Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Mala mentirosa

Sé que me demoré en seguir con esta historia, pero bueno... me estaba tomando un descanso después de terminar con Cam. Necesitaba salirme de su mundo y meterme en este de nuevo. En fin, ya estoy de vuelta xDD Espero les guste el cap. no es muy largo, pero ya saben... es la etapa de presentaciones y eso :D


Capítulo III: Mala mentirosa

De no ser porque Neil apestaba como paciente, todo el asunto de ser una buena samaritana habría acabado ni bien puse un dedo sobre su piel caliente. Pero voy a pensar que Dios o algún ente superior más allá del universo conocido —desconocido para mí—, todavía creía en la redención de mi alma; porque ni bien lo toqué, el objeto de mi posible recaída comenzó a roncar. Cabía la posibilidad de que estuviese muy cansado, cabía la posibilidad de que sólo se hubiese dejado anestesiar por el efecto "masajes" —algo en lo que parecían caer el 90% de mis pacientes, por cierto—, o cabía lo posibilidad de que simplemente se hubiese aburrido de estar bajo mis manos, ¿acaso no había dicho antes que tenía ganas de una siesta? En fin, fuese una u otra la razón, mientras presionaba sus tensos músculos no pude dejar de pensar que esto debía de ser una señal. Una bastante clara, si me permiten el atrevimiento de especular sobre los modos místicos de comunicación.

Es decir, si Neil no hubiera caído en coma —lo cual parecía que había ocurrido, por lo rápido que se durmió— la conclusión más obvia hubiese sido que en cierto punto del masaje, lo volteara de forma insinuante y le ronroneara algunas palabras al oído para invitarlo a jugar con la Sussy irresponsable. Aquella que con los años se había ganado a fuerza de pulso, su título de ninfómana. No que en verdad lo fuera, dicho sea de paso, pero mi hermano me había colocado el apodo a mis dieciséis o diecisiete años, y en la familia parecía ya como uno de esos chistes recurrentes. Ya saben, las típicas tonterías que se cuentan en cada reunión, como para rememorar aquellas viejas rencillas entre hermanos. Normalmente éstas siempre corrían más entorno a Lucas y a mí, porque Sam era demasiado tímida para ser objeto de burla de nadie, y Lara era demasiado intimidante como para intentar molestarla y no salir gravemente lastimado en el proceso. Pero con mi hermano era distinto, yo le decía niño autista, él me decía zorra ninfómana y así nos queríamos nosotros.

Sacudí la cabeza, sacando esos recuerdos de mi mente. Y terminé por presionar por última vez a Neil, antes de deslizarme lejos de su cuerpo. Él obviamente no se dio ni por enterado del final de la sesión, así que lo dejé relajarse un rato en mi cama. Estaba acostumbrada a que la gente se durmiera en medio de mi trabajo, por lo que muchas veces los dejaba solos para permitirles un tiempo de reencuentro con su cuerpo. De nada valía llevarlos hasta ese punto de relajación, para luego sacarlos abruptamente de ellos con un "despierta, holgazán". Y aunque ganas no me faltaban con este holgazán en particular, opté por ser profesional y le eché una manta sobre el torso, para que no se enfriara y sólo empeorara su condición. Una vez feliz con mi decisión súper madura, miré al cielo para asegurarme de que no fuese pasado por alto mi comportamiento, y  luego me dirigí al cuarto de baño.

Por mucho que me hubiese abstraído trabajando en la espalda de Neil y observando sus tatuajes, no iba a dejarme distraer del objetivo real por el que estaba en Portland. Esto era más que sólo estar allí para reforzar mi título de ninfómana, en realidad estaba allí para demostrar que podía ser algo más que eso. Es decir, ¡joder! Si mi hermano el autista —no crean que veo el autismo como algo malo o negativo, pero les juro que hubo una ocasión en que realmente tuve la sospecha de que Lucas lo fuera— era capaz de tener una relación normal y establecerse casi por completo con su novia, yo malditamente era capaz de dejar mi vida licenciosa y ser una madre respetable. Pero no se confundan, esto no es porque se tratara de una competencia entre hermanos, no quería hijos sólo porque mi hermanita menor acababa de tener uno y tampoco quería involucrarme con alguien, sólo porque Lucas al parecer era más socialmente capaz que yo de hacerlo. ¡No! Yo quería esto porque toda mi vida lo quise.

