nessa, "vienen ambos de La Ciudad, fueron exnovios y se pelearon en algún momento". No sabía porqué, pero había algo de morbo en husmear en la vida privada de Kai, por más mal que estuviese.

— Creemos que se encuentran en los alrededores, pero no hemos podido atrapar a ninguna. Creo que... ya debes saber de la situación que está pasando en Xalapa, ¿no? Tantos agentes... cuando demasiada gente armada se deja ver en una ciudad, no importa mucho si son "los buenos" o "los malos". Siempre significa problemas, sangre, muerte... siempre.

Nessa no esperaba verlo tan serio. Sus conclusiones no estaban infundadas, por lo visto. El rostro de Kai lucía ensombrecido y no parecía disfrutar para nada lo que sea que ocurriese a su alrededor.

— Alba Dorada está reuniendo agentes como locos, Nessa. Creo que lo sabes.

Lo sabía: a estas alturas, era difícil que alguien no lo supiera. Darse de cuenta de eso era demasiado sencillo. En varios campus de la universidad, Alba Dorada había llegado a ofrecer becas y reclutar nuevos cadetes. En las plazas públicas y parques desde la colonia obrera hasta Los Lagos y las colonias ricas al sur de Xalapa, era raro no ver centros de reclutamiento.

— Sí. Lo sé.

— Si todavía la quieres, es tuya - Añadió Kai, cogiendo un objeto metálico de encima de uno de sus estantes para ofrecérselo a Nessa. Evidentemente, era su placa de Alba Dorada, arrebatada hacía un par de semanas.

Nessa la tomó sin decir nada.

— No tienes porqué usarla si no quieres. Siempre puedes renunciar a ella, pero si la vas a tomar, tienes que saberlo: debes respetar a tus superiores. De nada sirven los cadetes o agentes si no siguen órdenes de quien esté a cargo.

— ¿Como tú? - Preguntó Nessa, sin malicia en su pregunta. 

— No. Yo... yo no dirijo desde hace algún tiempo - Contestó Kai, desviando la mirada - Aunque si el Paraselene quiere, yo podría...

Nessa no se contuvo más tiempo y, en un arranque de sentimiento irracional, la chica se puso de pie y lo abrazó.

— No tienes por qué cargar con todo por tu cuenta, jefe - Le dijo en voz baja - Para eso somos tus amigas. 

Kai se permitió exhalar el aire que tenía en los pulmones. Se veía solo, herido, como un animal abandonado a la orilla de la carretera.

Esta vez, Kato ni se asomó.

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