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Interludio: Natalia


Habría pasado toda una noche de viaje si Kai se hubiese ido en transporte público; sin embargo, Nora le hizo ese último favor.

En Minatitlán no habían muchos sitios en la ciudad donde un helicóptero pudiese aterrizar, así que terminaron haciéndolo casi a las afueras, en un terreno baldío donde solamente había una casa que más bien parecía cobertizo. El viaje había durado apenas unas pocas horas en helicóptero.

Eleazar Salazar, co-propietario actual de Alba Dorada y pareja de la jefa Nora, viajaba junto a Kai. Una vez lo dejasen en Minatitlán, Eleazar seguiría su viaje a La Ciudad y un par de días después, el helicóptero volvería por Kai.

El piloto y agente de Alba Dorada que los trajo vio salir a un campesino de la casa en aquél terreno, alarmado por el estruendo del helicóptero apagándose y a punto de apuntarle a Kai y Eleazar con una escopeta.

— Hey, tranquilo - Dijo el piloto, sacando un fajo de billetes para arrojarlo directo a las manos del hombre - Me llevo mi helicóptero en dos horas, ¿está bien?

El campesino observó el fajo de billetes en sus manos; fácilmente eran cinco mil pesos mexicanos. Ese hombre sonrió y tras agradecerle en tres dialectos distintos al piloto, se metió en su humilde casa nuevamente.

— Entonces... aquí vive, ¿no? - Preguntó Eleazar, contemplando Minatitlán frente a ellos - Se parece a La Ciudad, ¿no te parece?

Kai asintió en silencio antes de contestar verbalmente.

— Sí... es como La Ciudad, pero quizá un poco más pequeña, más tranquila... pacífica, ¿sabes?

Eleazar notó que su colega tenía la mirada perdida.

— Ya pedimos un carro particular - Le aseguró a Kai - Te llevaremos con ella y en dos días volvemos por ti, ¿vale?

Los tres avanzaron a la avenida más cercana y a los dos minutos, un carro se detuvo y un chico joven bajó de él. Antes de darle las llaves al piloto, desenganchó la bicicleta sujeta a la parte trasera del automóvil y, tras que el piloto entrase al carro, se fue pedaleando a quién sabe dónde.

Ni bien Eleazar y Kai entraron, el primero se dirigió a Kai.

— ¿En qué piensas tanto?

Kai resopló. Se había prometido sincerarse siempre que pudiese y aunque a veces (como en ese momento) no tuviese ganas de hacerlo, sabía que era lo mejor para él.

— El Cazador... le dijo algo a una de mis compañeras. Varias veces. Al ver que aquí se parece mucho a La Ciudad... bueno, pensé que en realidad, La Ciudad se parecía a Minatitlán antes de... antes del asedio.

— ¿Qué más le dijo a tu amiga?

— Que yo iba a traer la ruina a Xalapa así como con La Ciudad. Que yo... que iba a destruir Xalapa así como destruí La Ciudad.

— Pero Kai, tú no destruiste La Ciudad. Lo hicieron ellos.

No le bastaba. Kai sabía a lo que se refería su colega, pero aunque Triunvirato, Quincunce y los malasangres fuesen los que orquestaron el asedio, todo lo empezó él. Todo empezó con Nora y él. Si tan sólo no hubiese querido jugar al detective, si solo hubiese dejado en paz las cosas y hubiese fingido que no vio nada cuando intentaron matar a Nora...

Kai se seguía sintiendo culpable por todo eso. Más de una vez se lo dijeron; él causó mucho sufrimiento sin saberlo. Todos esos efectos colaterales... tenía miedo de convertir Xalapa en otro campo de batalla.

— Además - Añadió Eleazar - Para eso estamos aquí. Haremos lo posible por cuidar de tantas ciudades como sea posible. 

Kai no se quedó mucho más tranquilo, pero aun así apreciaba el que Eleazar intentase animarlo, así que le dedicó una sonrisa antes de recostarse en el respaldo del asiento en lo que llegaban a su destino.

El piloto, quien conducía el automóvil también, terminó por estacionarse enfrente de un expendio de refrescos.

— ¿Es aquí? - Preguntó Eleazar, sorprendido de estar en una calle tan poco vistosa, todo lo contrario al estilo de vida que Nora y él habían vivido prácticamente toda la vida.

— Sí, es aquí - Confirmó Kai, revisando la dirección con el GPS del teléfono.

El piloto abrió la cajuela para que Kai pudiese sacar su pequeña maleta. El chico sonrió al ver a Eleazar a través de la ventana del carro y después, al ver cómo se alejaban, probablemente de regreso al terreno baldío donde habían dejado estacionado el helicóptero.

Hacía algo de frío para ser las diez de la mañana, pero para ser diciembre, la inminente llegada del invierno incluso parecía ser clemente. Kai avanzó hacia la puerta al lado del expendio de refrescos y a puño cerrado, dio varios golpecitos a la puerta de herrería de la entrada.

— ¡Natalia! ¡Dile a la de los catálogos que ya le pagamos ayer a su hermana! - Se escuchó al interior de aquella casa de tres pisos. Sin embargo, ese nombre le dijo a Kai que se encontraba en el lugar correcto. Incluso podía escuchar los pasos de alguien dirigiéndose a la puerta.

Una chica de tez morena, de aproximadamente un metro sesenta, flacucha y con unos lentes de muchísimo aumento puestos abrió la puerta; vestía unos pequeños shorts de mezclilla y una vieja playera de campaña de partido político, además de unas chanclas de plástico. Aparentemente, no esperaba ver a Kai tan pronto, pues parpadeó un par de veces antes de moverse o tan sólo decir una palabra.

— ¿No es lo que esperabas ver? - Preguntó él, sonriendo al verla otra vez.

— ¿Kai? ¡Pensé que llegarías después de las dos!

— Si quieres... puedo, ya sabes. Puedo dar un par de vueltas por la ciudad en lo que da la hora para que te puedas arreglar y... y eso.

— No puedo creer que estés aquí - Exhaló Natalia, mitad suspirando, mitad jadeando, como si además de haber perdido visión, también hubiese perdido el aliento.

— ¿Puedo pasar? O bueno, también podemos...

Natalia se abalanzó hacia él para abrazarlo; hacía mucho no lo hacía.

— Te extrañé - Jadeó ella.

— ¿Te dio asma después de que me fui? - Preguntó Kai, medio en broma, medio en serio.

— ¡Idiota!

Natalia le dio un golpecito a mano abierta en la cabeza, aunque para eso tuvo que ponerse de puntillas por un segundo, mismo que él aprovechó para alzarla en brazos y dar un par de vueltas sobre su propio eje con ella en brazos. Justo al bajarla, sus rostros quedaron uno frente al otro.

— Yo también te extrañé.

Antes de pensárselo siquiera, Kai acercó sus labios a los de ella; se besaron por menos de dos segundos, pero se sintió eterno mientras ocurría, aunque fugaz cuando se separaron sus bocas. Natalia empezó un segundo beso ella misma, abrazando a Kai en el proceso.

— ¿Natalia? - Preguntó una voz femenina, acercándose a la puerta entreabierta. Natalia bajó un poco la cabeza para disimular lo que estaban haciendo, terminando rápidamente con ese segundo beso.

— ¿Sí mamá?

Una mujer apenas más alta que Natalia, de mediana edad y con shorts hasta las rodillas (que probablemente eran pantalones a juzgar por el corte en el borde de las piernas de aquella prenda) se asomó por la puerta y la vio abrazando a Kai, quien habría sido un desconocido total para ella de no ser por haberse visto una sola vez en el pasado, sin contar las fotografías que a veces le mostraba Natalia.

— Hija, ¿no nos vas a presentar?

Kai se adelantó y le tendió la mano a aquella mujer en lo que Natalia pensaba en qué decir exactamente.

— Eh... mamá, él es Kai. Mi novio. Llegó un poco antes de...

— Espero no venir en mal momento - Sonrió él.

— ¿Dijiste que se va el sábado en la noche? - Preguntó la madre de Natalia.

Ella asintió rápidamente.

— Bueno, si quieres podemos decirle a tu hermano que se cambie a la otra habitación, pero no le gustará mucho.

— De hecho, ya pensé en eso - Dijo Kai, abriendo un pequeño cierre de su maleta y sacando una bolsa con varios objetos dentro; eran historietas y volúmenes de manga - Para sobornar a tu hermano un par de días.

La madre de Natalia no pudo evitar sonreír.

— Bienvenido hijo - Lo recibió ella, abriendo la puerta de entrada para dejarlo pasar - Estamos limpiando, pero ya casi acabamos.

— Gracias. Si quiere puedo ayudar a...

— No, para nada - Lo detuvo aquella mujer - Solo estamos esperando a que se seque y...

Kai se relajó bastante; ya se reuniría con el resto de sus amigos de La Ciudad más tarde.

Ahora, pasaría su cumpleaños con Natalia.

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