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Silencio Hassan

Ya sé, pasó un tiempo considerable desde la última actualización. No tengo excusas, simplemente no sentía la chispa para escribir y cuando no se siente, no se puede hacer mucho. Así que esperé... y agradezco a los que esperan conmigo. Sin más, a leer xDD

Capítulo XXXII: Silencio Hassan

Era probable que estuviese desarrollando un síndrome del silencio, por haber sido llamado señor Hassan tantas veces en las últimas veinticuatro horas. Al principio no lo creía posible, pero en ese momento casi y hasta podría firmar con mi sangre que algo así podía ocurrirle a una persona. Cada vez que escuchaba a un médico o una enfermera llamarme señor Hassan, un porcentaje importante de mi elocuencia moría tras mis labios cerrados.

—Ya puede entrar, señor Hassan.

Me encogí de hombros como las mil veces anteriores, guardándome una mueca y la conveniente corrección. Asentí hacia la enfermera que me daba el paso, para adentrarme en la habitación de Sussy de la cual había sido expulsado unos minutos atrás. En realidad la muchacha me había pedido amablemente que me retirara mientras ayudaba a mi mujer a cambiarse de ropa. Bastante ridículo teniendo en cuenta que ella estaba embarazada, ¿cómo pensaba la enfermera que había ocurrido eso? ¿Por obra y gracia del espíritu santo? Era un tipo innovador o al menos eso me gustaba creer, pero incluso yo espero que mis mujeres estén desnudas mientras las amo.

Anda, qué romántico sonó eso.

De todos modos, no había centímetro del cuerpo de Sussy que yo no hubiese investigado a fondo ya. Pero no iba a perder mi tiempo explicándole nada a la enfermera, si ella me quería fuera pues fuera me quedaría. Una vez que la chica se alejó por el pasillo, me colé a través de la puerta a medio cerrar. Ella estaba en la camilla, cubriéndose parcialmente con la sábana mientras cambiaba de canales en la televisión con el mando a distancia. Deslizó una rápida mirada en mi dirección, antes de volver su atención a la programación. Ella no había estado del todo comunicativa durante las últimas horas. Pero si tenía que ser honesto con eso, ella había dormido casi la mitad del tiempo, mientras yo inútilmente buscaba una posición para descansar mi golpeado cuerpo en el demasiado pequeño sofá. La otra mitad del tiempo las enfermeras y médicos estuvieron rondándonos como aves de rapiña, todo perdonable teniendo en cuenta que se estaban asegurando que tanto mamá como pequeño lo estuviesen llevando bien. Y a media mañana cuando creí que tendríamos un segundo para nosotros de paz, apareció el policía para interrogarnos sobre lo ocurrido. Afortunadamente el hombre aceptó bastante bien la versión de Cristian el abogado, así que sus preguntas fueron rápidas y concisas. Luego de interceptarlo en el pasillo, descubrí que su actitud precavida se debía al hecho de que Alan estuviese en el mismo lugar siendo tratado por sus heridas. Las heridas que yo le produje. Ese maldito puto merecía que le lanzaran ácido, en vez de estar recibiendo el trato de las bonitas enfermeras. Pero el mundo era una mierda injusta, hacía mucho tiempo que había aprendido eso.

—¿Quieres que deje las luchas?

Miré sin mirar la televisión, para luego arrastrar los pies hacia la silla que se había convertido en la nueva mejor amiga de mi trasero.

—No —musité en respuesta. No era necesario que me pusiera en ánimos de pelea, porque sería muy capaz de ir en busca de la habitación de Alan para terminar aquel pendiente de una buena vez. Pero entonces no habría argumento que Cristian el abogado, pudiese esgrimir para defender mi culo. Así que me obligué a expulsar esos pensamientos de mi cabeza; no podía matar al bastardo, matar era un pecado en todas las religiones, matar está mal, matar mete a Neil en la cárcel.

Sí, si era capaz de recordarme eso cada cierta cantidad de tiempo, estaría bien.

—¿Qué quieres ver?

No quería ver la jodida televisión, así que me encogí de hombros y dejé caer mi cabeza contra el lateral de la camilla, apoyando mis brazos para que me sirvieran de soporte. Sussy se hizo a un lado para dejarme espacio, frustrando mi objetivo de arrastrarme sutilmente hacia su regazo. Gruñí una maldición para mis adentros, escuchando por detrás la musiquilla que anunciaba el inicio de un capítulo nuevo de La ley y el orden. No me cabía duda que Sussy en su otra vida había sido policía o abogada, le gustaba mucho mirar ese programa y siempre parecía saber quién era el culpable. Mucho antes de que se resolviera el misterio.