De algún modo personal e interno, siempre tuve la certeza de que tendría hijos. Nunca había fantaseado con príncipes azules en hermosos corceles blancos, nunca había esperado que un hombre rico me despertara con un beso frente a una audiencia de enanos mirones, y tampoco esperé que un tío se trepara de mi melena para rescatarme de mi torre de aislamiento. Si algo me había caracterizado desde muy joven, era mi capacidad casi innata de ver la vida como era y no de pintarme cuadros en nubes.

Así que me metí en la ducha resuelta a tener una decisión entre el moreno y el castaño para cuando Neil estuviese fuera de mi habitación, felizmente de camino a tirarse a alguna chica anónima y no esperando que yo fuera a tomar el lugar de su amante de turno. No me malinterpreten, en otras condiciones habría tomado la llamada sin pestañear dos veces, pero eso era algo que debía exorcizar de mí. De modo que la próxima vez que viera a mi hermano, él se sintiera en la obligación moral de cambiar mi apodo por algo como "la responsable Sussy" o "la mamá del siglo". No que mi hermano pudiera llegar a ser tan creativo, pero podía dejarle caer la idea una vez que notara que mi etapa de irresponsable estaba superada.

No acababa de secar mis piernas cuando escuché ruido del otro lado de la puerta, algo muy parecido a una maldición sofocada a fuerza de costumbre.

—¿Su? —llamó la adormilada voz de Neil.

¿Ven lo que les digo? Todos terminan despertando bastante rápido y comúnmente desorientados. Mis manos eran mejores que diez shots de tequila, podía hacer perder la consciencia al tipo más rudo en cuestión de minutos.  

—¡En la ducha! —grité, aun cuando ya había cerrado el agua de la regadera.

—¿Necesitas ayuda allí?

Sonreí muy a mi pesar, maldito fuera él y sus respuestas rápidas, maldito fuera él y el tono insinuante que parecía estar gravado a fuego en sus cuerdas vocales.

—No creo que puedas manejar esto, cariño.

—Oh, cariño, abre la puerta y veremos quién es incapaz de manejar a quién.

Solté una carcajada, pero no me atreví a hacer ningún movimiento en dirección a la puerta. Primero que nada porque su voz se oía lo bastante lejana, como para hacerme pensar que aún se encontraba sentado o acostado en mi cama, y segundo... bueno, ¿creen que sería capaz de pensar un segundo punto tras visualizar a Neil sin camisa tirado en mi cama? Les tengo que decir que me dan más crédito del que merezco.

—Neil tengo que salir —le informé, tratando de sonar seria. Escuché algo de movimiento del otro lado, pero no me pude hacer una idea de lo que él podría estar haciendo.

—Sal entonces, ya me quité los pantalones.

—Muy gracioso —mascullé, a tiempo que abría la puerta para dejarle en claro que sus bromitas no me intimidaban.  

Por supuesto él aún estaba vestido, incluso acababa de ponerse la camisa mientras yo me aparecía delante de sus ojos ataviada en una simple y prístina toalla blanca.

—Me refería a que iba a salir en toalla, porque me dejé la ropa aquí fuera —aclaré pasando lo suficientemente despacio por delante de la cama, como para darle una vista aproximada de mi cuerpo. ¿Qué? No me dicen zorra ninfómana por pecar de inocentona, "provocación" era como mi segundo nombre. Así que me dirigí al cajón que estaba usando para guardar mi ropa interior, sin esperar a que respondiera—. Pero visto y considerando que eres un hombre de mundo, supuse que no te iba a molestar que saliera así.

—No me molesta —murmuró con un tono enigmáticamente vago—, es más termina de sacarte el resto que yo como hombre de mundo, observaré sin hacer comentario alguno.

—Gracioso —repetí, tirando del cajón un conjunto de bragas y sostén rojo de encaje. Sabía que él estaba mirando y me encantaba la idea de que ahora supiese qué tipo lencería usaría.

—Rojo, Su, ¿cómo sabías que era mi color favorito?

Lo miré por sobre el hombro, conjurando en mi expresión la más inocente de las miradas.

—¿Lo es? ¡Qué afortunada coincidencia! ¿Realmente te gusta? Porque puedo cambiarlo por negro o azul, sabes que nada me gustaría más que complacerte.

—Eres vil —respondió él, esbozando una sonrisita al captar mi irónica broma—. Pero el rojo está bien, me recuerda a Caperucita y el lobo.

—Los hombres y sus extrañas fantasías sobre niñas solitarias en un bosque, ¿te das cuenta lo retorcido que eso suena?

—Obviamente no vimos la misma versión de Caperucita —terció, echándose hacia atrás contra mis almohadas como si estuviese listo para pasar un largo rato allí.

Fruncí el ceño levemente, notando que su codo rozaba casi sin querer los papales que había amontonado en la mesita de luz antes de salir a por mi trago.

—¿Te refieres a la versión en que Caperucita practicaba con chupetas para su gran encuentro con el lobo? —Neil abrió los ojos sin poder ocultar su sorpresa y yo me encogí de hombros—. Por favor, Neil, los hombres no son los únicos que miran porno.

—Por Dios, di porno de nuevo y te juro que aquí mismo... —No terminó la frase, pero no es que fuese necesario porque mi mente hizo todos los finales alternativos posibles. Y sí, en cada uno de ellos ambos terminábamos con un orgasmo.

Mierda, debía sacar a ese hombre de mi habitación, mierda, debía convencer al resto de mi cuerpo para que cooperara en la realización de esa contienda.

—Cierra los ojos, voy a cambiarme.

—Muy bien. —Se llevó la mano al rostro, cubriendo sus ojos pero dejando unos enormes espacios entre dedo y dedo.

—Vamos, hombre, trata de comportarte.

—No estoy mirando —refunfuñó, aunque en ese instante se echó uno de lo cojines sobre la cabeza y me hizo un gesto con la mano como para preguntarme si eso bastaba. Le sonreí, aun cuando sabía que no podía verme.

Solté mi toalla y sin apresurar mis movimientos me coloqué las bragas, seguidas por mi sostén que —Dios se apiadara de los hombres— hacía que mis chicas parecieran cantar aleluya. Amaba a ese sostén.

—¿Ya puedo ver?

La chica maliciosa que vivía en mí y que aún se negaba a desalojar la casa, me guiñó un ojo provocativamente. ¿Qué les puedo decir? Nunca tuve problemas para decir o hacer lo que quiero, y en ese momento, quería joderle un poco la mente a ese hombre. Demándenme, tal vez era mi última oportunidad de mostrar este cuerpo perfecto antes de que me embarazara.

—Claro.

Neil tiró el cojín hacia un costado y cuando sus ojos se toparon con mi cuerpo sólo enfundado en ropa interior, no midió por completo sus movimientos dándole torpemente a mi mesa de noche con el cojín y por consiguiente mandando a volar todos los papeles que descansaban allí. Me sobresalté, pero no por el ruido de la lámpara también cayendo, sino porque sabía demasiado bien qué era eso que Neil ahora se afanaba por poner en orden.

—No, no, déjalo... —Le di la vuelta a la cama con los pies en voladas, a tiempo que alcanzaba a levantar mi carpeta del banco de esperma vacía, pues todos los papeles que habían estado en su interior ahora descansaban en el peor lugar jamás pensado: las manos de Neil.

Él no se dio cuenta al principio de lo que estaba sosteniendo, ya que parecía lo bastante avergonzado por su reacción ante mi semi desnudez, como para siquiera detenerse a mirarme a la cara o mirar los papeles. Pero en lo que yo extendía mi mano y él dejaba caer alguna de las hojas sobre ella, se detuvo abruptamente con el último papel aferrado entre sus dedos. Mis ojos volaron hacia la hoja que sostenía y automáticamente palidecí, él alzó la vista del papel para luego darme una desconcertante mirada. No supe qué decir, así que me limité a guardar un embarazoso silencio.

—¿Qué es esto? —preguntó con un tono bastante sosegado, mientras recorría los ítems de mi lista con marcado interés.

La lista podría haber pasado por un listado de la compra o cualquier otra cosa similar, pero el hecho de que hubiese resaltado el título con marcador negro no dejaba mucho pie a especulaciones. Allí claramente se podía leer: "Posibles Donantes"

—No es nada, ¿vale? —Intenté arrebatarle la hoja cuando mi cerebro salió de su momentáneo estupor, pero él se echó para atrás en el momento justo. Un segundo después se incorporó pasando revista de mi lista con ojo crítico y odié esa necesidad que creció en mí, esa necesidad de atajarme y defenderme ante una acusación que ni siquiera había llegado—. Neil, no seas estúpido, dame eso.

—¿Donantes de qué, Su? ¿Para qué necesitas donantes? —Frunció el ceño, pero cuando sus ojos dorados se toparon con los míos, una nueva emoción se instaló en ellos—. Dios, joder, no me digas que estás enferma.

—¿Qué? ¡No! No estoy enferma, no es ese tipo de donantes.

De no sentirme tan humillada por lo que estaba pasando, habría sonreído al oír el claro suspiro que soltó Neil. Nuestra relación no era una amistad ni nada por el estilo, pero era algo lindo saber que le importaba hasta el punto en que se preocuparía por mí estando enferma.

—¿Entonces?

Dejé caer los hombros, derrotada, sabiendo que no me entregaría la hoja al menos que le diera algún tipo de explicación. Y lo peor es que en realidad barajé la opción de sólo decirle la verdad, pues soltarle una mentira requería de un trabajo neuronal para el que mi cerebro no estaba apto. Nunca había sido buena en eso, nunca, pero no me importó tanto en ese segundo. Estaba desesperada.  

—Sólo estoy investigando una posibilidad de algo... —Bajé la vista cuando él me escrutó de forma demasiado directa y demasiado firme. ¡Dios! ¿Por qué no podía mirar a la gente a la cara al mentir? ¿Qué rayos estaba mal conmigo?

—¿Y esperas usar gente como rata de laboratorio? ¿Por qué importa si tiene buena salud, buen estado físico y que sea moreno? —inquirió, leyendo los tres primeros ítems de mi lista.

Bien, maldita sea, las mentiras Hassan tenían sólo cierto grado de credibilidad y sabía que sería incapaz de armarme algo lo bastante bueno como para sostener una hipótesis de estudio de mercado, mucho menos algo que justificara una lista de características masculinas sobre mi mesa de noche. ¡Estúpidos genes honestos!

Ya de por sí odiaba sentirme avergonzada, pero sería físicamente imposible no sentirlo en ese momento. Él estaba leyendo las cosas que yo quería para el padre de mi bebé, los atributos que había pensado indispensables cuando el doctor Oisés me pidió que pensara sobre ello. ¿Ahora qué se suponía que hiciera? No quería decirle a Neil por qué tenía una lista de mercado para carne masculina, no quería que supiera cuán bajo había caído para poder ser madre. Y no que considerara este un mal método de quedar encinta, la cosa era que me avergonzaba admitir que en todos estos años no había sido capaz de encontrar un hombre que quisiera tomar ese paso conmigo. Y Dios, quién no se siente algo patético frente a eso. Sobre todo si era un tema que debía discutirse con un hombre indiscutiblemente caliente.

—¿Podrías darme la hoja, Neil? —pedí una vez más, detestando la leve nota de derrota que sentí en mi voz.

Él me observó por largo rato, sin acortar las distancias que nos separaban ahora. La habitación no era tan grande, pero de todos modos parecía que había un abismo entre la chica que minutos atrás coqueteaba con ese hombre y la mujer que necesitaba recuperar su lista, así como su equilibrio emocional. La decisión de hacer esto no había sido fácil, pero contaba con la opción de jamás tener que compartir la verdad de mi bebé con nadie. Es decir, con nadie más que el equipo médico que asistiría todo el asunto.

—¿Cuál es el problema?

—No hay un maldito problema —respondí, quizá más ácida de lo que él se merecía. Suspiré—. Lo siento... es sólo que yo...

—¿Qué? ¿Por qué tienes una lista de donantes?

—Son sólo... —Me estrujé las manos una con otra, pensando que bien podría compartir esta carga después de todo. Sabía que Neil no le iría con el cuento a nadie, sabía que más allá de las bromas e insinuaciones jocosas, era un hombre de códigos. Y quién sabe, quizá resultaba mejor tener un respaldo para el día en que finalmente lo hiciera. No le había contado de esto a nadie, ni siquiera a mi mejor amiga y socia; el peso de llevar el secreto de mi plan me estaba matando y la no mentirosa en mí moría por dejarlo salir. Me resigné, al menos si se lo contaba a él podría medir las reacciones futuras del resto de mis conocidos—. Son atributos que me gustaría que tuviera el padre de mi hijo, voy a elegir a un donante de esperma para que me embarace y esos son algunos de los ítems que deben cubrir los candidatos.

De haber tenido una cámara a mano, les aseguro que habría retratado el rostro de Neil al oírme, porque sin duda alguna su expresión valía su peso en oro. Tal vez estaba pensando que estaba loca, desesperada o simplemente en mi crisis de los treinta, pero fuese lo que fuese que pensó, nunca se me ocurrió que podría salirme con la respuesta que brotó de sus labios.  

—Pues si quieres un hijo, yo te lo hago. 

____________________________

Siempre es un gusto tenerlos por acá, espero les esté gustando la historia, pronto va a ir tomando más forma ^^

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro