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T3E01: Regreso a casa


A primera hora de la mañana y sin avisarle a nadie, Kai llegó a Xalapa.

Ya vestido para su día de escuela y con la mochila sospechosamente preparada, no llegó siquiera al departamento que compartía con Toph, quien toda la noche anterior quedó esperando a que el chico llegase a casa. Sin embargo, él no lo hizo.

Para cuando salió el sol y Toph creyó que Kai ya no llegaría, decidió ir camino a la facultad, donde tampoco había rastro de él todavía.

— Entonces... ¿no lo han visto? - Se extrañó Toph al preguntar con el grupo de amigas con las que Kai solía llevarse: Ni Mei, ni Khanna, mucho menos Kalea o Nessa.

Sin embargo, cuando ya estaba a punto de dar la hora para empezar clases, Toph escuchó que alguien la llamaba, chitando un par de veces para llamar su atención. Poniéndose alerta de inmediato, ella se dirigió a donde provenía ese ruido. Detrás de un arbusto, estaba Kai.

— ¿Por qué estás escondido? ¿Por qué no me avisaste que ya habías llegado? ¡Estaba preocupada, Carlos!

— Shhh. Baja la voz. Si te traje a escondidas es porque no quiero que nadie sepa y si sigues regañándome tan alto, van a escucharnos.

Toph maldijo internamente: ahora ni siquiera podía regañar a ese idiota.

— ¡Bueno! ¿Qué quieres?

— Alba Dorada quiere inmiscuirse en los asuntos de la universidad. En todo Xalapa, más bien.

Toph hizo acopio de todos sus recuerdos acerca de Alba Dorada, aquella misteriosa organización que, según sabía, salvó la ciudad de la que ella y Kai venían hace poco más de medio año. Ahora que todo eso había pasado, Alba Dorada comenzaba a consolidarse como una potencia en el país.

— No creo que los de la facultad lo toleren - Se negó Toph - Mucho menos la rectoría de la universidad. No cederían parte de su autonomía si...

— Toph. Ya lo hicieron. Cuando lo del Cazador, Nessa fue con el chisme a su tutora académica y ellos mismos fueron los que solicitaron apoyo de Alba Dorada, aunque la mayoría del consejo académico se esté negando.

Ambos se quedaron en silencio por un breve momento. Parecía que mientras más se esforzase Kai en alejarse de su pasado, más lo perseguía el mismo.

— Anda, tienes que llegar temprano a clases - Señaló Kai, apremiándola a volver a su aula.

Sin embargo, ahora Toph estaba más intranquila que cuando entró a la facultad.

— ¿Y qué ocurre con Hanna? - Preguntó Kai, finalmente.

Ya reunido con el resto de su grupo de amigas de la facultad, todos (Hanna incluida) almorzaban en la misma mesa, viendo que ahora la susodicha se encontraba en la mesa más alejada de la cafetería y mordía la torta que había llevado a la escuela, sin nadie que le hablase.

— Es que, creo que desde la última vez... bueno, no creo que nos vuelva a hablar - Intuyó Mei, rebuscando con el tenedor en su ensalada de pollo.

— No importa mucho, ¿o sí? - Preguntó Nessa - No es como que la extrañen mucho.

Hubo un silencio incómodo por al menos un par de segundos, pero después, Nessa añadió un "admítanlo, no es que la extrañen mucho" y aunque Kai quisiera decir lo contrario, la verdad es que Nessa tenía razón. Una extraña paz los rodeaban sin Hanna cerca.

— ¿Qué hicieron en sus vacaciones? - Preguntó Khanna - Yo fui a Tulum, me invitaron unos chicos.

— ¿Tus amigos o algo así? - Preguntó Toph, buscando más detalles.

— No, solo los conocí en un antro, les caí bien y me invitaron a Tulum, estuvo con madre.

— Ah.

Khanna sonrió y siguió comiendo de su propia ensalada de pollo; Kalea había vuelto a su natal Oaxaca para las fiestas navideñas y Mei se había quedado en Xalapa. Nessa había ido al puerto de Veracruz, pero nada en especial.

— ¿Y tú, Kai? - Preguntó Kalea, repentinamente interesada en lo que él había hecho en vacaciones.

— Ah, eh... nada especial. Fui de regreso a mi ciudad y, eh... eso es todo.

No era ni remotamente lo que ocurrió en realidad, pero Kai no pensaba revelarles así como así el trasfondo de lo que había ocurrido. Es decir... Natalia en Minatitlán, la crisis de tráfico de personas sin resolver en La Ciudad, su amiga Candy y sus problemas familiares... todo era demasiado pesado. Incluso había días en los que se arrepentía de haberle contado a Toph sobre todo eso.

Parecía que la vida de Toph sería más sencilla si él no se hubiese entrometido en ella.

— Oigan, ¿recuerdan la sala escondida que encontramos la otra vez en la biblioteca? - Mencionó Kai, cambiando bruscamente el tema - ¿Creen que podamos hacerla nuestra base o algo así?

— ¿Nuestra base? - Se extrañó Mei.

— Sí. Digo, no es una fortaleza de la soledad o una baticueva, pero creo que funcionará.

— Me gusta la idea - Se sumó Kalea - No me gusta estudiar en las áreas comunes de la biblioteca y eso.

Nessa fue la última en estar de acuerdo; puede que no le agradase Kai, pero esa idea de un lugar más privado para encerrarse y no verle las caras a un montón de personas idiotas era seductora, aunque tuviese que compartirla con el estúpido de Kai, claro.

— Vamos, todavía hay tiempo antes de que acabe la hora del almuerzo.

Mei se estiró después de vestirse, recién salida del baño.

Su cabello, usualmente ondulado, se encontraba bastante liso (y húmedo) pese a habérselo secado con la toalla; la playera holgada que usaba como blusa para dormir le llegaba casi a la rodilla, de modo que los cómodos shorts que usaba para dormirse ni siquiera se veían.

Tras desvelarse un rato mensajeándose con una o dos personas, revisar redes sociales y quedarse embobada mirando al techo por un buen rato, decidió irse a la cama; estaba segura de que los profes del martes la iban a hacer desear haber dormido más.

Cuando amaneció, Mei tomó su teléfono antes que otra cosa. ¿Tan rápido le habían dejado un correo electrónico sus profes?

No eran sus profes.

Al parecer, era una dirección de correo que no admitía respuesta, probablemente automatizada. Sin embargo, su correo no había sido enviado a más direcciones, solo a ella. Al abrirlo, se topó con algo inesperado, que creía que no volvería a recibir más.

Era un video, algo corto después de todo, pero en buena definición. Era de ella recostada en su propia cama la noche anterior, viendo el teléfono, haciendo caras raras y tallándose los ojos por debajo de sus gafas redondas.

Antes de dejarse dominar por el pánico, decidió escribirle al único que podría saber qué hacer. Pese a ser casi las seis de la mañana, Kai ni siquiera esperó a que ella le mandase un mensaje más y la llamó.

— ¿Estás bien? - Preguntó él - ¿Ya buscaste cámaras en tu habitación? ¿No hay nada?

— No, no encuentro nada. En serio - Contestó ella, revisando el lado de su habitación en el que aparentemente la habían grabado. Nada de nada.

— Creo que tengo la solución, pero no me gusta nada.

Mei supuso lo que Kai diría a continuación. Quizá a él no le agradase mucho la idea de traer su pasado de regreso (aunque fuese por una buena causa) pero ella no quería pasar ni un día más siendo espiada.

— A mí sí. ¿Cuándo vamos a ver a tus amigos?

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