Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Subiendo la apuesta

Bueno acá estoy... esta semana tengo algunos exámenes así que puede que no pueda cumplir con el cap en el tiempo estipulado. Pero tienen que entender, soy una eterna aprendiz xD En fin espero les guste el cap. le puse ganas y pensamientos (?)

Por cierto, son las cuatro de la mañana y tengo sueño, no voy a poder responder los comentarios anteriores. Pero me va a encantar saber cuáles son sus impresiones del cap. Disfruten!

Capítulo XVI: Subiendo la apuesta

Cuando fui capaz de colocar un pie delante del otro, algo que me costó mucho más de lo que voy a exponer aquí ahora, tomé el último tramo de escalera que guiaba a la terraza. Abrí la pesada puerta de metal, sin saber qué esperarme del otro lado. Incluso todavía había cierta parte de mi mente que pensaba en el asesinato; un edificio inhabitado, una azotea, el crepúsculo y el silencio que parecía más y más notorio a esas alturas, sin duda ayudaban a crear un gran escenario.

Pero a decir verdad, ninguno de mis locos pensamientos me preparó para lo que vi. Me costó un segundo acostumbrar la vista, pues tras salir de las penumbras de la escalera me encontré directamente con una versión más sofisticada y actual del edén. Frente a mí se extendía un camino de piedras lizas que formaban patrones conforme avanzaban a través de un césped perfectamente recortado, en el centro había una gran pérgola en donde se veían dos largos bancos a sus laterales y una manta en el medio dejada allí sin mucha ceremonia. Había plantas colgando de macetas y arbustos que tenían la altura ideal como para no desentonar en lo absoluto, era algo sacado de una fantasía muy cursi pero bellísima. Podía admitir aquello, era bellísimo.

-Señorita Hassan, veo que fue capaz de encontrar el camino. -Aparté mi anonadada vista del inesperado jardín, para posarla en el hombre que me aguardaban del otro lado de la pérgola con su cuerpo reposando contra una valla de contención.

Se veía delicioso en camiseta y pantalones negros, a los cuales le había dado su propia marca de estilo añadiendo un saco gris. Era una formalidad que rayaba en la casualidad, me encantaba que supiera vestirse, me encantaba que fuera detallista para esas cosas.

-Señor Joyce, realmente me quedé sin palabras.

-Retengamos este momento entonces. -Él quitó las manos de sus bolsillos y comenzó a avanzar en mi dirección, sus ojos hicieron un recorrido apreciativo antes de detenerse en los míos-. Me encanta cuando vistes de rojo.

-Oh, no creas que lo hago por ti -dije, desestimando su cumplido con un leve encogimiento de hombros. Había elegido un vestido rojo a posta, pero ¿y qué?-. Esto es hermoso, Neil.

Él miró el jardín a nuestro alrededor casi sin mirarlo en realidad.

-Me alegro que te guste, pero te traje aquí con otros motivos.

-¿Quieres decir que no intentabas hacerme rodar por las escaleras mientras jugabas con tu pequeño aparatito?

Una sonrisa lobuna tiró de sus labios, mientras me tendía la mano en donde tenía el control remoto con que había estado dirigiendo mi orgasmo. Cristo. No estoy segura si alguna vez una mujer tuvo que plantearse tal pensamiento.

-Mi pequeño aparatito todavía no salió a jugar, pero tiempo al tiempo. -Le quité el control, no fiándome de él en lo absoluto con eso en las manos-. Y no ibas a rodar por las escaleras, tenía cada paso fríamente calculado.

-¿Y qué si te equivocabas?

Una ceja castaña se levantó ante mi demanda, lo enfrenté de todos modos.

-Yo nunca me equivoco.

Puse los ojos en blanco, ni siquiera sabía qué me había poseído como para hacerle una pregunta así. Habría adivinado su respuesta, incluso sin tener idea del tema tratado, Neil era fácil de adelantar en ese aspecto. Di un paso para rodearlo y comencé a recorrer el jardín, tratando de respetar el camino de piedras trazado y disfrutando demasiado de ese paisaje secreto.

-¿Cómo sabías de este lugar?

Él avanzó detrás de mí, colocando su mano suave pero posesiva sobre mi cintura, para guiarme hasta la cornisa. Había una pared como de un metro bordeando todo el jardín, pero eso no impidió que mi corazón bombeara con mayor fuerza ante la idea de echar una mirada hacia abajo.

-Trabajé aquí.

-¿Construiste el edificio? -Asintió, perfilando su mirada hacia el horizonte-. ¿Y también el jardín?

-Sí, forma parte del proyecto "Azoteas verdes". Algunos edificios de oficinas comenzaron a armar jardines recreativos, para que sus empleados pudieran relajarse en medio de una jornada larga.

-Vaya...

-Yo diseñé este y lo cuido hasta que el edificio esté en funcionamiento. -Bajó su mirada un instante en mi dirección, pero no me permitió pensar una replica cuando volvió a mirar a la distancia-. Mientras construimos aquí, nos dimos cuenta de la vista que se iba desplegando para nosotros conforme íbamos subiendo. -Señaló frente a nosotros y yo llevé mi atención hacia allí con interés, notando una larga calle que parecía partir desde el edificio en que estábamos parados y atravesaba gran parte de la ciudad hasta perderse armónicamente en el mar. La vista más jodidamente perfecta que pudiera haber pedido un edificio, una mezcla de la naturaleza y la mano del hombre que parecía haberse dado de forma casual-. Tienes que ver cuando se ponga el sol.

-Es impresionante. -Y eso que el sol todavía no se había ocultado, pero a esas horas comenzaba a caer perezosamente en su sueño nocturno.

Repentinamente Neil colocó ambas manos en el filo de la pared y con un impulso, y un gruñido estúpidamente masculino, se subió hasta quedar peligrosamente de cara al suelo.

-¿Qué haces?

-Ven aquí, se verá mejor. -Me tendió una mano, pero ni por asomo hice amague de tomarla. ¿Se había vuelto loco?

-No, gracias, me gustaría terminar esta velada viva.

Él sonrió girándose con completa naturalidad en un espacio de treinta centímetros de espesor, sin duda estaba fuera de sí.

-¿No me digas que le tienes miedo a las alturas?

-No, le temo a caer y morir por estar parada en una cornisa.

-Vamos, Su, no te dejaré caer... -Volvió a colocar su mano insistente delante de mi rostro-. Confía en mí.

-No quiero hacerlo -mascullé como última protesta, a tiempo que sentía sus dedos cerrarse entorno a los míos y jalar de mi cuerpo hacia arriba. Todavía no recordaba el momento en que lo alcancé, o cómo fui capaz de no chillar en el proceso, pero allí estaba. De pie en una cornisa, abrazada al cuerpo de Neil como si esperara que mi asfixiante amarre lo volviera más estable y evitara que nos cayéramos.

-Levanta el rostro, Sussy, sino no tiene sentido.

-Tengo miedo -admití en un susurro. ¿Por qué una azotea? Pensé en mi fuero interno, habiendo tantos modos de impresionar a una chica, ¿por qué poniendo en juego mi temor a las alturas?-. Necesito bajar.

-No vas a caerte. -Él metió su mano por debajo de mi barbilla y me obligó a emerger, no sin algo de fuerza, del refugio que me había prodigado su pecho. Apreté los ojos, una mujer debe usar hasta el último recurso a su disposición-. Sólo abre los ojos.

-No...

-Abre los ojos, cariño.

Protesté abiertamente con un gemido, pero tras un largo segundo de silencio logré ganar el coraje suficiente como para mirar. Y fue...

-Wau... -La mano de Neil apartó con amabilidad el cabello del costado de mi rostro, permitiendo que mi vista chocara de lleno con el mar y el sol pintando de tonos dorados la calle que guiaba hasta nosotros. No había otra palabra, era-: Wau...

-¿Nuevamente sin palabras? -Él parecía tan orgulloso de su logro que sólo fui capaz de asentir en acuerdo.

No era la mejor situación para detenerse a mirar el atardecer, por mucho que la visión frente a mi rostro me impactara y me gustara, seguía siendo incapaz de ignorar el viento silbando junto a mi oído, o el hecho de que estaba vulnerablemente de pie en una cornisa. A un soplido provocador del clima de caer al vacío, a un único tentador vistazo hacia abajo que confirmara lo idiota que podía ser tratándose de este hombre. ¡Estaba de pie en una cornisa! ¿Qué infiernos pasó con la Sussy racional?

-¿Crees que ya podemos bajar? -El cuerpo de Neil se sacudió en una carcajada ante mi pregunta y aún no sé cómo, pero mis uñas se cerraron cual comprensas entorno a sus brazos.

-No puedo creer que la implacable Sussy tenga miedo de algo, voy a tener que tomar nota de esto.

-No seas hijo de puta -me quejé, alzando la cabeza para mirarlo-. Aquí estoy enfrentando una fobia por si no te diste cuenta.

-Me doy cuenta de lo valiente que eres. -Se inclinó para darme un ridículo beso en la nariz y luego procedió a desenredarse de mi abrazo, brincando al piso con la naturalidad de alguien que ha perdido todo respeto por el peligro. Cerré los ojos al momento en que la mano de Neil me liberó por completo y me obligué a mantener la calma.

-¡No me sueltes, imbécil! -Nadie dijo que fuese buena obligándome a mantener la calma.

Sus manos volaron de forma automática hacia mi cintura, suspiré.

-Déjate caer, yo te sostengo.

Rodé los ojos, aun cuando él no vería el gesto.

-¿Intentas verme la cara?

-No, en realidad intento ver debajo de tu falda. -Bufé, sintiendo una sonrisa involuntaria tirar de mis labios-. Pero hablo en serio con lo otro, sólo déjate caer.

Estaba completamente incomoda con la idea, ¿para qué mentirles? Pero honestamente no soy de mostrar mis debilidades o mis incomodidades, para el caso. Así que extendí los brazos a cada lado -actuando más valiente de lo que me sentía-, abrí los ojos y le di un último vistazo apreciativo al mar.

-¡Estoy volando, Neil! ¡Estoy volando! -Y finalmente me lancé hacia atrás, con la esperanza de que él tuviese la fuerza suficiente como para sostenerme en caída libre.

-Estás demente -musitó al atraparme, dejando que una sonrisa suave se deslizara por sus sexys labios. Extendí una mano para seguir con mi índice el contorno de su sonrisa y sus ojos se oscurecieron con hambre, haciendo que mi interior gimiera con la necesidad de reemplazar mi dedo por mi boca.

-Pero soy inofensiva... -aseveré, enganchando sutilmente su labio inferior en el proceso. Un sonido ronco salió de su boca a medio abrir, mientras se daba la vuelta conmigo aún en brazos y se encaminaba con seguridad hacia la pérgola.

-Cada vez dudo más de eso.

-¿De qué? -inquirí, cogida por sorpresa. Él reacomodó mi cuerpo en sus brazos, como si sólo intentara silenciarme o asegurarse de que me tenía exactamente donde quería. Fuese una u otra cuestión, yo no pensaba discutir sus maneras.

-De que seas inofensiva -masculló, inclinándose para dejarme en uno de los bancos laterales.

Me crucé de brazos, viéndolo ir al centro de la pérgola donde lo esperaba una manta mal doblada y lo que parecía ser un bolso de mano. Él se quitó el sacó con rapidez para luego estirar la manta algo toscamente en el suelo, entonces sacó una botella y copas del bolso, completamente concentrado en disponer cada uno de los materiales que había traído consigo. Entrecerré los ojos viéndolo hacer, había algo indiscutiblemente adorable en un hombre organizándolo todo. Cuando estuvo feliz con su trabajo sobre la manta, se volvió para mirarme, sonriente.

-Ven aquí -me indicó, haciendo un ademan con su mano.

-Cariño, ¿has preparado la cena? -Lo alcancé en el centro de la pérgola, observando el modo en que había dispuesto un grupo de sándwiches, las copas y el vino. No era el mejor trabajo del mundo, pero iba a reconocer el esfuerzo detrás de ello. El pobre era un simple contratista, cada vez me quedaba más clara su amistad con Jace.

-He preparado los sándwiches, espero que te guste el pavo.

-¿Cocinaste pavo?

-No, claro que no, el pavo ya estaba hecho pero yo lo metí dentro de los panes.

-¡No me digas! -Me senté en una esquina de la manta, cruzando las piernas hacia un costado para poder mirarlo. Él se arrodilló del otro lado, tomándose un segundo para descorchar el vino.

-Y corté el tomate y lavé la lechuga.

-Debidamente impresionada -le dije en broma, sin darme cuenta al momento que lo estaba citando. Neil apartó su atención de su labor con el vino, para darme una conocedora, y algo petulante, mirada de ojos dorados. Entonces me pasó una copa, se sirvió una para sí y me invitó a acompañarlo en el brindis-. ¿Por qué?

-Por... -se detuvo un instante, alzando los ojos hacia el cielo que se adivinaba a través de las aperturas cuadriculadas de la pérgola-. Por las debidas impresiones.

-Salud. -Entrechocamos las copas y me gustaría decirles que nos tomamos un necesario momento para degustar los sándwiches de pavo de Neil, pero no lo hicimos. La verdad es la verdad.

En cuanto el vino tocó mi lengua, sentí su mano cerrarse entorno al pie de mi copa y al siguiente segundo su boca estaba sobre la mía, tratando de llevarse los leves vestigios de la bebida. Me dejé caer hacia atrás, guiada por la fuerza de la mano que se aferraba a mi cintura y que a su vez, enrollaba de forma sistemática mi vestido. Suspiré, permitiendo que su cuerpo me tomara como rehén, disfrutando demasiado de los golpes certeros con los que su lengua atacaba a la mía.

-Comemos después -musitó, despegando sus labios el tiempo suficiente como para dejarme coger aire.

-Bien... después. -Me importaba un cuerno la comida, yo quería saltar directamente al postre, mi propia versión dulce y adictiva.

Lo positivo era que al menos con él jamás subiría de peso.

Su mano arrastró un camino ascendente por mi muslo, dándome un muy ligero apretón en la parte posterior de la rodilla. No tenía idea que eso podría encenderme, pero lo hizo, y respondí aquel estímulo arqueando las caderas en busca del roce con las suyas.

-Shu... shu... -Con su palma me empujó hacia abajo, mientras delineaba el contorno de mis bragas y lenta, muy lentamente, se colaba por el costado para burlarme con la promesa de la caricia-. Creo que te debo algo, ¿no?

-Lo haces y deberías pagarme, ya.

-Me agrada tu impaciencia. -Depositó un ruidoso beso en la base de mi tráquea, para luego tomar con sus dientes uno de los tirantes de mi vestido y jalarlo por mi hombro. Entonces uno de sus dedos encontró el consolador en mi entrepierna y al parecer no pudo resistir la tentación de jugar con él, porque lo retiró un poco y volvió a hundirlo con suavidad un par de veces hasta lograr que yo buscara aplacar la necesidad con mi mano. Necesitaba un poco más de intensidad de la que me estaba dando-. No... -me regañó, mordiendo mi boca y sosteniendo mi mano por la muñeca. Gemí en clara protesta, retorciéndome debajo de su peso-. Vas a venirte, nena, pero lo harás cuando yo te lo diga.

-Púdrete.

Sonrió con malicia, a tiempo que se incorporaba en sus rodillas y mantenía mis piernas abiertas con sus muslos. Con una de sus manos terminó de tirar del bretel de mi vestido, dejando uno de mis pechos expuestos al aire y a su escrutinio. Di un pequeño jadeo, notando como mis pezones reaccionaban sólo ante la idea de que él pusiera una mano sobre ellos. Neil no despegó los ojos de mi pecho, mientras sometía al otro bretel y dejaba mi vestido hecho un montón de tela roja en la mitad de mi cuerpo. Amagué a incorporarme pero con una mano en mi hombro, volvió a tenderme en el suelo y se quedó allí, mirándome. Pudieron pasar horas, aunque en mi cabeza sabía que mi impaciencia estaba haciendo mal el conteo.

-¿No vas a hacer nada? -le espeté, cansada de estar allí a escasos centímetros de su cuerpo y sin poder reclamarlo.

-Estoy practicando mi paciencia, viendo qué tan bien se me da enfrentar las tentaciones.

-A mí se me da fatal, o haces algo o te juro que voy a patearte y a terminar por mí misma.

-Eso sería algo que me fascinaría ver. -Se llevó una mano al mentón en gesto analizador, pero un segundo después sacudió la cabeza-. Pero no ahora, ahora quiero estar dentro de ti, sobre ti y detrás de ti.

-Mierda... -susurré casi sin notarlo. Neil volvió a sonreír, pero había algo completamente nuevo en esa sonrisa. Quizá reconocimiento, un reconocimiento tácito de que ambos queríamos lo mismo y del mismo modo, y haríamos lo que fuera para obtenerlo. Sacudí la cabeza para apartar ese pensamiento, pues no quería pensar de ese modo estando allí; quería sentirlo tal y como él lo había descripto, nada más. No importaba si queríamos nada más que eso.

Antes de que pudiera darle más vueltas al asunto, él volvió a inclinarse, cubriendo todo mi cuerpo con el suyo, y repentinamente jaló fuera de mí el consolador. Solté un quejido que él atrapó al instante con su boca, demandando, poseyendo y reclamando en cada embiste con que su lengua me encontraba. Hizo subir sus manos por mis muslos, pasando por mi abdomen y mis costillas hasta que se toparon con mis senos, los cuales parecían esperarlo de toda la vida.

-Neil... -Él presionó con sus largos dedos mis pechos, tanto que por un segundo fue doloroso, pero tan jodidamente necesario. No intenté disimular un profundo gemido de aprobación, incluso a sabiendas que aquella caricia dejaría una marca en mi piel. Se inclinó para trazar con su lengua uno de mis pezones y cuando estuvo completamente húmedo, lo atrapó entre su índice y pulgar con fuerza para hacerme correr una descarga por todo el cuerpo-. Maldito seas...

-¿Qué tanto aguantas, cariño?

No comprendí a que se refería, pero denme algo de crédito mi mente todavía estaba embotada en las sensaciones como para detenerse a pensar respuestas.

-¿Qué?

-¿Qué tan rudo me puedo poner contigo?

-No sé. -En realidad no lo sabía, nunca antes me habían preguntado algo por el estilo-. Lo que consideres.

Él sonrió con algo de tirantes, bajando una de sus manos perezosamente por mi vientre.

-Así no funciona, Su, pero si no sabes lo mantendremos simple.

¿Simple? Había algo en esa palabra que me disgustaba, ¿él planeaba algo más para nuestras interacciones? ¿Acaso todo este tiempo sólo habíamos estado jugando a lo "simple"?

-¿Quieres darme golpes con un fusta y esposarme en una cama?

-Dios, no. -En esa ocasión rió de forma abierta-. Sé que está de moda esa mierda, pero no tengo interés en golpear a nadie.

Dejé que un suspiro escapara por mis labios.

-¿A qué te refieres con simple entonces?

-A nada en particular. -Bajó la cabeza para darme un rápido beso y luego volvió a ponerse en sus rodillas-. Sólo soy un chico extremo, cariño, quiero buscar extremos contigo.

Con un movimiento certero, jaló de la hebilla de su cinturón para luego desabotonarse el pantalón con tranquilidad. Enarqué una ceja al tener un pequeño vistazo de sus bóxers azules, bastante más tirantes de lo que normalmente deberían estar.

-Podemos ir buscándolos de apoco, ¿te parece?

Una sonrisa taimada se desplegó en sus labios, a tiempo que bajaba la mirada por mis pechos expuestos, mi vestido aún sin quitar y mis piernas extendidas a cada lado de las suyas.

-Entonces voy a pedirte que te des la vuelta. -Metiendo un brazo por debajo de mi cintura, me colocó rápidamente de cara al suelo sin darme tiempo a procesar su pedido. Sentí su pecho presionando contra mi espalda, sus piernas instándome a separar las mías y la pesada respiración golpeando irregularmente contra mi nuca-. Si gritas una vez voy a detenerme y vas a tener que darme una mamada, ¿entendido?

-No.

-Son reglas simples, Sussy, mantente en silencio y te daré lo que quieres, como quieres y tantas veces como sea capaz de dártelo. -Gruñó algo entre dientes mientras lo sentía acomodándose en mi entrada-. Me necesitas allí, ¿no?

-No me gustan tus reglas.

-No tienen que gustarte, pero la próxima vez seguiremos las tuyas.

Despegué la frente de la manta, para darle una mirada de soslayo. Él encontró mis ojos con una seriedad que logró estremecerme.

-¿Lo prometes? -Con una de sus manos inmovilizó las mías sobre mi cabeza, a tiempo que se guiaba a sí mismo hacia mi interior y me dejaba sentir el metal de su perforación abriéndome para su invasión. Me quejé sin poder evitarlo y él se retiró casi por completo, tal vez para recordarme de qué iba su juego.

-Prometo que seguiremos tus reglas. -Volvió a hundirse demasiado lento, golpeando mi trasero con sus caderas y mordiendo mi hombro como si intentara callarse también-. Pero ahora no harás ruido, ¿bien?

-Bien -acepté sin aliento, mientras él volvía a salir y se hundía con brusquedad, arrastrando mi cuerpo hacia adelante con cada nueva acometida.

Moví las manos tratando de liberarme de las suyas, buscando hacer algo con ellas frente a mi posición desventajosa. Pero Neil no me lo permitió, aferró mis muñecas con mayor intensidad, asegurándome otro par de morados allí para la mañana siguiente. Él quería ser rudo y mientras entraba y salía de mi interior, pude sentir el cambio con respecto a las otras veces. No era simple, era una posición de dominio en toda regla y yo sólo podía quedarme allí, con el trasero al aire, las bragas corridas a un lado como un estorbo y la boca firmemente cerrada.

-Lo haces bien, nena, muy bien. -Metió su mano libre entre mi cuerpo y el piso, hasta que halló la cinturilla de mi ropa interior y comenzó a tirar de ella para crear una nueva fricción.

Tiré la cabeza hacia atrás tragando un gemido, incapaz de no acusar recibo de aquella estimulación. Él lo notó, pues parecía que estaba deseando poner mi promesa de silencio a prueba, y reemplazó el roce de la tela por su áspera palma. Me sacudí en búsqueda de mi liberación, sintiendo que el continúo golpe de sus caderas y su mano manipulando mi clítoris, era más de lo que cualquier persona pudiese soportar. Presioné las piernas, me contoneé descaradamente contra su mano y luego...

-Neil... por... -Pero entonces todo se detuvo. Él casqueó la lengua como si mis palabras lo hubiesen desilusionado, pero les aseguro que nadie podía estar más desilusionada que yo en ese sitio. Sentía que mi orgasmo se escapaba de mis manos paulatinamente, justo cuando acababa de estar allí, a escasos centímetros de mis dedos, a nada de vencerme y lanzarme en caída libre con él. Gemí de pura frustración, sintiéndolo retirarse por completo, perdiendo su peso sobre mi espalda y el amarre de su mano en mis muñecas-. ¿Qué...?

-Estuviste tan cerca. -¡Ni hablar! Pensé para mis adentros, mientras él tiraba de mí hasta dejarme sobre mis rodillas y sintiéndome completamente timada. ¿Qué infiernos? ¿Planeaba no terminar?-. Reglas son reglas, Su.

Me giré boquiabierta con toda la intención de asesinarlo con la mirada, pero él sólo se limitó a bajar los ojos hacia su regazo, como si en verdad esperara que le diese una mamada.

-Te vas al infierno. -Jalé abruptamente de la parte superior de mi vestido, en un intento vano por recuperar algo de mi dignidad. Yo jamás perdía, yo jamás me quedaba con las ganas de un orgasmo. Jamás.

-¿Por qué eres tan mal perdedora? Dijimos que lo haríamos de este modo, aceptaste.

-No puedes obligarme a cerrar tratos cuando estás de rodillas entre medio de mis piernas, es obvio que diré a todo que sí.

Frunció el ceño, al parecer en verdad molesto por mi negativa de seguir sus estúpidas reglas.

-¿Entonces no estabas de acuerdo?

-No estoy de acuerdo con quedarme sin orgasmo -rezongué, cruzándome de brazos.

-Muy bien, entonces lo haremos de este modo sólo porque es tu primera vez con reglas. -Lo miré, enarcando una ceja con suspicacia-. Tú me das una mamada a mí y yo te la doy a ti, ¿te parece justo?

-¿Al mismo tiempo?

Me guiñó un ojo con picardía.

-No seríamos nosotros de lo contrario.

***

Se podían ver las estrellas desde el lugar en donde estábamos acostados, la pérgola tenía el número exacto de flores como para crear la ilusión de privacidad sin terminar de ser del todo privada. Me desperecé con suavidad, hasta que el sonido del estómago de Neil gruñendo se encargó de romper el hechizo.

Reí.

-¿Tienes hambre?

-Casi cada minuto del día, pero no te molestes y trata de ignorarlo. -Deslicé mi mano desde su pecho hacia su vientre, jalando el vello de debajo de su ombligo con los dedos-. Auch.

-Come si tienes hambre, Neil, ya has demostrado que esta cita no respeta convencionalismos.

Sentí como los músculos de su pecho se tensaban levemente bajo mi cabeza, mientras su mano buscaba la mía y la detenía de seguir jugando. Levanté la mirada con la intención de encontrar la suya, pero él sólo me jaló un poco para apartarme de su cuerpo y darle lugar para que se sentara. Lo hice, incorporándome a su vez, pensando que finalmente había decidido satisfacer su apetito.

-No creo que deberías llamarlo así.

Negué un tanto confusa.

-¿Qué cosa? -inquirí, buscando a tientas mi vestido a mi alrededor. Él frunció el ceño, se volteó y de un tirón recuperó mi vestido de su lado. No podía terminar de explicarme cómo llegó allí, o en qué momento.

-A esto.

-¿Esto? -Me introduje dentro de mi atuendo, aún sin tener idea de qué estaba hablando o el por qué de su repentina actitud fría. No es como si en realidad me molestara un pequeño receso para comer-. No entiendo.

Neil se quitó la parte inferior de la manta con la que cubríamos nuestros cuerpos antes y se apresuró a incorporarse para tomar su ropa; bóxers, pantalones y camiseta, todo se lo puso en un tiempo que podría considerase para el libro de records.

Bueno, al parecer no habría receso ni nada más, para el caso.

-Vamos, se hace tarde.

Sacudí la cabeza, completamente desconcertada. Pero no me encontraba con ánimos de discutir sobre esa línea, ¿acaso no le había dicho yo de mi aversión a dormir con otras personas? Habíamos hecho lo que nos habíamos propuesto, tal y como las veces anteriores, ahora era momento de irse cada quien por su camino. Y aunque sabía con certeza eso, no podía dejar de pensar que había habido algo singular en esta ocasión. Sí, por supuesto que hubo sexo, pero no sería justo ignorar el esfuerzo por un cambio de escenario, la sorpresa de llevarme allí, la comida preparada que jamás tocamos o el vino que terminó bebiendo de mi ombligo. Creo que eso no podía ser pasado por alto sin más, ¿verdad?

-¿Neil? -Acabé de vestirme en una esquina de la pérgola, mientras él juntaba las cosas y las metía con brusquedad dentro del bolso. ¿Ahora qué infiernos le pasaba?-. ¿Neil?

-¿Qué? -Se detuvo con la manta a medio empujar y me miró, había algo más que molestia en su mirada, había indignación.

-¿Hice algo mal? ¿Qué ocurre? -Pestañeó como si mi pregunta lo tomara por sorpresa y luego sólo se encogió de hombros, para luego volver a su lucha con la manta.

-No ocurre nada, hicimos lo que teníamos que hacer y eso es todo.

-Claro -musité entre dientes. Porque así era, habíamos hecho lo que estaba dentro del plan y puesto que nunca habíamos pensado nada por fuera de ello, lo lógico era no intentar sobrepasar límites que desconocíamos-. Pero entonces... -Él me miró nuevamente, para hacerme saber que tenía su atención. Me sacudí la incomodidad de los hombros, porque sentía que me quedaba algo por decir y ni siquiera estaba segura de qué.

-¿Entonces qué? -medio gruñó en mi dirección.

-Nada, olvídalo. Vamos.

Me di la vuelta dirigiéndome hacia la puerta de metal con pasos más firmes de lo que se sentía el resto de mí, me parecía que había pasado una vida entre el momento que la había cruzado por primera vez y ese. Aunque no habían pasado más que algunas horas. Él me alcanzó antes de que pudiera abrirla y me hizo volver con un tirón para nada educado; bufé.

-No quiero que nos confundamos, Sussy, ¿bien?

-No, la verdad es que no sé de qué mierda me hablas y si no lo dices claro, entonces déjalo.

-Fue... -Se sacudió el cabello con la mano antes de dejarla caer junto a mi cabeza en la puerta-. Lo llamaste "cita".

¿Estaba de broma? ¿Toda esa reacción por una estúpida palabra al azar? No pude evitar soltar una risa burlona.

-¿Y qué demonios fue? -Alcé las manos como para dejar en claro que cada vez me confundía más-. Me trajiste a un jardín en una azotea para ver un atardecer, preparaste sándwiches y trajiste vino, ¿esa es tu idea de una reunión de negocios? Porque hasta donde yo sabía, cuando dos personas se juntan para tomar una comida, ver un atardecer y tener sexo, se trata de una jodida cita.

-¡No es una cita! -exclamó con más ímpetu del que me habría esperado. ¿Tanto le fastidiaba que pudiéramos actuar de un modo más normal? Sabía que lo que hacíamos era simple sexo, pero no le veía nada de malo a compartir un rato antes de ir a lo nuestro. Era lo que las personas hacían-. Yo no tengo citas, Sussy, y creo que esa idea sólo puede prestarse a confusiones.

-¿Ah sí? ¿Entonces para qué mierda me trajiste hasta aquí? ¿No habría sido más cómodo ir hasta el hotel y follarme en la cama?

Presionó los ojos en un claro gesto de molestia, pero poco me importó estar importunándolo. El señor yo no tengo citas, podía besarme el culo y no para su disfrute o el mío.

-Sólo quería hacer algo distinto.

-Sí, como sea, Neil. -Me di la vuelta y jalé de la puerta antes de que se me terminaran de subir los humos a la cabeza-. Supongo que ha sido la no-cita más encantadora que tuve -mascullé con ironía.

Sin darle tiempo a que me respondiera, me lancé hacia la oscuridad del pasillo y agradecí que en mi fastidio tuviese un sistema de navegación tan exacto. Cuando alcanzamos el elevador, ninguno dijo nada y la verdad es que lo agradecí. Para cuando llegamos a la calle, hacia la esquina contraria por la que yo había llegado, estaba la camioneta de Neil. Él lanzó su bolso de no-cita al asiento trasero y yo me quedé dando golpecitos con mi pie en el piso, esperando algo. En ese instante de espera, me di cuenta de forma súbita que no quería volver con él. Es decir, en vista de que esto era cada quien llega y se va por su lado, no veía necesario que me dejara en la puerta y me despidiera con un beso. Después de todo, esto no era una cita.

Acababa de llegar a esa aireada conclusión cuando él me habló.

-No entiendo por qué te molestas, tú eras la que quería mantener las cosas simples.

-Es cierto -le espeté con falsa cordialidad-. Y es por eso que de ahora en más nos limitaremos al hotel, así de cara al futuro nadie puede malinterpretar nada.

-Estás actuando como una estúpida, Susan.

-¿En serio? -Lo miré tratando de lucir lo menos afectada posible, si él no tenía citas yo no iba a ser quien se lo reclamara-. Sólo estoy aceptando lo que me dices, Neil. Y verás que en pos de mantener todo esto simple, te liberó de la responsabilidad de llevarme al hotel. Me voy en taxi.

-Y una mierda. -Ondeé una mano en su dirección ignorando de plano su reclamo, y más que lista para desandar mis pasos hasta el frente del edificio donde había visto cruzar algunos taxis. No me tomaría mucho tiempo encontrar uno que me llevara de regreso, además que en ese momento hasta volver caminando en tacones se veía como una opción atractiva-. Sube a la camioneta, Sussy, no seas ridícula.

-No tienes que dejarme antes de las diez para que mis padres no te riñan, Neil, ya hicimos lo que teníamos que hacer y ahora nos separamos. -Me giré para mirarlo un segundo-. Es así como funciona, así lo mantenemos simple.

Vi un automóvil amarillo tomar la calle por donde caminábamos y automáticamente le hice señas para llamar su atención, era la primera vez que el universo se ponía de acuerdo en ahorrarme las molestias. El taxi se detuvo junto a la calzada, pero Neil al parecer tenía planes de retenerme allí más tiempo. Su mano cerró la puerta cuando intenté abrirla, acción que le ganó una mirada furibunda por mi parte y esperaba que por parte del taxista también. Toda ayuda sería necesaria entonces.

-No hagas esto, ¿quieres? -musitó en voz apenas audible, colocando su pesada mano en mi cintura para atraerme sutilmente hacia él-. Realmente no quieres hacerlo.

-No sé de qué me hablas. -Aunque tal vez sí lo sabía, pero me rehusaba a ello. Me rehusaba a pensar la verdadera razón de que me molestara tanto que negara nuestra cita, que negara el hecho de que había nacido de él esa idea y que me gustaba que hubiese sido así.

Trazó una leve caricia con su pulgar en mi mejilla, antes de soltar un suspiro muy similar a un quejido.

-No tengas expectativas sobre esto, Su, no vamos a tener citas o ir al cine o salir a patinar o a comer con tus padres, no somos así.

-Nunca dije que lo fuéramos -murmuré, a tiempo que sentía un inexplicable nudo cerrándose en mi garganta. Aparté la mirada de la suya, Neil masculló una maldición.

-Bien -aceptó con voz ruda-. Porque en verdad no lo quieres.

-Tú no sabes ni mierda lo que quiero -le espeté, incapaz de sólo cerrar la boca y asentir a su obvio pedido de una relación meramente sexual.

-Sé que no quieres que yo tenga expectativas sobre esto. -Encaré su mirada, confundida, pero él no me la mantuvo ni un segundo. Le dio un golpe a la carrocería del auto y luego retrocedió, casi como si acabara de empujarlo lejos de mí, lejos de nosotros-. Tú no necesitas eso, ¿entiendes? Así que no me dejes ir allí.

-¿Por qué? -Algo más allá de mí hizo esa pregunta, jamás supe qué.

-Simplemente digamos que no soy un buen caballo al cual apostar.

_________________________

Lucas: Bueno, anda Brüner, tú abriste esta caja de Pandora y lo mejor es que te hagas responsable.

Cam: Siempre es lindo saber que las chicas aún piensan en mí, gracias por recordar quién fue el precursor de las dedicatorias, quién fue el primero en hacer esto. Y que Lucas sólo es un reemplazo burdo.

Lucas: Limítate a hacer tu dedicatoria, o llamaré a Marín para que te recoja antes.

Neil: ¿Acaso es un cumpleaños? ¿A qué hora se termina y vienen por ti, Hassan?

Lucas: Al momento en que dejes en paz a mi hermana, ¿cómo tienes la desfachatez de aparecer aquí?

Neil: Fui pedido por esta lectora, así que no tienes más opciones que callar y sonreír.

Lucas: Tú solo terminarás por hundirte.

Cam: Ya, tranquilos, hagamos esta dedicatoria ¿si?

Neil: Mucho me temo señorita De Sousa, que no somos capaces de traer al señor William Warenne.

Cam: Se nos ha roto la máquina del tiempo.

Lucas: Y nadie cumple años de momento.

Neil: Así que tendrá que conformarse con nosotros y una muy mala intención de sonar como caballeros mientras le hablamos. Infiernos, no puedo con esto, espero que te haya gustado, nena.

Cam: Bueno, me sorprendió que duraras más de dos líneas. Genesis, te envío un gran abrazo, gracias a ti estoy conociendo las listas y por primera vez soy un intruso. Me fascina ser un intruso, espero disfrutaras de tu capítulo.

Lucas: Y que reconozcas mi esfuerzo por ser civilizado con ese.

Neil: ¿No te acuerdas mi nombre, Hassan? Si quieres podemos preguntarle a Sussy.

Lucas: Eres hombre muerto.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro