Siempre
Les juro que ni yo sé qué hago por acá tan temprano. En fin, disculpen si me demoré pero era un capítulo difícil de escribir. Les aviso de nuevo que el domingo me voy una semana a la playa (de nuevo, sí qué vida la mía!), así que espero que el cap. los deje conformes porque cuando vuelva... si no conté mal, nos quedarían dos capítulos más para terminar. ¿Ok? Un saludo y hasta pronto, voy a descansar mi mente para darle un final digno a la historia... o más o menos digno, no presionen :D
Capítulo XXXI: Siempre
Neil
El puto cobarde se encontraba en el piso gimiendo incongruencias, mi respiración salía apresurada de mi boca en cortos jadeos y mis puños adoloridos reclamaban más, más sangre, más carne siendo magullada... mis puños querían su vida. Pero no podía, me dije internamente obligándome a parar y realmente pensar. Exhalé. Mis ojos se movieron casi por inercia hacia el descansillo de la escalera y por un segundo mi pulso se detuvo frente a la imagen que me aguardaba. No estuve seguro de cómo pero llegué hasta ella en tiempo record, acuclillándome a su lado para tomarla entre mis brazos con la mayor de las delicadezas; ella no respondía a mis llamados, no abría los ojos, pareciendo completamente lívida y fuera de sí.
Gruñí una maldición, sin dejar de repetir su nombre y tocar con suavidad su rostro.
—Abre los ojos, nena, mírame —murmuré, sintiendo las palabras raspar a través de mis cuerdas vocales. Mi voz temblaba sin que pudiera evitarlo, yo estaba cayendo en una extraña mezcla de confusión y desespero. Debía moverme, debía actuar o me quedaría allí observándola, siéndole de ninguna utilidad—. Estoy aquí, vas a estar bien.
La levanté en peso, sintiéndola demasiado liviana y laxa entre mis brazos; su boca emitió un quejido vago que golpeó de lleno en mi pecho y la estreché con mayor firmeza. Más allá escuché pasos y voces precipitándose por la entrada principal, pero no le di importancia alguna. Al bajar las escaleras vi a dos oficiales de policía con sus armas desenfundadas, mirando al quejumbroso marica tirado en el suelo con gesto confuso. Uno de ellos me vio por el rabillo del ojo, pero no le di tiempo a que me detuviera o siquiera lo pensara, me dirigí a toda velocidad hacia la puerta, haciendo caso omiso de sus gritos de alto. A la mierda la policía, sabía que me querrían interrogar o algo por el estilo, tal vez incluso abrirían fuego de no ser porque cargaba una mujer inconsciente en los brazos.
Salté a mi camioneta luego de colocar a Sussy en el asiento del copiloto, a tiempo que veía a uno de los oficiales arrancar su coche patrulla y ponerse detrás de mí. ¡Maldito hijo de puta! Detengan al otro. Hizo sonar su sirena en varias ocasiones, pero mi mente estaba desconectada de mi cuerpo y me movía en piloto automático. Acelerar, meter el cambio y llegar al hospital. Esas eran las únicas órdenes que podía seguir en ese instante.
Sussy gimió a mi lado y la miré un segundo, incapaz de no fruncir el ceño con rabia al ver los golpes en su cara; su frente cortada y amoratada, y una tira de sangre seca en su labio inferior. Una parte de mí quería regresar a su casa y golpear al bastardo hasta que pidiera misericordia, lo había dejado respirando sólo por una gracia divina. No tendría problemas en matar al hijo de puta, ni siquiera sabía cómo había sido capaz de detenerme una vez que lo tuve tumbado sobre su espalda. Pero estaba seguro de que eso no importaba en ese momento, debía hacer que ella consiguiera atención medica, debía asegurarme de que estuviese bien y entonces... que Dios lo ayudara, porque iba a sacar la mierda de él a golpes. Y disfrutaría cada maldito segundo.
—Neil... —Su suave voz rompió a través de mis sentidos y apresuradamente extendí una mano para sostener la suya—. ¿Neil?
—Sí, soy yo... tranquila. —No sabía qué decirle, no sabía cómo calmarla cuando todo en mí estaba tan tenso como la cuerda de un arco. Tenía tantas aptitudes para manejar ese momento de tensión con delicadeza, como para ser padre.
—El bebé... —musitó, tratando de soltarse de mi mano para tocarse la barriga. La sostuve con mayor ahínco.
—Va... —Bajé la mirada un segundo en dirección a su vientre, como si eso fuese a darme alguna idea de su estado—. Va a estar bien... está bien.
Ella pareció conformarse con mi pobre intento de consuelo, porque aflojó su mano y supuse que volvió a dormirse, o a desmayarse. No estaba seguro, no estaba seguro de una maldita cosa y era una mierda de sensación. Hubiese dado mi vida si con eso podía hacer que mis palabras fuesen ciertas, y no era tan sólo una estúpida idea noble, yo en realidad lo haría.
Aparqué en la entrada de las ambulancias unos minutos después, viendo a la distancia el destello de luces azules que todavía no se daban por vencidos conmigo. Bajé a Sussy a toda prisa, rogando en mi fuero interno que el policía no me jodiera en ese momento, porque sería muy capaz de golpear al maldito si intentaba detenerme. Manejar la necesidad de algo de violencia, era mejor que dejarme ir en preocupación.
La recepcionista alzó la vista con brusquedad al verme cruzar la puerta y sus ojos se estrecharon hacia la mujer en mis brazos con un sutil asombro, pero no hizo ningún amago por reaccionar. ¡¿Qué infiernos pasaba con ella?! ¿Acaso necesitaba una invitación para ponerse en movimiento?
—¡Ayúdela...! —le gruñí, consternado, sacándola de su momentáneo estupor. Una enfermera o lo que fuese, mucho más atenta que la estúpida recepcionista, se acercó a mí por mi derecha haciéndome varias preguntas al simultáneo e indicándome que la siguiera hasta una sala de observación. No respondí lo que me preguntaba, ni siquiera era capaz de escuchar algo más que los latidos frenéticos de mi corazón.
Ella se sentía tan quieta en mis brazos, se veía tan pálida e indefensa.
—¿Señor? —Una mano presionó la parte superior de mi brazo, logrando que apartara la mirada de la camilla donde acababa de depositar a Sussy. Maldita sea, no había emitido ni un sonido durante todo el proceso—. ¡¿Señor?! —Arrastré mis ojos hacia la voz que me reclamaba—. Dígame qué ocurrió, ¿puede decirme qué le ocurrió a la mujer?
Un hombre algo mayor vestido con guardapolvo blanco entró en ese instante en la habitación, escrutó todo con los ojos en rendija y luego fue directo hacia Sussy. La enfermera reclamó mi atención una vez más.
—No sé... —respondí, al cabo de un segundo extra para armar la frase en mi cabeza. En realidad no lo sabía, bien podría haber rodado por las escaleras o peor, él podría haberla golpeado mientras ella intentaba huir y terminó por rendirse en el descansillo. Cualquier escenario que me imaginaba era una mierda—. No sé... —repetí, ausente.
La enfermera me dio una mirada suspicaz, bajando su vista a mis manos apretadas en puños. Pude hacerme una idea de hacia dónde corrían sus pensamientos luego de eso; mis manos estaban manchadas con sangre y estaban cortadas por los golpes que le había dado al infeliz ignorando mi propio dolor, mi cara debía de estar amoratada porque creía recordar que él intentó defenderse, sentía un vestigio de sangre en mi boca y lo que parecía el comienzo de un hematoma palpitando en mi barbilla. Desde la perspectiva de la enfermera, yo no tenía aspecto de no haber participado en lo ocurrido.
—Debe decirme qué pasó —insistió ella, colocando los brazos en jarra. Suspiré.
—Creo que rodó por las escaleras. —Eso sólo le confirmaría a ella que yo era el responsable de los golpes de Sussy, pero no me importaba siempre y cuando se aseguraran de que ellos estuviesen a salvo—. Ayúdelos, por favor.
La muchacha dio un brusco asentimiento, dirigiéndose hacia la punta de la camilla para hablar apresuradamente con el médico. Éste asintió con rostro pétreo, me observó un segundo por sobre su hombro y luego volvió a trabajar en Sussy.
—¿Cuántos meses de embarazo tiene? —exclamó el hombre sin voltearse. Como ninguna de las otras cuatro personas presentes respondió, terminé por suponer que me hablaba a mí.
—Cinco.
—Llamen a un obstetra.
Al oír eso, avancé para colocarme a su diestra.
—No puede nacer aún —le espeté con una dureza en mi timbre que no me ayudaría a sumar puntos con ellos—. Es muy pequeño todavía, no... debe nacer.
No le estaba diciendo nada que él no supiera, pero maldita sea, ¿para qué necesitaría un obstetra? Incluso yo sabía que un bebé no debía nacer a los cinco meses, incluso yo sabía que si eso pasaba no era para que viviera mucho tiempo. O que viviera en lo absoluto. Aparté ese pensamiento con rapidez, antes de que intentara tomar mayor forma en mi cabeza.
Alguien me tomó del brazo para despacharme pero lo rechacé con un brusco movimiento, sin apartar mi insistente escrutinio del médico.
—El obstetra es para que monitoree al bebé —explicó con una calma que en verdad envidié. A decir verdad eso tenía sentido, pero yo había olvidado el mío en la puerta de entrada de la casa de Sussy, algo de crédito allí—. Vamos a cuidar de ellos, pero ahora debe salir de la habitación.
Volvieron a tomarme del brazo, pero en esa ocasión la mano era más grande y decidida que la anterior. Me volteó sin que yo pudiera evitarlo, haciéndome encontrar cara a cara con el policía con el que había estado jugando al gato y al ratón. Infiernos.
—Acompáñeme.
Sabía que debía emplear mi carta más pacífica, por lo que en realidad no fui del todo consciente al momento en que le di un golpe a su antebrazo para que me soltara. Pacífico y Neil cabreado, raramente podrían combinarse en una oración. El policía abrió los ojos con sorpresa, para luego llevar una de sus manos hacia la porra que colgaba de su cinturón y amenazarme tentativamente con el uso de la fuerza. Pero entonces alguien carraspeó notoriamente, logrando que ambos rompiéramos el desafío de miradas.
—Por favor, señores, no comiencen una pelea aquí —masculló el doctor, ceñudo, mirándome de soslayo un instante antes de regresar a lo que fuera que hacía con Sussy—. Enfermera, lleve al señor a la otra habitación para limpiar la herida de su rostro.
Enarqué una ceja algo confuso, pero la joven que me había presentado un cuestionario al llegar, me guió a una habitación contigua dejando al oficial esperando en la entrada. Toma esa, policía.
Ella me hizo sentar en una camilla, colocó una molesta luz cerca de mis ojos y comenzó a trabajar en mi pómulo que al parecer tenía algún tipo de corte. Apenas si registré algo de lo que me decía, pues me encontraba demasiado enfocado en mantener mis ojos fijos en la ventanilla trasparente de la puerta que estaba entre Sussy y yo. Había dos médicos con ella y dos enfermeras, hablaban entre sí y en ocasiones pasaban por delante de la puerta, pero ninguno miraba hacia mí. Suspiré, empujando la mano de la chica que me curaba e intenté incorporarme.
—Será de la misma ayuda aquí que allá —me detuvo ella con tono pausado, parándose entre mi objetivo y yo—. Deje que los médicos trabajen.
—No entiendes —mascullé a penas reconociendo mi voz. Entonces deslicé una rápida mirada en su dirección—. Fue mi culpa... —Volví los ojos hacia la puerta—. No tendría que haberme ido.
No tendría que haberme dado por vencido con eso, quizá ni siquiera haber insistido. Pero estaba tan molesto de que ella no confiara en mí, podía comprender sus motivos, podría intentarlo al menos. No quería que me confesara cada detalle de su vida, diablos, pero es que podía apostar mi huevo izquierdo que aquel detalle con Alan era la razón por la cual ella seguía dándome largas. Podía decir que confiaba en mí e incluso que me tenía cierto aprecio, pero eso no significaba que estuviese planeando quedarse a mi lado y hasta ese momento no me había percatado de lo mucho que quería tenerla conmigo. Pero al parecer no importaba que hubiese una vida entre ambos, ella seguía dejándome fuera decidida a seguir adelante estuviese o no yo rondándole cerca. Y yo quería ser parte de ella, de cada maldito aspecto de su vida. Los buenos y los malos. En su momento me pareció lógico mi reclamo, ahora me importaba una verdadera mierda. Lo único que quería era verla sonreírme de nuevo, pateándome de la cama o señalándome los piecitos del bebé en las imágenes borrosas de sus ultrasonidos. Lo único que quería era que las últimas horas no hubiesen ocurrido, punto.
