T3E16: Rechazo
Era el día: faltando poco más de un mes para acabar las clases, Mei decidió declararse.
Ensayó lo que quería decir varias veces frente al espejo, a riesgo de ser encontrada por alguno de sus muchos familiares. Al menos con su hermano menor podía solamente fingir que estaba recordando una dramática escena de alguna película que le gustaba, pero eso no le quitaría el bochorno de ser vista haciendo el ridículo, porque eso hacía: el ridículo.
— No puede ser tan difícil, chica - Se dijo a sí misma, tras atorarse a media frase otra vez.
— ¿Pero cómo pretendes decirle lo que sientes si te trabas cuando tratas de hablar? Y ni siquiera está frente a ti - Se respondió a sí misma, exteriorizando su debate interno como siempre que estaba a solas.
Se rindió a eso del cuarto para las cinco y terminó poniéndose el uniforme de Alba Dorada para ir a otra de las múltiples sesiones de entrenamiento gratuito que ofrecían en el enorme edificio que les servía de sede: su madre se despidió de ella mientras pasaba a toda prisa por las escaleras, directo a la calle.
Si podía recordar perfectamente los horarios de Kai, el chico estaría llegando a la sede en unos pocos minutos, aproximadamente lo mismo que le llevaría a ella llegar. Caminó (casi corrió) rumbo al edificio, a varias cuadras de su casa. Para cuando llegó, Mei se dio el lujo de exhalar todo el aire que cargaba en los pulmones y pensar que quizá ya no necesitaría estirarse antes del entrenamiento.
La rutina fue más o menos la misma de siempre, a cargo de una entrenadora asignada: la hizo saltar a través de aros fijos y en movimiento, trepar por una cuerda hasta el techo y luego balancear su cuerpo en un pasamanos a dos metros de altura frente a dicha cuerda... vaya que en Alba Dorada se tomaban muy en serio su entrenamiento.
Una vez terminó de hacer esos ejercicios, su entrenadora creyó que Mei ya estaba lista para ser atacada con una vara de aluminio. Mei, algo cansada y a quien la confrontación de su entrenadora tomó por sorpresa, apenas atinó a coger un bastoncillo la mitad de largo que el de la entrenadora para bloquear un par de golpes antes de tener chances de quejarse siquiera.
— ¡Me hubiese dejado agarrar uno de esos! - Se quejó Mei.
— ¡Los enemigos de Alba Dorada no juegan justo! ¡Debes estar lista para pelear en desventaja!
En ese momento (claro, por qué no), alguien a espaldas de Mei le apuntó con otra de esas varas de metal con puntas redondeadas de plástico: Mei no pudo voltear siquiera, optó por esquivar a un lado y dejar que su entrenadora y el segundo rival chocasen sus armas entre sí mientras ella alcanzaba a tomar una parecida.
Kai era el que se les había unido: blandiendo su arma desde la mitad y haciéndola girar sobre su eje mientras avanzaba, lucía bastante atractivo y su porte lucía más regio: Mei pudo darse cuenta de que el chico traía puesto un uniforme rojo y negro, distinto del característico blanco, amarillo y negro de los agentes normales.
Justo antes de recibir un bastonazo en la cabeza, Mei reaccionó, tratando de no embobarse de nuevo mientras su entrenadora y Kai la atacaban simultáneamente: pronto, se dio cuenta también de que no podía manipular adecuadamente esos bastones alargados que usaban Kai y la entrenadora.
— ¡Déjenme cambiar! - Alzó la voz, pidiendo una tregua temporal que, por supuesto, no fue concedida. Mei terminó arrojando su bastón, mismo que fue desviado por la entrenadora mientras Mei consiguió coger un par de varas de aluminio más cortas y ligeramente curvadas, como emulando a un gancho.
Finalmente, Mei logró darle con una de sus varas gemelas a la entrenadora y darle en el pecho a Kai con la otra, aunque sinceramente, sabía que fue más producto de una rápida sucesión de golpes hechos sin estrategia alguna.
