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T3E02: No hay piedad


Khanna aún tenía en la cabeza esa pregunta: ¿a dónde había ido Kai en vacaciones y por qué se mostraba tan evasivo?

Era ya miércoles pasado el mediodía: afortunadamente, miércoles y viernes saldrían temprano en su grupo, por lo que antes de las dos de la tarde, ya estaban fuera. Tras ir al baño a lavarse las manos y verse al espejo por un rato, decidió que ya era hora de irse a casa para procrastinar el resto del día: sin embargo, le pareció ver a alguien escondiéndose detrás de un arbusto alto al lado de los baños, de donde ella venía.

Pestañeó un par de veces, convencida de que había sido idea suya. Sin embargo, mientras se alejaba de ahí, no podía evitar sentirse observada.

Aún para el jueves por la tarde, Khanna seguía sintiendo que alguien la seguía todo el tiempo; en cuanto se lo comentó a Kai, cuyos pensamientos parecían estar muy lejos de Xalapa en ese instante.

— ¿Uh? - Balbuceó él cuando Khanna repitió el comentario.

— Te decía que siento que me están siguiendo - Repitió nuevamente Khanna.

— ¿Quiénes?

— Preguntas como si tuviese idea - Bufó Khanna.

Ambos estaban acomodando la habitación oculta en la biblioteca para acondicionarla: poco más faltaba antes de que se fuesen a sus casas (el resto de las chicas ya se había ido) y Khanna quería aprovechar ese tiempo con él para decirle. Sin embargo, parecía ser un esfuerzo inútil.

— Veré qué puedo hacer, ¿vale? - Aseguró Kai: en circunstancias normales, ella no le habría creído, pensando más bien que la tiró a loca, pero por primera vez durante aquella infructífera conversación, volteó a verla a los ojos al responderle.

— Sí, gracias... creo que ya terminamos por hoy, ¿no te parece?

Kai asintió.

— Anda, tenemos que ir a casa.

Tan pronto como Kai se fue por su lado, Khanna volvió a sentir que la estaban siguiendo. ¿Se estaba volviendo loca acaso? Sin embargo, no pasó ni medio minuto hasta que a su teléfono llegó un mensaje de Kai, diciéndole que en efecto, la estaban siguiendo. Kai le pidió que buscase un lugar público y con más gente alrededor y le avisase al llegar ahí.

Caminando lo más rápido que pudo sin correr, Khanna llegó a la cafetería y buscó una cara conocida: Jorge, el chico con el que en ocasiones anteriores había hablado, era la única opción real.

— ¿Estás bien? - Quiso saber el chico al verla tan agitada.

A Khanna le llegó un nuevo mensaje: ponía "Ya sé quien es". Uno más llegó justo después. Ponía una fotografía tomada a la carrera, pero Khanna pudo reconocerlo enseguida: Era ese Yamal, el que se copió de su trabajo en primer curso. Estaba expulsado, ¡ni siquiera debería poder entrar a la facultad!

— Por favor no te me separes - Pidió Khanna, sin darse cuenta de lo rara que podría sonar su petición.

Casi de inmediato, otro chico, ese molesto enano que la había exasperado también el semestre pasado, se les acercó.

— Daniel, no es el maldito momento - Le alzó la voz Jorge tan pronto como lo vio acercarse a Khanna y, volviéndose hacia ella nuevamente, preguntó si quería que alguien la acompañase a casa o algo por el estilo.

— Sí, sería de mucha ayuda.

Jorge le llamó por teléfono a alguien que Khanna no supo identificar: en menos de cinco minutos, una chica de tez blanca, con cabello apenas ondulado, lentes redondos y una especie de maleta-bolsa al hombro, donde probablemente llevaba sus cosas a la escuela.

— Hola, soy Nara - Saludó aquella chica - Me dice Jorge que necesitas que te acompañen a casa. Aquí estoy.

Aquella chica se veía bastante relajada, quizá un año mayor que el resto, pero de todos modos, más joven que Khanna; ante la perspectiva de que una chica más joven que ella fuese su acompañante y protectora, Julia se desanimó un poco, aunque esa jovencita tan entusiasta y animosa no parecía tan fácil de atacar. Khanna ya la había visto en letras, pero además, parecía llevar material de dibujo asomándose de su maleta.

— Hola, soy Khanna. Eh... ¿tienes algo más que hacer o ya estás lista para irnos?

— Estábamos pintando a un cuarentón desnudo que se hace llamar Maestro Cantor, pero creo que esto importaba más - Reconoció Nara - Anda, vamos.

Khanna tan solo alcanzó a voltear a ver a Jorge, agradeciéndole con señales y gestos faciales antes de cruzar el umbral de la facultad, tras Nara.

Mei llevaba ahí plantada varios minutos, pensando en si sería o no buena idea entrar.

El edificio era imponente, eso sí, aunque daba la sensación de estar parcialmente desocupado. Aun así, ocupado o no, era el que la aplicación de GPS indicaba como la sede de Alba Dorada en Xalapa.

De repente, la puerta se abrió: dos hombres con uniformes en negro y dorado salieron del edificio y se le quedaron viendo a Mei, quien dudó por una fracción de segundo si salir corriendo o no, aunque le daba la impresión de que hiciese lo que hiciese, la iban a atrapar, así que decidió simplemente guardar sus energías para después.

— Acompáñenos - Solicitó uno de ellos, más como orden que como simple petición. 

Tragando saliva, Mei se dejó conducir por aquellos hombres armados al interior del edificio. que pronto descubrió, estaba en perfectas condiciones por dentro: el decorado era casi inexistente, todo estaba dispuesto de manera práctica, empezando por los asientos en la recepción, antes del cubículo donde una secretaria estaba sentada frente a la entrada.

Había otros pasillos en la planta baja, claro, aunque no había mucho que ver desde donde ella estaba. Sin embargo, lo que más le preocupaba (por encima de su extrema curiosidad y ganas de incordiar a sus escoltas con mil preguntas sobre el lugar) era a dónde la llevaban y por qué.

Mei supuso que no tendría permitido coger el teléfono para avisarle a alguien en dónde estaba, por lo que ni siquiera intentó sacarlo de su bolsillo, arriesgándose a que se lo quitasen.

Cuando llegaron al elevador junto a las escaleras de servicio del edificio, uno de sus escoltas pulsó el botón que llevaba al quinto piso del edificio: abriéndose las puertas ahí tras varios segundos de silencio incómodo en el elevador, los tres salieron a un piso lleno en el que, justo frente al elevador había un módulo para hacer trámites, pero los guardias no la llevaban ahí, sino que doblaron a la derecha hasta una oficina que ponía "Dirección General".

— Debe haber un error - Intentó excusarse Mei, aunque sus escoltas fingieron no escucharla y aunque aun no le habían puesto un dedo encima, ella sabía que más le valía seguir caminando. 

Los escoltas no atravesaron la puerta con ella: al interior de ese despacho repleto de estantes con libros y sin apenas un lugar que no estuviese atestado de cosas, había una chica bastante joven del otro lado del escritorio. Era rubia aunque varios mechones de su cabello estaban un poco más oscuros, aunque sin llegar a castaño. La chica era de tez blanca, apenas con algo de tonalidad, facciones estilizadas y con un porte bastante imponente. Sin embargo, lo primero que notó Mei fueron sus gafas, rectangulares, de bordes redondeados y con el marco color lila.

Y frente al escritorio, en uno de los dos asientos frente a aquella chica, estaba Kai, desparramado sobre el asiento mientras volteaba a ver a Mei sin mover la cabeza en lo más mínimo. 

— Hola - Saludó Kai a secas, como si no tuviese que explicar qué hacía él ahí - Te presento a Nora Vera. Es algo así como mi socia o algo así, pero creo que llamarla mi jefa es más cercano a la verdad. Nora, es ella de quien te hablé.

Mei supo que ese era el momento en el que ella se sentaba en el asiento vacío.

— ¿Y qué opinas de Kai ahora? - Preguntó Kalea, quien, junto a Nessa, estaba limpiando un poco el nuevo escondite de la biblioteca.

Nessa se encogió de hombros: según la experiencia de Kalea, eso podía significar dos cosas; o bien le daba igual o lo odiaba tanto que expresarse libremente sobre Kai frente a ella iba a resultar demasiado agresivo teniendo en cuenta que Kalea no lo odiaba ni nada por el estilo.

— No entiendo. 

— Es que... sabes, nunca podremos confiar del todo en un hombre, ¿me entiendes? Además, evade preguntas tan simples como "¿a dónde fuiste en vacaciones?". ¿Cómo espera que confíe en él si no quiere hablar de su vida con nosotras?

— Pero... una vez iba a hablar sobre cómo le fue y lo callaste porque decías que a nadie le interesaba... y se fue de la mesa. 

— Sí pero ahí nadie le preguntó. Tiene esa mala costumbre de hablar sin que se lo pidan, ¿sabes? 

— No me había dado cuenta - Contestó Kalea intentando no parecer demasiado interesada en la conversación pero al mismo tiempo, sin sonar despectiva o grosera para no ofender a Nessa, quien en ese momento estaba pasándole la franela a una ventana. 

— Y además, no viene a diario a ayudar. 

— Y tú tampoco - Se atrevió a señalar Kalea, harta de aquella conversación que parecía haberse vuelto un discurso atacando a Kai. 

— Sí, pero Kai es el hombre. Él debería estar ayudando aquí. 

Kalea se abstuvo de señalar que aquél comentario habría sido imperdonable si un chico lo dijese en lugar de Nessa, pero pensó también que señalarlo sería como firmar una sentencia de muerte sobre sí misma.