La televisión llenaba el silencio que se había instalado entre nosotros desde el día anterior, sin médicos, enfermeras, abogados o policías, parecía que no había nada más que hacer que aguardar a que la normalidad nos alcanzase. No me gustaba aguardar, quería hablar con ella y que las cosas fuesen como antes. No me gustaba esta versión silenciosa de ambos, no me gustaba que evitara mi mirada como si intentase escapar de mí. No sabía si aún estaba molesta porque me hubiese marchado antes o qué, al menos sabía que yo estaba molesto conmigo por eso. Una parte de mí pensaba que todo esto habría podido evitarse si ella me lo hubiese contado, pero no lo había hecho. Seguía sin hacerlo, me recordé con fastidio.

Levanté la cabeza de mis brazos, clavando mis ojos en los morados que decoraban la línea de su mandíbula hasta perderse por su cuello. Me tragué una maldición ante la vista. Ella tenía su atención en la televisión, pero cuando notó el peso de mi mirada fija pestañeó en mi dirección.

—¿Quieres que baje el volumen? —No respondí y ella esbozó una sonrisa un tanto recelosa—. ¿La apago? —Extendí una mano para rozar su barbilla con una ligera caricia y, automáticamente, Sussy se echó hacia atrás sobre las almohadas para escapar de mi roce. Al notar lo que había hecho ella se rió entre dientes, tomando mi mano entre las suyas a modo de disculpa. Fruncí el ceño—. Lo siento.

—Estás un poco saltarina —musité, arrastrando mi mano de regreso al borde la cama.

—Fue un reflejo, Neil —explicó, tratando de alcanzarme de nuevo. Negué.

—No te culpo, antes tampoco podía manejar bien los acercamientos repentinos. —¿Qué? ¿Por qué infiernos dije eso? Debía aprender a cerrar mi maldita de una buena vez, o fallaría en mi cometido de volverme un verdadero señor Hassan.

—¿A qué te refieres? —Ella se inclinó ligeramente para buscar mis ojos, pero opté por encogerme de hombros y rehuir de su mirada. Aunque me hacía gracia todo el asunto del señor Hassan, francamente estaba cansado de tanto silencio y conversaciones de frases incompletas.

—Nada en específico —dije, desestimando al momento aquello. Ella presionó su boca en un gesto de molestia, obviamente tomando mi evasiva como lo que era.

—Sabes que puedes decírmelo. —En esa ocasión no pude más que enviarle una mirada irónica, acababa de tener un jodido déjà vu.

—Creo que ya tuvimos mucho de la triste vida de Neil por aquí, Sussy. No quiero aburrirte con los detalles... —Aquellas palabras me supieron como cenizas en la lengua.

—No digas estupideces —me acalló. Enarqué una ceja de modo suspicaz al mirarla y pude notar el segundo preciso en que ella recordó la noche anterior, la discusión. Aquello que había ocurrido antes de que Alan llegara a patear una dura realidad a nuestras caras—. Todo lo que me digas me importa.

—Es curioso que esperas que siempre sea honesto contigo, pero jamás piensas en devolverme el favor. —Sussy abrió la boca como si estuviese lista para replicar, pero entonces simplemente se calló. Otra vez. Coloqué las manos en la camilla para impulsarme en mis pies y le di lo que esperaba fuese, una mirada calmada—. No voy a ir por ese camino de nuevo, no voy a fiarme de ti cuando claramente tú no te fías de mí.

—Me fío de ti —espetó, resuelta. Le sonreí vagamente, pero ella no agregó nada más que demostrara aquello.

—Y yo no he fumado un cigarro en mi vida —repliqué con ironía, ella se tensó—. Si en verdad te fiaras de mí, me habrías hablado de Alan en su momento. ¿Acaso pensabas que te iba a juzgar mal? ¿O a culparte por algo? —Me pasé una mano por el cabello, incapaz de quedarme quieto—. Dime... ¿por qué infiernos no me dijiste que él te buscaba? ¿Por qué no me dijiste nada para ponerme sobre aviso? Podríamos haber salido con una solución juntos, ¿sabes? Podría haber ido con ese tipo mucho antes y... no lo sé. —Hice una pausa, frustrado, viendo como sus ojos avellana brillaban con intensidad, como la mirada de un siervo atrapado por los faros de un carro—. Simplemente sé que no le habría permitido estar en ningún lugar cerca de ti o del bebé. Nada de esto tendría que haber ocurrido, si sólo hubieses confiado en mí un poco.

El simple pensamiento de saber que ella vivía con la incertidumbre constante de que él apareciera de un segundo a otro, me llenaba de rabia. Me recordó a mi mismo de niño, a Tess y tantos otros, constantemente a la defensiva frente al temor de que algo que no pudiésemos manejar ocurriera. Era una mierda de sensación.

—Neil, tú no...

—¿Qué no entiendo? —la corté, adivinando el hilo de sus pensamientos con cierto sabor amargo—. Cristo, Susan, he lidiado con mucha mierda en mi vida. Y con personas de mierda, ¿realmente piensas que no entiendo cómo se siente ser el juguete de otros? —Ella presionó las manos en puños a los costados de su cuerpo y me envió una mirada dura que no supe interpretar, esperé a que sintiera ganas de comenzar a hablar pero una vez más mi paciencia fue en vano—. ¿A dónde demonios intentas llegar callándote?

—Sólo intento olvidar —masculló con la mandíbula apretada—. Y no me ayudas así, no quiero pensar en eso. ¿Qué sentido tiene revolcarse en miserias pasadas? Yo sigo adelante. —Sus ojos fijos en los míos, llenos de determinación.

—¿Quieres decir que yo no?

—No soy débil, no dejo que el pasado me afecte —me espetó, sin hacer caso de mi pregunta.

—Eso es lo que te gustaría creer. —Le afectaba mucho más de lo que ella jamás admitiría, le afectaba al punto de que era incapaz de admitir que se había equivocado al callar.

Dio un respingo casi como si estuviese dispuesta a incorporarse para darme una bofetada, pero no podía hacer eso por mucho que lo deseara. Su cuerpo estaba obligado a permanecer en cama, a eso la había llevado su estúpida idea de que podía hacerle frente a todo por su cuenta.

—Es lo que es —aseveró, demasiado segura de sí. Negué de forma casi perceptible, mientras un doloroso entendimiento corría a toda velocidad hasta golpear mi pecho. Inspiré profundo.

—Confiar en otra persona no es una debilidad.

—No digo que lo sea —su voz apenas audible. Ella en realidad no lo creía, lo pude ver en ese momento. Sussy prefería hacer frente a las consecuencias por sí misma, antes que tener que ponerse en un sitio que la volviera vulnerable, prefería enfrentar a Alan sola antes de sincerarse un poco conmigo. Maldita sea.

—No sé mucho de nada sobre relaciones, Su, pero estoy seguro que este tipo de mierdas no es justo. —Sus ojos de cervatillo apenas si parpadearon para registrar mis palabras. Sacudí la cabeza, no me cabían dudas que así no podía funcionar algo, no mientras ella siguiera reteniendo su pasado como una garantía para no arriesgarse a futuro—. Bien, como sea. —Fui hasta el sofá en una exhalación, listo para recoger mi chaqueta.

—¿Qué haces? —instó a mis espaldas. Me forcé por ignorar el tono de alarma en su voz. No iba a arrastrarme sobre brazas por esto, si no confiaba en mí luego de todo lo que había hecho para estar a su lado, entonces al demonio—. ¿Neil?

—¿Adónde estamos yendo, Susan? —le pregunté, volviéndome lo suficiente como para mirarla—. En vista de que eres capaz de hacerlo todo por tu cuenta, ¿cuál papel me toca a mí? —Me acerqué sin apartar mis ojos de los de ella—. Puede que yo no hubiese estado buscando esto y que no tenga idea de cómo hacerlo real para ti también, pero estoy involucrado en esto. Y no soy estúpido, porque puedo ver que tú no lo estás.

—Por favor, Neil... para. —Se llevó una mano a la frente en un gesto de dolor y luego arrastró su mirada ausente hacia el televisor.

—¿Qué? —mascullé, insistente—. No más mierdas por la mitad, Susan. Dime.

Me miró, claramente molesta por mi demanda.

—Tú no tienes idea de lo que quieres. —Pestañeé, tomado con la guardia baja y por un largo instante no supe qué decir. Ella se irguió con resolución frente a mi falta de respuesta—. Hazme el favor de no intentar verme la cara, porque pueda que estés involucrado pero eso... ¿de qué me sirve? Te dices que quieres esto porque es lo que tú haces... —Se encogió de hombros, su expresión completamente en control—. Te acoplas a lo que piensas que se espera de ti, ni siquiera te das un segundo para pensar si es bueno o malo, simplemente lo haces. Por eso todo el mundo te manipula, Vincent, tu madre, tu abuelo, Tess... Jace. Te ofrecen una opción y la tomas, y ahora que tienes esta opción frente a tus ojos la acatas como lo correcto. Pero ¿qué no lo ves? No es lo correcto, no si en verdad no lo deseas.

—¿No he dejado bastante claro lo mucho que quiero esto? —No respondió, apenas si me miró y eso sólo logró encabritarme más—. ¿Crees que soy alguna clase de idiota? ¿Eso es lo que piensas de mí? —Una amarga sensación bajó por mi garganta, haciéndome difícil concentrarme en lo que quería decir. ¿Era así como me veía? ¿Cómo me veían todos? No era ajeno al hecho de que muchas personas intentaron y lograron manipularme con éxito en el pasado, pero ahora era distinto. ¿O no?

—¿Qué importa lo que yo piense?

—¡Claro que importa! —estallé en un exabrupto—. No puedes decirme que soy un imbécil manipulable y luego sólo seguir de largo.

—No fue lo que quise decir. —Vaya mierda, pero ya estaba dicho—. Sólo quería que vieras que esto no fue lo que elegiste y que te dieras cuenta que no tienes ninguna responsabilidad que cumplir aquí. Fue mi decisión tener relaciones contigo, era consciente de lo que podría pasar y asumí ese riesgo. Pero tú no.

—Genial —bramé, alzando las manos en el aire—. He pasado de imbécil manipulable a inocente doncella en el lapso de un segundo. —Ella presionó los labios en un rictus pero no me interrumpió—. No hables como si yo hubiese sido tentado por una galleta a entrar en tu cama, ¡no tengo cinco años! Sé como se hacen los bebés, por mucho que te cueste creerlo, y maldita sea si no sabía qué podía pasar.

—¡Eso no quita que no lo quieras! —exclamó a su vez, mientras sus ojos se cubrían por un tenue brillo de lágrimas que se forzó por mantener a raya. Me quedé quieto porque obviamente la discusión la había iniciado perdiendo y no importaba lo que dijese, estaba claro que Sussy ya había sacado sus propias conclusiones—. Puedo hacer esto sola, Neil, te lo dije.

—Malditamente que puedes. —Había alcanzado mi tope de idioteces por ese momento, estaba listo para ir hacia la puerta y dejarla para que manejara las cosas como se le antojara. Era obvio que estaba forzando un espacio donde no estaba siendo requerido, pero contrario a lo esperado me quedé allí mirándola—. ¿Acaso Alan te asustó tanto que vas a permitir que siga jodiendo todo en tu vida?

Sus ojos avellana relampaguearon con ira cuando se posaron en mí; sabía que estaba jugando una carta dura, pero ella había estado accionando todas las palancas para sacarme de quicio.

—No tiene nada que ver con Alan —masculló, marcando cada palabra con letal énfasis. Me acerqué a ella, inclinándome lo suficiente como para posar una mano sobre el cabecero de la cama.

—Mientes. —Ella colocó su mano sobre mi hombro, empujándome con poca fuerza hacia atrás—. No eres tan segura de ti misma como te gusta creer, ¿verdad? Al final de cuentas no puedes manejarlo todo, eres débil como cualquier ser humano.

—Cierra la boca... —susurró con voz apenas audible.

—¿Qué? —le espeté, colocando mi oreja más cerca de su boca. Ella me golpeó en el pecho con su puño cerrado y yo reí con suavidad—. Bueno, si me necesitas estaré en esa silla...

—No te necesito. —Me incorporé de forma repentina, incapaz de pasar por alto el modo ácido con que me había cortado. Las pocas gotas de paciencia que había estado manejando hasta ese momento, se diluyeron fuera de mi cuerpo—. No necesito de ti o de nadie, ¿acaso no lo entiendes? No tiene que ver con Alan, es todo sobre ti. —Di un paso hacia atrás, tratando de comprender hacia dónde intentaba llegar en esta ocasión—. Tendría que haber seguido con mi plan, involucrarme contigo fue un error pero lo puedo enmendar.

—¿De qué hablas? —inquirí, completamente perdido. Sussy cuadró los hombros, como si acabara de tomar una decisión irrevocable.

—No puedo estar contigo así, no sabiendo que no quieres al bebé.

—Esto no tiene nada que ver con el bebé y lo sabes —le espeté furioso, mientras presionaba mis puños llenos de frustración y algo más. Algo que últimamente parecía pesar cada vez más en su cercanía. ¿Qué mierda pretendía ahora?—. ¿Por qué infiernos insistes en dejarme fuera? ¿Por qué no eres honesta conmigo? —Me detuve un segundo, sintiendo como el aire se negaba a llenar mis pulmones—. ¿Por qué lo que siento por ti no es suficiente para que me dejes formar parte de tu vida?

—No es... —Las lágrimas cubrieron su voz una vez más, pero incluso aunque aguardé a que continuara, las palabras nunca llegaron. Mi paciencia llegó a su estrecho límite entonces, tirando de mí hacia la salida como si fuese una marioneta. ¿Qué sentido tenía quedarme allí si ella no me necesitaba? Podía hacerlo sola, siempre había querido hacerlo sola—. Neil...

Me giré de camino a la puerta, dándole una suave sonrisa derrotada.

—Nunca fue tu propósito mantenerme a tu lado, ¿verdad? —musité, expresando mi conclusión finalmente. Cuando ella no respondió, supe con jodida certeza que había estado en lo correcto.

Tendría que haberlo visto venir, sus negativas y largas para determinar el futuro de lo que haríamos, todo eso tenía un motivo bastante evidente. Sussy podía quererme a su manera, tal vez amarme en un caso muy fortuito. Pero para ella no había futuro para nosotros como pareja, en algún momento había decidido que yo era una cosa destinada al fracaso. Y no entendía, no terminaba de entender qué esperaba de mí y ya ni siquiera estaba seguro de querer entenderlo.

***

Sussy

Mis ojos permanecieron un eterno segundo pegados a la puerta, esperando a que él regresase. Pero, ¿por qué lo haría? Lo había corrido y tenía el fuerte presentimiento que en esta ocasión, él no iba a volver. Mejor, me dije e intenté creérmelo.

—Demonios. —Presioné mi palma contra mi frente, sintiendo punzadas torturando a mi cerebro. No sabía si se debían a los golpes que había recibido, o al hecho de que mi mente estaba entrando en guerra con el resto de mi cuerpo. Y, a decir verdad, me daba miedo indagar más de la cuenta.

La puerta se abrió repentinamente y mi corazón se saltó un latido ante la posibilidad, pero al segundo noté que no se trataba de él. Él no iba a regresar, me había asegurado que ya no quisiera hacerlo.

—Hola, Sussy.

Fruncí el ceño algo extrañada, pero dudo que mi visitante lo hubiese notado o que le hubiese importado en caso de notarlo.

—¿Lucas? —Habría sido más esperable un marciano o Jesucristo resucitado cruzando mi umbral, antes que mi hermano—. ¿Qué haces aquí?

Él se encogió de un hombro, yendo hacia el lateral de la cama donde Neil había estado minutos antes.

—Larga historia —sintetizó, tomando asiento—. Lo que yo me pregunto es, ¿por qué acabo de ver a Neil fuera apunto de comenzar a fumar sus dedos? —Hice una mueca frente a la descripción, pero rápidamente deseché aquel sentimiento. Había tomado una decisión la noche anterior e iba a mantenerla, incluso cuando eso doliera al principio. Contaba con que el dolor me ayudara a ser fuerte—. Cuando lo saludé, creo que me gruñó.

—Está... —Sacudí una mano en el aire para restarle importancia, el movimiento lanzó un espiral de dolor todo a lo largo de mi brazo. Suspiré—. Simplemente tuvimos una diferencia.

—Aja. —Mi hermano se pasó una mano por la barba, dándole una mirada analítica a todo mi cuerpo—. ¿Y?

—Nada. —Una de sus cejas rubias se disparó hacia arriba ante mi respuesta, pero no me discutió—. ¿Qué haces aquí? Vives al otro lado del mundo.

—Casualmente estaba en Portland cuando Neil me llamó anoche.

Me detuve un instante en sus palabras, sintiendo como una alarma se disparaba en alguna parte de mi mente.

—¿Neil te llamó? ¿Para qué?

—Quería que hablara con Cristian —explicó sin más—. Él habló con la policía.

—Oh. —No sabía qué otra cosa decir.

—Entonces... —me apremió con un sutil movimiento de cabeza, pero no le hice caso. Lucas era el menos indicado para hacer charla casual—. Cristian me dijo que Alan puede pasar un tiempo en la cárcel por lo que hizo, tal vez...

—No quiero hablar de Alan —lo corté, recibiendo un asentimiento tranquilo por su parte. Aquella aceptación silenciosa, sólo logró que nuevas lágrimas nublaran mi vista. Maldición. Todo parecía tan fresco frente a mis ojos, la mirada cautelosa de Lucas, mi pedido y su promesa de no decir nada al resto de la familia. Había sido nuestro secreto, nuestro oscuro y patético secreto. Y ahora volvía a repetirse—. ¿Qué hacías en Portland? —musité, ansiosa por cambiar de tema.

Él se puso de pie y comenzó a recorrer la habitación, deteniéndose aquí y allá, rozando con sus dedos las superficies de los objetos, como siempre hacía dentro de su loco y poco convencional comportamiento. Mi pequeño niño autista.

—Bueno... —Me miró por sobre su hombro—. He estado pensando en fijar mi residencia en Portland después de la boda... Keila está de acuerdo con un cambio de escenario y... a ambos nos gustaría estar más cerca de la familia.

—Oh, Luke... ¡eso es fantástico! —dije sin poder esconder una gran sonrisa. Me habría gustado abrazarlo, pero si ponía un pie en el suelo luego tendría que lidiar con la ira de las enfermeras—. Pero... ¿qué pasa con tu empleo? ¿No vas a diseñar más joyas?

—Esa es la mejor parte —anunció con cierto brillo de anticipación en sus ojos verdes—. Valentín me ha dicho que le gustaría abrir una nueva sede, así que le ofrecí esta idea y él accedió. Ahora somos socios.

—¿Estás de broma? —inquirí con pasmado asombró, él sonrió abiertamente.

—No, voy a dirigir la joyería y a diseñar. Será más pequeña que la sede de Seattle, pero...

—¡Oh, Dios! —chillé, estirando los brazos con urgencia para que se acercara. Él lo hizo aunque algo vacilante y aceptó mi abrazo como sólo Lucas podía aceptarlos—. Estoy tan orgullosa de ti, ¡a papá le va a dar un síncope cuando lo sepa!

—Todavía estoy en proceso de búsqueda, pensaba que luego Neil o Jace podían ayudarme con eso.

—Seguro que te ayudarán. —Lo dejé ir cuando él murmuró alguna respuesta incómoda junto a mi hombro y volvió a tomar asiento junto a mi cama—. ¿Qué pasa con Seattle? ¿No lo echarás de menos?

Lucas lentamente deslizó sus ojos en mi dirección, para luego mirar a un punto cercano a mi cabeza pero al parecer bastante lejos de esa habitación.

—Seattle siempre tendrá una parte de mí —musitó en voz pausada. Al instante supe que se refería a Gabrielle, a los recuerdos que habían hecho en aquella ciudad y a su tiempo juntos. Seattle había sido un comienzo nuevo para ellos y cuando Lucas se rehusó a regresar tras la muerte de ella, asumimos que allí se quedaría para siempre. No sabía cómo interpretar el hecho de que ya no lo hiciera, estaba bastante acostumbrada a pensar en él como alguien demasiado herido como para intentarlo de nuevo. Pero lo estaba haciendo, increíblemente, lo estaba haciendo.

Saqué mi mano derecha por debajo de la sábana y la extendí hasta su cabeza, para peinar su cabello algo desordenado. Lucas me miró de soslayo, dejándose hacer como cuando era pequeño y no tenía más alternativas que ceder.

—Te mereces todo esto, Luke. —Y en verdad quería decir aquello, él era valioso y siempre estaría feliz de que Keila lo hubiese notado.

—Tú también lo haces. —Negué, pero mi hermano no me dio tiempo a reaccionar o a pensar una replica. Tomó la mano con que lo había estado peinando y la sostuvo entre las suyas con un amarre firme—. ¿Te he contado que estuve perfeccionando mis dones de adivino?

Bueno, hablando de cambiar de tema.

—¿Adivino? —¿Qué infiernos? ¿Acaso había fumado algo con Neil antes de entrar?

—Hm... —Extendió mi palma abierta hacia arriba y se aclaró la garganta de un modo un tanto exagerado—. Soy algo nuevo en esto, pero ya puedo leer palmas. ¿Quieres que te diga tu futuro?

—Yo... —Una vez más él se movió sin esperar mi respuesta, colocó su índice en el centro de mi palma y luego se inclinó para mirarla de cerca. ¿Realmente estaba por leerme la buena fortuna? ¿Mi hermano? Bueno, tampoco era un disparate tan grande, el rarito tenía un tipo de diseño de bóxer para cada día de la semana. Aunque no podía dejar de pensar que era extraño que sus supersticiones sobre la ropa interior, lo hubiesen llevado tan lejos—. ¿No has olvidado tu bola de cristal?

—Calla. —Alzó la mirada para ofrecerme un ceño fruncido—. Es una ciencia muy delicada, déjame hacer mi trabajo.

—¿Ciencia? —Sin duda él se había fumado algo, sólo podía rogar que fuese de uso terapéutico. El hecho de que se creyera adivino, la hacía candidato más que probable para una terapia.

—Muy bien... —Su dedo me hizo cosquillas cuando trazó algo en mi palma—. Esta es tu línea de la vida, se ve bien.

—Que alivio —ironicé, pero él no se dio por aludido. Una nueva línea fue marcada y casi pude jurar que pude sentir su uña en mi piel, maldito zángano.

—Esta es tu línea del amor. —Se enderezó la suficiente como para mirarme con seriedad—. ¿Ves esas pequeñas marcas?

—¿Si? —Supuse que sí al menos.

—Esos son todos los tipos con los que dormiste, eres una golfa.

—¡Oye!

—Lo dice tu mano, no yo. —Curiosamente mi otra mano sintió la necesidad de manifestarse también y voló directo a su cabeza. Lucas rió entre dientes, reacomodándose para seguir con su lectura—. Pero bueno, ¿ves que tu línea se afina hasta tener una única ramita al final?

—Creo.

—Eso es bueno —me espetó casi como un regaño—. Significa que tendrás un gran amor y te casarás con él.

—Vaya... —Este juego me parecía cada vez más extraño, pero me veía incapaz de detenerlo. Quería saber a dónde intentaba llegar con todo aquello—. ¿Qué otra cosa dice?

—Hm... sí, aquí. Puedo ver a tus hijos.

—¿Hijos? ¿Cómo en plural?

Lucas asintió sin despegar su atención de mi palma.

—Sí... veo... veo una niña.

—¿Seguro? —Levanté mi mano hasta mi rostro como si pudiera ver la niña dibujada allí. Genial, él ya me estaba pegando su locura.

—Aja, tendrás una niña y un niño.

—El ultrasonido dijo que era uno —le informé socarronamente. Él suspiró algo muy similar a una maldición, para luego señalarme unas diminutas marcar en el filo de mi mano.

—Ahí hay dos líneas, eso significa que tendrás dos. —Dejó caer mi mano con actitud cansina—. Pero no al mismo tiempo, inteligente.

—Oh, lo siento.

—¿Quieres que siga o seguirás cuestionando mi poder?

Me mordí el labio para no sonreír y de forma obediente puse mi mano sobre la suya abierta.

—Dime más.

—Ella se llamará Selene.

—Ni siquiera he considerado ese nombre como opción —proteste, ganándome una acalladora mirada por parte del psíquico—. Lo siento.

—Va a ser saludable, va a pesar algo más de tres kilógramos... —Hizo una pausa, presionando sus ojos levemente—. Tres cuatrocientos cincuenta... —Mierda, mi mano era jodidamente precisa—. Y ella llorará bastante las primeras noches, pero estará bien —agregó, completamente compenetrado en el asunto—. Veo que tu empleo seguirá prosperando y que llegarás a un acuerdo con tu vida para comenzar a vivirla bien.

—¿Con mi vida? —No había logrado comprender eso—. ¿Qué hay de mi esposo? ¿Dice ahí que voy a casarme?

—Hm... sí, está justo aquí. —Me mostró la línea en cuestión, la cual para ser honesta, se veía como todas sus compañeras líneas: algo descolorida y arrugadita.

—¿Y qué dice? ¿Cómo se llama?

Lucas alzó el rostro, para enviarme una mirada estupefacta. Me encogí, temiendo haber ofendido sus dones otra vez.

—Es una mano, Susan, no las jodidas escrituras. ¿Cómo esperas que sepa su nombre? —me espetó, consternando. Di un respingo, quitando automáticamente mi mano de la suya.

—¿Puedes decirme el peso exacto de mi hija, pero no el nombre de mi esposo? —Solté un bufido—. Eres un fiasco de psíquico.

Él me sonrió de medio lado, cruzando los brazos para posicionarse en el lateral de la camilla. Su mirada me dijo que había terminado el juego y probablemente también su visita. Suspiré.

—¿Acaso no deberías saber tú eso?

—No —dije con tozudez—. No recuerdo haber recibido ninguna propuesta de matrimonio últimamente.

Lucas hizo una pequeña mueca con sus labios.

—¿Cuál es el problema?

Intenté hacer de cuenta que no comprendía la pregunta, pero mi hermano se mantuvo firme en su paciente escrutinio. Diablos, no es como si él no lo supiera de todos modos.

—No puedo, Luke —musité, sintiendo las palabras deslizándose con dificultad por entre mis labios—. Pensé que podía, pero es que... yo...

—Alan no tenía razón, Sussy, no puedes creer las estupideces que dice. —Asentí, pero era mucho más complicado que eso—. Entiendo cómo te sientes, pero no puedes permitirle que siga controlando tus decisiones.

—No es así.

—Claro que lo es —me acalló sin alzar el tono—. Piensas que porque pudiste librarte de él y vivir a tu antojo, lo has superado. Pero, ¿qué tan cierto es eso cuando sigues con el temor de sentirte impotente? Está claro que no vas a perder nunca, porque ya no te arriesgas con nada.

—Estoy por tener un bebé. —Eso era un gran riesgo, un gran paso para la Sussy del futuro.

—¿Y qué hay de Neil?

—¿Qué hay con él? No quiere ser padre, así que eso es todo.

Lucas presionó la boca por un pequeño instante, casi como si estuviese considerando a fondo cada una de sus palabras.

—Anoche cuando me llamó... —Encogió un hombro con cierto aire de indiferencia—. No lo sé, pero no se oía como un hombre que no quisiera ser padre. Para mí se escuchaba como alguien que estuviese pasando un infierno.

—Yo... —vacilé, sin poder evitar pensar en lo que había pasado Neil en esos momentos de incertidumbre. Dios—. Él... él no sabe lo que quiere.

Mi hermano suspiró de forma audible y un momento después se incorporó de la silla, llevando sus manos hacia los bolsillos de sus pantalones.

—Bueno, Susan... si me preguntas a mí, no sé qué es peor. No saber lo que quieres, o saberlo y no tener el coraje para ir tras ello. 

Y con eso me quedé, mental, emocional y físicamente hecha un desastre. 

__________________________________

Lucas: Entonces... todo el mundo sabe que la demora no es culpa nuestra, ¿cierto? 

Jace: De todas formas nos disculpamos en nombre de Tammy y les aseguramos que está viva, un poco menos audaz. Pero viva.

Lucas: Estoy seguro de que muchos están aliviados.

Jace: Oye, no sabía que leías manos. Me dirías, ¿qué ves en las mías?

Lucas: Absolutamente nada.

Jace: ¿Cómo es posible? ¿No tengo futuro?

Lucas: No, borraste tu futuro con tantos lavados. No hay líneas con las que trabajar allí.

Jace: Merda, ¿estás seguro? 

Lucas: Bastante y para ser honesto, no recuerdo a quién había pedido esta chica para una dedicatoria. Así que hagámosla todos juntos, ¿bien? 

Jace: Mi querida...

Neil: Y adorada,

Lucas: Elena. Tal vez...

Jace: Nos hayamos...

Neil: Olvidado los detalles.

Lucas: Pero no...

Jace: Nunca, jamás de los jamases...

Neil: Nos olvidaremos de ti. 

Lucas: Gracias por tenernos paciencia.

Neil: Y por no guardarte nada en tus comentarios.

Jace: Siempre es un gusto tenerte del otro lado, n...

Neil: No, espera, Jace. Tú no puedes decir eso, es mi marca.

Jace: Adelante.

Neil: Es un gusto para nosotros, nena. Y esperamos que haya sido un gusto para ti y que hayas disfrutado cada minuto. 

Jace: Saludos especiales para Elenacolina y para el resto, espero que estén preparados para el final de esta trilogía. Empezaron a caer conmigo.

Lucas: Y me siguieron el ritmo con ganas.

Neil: Sepan que será un placer hacerlas acabar ;) 

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