T2E9: Escape
Mientras más avanzaban y más alto subían, más frío comenzaba a hacer; ya debía haber pasado la medianoche y ellos aún no podían ver Xalapa desde donde estaban. La arboleda a ambos lados de la carretera se hacía ligeramente menos densa conforme subían, lo que de algún modo los animaba, indicando que cuantos menos árboles, más cerca estaban de su destino.
Sin embargo, ya no iban hablando como antes; desde el encontronazo con el malasangre de más abajo, Mei no podía parar de pensar a mil ideas por minuto, preguntándose todo tipo de cosas acerca de Kai, quien no era quien había aparentado cuando lo conoció. Al mismo tiempo, la chica intentaba recordar las pocas cosas que sabía de La Ciudad, además de que estaba casi del todo rodeada por un río, no era muy relevante para el país y que el calor ahí era casi insoportable.
— Creo que ya pasamos antes por aquí - Indicó Kai, señalando el mismo cráneo bovino a un lado del camino - Y el paisaje de ahí abajo es el mismo desde hace unos minutos.
Mei observó atentamente mientras avanzaban esta vez, sin dejar de abrazar a Kai, tratando de que no se le enfriara el cuerpo más de la cuenta. De repente, pudo ver la misma casita a lo lejos con las mismas tejas, el mismo muro de piedra a un lado y la misma camioneta aparcada enfrente.
— ¿Crees que nos perdimos? - Preguntó ella.
Kai decidió coger el cráneo de animal que había junto a la camioneta y lo llevó consigo. No avanzaron ni medio kilómetro cuando se encontraron uno igual al anterior.
— No, pero creo que tomamos una ruta distinta.
Kai dejó caer el cráneo al piso, acercándose al que estaba al lado de la carretera; este tenía marcas de haber sido mutilado uno de sus cuernos. Entonces, pudieron escuchar el crepitar del fuego a la vuelta, justo en la subida al terreno llano a pocos metros de donde estaban ambos en ese momento. Esa parte del camino estaba techada con frondosos árboles que se alzaban por encima de la carretera, pero había bastante espacio entre árbol y árbol.
Se habrían dado la vuelta, pero cuando Kai vio un pedazo de tela roja clavada en un tronco, supo que era demasiado tarde para echarse hacia atrás. El símbolo malasangre, un colmillo pintado de blanco y negro sobre la tela roja estaba claramente estampado en ese y otros pedazos de tela alrededor de Mei y él.
— Han hecho un campamento aquí y nadie se dio cuenta - Murmuró.
Cuando quiso darse la vuelta, Mei tiró de la mano de Kai y lo obligó a correr junto a ella para esconderse en unos arbustos a las afueras de ese campamento, construido bajo la arboleda, cubiertos al ojo de las autoridades y usando aquella parte abandonada de la carretera en ese cerro para esconderse.
— ¿Qué pasa? No podemos quedarnos aquí, son...
— También lo vi - Lo calló Mei - Pero escuché un automóvil acelerar por donde veníamos. Nos iban a ver.
— Nunca volveré a ir a un concierto con Nessa - Se quejó el chico, tallándose los ojos para intentar espabilarse.
Tal y como dijo Mei, una camioneta de carga en color blanco subió hasta donde ellos habían estado segundos antes y siguió rodando hasta entrar a mitad del campamento; tres malasangres bajaron de ella y dos de ellos comenzaron a descargar las cajas que tenían en la parte de atrás.
— ¿Alcanzas a ver qué son? - Quiso saber Kai, hablándole por lo bajo a su amiga, quien tenía un mejor ángulo que él.
— Son alargadas, tienen candado y... son armas.
— ¿Cómo sabes? - Preguntó Kai, alarmado.
— Porque en una caja dice "AK-47". ¿Esa cosa es legal?
— ¿En México? Creo que tan solo que se escondan aquí es ilegal.
Ambos decidieron irse por donde vinieron y no ser vistos, así que primero Mei y luego Kai, ambos avanzaron en silencio de vuelta al camino por el que vinieron, avanzando a hurtadillas e intentando no hacer ruido alguno. Les iba saliendo de maravilla hasta que se encontraron a un par de hombres de chaqueta roja caminando hacia ellos.
"Pero qué idiota soy" pensó Kai. De seguro habían bajado antes para cubrirle la retaguardia a la camioneta y asegurarse de que todo estaba en orden.
— Entonces ustedes movieron nuestros adornos - Dijo uno de ellos. Debían referirse al cráneo de vaca que había atrás, el que Kai había cogido para averiguar si estaban avanzando en círculos o no.
Ambos quedaron helados y no precisamente por el frío que hacía. Kai se apresuró a pensar posibles excusas para que no los liquidaran ahí mismo para después tira sus cadáveres por el precipicio.
— ¿Cómo llegaron hasta acá? - Preguntó uno de ellos, sosteniendo su propia AK con ambas manos mientras el otro se cruzaba de brazos, esperando una respuesta.
— Se poncharon las llantas de nuestro autobús - Decidió decirles Kai, empezando una mentira con bases reales y fáciles de comprobar - Y la grúa llegaría demasiado tarde, así que decidimos volver a Xalapa a pie.
— Ustedes... no parecen familiares.
— Somos pareja - Se apresuró a mentirles Mei - Íbamos a un concierto pero...
— Hmmm. Sí, ya veo. ¿Cómo se desviaron tanto? ¿Han visto a un joven con estas características en su autobús? - Preguntó el de los brazos cruzados, sacando una fotografía impresa de sus bolsillos.
Kai sintió un escalofrío cuando le mostraron su propia fotografía, la que le tomaron en su vieja preparatoria para el anuario antes de ser expulsado. Claro, ahí se veía muy pulcro, con el cabello bastante corto, las orejas más visibles y sin barba ni bigote en absoluto, muy distinto a como se veía ahora, con el cabello mucho más largo cubriéndole las orejas, enormes ojeras, expresión cansada y complexión algo delgada en comparación a hacía meses. Mei no tardó en darse cuenta de que ese era Kai, pero los malasangres aún no se daban cuenta, por lo que no les convenía quedarse mucho tiempo ahí hasta que se diesen cuenta.
— ¿Hizo algo? - Logró decir Kai tras recuperarse de ese par de segundos congelado.
— Eso quiere decir que lo has visto - Concluyó el del arma.
— Se bajó antes que nosotros, pero él sí se fue del otro lado, en dirección al concierto.
— Se llama Carlos Rivera y lo estamos buscando porque por su culpa, la jefa Valdez está en la cárcel - Explicó el otro - Aunque ahora que lo pienso, no hay muchos güeritos como él. ¿Me entiendes, güerito?
Kai maldijo para sus adentros por tercera o cuarta vez en aquella noche.
— Déjalo, este se ve mucho más jodido que Rivera.
— Yo también estaría más jodido después de tres años en Alba Dorada - Reconoció el de la foto.
Sin embargo, el del arma estaba cada vez más convencido de que Kai no era quien aparentaba ser.
— ¿Cuál es tu nombre y de dónde vienes? - Preguntó, sujetando su AK de forma amenazadora.
— Eh... Keith... Keith Nakamura - Contestó él, uniendo el primer nombre y el primer apellido del que pudo acordarse.
— Y un cuerno - Contestó el del arma - Como Keith May, tu amigo muerto y como Noah Nakamura, la traidora de Alba Dorada.
El de la foto pareció convencerse también.
— Cuando el jefe sepa que encontramos a Alba Prime nos va a dar un ascenso - Sonrió el de la foto, guardándosela en el bolsillo para después coger su propia arma.
— No soy Alba Prime - Aseguró Kai, siendo esa la primera vez que decía la verdad sin omitir alguna parte; hacía meses que ya no era el líder de Alba Dorada como lo fue hacía años.
Mei lo volteó a ver, entendiendo por fin que la historia que Kai le contó hacía horas, la del chico que era amigo de Nora Vera e investigó a Zeta, era su historia. Kai había sido el líder de esa tal Alba Dorada. ¿Por qué no lo era? ¿Por qué renunció? ¿Realmente había renunciado?
— Apuesto que tu noviecita ni siquiera lo sabía. ¿Ibas a sumir otra ciudad en la miseria? ¿Así como lo hiciste con La Ciudad? - Preguntó uno de ellos.
— ¡No! - Se quejó Kai, negándose a aquella posibilidad.
— Mejor camina - Se burló el otro.
Sin embargo, Kai tenía otros planes; se tiró al piso, tacleando a uno de ellos, impidiéndole disparar. A como pudo, lo abrazó por la espalda sin levantarse del piso, usándolo como escudo humano. El malasangre intentó librarse dándole cabezazos a Kai, dándole de lleno en la nariz, pero Kai no estaba dispuesto a morir ahí y mucho menos a haber arrastrado a Mei a su muerte.
El otro intentó darle a Kai, pero sin pensarlo dos veces, abrió fuego y le dio varias veces en el pecho a su compañero. Mei, presa del terror, se paralizó y solamente pudo alejarse del otro sicario sin atreverse a darle la espalda. Kai logró sacar el arma del primer malasangre al que se enfrentaron del interior de su sudadera y sin quitarse el cadáver del otro de encima, le disparó varias veces en la pierna al último.
— Vámonos - Ordenó Kai sin alzar mucho la voz - ¡Vámonos! ¡Nos deben haber escuchado!
Mei entendió, pero estando en shock, su cuerpo se negaba a responder. No fue hasta que Kai la tomó del brazo (como tantas veces había hecho ella esa última semana) que su cuerpo respondió, corriendo como nunca había corrido, ladera abajo.
Kai tiró el arma robada por el precipicio tan pronto como se acordó. En su carrera, Mei pudo ver varios cráneos de vaca a un lado de la carretera; Kai le decía cosas, pero aunque lo escuchaba y sabía qué palabras estaba diciendo, no podía darles significado; no podía entenderlo.
Cuando por fin encontraron el sitio en el que debieron desviarse, siguieron corriendo cuesta arriba. Mei solo podía pensar en lo rápido que avanzaba cuando el miedo se apoderaba de su cuerpo. Para cuando la adrenalina empezó a abandonar su cuerpo, el frío se había desvanecido; estaba sudando, se sentía como si se hubiese envuelto en vapor hervido o algo por el estilo.
Y estaba de pie, jadeando junto a Kai, frente a un cartel que ponía "Bienvenido a Xalapa".
No se atrevió a preguntarle nada todavía; no quería procesar todo lo que había pasado aún. Solo sabía por la hora de su teléfono que había pasado los últimos veintitrés minutos corriendo como poseída y ahora sus piernas estaban por deshacerse. Sin embargo, todavía tenían que caminar un poco más hasta entrar a la ciudad.
— Solo un par de kilómetros más - Jadeó Kai a su lado.
Mei pudo notar un pequeño detalle; durante toda la carrera y a pesar de que sus piernas eran más largas que él y era a él a quien amenazaron de muerte desde un principio, nunca le soltó la mano a ella. Pudiendo haberla dejado a su suerte y correr, decidió retrasarse un poco para escapar con ella.
— Sí. Solo un poco más.
Ni bien llegaron a la primera parada de autobús que los llevaría al interior de Xalapa, ambos se dejaron caer uno encima del otro.
Mei no sabía cuánto tiempo había transcurrido ni si se durmió en el proceso, pero cuando se hubo recuperado un poco del cansancio, Kai le estaba llamando a una de sus amigas ("Se llama Toph", pensó Mei, intentando procesar las cosas) para que fuese por ellos. Entonces comprendió que su teléfono ya debería tener señal.
Lo primero que notó fueron los noventa y ocho mensajes de Kalea y sus cuatro llamadas, además de un "¿No vas a venir" y un "Espero que te diviertas" de parte de Nessa.
Ya pensaría en ello otro día.
Ahora mismo era buen momento para caer dormida.
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