— Me toca - Pidió Kai - Ustedes dos contra mí.
La entrenadora aceptó y cogió su bastón metálico como si de una lanza se tratase, apuntando al suelo y con el peso recargado en la pierna de atrás. Mei, por otro lado, cubrió su cabeza y pecho con los tubos gemelos que sostenía, sospechándose que Kai intentaría darle en la cabeza primero. Sin embargo, él sujetó su propia arma y barrió el piso con ella, obligando a Mei y a la entrenadora a saltar.
Mei intentó caer sobre Kai, pero el chico rodó a un lado y cuando la entrenadora intentó darle con la punta del bastón en la espalda, Kai bloqueó con el suyo para después tomar impulso con él para incorporarse y bloquear a Mei, que venía ya del otro lado.
— ¿Eso es todo? - Preguntó Kai, retando a sus rivales.
Mei se lanzó hacia Kai con ambas armas en la mano, lista para darle a Kai con al menos una, pero el chico volvió a rotar su bastón desde el centro, emulando las aspas de un molino de viento a toda velocidad, mismas que a último segundo lograron desarmar a Mei, quien se tiró a un lado para recuperarlas mientras la entrenadora iba tras él.
Mientras Kai y la entrenadora atacaban y bloqueaban mutuamente, Mie cogió sus varas gemelas y, tratando de que Kai no la viera venir, se aproximó a él por la espalda. Sin embargo, Kai hizo un bloqueo por debajo a la entrenadora, dejando la otra punta del bastón hacia arriba, directo hacia Mei. Acto seguido, Kai movió el bastón hacia atrás, le dio a ella en el hombro y después hizo rotar el bastón de nuevo, deteniéndolo justo cuando iba a impactar contra el cuello de la entrenadora.
— Bueno... creo que eso fue todo por hoy, ¿no?
Acto seguido, Kai soltó su bastón y de mala gana, Mei hizo lo mismo. Ambos se despidieron de la entrenadora y se dirigieron a las escaleras para ir directo a la planta baja en lugar de estirar de nuevo antes de abandonar el área.
— Oye... quisiera decirte algo - Murmuró Mei en voz baja.
— Adelante - Contestó Kai, sin dejar de mirar al frente mientras bajaba las escaleras.
— Es que... estos últimos meses... no lo sé, antes de la bienvenida no sabía cosas que ahora sé - Empezó a explicar Mei - Y es extraño de explicar, pero no me siento aterrada ni nada por el estilo, ¿sabes? Empieza a gustarme estar en Alba Dorada, sentir que hago algo bien, que estoy colaborando en algo bueno, que formo parte de algo más grande que yo misma...
— Me alegra que te sientas así - Respondió Kai con una sonrisa en el rostro mientras volteaba a verla, acomodándose un mechón de su largo cabello negro por detrás de su oreja. Mei intentó no perder los papeles y se esforzó en recordar el resto de su discurso.
— Al inicio... eh, pensé que era solo eso pero... eh, empecé a pensar y... creo que no es solo eso.
— ¿Qué más, pues?
— Siento que me gustas y...
— Disculpa, es que tengo que... hablamos después, ¿vale? - La interrumpió Kai, bajando a toda velocidad, mientras Mei todavía intentaba terminar su frase.
— ...y quería pedirte que... sí. Mejor hablamos luego - Suspiró Mei. Ni siquiera sabía por qué no lo vio venir.
Nessa lo había venido a buscar a casa.
Después, Toph vino a jalarlo de las orejas.
— ¡Tan siquiera pudiste esforzarte en explicarle! - Reclamó la chica, más enojada de lo que Kai la había visto desde que la conocía.
— ¡Me entró el pánico! ¡A todos nos pasa!
— No te laves las manos - Amenazó Toph con el índice derecho agitándose violentamente frente a la nariz de Kai, quien estaba casi tan preocupado de perder un ojo que del regaño de Toph en sí.
Al final ganó Toph.
A regañadientes, Kai la acompañó a la biblioteca, abierta ahora hasta las diez de la noche gracias a la presión de los alumnos empezando evaluaciones finales: según Kalea, Mei seguía ahí desde un buen rato y ahí estaba cuando llegaron.
Toph tuvo la prudencia de acercarse primero, completamente sola mientras Kai esperaba detrás del estante junto a la mesa en la que ella se encontraba.
— ¿Que haces aquí? - Preguntó Toph con un tono más suave que el que solía usar normalmente - Quiero decir, sola.
— No es nada - Mintió Mei - Estoy... Toph, ¿qué tanto sabes de Alba Dorada?
— ¿Qué te interesa saber?
— Kai ha tenido parejas antes, ¿no?
— Obvio.
— Es que... hoy intenté... ya sabes, decirle que me gusta, pero él solo...
— ¿Se puso nervioso y huyó, verdad?
Mei asintió, bloqueando su teléfono, donde estaba leyendo algún artículo de la página de Alba Dorada.
— ¿No salió bien? Me refiero a lo de Kai, en el pasado.
— Con Kai, hay muchas cosas que no han salido bien - Reconoció Toph, riendo por lo bajo - Pero eso nunca lo ha detenido a él y a otras personas de intentarlo. De todos modos, creo que lo mejor es que él mismo te explique lo que ocurre.
Esa era su señal de entrada.
Kai dio un paso al frente, con los dedos de las manos cruzados entre sí y la mirada baja, incómodo.
— No es necesario que... - Empezó a excusarlo Mei - Quizá yo solamente...
— No - Interrumpió Kai - Sí es necesario: no debí reaccionar así, merecías al menos una explicación y eso, pero solamente me puse nervioso y salí corriendo. No estuvo bien, ¿verdad? - Preguntó de manera retórica para después seguir hablando - Y creo que lo menos que te debo es una explicación.
— No me debes una explicación - Insistió Mei - Si yo no te gusto, eso es todo. No hace falta...
— Mei, si me sigues interrumpiendo voy a explotar o algo. Eres una persona muy especial, brillante y...
— ¡Pero no te gusto!
Kai decidió tomar asiento. Esto iba a tardar.
Toph los observaba ahora desde un segundo plano, dejándolos hablar pero pendiente para cuando acabasen: no tardaron mucho, de hecho. Toph ya sabía la razón del rechazo: Natalia. No dijo nada, satisfecha en el instante que Kai dijo "no quiero, tengo novia", seguido del "no es que no seas una persona atractiva, pero en este momento, estoy con alguien más" y otras frases por el estilo.
Al final, ambos: Mei y Kai, se abrazaron desde donde estaban y al menos uno de los dos estaba lagrimeando, pero poco importaba quién.
— Oye... te quiero, ¿vale? - Murmuró Kai - Eres importante para Alba Dorada y más importante: para mí. No quiero que esto nos afecte, pero si necesitas tiempo...
— Me tomaré mi tiempo después de arrestar al Caleidoscopio - Contestó ella - Y de pasar el semestre también. No tengo tiempo de ponerme triste, ¿va?
— Anda.
Toph se acercó a sus amigos, lista para acompañarlos a la salida.
— Eso me recuerda - Mencionó Kai - Nessa dijo que le urge nuestra ayuda: dijo que el Nightstalker la sigue jodiendo, pero esta vez...
— Nos siguió hasta Coatepec - Completó Mei - También lo vi.
— Podrá ser odiosa, pero deberíamos ayudarla - Añadió Toph - Se supone que no tenemos prejuicios al ayudar, ¿no?
Kai se rascó la cabeza con los ojos cerrados, lamentándose por el día en el que había ayudado a redactar los principios éticos y morales de Alba Dorada.
— Sí, sí, sí - Aceptó el chico, frustrado - Pero no voy a ayudar a nadie sin haber comido. ¿A dónde vamos?
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