Simplemente no te quiero
Parece que pasó una eternidad, lo sé. Me tomé muy a pecho eso de las vacaciones y sepan que los chicos también lo hicieron. Fue bastante difícil traerlos de vuelta y para compensar la demora, les dejo unas cuantas fotos de las vacaciones. Para esas que estaban pidiendo fotos de los chicos en momentos casuales... ahí los tienen siendo simplemente ellos. Neil, Jace y Lucas descansando un poco.
Espero que disfruten el cap. y gracias por la paciencia. Se los quiere! :D
Capítulo XXVII: Simplemente no te quiero
Me llevé una trufa de chocolate a la boca, soltando un pequeño gemido de aprobación cuando el dulce entró en contacto con mis receptores de sabor. Eran las jodidas trufas de Dios.
—¿Realmente están tan buenas?
Bajé la mirada hacia los ojos de mi interlocutora, la cual fruncía levemente el ceño mientras esperaba a que terminara de mascar. Sorbí la punta de mis dedos con chocolate, sólo para remarcar que cada porción por más minúscula que fuese merecía de mi debida atención.
—Son gloriosas —dije, aún degustando la trufa en cada palabra—. Deberías probar una.
Le acerqué el plato que había sobre la mesa, pero ella rehusó echando la cabeza hacia atrás con reticencia.
—No, gracias. Estoy comenzando a crear la mala costumbre de comer demasiado cada vez que estoy en Portland.
Sonreí ante su gesto de autocensura.
—A la tierra que fueres, querida... —Pasé el plato por delante de su rostro, esperando hacerla caer en la tentación pero no resultó. Ella debía de tener una enorme fuerza de voluntad.
—Eso no funciona para mí —espetó con firmeza, dándole un golpe a mi brazo para apartar la fruta prohibida de su alcance—. Entonces, ¿vas a decirme qué está pasando? —Me encogí de hombros tomando otra trufa y la lancé convenientemente a mi boca, evitando tener que dar ningún tipo de explicación. Ella soltó un bufido para nada disimulado, se cruzó de brazos y perfiló su atención hacia el mismo punto que yo llevaba observando los últimos diez minutos y como hacía siete trufas atrás—. No me gusta que me excluyan.
—Yo estoy aquí contigo, no cuenta como exclusión. —Lo único que obtuve como respuesta fue una ceja enarcada en tono suspicaz—. Y Jace tampoco está allí...
—No está allí porque seguramente Sam ya le habrá informado de todo lo que ocurre. —Alzó una mano en dirección a los hermanos Hassan, como si con eso pudiera ejemplificar algo—. Pero, ¿tienes una idea de lo que me cuesta sacarle información a Lucas? Me enteraré de lo que ocurre dentro de unos cinco o seis meses.
Solté una carcajada, incapaz de no sentir algo de simpatía por su situación. Cualquiera que tuviese la delicadeza de aguantar a Lucas y sus ritmos, sin duda era merecedor del premio a la tolerancia. Si existiera un premio nobel para eso, Keila estaría entre las nominadas.
—Te enterarás antes que eso —le dije con calma, colocando amigablemente mi mano en su hombro. Ella me observó entornando sus ojos azules, tal vez intentando leer en mis palabras más de lo que estaba diciendo.
—¿A qué te refieres? —No respondí—. ¿Tú sabes de lo que están hablando? —Dirigí mi mirada hacia los hermanos, sin osar a abrir mi boca—. ¡Vamos, Neil, dime!
—¿Qué te diga qué? —pregunté, indiferente.
—Pensé que éramos amigos, ¡me pediste que diseñara tu tatuaje! —Clavó su dedo índice en mi brazo de forma insistente—. ¿Cómo puedes ser tan cruel?
¿Quién habría pensado que ella fuese tan chismosa?
—Tú querías desangrarme para una pintura —le recordé, subiéndome las gafas de sol para enfrentarla. Había que obligarla a ver la ironía allí—. Eres la menos indicada para hablar sobre crueldades.
—Oh, bien sabes que eso te lo tenías merecido —masculló de un modo apresurado, para luego sonreírse a sí misma como si el recuerdo de aquella vez aún la divirtiera—. Alguien tenía que ponerte en tu lugar.
—Te aseguro, querida, que tu prometido me dejó más que claro cuál sería mi lugar si me metía contigo.
—¿Lo hizo? —Ella pareció súbitamente animada por esa noticia, lo cual sólo me convenció más de lo poco que conocía sobre la mente femenina.
—Hizo referencia a mí, algo sobre un ombligo, una garganta y dolor involucrado. Tú has las conexiones.
Keila llevó su atención hacia Lucas en ese momento, mirándolo de un modo que no supe ni quise interpretar. Por un segundo creí ver pequeños corazones brotando de sus ojos.
—Él es lindo —susurró, aunque tal vez no esperaba que yo escuchase aquello. La miré sin poder disimular mi desacuerdo con esa aseveración, pero Keila sólo tenía ojos para su psicópata—. De todos modos... —dijo, recuperándose del pequeño lapsus—. Nadie te hizo daño, aún conservas tu sangre dentro, yo sigo sin material para mi pintura y te hice un dibujo genial para que marcaras tu cuerpo, creo que eso me hace digna de saber el motivo para que toda la familia Hassan se juntase a "charlar" y me dejaran fuera.
—Que no eres Hassan —aventuré.
—Aún.
—Supongo que formarás parte de las reuniones cuando esto cambie, mientras tanto...
—¡No seas así, Neil! —me cortó, dándome un codazo en las costillas. Auch—. Sé que sabes lo que pasa, te vi entrar con Sussy y entonces todo el secretismo comenzó. Así que dime.
—Keila.
—Dime —insistió, volteándose para darme la más suplicante y dócil mirada que jamás había visto en ella —. Prometo fingir sorpresa cuando finalmente Lucas me lo cuente.
—Estás loca —le espeté, cabeceando hacia adelante para hacer que mis lentes se deslizaran nuevamente a mis ojos—. E incluso aunque supiera de lo que están hablando —continué, alzando deliberadamente el tono de voz—. Jamás se me ocurriría robarle el privilegio de informarte a Lucas, él es al fin y al cabo el responsable de tenerte al corriente de lo que pase en su familia. Y yo, que no soy más que el amigo del italiano, no me atrevería a interferir entre ustedes.
Keila estrechó los ojos, soltó un suspiro y dejó caer los hombros en gesto de derrota.
—Él está detrás de mí, ¿verdad? —Asentí, solemnemente. Lucas me ofreció una gélida mirada, antes de enganchar a Keila del pasador de sus shorts y tirar de ella en su dirección—. Hola, Luke.
—¿De qué iba todo eso? —le preguntó al instante, supongo que haciendo alusión a mi muy considerado discurso para con él. La verdad es que no entendía qué quería este tipo de mí, acababa de evitar sucumbir ante el ruego de su novia. Y eso era una jodida primera vez para mí, nunca había sido capaz de negarle nada a una chica linda.
—Neil y yo hablábamos, claro. —Lucas enarcó una ceja al mirarme, haciendo una pequeña mueca antes de regresar su atención a Keila—. De la vida en general, no pongas esa cara.
—No puse ninguna cara —respondió con su clásico tono monótono. Keila soltó un bufido, pero cuando el otro envolvió sus brazos alrededor de su cintura y le susurró algo al oído, ella se convirtió en seda y miel contra su cuerpo. Acababa de perder el respeto que le tenía.
Robé una trufa del plato y me dispuse a caminar lejos de ellos, cuando Lucas me detuvo llamándome por mi nombre.
—¿Si? —Alguien iba a tener que reconocerme este progreso, estaba obligándome a ser civilizado con la misma persona que se atrevió a decirme cómo tenía planeado acabar conmigo. Es decir, un poco de crédito para Neil.
—Felicidades —murmuró, soltando a Keila el tiempo suficiente como para tenderme una mano. Dudé solo un segundo antes de acercarme para devolverle el apretón, el cual —siendo fiel a la realidad— fue más como un roce de manos rápido y torpe.
—Gracias.
—¿Por qué lo felicitas? —instó Keila, volviéndose sobre sí misma para buscar los ojos de Lucas. Él encogió un hombro, desviando su mirada hacia mí en una pregunta silenciosa; Keila también me miró—. ¿Por qué te felicita?
—Supongo que...
—Porque va a tener un hijo —explicó Lucas conciso, tomándola por la barbilla para hacer que le devolviera la cortesía—. ¿Y ahora qué te parece si vamos a pintarle el rostro a Henry? Te está esperando.
—Oh... —Ella parecía todavía demasiado desconcertada como para responder a ese cambio tan brusco de tema. Pestañeó en mi dirección, me sonrió algo vacilante y luego se soltó de los brazos de Lucas para ir a aterrizar directo en los míos. Muy bien, yo no tenía ningún problema con estas familiaridades. Sin duda podría acostumbrarme a ello—. Tú eres un desgraciado, pero me alegro que seas parte de la familia.
Supuse que Keila había terminado de deducir todo lo que no se había dicho en esa conversación, así como seguramente acababa de comprender el significado del tatuaje que le había pedido que me hiciera o el hecho de que Sussy hubiese llegado conmigo cuando ni siquiera vivía cerca de la estación de trenes. La estreché en un solido abrazo, incapaz de no alzar el rostro de su hombro unos segundos después y echar una pequeña mirada a sus espaldas. Lucas me frunció el ceño, pero cuando le guiñé un ojo en respuesta pude ver como una sonrisa tiraba de sus labios a regañadientes. Así que mi "cuñado" tenía algo de sentido del humor después de todo, ¿quién lo diría?
