Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Las mentiras tienen dos dígitos (parte I)

OK, hola. La intención era hacer más largo este cap. pero si seguía hasta donde quería me iba a quedar de treinta páginas. Así que espero tener la segunda parte pronto. Espero les guste, ya me dirán y no me juzguen muy duro, ya van a saber porque lo digo xDD

Capítulo XXI: Las mentiras tienen dos dígitos (parte I)

Sussy

No voy a negar que la idea de pasar tres días consecutivos y a solas con Neil, no me haya amilanado un poco al principio. Pero resultó que no había grandes motivos para preocuparse por ello, Neil era un compañero excepcional en más de un sentido. Por acuerdo mutuo decidimos no subir al segundo piso, no porque estuviésemos tan chalados como para mitificar la segunda planta de su casa, sino porque allí se encontraba la cama. Y en vista de que no quería soltarle nuevamente el discurso "yo no duermo con nadie" —el cual no fue para nada bien recibido la primera vez—, evitamos todo el asunto y nos limitamos a acampar en su sala; tanto en el sofá como en el piso. Obviamente, esta cuestión motivó a Neil a hacerme cientos de preguntas al respecto, las cuales terminaron por desnudarme en tiempo record más de una vez. Ese tema para mí estaba zanjado, mi cama es mi cama, le había dicho airosa, y si no puedes aceptarlo pues ya me estoy regresando al hotel.

No se discutió más sobre eso, él armó una improvisada cama con mantas y dos alfombras, donde nos echamos a ver películas, a comer y por supuesto, a juguetear. En tres días obtuve mucho sobre él, tanto por el juego de las preguntas como por la simple observación. Cuando Neil se relejaba tendía a ser callado, es decir, cuando Neil se daba la libertad de ser más él y no tanto una persona aceptable para los demás, casi no hablaba. Comía como un desaforado, casi a cada minuto del día y la energía no parecía gastársele nunca; cantaba cuando se duchaba, cantaba cuando cocinaba, cantaba cuando ponía música y cantaba cuando se acostaba. Sí, lo han leído bien. Neil se cantaba a sí mismo antes de dormir, aunque no era una canción en toda regla sino más bien un murmullo bajo. La primera noche que lo hizo, me quedé quieta y expectante, esperando atajar alguna palabra. Pero no había palabras en su nana, sólo un sonido constante y relajante. No le pregunté al respecto, porque me pude hacer una idea del porqué de la nana nocturna durante una de nuestras partidas de preguntas por prenda, como había bautizado Neil al juego.

Cuando logré encaminarlo al tema familiar, me compartió la mayor parte de su vida de un modo muy abierto. Mis padres me tuvieron siendo unos críos, dijo para dar inicio a su relato, mami tenía quince y Vincent diecisiete. Él se refería a su madre casi todo el tiempo con el apelativo de "mami", a su padre le llamaba por su nombre mientras que le decía "papá" a su abuelo. Menudo embrollo, lo sé. Pero él me había dicho que como su madre se refería todo el tiempo a su abuelo como "papá", él también lo hacía y el hombre mayor en una de sus visitas al cementerio, le explicó que la mamá de Celina estaba allí. Así que cuando un joven y confundido Neil quiso saber dónde estaba la suya, su papá le dijo que también estaba allí. Y que Celina era una mamá más pequeña, Celina era una mami, su mami. De ese modo se definieron los roles en su familia y nunca nadie intentó modificarlos.

—Papá se enfadó mucho con mi madre cuando supo que estaba embarazada, le prohibió volver a ver a Vincent y si no fuera porque en los internados no aceptaban niñas en cinta, habríamos acabado los dos allí. —No parecía molestarle hablar sobre esa cuestión, después de todo lo hacía con soltura e incluso con algo de humor—. Cuando tenía como nueve meses Vincent nos secuestró.

—¿Los secuestró? —le pregunté sin poder ocultar mi sorpresa. Él se sonrió, divertido.

—Bueno, papá lo denunció porque técnicamente mami y yo éramos menores. Y Vincent la había convencido de que nos fuéramos con él, que éramos al final de cuenta su familia y que papá sólo intentaba separarnos.

—¿Y qué pasó?

—Creo que a Celina le tomó un tiempo notar que estaba haciendo las cosas mal. Vincent nos llevó a los cuchitriles donde tocaba con su banda... sótanos, pisos alquilados por una noche y cosas así. —Se detuvo un instante, como si en realidad pudiese recordar aquel momento. Algo que obviamente no podía porque había sido un bebé—. Él es un eterno músico, pero nunca hizo nada útil con al música. Vincent respiraba música, bebía música y comía música. La cuestión es que en poco tiempo se dieron cuenta que eso no servía para mantener una familia de tres. Terminaron por abandonar su intento de independencia, cuando enfermé y tuvieron que llevarme al hospital.

—¿Qué te había pasado?

—Neumonía, y creo que también estaba deshidratado, bajo peso y vaya a saber qué otra cosa. Los músicos muertos de hambre, no tienden a ser las mejores niñeras para contratar.

Fruncí el ceño, pero no fui capaz de decir nada. Los padre de Neil habían demostrado ser bastante negligentes en aquel momento, por lo que los médicos terminaron llamando a las autoridades donde descubrieron la denuncia puesta en Vincent y llamaron a su padre (abuelo) para devolverle a los dos menores. Su madre (Celina) hizo un intento por mejorar después de ese suceso, regresó a la escuela, cortó todo contacto con Vincent y se dedicó a retomar su vida donde la había dejado.

—La cosa es que cuando tienes quince, al retomar las cosas no siempre consideras a un niño dentro del esquema —espetó, encogiéndose de hombros con cierto aire resignado—. Mami era más como una hermana para mí que una madre, nunca la pude ver como una autoridad porque siempre discutía con papá, gritaba, lo desafiaba y hacía rabietas como una cría. Una vez que estaba estudiando y debía cuidar de mí, yo tenía como dos años, me puso un oso en los brazos y me sentó en mi silla de comer. Me dejó allí por horas, atado con el cinturón de seguridad, mientras yo la llamaba a los gritos y ella permanecía dos habitaciones más allá.

—Dios, Neil.

—No la culpo, era un crío de lo más irritante. —Hice una mueca de desagrado. Entendía que su madre era demasiado joven para saber cómo lidiar con él, pero tampoco era culpa de Neil ser un niño en una familia que no quería niños. Su padre (abuelo) era el único que demostraba algo de interés en él, pero un interés distante. Para él criar a Neil suponía aceptar su falla como padre de su propia hija, así que lo hacía pero sin quitar de su mente el recuerdo de que ese bebé había echado por el caño el futuro de su niña.

No era de sorprenderse que Neil se cantara a sí mismo antes de dormir, pues ¿quién más lo habría hecho de lo contrario? ¿Su joven e inexperta madre? ¿O su displicente y austero abuelo? Ni hablar de su verdadero padre, el cual en palabras de Neil, no dio señales de vida hasta su quinto cumpleaños y le obsequió una camisa al menos cinco tallas pequeña, como si el tiempo no hubiese pasado para él.

—Se había conseguido un trabajo en un mercado y le lloró un poco a papá para que lo dejara verme de tanto en tanto. Empezó con algunos días después de la escuela, luego fines de semanas y cuando me di cuenta, pasaba casi todo los días en su departamento. Fueron los mejores años —admitió con una breve sonrisa nostálgica—. Vincent me enseñó sobre música y a tocar instrumentos. Le gustaba llevarme a cantar con él y me gustaba subir al escenario para verlo entre el público, animándome. Viví con él y con papá de forma intermitente hasta los dieciocho. Luego fui a la universidad y conocí a Jace.

Me miró al terminar su relato, como diciéndome que no iba a obtener nada más de él. No se me había escapado que había resumido por completo ese lapso de tiempo con su padre (Vincent), ni tampoco que en ningún momento aclaró dónde Tess entró en su vida. Pero no me iba a quejar, fue mucho más de lo que esperaba obtener y tras esa larga charla, nos distrajimos del mejor modo en que ambos nos expresábamos.

Así que como ven no había un motivo para temer esa convivencia de tres días, a no ser por aquella vez que nos quedamos dormidos juntos en la improvisada cama y al despertar me encontré acaparando toda la superficie yo sola. Mientras Neil se encontraba arrinconado en un extremo de la alfombra, cubierto con nada más que sus bóxers y en una postura que evidenciaba su intento por dejarme el espacio. Sentí algo de vergüenza hacia mí misma, pena en su nombre y mayor respeto por él al verlo, porque no pude evitar pensar que Alan jamás se habría empujado a pasar una mala noche con tal de no perturbar mi sueño. Lo cubrí con una manta, besé su mejilla y le preparé el desayuno, después de todo aquella vez se lo había ganado.

Como conocía a mis hermanos demasiado bien, sabía que sería imposible quedarme hasta el día de mi cumpleaños con Neil e intentar regresar al hotel a tiempo para lo que fuera que tuviesen preparado para mí. Así que al tercer día me despedí de él para dormir en mi cama rentada y esperar que el amanecer me encontrara lista para aceptar mis treinta y dos, y mi inminente vejez. Tamaña hazaña tenía el amanecer entre manos, se los digo.

***

Pues eso, mis hermanos no pecan de originales a la hora de sorprender a alguien. Si estábamos en una misma ciudad, era de esperarse que se aparecieran a primera hora del día para sacarme de la cama a los jalones. Una puede prepararse mentalmente para esas cosas, pero nunca se está del todo lista.

—¡¡Feliz cumpleaños!! —Sentí como el grito perforaba mi tímpano, a tiempo que escuchaba aplausos y una versión personalizada del "feliz cumpleaños" marca Hassan.

Gemí en protesta por la luz que me golpeó en el rostro y me hundí con mayor ahínco en la almohada.

—Arriba, arriba, arriba... ¡¡es tu cumpleaños!! —exclamó Sam, tal vez temiendo que el recepcionista siete pisos abajo no se hubiese enterado aún.

—Sólo cinco minutos más.

—¿Qué cinco minutos ni que nada? Sal de esa jodida cama ahora, Susan. —Esa voz, me detuve un largo segundo sobre el registro agudo de esa voz y entonces me destapé la cabeza con un jalón.

—¡Lara! —grité mientras mi hermana mayor brincaba a la cama, más bien sobre mí, para apretarme en un ajustado abrazo. No podía creer que ella estuviese aquí, habíamos hablado por teléfono algunas veces y en ningún momento dejó entrever la posibilidad de que pisara Portland—. ¡Estás aquí, perra!

—No podía dejarte pasar tu gran día sola con estos dos aguafiestas —espetó, haciendo un ademan para señalar a Sam y a Lucas que se encontraban de pie al final de la cama—. Tenía miedo de que te metieran algo de sensatez en esa cabezota tuya, y entonces dónde estaría mi Sussy. ¿Te imaginas lo que sería esta familia con otro miembro como Lucas? ¿O como Sam? Es obvio que papá y mamá fueron perdiendo el tino con los años.

Ahogué una carcajada en su hombro, notando cuánto había echado de menos esa lengua viperina suya. No era igual con Sam o con Lucas, nunca lo era porque Lara siempre había sido mi aliada en el frente Hassan contra los más pequeños.

—Gracias por lo que nos toca —masculló mi hermano, girándose hacia la salida como midiendo sus oportunidades de escapar.

Me desenredé de Lara y fui a darle un gran abrazo a Sam, la cual obviamente me lo devolvió con un beso y una enorme sonrisa. Luego fui a por Lucas, porque sabía que era un asqueroso y odiaba los abrazos.

—Abrázame, barbón, es mi cumpleaños y debes complacerme. —Me miró con sus ojos verdes entornados, pero al ver que yo no retrocedía o me amilanaba, terminó cediendo. Su abrazo al principio fue algo tosco y forzado, pero tras un momento de sostenernos mutuamente, él se relajó y me estrechó con algo que pareció verdaderamente sentido.

—Feliz cumpleaños —murmuró en mi oído al apartarse.

—Gracias, niño autista, yo también te amo. —Lucas rodó los ojos pero logró esbozar una sonrisa tímida y aceptar el hecho de que éramos hermanos y que iba a quererlo incluso ante su reticencia.

—Suficiente de tanto amor cursi, ve a cambiarte porque debemos llevarte a comer y a comprarte un atuendo nuevo para empezar este año con todo.

Había instalado esa tradición en mi familia a los doce años, cuando le dejé saber a mis padres que era imposible que alguien comenzara bien un nuevo año de su vida con ropa vieja, que incluso eso podía llegar a tomarse como un insulto hacia el festejado y su futuro en general. Así que cada año alguien de mi familia, normalmente Lara si tengo que ser honesta, me llevaba a comprar un atuendo completo con el objetivo de no echar por tierra mi propia tradición cumpleañera.

Por supuesto, desde los doce que soy bastante manipuladora, pero no se fijen.

—Anda que Lara no ve la hora de deshacerse de nosotros —me dijo Sam, echándole una mirada maliciosa a mi hermana mayor.

—Es cierto, no ha dejado de regañarnos por no preparar todo y que si estuviesen en casa, ella habría estado lista para hacerte entrar en razón con respecto a la fiesta —agregó Lucas, mostrándose ligeramente crítico.

—Oh, cierren la boca, ustedes dos. Son un par de inútiles, dejan que Sussy caiga en una depresión y ni siquiera me llaman.

—No estoy deprimida —señalé, molesta, aunque dudaba que Lara en realidad me oyera—. Y si tantas ganas de hablar conmigo tenías, bien pudiste dejar de jugar a los conejos con tu esposo y levantar el maldito auricular.

—Soy madre de tres, Susan, ya hasta he olvidado cómo se ve mi esposo sin ropa, ya ni siquiera recuerdo cómo encontrar mi vagina.

—Realmente yo no debería escuchar esto —se quejó Lucas tratando de escapar, pero al último segundo Sam lo retuvo del brazo.

—Tú cierra la boca —lo silenció Lara, apuntándolo con su índice—. Y tú, perra desagradecida, mete tu culo en ese cuarto y cámbiate de una vez.

—Pero...

—¡Qué te cambies! —Fruncí el ceño, pero vi que era inútil discutir con la sargento Lara. Si se le metía una idea en la cabeza, no podíamos sacársela ni a golpes. Ella era la más tozuda y testaruda de los cuatro, pero era mi favorita por lejos.

Cuando estaba cruzando la puerta del baño, escuché una voz masculina tranquila llamando desde el pasillo.

—Lara, cariño, no pelees con tus hermanos.

—Cállate, Bill.

Puse el freno en ese momento y me precipité hacia la puerta principal sin dudarlo, al abrirla me encontré con mi cuñado sosteniendo a Bruno en brazos y Henry saltándole alrededor.

—¡Bill!

—Feliz cumpleaños, hermosa. —Me abrazó como pudo, ya que Bruno se negaba y Henry desde el piso buscaba participar a fuerza de voluntad.

—¿Te dejaron en el pasillo?

Se encogió de hombros bajo su camisa a cuadros, haciendo parecer simple la tarea de encoger su enorme cuerpo en un ademan cualquiera. Él estaba a escasos dos centímetros de rozar el marco de la puerta, tanto de forma vertical como horizontal. Y no que fuese gordo, sino que tenía el tipo de físico de jugador de rugby; grande, ancho y algo tosco. Pero todo eso era apariencia, él en realidad era la persona más adorable, divertida y tierna que había pisado el mundo. Y estaba casado con Lara, pobre desgraciado.

—Lara dijo que sólo podía entrar gente con el apellido Hassan.

—No le hagas caso, ella está entrando en la menopausia.

—¡Te oí! —me advirtió mi hermana, como siempre atenta a todo lo que pasaba en un radio de un kilómetro.

—Pasa de una vez. —Le di un sonoro beso a Bruno y otro a Henry, quien no desaprovechó mi invitación y comenzó a revolverlo todo dentro. Era el pequeño torbellino de dos años de mi hermana, pero era un diablillo encantador.

—Henry deja eso.

—Lara, ya déjalo tranquilo.

Me encerré en el baño escuchando por detrás la discusión de Lara con Bill sobre qué era apropiado que Henry hiciera y que no. En ese momento mi móvil sonó en la habitación de junto y un segundo después, vi la mano pálida de mi hermano abrir un resquicio la puerta para pasármelo.

—Gracias. —Miré el móvil con curiosidad, preguntándome quién se despertaba tan temprano para felicitarme además de mis tontos hermanos. Esperaba algo de mi madre o incluso palabras cortadas y mal armadas por parte de mi padre —él era tan obtuso como Sam con la tecnología—. Pero no era ninguno de ellos, se trataba nada más y nada menos que de Neil.

Al abrir el mensaje noté que se trataba de un vídeo, así que bajé un poco el volumen y le di al play. Al principio sólo se veía el sofá vacío donde habíamos pasado gran parte de los días juntos, pero luego de un segundo en que la cámara se movía de forma algo inestable, pude verlo. Noté su mano apuntando por última vez la cámara en la dirección que él quería y luego todo su cuerpo apareció frente al objetivo. Se sentó en el sofá con un guitarra en la mano, la cual colocó sobre sus piernas y le dio dos golpes a las cuerdas para hacerlas vibrar. Entonces alzó sus bellos ojos dorados un momento hacia la cámara, sonrió con los labios apretados y se aclaró la garganta.

Nunca he escrito una canción/no creas que no he intentado —entonó, acompañándose con un suave rasqueteo en su guitarra. Me cubrí la boca, incapaz de mirar a otro lado que no fuera el móvil—. Pero rimar es tan complicado/que preferiría regalarte un avión. —Rió con suavidad, volviendo a mirar la cámara—. ¿Lo ves?—inquirió con resignación—. Sólo quería decirte... —Hizo una corta pausa, acelerando sutilmente los acordes que le sacaba a la guitarra—. Que los cumplas muy feliz/aunque hoy no te despiertes aquí. Sólo quería decirte... que los cumplas muy feliz/prometo que pensaré cada segundo del día en ti.

Guiñó un ojo, bajó la guitarra y se despidió ondeando su mano. Después de eso, reproduje el vídeo al menos tres veces más y le envié una rápida respuesta, incapaz de ocultar un milímetro la enorme sonrisa que tenía en el rostro. Yo era tan patética, pero al menos no había nadie allí para verme derretir un poco por ese estúpido y su guitarra.

Muchas gracias por la canción, ahora sin duda será un estupendo cumpleaños!!

Me alegro que te haya gustado, nena, temía que rompieras conmigo después de eso.

Solté una carcajada, sacudiendo la cabeza.

¿Bromeas? Es el sueño de toda chica salir con una estrella del rock.

Tomo nota entonces, te veo más tarde... procuraré llevar mis pantalones de cuero ajustados y mi chaqueta a juego.

No te olvides de las gafas oscuras y el pañuelo con calaveras.

No me atrevería a hacerlo. Un beso, Su, feliz natalicio.

¿Natalicio?

Vas a escuchar "cumpleaños" mil veces este día, quería ser original.

Lo fuiste, guapo. Un beso ;)

Sin duda lo había sido, en todos mis años de vida no recordaba haber recibido un regalo más original y personal que ese. El hecho de que se hubiese tomado un momento —por más pequeño que fuese— para pensar una canción, ponerle música y grabarse, para mí significaba más de lo que él podría imaginarlo. Y en cuanto lo volviera a ver, sin duda le mostraría mi agradecimiento con mucho entusiasmo.

***

La mañana y tarde con mis hermanos se desarrolló con relativa calma, hubo pocos regaños por parte de Lara, algún que otro bufido de Sam y... bueno de Lucas nunca hay nada de nada, así que allí no hubo mucha novedad. En un momento pensé verlo sonreír, pero luego terminé convenciéndome de que había sido un efecto de la luz. Cuando terminamos nuestro día de compra y paseo turístico, nos trasladamos todos a la casa de Sam con el objetivo de compartir una cena preparada por Jace. ¿Quién más iba a prepararla?

