T3E05: Bienvenida, Parte 3
Ya teniéndolo enfrente, hablando por casi una hora entera de no sé cuál videojuego, a Kalea le parecía cada vez más cansino ese chico. Era bonito, sus lentes hacían juego con su chaqueta negra y su cabello, que en conjunto, lo hacían lucir como fuckboy. Sin embargo, fuera de eso, parecía ser solo un estúpido.
A varias mesas de distancia, frente a la barra de bebidas, Khanna parecía estarse besando con alguien que ella no reconoció; Kai y su amiga de la facultad de idiomas aun no se habían apartado de la banca en la que se habían sentado, demasiado ensimismados en su conversación para siquiera intentar salir a bailar o algo.
Y ahí estaba ella, viendo cómo su cita de la fiesta de bienvenida se ofrecía a irse por unos tragos en cuanto Kalea se ofreció a leerle su carta astral de inicio a fin.
Pero bueno, eso era demasiado típico de acuario.
Kalea no habría tenido problema si ese chico la dejaba plantada y desaparecía de la fiesta, pero cuando lo vio morreándose con una alta y despampanante chica de cuarto curso que traía vestido rojo, cabello rubio y probablemente, pechos del tamaño de la cara de Kalea.
Harta de tener que lidiar con estúpidos como ese desde que iba en secundaria, Kalea buscó un lugar más o menos solitario para esconderse y llorar, pero todos parecían estar repletos de gente charlando por lo bajo o besuqueándose (y no solo en la boca).
El profesor Davriel se encontraba cerca de la barra de bebidas, viendo a un grupo de chicos (que englobaba a casi todos los varones de la facultad), pero no quería arriesgarse a ser vista llorando, por lo que al final, optó por dejarse caer detrás de unos arbustos y empezar a derramar sus lágrimas mientras se cubría la cara con ambas manos.
Entonces, Kalea escuchó pisadas cerca de ella y enmudeció repentinamente, nada acostumbrada a tener público mientras se ponía a llorar.
— ¿Estás bien? - Preguntó alguien, una chica, a juzgar por su voz. Su tono era bastante dulce y por lo que Kalea pudo intuir, se había arrodillado enfrente o a un lado de ella.
— Mjm - Balbuceó ella - Estoy bien, no tienes que quedarte.
Más ruidos de gente sentándose en la hierba. ¡Justo lo que quería! Más público, más gente viéndola.
Tan pronto como se atrevió a abrir los ojos, se dio cuenta de una constante en aquellas personas: todas eran mujeres, estudiantes de entre dieciocho y veintidós. Ninguna la veía directamente a los ojos y aunque a la mayoría no las conocía, sí que las caras de una o dos le sonaban de algo.
— Soy Cane - Se presentó la primera en hablarle, la de la voz dulce, que además, lucía extrañamente oriental, pero de tez blanquecina y una boca bastante pequeña.
— Soy Nara - Saludó despreocupadamente una chica de cabello relativamente corto y un poco ondulado, que traía puestos lentes de marco redondo.
— Soy Xany - Se presentó otra, morena, con una sonrisa cordial y cabello que le cubría apenas las orejas, sin llegar al hombro siquiera.
— Mejillas - Se presentó una chica con el cabello aún más corto que las anteriores, rasgos andróginos y actitud ansiosa.
— Y Ghandi - Saludó otra, con el cabello recogido en una cola de caballo, gafas colgando del cuello y haciendo el signo de paz con una mano.
Ellas se veían bastante alegres, aunque también se veían al menos un poco preocupada por lo que le ocurriese.
— ¿En serio estás bien? - Quiso saber Cane, ofreciéndole una mano, en sentido literal.
— Un chico... de sexto curso. Me dejó plantada y lo vi besándose con una rubia bonita con...
— Vestido rojo, ¿no? Sí, era Azafrán. Cuando sepa que él traía cita, lo dejará plantado. No es mala persona - Aseguró Mejillas.
— ¿Cómo me encontraron? - Preguntó Kalea - Pensé que nadie me vería aquí.
— Es que ese señor, Maestro Cantor, estaba viendo demasiado en esta dirección y... bueno, quisimos asomarnos - Respondió Xany,
— Ah.
— Puta mierda - Maldijo Nessa, pateando una lata vacía en el tercer piso del edificio de la facultad.
Maya no le había hecho caso. ¿Por qué lo haría? Ella no era precisamente la más relevante. Tampoco particularmente bonita. Por lo que sabía, ni siquiera era agradable, casi todos en el curso tendían a ignorarla.
Tras dedicarse todo el primer semestre a demostrarse como una apática de mierda, Nessa había tenido poquísimos momentos de genuino arrepentimiento, pero este era uno de esos. La chica bonita ni siquiera la había escuchado y si lo había hecho, entonces había optado por ignorarla adrede.
Además, estaba segura de que Kai la toleraba solo por compromiso. Lo peor es que usualmente no le importaría, al contrario, estaría feliz de que todo el mundo se acoplaba a su voluntad. Sin embargo, Nessa tenía sus momentos de lucidez, donde realmente se sentía mal por ser así. Se sentía mal por maltratarlo porque le recordaba a Kato, sobre todo porque él le había hecho prometer alguna vez, los últimos días antes de morirse, que iba a ser una buena chica estuviese él o no en su vida.
Y sin embargo, aquí estaba.
Se escuchó un golpe seco al interior de un aula, como si hubiesen tirado al piso una caja llena de libros. Nessa se volvió sobre su espalda, asustada y en alerta: una chica con el cabello pintado de un verde chicle estaba inconsciente en el piso. Justo antes de pensar en ir a buscar a alguien para avisarle, la reconoció: Era Hanna.
— ¿Estás bien? - Preguntó Nessa, sin saber bien qué hacer; ni se acercó a Hanna enseguida ni salió corriendo por ayuda.
Había alguien más con ella, Nessa pudo verlo cuando los ojos de Hanna primero voltearon a ver a Nessa y después a alguien al interior del aula.
Dando un rápido paso hacia atrás, pero intentando dominar su miedo al mismo tiempo, Nessa pudo verlo. Su traje le cubría el cuerpo por completo; era de color negro, se veía un extraño relieve en las partes no planas (que eran pocas) y un casco semejante al de los motociclistas con un visor cuya silueta estaba llena de ángulos redondeados le tapaba la cabeza. Las líneas que separaban las partes listas y las que tenían relieve en el traje eran purpúreas y por extraño que pareciese, parecían brillar un poco.
— ¿Qué eres? ¡Aléjate o voy a gritar!
El desconocido levantó ambas manos, como si se rindiera. Sin embargo, una pequeña ampolla salió volando de alguna parte de su traje hacia Nessa, rompiéndose en el suelo, con su vapor subiendo hasta que, inevitablemente, Nessa lo respiró.
A sabiendas de que el cloroformo no funcionaba como en las películas, Nessa se sorprendió al experimentar mareo instantáneo. Intentó meter las manos entre ella y el desconocido del traje oscuro, pero solo consiguió perder el equilibrio. Consiguió recargarse en una pared y entonces, cientos de pequeñas lucecitas se encendieron en el traje, cegándola y moviéndose en patrones dignos de provocarle un ataque epiléptico a cualquiera.
Las luces se apagaron después de pocos segundos. Nessa, cegada y sin fuerzas para permanecer de pie por mucho tiempo, cayó de espaldas, golpeándose la cabeza. Tardaría en recuperar la conciencia después de eso.
La alerta sonó hacía un minuto, pero les costó encontrar un lugar aislado para revisar. En cuanto lograron encontrar un aula vacía y sin candado, se metieron al mismo tiempo, confiando en que ni el profesor Davriel ni otros profesores los vieran.
— Es Nora.
Toph resopló.
— Entonces no podremos estar en paz hoy.
— Pues, no hacíamos mucho, ¿no?
Toph volvió a resoplar.
— Ya, ¿Qué dice Nora?
Kai leyó: "Un desconocido entró a la facultad. Ya atacó a dos personas. Está en el edificio de Letras".
— ¿Trajiste algún arma? - Preguntó Kai al terminar de leer. Toph negó con la cabeza. Kai tampoco había llevado nada para defenderse, así que tendrían que improvisar.
— Espero que no sea otro psicópata como...
"Como Nathan", pensó Kai. La preocupación de Toph no era para menos: ese chico había estado cerca de matarlo a finales del curso pasado.
— No creo, solo...
Nora envió una imagen adjunta al teléfono de Kai, quien quedó pasmado. El infiltrado vestía un traje ajustado, de color negro con líneas púrpura por todo el cuerpo y traía un casco puesto. Cuando Nora mandó una segunda fotografía, la persona del traje estaba brillando, como si decenas de focos de colores se hubiesen encendido en su cuerpo.
— ¿Conoces al hombre foco? - Quiso saber Toph, viendo las imágenes.
No hubo una respuesta inmediata. Aunque Kai evadió la pregunta, para Toph era obvio.
— Anda ya, vamos.
Ambos subieron rápidamente las escaleras del edificio de letras, ya sin importarles si estaban haciendo ruido o no: si el intruso quería escaparse, tendría que saltar al menos de un segundo piso.
— ¿Alguna vez vamos a pelearnos con alguien que no haya querido matarte antes? - Reclamó Toph.
— No creo - Contestó Kai, algo irritado - La mitad de los enemigos de Alba Dorada me odian específicamente a mí.
Tan pronto como llegaron al pasillo del tercer piso, vieron el cuerpo de Nessa tirado a un lado. Toph se dio la vuelta y vio el cuerpo de una chica con el cabello teñido de verde.
— Kai...
— Sí, ya lo vi.
Toph dio la vuelta para ver al mismo sitio al que apuntaba su amigo. Ahí estaba, con su uniforme negro, casco liso y totalmente opaco. Extendió uno de sus brazos y disparó una ampolleta de vidrio contra él, pero de un manotazo al aire, consiguió apartarla.
Al ver que la ampolleta se reventaba y un gas extraño salía de ella, Toph tomó instintivamente la mano de Kai, lista para que salieran corriendo.
— ¿Siguen vivas? - Preguntó él al desconocido del traje, refiriéndose a Hanna y Nessa.
Solamente asintió.
— Lárgate antes de que los agentes de Alba Dorada rodeen este sitio.
— No - Pronunció finalmente el desconocido. Como era de esperarse, tenía un filtro de voz puesto - Vine a atraparte y no me iré de esta ciudad sin llevarte conmigo. Vivo o muerto.
— Me temo que...
El del traje negro accionó otro disparador de una de sus muñecas, pero esta vez, lo que salió no fue una ampolleta de vidrio, sino un pequeño chorro de líquido transparente que le dio de lleno en la cara a Kai.
— ¡¿QUÉ LE ECHASTE?! - Chilló Toph, malgastando esas valiosas milésimas de segundo en reclamar en vez de huir. Antes de reaccionar más rápido, Toph recibió otra descarga de líquido.
Más preocupada por el estado de Kai que por el suyo, Toph se dio la vuelta para comprobar si estaba o no bien, cogiendo su cabeza para poder verlo a la cara. Sin embargo, cuando comenzó a deformarse el rostro de Kai y los colores del mundo empezaron a cambiar lentamente, ella supo que estaba perdida.
Cuando el desconocido encendió las decenas de luces de colores de su traje, Toph cerró los ojos: seguía viendo las luces con los ojos cerrados.
Después, perdió el conocimiento.
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