Tradición vs novedad
Bueno, a ver... me tomé dos madrugadas para escribir este cap. Así que espero que me haya salido decente. Sobre el capítulo en sí sólo les voy a decir que tengan la mente abierta, ¿ok? Antes de apuntar con el dedo alguien, piensen que todos tenemos motivos distintos para hacer tal o cual cosa ;) En fin, espero les guste, no tardé nada esta vez.
Capítulo XI: Tradición vs novedad
Neil
Su boca estaba completamente entregada al beso, por eso cuando la sentí lo bastante osada como para jugar con mi barra en la lengua, supe que no íbamos a dilatar el asunto ni un segundo más. Y por mí eso no podría estar mejor que bien.
—Podemos ir a la camioneta —ofrecí, tratando de recordar que no había razones para parecer un adolescente cachondo, metiéndole mano a su novia por primera vez antes de que llegaran sus padres del trabajo. Éramos adultos por Dios, y esa tumbona por muy cómoda que se sintiera, no era una jodida cama donde un adulto que se precie de serlo le metería mano a una mujer como Sussy. Y yo había planeado algo más horizontal para este momento, porque sí, había planeado que este momento llegaría.
—No —respondió, frotándose convenientemente contra mi erección. Bien, infiernos, sería allí entonces. Después de todo la tumbona tenía sus ventajas.
—Muy bien. —Metí una de mis manos bajo su falda, sintiéndome con las ansias de un explorador dejado en una isla completamente virgen. Fui subiendo por la cara interna de su muslo, descubriendo palmo a palmo cada centímetro de piel suave, tersa y caliente, hasta toparme con la frontera de sus bragas.
Encaje, esta mujer iba a matarme.
Le di un leve jaloncito al elástico, arrastrando el delicado material dentro de mi puño hasta que fui correctamente recompensado con el sonido de la tela rompiéndose. Sussy se apartó de mi boca en un exabrupto, sosteniéndose de mis hombros para darme una mirada entre molesta y encendida.
—Vas a comprar otras.
—Diez más —bromeé, a tiempo que terminaba de deslizar los retazos de tela lejos de su cuerpo. Ahora sí estábamos dentro del negocio, señores, no había cosa más sexy que una mujer vestida pero sin bragas.
Ella siguió con la mirada el recorrido de su ropa interior, antes de bajar sus ojos hacia el centro de ambos donde mis pantalones parecían cada vez más apretados.
—¿Quieres que me haga cargo de eso?
Sin duda ella iba a tener que hacerse cargo de ello, porque no había una posibilidad en el cielo que yo regresara a casa de ese modo. Pero antes, tal vez, valdría la pena dejar unos puntos claros. La levanté del trasero lo suficiente como para liberar mi cuerpo de su peso y arrastrarme hasta el respaldo de la tumbona, entonces la dejé sentarse en mis piernas en toda su gloria de muslos abiertos.
—Adelante.
Sussy mordió suavemente su labio inferior, para luego colocar una de sus manos en el respaldo junto a mi cabeza y ayudarse a incorporarse casi por completo. Su cuerpo quedó suspendido sobre el mío, mientras bajaba su mano libre y con movimientos seguros jalaba los tres botones que cerraban mis jeans. Un solo segundo después, ella tiró de mis bóxers liberándome a su exploración y justo cuando creí que iba a seguir de largo como si nada, se detuvo dejando ir un leve silbido entre dientes. ¿Una exhalación, quizá? Una extraña expresión cruzó por su rostro, a tiempo que apartaba sus curiosos ojos de mi entrepierna y los posaba en mí. La pregunta prácticamente podía verse escrita en su mirada, la tomé de la barbilla para plantarle un rápido beso en los labios.
—¿Pasa algo? —Tuve que hacer un pequeño esfuerzo por no reír o venirme allí mismo, ella podía lograrlo con ese brillo hambriento con que me devolvió el escrutinio.
—¿Cuántas cosas escondes bajo la ropa? —Ella no podría empezar a adivinarlo. Sonreí.
—Esto no va a echarte para atrás ¿o si? —No respondió, algo que parecía ser una costumbre en ella. Volvió a bajar la mirada, cerrando su mano alrededor de mi base como si estuviese sopesando sus opciones, entonces fue subiendo lentamente su amarre y un jadeo irregular se trabó en mis pulmones. No sé qué pensaba que estaba tocando, pero si no terminaba pronto uno de los dos acabaría allí y no del modo más elegante—. Joder, Su, hay sensibilidad en cada parte.
—¿Te duele?
—No, nena, no duele. —Su pulgar trazó un círculo sobre la bola de acero perforada en la punta de mi miembro y luego repitió el proceso con el otro extremo debajo, parecía genuinamente fascinada con lo que veía. Y no me iba quitar méritos aquí, pero sabía que en parte esa fascinación se debía al maldito piercing.
—¿Te dolió cuando te lo hiciste?
Estaba acostumbrado a las preguntas llegado este punto, lo juro, pero por algún motivo me estaba costando el doble concentrarme en sus palabras. Yo, jodidamente, quería seguir adelante y permitirle a mi piercing demostrar por sí mismo por qué estaba allí.
—No tanto —musité, tomándola por la muñeca para calmarla un poco. La perforación, contrario a lo que la mayoría pensaba, no quitaba sensibilidad sino que la intensificaba y sus caricias por mucho que me gustaban, iban a tener que detenerse si pretendía una respuesta real—. Duele, pero vale la pena.
—¿Si?
—Déjame mostrarte cuánto lo vale. —Solté su mano, dándole un segundo para que lo considerara—. Si no te gusta la idea, es el momento para que me lo digas.
Digna de la mujer que estaba descubriendo cada maldito día, ella sonrió con toda la curiosidad, intriga y seguridad que había estado esperando. ¡Esa era mi chica!
—¿Tiene nombre?
Estaba yendo de camino a sus labios, por lo que la pregunta me tomó completamente por sorpresa. En un segundo de estupidez hasta se me ocurrió decirle que lo llamara como ella quisiera siempre y cuando lo invitara a jugar, pero entonces caí en cuenta de que se refería a la perforación.
—Tiene un nombre de mierda, si quieres mi opinión. Yo le digo piercing, pero los profesionales le dicen Príncipe Alberto.
Una risilla burlona brotó de sus labios, a lo cual respondí con una falsa expresión de enfado. El nombre también me daba risa.
—¿Tienes algún otro? —¿Por qué tanta charla, Su? ¿Por qué?
—No, sólo en la lengua y ese ya lo conoces. —Me obligué a relajarme un poco al sentir mi voz algo brusca, suspiré—. Tenía en las orejas, ceja y labio, pero con los años sólo me quedé con los más personales.
Coloqué una de mis manos sobre su cadera, obligándola a sentarse sobre mí. La falda de su vestido onduló hasta cubrirnos a ambos en el mismo punto, pero dejando un contacto piel con piel más que bienvenido. Sussy cerró los ojos contoneándose lo suficiente como para dejarme sentir cuán lista estaba para mí. Y si bien esto no había sido parte del plan inicial, no me importaba ya cómo llegáramos mientras pudiera estar dentro de ella. Metí ambas manos debajo de su vestido, buscando con una su centro mientras que con la otra apretaba la turgencia de su trasero. Ahí, maldita sea, justo ahí había querido tener mis manos desde que la había visto. Ella gimió echando su pecho amablemente hacia mi rostro, le di un mordisco a su seno pero la tela del vestido jodía por completo mi propósito. Sussy lo supo ver, porque con una mirada coqueta deslizó uno de los tirantes y luego el otro con premeditada lentitud, mandando mi paciencia al demonio. No tenía sostén.
—Mierda, voy a... —Había tenido intención de decir algo, pero ella le encontró una función mucho más útil a mi boca.
Me guió hasta sus exuberantes pechos, donde tracé un camino con mi lengua, tomándome un segundo extra para pellizcar sus pezones con el metal de la barra. Sussy soltó un gemido de lo más sensual, tirando la cabeza hacia atrás mientras mi dedo mayor hallaba su punto más húmedo y se zambullía de lleno en él. Se removió contra mi palma, obviamente encontrando y demandando ser tocada en un lugar preciso, pero no me sentía tan complaciente. Retiré mi mano de su entrepierna, sin poder dejar de sonreír ante el bufido molesto con el que me respondió. La situé sobre mí, separando sus muslos con los míos para tener una apreciación completa, Sussy hizo amague de salir a encontrarme pero la retuve. Me sostuve a mí mismo rozando su entrada con mi punta, para darle una idea de la sensación del piercing y sin apartar mis ojos de los suyos, la penetré. Ella jadeó, mientras la parte de metal terminaba de entrar en su cuerpo y el resto de mí la seguía. Jodidamente glorioso. Me dije en ese entonces que tendría tiempo más adelante para los preliminares, me tomaría cada segundo para conocer su cuerpo por completo, pero en esa tumbona y en ese sitio apartado de la civilización, no tenía mente para detenerme en la sutileza de los detalles. Al demonio, iba a ser lo más elemental posible, llevaba imaginándome algo así desde la boda de Jace, infiernos.
—¿Está bien? —pregunté en un resuello. Antes de responder, ella se movió un poco para amoldarse a la nueva presencia, y luego asintió—. Esa es mi chica.
La subí un poco tomándola por las caderas y ella volvió a gemir cuando la solté sin previo aviso. Puso sus brazos sobre mis hombros controlando por sí misma el ritmo que estábamos tomando. Sabía que era distinto para ella, así que no iba a pedirle más de lo que quisiera darme ahora. Las siguientes veces, una vez que el temor inicial ya estuviese superado, le mostraría qué tan intenso lo podía poner la perforación para ambos.
—Es... —susurró, colocando un beso húmedo en la base de mi cuello—. Es... extraño pero se siente bien.
—Déjame guiarte, te enseñaré a sacarle el mayor provecho. —Sussy despegó el rostro del hueco de mi clavícula, para obsequiarme una pícara sonrisa.
—Neil y un príncipe al mismo tiempo, sin duda voy mejorando.
Solté una carcajada, hundiendo mi mano en su cabello para llevarla hasta mi boca. Sus dientes jalaron de mi labio inferior con rudeza, mientras su lengua entraba en contacto con la mía y jugueteaba con mi barra con total abandono. Cerré mis manos en puños sobre sus caderas, jalándola duro hacia abajo y ella gimió, encontrándose conmigo para cada envestida. Empujé dentro y fuera de su cuerpo, dándole un paseo completo para que se familiarizara con mi piercing. Y ella lo aceptó enérgicamente, descubriendo el modo de crear la mejor fricción entre ambos.
—Dime que te vas a venir. —Porque yo ya estaba en ese punto, y si seguía moviéndose de ese modo, gimiendo de ese modo y follándome de ese modo, lo más probable es que terminara por pasar ese punto antes de tiempo.
—Más fuerte.
Así lo hice, apretando su culo con fuerza para poder manipular sus bajadas sobre mí y entonces echó la cabeza hacia atrás, sus ojos se cerraron y sus piernas apretaron los laterales de las mías.
—Mírame —gruñí casi sin poder articular la palabra. Sussy se quejó, pero logró encontrar mi mirada al mismo instante en que su orgasmo la golpeaba. Presioné su barbilla entre mi pulgar e índice, para reclamarle un último beso antes de que me derramara en su interior con un liberador empuje final. Y fue extraño, porque en ese pequeño segundo sólo pude pensar en lo estimulante que aquello había sido.
Ella se dejó caer contra mi pecho, respirando con la misma dificultad que yo y la verdad es que no tuve ganas de moverme, el lugar donde me encontraba en ese instante podría ser mi nueva definición de paraíso. Pero la burbuja se rompió demasiado pronto, si me lo preguntan. Mi móvil dentro del bolsillo de mis jeans comenzó a vibrar y sonar, haciéndome cosquillas en la rodilla y también jugueteando con la pantorrilla de Sussy. Ella inclinó la cabeza como si intentara localizar la molesta fuente de interrupción y la idea de prescindir de ese aparato para el resto de mi vida, cruzó mi mente de un modo por demás tentador.
—¿Te lo paso? —Iba a decirle que no, que lo arrojara a la piscina o a las mismas fauces del infierno, pero ella se apartó de mí antes de que pudiera abrir la boca. Sacó el móvil de mis pantalones casi hechos bollo a la altura de mis rodillas y me lo pasó, pero en esa ocasión me aseguré de tomar su mano y jalarla de regreso sobre mi pecho. No la quería lejos, no aún al menos.
—¿Qué? —medio gruñí, acercándome el aparato a la oreja. Ella sonrió, pero sabiamente permaneció recostada en la posición que yo quería.
—¿A quién te estás follando?
«Mierda» El pensamiento fue inmediato y el paranoico que rara vez mostraba la cara en mí, se puso en guardia al instante.
—¿Cómo? —inquirí con la voz apenas audible. Era imposible que lo supiera, debía relajarme, maldita sea.
—Bueno, es el único motivo que se me ocurre para que no me estés recordando a quién estoy llamando. Debes estar con los pantalones por las rodillas. —En serio, a veces Jace simplemente me asustaba.
—Yo... —Presioné la espalda baja de Sussy con mi mano libre, sabiendo que ella era muy capaz de oír lo que me decía Jace y que cualquier respuesta por mi parte sería analizada hasta el cansancio por su mente femenina—. Supongo que lo olvidé.
—Como sea, estaré en tu casa como en una hora. Necesito mostrarte unos dibujos nuevos, quiero presupuesto y tu opinión, claro está.
—¿En domingo?
—¿Desde cuándo te molesta trabajar un domingo?
Cierto, todo mundo sabía que yo trabajaba los siete días de la semana. Mi trabajo era mucho más que eso, era una evasión necesaria, era una excusa pertinente y era mi lugar de mayor control, así que amaba mi trabajo.
—Ok, entonces te veré en casa en una hora.
—Muy bien. —Jace pareció bastante más relajado luego de que me amoldara a su pedido—. Dile a la chica que está contigo que puede hacerlo mejor.
Reí porque sabía que esa era la respuesta que él estaba esperando, pero al mirar a Sussy de soslayo supe que a ella no le había agradado para nada el comentario de Jace. Esto se perfilaba al desastre, pero afortunadamente para mí mi tercer nombre era Desastre. Colgué la llamada con un suave suspiro por detrás.
—Vamos a tener que irnos —anuncié hacia la mujer en mis brazos, ella asintió.
—Sí, podemos seguir con esto luego. —La miré de forma automática, ganándome una burlona sonrisa a cambio—. Me refiero a ver el lugar, pervertido.
—Claro, vamos a hacer una exploración completa.
Puso los ojos en blanco.
—Sólo vamos, Neil.
***
Coloqué el freno de mano al encontrar un lugar en el aparcamiento subterráneo del hotel, pero cuando hice amago de quitarme el cinturón una mano mucho más pequeña que la mía me detuvo.
—No tienes que acompañarme, Neil, conozco el camino.
Fruncí el ceño, no me estaba diciendo nada que tuviera que molestarme pero me molestaba de todos modos. De por sí había estado demasiado callada en el corto trayecto de regreso, pero como la vi cabecear un par de veces contra la ventana supuse que estaba cansada. Pero quizá lo había malinterpretado, quizá sólo estaba preparándose para darme el discurso. Esperen y verán a lo que me refiero.
—Sé que lo conoces, pero de todos modos te voy a acompañar.
Sus ojos avellana se apretaron en líneas, mientras le daba un jalón a su propio cinturón y se liberaba.
—No quiero que me acompañes, no porque hayamos tenido sexo ahora vas a tener que llevarme hasta la puerta y besar mi mejilla. No me jodas, Neil.
¿Cuál era su jodido problema? ¿Por qué no podía disfrutar del asunto sin más?
—Te habría acompañado a la puerta, incluso si no hubiese pasado nada entre nosotros, Sussy. ¿Qué está mal contigo? —Me presioné los ojos porque la ira creciente comenzaba a nublar mi visión—. Me conoces mejor que eso, ¿no?
Ella suspiró, sacudiendo la cabeza como si intentara poner en su lugar a sus pensamientos.
—Sí, lo siento, sólo que... —No lo digas, por favor—. Creo que nos precipitamos un poco con esto... y
—No digas que fue un error —la interrumpí con tono cansino. ¿Debería comenzar a preocuparme este patrón en mis relaciones? Ya hasta podía predecir el tiempo que les tomaba a las mujeres llegar a la conclusión que irse a la cama conmigo —o a la tumbona, como sea— era un error. Frases como: "no creo que tengamos que hacer esto de nuevo", "nos divertimos pero hay que parar" o mi favorita "mi marido no se merece que le haga esto", llenaron mi mente de a tropel. Pero así como sabía reconocer el modo en que sus mentes parecían querer presentar resistencia moral, también sabía tocar las fibras correctas para apagar aquella vacilación—. Sussy no hagas de un buen momento un mal recuerdo, ¿quieres? Sólo la estábamos pasando bien, ¿lo pasaste bien? —La enfrenté resueltamente con la mirada, las personas respondían mejor ante otras que mostraban signos de autoridad.
—Sí, claro —murmuró. Sonreí, inclinándome lo suficiente como para respirar el aire que salía de su boca.
—Entonces no vas a ir arriba a sentirte culpable, ¿de acuerdo? Vas a subir, meterte en la bañera, relajarte y pensar en todas las cosas que quieres que te haga cuando vuelva más tarde.
—¿Vas a volver?
—Termino mi trabajo y regreso por ti, nena, ni por cerca creas que he terminado contigo.
Ella rodó los ojos pero una genuina sonrisa surcó sus sonrosados labios. Bien, había logrado capear el temporal del "error", juro que algún día las mujeres y su regañona moralidad acabarán conmigo.
—Esto —dijo, haciendo un ademan entre ambos. Supongo que bien podría interpretarse ese gesto como "el sexo entre los dos"—. No puede pasar de nuevo...
—Oh, por favor, Susan —me quejé, evidentemente perdiendo todo asomo de calma. Ella me dio un golpe a puño cerrado en el brazo y aunque no fue ni remotamente doloroso, logró callarme tal como ella pretendía.
—Iba a decir que no puede pasar otra vez así, imbécil. —Ese debía ser su insulto preferido.
—No te entiendo.
—Quiero decir que si vamos a seguir con esto adelante, tendrás que usar condón. —¿Estaba de broma? ¿Pretendía quitarme este placer recientemente adquirido?
—¿Por qué? —Ella quería un bebé, por las cientos de pruebas que nos hicieron ambos éramos sanos, ¿cuál era el motivo de arruinar esto para mí? Por primera vez desde que aprendí a interactuar con el otro sexo, podía prescindir de todo pensamiento relacionado con enfermedades o bebés. Podía sentir a una mujer en todo el sentido de la palabra, ¿cómo pretendía querer quitarme aquello? Eso era... cruel.
—No quiero embarazarme de esta forma, Neil, ya te lo expliqué. —Yo sólo escuchaba palabras vacías, mientras me hacía a la idea de que tendría que resignarme a perder en esa contienda. Ni siquiera podía presentarle un argumento firme como para pedirle que lo reconsiderara—. Mira, lo he estado pensando.
Ciertamente esta conversación se estaba poniendo cada vez menos buena para mí, la miré sin intención de ocultar mi irritación.
—¿En qué?
—Mi cumpleaños es en un mes. —Asentí, aunque no estaba seguro de la fecha—. Puedo intentar la inseminación a finales de esta semana o puedo esperar, hasta después de mi cumpleaños.
—¿Y? —No estaba seguro dónde intentaba llegar, pero si debía ser sincero todavía estaba desanimado por la otra noticia como para escucharla en verdad.
—Bueno... si intento la inseminación eso será todo, pero si espero puedo... podemos... —Dejó la frase colgando, dándome el tiempo para asimilar lo que proponía. Lo comprendí al instante, claro, pero una extraña sensación de desagrado y anticipación me llenó a partes iguales.
—¿Quieres decir que estás dispuesta a esperar un mes más? —Se encogió de hombros, como si no quisiera poner en palabras aquel pensamiento. La tomé de una mano obligándola a mirarme—. ¿Me estás ofreciendo un mes?
—Si no quieres... —comenzó a decir, pero la silencié con mi pulgar en su boca.
—No digas tonterías, mujer, un mes me parece poco... pero si eso es lo que me ofreces, entonces bien.
—¿Espero? —¿Por qué pedía mi opinión? Era su hijo el que estaba en proyecto, no el mío. Pero si su conciencia necesitaba de respaldo para tomar una decisión, supuse que yo era lo que más a mano tenía.
—Espera —le espeté, sin tener idea de la idiotez que acababa de cometer al aceptar aquellos ridículos términos.
Pero ante la expectativa de treinta días de Sussy o ninguno, la respuesta se presentó ante mí sin tomarse un segundo de demora: tomaría mis treinta días. Tal vez no era el modo más tradicional de darle inicio a una relación o lo que fuésemos, pero nadie podría negar el carácter novedoso de todo el asunto. ¿Y acaso yo no me caracterizaba por buscar siempre ser innovador?
El sonido de la puerta abriéndose me sacó de mis cavilaciones, la miré con el ceño fruncido porque se estaba escapando sin siquiera terminar de hablar conmigo. Carraspeé logrando que se volviera para ofrecerme una mirada inocua.
—No tengo que decirte que esto se queda entre nosotros, ¿no?
Automáticamente su rostro perdió el brillo de la simpatía que tenía y supe que mi comentario le había molestado mucho más de lo que admitiría nunca. Pero si ella iba a poner las reglas del cómo y cuándo, yo aplicaría la regla del cabrón y le dejaría saber hasta qué punto estaba dispuesto a ser manipulado. No le iba a permitir que pensara que me tenía a su disposición cual perro faldero, aunque lo hiciera, ella no tenía que saberlo. ¿Comprenden?
—No te preocupes, no tengo intención de andar esparciendo el rumor —me lanzó, ácida sólo como ella podía ser.
—Perfecto, nos vemos esta noche entonces.
—Voy a irme a la cama temprano.
—No, vas a esperarme —repliqué, nuevamente usando la voz autoritaria. Si tenía treinta días iba a sacarles provecho.
—Voy a ir a la cama temprano —repitió como una letanía. Y tras decir aquello cerró la puerta de un bandazo, encaminándose hacia el ascensor en ese vestido que yo sabía era la única prenda que ocultaba toda su desnudez. Mierda.
Me bajé de la camioneta de un brinco sin molestarme en sacar las llaves del contacto, y la seguí en toda mi gloria de perro faldero. Dios, a veces me daba un poco de asco mi comportamiento. La tomé del brazo girándola hacia mí de una forma un tanto brusca y entonces, conjurado de la nada, su puño conectó en mi mandíbula incluso antes de que pudiera darle forma al pensamiento. Dolió, ¿para qué voy a mentir? Mis ojos se empañaron un poco por las lágrimas, pero no tanto por el golpe sino porque tenía la boca abierta y la repentina acción cerró mi mandíbula en la punta de mi lengua. Y sí, dolió un jodido infierno y de regreso.
—Puta madre... —Más bien fue un ceceoso intento por insultar que sonó como putza madzre, pero creo que ella vio suficiente de mi sangre saliendo de mi boca como para retroceder un paso de todos modos—. ¿Cuál ez tu problema? —De nuevo, las palabras fueron apenas inteligibles, pero algo de crédito aquí estaba luchando por no tragar el trozo de lengua que estaba seguro de haber mutilado con mis dientes.
—¿Por qué tenías la boca abierta?
—¡Genial! ¿Ahora vaz a culparme de ezto? Me golpeaz... —Esa no la pude recuperar por mucho que lo intenté.
—Bueno tenías merecido el golpe.
—¡Y ezo por qué! —Acepté un clínex que sacó de bolso y me lo llevé a la boca para intentar detener un poco la sangre. No me había mordido el arete, pero me estaba sangrando incluso más que aquella vez en que me perforé de forma voluntaria.
—Por estar dándome órdenes como si fuese tu esclava, si te digo que me voy a la cama me voy a la cama. —Clavó su índice en mi pecho—. Lamento haberte sacado sangre, no esperaba que estuvieses tan cerca y con la boca abierta. Pero si vamos a hacer esto, me vas a respetar.
—Yo te rezpeto... —Ella hizo una mueca con los labios, se impulsó en la punta de sus pies y me plantó un beso en la mejilla.
—Hablamos mañana. —Esto era tan injusto, sobre todo porque yo no podía hablar y ella lo sabía.
Se alejó hasta el elevador y no dejé de mirar en esa dirección, incluso cuando las puertas se cerraron llevándola lejos. Me di la vuelta para regresar a la camioneta y tras perder un minuto mirando mi lengua, la cual estaba completa por suerte, saqué el móvil de mi bolsillo y tecleé un rápido email.
Asunto: Hablemos.
De: Neil Joyce (neil.f.joyce#gmail.com)
Enviado: domingo, 28 de junio 03:42 p.m.
Para: Susan Hassan (lifeandbodySH#gmail.com)
Aunque no es mañana, creo que me dejaste de forma conveniente con la palabra en la boca. Pero te diré para tu tranquilidad, que con la lengua completa.
Quiero hacer esto, lo sabes, y lamento si soy demasiado apabullante con lo que digo. Pero en vista de que sólo me estás dando treinta días para este trato y que lo vamos a llevar bajo tus condiciones, supuse que tenía permitido pedir algo ¿no? ¿Cómo vamos a hacerlo, Sussy? ¿Sólo por las noches? ¿Cuándo tengas ganas? ¿Cuándo estemos viendo algún local para tu negocio? Me gustaría aclarar estos puntos ciegos antes de seguir adelante, creo que me debes al menos saber qué es lo que tengo permitido pedir o no. Soy naturalmente posesivo y creo que también sabes que soy impaciente, para mí pedirte que me esperaras está noche no estaba mal. Pero para ti sí, y quiero saber cómo calibrar esos pedidos para no hacerte sentir una "esclava". ¡Dios! Sabes que no pensaría nunca nada ni remotamente cercano a eso de ti, no sé por qué te empecinas tanto en creer que estoy intentando denigrarte.
Espero que puedas responderme, lo espero, no lo exijo.
Atentamente.
Neil Joyce.
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Este no sólo es el primer cap que relató Neil solo, sino que es la primera vez que hago una escena de este estilo desde la perspectiva de un hombre. No sé si me salió digna del pensamiento de un hombre, pero mi amigo dijo que podía ser aceptado xDD Espero que a ustedes les haya gustado, gracias por pasar :D
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