Las sorpresas no siempre son sorprendentes
Hola gente impaciente, ¿cómo los trata este domingo? Bueno no voy a darles largas, acá está el nuevo. En la imagen le dejo una chica para que se hagan una idea de la descripción, ¿ok? Creo que no todos acostumbramos a ver ese tipo de piercings.
Capítulo IX: Las sorpresas no siempre son sorprendentes
Entre las cientos de torturas que nos tiene deparada la vida, creo que despertar con el chillido de una llamada entrante, sin duda encabeza mi lista. Bueno, quizá justo debajo de la depilación con cera, pero lo malo es que esa última es una tortura necesaria. Di un rodeo todo a lo largo de mi cama tamaño King, buscando el móvil para responder o silenciarlo para el resto de su vida útil. Me costó dos manotazos al aire y como diez segundo de bucear por debajo de las mantas, para lograr sacar la cabeza por el lugar correcto. Desde pequeña tengo la mala costumbre de darme vueltas en la cama, y no me refiero a acostarme en el lado izquierdo y despertar en el derecho, sino a darme vueltas por completo. Así que si me acostaba con la cabeza sobre la almohada, era muy probable que la mañana siguiente encontrase mi trasero al aire casi incrustado en el cabezal. Soy un desastre para dormir, no lo niego.
—¿Diga?
—¡Hola, Sussy Lu!
Fruncí el ceño ante el ridículo mote, nunca comprendí por qué mi mamá se había obsesionado con llamar a todos sus hijos con nombres que comenzaran con S y L. ¿Se les ocurre un buen nombre con L para combinar Susan? Aja, justamente a eso me refiero. Nunca le perdoné o le perdonaré la canallada a mi madre, yo me había llevado la peor parte.
—Hola, Caro —mascullé, mediando un bostezo y restregándome los ojos—. ¿Qué hora es?
—No querrás saberlo —respondió mi amiga y socia de toda la vida, al instante. Ella sabía de mi problema de sábanas pegajosas, y no, asco, no me refiero a eso.
—No, no quiero, pero debo. Dispara.
—Ocho.
—Mierda —siseé entre dientes—. Espero que haya un buen motivo para esto, Caro, o veo una reducción de tu salario en el futuro.
Mi amiga rió con una verdadera carcajada, después de todo ella manejaba los salarios de todos nuestros empleados y Dios sabía que yo no me iba a meter con las finanzas. Esa no era mi área y lo admitía sin tapujos, mi educación matemática terminó conmigo aprendiendo que el dos era el que tenía forma de pato.
—Pues hay un motivo —admitió, aclarándose la garganta como para remarcar que iba a ponerse seria—. Alan estuvo aquí, buscándote.
Me incorporé de un brinco, sintiéndome repentinamente despierta.
—¿Qué? ¿Por qué? —Sacudí la cabeza ante mi estúpida pregunta, ¿ella por qué diablos lo sabría?—. Digo, ¿cuándo?
—Ayer. —Su tono por demás cortante—. Le dije que estabas de vacaciones y cuando preguntó si volverías pronto, le dije que no tenía idea y que de todos modos sería la última persona a quien le diría. ¿Hice bien?
Sonreí sin querer, al escucharla. Caro era pequeña, menuda y bastante delicada para todo, pero tenía los pantalones bien puestos en lo que refería a nuestra lealtad de amigas. Y por eso siempre supe que juntas éramos dinamita pura.
—Hiciste bien, claro.
—¿Qué le pasa a este tipo, Sussy? ¿Le han extraído la pequeña porción de cerebro que tenía? No entiendo cómo puede tener la cara para aparecerse aquí.
La historia de Alan —si alguna vez se las cuento—, es bastante complicada, larga e irritante como para abordarla tan temprano. De momento pueden conformarse con saber que él también había sido mi socio, antaño.
—Está bien, no vale la pena desperdiciar tiempo hablando de él. Si se aparece de nuevo por allí, dile que voy a meter una orden de restricción por su culo.
Ella rió con suavidad, hasta casi pude verla sonrojándose frente a mi elección de vocabulario.