La enfermera trabajó en silencio por un rato, bien porque no entendía lo que le había dicho o bien porque estaba planeando después de todo, dejarme al cuidado del policía. La segunda opción cada vez comenzaba a ponerme más de los nervios, lo que menos necesitaba en ese momento era tener que lidiar con las autoridades. Pero visto desde donde se lo mirara, la conclusión no era favorecedora para mí: había dos personas golpeadas, una de ellas en el hospital, el otro en la morgue si fuese mi decisión. Yo había salido prácticamente huyendo de la casa y obviamente había participado de una pelea, era de esperarse que la policía, los médicos y las enfermeras no me profesaran la mayor de las simpatías. Tenía que pensar un modo de librarme de la policía, sin tener que apartarme de Sussy en el proceso. Pero mi mente estaba en blanco, demasiado enfocada en la ira residual como para pensar excusas o justificaciones. Ese tipo había lastimado a Sussy, aun cuando yo había llegado mientras se marchaba y no lo hubiese visto llevando acabo el asunto, me importaba una mierda. El tipo había lastimado a mi mujer y a mi hijo, no había lugar allí para asuntos racionales, debía hacerlo pagar. Y así lo hice; la lógica era simple, te metes con mi familia y te estás jodidamente metiendo con mis puños.
Desgraciadamente, sabía muy bien que la policía rara vez veía el cuadro completo. Para ellos sería un ex adicto, tatuado que había golpeado la mierda en un tipo vestido con un polo azul y pantalones caquis. Y por mucho que me jodiera eso, sabía que ese era el modo más común de pensar de las personas en general.
Necesitaba alguien que equiparara las cosas, necesitaba alguien que hablara en mi nombre así yo sólo podía preocuparme en Sussy y nadie más. Bueno, también en el Cachorro, lo crean o no, esa era una preocupación demasiado grande como para siquiera entrar allí. Saqué mi móvil de mi bolsillo, pensando sobre la marcha un plan de acción. Las personas que podrían serme útiles estaban a dos horas de distancia de mí, demasiado lejos como para esperar por ellos y, maldita sea, ni siquiera sabía dónde vivían los padres de Sussy o su número telefónico. Tenía alguien en mente, pero sabía tanto de él como que era un abogado y que al parecer ya había lidiado con asuntos relacionados con Alan en el pasado. Pero, ¿cómo infiernos lo encontraba? No había prestado atención durante las presentaciones, ¿me habían dicho su apellido? ¡Mierda! No lo recordaba.
La enfermera tiró de mi mano hacia adelante, en un intento por controlar mis movimientos y dejarme quieto para que ella trabajara. La miré, ausente, para luego soltar un suspiro y resignarme. Estaba apunto de hacer algo muy, pero muy feo.
—¿Diga? —murmuró una voz monótona al otro lado de la línea, luego de dos timbrazos.
Norte, sur, este y oeste; me dije en mi fuero interno antes de lanzarme a ello.
—¿Lucas?
Hubo una significativa pausa, en lo que supuse él confirmaba su identidad consigo mismo.
—¿Quién habla?
—Neil.
—¿Qué Neil?
Bien, él estaba intentando sacar mi lado menos gracioso y realmente había elegido el peor momento para ello.
—¿Cuántos Neil conoces, imbécil? No vayas allí ahora, ¿quieres? Tengo un problema.
—Pues llama a tu abogado —espetó, sin dejarse perturbar en lo más mínimo por mis palabras. Me tensé.
—Es por eso que te llamo, Alan ha estado en la casa.
—¿Cómo? —En esa ocasión cualquier rastro de indiferencia abandonó su timbre. No podía decir qué tanto sabía Lucas sobre el asunto, pero no me cabían dudas de que en su lista de hijos de puta favoritos, Alan estaba por debajo de mí. Eso ya era algo—. ¿Qué ocurrió? ¿Sussy está bien? —Con esa pregunta acababa de confirmar mis sospechas, pero me dije que no era momento para ir sobre el tema. Aún.
—No... no lo sé, están viéndola unos médicos.
—¿Qué infiernos, Neil? ¿Dejaste que se acercara a ella? —Era quizá la primera vez que escuchaba a Lucas perder el férreo control que ejercía en su voz. Esto no era bueno.
—Yo no estaba en la casa —me excusé, pero al mismo segundo una amarga sensación se asentó en la base de mi estómago—. ¿Y cómo se suponía que supiera sobre todo esto?
Lucas soltó lo que pudo ser una pequeña maldición entre dientes.
—¿Ella no te lo dijo? —Negué, aun cuando sabía que él no podía verme desde donde estaba.
—Cuando sea el momento, ella y yo hablaremos sobre el asunto. —Maldita sea, si no lo haríamos—. Pero no es por eso que te llamé. —Incluso cuando fui capaz de mantener una actitud calmada, dentro de mí sentía llamas de rabia creciendo cada vez más y más. Si ella hubiese sido honesta cuando se lo pregunté... pero no, no era necesario ir allí. No de momento al menos—. Necesito el número del abogado de Sussy, creo que se llama Cristian algo. Lo conoces, ¿verdad?
—Sí, claro.
—Bien, porque puede que la policía me haya seguido desde la casa de Sussy luego de que dejé al desgraciado inconsciente y sangrando. —Hice una pausa al sentir como Lucas soltaba un bufido en aprobación—. Y creo que ahora quieren algunas explicaciones... —Me detuve cuando la enfermera intentó colocarme una venda sobre los rasguños de mi mano—. Déjalo, nena, tuve cortes peores que esos.
—¿Con quién hablas? —me interrumpió mi cuñado.
—Oh, con una bonita enfermera que está cuidando de mí. —Las mejillas de la joven se tornaron rosas ante mis palabras y me obsequió una pequeña sonrisa. Me felicité a mí mismo por eso, ella se merecía algún cumplido luego de que me alejara del policía y me dejara permanecer a una puerta de Sussy y el Cachorro. No intentaba coquetearle, extrañamente esa posibilidad cada vez cruzaba menos por mi cabeza, por muy loco que sonase yo sólo quería expresarle mi agradecimiento—. Entonces, ¿el abogado?
—Deja que yo lo llame, tú quédate con Sussy. Llámame en cuanto puedas.
—De acuerdo. —Asentí para mí mismo—. Gracias.
—Sí.
***
El abogado fue de mucha utilidad, sólo cruzó algunas palabras con el policía antes de que éste se retirara conforme. No tenía idea qué le había dicho, pero el oficial incluso me sonrió amablemente al marcharse. Cristian se acercó a mí unos minutos más tarde, no intentó entablar una conversación y lo agradecí. Estaba por comenzar a cavar una fosa con mis idas y venidas en el pasillo frente a la habitación de Sussy. Ella no estaba allí, pues se la habían llevado en una camilla hacia algún lugar donde no me dejaron entrar. Unas pruebas, había dicho el médico, en un momento la traeremos de regreso.
Había pasado media hora de eso.
—¿Qué te dijo el policía? —Debía romper el silencio para apartar mi mente del tiempo. Jamás había tenido paciencia, así que la distracción estaba siendo necesaria para que no me colara en la parte restringida del hospital y comenzara a pedir respuestas. No iba a tentar mi suerte con las autoridades esa noche.
—Vendrá a interrogarlos a ti y a Sussy mañana. —Me giré para darle una mirada confusa—. Le he dado una versión de los hechos y aunque Alan no ha querido hablar, necesitan del testimonio de ustedes para poder actuar sobre él.
—No he visto nada —confesé, pasándome una mano por el cabello como si eso ayudase a aclarar mi mente—. Cuando yo llegué, él se estaba yendo.
Todavía podía ver al hijo de puta, saliendo de la casa de ella como si nada. Todavía podía ver sus ojos abrirse con sorpresa, al toparse de frente conmigo y ver que estaba completamente atrapado. Todavía podía escuchar sus insultos mientras mi puño caía sobre su rostro una y otra vez.
—Bueno... —Cristian se sacudió el cabello en un gesto muy similar al mío, mirando hacia el fondo del pasillo con actitud ausente—. Eso no fue lo que le dije al oficial, así que tal vez necesites ajustar un poco aquello.
—¿Cómo?
Lentamente deslizó sus ojos celestes hacia los míos, calma y discreción decoraban sus rasgos.
—Tú llegaste a la casa y viste a Alan golpeando a Sussy, te abalanzaste sobre él y la defendiste. Eso fue lo que pasó. —Apartó una vez más su mirada—. No te pedirán más explicaciones, si te atienes a mi versión.
—¿Quieres que mienta? —No que en verdad tuviese algún problema con eso, pero me gustaba estar seguro de antemano.
Él parpadeó como única muestra de reacción, para luego echarse hacia atrás y colocar la espalda contra la pared.
—Jamás te diría que hagas algo así, sólo te pido que consideres mi verdad como la más posible. Después de todo... —Se pasó una mano por la boca—. Estabas exaltado, un poco confundido y fuera de ti, es obvio que no recuerdas todos los detalles. Sólo querías que tu mujer estuviese bien, ¿verdad?
—Cierto.
—Entonces eso fue lo pasó.
—Eso fue lo que pasó —secundé en un murmullo, Cristian medio sonrió o algo por el estilo. Era difícil decirlo, cuando apenas si gesticulaba con el rostro—. Gracias por venir tan rápido.
—Por supuesto, aunque me hubiese gustado que no fuese en estas condiciones. —Ya éramos dos—. Realmente pensaba que Alan había comprendido el mensaje, pero supongo que lo subestimamos.
—¿Subestimamos? —pregunté, incapaz de pasar por alto aquel uso del plural. Cristian me dio una mirada de soslayo como si estuviese sopesando sus opciones y luego simplemente sacudió la cabeza.
—No es algo que deberías saber por mí.
—Me gustaría saberlo de alguien, porque la verdad comienza a molestarme estar a oscuras. —Él tuvo el detalle de sonrojarse ante mi reclamo.
—Yo sólo hice lo que Lucas me pidió, ser un puente entre Alan y Sussy en caso de que quisieran dividir sus propiedades. Nada más.
—¿Por qué Lucas te pidió eso? —insistí. El abogado suspiró de forma audible, volviéndose muy levemente en mi dirección.
—Pongámoslo así, un tiempo atrás Lucas llegó justo para el desenlace de la escena. —Colocando las manos en la pared, se empujó sobre sus pies—. Voy por un café, ¿quieres uno?
—No —mascullé, aún intentando comprender lo que acababa de decir.
Cristian me dio un rápido asentimiento y se marchó pasillo abajo en busca de su café. Lo observé por un largo rato, comenzando a armar el complicado puzzle en mi cabeza. Entonces de momento tenía esto: Alan había golpeado a Sussy en algún momento y por algún milagroso motivo, Lucas lo vio y lo detuvo. Quiero suponer que lo detuvo, quiero suponer que llegó a tiempo como para darle más que una advertencia hablada. Por algún otro motivo desconocido, le pidió a Cristian el abogado que jugara de intermediario entre ambos. Sussy rompió con Alan, voy creer que después de aquel episodio, y luego se lanzó a una vida disoluta de encuentros casuales para no tener que cerrar el trato con ningún otro hombre en el futuro.
Sólo era una suposición bastante vaga, me faltaban varias cosas que cubrir en esa explicación y esperaba que ella sintiera el impulso de iluminar mis puntos ciegos en algún momento pronto. Esperaba que ella viera que no iba a perder la cabeza si sólo me confiaba su pesar; no estaba acostumbrado a lidiar con los problemas de otros, pero quería lidiar con los suyos. Iba a tener que hacerla entender que ahora tenía nuestro futuro en sus manos, que todo ocurriría según ella lo quisiera.
Una sombra cayó a mi lado, obligándome a empujarme lejos de mis pensamientos. Era un médico.
—¿Señor Hassan?
Enarqué una ceja, casi tentado a girarme para buscar a Lucas o al padre de Sussy, pero al parecer el médico se refería a mí.
—Ah... si... —respondí, dubitativo. Casi y hasta podría pasar por un macho Hassan murmurando monosílabos.
—Acabamos de llevar a su mujer a una habitación. —Me quedé colgado un segundo demás en la frase "su mujer", una inexplicable punzada de orgullo me golpeó sin previo aviso. Era mi mujer de la que estábamos hablando, mi mujer. Joder, me gusta como suena eso—. ¿Quiere usted verla?
—Sí, claro. —Anda, un Hassan en toda regla—. ¿Está despierta?
—Ella está despierta —respondió el hombre con el asomo de una sonrisa, mientras se encaminaba por el pasillo en dirección opuesta a la que había tomado Cristian antes.
—Y... —Me mordí el labio inferior, saboreando instantáneamente los vestigios de mi propia sangre. Había evitado pensar en ello en la medida de lo posible, tratando de no figurarme ningún escenario posible hasta entonces—. ¿Y... el bebé?
El médico se detuvo a medio paso, girando el rostro lo suficiente como para enfrentar mis ojos. Mierda.
—Había algunos hematomas en el vientre de su mujer. —«Alan hijo de puta»
Retrocedí un paso, cerrando los ojos lentamente en un inútil intento por mantener el control frente al hombre. De todos modos fui demasiado consciente de la lágrima que rodó por mi mejilla sin previo aviso, ignorando de mi primera mano mis deseos de lucir imperturbable.
—Dios... —La palabra brotó de mis labios en un resuello, mientras un nudo invisible comenzaba a apretarse cada vez más dentro de mi pecho. No entendía cómo era posible que doliera tanto, no entendía cómo unas cuantas palabras pudiesen tener ese efecto tan apabullante. Pero lo hacían, dolían, dolían más que cualquier golpe.
El médico colocó una mano sobre mi hombro, obligándome a devolverle el escrutinio. Me había desconectado.
—Sus latidos son estables, señor Hassan, no parece que haya ninguna clase de afección por los golpes.
—¿Está seguro? —murmuré con voz ronca, él asintió sutilmente y yo suspiré. No, mierda, respiré. Volví a respirar sin siquiera darme cuenta del momento en que dejé de hacerlo, y al instante una extraña sonrisa se instaló en mi rostro. Extraña porque para gran sorpresa mía, estaba llorando. Estaba llorando frente a otro hombre, ¡Dios! ¿Qué pasaba conmigo? Casi y hasta sentí la tentación de pedirle jugar unas vencidas, para volver a sentirme dentro de mis cabales.
—Estamos seguros, aunque su mujer va a tener que tomárselo con calma por un tiempo. Todo indica que ella y el bebé están fuera de peligro.
Dios, podía besar a ese tipo. Pero no lo hice, contrario a lo que piensan, todavía tengo algo de sentido común. Harían falta más que algunas lágrimas para que yo comenzara a besar hombres.
—Gracias, Doc. Tal vez quiera considerar casarse conmigo. —El médico rió sacudiendo la cabeza y luego, amablemente, me guió hasta la habitación donde habían puesto a mi mujer. Lo siento, planeaba repetir eso tanto como me fuera gramaticalmente permitido en una oración. Vivan con ello.
Ni bien crucé la puerta mis ojos se trabaron con su mirada avellana. Si bien ya había visto su rostro golpeado, no había un modo en el mundo de que pudiera manejar una expresión neutra entonces. La rabia volvió a mí del mismo modo en que se había marchado, pero hice acopio de una paciencia ignorada durante toda mi vida para caminar hasta el lateral de su cama y sonreírle.
—Al parecer no te librarás de nosotros aún —musitó, mientras la vibración en su voz echaba al suelo su intento de lucir imperturbable. Me senté a su lado sin decir una palabra, para luego estrecharla con firmeza entre mis brazos e indicarle a mi corazón que ya podía dejarse de joder con las malditas palpitaciones. Ella hundió el rostro en mi pecho y entonces simplemente se rompió; lágrimas insonoras comenzaron a caer en mi camisa, suaves pero evidentes espasmos recorrieron su cuerpo a tiempo que sus manos se aferraban con fuerza a mi espalda.
—Lo siento —susurré junto a su oído, dejando un pequeño beso en aquel punto—. Dios, lo siento, lo siento... —Dejé un suave beso en su cuello, justo encima de una marca morada que cortaba por sobre su piel aceitunada y otros más para trazar el recorrido de lo que probablemente había sido la mano de él presionándola para cortar su respiración. No que creyera en el poder curativo de los besos, pero necesitaba pasar por encima de cualquier rastro que pudiera haberle dejado, simplemente lo necesitaba y no me pidan explicaciones al respecto—. Lo siento.
—No lo hagas.
—Sí —murmuré, volviendo a besar cada uno de los morados.
Sussy soltó una ligera risa ronca, alejándome de su cuello al cabo de unos cuantos besos más.
—¿Qué haces? —inquirió, deslizando su índice por mi mejilla lastimada. Frunció el ceño con la duda escrita en el rostro, pero hice caso omiso de ello.
—Beso a mi mujer. —Entonces me incliné, bajando por su cuerpo hasta alcanzar su abdomen—. Ahora voy a besar a mi hijo.
Ella colocó su mano en mi cabeza, dejándome reposar mi oído sobre su barriga en un tiempo fuera que ambos necesitábamos. El Cachorro jamás había pateado para mí, es decir, siempre que ponía la mano para sentir sus movimientos, él parecía completamente reacio a complacerme con una demostración. Así que fue bastante sorprendente cuando sentí un golpe ligero contra mi mejilla, algo muy similar a un saludo en reconocimiento. Me reí.
—¿Viste eso? El malcriado acaba de patearme en la cara.
—Es un niño listo.
Me incorporé, buscando sus ojos. Había un sinfín de cosas para hablar, quería algunas explicaciones, me las merecía ¿no? Con cada segundo que pasaba, cada vez se me hacía más difícil ver hacia dónde estábamos yendo. Y quería saberlo. Pero una sola mirada hacia sus ojos cansados, me sirvió para darme cuenta que no lo haría en ese momento. Y probablemente jamás lo haría, porque era un idiota y estaba enamorado de ella. Era un idiota y jodidamente obligaría a alguien a ponerlo en mi epitafio.
—Voy a hacer una llamada —dije, incorporándome de la cama. Necesitaba un momento para tratar con mi mierda y convencerme de que estaba obrando del modo más inteligente.
Sussy me miró con un ligero asomo de vacilación, así que le sonreí del modo más relajado posible.
—¿Volverás? —inquirió, cuando yo me dirigía con largas zancadas hacia la puerta. Me detuve de forma automática, dándole una breve pero seria mirada de soslayo.
—Siempre, nena.
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Lucas: Como cada vez nos acercamos más al final, decidimos sacar la artillería pesada. Adelante...
Andy: Hola a todos...
Neil: ¿Quién trajo al falso Harry Potter aquí? Ya no hay respeto por las historias de adultos.
Andy: A mí me llamaron, al parecer encuentran insuficiente tu presencia.
Neil: ¿No pasaste tu hora de dormir? Jace, deberías llevártelo para que juegue con Bruno.
Jace: Jajajaja
Lucas: Déjalo en paz, el crío vino a hacer una dedicatoria por pedido especial de Katerinabeatriza. Así que a tu asunto, Harry Potter, no tenemos todo el día.
Andy: Vaya par de idiotas.
Jace: No deberían molestarlo, podría echarles un conjuro.
Neil: Tal vez convierta a Lucas en algo lindo... un sapo, quizá.
Lucas: Tal vez podría conjurarte el cerebro que perdiste al nacer.
Andy: Yo no hago conjuros y de poder hacerlos, dudo que existiera magia lo bastante fuerte como para arreglarlos a ustedes.
Neil: Anda, el crío tiene la lengua afilada.
Andy: Katerina, ya ves lo que tengo que soportar para poder hablar contigo. Pero debes saber que valió la pena por completo. Gracias por escogerme para hacerte la dedicatoria de este capítulo, todos sabemos que no soy el más conocido por aquí. Así que se aprecia el detalle y espero que hayas disfrutado de la lectura. También te deseo un muy, pero muy retrasado feliz cumpleaños. Fue en noviembre, ¿verdad?
Lucas: Debes entender el retraso, Kat, el tipo viene de otro plano.
Neil: Disimuladamente acabas de admitir que leíste su historia. Acabo de perderte algo del respeto que te tenía, Hassan.
Lucas: Jódete, soy un lector de amplio espectro.
Neil: Lo que sea. Nos vemos luego de las vacaciones, nenas. Besos especiales para Katerina.
Jace: Creo que también hay hombres por ahí.
Neil: Saluda a los hombres, Lucas, todos sabemos que quieres.
Lucas: Salúdame esta, Neil.
Neil: Woww... la gatita sabe ronronear.
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