—También me alegro. —Sin ganas de tentar mi suerte, solté a Keila y le revolví el cabello con una mano, casi como si se tratara de un amigo más. En vista de que Lucas y yo tendríamos tiempo por delante para asimilarnos como "familia", lo mejor sería ir allanando el terreno desde entonces—. Voy a buscar a Sussy.
—Sí, anda. —Keila me empujó para que me pusiera en movimiento, pero al último segundo me sonrió demasiado felizmente—. Ustedes se ven lindos juntos.
Hice un esfuerzo por no rodar los ojos y me despedí de ambos, antes de tener que pensar una respuesta para esa aseveración. Todo el asunto de la relación con Sussy todavía estaba como en una nebulosa, no estaba seguro si éramos una pareja que tendría un bebé o dos personas cuya única conexión se limitaba a un bebé. Y al sexo, por supuesto ese no era un detalle que podría pasar por alto. Pero difícilmente eso resolvía algo sobre nuestra situación; sexo y bebé, eso estaba claro. ¿Sexo, bebé y pareja? Bueno... eso estaba confuso para mí. De mutuo acuerdo, llegamos a la conclusión de que deberíamos discutir sobre el futuro una vez que terminara la fiesta de Bruno y de momento nos seguíamos apegando al plan. Sussy sólo había estado determinada a decirle todo a su familia y en eso había estado ocupada desde nuestra llegada a la casa de Jace; una vez que aquello estuviese fuera del camino nosotros hablaríamos. Y dado que Lucas ya se había distanciado del grupo, supuse que no podía faltarle mucho para terminar con sus hermanas y su madre. De todos modos me mantuve alejado, porque ella me había dejado en claro que no me necesitaba para trasmitir la noticia. No se lo discutí, era su familia al fin y al cabo, y pensé que tal vez en esa conversación saldrían a la luz algunas cosas que ella prefería que yo no escuchara.
Di vueltas por los alrededores, observando algunos niños corriendo por la arena, persiguiéndose, jugando y riendo con total despreocupación. A la distancia pude ver a Jace dejando a Bruno con Lucas, mientras se dirigía a la mesa de Hockey de aire para enfrentar a Cal en una partida. Me paré junto a mi hermano y me dediqué a juzgar el desarrollo del juego en silencio, dejando que mi mirada se enfocase sólo en el disco que se deslizaba con fuerza tras cada golpe de los chicos.
Jace perdió, aunque era obvio que había sido indulgente con Cal y en más de una ocasión dejó pasar el disco cuando lo habría podido detener sin nada de esfuerzo. Pero así era Jace, dudaba que alguna vez en realidad buscara intencionalmente hacer sentir mal a alguien.
—¡Sí! —exclamó Cal, haciendo un pequeño baile de la victoria—. Ahora voy a hacer que me pinten el rostro, ¿puedo? —Elevó sus ojos dorados en mi dirección, como si realmente tuviese alguna oportunidad para negarme.
—Consigue algún diseño de zombi.
—Bien —acordó él, saliendo disparado hacia la pequeña estación de pintura que habían improvisado bajo una sombrilla para Keila.
Me volví hacia Jace, el cual se encontraba girando su mazo sobre la mesa, abstraído en vaya uno a saber qué. Quizá estaba contando mentalmente los bocadillos de la mesa de niños, quizá estaba pensando en el mejor producto para sacar la pintura de la cara. Porque de algún modo desconocido para mí, había accedido a que le hicieran un diseño con telas de araña en el rostro y sin duda eso debía tenerlo incomodo. Pero él jamás manifestaría una queja durante la fiesta de cumpleaños de su hijo, porque eso era lo que hacían los padres ¿no? Perder en juegos de mesa y dejarse hacer ridículos dibujos en el rostro, soportar el griterío de niños ajenos y esperar que el día fuese magnifico, incluso cuando su pequeño no recordaría nada de todo aquello. Maldita sea. Sabía que a Jace todas esas cosas le brotaban de forma natural, pero dudaba mucho que yo pudiera ser capaz de actuar así. Los niños me gustaban hasta cierto punto, pero si tenía un hijo iba a tener que gustarme durante toda la vida y eso era... escalofriante, por decir poco.
Sacudí la cabeza, sacándome esos pensamientos a la fuerza.
—¿Juegas? —le pregunté a mi amigo, tomando el otro mazo y dándole un golpe al disco para ponerlo en movimiento. Él no me respondió, sino que le devolvió el golpe al disco y éste se deslizó por debajo de mi brazo, entrando limpiamente por la ranura de mi portería. Hijo de puta, tal vez no estaba tan distraído como me había imaginado. O tal vez yo era el que lo estaba.
—1 a 0 —me espetó, alzando sus ojos una fracción de segundo—. Saca.
Puse el disco en la mesa y le di un firme golpe, atravesando casi la mitad del campo de juego con mi brazo extendido. En este juego no había niños involucrados, podía lanzarme hacia la victoria codiciosamente y sabía que nadie terminaría llorando. Jace me respondió con un movimiento igual de certero, pero en esa ocasión fui capaz de regresar a tiempo y cubrir mi portería. Estuvimos golpeando el disco como por cinco minutos, sin que ninguno pudiera romper la resistencia del otro. Hasta que finalmente en un movimiento algo casual, hice que el disco picara en una de las paredes y se eyectara a gran velocidad hacia su portería. Punto para mí.
