Tentaciones de Sussy
¡Hola! Bueno, como vi que había gente con ganas de leer más, decidí soltar el segundo capítulo e ir dándole lugar a estos personajes para que vayan presentándose. Espero les guste y mil gracias a todos los que me saludaron por mi cumpleaños, así como también a todos los que se pasaron por esta historia. A leer... xDD
Capítulo II: Tentaciones de Sussy
—Vas a pensar que soy un lanzado, pero te he visto en esos pantalones de yoga y esa chaqueta tan cómoda… —Le dio una significativa mirada a mi cuerpo, sin detenerse en un ningún punto en particular. No que lo necesitara de todos modos, la simple acción tuvo el efecto deseado en mí—. Y me han entrado unas ganas terribles de echarme una siesta.
Rodé los ojos, volviendo mi vista hacia el espejo que se adivinaba detrás de las botellas en exhibición.
—Bueno, pues ve, no pienso detenerte. —Había tenido un inicio tan prometedor. La Sussy recatada me dio una leve palmada en el hombro, quizá solidarizándose con la causa de la Sussy diabólica.
La risa de Neil se elevó desde mi lateral y a regañadientes lo observé por el rabillo del ojo. Dios, tenía que estar así de bueno, ¿no? Esto era como una versión siglo XXI de la prueba de Moisés en el desierto. Si podía ser capaz de hablar con él sin coquetearle o peor aún, sin llevarlo a la cama, ¿se me otorgaría el título de “responsable”? ¿Al menos al punto de que el gran mandamás me permitiera embarazarme? Yo no era alguien estrictamente religiosa, pero a momentos desesperados medidas desesperadas. Ese siempre fue mi lema, y si tenía que ponerme los pantalones de adulta para convencer a un ente superior de que era capaz de tratar con un hombre guapo sin follármelo en el proceso, entonces lo haría. Yo no era ninguna ninfómana, no piensen así de mí, sólo soy una mujer con ojos y un apetito normal por el sexo. Pero mi primer paso para purgar esos impulsos oscuros, sería comenzar a actuar como una Sussy seria. Una Sussy capacitada para ser madre.
—¿Qué haces aquí de todos modos? —pregunté, como lo haría cualquier mujer que se topara casualmente con el amigo de su cuñado en un hotel.
—Tenía una cena de negocios, acabo de terminar y te vi desde mi asiento. —Apuntó al área del comedor con un ademan algo vago y yo miré, como si realmente esperara ver la silla que había desocupado—. ¿Qué hay de ti?
Esa pregunta tenía todo el potencial de echar a perder mi trabajo encubierto, por eso de camino a Portland había planeado la posibilidad de tener que responder esto a alguien conocido y por supuesto que había planeado una respuesta. Yo era planificadora por excelencia, así que me contenté sabiendo que iba a sonar convincente.
—Estoy buscando locaciones nuevas, porque pienso ampliar mi negocio.
—¿Aquí en Portland? —Asentí con una pequeña sonrisa. Al menos, eso no era completamente mentira—. Genial, ¿y ya tienes algo visto?
Pestañeé dos veces, al darme cuenta que no tenía una respuesta de respaldo para eso. ¿Cómo se le ocurre preguntarlo en primer lugar? ¿Acaso intentaba sabotearme?
Inspiré lentamente por mi nariz para controlar mi súbito nerviosismo. ¿Realmente era tan mala mintiendo? Qué pregunta más estúpida, nombra un Hassan que sea bueno mintiendo y encontrarás a alguien adoptado.
—No, acabo de llegar esta mañana. —Mentira, vil y cruel mentira, llevaba dos días en la ciudad—. Pienso hacer una investigación por internet esta noche. —Adiós sueño de belleza, ahora tendría que investigar para sostener mi coartada.
Yo… simplemente soy imposible con esto, no iba a conciliar el sueño hasta saber que en un eventual y fortuito segundo encuentro con Neil, al menos podría ser honesta al decirle que ya tenía locaciones para mi local.
—Bueno, si quieres puedo juntar algo de información para ti.
Enarqué una ceja al mirarlo, sin saber a ciencia cierta qué decirle. No tenía por costumbre este tipo de interacciones con los hombres, ¿se estaba ofreciendo ayudarme porque si?
—¿Por qué?—inquirí lanzando mi duda a la mesa sin más, el enfoque directo siempre había sido mi marca registrada—. ¿Tú qué ganas?
Neil sonrió dándole un trago a su bebida, y al notar que no apartaba mi atención de su rostro, me miró con un gesto súbitamente serio.
—¿Qué gano? —Se rascó la parte trasera de la cabeza, haciendo que esos pecaminosos músculos flexionándose bajo la tela de la camisa me recordaran una vez más mi condición de Moisés. Yo tenía una misión, no debía perder el objetivo de ello—. Nunca me había detenido a pensar qué obtengo yo, la verdad es que la gente no suele preguntarme por qué hago lo que hago. Pero es mi trabajo…
—¿Tu trabajo? —musité algo perdida en la vaguedad de su respuesta.
—Conozco muchos lugares, ¿estás buscando edificios listos para usar o quieres empezar algo de cero? Puedo buscarte de ambos tipos y tratar de armarte una lista de los gastos que podrían suponer los lugares.
Fue entonces cuando la chispa del entendimiento lanzó algunas luces a mi cerebro calenturiento. Había olvidado por completo que Neil se dedicaba a eso, ¡estúpida! Él había hecho ese hotel junto a Jace (mi cuñado), ¿qué estaba mal conmigo? Realmente debería dejar de mirarle los brazos de una jodida vez.
—Oh… cierto, tú eres contratista. —Y yo aquí pensando que te ofrecías ayudarme para algún retorcido intercambio de favores, pensé en añadir. Pero sabiamente mantuve la boca cerrada.
En verdad tengo que dejar de ser tan paranoica, por supuesto había un motivo por el cual no trabajaba hombro con hombro con hombres, pero no podía encasillar a Neil de ese modo simplemente por haber nacido con pelotas. Suponía que eso no era su culpa, si no más bien una suerte algo taimada en la lotería de la genética. No que la genética se hubiese comportado mal con él, pero lo había hecho hombre y en el diccionario de Sussy, ellos no eran buenos compañeros o socios laborales.
—Sí, voy a intentar ignorar el hecho de que lo has olvidado y lidiaré con el golpe de mi ego luego. —Se giró en su taburete para darme un vistazo completo de lo que la genética había obrado en él y… «Moisés, Moisés… misión»—… ¿qué me dices?
—¿Sobre qué?
Intenté coger el hilo suelto de mis pensamientos, pero ya era tarde él totalmente se había dado cuenta que no le estaba poniendo atención a sus palabras.
—Vamos, Su, deja de comerme con los ojos… no podré ayudarte así.
—Eres un puto engreído, ¿lo sabías?
—Lo sé… —Sonrió, nuevamente esa sonrisa perezosa que dejaba ver su parte juguetona—. Pero dejaremos esto en igualdad de condiciones, prometo mirarte el culo cuando te pares.
—Hecho.
Él volvió a girarse de cara a la barra, echando parcialmente su cuerpo por encima de ella para robarse una botella de cerveza. Una vez más el cantinero sólo lo miró.
—Bueno, ¿te interesa contratar mis servicios? —preguntó, a tiempo que hacía volar la tapa de la cerveza golpeándola contra la esquina de la barra.
—No lo sé, ¿qué tan caro eres?
—La consulta es gratis, podemos negociar un precio luego de ver lo que quieres conseguir de mí.
—¿Alguna vez hablas sin doble sentido?
—¿Yo? —Le empinó un profundo trago a la cerveza—. No, lo siento, no cuando estoy con mujeres bonitas.
—Ok, te advierto que voy a coger el guante en cada ocasión.
Me miró de soslayo, algo más que juego hizo destellar sus ojos color miel.
—Cuento con ello.
Aparté la mirada antes de hacer algo brusco como tomarlo del brazo, presionar esos músculos del demonio un segundo, y luego jalarlo al ascensor. Yo era muy capaz de algo así.
—Consígueme una cerveza, puedo ver que tienes un trato sucio con el cantinero.
—Kev es mi amigo —susurró él, en lo que por un segundo me sonó como un tono algo tímido. Sin darme posibilidad de responder, Neil volvió a inclinarse sobre la barra y mis ojos no hicieron ningún intento por no detallar el trasero que dejó de cara al público.
—Estoy a un segundo de levantarme para ovacionarte. —Él no lo soportó y con la cerveza robada en la mano, soltó una masculina carcajada que no pude evitar absorber como una codiciosa. Yo estaba tan jodidamente mal, tenía que cortar con esa conversación de raíz. Al menos antes de que tuviera que lamentarme la mañana siguiente.
Neil se giró—aún en su posición sobre la barra—pasándome la cerveza, a tiempo que me ofrecía una mirada cargada de coquetería. Y justo cuando estaba apunto de soltarle algún otro comentario tonto y mandar mis intenciones de niña recatada al garete, él frunció los labios en una mueca echándose prontamente de regreso a su taburete.
—Mierda…
—¿Estás bien? —Se palpó el hombro derecho como comprobando que seguía allí, e intentó ocultar la mueca de dolor que eso le produjo—. ¿Qué tienes?
—Nada, hace unos días me está molestando el hombro. —Comenzó a mover su brazo arriba y abajo, al parecer tratando de desentumecer el área—. Estaba trabajando en una bodega y se me cayó uno de los maderos por encima de la cabeza, intenté cogerlo antes de que golpeara otras estanterías y supongo que mi brazo resintió el tirón.
—¿Fuiste al médico?
Por el modo en que me sonrió, supuse que la idea incluso le parecía estúpida.
—No es la primera vez que hago un mal esfuerzo, Su, se pasará en un tiempo.
—¿Y si es un esguince? ¿O un desgarro? O peor, ¿una luxación?
—¿Intentas asustarme?
Le sonreí dulcemente.
—No sé, ¿estoy teniendo éxito? —Neil presionó sus ojos con sutileza, tal vez analizando su siguiente movimiento.
—Un poco —admitió al cabo de un largo segundo de silencio.
—Bueno, ven conmigo, te echaré un vistazo. —Dejé la cerveza sin abrir en la barra y bajé de un brinco de mi taburete; no me detuve a ver si me seguía o no, por descontado sabría que lo haría—. ¿Estás mirando mi culo?
—Oh sí.
***
Para cuando subimos al ascensor la ginebra que había tomado ya se había diluido bastante en mi torrente sanguíneo, al menos lo suficiente como para hacerme entender que sólo estaba llevándolo a mi habitación para revisar su cuerpo. ¡Dios! Juro que eso sonó completamente inocente en mi cabeza.
El típico sonido de un envoltorio siendo ultrajado, me abstrajo de mis pensamientos y rápidamente me volví hacia Neil. Sus ojos volaron a los míos al instante, casi como si presintiera mi mirada en su perfil; sonrió.
—¿Una etapa tardía de la infancia? —pregunté, apuntando con un ademan el palillo blanco de la chupeta aprisionado entre sus labios.
—Control de ansiedad —respondió, maniobrando el dulce con su lengua para no tener que sacarlo de su boca.
—Tranquilo, chico, no te pongas nervioso. —Palmeé su espalda de forma amigable—. Prometo tener mis manos en lugares visibles todo el tiempo.
Neil soltó una cálida risilla entre dientes, mirando de soslayo la mano que dejé caer luego de palmearlo. Había algo en esa mirada, algo tan difícil de leer que me intrigaba más de lo que debería intrigarme el amigo de Jace. Tendría que hacerme recordatorios constantes de esto, algo así como un post it mental. Más si planeaba tenerlo en mi cama durante una larga hora. «Es el amigo de Jace, Sussy, contrólate». Sobre todo porque mi hermana no me dejaría en paz si supiese que estaba planeando abusar de Neil en mi fuero interno. No era mi culpa después de todo, Dios era mi testigo que había hecho lo posible para no tener que cruzarme con nadie durante mi estadía en Portland. Así que esto era su culpa, la de Neil quiero decir; yo no podía hacerme responsable por lo que esa sonrisa combinada con esos ojos y las indirectas sexuales, producían en mi anatomía femenina. Era una mujer saludable.
—No quiero echar a perder tu confianza, pero esto… —murmuró haciendo alusión a su chupeta y pateándome lejos de mis cavilaciones, por suerte—. No tiene nada que ver contigo.
—¿Y entonces? —inquirí, cruzándome de brazos para estudiarlo con detenimiento. Una mirada completamente profesional.
—Estoy intentando dejar el cigarrillo, alguien me dijo que las chupetas son buenas para engañar a la ansiedad.
—Es genial que te prevengas de una posible muerte por cáncer de pulmón, arriesgándote a obtener diabetes en el proceso.
Él volvió a reír, esta vez sacándose el dulce de la boca para obsequiarme un indignado mohín con sus labios.
—No es como si sólo comiera chupetas todo el día, Su, creo que no me estoy arriesgando tanto.
Me encogí de hombros con desinterés, saliendo del elevador cuando las puertas se abrieron en mi piso.
—Dile eso al cirujano que tenga que cortarte el pie luego.
Neil se limitó a sacudir la cabeza, como si mi teoría de él obteniendo diabetes por dejar los cigarrillos de ese modo tan poco clínico, fuese una locura. Lo cual, por supuesto, no era así. Y sabía que el tiempo terminaría por darme la razón.
Hicimos todo el camino por el pasillo en silencio, y no pude evitar preguntarme si él estaba haciendo un inventario mental de las cosas que podría mejorar en el hotel. Después de todo, Neil había trabajado con sus propias manos en ese mismo edificio. Era tan extraño estar caminando sus pasillos con el mismo hombre que los había construido, incluso surrealista. ¿Sabría las fallas más sutiles? ¿Le preocuparía que alguna de las paredes colapsara de un segundo a otro? ¿Estaría enterado del problema en el desagote de mi bañera? ¿Pensaría siquiera en todo eso? ¿Por qué diablos yo pensaba en eso?
—¿Y cuánto llevas en la terapia de las chupetas?
—Dos meses o así… la verdad es que intento no contar las recaídas.
—¿Y cuántas veces recaíste? —Abrí la puerta con mi tarjeta magnética, a tiempo que me iba deshaciendo de mi chaqueta y la lanzaba sobre una silla.
—Unas once, diría yo.
—¿Unas once? —Lo miré con incredulidad por sobre el hombro, tratando de comprender si bromeaba o si él realmente pensaba que fumar once cigarrillos en dos meses serían “recaídas”—. ¿Recaíste once veces en dos meses?
—No me jodas, Su, eso es como un cuarto de paquete al mes. Yo creo que es un condenado logro.
—¿Y cuántos paquetes fumabas antes de tu terapia?
—¿Al día?
—¡Diablos! —Abrí los ojos incapaz de ocultar mi sorpresa—. ¿Fumabas más de uno por día?
Se encogió de hombros, despreocupado, paseando su mirada por la habitación. Otra vez, quizá, haciendo el inventario mental de mejoras para el hotel. Nadie iba a convencerme de lo contrario.
—A veces hasta tres…
—De diez —aventuré, vagamente esperanzada. Él presionó su ojo derecho como si acabara de asestarle un golpe justo en el centro—. ¡Jesús, Neil! ¿Fumabas tres paquetes de veinte en un solo día? ¡Eso son como sesenta cigarrillos!
—No son como, son sesenta cigarrillos.
Desmerecí su interrupción con un movimiento de mi mano. Todavía no podía comprender cómo hacía para fumar tanto en tan poco tiempo, al menos que viviera días más largos que el resto de los mortales, ¿cómo hacía para absorber tanta nicotina?
—Pues quédate con las chupetas, al menos la diabetes no te va a matar.
—Te ves toda hermosa preocupándote por mi salud.
Chasqueé la lengua.
—Me veo hermosa todo el tiempo, no digas tonterías.
—Mis disculpas. —Frotó sus manos juntas, echándole una rápida mirada a la cama detrás de mí. Algo que supuse no esperaba que yo notara, pero sí, buena suerte con eso—. ¿Dónde me quieres?
—Quítate la camisa y túmbate boca abajo.
Me volteé en dirección al ropero donde tenía mi maleta grande y mi pequeña maleta donde llevaba suministros. No es como si esperara toparme todo el tiempo con alguien que necesitara algo de masoterapia, pero mi maletita negra de suministros era una compañera obligada de todos mis viajes.
—¿Tú qué vas a hacer? ¿Invocar a tu masajista interna?
Puse los ojos en blanco, tomando un pequeño frasco de mi maleta.
—Soy fisioterapeuta y kinesióloga, si me dices masajista me voy a ver en la necesidad de patear tu culo. —Lo enfrenté frotando algo del líquido en mis manos, y él me observó con una pequeña sonrisa de burla en sus labios.
—Debidamente intimidado —musitó, tirando su camisa negra encima de mi chaqueta.
Automáticamente mis ojos viajaron a través de la piel expuesta de su torso, brazos y abdomen. Y sólo tengo algo para decir respecto a esto: J-e-s-ú-s. Es decir, Jesús resucitaría para observar esto conmigo y darme el visto bueno para romper mi promesa Moisés.
—Vaya… —Avancé hasta situarme a su derecha, sin dejar de frotar mis manos como si estuviese disfrutando mucho del espectáculo de su cuerpo. Lo cual totalmente estaba haciendo—. Es mucha tinta la que tienes ahí —señalé, esperando que mi voz no delatara la súbita sensación de sofoco que estaba sintiendo.
«Sé profesional, Sussy, tú puedes»
—No eres de esas que creen que los tatuajes son para criminales, ¿verdad? —Él se giró para enfrentarme, a tiempo que yo intentaba darle la vuelta y ver su espalda por completo. Tenía todo un diseño que ascendía desde el codo de su brazo derecho, pasaba por su hombro y se perdía hacia la parte de atrás de su cuerpo.
—No lo había pensado. —Sintiéndome con más derecho que coraje, lo tomé del único lugar que no comprometería en demasía a la profesional que estaba luchando por mantener en mí. Tiré del pasador de su cinturón, volviéndolo en la otra dirección y afortunadamente, Neil se dejó hacer—. Nunca me detuve en eso.
Dejé mi mano a medio camino de su espalda, aun cuando sabía que él me dejaría tocarlo, yo seguía sintiendo mis reservas. Ahí estaba, en un cuarto de hotel completamente sola con un Neil descamisado y tatuado por varios recovecos de su cuerpo. Esto era más de lo que había planeado para esa velada de inspección de papis.
—¿Y qué piensas ahora? —Me observó por sobre su hombro y a regañadientes aparté mi mirada de sus tatuajes, para devolverle la cortesía.
—Pues que si son para criminales, sin duda voy a detenerme en la delegación la próxima vez que pase. Me he estado perdiendo de algo…
—¿Te gustan?
—Estoy apunto de babear sobre ti.
—Debidamente halagado. —Permaneció mirándome con fijeza, logrando que por primera vez en verdad fuera demasiado consciente del entorno. Con Neil era fácil bromear y lanzar indirectas, pero había una muy precaria línea entre un juego inofensivo y la expectativa de terminar de sacarle la ropa para ver hasta dónde lo cubría la tinta.
—Mejor échate en la cama.
—Siempre a lo directo —musitó encarándome de nuevo. Estuve tan lenta de reacción o quizá todavía estaba tan concentrada en determinar los patrones de sus tatuajes, que me tomó un tiempo considerado darme cuenta de que su pecho casi rozaba el mío—. ¿Me vas a dejar pasar o tengo que tumbarme contigo en medio?
—Ya te gustaría… —susurré, perdiendo el toque de confianza por un brevísimo segundo. Di un paso al costado, esperando que Neil no notara el súbito cambio de temperatura en el ambiente, y suspiré para mis adentros cuando él pasó a mi lado sin tocarme.
Esperé a que terminara de acomodarse, notando que en esa postura el tatuaje de su espalda quedaba por completo expuesto a mi curiosidad. Y tras mirarlo con la excusa de frotar algo de loción en mis manos, pude determinar que se trataba del ala quemada de un cuervo que estaba parcialmente pintado en su brazo y espalda. Los dibujos se continuaban, lo cual hacía algo difícil ver qué impedía el vuelo del cuervo, pero desde mi perspectiva era capaz de ver su pico elevado al cielo y uno de sus ojos que parecía medio suplicante y medio desafiante.
¡Diablos! Y yo iba a poner las manos sobre esa piel.
—¿Algo va mal? —inquirió él, cuando mi invocación de masajista se prolongó más de lo deseado. Sacudí la cabeza en una negación, a pesar de que Neil no podía verme.
—No… —Coloqué una de mis rodillas en la cama, para luego posar mi mano izquierda en el centro de su espalda—. Pero voy a tener que montarte, espero estés bien con eso.
—Sólo si luego me dejas devolverte el favor.
Preferí no responderle, mientras me subía a ahorcajadas en su espalda y me preparaba para revisar su hombro. Pues, a decir verdad, si él no lo proponía yo terminaría por proponérselo sin lugar a dudas.
Lo siento, Dios, te he fallado esta vez. ¡Pero Moisés tuvo más oportunidades!
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La imagen es una idea de Neil, o sea... obviamente el tatuaje que describe Sussy es algo que yo imaginé (sí, entre mis muchos talentos también diseño tatuajes xDDD). Pero para tener una ayuda visual de cómo es Neil, más o menos así me lo imagino yo. Espero les haya gustado el cap. Y ahora voy a cumplir con un pedido especial.
Jace: Bueno pronto voy a estar visitando esta historia de un modo más marcado, pero no iba a dejar pasar la oportunidad de dedicar el primer capítulo (sé que es el segundo, pero es el primero dedicado) de esta historia. Todavía me alegro que después de tantas historias, haya chicas que me pidan exclusivamente para la dedicatoria. Así que FranPadB, por ser tan fiel al primer chico de las listas, te dedico este capítulo y espero que lo hayas disfrutado, amore.
Por cierto para las que no pueden ver la imagen de Neil aquí o simplemente les apetece, nos pueden agregar (a Tammy y a todos ¿no?) en twitter o en la página de FB. Todo eso lo encuentran en el perfil. Nada más por aquí, besos para todas y en especial para Fran.
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