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¿Si?

Ok... ando con un poco de sueño, así que no voy a decir mucho... sólo espero que estén disfrutando de la historia y que tengan ganas de leer :D

Capítulo XIX: ¿Si?

Quité su mano de mi cadera y me volví lentamente para mirarlo, él apenas si se movió de su lugar.

—¿Qué se supone que significa eso? —pregunté, sin saber exactamente si quería conocer la respuesta a eso. Sobre todo viniendo del hombre que me acababa de cabrear tanto, escasos minutos atrás.

Neil se encogió de hombros con sutileza. Ni siquiera él sabía lo que había querido decir, es más, hasta comenzaba a sospechar que sólo se trataba de otro de sus recursos de último segundo para no admitirse en desventaja.

—Significa lo que es —dijo, al cabo de un momento de consideración.

—Por favor, Neil. —Alcé ambas manos para poner un alto a todo ese absurdo, o quizá simplemente para detener el camino que pretendían tomar mis pensamientos ante el modo tan simple en que acababa de admitir que pensaba en mí—. Lo que menos necesito ahora es esto.

—Bueno, ¿qué quieres que haga? —me reclamó, tal vez esperando que aquello tuviese algún sentido para mí. Pues iba mal por ese rumbo, porque estaba tan o más perdida que él—. Porque no importa qué tanto intenté distraerme en Montreal —continuó frente a mi silencio—, lo único en que podía pensar era en volver para hablar contigo e intentar estar de acuerdo sobre la condenada cita. —Se pasó bruscamente una mano por su cabello corto—. Su, estaba desesperándome porque no me respondías... ni siquiera había pensado en que fuese una cita hasta que lo dijiste y no niego que me aterró un poco la idea, porque quería hacer algo distinto para ti, quería mostrarte que también soy capaz de hacer cosas bellas. Nunca quise que una mujer me conociera de ese modo, y creo que tienes razón, te llevé allí porque quería... diablos, porque quiero que me conozcas. Y lo hablé con Max para tener una opinión imparcial al respecto, él dice que en eso consisten las citas: dos personas intentando conocerse mejor. Así que técnicamente sí lo fue y no te estoy dando la razón sólo por dártela, incluso esperaba que me dejaras intentarlo una vez más ya con todos los conceptos claros.

—Neil... —comencé, aunque sin tener mucha idea de cómo continuar ante su apresurada confesión. Afortunadamente él me acalló con un ademan y una sonrisa algo resignada.

—Lo sé, lo sé, no quieres ningún tipo de relación conmigo, ¿así que por qué diablos querrías conocerme mejor?

Lo peor era que sí quería conocerlo mejor, pero lo que ocurría con Neil por algún motivo parecía sacado de contexto, llevaba el rótulo de "temporal" grabado en la superficie.

—Fuiste tú el que dijo que no sería inteligente pensar demás sobre esto, ¿ahora tienes segundas ideas? —Presionó su ojo derecho en un gesto que denotaba a todas luces que no sabía cómo proceder. Suspiré—. Te lo voy a simplificar, Neil. Sólo te atrae la novedad, en unos cuantos días ni siquiera te acordarás de mi nombre.

Ondeé una mano para despedirme de él, pero en vez de entrar en la casa opté por rodearla y dirigirme hacia la entrada privada que daba a la playa. Todavía no tenía ganas de ver a mis hermanos, además que no estaba segura de no entrar allí para alentar a Lucas a que pateara el culo de Neil. Yo me sentía muy capaz de convertirme en el abogado del diablo.

—Espera... —Acababa de alcanzar el anteúltimo escalón de madera, cuando oí su voz a mis espaldas. Sentí su mano cerrándose alrededor de mi brazo, pero por algún motivo en vez de tirarme hacia atrás me empujó con fuerza hacia adelante. Y al no haberme esperado eso, no tuve más opción que caer de bruces hacia la arena/piedras decorativas, y darme un muy doloroso golpe en la frente que hizo brotar lo peor de mí.

—¡Ay, hijo de mil puta!

—¡Está puta mierda! —Él estaba literalmente echado sobre mi cuerpo, apretando muslos, piernas y espaldas de un modo que no ayudaba en nada a mantener mi mente neutral. Comenzó a quejarse mientras yo trataba de quitármelo de encima para respirar e intentar recuperar algo de mi dignidad, intentar quizás no gemir y pedirle que se moviera un poco más al sur—. Dios, perdón... —Le di un manotazo cuando intentó ayudarme a dar la vuelta y me giré por mí misma, mientras él se arrodillaba y se sacudía las secuelas del golpe compartido—. Esa mierda se clavó en mi pierna.

Dirigí la mirada al punto que él se inspeccionaba, notando que efectivamente algo le había cortado la pernera del pantalón, la cual se encontraba manchada con sangre; su sangre. Hice una mueca al incorporarme a una posición sentada.

—Si te hubieses quedado arriba, entonces no habría pasado nada. —Lo terminé de empujar para sacarlo de mi camino y finalmente me puse pie, él permaneció un segundo extra mirándose el corte—. Pero tenías que seguirme, ¿no?

—Parece que es una costumbre que no puedo desarraigar.

—Oh, cierra la boca. —Le apunté amenazadoramente con mi índice. Él acababa de tumbarme como en un juego de rugby, realmente no estaba con ganas de escucharlo o de mirarlo.

—Mierda, te lastime. —Antes de que pudiera poner un pensamiento sobre eso, Neil extendió una mano para rozar la línea de inicio de mi cabello, donde sentí de forma automática un pinchazo de dolor—. ¿Me quito la camisa para tratar tu herida?

Puse los ojos en blanco, él no tenía solución y veía inútil la intención de querer resistirme a eso.

—No, sube a la casa y ve que Sam te cure ese corte. —Lo que fuera que estaba salido en la escalera, sin duda había causado un daño profundo en su pantorrilla y él no parecía muy apresurado por detener la sangre.

—Todavía no te dije para qué te seguía.

—¿Para terminar de enloquecerme?

Neil sonrió, coqueto.

—¿Te enloquezco? —Enarqué una ceja para dejarle claro que ni siquiera intentara recorrer ese camino, no aún, no cuando la sangre —literalmente hablando— todavía estaba fresca.

—¿Eso querías decirme?

Negó, su gesto casi y hasta parecía querer emular el de alguien serio.

—No, infiernos, ¿podrías darme un segundo para pensar? —Me encogí de hombros en silenciosa aceptación, caminé algunos pasos por la arena hasta un par de rocas que hacían a la vez de improvisados asientos y me acomodé allí, él renqueó detrás de mí pero no se sentó. Lo miré, Neil tenía su vista fija en la arena bajo mis bailarinas y no parecía que fuese a comenzar en ningún momento pronto.

—¿Cómo cuánto tiempo necesitas para pensar?

Me frunció el ceño, presionó de forma sistemática su ojo derecho —debía de ser un tic nervioso—, se cubrió la boca con una mano y se la descubrió, dos minutos después soltó un suspiro. Él no había estado bromeando con lo de pensar, era quizá la primera vez en la que lo veía luchar por encontrar un argumento. Curioso.

—Ok... —Aparté la mirada de la nada para centrarla en su persona, al parecer ya estábamos listos—. Bien... —O tal vez no—. Por como yo lo veo tenemos un problema en continuo crecimiento. —Conforme hablaba, movía las manos delante de él para graficar aquel crecimiento, creo yo—. Tú no quieres una relación y hasta donde yo sé jamás tuve una relación.

—¿Jamás tuviste una relación? —le espeté, incapaz de creerme eso sin más. Sonrió como respuesta automática, esas sonrisas de compromiso que cada vez me disgustaban más. Neil me resultaba verdaderamente agradable cuando no intentaba serlo, cuando no se concentraba en gustar y sólo dejaba que sus emociones se manifestaran libremente.

—No tuve el tipo de relaciones a las que estás acostumbrada. —Me quedé un instante tratando de dirimir el significado de aquello, tiempo que Neil aprovechó para continuar exponiendo su teoría o lo que fuese—. Y puedo entender que pienses que sólo estoy encaprichado, pero créeme... sé bastante de caprichos y no estoy reconociendo los síntomas. —Se acuclilló frente a mí con una mueca en sus labios, para situar sus manos sobre mis rodillas—. La cuestión es que no te voy a mentir, no tengo idea de qué hacer o cómo siquiera pedirte que me consideres para algo más que un mes alocado. Hasta el momento me ha funcionado bien el no tener que pedirle esto a nadie, pero... es que nunca me había sentido tan humano con otra persona. —Bajó la mirada un instante hasta sus manos, para luego alcanzar una de las mías y cerrar con fuerza sus dedos sobre los míos—. Sé que sólo han pasado unas pocas semanas y es por eso que sé que es demasiado poco, que quiero más de esto, sea lo que sea, que no me importan muchos los medios para hacerte aceptar y que quiero saber más sobre ti. Sussy para ser completamente honesto, debes saber que soy manipulador, embustero, a veces bastante egoísta y malicioso, y te podría dar al menos cien motivos por los cuales nunca te tendrías que haber acercado a mí. Pero la cosa es que ya lo hiciste, nena, ahora estás atrapada aquí conmigo.

Solté mi mano de su amarre, no sin sentir algo de resistencia por su parte y luego la situé sobre su mejilla.

—No eres una apuesta segura.

—No —admitió al instante, sin apartar sus ojos dorados de los míos.

—Y no tienes idea de cómo estar en una relación o de siquiera de qué trata.

—Pero quiero aprender contigo. —Pestañeé, tratando de no permitirle a sus palabras que nublaran el poco juicio que tenía a esas alturas.

—Yo tengo un plan —le recordé, logrando al instante que sus ojos se ocultaran un segundo tras sus parpados cerrados.

—No tienes que abandonarlo —musitó aún sin mirarme—. Sólo posponlo por un tiempo más, tal vez las cosas tengan que pasar de un modo diferente. —Entonces alzó la vista para darme una muy decidida, y quizá esperanzada, mirada. Le sonreí a regañadientes, palmeando con suavidad su mejilla correctamente afeitada y previamente abofeteada.

—Lo que hiciste antes con Keila... —Su rostro a mi merced una vez más, hizo que mi palma hormiguera ante el recuerdo—. Eso se castiga con algo más que una bofetada en una relación, no sé si quiero a alguien que puede ser así de cruel en mi vida. —Me incorporé de la roca, obligándolo a retroceder y sentarse sobre sus talones—. Ya tuve mi dosis de idiotas y quiero creer que ya no soy tan idiota como para caer en lo mismo una y otra vez. Eres lindo, Neil, y diablos eres el mejor sexo que he tenido en mi vida. Pero no eres lo que yo busco.

—Y aun así me encontraste —murmuró sin hacer amague de incorporarse—. Tal vez todo este tiempo estuviste buscando la combinación equivocada.

Reí con poca gana, tendiéndole una mano para ayudarlo a pararse, él la aceptó y una vez que estuvo frente a mí no volvió a soltarla.

—Tú me gustas —confesé sin vacilar, él sonrió.

—Genial, tú también me gustas.

—¿Te gusto? —No fui capaz de ocultar el sarcasmo tras esas palabras. Neil recorrió mis brazos desnudos con sus palmas, para terminar su viaje sobre mis hombros y obligarme a plantarle cara.

—No, no me gustas en realidad. —Vaya mierda, pensé, sin poder refrenar una desagradable sensación subiendo por mi garganta. ¿Tanto podía molestarme eso?—. Infiernos, Su, me gusta la lluvia, los mariscos, los dulces y Sinatra; gustar no entra siquiera dentro de la categoría que busco.

—Eres un imbécil. —Y lo que menos debería hacer una mujer de mi edad, era sonreírle como una adolescente estúpida por lo que acababa de decir. Pero él debía de tener un acuerdo con las palabras, porque siempre parecía saber exactamente cómo rematar una conversación en su favor—. Y Dios, yo también debo serlo.

—¿Si?

—¿Si qué? —inquirí, aunque ya sabía bien lo que estaba preguntado.

—¿Si vas a dejarme mostrarte que puedo ser bueno para ti?

***

Lo obligué a subir a la casa para tratar su herida, prefiriendo retener mi derecho a dar una respuesta inmediata y realmente tomarme un segundo para considerar su propuesta. Él no me estaba ofreciendo nada seguro o concreto, pero tratándose de quien se trataba, me sorprendía incluso que la idea cruzara por su mente inquieta. Si en verdad nunca había tenido una relación, ¿por qué quería tenerla conmigo? Algo de todo aquello no me cuadraba, mientras más tiempo pasaba a su lado más me daba cuenta que algo en él no tenía sentido.

Lo observé desde cierta distancia, como si eso me ayudara a verlo de un modo más objetivo, más allá de su natural encanto atrayente. En ese momento, Neil se encontraba sentado en la isla de la cocina con el pantalón roto hasta lo rodilla y mi hermana dándole golpecitos delicados con un algodón a su corte. Jace se acercó entonces, para colocar un trapo en suelo donde Neil pudiese sangrar libremente.

—Dios no quiera que el piso se arruine —masculló él críticamente en dirección a su amigo, el otro sólo se encogió de hombros.

—¿Cómo te hiciste esto? —preguntó Sam, tomando otra gran bola de algodón para presionarla sobre la herida.

—Hay un escalón roto casi al final de la entrada a la playa, yo no lo rompí —se apresuró a decir, nuevamente dirigiéndose a Jace.

—¿Al final? —Mi cuñado frunció el ceño, dándole una rápida mirada a Sam—. Voy a revisarlo, no quiero que nadie más se lastime.

—¿Y tú cómo te lastimaste? —Sentí la voz de Lucas escurrirse por encima de mi hombro y no pude evitar que me corriera un escalofrío por la espina. Lo miré con disgusto, porque no me agradaba nada que me estuvieran susurrando cosas como un jodido fantasma.

—¿Cuál es tu maldito problema? No te acerques con sigilo, sabes que no me gusta.

Él sonrió sin enseñarme sus dientes, una sonrisa de niño autista en toda regla.

—Sólo estoy preocupado por ti. —En esa ocasión subió el tono lo suficiente como para llamar la atención de Neil y Sam, ambos lo miraron y pude notar que Lucas concentró sus ojos en los de Neil de forma abiertamente hostil—. ¿Cómo te lastimaste? —preguntó aludiendo a mi persona, pero dirigiéndole sus palabras a Neil.

Maldito fuera.

—Me caí —le dije, aunque él seguía ignorándome por completo. Obviamente no era mi respuesta la que buscaba.

—Yo tropecé y la empujé accidentalmente —explicó de modo conciso Neil, sin romper el contacto visual con mi hermano.

Lucas asintió apartando la mirada con gesto aburrido para luego enfrentarme, enarcó una ceja en silenciosa interrogante y no tuvo que abrir la boca para que comprendiera lo que estaba pasando por su cabeza en ese instante. Negué, pero él sólo sonrió con sorna, se encogió de un hombro y procedió a pasar de mí.

—Debes tener cuidado donde pisas —musitó, sin dirigirse a nadie en particular.

Tuve que morderme la lengua para no sacarlo de su error, sabía que eso no ayudaría en nada al fin y al cabo. Tendría una charla en privado con él más tarde, aunque me jodiera en alma hacerlo, iba a tener que.

—Neil sigues sangrando —protestó Sam, demasiado ensimismada en su tarea de enfermera como para prestar atención a la conversación—. Creo que deberías ir al hospital.

—De eso nada —se atajó el paciente, listo para brincar de la isla. Me acerqué para echar un vistazo a su corte y Lucas también lo hizo por el otro flanco, de modo que entre los tres le impedimos el paso.

—¿Lo ves? Te lo dije, terminarán cortándote un pie por la diabetes. —Él me obsequió una mirada iracunda a modo de respuesta.

—¿Eres diabético? —inquirió Lucas, mostrándose repentinamente interesado. Bueno, tanto como a él pudiera atacarlo una emoción tal como el interés, en mi hermano ese tipo de cosas se traducía en una sutil entonación distinta en sus palabras. Normalmente ese lado de él se mostraba sólo ante alguien enfermo, tenía una debilidad, instinto o necesidad de cuidar a las personas enfermas. Y podía entenderlo, él no había sido muy afortunado en ese aspecto y haría lo que fuera para evitarse otra experiencia similar. Incluso podría llegar al extremo de preocuparse por Neil.

—No soy diabético, es decir... no lo creo.

—Come dulces casi todo el día —le informé a mi hermano—. ¿Acaso eso no interfiere en la coagulación de la sangre?

—La diabetes interfiere en la coagulación, no precisamente comer dulces —me corrigió, dándole una valorativa mirada a la sangrante herida de Neil. Él simplemente seguía manchando el trapo de Jace con un poco amigable tono carmesí—. Creo que deberías ir al médico.

—¡Eso dije yo! —exclamó Sam, como si el respaldo de Lucas fuese algo relevante. Por favor.

—No, sólo ponle una venda y luego tomaré algo.

—No, no deberíamos hacerle caso —les dije a mis hermanos, ignorando el bufido molesto que soltó Neil al oírme—. Si se muere, luego nosotros tendremos que dar las explicaciones.

—Si se muere, Jace podría ponerse mal... tengo entendido que le tiene algo de cariño —añadió Sam, siempre pensando en su esposo primero, por supuesto.

—Si se muere, podemos sólo arrojarlo al mar —reflexionó Lucas, pasándose una mano pensativa por la barba.

—¡No me voy a morir por esto!

Los tres compartimos una mirada analítica, haciendo caso omiso de la protesta del prisionero en la isla.

—¿Y si lo encuentran? Tal vez nos culpen por no darle un entierro digno... y yo no puedo ir a la cárcel, tengo un hijo. —Le apuntó Sam a Lucas, señalando un punto que en verdad habría que considerar antes de deshacerse de un cadáver.

—Diremos que se sentía atrapado en este mundo y decidió quitarse la vida, dejando que el mar limpiara sus pecados.

—Sería un modo muy poético de morir —aprobó mi hermano, regalándome un rápido guiño.

—Eso no suena tan mal, creo recordar que le gustaban todos esos autores del romanticismo alemán. —No pude evitar enarcar una ceja con suspicacia ante ese dato curioso, pues a decir verdad no me habría imaginado que a Neil le gustaran ese tipo de cosas. Aunque tenía sentido, eso explicaría mucho de su personalidad.

—Una nota suicida con una cita sin mucho sentido —aventuré, Lucas y Sam asintieron.

—Podría funcionar.

—¡Ustedes están locos! —Los tres volvimos la atención hacia la isla ante esa súbita e inadecuada interrupción, para encontrar a un Neil muy fastidiado y de brazos cruzados, observándonos de hito en hito—. Si voy al médico, ¿van a callarse?

—Nunca falla —espetó Lucas, sonriendo y dando un paso hacia atrás.

—Jamás falla —lo secundé, sintiéndome demasiado orgullosa de mi familia de psicópatas. La manipulación en grupo siempre había sido algo característico de los hermanos Hassan, y por desgracia ya no era algo que pudiéramos hacer a menudo. Pero siempre que encontrábamos a una víctima irritable como Neil, no perdíamos la oportunidad.

Sam salió de la cocina para regresar unos minutos después con las llaves del carro de Jace.

—Toma, Luke, llévalo al hospital.

—Yo no sé dónde está el hospital —se quejó él, aunque de todos modos aceptó las llaves del Jaguar. Por supuesto que él aceptaría las llaves, incluso aunque le pidieran que lo condujera a las mismas puertas del infierno.

—Neil no está inconsciente, te lo puede indicar. —En ese momento el aludido acababa de brincar de la isla, pero al ser el receptor de nuestras miradas nuevamente, se quedó quieto—. ¿Verdad?

—Hm...

—Ok, qué más da —aceptó Lucas, dirigiéndose con paso firme hacia la puerta del garaje—. Vamos.

Neil siguió con la vista a Lucas, para luego volverse hacia mí y darme la más suplicante y tierna mirada de desesperación. Me cubrí la boca para no ser demasiado obvia frente a Sam y me acerqué a él, esperando que mi hermana se ocupara en algo más a nuestras espaldas.

—¿Pasa algo? —le susurré al alcanzarlo. Él se inclinó lo bastante como para mantener la conversación privada.

—No me dejes ir solo con él, tal vez me tira en el bosque para que me desangre.

—No hay bosques aquí —le espeté, echando una rápida mirada hacia Sam antes de volverme para plantarle un pequeño beso en su tensa boca.

—Dudo que realmente necesite el bosque, ¿y si me mete en la cajuela?

Bruno comenzó a llamar desde la sala a mi hermana en su idioma particular, y en ese momento tomé una nota mental para agradecerle a ese pequeño el ser tan oportuno.

—Debiste haberlo pensado antes de portarte como un listillo. —Neil hizo un puchero, poniéndome condenadamente difícil la tarea de no morderlo allí mismo. Me removí incomoda en mi lugar, regalándole una fugaz sonrisa conciliadora. Maldito fuera, pero no quería dejarlo solo, no quería que en unos cuantos días fuese un simple recuerdo... seguramente me arrepentiría del simple pensamiento, pero es que no quería que nadie más le enseñara a estar en una relación—. Sí —murmuré, luego de un largo minuto de silencio. Neil me observó, confuso, hasta que esa única palabra cobró sentido para él y sus ojos se iluminaron sutilmente como respuesta—. Pero si la jodes una vez, Neil, eso es todo... no hay disculpa o...

—No lo voy a joder —me cortó, pareciendo más seguro de lo que habría esperado. Posó sus manos sobre mis mejillas, acercándose tanto que nada más que sus ojos quedaron en mi campo visual—. Sí puedo ser bueno, Su.

—Lo sé —acepté, pues por algún motivo quería creer que sí podía. Aunque tal vez estábamos manejando términos distintos en ese entonces y yo ni siquiera podía llegar a entender lo que me estaba diciendo.

Coloqué una mano en su abdomen, el cual se contrajo en un ligero espasmo ante el contacto. Neil cerró los ojos un instante, para luego devolverme una divertida y hambrienta mirada; sonreí. Comencé a deslizar mi palma con lentitud por su vientre, hasta que su cinturón interrumpió mi paso y tuve que jalar con suavidad de él a modo de protesta. Me encogí de hombros con pretendida indiferencia, logrando que Neil presionara su amarre en mis mejillas y tirara de mí rudamente contra su cuerpo. Su boca cayó con fuerza sobre la mía, persuadiendo su entrada con un mordisco que me robó un profundo gemido. Le devolví el beso con avidez, sin darme cuenta al principio lo mucho que había echado de menos aquel estúpido piercing, o aquel estúpido sabor a dulces, o a aquel estúpido que parecía saber demasiado bien cómo besarme. Sentí una de sus manos presionar mi trasero, a lo cual respondí bajando una de las mías para presionar descaradamente su erección. Él se apartó lo suficiente como para coger aire.

—Gracias a Dios... —susurró contra mis labios.

—¿Qué?

—Nada, nena. —Y volvió a besarme con abandono, sin darme tiempo a pensar algo que replicar.

Estábamos demasiado metidos en nuestro reencuentro luego de una semana de abstinencia, como para reparar en los pasos que se acercaban o como para escuchar algo más que nuestra sangre bombeando frenética para ponernos a punto. Pero no estábamos tan abstraídos, como para ignorar el notorio carraspeo que cayó como un balde de agua helada sobre nuestra caliente performance. Neil retrocedió antes que yo, volviéndose hacia sus espaldas para enfrentar a nuestro público. Tras un necesario suspiro interno, también miré.

—Luke... —comencé a decir, sin tener ni la más mínima idea de cómo continuar.

—¿Puedes andar solo? —preguntó Lucas en tono monótono, refiriéndose a la herida. Por el modo en que Neil aún se sostenía parcialmente de mí, noté que le dolía más de lo que estaba aparentando.

—Lucas.

Él alzó su índice para indicarme que me callara.

—En realidad no me interesa, Susan. —Volvió a mirar a Neil—. ¿Puedes andar solo?

—Me vendría bien una mano.

Mi hermano asintió, se acercó a nosotros y le permitió a Neil que se sostuviera de él para caminar. En ningún momento hizo contacto visual conmigo y no estaba segura de qué pensar al respecto, ¿le molestaba? ¿lo aprobaba? ¿le era indiferente como la mayoría de las cosas? Fuese cual fuese su opinión, sería Neil el que tuviese que escucharla y lidiar con ella; después de todo Lucas se merecía su desquite ¿no? Y si planeaba hacerlo durante su paseo al hospital, sin duda yo no quería ser una potencial testigo a la cual acusar de complicidad.

Confíen en mí, no había forma en el mundo de que me viera bien con rayas.

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Lucas: Bueno, sé que hay cumpleaños de Octubre pendientes, lo sé... parece que Febrero es un mes que invita a la procreación. Por eso lo estuve hablando con los chicos, menos con Neil, y acordamos intercalar dedicatorias de cumpleaños con la lista de pedidos. ¿Bien? Sé que están de acuerdo conmigo. Ahora vas tú...

Neil: Vaya, gracias por esa presentación tan animada. Puedo ver cómo las pocas palabras crean un efecto en la audiencia.

Lucas: ¿Acaso viste la repercusión que tuvo mi aparición en la historia? Tú hablas y hablas, y aun así no puedes ganártelas. Harías bien en aprender a cerrar la boca.

Neil: Lucas...

Lucas: ¿Qué?

Neil: Creo que no me siento bien, ¿podrías llevarme al médico?

Lucas: Vete al infierno y dedica el condenado capítulo.

Neil: Siento que esta relación está comenzando a madurar, Luke, me gusta cuando muestras interés en lo nuestro.

Lucas: Debí meterte en el maletero cuando tuve la oportunidad...

Neil: Sabes que no habrías sido capaz. En fin, estoy aquí para alegría de Lucas, porque me han pedido, y pedido y pedido y pedido que dedicara este capítulo. Y no exagero, ella no dejó de pedirme en cada oportunidad que hiciera esto. Y sí, nena, lo leí... sobre todo agradezco que te mantuvieras firme. Me gustan las mujeres decididas, así que este capítulo va para una dominicana de corazón. Vielka espero que lo hayas disfrutado, he puesto lo mejor de mí para que sigas apostando a este caballo. Un beso de tu Neil ;)


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