—1 por 1 —le dije, sólo para disfrutar de la sensación de haberlo igualado.
Jace frunció el ceño de un modo casi imperceptible, volvió a colocar el disco en la mesa y fuimos lentamente golpeando nuestra victoria o derrota. 2-1, 2-2, 2-3, 2-4, 3-4. Estábamos comenzando a sudar y no sólo porque el día estuviese insoportablemente caluroso, nosotros acabábamos de soltar nuestro espíritu competitivo sobre esa maldita mesa de Hockey.
—Espera —me pidió en un instante, cuando me estaba sintiendo más cercano a mi quinto punto. Jace tomó la parte trasera de su camiseta gris y con un solo jalón estuvo fuera de ella.
Si nos íbamos a poner exhibicionistas, reflexioné para mis adentros a tiempo que desabotonaba mi camisa de mangas cortas y la lanzaba sobre una silla cercana. Él me miró con gesto divertido, volvió a colocar el disco en la mesa y el juego se reanudo más rudo que antes.
—¿A cuántos vamos?
—Quince.
—Bien.
La charla se mantuvo en meros recordatorios del puntaje por al menos diez minutos, en los cuales sólo podía enfocarme en anotar los goles necesarios para borrar su sonrisa socarrona.
—Son once para mí y nueve para ti.
—Sé contar —mascullé entre dientes, dándole un golpe tan fuerte al disco que lo mandé fuera de la mesa.
—Cálmate, Neil, no estás tomando bien la derrota.
Le enseñé el dedo medio, mientras él se alejaba para buscar el disco.
—No cantes victoria antes de tiempo.
Jace soltó una rápida carcajada, atacando mi portería ni bien estuvo ocupando su lado. Maldije entre dientes su punto número doce y me esforcé por hacer grandes jugadas con las paredes, el disco y mi mazo. La cosa se igualó, nuestras manos se movían frenéticas deteniendo tiros y devolviéndolos con la esperanza de que alguno se filtrase por la pequeña ranura de gol.
—12-13 —le dije, incapaz de no relamerme en la inminente victoria. Sólo dos más.
—Así que... —murmuró él, bloqueando uno de mis mejores tiros y dejando que el mismo impulso lo lanzara en mi dirección—. Vas a ser padre.
El disco silbó por debajo de mi mano, entrando en mi portería antes de que pudiera reaccionar. Alcé la mirada lentamente hacia Jace, recibiendo una ceja enarcada por su parte. Mierda. Presentía que en algún momento esto ocurriría, él era incapaz de guardarse su opinión sobre un asunto que lo tocaba de tan cerca y sólo había sido cuestión de tiempo para que comenzara a indagar.
—Eso parece —mascullé con la mandíbula apretada, depositando el disco en la mesa con más fuerza de la necesaria. Estábamos teniendo un buen juego, ¿por qué tenía que traer ese tema a colación? Sabía que tarde o temprano iba a tener que lidiar con su reacción sobre el asunto del Cachorro, pero no me molestaría si se lo guardaba un poco más.
Lancé el disco a su lado, pero Jace lo detuvo con la mano y me ofreció ese tipo de miradas que anunciaban el momento previo a la "charla". Extrañamente recordé el día en que papá (mi abuelo, por supuesto, no el idiota de Vincent) intentó hablarme del modo en que se hacían los bebés. Fue un momento tan bochornoso que ambos decidimos olvidar todo el asunto, optando por incursionar en el mundo de las bebidas alcohólicas. Ese día aprendí sobre el sabor de la cerveza y papá aprendió a confiarle toda mi educación sexual a la escuela y a los programas sin censura del Animal Planet. Suponía que si veía a dos monos haciéndolo, yo terminaría por deducir cómo sería el asunto para los humanos, y básicamente así fue.
—¿Qué significa eso?
—No lo sé, Jace —dije, alzando una mano en gesto de derrota. Si yo le mostraba que no tenía la respuesta, estaba casi seguro que él terminaría por decirme lo que esperaba que dijera.
—¿No lo sabes? ¿Me estás jodiendo, Neil?
—¿Vas a jugar o no?
—Maldita sea, ¿siquiera sabes dónde te estás metiendo? —Me encogí de hombros, mostrándome abiertamente aburrido con la dirección que tomaba la conversación. Jace soltó un bufido, empujando el disco con su mano hacia el centro de la mesa—. Pensé que lo tuyo con Sussy estaba recién empezando, y ahora resulta que van a ser padres.
—Sí, bueno... pasó —musité, usando la misma palabra que me había arrojado Sussy. Pasó.
—¿Pasó? —Él estaba tan o más incrédulo que yo al oír aquello.
—Los bebés pasan, Jace.
Sacudió la cabeza, al parecer sin tener nada más que decir. Aproveché ese instante de desconcierto para recuperar el disco y lo coloqué bajo mi mazo, esperando a que mi amigo regresara su mente al juego.
—¿Recuerdas lo que me dijiste cuando nació Bru? —espetó de repente, haciendo que me detuviera un segundo a pensarlo.
—Que era lindo... —aventuré, sintiendo como el disco intentaba escaparse por debajo de la presión de mi mazo.
—Sí, dijiste que era lindo pero que nunca en tu vida pensarías en tener uno por tu cuenta.
No recordaba aquello, aunque era muy probable que así hubiese sido. Nunca hice ningún intento por negar mi aversión a ser padre, los niños estaban bien y todo eso. Pero en muchas ocasiones todavía me sentía como un niño, y a decir verdad me disgustaba bastante pensar que tendría que actuar distinto para cubrir el papel de padre.
—Oh... —Decir cualquier otra cosa, sería poner a prueba mi suerte en una casa llena de personas que sin duda apoyarían a Lucas en el plan de degollarme vivo.
—¿Entonces tengo que suponer que algo cambió? —No dije nada, porque seguía firme en mi idea de no querer ser padre. Pero ya había pasado y bueno, la opción era la retirada y no me gustaba sentirme como un cobarde—. ¿Neil?
—¿Qué, Jace? —le espeté con más rudeza de la necesaria. ¿Acaso no se daba cuenta que no era el lugar ni el momento? Ya hablaríamos cuando estuviésemos solos y mediera alguna cerveza entre ambos.
—¿Algo cambió? —preguntó, insistente.
—Ocurrió.
—¿Y es lo que quieres? —Le sonreí de medio lado, subiéndome las gafas para que pudiera verme a los ojos. Creo que él no necesitó palabras para interpretar mi respuesta—. Tal vez lo que diga vaya a sonar como una completa mierda, pero... sabes que deberías decirle a ella lo que quieres.
Esa era una idea de mierda, sin lugar a dudas. Mi intención todo este tiempo había sido conseguir a Sussy, lograr ir hasta ella para aclarar las cosas y tal vez obtener la oportunidad de negociar algunos meses de relación o lo que fuera. No sabía a ciencia cierta qué esperar, sólo estaba seguro de querer eliminar esa sensación de mi cuerpo de estar necesitándola cada maldito minuto del día. Mierda, me gustaba y quería gustarle de regreso, y quería construir algo a partir de ello. Pero el destino me tenía otras cosas preparadas y de algún modo me encontré con la recepción de toda una familia, cuando lo único que yo había querido era a mi chica. Toda la situación era una catástrofe apunto de ocurrir, pero qué podía hacer ahora. El bebé estaba en camino, me gustara o no la idea.
—¿Y eso de qué me serviría, Jace?
—¿Y de qué te ha servido todo este tiempo hacer lo que otros quieren, Neil? —Ese era un jodido buen punto, no supe cómo responder—. No digo que vaya a ser una solución mágica, pero mentirle porque crees que eso la hará feliz... bueno... es la mierda que haces siempre. Y no creo que tendrías que empezar así lo que sea que están empezando.
—No sé...
—Sólo responde con honestidad, ¿esto es lo que quieres? Porque tú mejor que nadie sabe lo que resulta de una familia no buscada. —El hecho de que me usara de ejemplo me cabreó, primero que nada porque Sussy no era una estúpida como mi madre y quería creer que yo era mejor tipo que Vincent. Aunque, ¿quién sabe?
—Yo jamás haría nada para lastimar a un niño —le escupí, molesto. Jace se pasó una mano por el cabello y tuvo la delicadeza de lucir arrepentido por lo dicho previamente.
—Ya lo sé, maldita sea, Neil. Soy el primer en decir que no tienes nada que ver con Vincent. Pero ser padre supone más que sólo poner dinero y un apellido... no es algo de lo que puedes arrepentirte luego, no sin lastimar jodidamente a alguien inocente en el proceso.
Lo sabía, sabía que Jace tenía razón y que estaba aceptando muy dócilmente entrar en un negocio que en realidad no quería. Y sabía que cualquier decisión futura no sólo me afectaría a mí, sino que cualquiera de mis mierdas podría repercutir en la vida del Cachorro. Y eso apestaba. Porque tenía demasiada mierda con la que lidiar y no estaba seguro de poder con ello.
Suspiré, deslizando mis lentes nuevamente hacia abajo.
—No es lo que quiero —admití en un exabrupto, golpeando el disco que aún permanecía bajo mi mazo. Jace le dio un ligero golpe de regreso, pero ninguno estaba jugando en realidad—. No quiero ser padre, maldición, no quiero un hijo.
***
Sussy
Permanecí estúpidamente inmóvil detrás de él, mientras lo escuchaba decir aquello sin una nota de vacilación en su timbre. Jace tenía la mirada fija en la mesa, por lo que no me vio acercarme pero sin duda me notó cuando retrocedí lejos de ellos. Bueno ¿es que en realidad esto me sorprendía? Desde el mismo segundo en que le dije sobre el bebé, me pareció demasiado tranquila su reacción. Pero por un instante me dejé atrapar por la fantasía de que él hubiese cambiado su opinión inicial sobre la paternidad. Lo cual, obviamente, no había hecho. Neil seguía sin querer tener hijos, pero en vista de que admitirlo lo haría lucir mal él prefirió mentir. No sé si odiaba más la mentira o el hecho de que aceptara tal compromiso, sólo porque era lo esperable. Por supuesto que era lo esperable en cualquier hombre, pero no precisamente en Neil. En él parecía un acto piadoso. ¿Por qué infiernos no me lo dijo? ¿Por qué aceptaba cuando le dije explícitamente que podía negarse? No lo habría culpado si decidía que no quería, no lo habría hecho maldita sea. Pero ahora estaba a un estímulo de patear su trasero, así que tuve salir de la playa y dirigirme a la casa, porque necesitaba poner distancia entre su trasero y mi pie.
Hacía un calor infernal y sentía que mi estómago estaba bailando una danza que consistía en subir y bajar por mi garganta. Nauseas, odiaba las nauseas. Fui a la cocina en busca de un vaso de agua o galletas saladas, pero justo cuando cruzaba la puerta mi móvil comenzó a sonar y tuve que posponer mi necesidad unos segundos. El número era desconocido así que lo ignoré, pero la persona que llamaba era insistente y me marcó dos veces más hasta que me rendí y le contesté. Supuse que se trataba de alguien que había equivocado el número, alguien que seguiría llamando hasta que lo sacara de su error.
—Diga.
—¿Sussy? —El familiar tono de voz se escurrió a través de mis sentidos, haciéndome pasar un inesperado estremecimiento por la espina. Me congelé—. ¿Sussy? —Volvió a preguntar frente a mi silencio.
—¿Cómo...? —Me aclaré la garganta con más fuerza de la necesaria y eso hizo que mis ojos hormiguearan—. ¿Cómo... conseguiste mi número? —Fui estúpida, tendría que haber colgado y apagado el teléfono al instante, pero no me sentí capaz. No cuando la voz de Alan repitió mi nombre de ese modo tan... de ese modo.
—Sé que no debería estar llamándote. —No, no debería—. He intentando hablar contigo, fui a buscarte un par de veces al local... pero no tuve suerte. —No lo había hecho porque mi amiga era lo bastante genial como para evadirlo—. Quería escuchar tu voz, perdóname por ser tan directo.
—Alan...
—Espera, escúchame un segundo ¿puedes? —Ni siquiera era capaz de respirar normalmente, ¿cómo esperaba que dijera nada?—. Mi madre murió.
—¿Cómo? —inquirí, consternada. Hasta donde sabía ella sólo había rodado por las escaleras o algo así—. Pensé... pensé que no era grave.
—El accidente no fue grave, pero cayó por las escaleras luego de que su corazón fallara. —Había cierta nota de pesar en su voz, pero decidí en ese mismo segundo no analizar demás nada de lo que me dijera. Alan era tan o más mentiroso que Neil, para el caso—. Tuvo otro ataque cuando estuvo internada y... murió.
—Lo siento. —Las palabras brotaron de mi boca, antes de que les diera autorización. No tenía nada en contra de la madre de Alan, en realidad ella siempre había sido amable conmigo y una parte de mí realmente lo lamentaba.
—Todo este asunto me ha tenido pensando mucho, Sussy.
—Alan, en verdad lamento tu perdida pero tú y yo no tenemos nada de qué hablar. —Me felicité internamente por sonar tan segura. Había representado esa conversación en mi cabeza más de un millón de veces y esta era la primera vez en la me sentía verdaderamente orgullosa de mi autocontrol.
—Lo sé... —susurró. Y juro que casi pude verlo al otro lado de la línea, pasándose una mano por la frente como siempre hacía cuando las cosas no le resultaban—. Lo sé, yo sólo... —suspiró—. Mientras estaba internada, ella me dio su anillo de bodas y me dijo que su sueño siempre había sido verte usándolo algún día. Me dolió pensar que no pude hacer ese sueño realidad, por todo lo que hice... Sussy. Yo... lo lamento mucho. Lamento lo que te hice, lamento lo que nos hice y espero... realmente espero que algún día seas capaz de mirarme y ver que no soy un monstruo. Me equivoqué, te amaba mucho y... aún lo hago.
—Alan, para por favor —lo corté, sintiendo como un nudo comenzaba a apretarse cada vez más dentro de mi garganta—. Ya basta, no quiero escuchar esto. Así que para.
—No quiero molestarte, pero no puedo evitar pensar en ti sabiendo que necesito decirte todo esto. Nunca te pedí disculpas y quiero hacerlo.
—Acepto tus disculpas, Alan, ahora déjalo ser.
—¿Crees que... podríamos vernos en algún momento?
—No —dije sin vacilar—. Por favor borra mi número y no vuelvas a llamar.
—Sussy... —murmuró él, dejando que algo muy similar al enfado se filtrara en su voz. Retrocedí, casi como si él estuviese de pie frente a mí.
—Hablo en serio, Alan, te perdono pero no vuelvas a llamarme. —Le colgué antes de que pudiera decir nada y soltando todo el aire que estaba conteniendo en mis pulmones, me volteé necesitando súbitamente estar entre las personas de la fiesta. Aunque no tuve que hacer un paso para encontrarme con alguien, porque Neil estaba de pie en la puerta de la cocina observándome, serio.
—¿Con quién hablabas? —Él no lo preguntaba en realidad, había escuchado algo de la conversación y lo sabía.
—¿Y a ti qué? —le espeté, haciendo un intento de pasar por su lado. Mis manos temblaban y no quería que él viera mis manos temblar por una simple llamada telefónica.
—¿Qué significa eso? —Neil me detuvo del brazo, obligándome a permanecer en la cocina y demasiado cerca de él para mi gusto. Luego de hablar con Alan, la verdad es que lo que menos quería era tener cerca a un hombre. Pero la firmeza de su amarre, me ayudó a ponerle algo de firmeza a mis propios movimientos—. ¿Por qué hablabas con ese tipo? ¿Qué quería?
—No sé. —Lo cual tal vez era cierto, concretamente no me había dicho nada que me diera una pista que explicara su insistencia por localizarme—. Pero no importa —aseveré, colocando una mano en su pecho caliente. Neil aspiró con suavidad por entre sus dientes y por un minúsculo segundo, me olvidé que ese hombre no quería a mi bebé, me olvidé de Alan y mis contradictorias emociones. Por un segundo sólo fui capaz de ver sus ojos dorados, su tatuaje palpitando bajo mi palma y todo él en su conjunto. Si no estuviera tan bueno sería tan fácil mandarlo al diablo, pero Dios le había dado ese atributo para compensar el hecho de que fuese un embustero—. Él no me importa.
—¿En serio? —Parecía escéptico, tal vez al estar tan acostumbrado a mentir se había perfeccionado en detectar a otros mentirosos.
—Me trae sin cuidados —dije, casi creyéndolo. Neil presionó su mano sobre la mía, entreabriendo mis dedos para pasar los suyos y atraparme con firmeza.
—Si ese tipo te molesta de algún modo, dímelo.
Las palabras comenzaron a construirse en mi mente, pero las deseché. ¿Qué era exactamente lo que podía decirle? No quería hablar de Alan, no quería mostrarme así de estúpida frente a Neil. Había manejado la situación por mí misma, había logrado decirle que se olvidara de mí y mi voz ni siquiera había temblado. En caso de que tuviera que lidiar con él de nuevo, lo haría. No necesitaba que Neil o nadie lo hiciera por mí, no era una jodida niña.
—Ya te dije que no pasa nada, Neil. Voy a volver a la fiesta. —Me solté de su mano con un tirón y en esa ocasión, cuando intentó detenerme, me planté firmemente en mis dos pies—. En la tarde voy a regresar a mi casa.
Él pestañeó mostrándose ligeramente confuso y luego frunció el ceño.
—Pensé que te quedarías hasta el miércoles en casa.
Eso era lo que habíamos acordado antes, pero ya no estaba muy contenta con ese plan.
—No creo que eso sea buena idea.
—¿Por qué? —Avanzó hasta que estuvimos casi encima de los zapatos del otro, reduciendo mis opciones a mirar su pecho o sus ojos. Y como no tenía camiseta, la verdad no sabía cuál lugar era el más inofensivo.
—Porque quiero ir a casa...
—No estás teniendo sentido en ese momento, Susan. —Aquello me hizo soltar una carcajada desprovista de emoción—. Necesitamos hablar sobre lo que vamos a hacer a partir de ahora y estuviste de acuerdo en que lo haríamos después de la fiesta. Pero...
—Pero ¿qué? ¿Quieres que discutamos ahora el hecho de que no quieres el bebé? —Presionó su ojo derecho como único indicio de entender a dónde me dirigía—. Porque yo lo veo inútil. No me voy a quedar en tu casa a jugar a los novios, mientras tú finges que quieres esto.
—No...
—¡No mientas! —exclamé, sabiendo que eso era lo que saldría de su boca—. Te escuché cuando le decías a Jace que no querías ser padre, y lo peor es que te dije que no tenías que aceptar nada que no quisieras, Neil. Pero de todos modos fingiste estar feliz con la noticia, incluso le pusiste un mote al bebé y dijiste que lo "tendríamos", cuando la verdad es que no lo quieres. ¿Por qué simplemente no eres sincero?
—Sussy. —Le pegué en las manos cuando rozó las mías—. Mierda, nena, ¿qué importa lo que yo quiera? —No pude evitar preguntarme si él siquiera se tomaba el trabajo de escucharse a sí mismo. Se pasó una mano nerviosamente por el cabello, arrastrando unos anteojos de sol en el proceso y no se molestó en levantarlos cuando estos se estrellaron contra el piso—. No quería ser contratista, pero eso resultó ser la mejor mierda en mi vida. —Se encogió de hombros con el fantasma de una sonrisa tocando sus labios—. Y tampoco quería tener un hermano, pero ahora me resultaría imposible simplemente pensar un mundo donde no estuviese Cal. No quería tener una relación contigo y de todos modos me vi conduciendo dos horas hasta tu casa, sólo para ver si podía robarte un día más de esto. —Movió las manos como si eso lo dijera todo—. ¿No lo ves? Todas las cosas que no quiero resultan ser las mejores cosas que pudieron haberme pasado, y si no quiero a este bebé, es porque en el futuro será algo de lo que jamás podré alejarme. —Neil enlazó sus brazos alrededor de mi cintura, no dejándome más salidas que utilizar su pecho desnudo como apoyo—. Me he dado cuenta que el universo sabe mucho mejor que yo, lo que es bueno para mí. Así que en realidad no importa lo que yo quiera, porque siempre lo que no quiero se termina volviendo algo indispensable para mí.
Golpeé mi frente contra su pecho suavemente, escuchando como él soltaba una muy pequeña exhalación frente a mi gesto de rendición. ¿Cómo era posible que alguien siquiera replicara a algo por el estilo?
—Tú eres...
—¿Increíble?
Reí, alzando el rostro para enfrentar sus hermosos ojos.
—Eres una contradicción.
—¿Una increíble contradicción? —preguntó, esperanzado. Me impulsé en las puntas de mis pies para plantarle un rápido beso en la boca.
—Una sexy e increíble contradicción.
Neil esbozó una sonrisa oscura, antes de inclinarse y tomar mis labios en un verdadero beso avasallador, esos besos que derriten las bragas y las neuronas de forma simultánea.
—Debidamente excitado —susurró, a tiempo que me levantaba en sus brazos y mis piernas se cerraban entorno a su cintura como en un acto diagramado.
Pensé en la fiesta y en que debíamos volver, pero él no había estado bromeando con lo de su excitación y sería muy descortés de mi parte simplemente pasar de ello, ¿verdad?
—Sólo diez minutos —le dije entre beso y beso.
—Hecho —murmuró, hundiendo su rostro en el escote de mi vestido de playa—. Dios, nena, sabes lo mucho que no te quiero ahora.
Solté una pequeña carcajada, tirando de su barbilla para que sus ojos me enfrentasen. Al mismo tiempo demasiado consciente de lo que acababa de decir, de lo que en realidad significaban sus palabras. Lo besé.
—Ya tampoco te quiero.
______________________________
Neil: Oye, Lucas, las vacaciones ya terminaron. ¿Te importa?
Lucas: Lo siento, sólo que todavía no entiendo por qué Jace se consiguió un perrito.
Jace: Yo enfermé durante las vacaciones.
Lucas: ¿Y por eso te ganaste un perrito? Yo me caí de la moto de agua, incluso me salió sangre.
Neil: Deberías habérsela dado a Keila para su pintura.
Lucas: Tú cierra la boca. ¿Dónde está mi perrito?
Neil: Si Lucas obtiene un perrito, yo también quiero uno.
Jace: Nadie va a tener un perrito, ustedes pudieron salir a disfrutar de la playa y yo tuve que quedarme casi toda la semana en el hotel. Maldita sea, me gané ese perrito.
Lucas: Lo que sea, no voy a dejar ir el tema sin más. Pero de momento, voy a seguir con las dedicatorias incluso aunque me nieguen el perrito. El cual, por cierto, me merezco por hacer tan buen trabajo aquí abajo.
Neil: ¡Por favor!
Lucas: Este capítulo va dedicado a TaniaHW. Si no recuerdo mal, fuiste una de las chicas que pidió una dedicatoria por su cumpleaños. Pero... si sigo sin recordar mal, eso fue el 19 de Octubre. Lamento que lleguemos tan tarde con esto, pero de todos modos aquí estamos.
Neil: Elegantemente tarde, no sólo para desearte un atrasado feliz cumpleaños. Sino también para agradecerte por seguir perseverando y estando del otro lado, acompañándonos fielmente.
Jace: Esperamos en verdad que hayas disfrutado del capítulo, cariño. Gracias por tenernos paciencia.
Lucas: Un beso, Tania. Si puedes, habla bien de mí para que me den el perrito.
Neil: ¡Oye, no! Yo lo merezco más... #UnPerritoParaNeil
Lucas: Nada... #NeilApesta #UnPerritoParaLucas #LucasPresidente
Jace: Ese último ya fue mucho.
Lucas: Un chico puede soñar...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro