Cuando nos separamos sus ojos brillan, supongo que los míos también. Sergio toma un mechón suelto de mi cabello entre sus dedos y lo acaricia.

Entonces, después de tanta emoción lo abrazo y una lágrima se desliza por mi mejilla, y las demás que había estado conteniendo comienzan a caer.

Me quedo allí llorando abrazada a él.

Después de unos minutos, cuando creo que ya no quiero llorar más, recargo la cabeza en su hombro.

—Creí que pasaría lo que me queda de vida encerrada —confieso.

—Jamás lo permitiría.

— ¿Cómo lo lograste? —Le pregunto — ¿Cómo hiciste para que el papá de Erin leyera la carta frente al juez?

—Bueno... No creí que lo hiciera , pero el hermano de Erin me dijo que sus papás habían llorado mucho con la nota que habían encontrado y la que tenía la policía no decía mucho ... así que solo era una suposición que había otra nota , y la hubo.

— ¿Entonces fue suerte?

—Vaya, no, dame un poco de crédito por esto. —Su voz suena un poquito divertida.

Me separo y lo miro

—Lo hago —sino fuera por él, estaría... ahora me dan escalofríos.

—No volverás allí —al parecer ahora me lee la mente.

Lo vuelvo a abrazar.

—Te quiero —susurro junto a su camisa.

— ¿Qué?

—Nada —digo y sonrío. Claro que me escuchó.