—Bueno, lo haré. —Sabía que no lo haría, la palabra más fuerte que salía de los labios de Caro era "tonto", e incluso vacilaba bastante con ella—. Pero cuéntame, ¿cómo va la búsqueda de local? Tengo que decirte que nuestras ganancias nos están dando un lindo margen para expandir, ¿tenemos buenos sitios en Portland?
Me mordí el labio para no hacer la estupidez de decirle la verdad, había hecho un trabajo excelente hasta la fecha ocultándole mis planes. Y aunque cada fibra de mi cuerpo honesto protestó, me las ingenié para ignorar aquello.
—Pues... aún no he visto lugares, pero estoy en contacto con un contratista que está buscando.
—¡Oh, genial! Sé que estás allí para tomarte un descanso de todo esto, y bien sabes que creo que te lo estabas mereciendo, pero me encanta que seas capaz de combinar placer y negocios. —Ella no tenía idea de cuánto podría yo combinar ambas cosas—. ¿Cómo está tu hermana? ¿Ya has visto al pequeñín?
La conversación con Caro se extendió por unos buenos veinte minutos, mientras la dejaba enterarse de todo lo que había estado haciendo en esos días de "ocio". Para cuando colgamos ya estaba completamente despierta y no pude evitar del todo que mi mente volara a la previa mención de Alan. ¿Por qué me buscaría? ¿Acaso en realidad creía que iba recibirlo después de lo que había hecho? Menudo idiota.
Sacudí la cabeza para espantar aquella línea de pensamiento, Alan no se merecía ni un maldito segundo de mi atención. Pero de todos modos me fue difícil borrar aquel sabor amargo que me dejó su súbita aparición, necesitaba distraer mi mente con algo y en ese instante el celular pareció un faro en medio de una tormenta. Marqué el número, antes de siquiera pensar en lo que hacía.
—Neil Joyce. —Pero al escuchar su voz, me di cuenta lo estúpida que estaba siendo. Eso lograba Alan en mi cabeza, lograba que fuese estúpida y buscara evadirme con cualquier cosa, en este caso un hombre—. ¿Sussy?
Di un brinco en mi lugar al oírlo llamarme por mi nombre, me había olvidado que él también tenía mi número.
—Sí, soy yo. Hola.
—¿Todo bien, guapa? —Llámenme paranoica, pero por un segundo llegué a pensar que él había sentido la tensión en mi voz—. ¿Su?
—Sí, excelente —respondí, demasiado entusiasta como para sonar convincente—. Me preguntaba... —No hablábamos desde hacía dos días, cuando lo acompañé al banco de esperma y él me hizo experimentar mi primer beso con arete en la lengua. Todavía pensar en ello hacía que mis piernas se sintieran graciosas, Neil sabía dar besos dignos de ser rememorados—. Me preguntaba si habías tenido suerte con la búsqueda de locales, acabo de hablar con mi socia y ella está lista para darnos un balance para saber cuánto podemos gastar.
Bien, genial, esta era la Sussy que amaba y respetaba. La Sussy que mantenía el control de sus facultades mentales y no dejaba que un mísero recuerdo le echara a perder el día.
—Hm... —Fue obvio para mí que él estaba quitándose un caramelo de la boca, como si acabara de decidir que la conversación valía la pena el esfuerzo de hablar claro—. Tengo algunas cosas en mente, pero quería armar algunas imágenes en mi tablet para que puedas hacerte una idea y no presentarte las cosas al desnudo. —Él era totalmente consciente de que acababa de dejar caer una provocación, comenzaba a pensar que Neil era incapaz de hablar sin ser un tanto insinuante con todo.
—Creo que me arriesgaré al desnudo, Neil, necesito avanzar con esto.
—¿Te arriesgarás al desnudo Neil? Bueno, si insistes.
—¿Quieres dejar de ligar mientras trabajamos, cabrón? —exclamó una voz masculina, bastante cerca del auricular y bastante cabreada a mi parecer—. Me está matando la espalda esta mierda, ¿vas a ayudar o le digo a esa chica lo que tienes tatuado en el culo?
—Cierra la jodida boca, Max, voy en un momento —respondió Neil, sin tener la delicadeza de tapar el móvil antes—. Y si quieres decirle a una mujer que me estás mirando el culo, pues bien. Ya todos saben aquí que estás secretamente enamorado de mí.
—¡Jálamela, Neil! Con las dos manos, hijo de puta.
Solté una carcajada al oír la colorida respuesta de Max, una que sin duda pondría en llamas las mejillas de mi amiga. Neil rió a su vez, haciendo ruidos que parecían ser besos exageradamente melosos.
—Ok, Su, tengo que volver al trabajo. Pero mira, podemos vernos en mi casa después del mediodía. Me doy un baño y junto mi tablet, y luego salimos a dar una vuelta por los lugares que tengo señalados para ti.
—¿Estás seguro de que no es una molestia, Neil? —Por primera vez se me ocurrió que tal vez él tenía sus horarios llenos, después de todo siempre parecía estar haciendo tal o cual cosa cuando lo contactaba. Era domingo, por dios del cielo, ¿quién trabajaba los domingos?—. Puedo buscar a alguien más para que me ayude.
—No, Sussy, no vas a buscar a nadie más para que te lo haga —me cortó con un tono deliberadamente ronco. Puse los ojos en blanco—. Ese trabajo es mío, cariño, y soy muy diligente con las cosas.
—Entonces... —Alargué la palabra, bastante consciente de lo que buscaba hacer con aquello. Dios, ¿por qué no podía dejar de coquetear con él? ¿Sería porque parecía sudar sexo? Nunca me había topado con un hombre tan... tan... tan sexy hasta para ofertarse como mano de obra—. ¿En tu casa después de mediodía?
—Sí.
—Te veré allí.
—Ponte un vestido, tendremos que ir por ello rápido y te quiero cómoda.
Solté una carcajada, escuchando cómo por atrás alguien más reía por el comentario de Neil. Infiernos, él estaba rodeado de hombres y se daba el lujo de hacer eso frente a ellos. Era muy seguro de sí mismo y yo era totalmente pro a la confianza.
—Eres un idiota, nos vemos. —Y colgué, porque era muy capaz de preguntarle de qué color le gustaría que fuera el vestido. Lo sé, incluso a mí me sorprendió ese pensamiento.
No acababa de dejar el teléfono sobre la mesa de luz, pensando en lo mucho que deseaba una ducha, cuando éste volvió a sonar. Rodé los ojos, sospechando por un segundo que Neil iba a cambiar de planes, pero cuando tomé el aparató me tuve que detener un largo instante en el nombre que destellaba en la pantalla. Sonreí.
—¿Diga?
—¿Sussy?
—¿Quién habla? —Lancé de regreso, jugando mi papel de confundida a la perfección.
—Sabes quién habla —masculló él, aunque era difícil saber si estaba molesto o simplemente indiferente.
—No, no tengo idea de quién habla... —Hice una pequeña pausa, para tomar una profunda bocanada de aire—. Oh, espera, comienzo a sentirlo... ¿lo sientes? Creo que estoy entrando en un trance de somnolencia, ¿Lucas? ¿Eres tú?
—Tan graciosa como de costumbre —respondió mi hermano, sin dejarme ver ninguna pizca sobre su humor esa mañana.
Si había que postular dos antítesis en este mundo, esos seríamos Lucas y yo. Él era todo lo contrario a mí, aburrido, callado, frío (en más de un sentido) y con una personalidad arisca que hacía pensar que vivía en un estado constante de constipación. Pero lo amaba, era mi hermanito después de todo.
—¿Qué pasa, Luke? ¿El sentido del humor sigue evadiéndote?
—Tanto como a ti la madurez mental —espetó, cogiendo el guante como en nuestra niñez. Podía ser callado y bastante reservado, pero tenía una habilidad innata para ser mordaz.
—Me tienes en ascuas, niño autista. Tú no llamas al menos que necesites algo... ¿finalmente mataste a alguien no? ¿Quieres que te ayude con el cadáver? Siempre vi en ti cierto potencial homicida, ¿quién fue?
—¿Vas a cerrar la boca de una vez? Si empezara a matar personas, sin duda tú te enterarías antes que nadie.
—¿Me amas así de mucho?
—Sam dice que estás deprimida, ¿qué pasa, Sussy? ¿Finalmente te contagiaste una ETS[1]?
Fruncí el ceño y no por su estúpida suposición de la enfermedad, como les dije antes él tiene un concepto bastante bajo de mí. Y sólo porque disfruto del sexo como cualquier mortal con sangre en las venas y no la versión adaptada de terrícola que era él. Igual, lo que me molestó fue la primera parte de lo que había dicho.
—No estoy deprimida.
—¿No? ¿Y por qué no va a haber fiesta de cumpleaños escandalosa este año? —Me permito recordarles que mis fiestas son legendarias y una parte de mí sabía que a la gente le llamaría la atención el detalle de omitirla por primera vez, pero no al punto de que pensaran que estaba deprimida.
—Sam me dijo que planeabas venir, así que la idea de lanzar una fiesta contigo cerca me sonó mal. No creo que el mundo esté listo para tolerar tanto desenfreno.
Lucas rió muy bajo, la típica risa de él con los labios pegados y una sonrisa casi reticente.
—¿Y cuál es el verdadero motivo?
—No hay ningún motivo, sólo no me apetece una fiesta este año. Quiero algo más tranquilo y privado, ¿es tan extraño que lo quiera mantener simple?
—Viniendo de ti, sí, es extraño. Tú no mantienes nada simple, hermana.
Bueno, esto ya comenzaba a molestarme. No tenía que estar explicando mis razones, yo era lo bastante mayorcita como para decidir no tener una fiesta.
—A la mierda, Lucas, no intentes hacerte el psicólogo conmigo y ve a pulir tus cristales.
—Joyas —corrigió al paso.
—Lo que sea, si llamaste para saber si estoy deprimida entonces la respuesta es no. Y ya podrías ir diciéndoselo a Sam. —Justo antes de que le colgara con la emoción del momento, añadí—: Y más vale que no se les ocurra lanzar una fiesta sorpresa.
Él hizo un sonido que bien pudo ser un chasquido y fue cuando lo supe, Lucas estaba llamando para hacer un sondeo de la situación. Quería verificar si iba en serio con lo de no hacer fiesta este año. ¡Dios! Ellos eran insoportables a veces.
—A mí no me digas nada, yo ni siquiera quería llamar —se atajó con esa honestidad cruda que lo hacía un Hassan, aun cuando todo parecía indicar lo contrario.
—Tan dulce como siempre.
—Entonces, ¿no fiesta?
—No —respondí con una sonrisa, al sentir su tono resignado.
—Bien, pero más allá de que no quieras fiesta... ¿estás bien? —Sin duda preguntar aquello habría supuesto un gran esfuerzo por su parte, así que luché con mi actitud belicosa y busqué a la Sussy que quería a ese infeliz a pesar de todo.
—Sí, Luke, estoy bien.
—¿Me dirías si algo no...? —Él no terminó la frase, aunque no necesitaba que lo hiciera. Sabía bastante bien adónde quería llegar y eso logró que por un segundo me sintiera algo tonta y vacilante.
—No tienes de qué preocuparte, ¿bien?
—Bien —musitó tan conciso como siempre—. Le diré a Sam que no quieres fiesta sorpresa entonces.
—Gracias. —Y realmente quería decir eso, no tenía suficientes ocasiones para agradecerle nada a Lucas.
—Hablamos.
—Te quiero, Luke. —Él carraspeó de forma bastante notoria, pero tras un calculado segundo de silencio respondió:
—Yo también.
***
Tras una mañana considerablemente particular, fui bastante feliz cuando pude darme una ducha, desayunar, vagar por programas de televisión que no me interesaban y básicamente desconectar mi cerebro. Cuando fue mediodía me enfundé en un bonito vestido celeste pálido, unas sandalias que hacían a mis pies lucir como de catálogo y el más ligero de los brillos labiales como única protección para mi boca. Podía repetirme casi cien veces al día que no quería coquetear con Neil y podía darme razones bastante convincentes para entender que eso era un enorme error. Pero al final de cuentas, me había puesto ese vestido porque en mi fuero interno quería jugar con él. No estaba segura qué tan lejos lo llevaría o si sólo nos quedaríamos tras esa línea ambigua de amigos con ciertos roces, pero mentiría si dijese que no tenía ganas de averiguarlo.
Se me hizo bastante fácil encontrar su casa... bueno, bueno, al taxista se le hizo bastante fácil, pero me gusta pensar que yo contribuí al darle la dirección garabateada en un papel con letra clara y legible. No estaba segura de qué esperar al bajar del carro, pero su casa era curiosamente impersonal. No destacaba del resto de las que la rodeaban e incluso guardaba una nota de melancolía en sus ladrillos a la vista color bordó, la puerta negra y el jardín desprovisto de cualquier flor. Algo extraño considerando que él era paisajista.
Me encogí de hombros y subí el único escalón que hacía a las veces de pórtico, para golpear con un suave repiqueteo. Mientras aguardaba a que me abriera, colgué y descolgué mi bolso de mi hombro, tratando de lucir casual ante la idea de que iba a entrar voluntariamente a la casa de un hombre que no dejaba de hacerme insinuaciones. Sí, actitud casual era lo indicado. Y entonces la puerta se abrió, dejándome algo descolocada en el proceso de asimilación de la información. En realidad, ahora que lo pienso, no tengo idea qué había estado aguardando a que pasara pero sin duda esto no había sido una opción que hubiese barajado.
—Tú debes ser Sussy.
—Debo ser... —musité, más para mí que para la chica que me miraba. Era una muchacha joven, tal vez de veinticinco o quizá menos, con una hermosa cabellera rojiza y unos ojos celestes que hacían parecer a mi vestido un insulto al color. Para acentuar aquella imagen para nada corriente, tenía en sus mejillas el par de aretes más extraño que había visto en mi vida, parecían hoyuelos de plata. Y tras una inspección más minuciosa pude ver el tamaño de los lóbulos de sus orejas, agrandados tanto que sin duda debía de ser doloroso. Para rematar el conjunto, justo en el nacimiento de su pecho, allí donde su blusa apenas cubría, se veía la insinuación de un tatuaje que no quise detenerme a mirar. Francamente no entendí de dónde nació mi súbito rechazo hacia la chica, tal vez se trataba de todo el metal en su cara o la tinta en su cuerpo joven, pero lo ignoré con férrea voluntad. ¿Qué si una jovencita rara en top y pantaloncillos cortos estaba abriendo la puerta de la casa de Neil? Eso no era mi problema—. Hola.
—Hola —dijo ella, haciéndose a un lado para permitirme el paso. Dudé, en realidad dudé de meterme en la casa de personas que se veían así, pero al final la seguí al interior de la casa sin apartar mis ojos de sus largas piernas. Había una gran cantidad de piel expuesta allí, y pude ver otro tatuaje tribal encima de la cinturilla de su pantalón—. Soy Tess, bueno Tessalia, pero vete a saber qué infiernos había estado fumando mi madre cuando me llamó así. Todo el mundo me dice Tess.
—¡Tess! ¿Acaso no te dije que repusieras las toallas cuando las terminas de usar? Mierda, me voy a terminar secando con el felpudo. —Neil apareció detrás de nosotras, mientras descendía las escaleras lanzando su letanía hacia la chica—. Hola, Su.
—Neil —saludé, dándole una pequeña inclinación de cabeza.
Él estaba usando sólo un par de jeans muy bajos, los cuales dejaban ver toda la gloria de su cuerpo bien trabajado y tatuado. Era un cuerpo de hombre inquieto y listo para la acción. «Basta» Debía dejar de comérmelo con los ojos, sobre todo porque era muy posible que su novia estuviese de pie a mi lado.
—Lo olvidé —se excusó Tess, haciendo una mueca casi infantil—. Pero te hice panqueques, ¿estoy perdonada?
Neil gruñó, avanzando a pasos largos hacia lo que supuse era la cocina y más tarde confirmé que así lo era. Pero justo antes de pasar junto a Tess, la atrajo de la cintura y le plantó un sonoro beso sobre uno de sus aretes hoyuelos.
—Eres mi ángel. —Ella rió golpeándole el hombro para que la soltara, a lo cual él obedeció al instante—. Sígueme, Su, tomo unos panqueques y salimos.
—Ok. —¿Qué otra cosa podía decir?
Tanto Tess como yo seguimos a Neil hasta la cocina, donde él se dejó caer en un taburete y comenzó a engullir los panqueques que allí lo esperaban, casi como si temiera que alguien más pudiera tomarlos en un segundo de distracción. La chica revoloteó por sus alrededores, mirándome como si intentara decirme algo pero al parecer sin saber cómo.
—Siéntate, Sussy.
Negué al ofrecimiento de Neil, pues se suponía que estaba en su casa de paso y como que repentinamente quería que ese paso se diera lo más rápido posible.
—¿Eres cuñada de Jace? —Tess finalmente me habló.
—Sí, ¿tú lo conoces?
—Sí, claro, es genial. —Me hice una nota mental para preguntarle a Jace sobre su relación con esta chica—. Él me enseñó a maldecir en italiano.
—Como si necesitaras otro modo de insultarme, cariño. —Neil le dio una palmada en la espalda baja, corriéndola de su camino para llevar su plato vacío al fregadero. Entonces se puso a trajinar en la despensa, mientras Tess y yo nos mirábamos en un silencio incómodo. Pero no pueden culparme, yo no estaba lista para esto, no estaba lista para chocarme con esta realidad alternativa. No quería nada con Neil, no quería absolutamente nada más que su semen en un frasco y ahora lo tenía, eso debía ser más que suficiente para borrar aquella nota de malestar que seguía insistiendo en hacer su aparición en escena—. Tess, ¿dónde los pusiste?
—No sé de qué hablas, sexy. —Ella comenzó a salir de la cocina mientras decía aquello y Neil fulminó su espalda en retirada, avanzando a grandes zancadas detrás de ella.
—No te hagas lo tonta, ¿dónde están mis dulces? Acabo de comprar esa bolsa, Tess, devuélvela.
—Tengo un paquete de Marlboro sin abrir en mi cuarto, son tuyos si desistes de esta idiotez de la vida sana.
—Al infierno contigo, Tessalia, dame mis jodidos dulces. —Él extendió una mano entre ellos, como si esperara que ella sacara la bolsa de dulces de sus diminutos shorts. Tamaña proeza.
—Si los quieres tendrás que venir por ellos.
Y fue tras esa absurda línea que me convertí en testigo obligado del juego entre los jóvenes alternativos. Tess salió corriendo en dirección a la sala, mientras Neil evitaba la puerta por donde habíamos entrado y se iba hacia atrás, a una segunda puerta que al parecer daba al comedor. Yo ponderé por un largo rato quedarme allí con los panqueques sin dueño, pero decidí que quería irme cuanto antes y si necesitaba mostrarme impaciente para lograrlo, entonces jodidamente lo haría. Así que al salir de la cocina los encontré en una acalorada guerra de cosquillas en uno de los sofás, Tess tenía las piernas envueltas en la cintura de Neil y él clavaba sus dedos en sus costillas, mostrándose en verdad divertido con todo aquello.
—¡Muy bien, muy bien! —Tess se rindió al final de cuenta, luchando por respirar entre palabras—. Te diré donde están, pero no más cosquillas, por favor.
—Tú comenzaste con esto —le recordó él, mientras se desenredaba de las piernas de la chica—. Piensa en eso la próxima vez que quieras llevarme por el mal camino.
—El mal camino y tú son uno solo, sexy.
Neil no le hizo caso, indicándole que trajera sus dulces en ese preciso instante y también obligándola a recoger una camisa para él en el proceso. Cuando sus ojos dorados finalmente se posaron en mí, no tuve ganas de mirarlo y me limité a dejar que mi vista vagara por su mobiliario con fingido interés. No pasaba nada si él tenía novia, claro que me había besado y palabras más palabras menos, estaba por darme un hijo. Era su problema si quería llevar ese tipo de relación con Tess, era problema de él y de Tess. Sussy no tenía absolutamente nada que ver, pero por el bien de no tener que mirar más adelante a esa chica con culpa —además de extrañeza—, limitaría mi contacto con Neil a meramente profesional. Y sí, por un segundo se me ocurrió que ella pudiese ser su hermana, pero ¡por favor! ¿Quién en su sano juicio le dice a su hermano "sexy"? La simple idea de dirigirme a Lucas con algo más que un insulto, me hacía dar escalofríos.
—¿Lista, Su? —Tras ser capaz de poner en orden mis pensamientos, me encontré con un Neil vestido que me observaba con marcado interés.
—Sí, lista.
No acabábamos de poner un pie fuera de la casa, cuando me giré para mirarlo con la mejor muestra de indiferencia que fui capaz de conjurar.
—¿Así que esa es tu novia?
Neil enarcó una ceja con suspicacia al oírme, al parecer no fui tan buena en eso de sonar indiferente. Pero es que, tenía mis motivos, diablos. Él me dio una mirada dubitativa para luego meterse la mano en el bolsillo, sacar una chupeta y perder al menos quince segundos en desenvolverla. Mientras se metía el dulce en la boca, colocó su mano en mi espalda instándome a avanzar frente a él hacia la camioneta aparcada en la acera. Estaba segura que no respondería, que el muy bastardo tal vez ni siquiera consideraría nuestro beso como una traición hacia Tess, pero me equivoqué. Lo sentí inclinándose levemente a mis espaldas y luego su aliento rozó mi cuello de forma tentativa, antes de que posara su boca junto a mi oído.
—¿Por qué? ¿Celosa, Sussy? —Me giré para fulminarlo con la mirada y él aprovechó nuestra cercanía para plantarme un desprevenido beso en los labios. Jadeé, lista para darle una bofetada allí mismo, y supongo que algo en mi expresión se habrá visto gracioso porque él comenzó a reír—. Yo no tengo novias —explicó sin más, para luego fruncir el ceño con ligereza —. Y tampoco compromisos, tomo lo que me dan y doy lo que tengo, Sussy. Tal vez quieras tomar nota.
—¿Y qué diablos significa eso?
Neil alzó las manos, aparatándose de mí para ir a abrir la puerta del copiloto y entonces se volvió para enfrentarme.
—Significa que sé muy bien dónde podemos terminar tú y yo, significa que no tengo la voluntad suficiente como para negar que te quiero follar. Que te quiero tomar en mi camioneta, en mi casa, en tu maldito cuarto de hotel e incluso en la vía pública. —Se detuvo para darme una desafiante mirada—. Pero queda en ti si lo tomas o lo dejas, sólo necesitas saber que es todo lo que ofrezco. —Y haciendo un ademan con su mano para que me subiera, añadió—: Por cierto, te ves exultantemente hermosa en ese vestido. Estoy pensando que el celeste puede ser mi nuevo color favorito.
1-ETS: Enfermedad de trasmisión sexual.
_________________________________
Así que... ¿opiniones? Más allá de cualquier cosa, siempre espero que lo estén pasando lindo ^^
Y bueno aunque ya pasaron dos días de esto, les queremos (sí todos nosotros) dejar una felicitación a ftimavs19 (nombre difícil, che) que el otro día estuvo de cumpleaños. Esperamos que hayas tenido un lindo día, recibido buenos regalos y aprendido algo de la vida, no sé... como que los años pasan demasiado rápido o demasiado lento. La verdad es que yo todavía espero la gran revelación, si vos la obtuviste, compartirla con el grupo. xDD Un saludote y felicidades ^^
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro