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T3E08: Pueblo chico, infierno grande


El tiempo no había ayudado en nada para que Nessa recuperase la cordura: cada día que pasaba sin comprender a ciencia cierta lo que había ocurrido la noche de esa fiesta de bienvenida, era un día repleto de paranoia e histeria en niveles alarmantes, incluso para Nessa.

Por eso no fue ninguna sorpresa cuando terminó gritando a todo pulmón en clases de Español con el profesor Davriel. Tras ser impasiblemente corregida dos veces por el apasionado profesor, Nessa terminó explotando, rodeada de sus compañeros, quienes la observaron vociferar:

— ¡No puede ser así! ¡¿No se da cuenta de lo anticuado que es esto?! ¡Los marcadores de género no son algo en lo que la RAE decida!

— Es muy pretencioso querer decirle a todo el mundo cómo hablar, ¿no? - Señaló Kai, echándole más leña al fuego.

— ¿Ve? ¡No soy la única persona que lo entiende!

— No estaba defendiendo tu opinión - La corrigió Kai - La evolución de la lengua es un proceso largo y natural que no puede forzarse artificialmente. Por más que queramos romper la gramática para imponerla, la gran mayoría se negará a acatar el nuevo mandato. Muchas veces, la RAE lo ha intentado y nadie le hizo caso, así que... ¿por qué te harían caso con el rollo de los pronombres?

— Si la mayoría de la sociedad acepta el cambio, la RAE lo reconoce - Complementó Davriel - Ellos no imponen ni esclavizan el libre lenguaje. Solamente definen con reglas lo que ya existe y se habla. No...

— ¡¿No es más fácil admitir que no respeta al LGBT ni a la identidad del resto?! - Vociferó Nessa, sin darse cuenta de que una o dos personas ya la estaban grabando - Maldito homofóbico, transfóbico... ¡Usted no debería de dar clases!

— ¿Alguien más piensa como ella? - Preguntó el profesor Davriel, viendo un público expectante en sus alumnos - Porque si son mayoría, les doy chance de levantarme una denuncia en recursos humanos ahora mismo, hacerme pedir disculpas en público y todo eso.

Nadie más contestó.

— ¿No me van a apoyar? - Chilló Nessa, volteando a ver a sus compañeros - ¡Podemos sentar un precedente!

— ¿No crees que esto está yendo muy lejos? - Le susurró Kai a Nessa en voz baja, intentando disuadirla de hacer algo más estúpido.

— ¡Cállate Kato! ¡Solo cállate! ¿No puedes apoyarme al menos una vez? ¿Eh?

— Nessa... - Musitó Kalea, sentada al lado de la histérica chica - ¿Por qué le dijiste Kato?

Nessa abrió los ojos hasta casi desaparecerle los párpados y sus pupilas se achicaron. Ya no podía decir nada y le era casi imposible respirar con normalidad. Entonces, el profesor Davriel decidió volver a intervenir.

— Habría tolerado que me insultes a mí - Reconoció Davriel - Pasa al menos una vez por semestre siempre que vemos género y pronombres en esta materia. Usualmente, dejan esta materia por su cuenta, pero creo que, debido a tu agresividad, no solo con personal docente sino con un compañero... - Dijo tranquilamente Davriel mientras escribía algo en un papel de su escritorio, hablando al mismo ritmo al que escribía - Quizá lo mejor sea que suspendas el primer parcial. Si decides volver para el segundo, serás evaluada solo con eso, ¿está bien? Ve a casa a descansar o algo. El módulo de atención psicológica está siempre abierto.

— Usted... rata asquerosa y...

— La puerta está por allá - Señaló Davriel ante su cautiva audiencia.

Nessa enfureció, pero en vez de canalizar su ira contra el profesor o sus compañeros, decidió arrojar sus cosas al interior de la mochila, embutiéndolas a como podía. Cuando la tomó para irse, la jaloneó un poco, sin darse cuenta de que se había atorado en una esquina del banco en el que estaba sentada antes de aquella discusión. Terminó jalando tan fuerte que se escuchó con claridad cómo la mochila se rasgaba.

Aun más irritada, volvió sobre sus pasos para desenganchar la mochila antes de largarse del aula. Para ese entonces, ni siquiera se molestó en azotar la puerta.

— Sí bueno... ¿siguiente tema? - Preguntó Davriel, como si ese suceso nunca hubiese ocurrido.

Ya había pasado más de una semana y Mei decidió que no podía esperar. Nora difícilmente contestaba sus llamadas y Kai empezaba a evadirla en la facultad, por lo que se volvió angustiante intentar saber lo que estaba ocurriendo.

Harta como estaba, caminó a través de varias calles, probablemente malgastando su tarde libre de la semana en ir a buscar a Kai en lugar de salir con otras amigas. Con el invierno llegando a su fin, al menos podría llegar al edificio donde él y Toph vivían sin cubrirse con diez abrigos y bufandas.

En el camino, Mei se quedó pensando: ¿Qué había sido tan malo para que tantas personas quisieran la cabeza de Kai adornando su escritorio? Aunque de vez en cuándo el chico se animaba a explicar cosas de su pasado, la verdad es que eran algo vagas e incluso llegaban a parecer inverosímiles. Sin embargo, Toph le creía casi ciegamente, argumentando haber sido testigo de eso y más.

Y luego estaban los chaquetas rojas de la carretera, El Cazador incluido. En momentos como estos, Mei tan solo podía preguntarse en qué estaba pensando cuando aceptó entrar a Alba Dorada.

Ahora, de pie ante el edificio de Kai, ya muy tarde para darse media vuelta, decidió travesar el umbral y subir las escaleras.

Pudo darse cuenta de que Kai estaba adentro mucho antes de haberse asomado a la habitación, cuya puerta estaba abierta de par en par y, por lo que Mei pudo deducir, Toph estaba con él, con una voz tenue y casi imperceptible.

Mei tocó la puerta, más por amabilidad que por necesidad. Toph la vio en la puerta y tras intercambiar miradas con Kai, parecieron decidir que no había problema alguno con recibir visitas.

— ¿Qué pasa? - Preguntó Kai mientras observaba un cuadro lleno de fotos y diagramas dibujados con tachuelas.

— Creo que me debes una explicación, Kai - Reclamó Mei - ¡Y además..:!

— Tienes razón - Admitió el chico - Fue grosero ignorarte esta última semana y no tengo excusa. Lo que tengo es tiempo disponible para explicarte. ¿Quieres agua o algo así?

Mei quedó pasmada en su sitio, con el índice aún levantado, preguntándose el motivo por el que Kai había cedido tan fácil. Toph los observaba a ambos ahora, habiendo relevado a Kai de su labor, contemplando ella ahora las fotos del muro, como si estuviesen intentando buscar un patrón invisible o estuviesen jugando al sudoku: estaba tan concentrada que casi se veía el sufrimiento en su rostro, producto de pensar de más.

— No he sido un santo - Empezó Kai - Ya lo sabes, ¿no? Sabes lo del sitio a La Ciudad, lo de que solía ser el líder de Alba Dorada. Sabes que hice muchos enemigos cuando decidí perseguir a Zeta, pero no sabes a qué grado han llegado.

— En su momento, Zeta, líder del extinto Quincunce, logró manipularme - Dijo Kai, pensativo - Se acercó a mí en su identidad civil y me convenció de que estaba haciendo lo correcto al deshacerme de todos sus otros rivales, todos los que, como yo, estaban tratando de hacer lo correcto y desenmascararlo. Me hizo creer que él estaba conmigo en esto de perseguir a Zeta, me hizo creer que mis posibles aliados eran sus sicarios... poco a poco y sin querer, manché mis manos y causé más daño del que arreglé en primer lugar".

Mei podía verlo en los ojos de Kai. El chico ni siquiera podía verla a los ojos y Toph incluso había dejado de analizar el muro para voltear a ver a su amigo.

— Al final, muchos damnificados terminaron uniéndose al Quincunce de Zeta para salvarse a sí mismos. El odio dio paso a más odio y la violencia, a más violencia - Narró Kai - Y cuando menos lo esperábamos, pudimos atrapar a Zeta. Sin su verdugo, los sobrevivientes, otrora esclavos del tirano, decidieron hacer justicia por mano propia. 

— Y entonces casi cae Alba Dorada - Complementó Toph, posando una de sus pequeñas manos sobre el hombro de Kai, quien se había sentado hacía casi un minuto.

— Y entonces caí yo - Cerró él. No siguió hablando después de eso.

— Se sigue culpando por todo eso - Se aventuró a explicar Toph - Sabe que no fue su culpa pero... bueno, no es algo que se supere de la noche a la mañana, ¿verdad?

— Ya se cumplieron tres años - Mencionó Kai - Tres años desde que él empezó a manipularme y le creí.

— Y ahora tenemos problemas más serios - Lo apremió la chica, quien bajo la atenta mirada de Mei, señaló de nuevo el cuadro retacado de fotos, ligas y tachuelas - Hasta que no sepamos quién es...

— Es que sé quién es y sé lo que quiere - Admitió Kai, rindiéndose - Se llama Julieta. Su nombre de criminal es "Caleidoscopio" y fue capaz de envenenar a un menor de edad tan sólo para saber dónde encontrarme. Drogó a Nessa y Hanna para llamar mi atención, torturó a Toph en mi cara para sonsacarme la ubicación de una prisión de Alba Dorada... Sé exactamente de lo que es capaz y también sé lo difícil que será encontrarla si no quiere que la encuentren.

— ¿Cómo es que la conoces? - Quiso saber Mei.

— Antes, solíamos ser mejores amigos. Un día, su vida fue arruinada por el Quincunce sin saberlo y se desquitó conmigo. Yo no lo sabía y tampoco quise escucharla, yo...

— Sabes que no es así como ocurrió - Lo interrumpió Toph - Ella te maltrató, quiso volver como si nada, la rechazaste y terminó uniéndose al Quincunce. El resto es historia.

— Pude haber estado más pendiente de ella. Era mi mejor amiga, ¿no?

Mei y Toph se sentían incapaces de retirarle la mirada a Kai, aunque tampoco querían seguir viéndolo. Mei pudo intuir que la otra chica era consciente de todo eso desde el inicio, pero cuando era Kai el que describía los sucesos en vez de ellas experimentarlos, de algún modo sonaba incluso peor.

— ¿Y no piensas hacer nada más? - Soltó finalmente Mei, diciendo lo que llevaba un buen rato intentando expresar.

— No puedo hacer nada más. Solo nos queda esperar a que salga e intentar atraparla.

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