— Sí, eso... debería estar ayudando aquí - Repitió Kalea con ironía, esperando que Nessa no se diese cuenta. 

— ¡Exacto! Tú sí me entiendes, Kale. 

— Queríamos proceder sin involucrar a tantas personas, pero Kai me comentó que estuviste con él durante un... incidente. 

— El semestre pasado - Recordó Mei - En la carretera, el campamento de narcos, ellos... 

— Ellos no eran narcos - Interrumpió Nora solemnemente, con la mirada un poco perdida - Eran malasangres. No vendían droga ni la producían y aún ahora que lo hacen, no es ni de cerca su actividad principal. ¿Quieres saber a lo que se están dedicando, Mei? 

Kai intentó disuadir a su conocida negando con la cabeza, pero Nora hizo caso omiso. Al no contestar Mei, Nora tomó aire y continuó su discurso.

— Trata de personas, vivas o muertas y con los propósitos que se te ocurran: prostitución forzada, venta y cultivo de órganos, matrimonios forzados, servidumbre en medio oriente... con lo que ganan, financian sus actos terroristas y sacan a sus amigos de prisión pagando fianzas por delitos menores. 

Mei estaba pasmada desde que Nora había empezado a hablar: tras conocer a grandes rasgos los horrores de La Ciudad, desde el oscurantismo de cuando el mafioso Zeta y su organización Quincunce controlaban a medio mundo hasta el famoso asedio a La Ciudad, en donde malasangres y Alba Dorada pelearon, los primeros por el control, los segundos, por su supervivencia.

Después de todo eso, los tratantes de personas parecían ser tan solo la cereza del pastel, pero aun así...

— Queremos reclutarte. Sabes demasiado y has sobrevivido a un encuentro con los malasangres, que es más de lo que muchos civiles normales pueden presumir - Explicó Nora - Tendrías prestaciones básicas, un salario y tu propia identificación. También tendrás chances de obtener una beca si aceptas.

Realmente, Mei se imaginaba que una oferta así estaba hecha para que no pudiese rechazarla. Lo peor es que funcionaba.

— ¿Qué tendría que hacer? 

— Esa es la mejor parte - Intervino Kai - Nada en absoluto: si algo ocurre en la facultad, das el aviso con tu comunicador y si quieres vas a asomarte, pero fuera de eso... bueno, no tienes un arma propia, así que no estás obligada a pelear contra nadie. Serás una agente de campo recién reclutada.

Mei recordó cuando Kai se desapareció una noche y fue a pelearse contra El Cazador en el lago de Xalapa. Toph tenía varias armas de Alba Dorada guardadas, sin contar los comunicadores.

— Ya trabajabas con ellos desde antes, ¿no? - Quiso saber Mei, atando cabos. 

Él asintió, quitado de la pena.

— Anda, acepta o tendrán que vigilarte todo el tiempo y si se te escapa decirle a alguien, te procesarán y eso. Sería difícil explicarle a tus padres que te van a reubicar a Tangamandapio o algo por el estilo.

La verdad, Mei se estaba haciendo de rogar, pero aquella oferta era imposible de rechazar (en el sentido literal de la palabra). Tras fingir que se lo pensaba por unos breves segundos, Mei aceptó.

— ¿En dónde firmo? - Preguntó. 

La jefa Nora sacó una carpeta de abajo de su mesa, probablemente de un cajón del escritorio y, tras coger un bolígrafo, se los ofreció a Mei.

— Tómate tu tiempo para leerlo, si gustas. 

Mei no lo hizo, simplemente firmó y le dieron una credencial plastificada: según Nora, en unos días le llegaría un uniforme de Alba Dorada y eso sería todo.

Mientras se dirigían a la salida, una vez salieron del elevador y estaban por atravesar la puerta, decidió voltear con Kai y la primera pregunta que le hizo, sorprendentemente no era la más importante, ni de cerca.

— ¿Qué hacías aquí antes de que yo viniera? 

Kai apartó su mirada de Mei antes de contestarle. Ahora que ya caminaban a plena calle, decidió contestarle antes de que repitiera su pregunta:

— ¿Recuerdas a Yamal? Sigue acosando a Khanna. Lo malo es que hoy que lo vimos...

Kai sacó su teléfono para mostrarle una fotografía de Yamal en la que el sujeto traía al cuello un inconfundible colgante de colmillo en color blanco.

— No tengo más pruebas, pero creo... 

— Se unió a los malasangres - Reconoció Mei. 

Ahora que lo entendía mejor, Mei tenía bastantes ganas de devolver su credencial, romper el contrato y rechazar el uniforme. Sin embargo, otra parte de ella parecía haberse contagiado por la adrenalina de Kai al enfrentarse a los problemas. Sabía que era riesgoso, pero eso solamente la hacía desearlo más.

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