Fue un momento estupendo con mi familia, Neil y Keila —los únicos invitados que no estaban relacionados ni por apellido o boda con nosotros, aunque todos sabíamos que el estatuto de soltera de Keila sería temporal—, noté que no necesitaba una gran fiesta o cientos de personas a mi alrededor para sentirme a gusto. Por supuesto que todavía me fastidiaba la idea de cumplir treinta y dos, pero luego de unas cuantas cervezas, dos copas de vino y varias bromas sobre la edad de Bill, ya hasta empezaba a aceptarlo con cierto entusiasmo. Los niños estaban durmiendo, alguien había sacado las cartas y en la mesa de la terraza corrían bebidas alcohólicas, aperitivos de todas clases y por supuesto que comentarios jocosos. Ya todos estábamos bastante achispados y nadie se tomaba lo molestia de disimularlo.

—Es tu turno, Bill —señaló Jace, como siempre siendo el más centrado y recatado de todos.

Bill miró el juego que tenía entre las manos, al menos debía tener catorce cartas allí y por el modo en que fruncía el ceño, todo indicaba que iba por su número quince.

—No entiendo este maldito juego, me rindo. —Hizo amagué de lanzar sus cartas sobre la mesa, pero Lara lo detuvo del brazo con decisión.

—¡No seas estúpido, Wilhelm! Levanta ese maldito siete, aquí nadie se rinde.

—¿Cómo le dijo? —preguntó Neil en voz baja, desde el otro lado de la mesa justo enfrente de mí. Cuando finalmente llegó a la casa había aparecido vestido con una chaqueta de cuero, lentes de sol oscuros y una camiseta de Kiss; no pude evitar reír al verlo o al escucharlo dar sus justificativos al resto frente a ese atuendo tan poco usual.

Bill lo miró con una sonrisa socarrona.

—Ese es mi nombre, chico —explicó, inflando el pecho con exagerado orgullo—. Wilhelm Strauss, tengo antepasados alemanes.

—Sí —murmuró Lara, inusualmente dulce, extendiendo una mano para despeinar a su esposo—. Esto que ves aquí no son canas, en realidad es rubio incoloro. Aunque... —Peinó a Bill hacia arriba, echándole una critica mirada a su cuero cabelludo—. No sé, parece que aquí encontré algunas asomando.

Bill frunció el ceño, sacando la mano de Lara de su cabeza con recelo.

—De eso nada, si todavía soy un jovenzuelo. Y si yo ya estoy viejo, tú también, dulzura.

Jace rió entre dientes, ante el gesto agrio que expuso Lara. Él estaba enfrentándola así que tenía una visión perfecta de ella comenzando a cabrearse con Wilhelm.

—Es por eso que tendrías que haberte casado con alguien más joven —apuntó Jace hacia mi otro cuñado, cruzando un brazo por la cintura de Sam para atraerla hacia sí—. Cuando yo ya no pueda andar, Sam será la que empuje mi silla de ruedas. Lo tengo todo planeado.

—Oh, ya veo —exclamó Bill, posando una curiosa mirada en mi hermano—. Tú la hiciste bien, amigo, prácticamente la robaste de la cuna.

Keila estalló en una carcajada, pero Lucas no dio indicios de mostrarse afectado por las palabras de Bill. Si no que terminó por asentir con su ya tan característica calma.

—Es porque pensaba en mi futuro, tendré una enfermera sexy y joven en mi vejez.

—Oye —se quejó Keila, dándole un golpe en el brazo a mi hermano. Él la jaló de la mano para obligarla a pasarse de su silla a su regazo, así que cualquier intento por discutir en ella murió frente a ese gesto. Eran tan adorablemente cursis—. Serás un viejo feliz.

—No lo dudo —espetó él, robándole un lento beso. Todos apartamos la vista, sintiéndonos unos mirones.

Pero al instante me sentí observada, así que levanté la mirada lo suficiente como para encontrarme con los ojos dorados de Neil fijos en mi persona. Me dio un guiño juguetón, antes de volver a concentrarse en la partida de cartas que estaba momentáneamente parada.

—Pues yo no pienso empujar ninguna silla de ruedas —terció Sam, al parecer cayendo en cuenta de su labor como la más joven en esa relación. Jace enarcó una ceja, pero no la interrumpió—. Después de todo, yo sólo soy una pantalla para ocultar tu verdadera relación de amor. —Sus ojos volaron a Neil a su siniestra, quien no se dio por aludido—. Ahí está tu futura enfermera en la vejez.

—Ni en sueños —susurró él, más atento a su juego de cartas que a la conversación.

—Es cierto, Neil, el cargo recae en el más joven.

Miré a Jace con súbito interés, pero antes de que pudiera decir nada, Bill formuló la pregunta que comenzaba a formarse en mi mente cada vez con más fuerza.

—Aguarden, ¿Neil es el más joven?

—La más joven es Keila —explicó Jace, completamente ajeno a mi expectante escrutinio—. Luego Neil y luego Sam, sí.

No, pensé para mis adentros de un modo tajante. No era posible, eso no era posible porque Sam sólo tenía veintisiete años y si... Clavé mis ojos en él de forma abrupta, pero no me estaba mirando a mí o a nadie más en la ronda. Se mantenía con la vista gacha, consciente de que esperaba algo, una negativa, un movimiento, una palabra o lo que fuera viniendo de él, pero no lo haría. No iba a corregir a Jace, porque Jace estaba diciendo la verdad. Oh, por Dios. ¡¿Cuántos años tenía?!

Repentinamente me sentí enferma, bien podría ser por la noticia de saber que había estado intimando e incluso considerando una relación con alguien mucho más joven que yo, o tal vez por el alcohol ingerido, o quizá una mezcla de ambos. Fuese lo que fuese, no pude mantenerme ni un segundo más allí, sentía que iba a escupir el contenido de mi estómago sobre el juego a medio realizar. Me incorporé de golpe, notando como siete pares de ojos se posaban en mí con interés. Hice un esfuerzo por tomar una bocanada de aire y forcé una tenue sonrisa.

—Voy al baño —musité, sintiendo que mis pasos eran demasiado lentos como para alejarme de allí.

Me había mentido, había dicho que tenía treinta años, yo no lo había imaginado. Eso fue lo que me hizo poner en la ficha, así que no sólo me había mentido a mí, sino también al banco de esperma. Y si había mentido en eso, ¿en qué otra cosa más lo habría hecho? Tal vez eso ni siquiera era en verdad importante, lo que imperaba era saber ¿cuántos jodidos años tenía?      

____________________________

Iker: Hoy estoy aquí yo solo. Para todas las que preguntaban, ¿quién es ese tal Iker? ¿De dónde ha salido ese William? Pues les digo, damas, que pertenecemos a aquellas primeras historias que salieron de las manos de Tammy, una Tammy joven y algo cruel, si hay que ser fiel a la verdad. En fin, pueden ir a conocernos si les apetece, tendrán un agradable viaje al pasado y quién sabe, tal vez terminen por tomarme aprecio. Suele ser una cosa inevitable una vez que me conocen.

Lucas: Ejemm...

Iker: Claro, discúlpeme señor Hassan, olvidé que una de las reglas era no hacer publicidad a otras historias. Voy a lo mío. Pues, vengo a saludar a una joven que me ha pedido explícitamente a mí (como les digo, es inevitable), tengo entendido que hace poco cumplió años y por supuesto que también la felicito por ello. Espero, señorita LiliMunhoz, que ese día haya sido especial para usted y este capítulos se lo dedico con todo mi afecto. Gracias por conservarnos en su memoria, ma chérie.

Y para el resto, no se olviden de visitarnos en Pide un deseo y El conde fantasma, prometo que...

Lucas: ¡Oye! ¿Qué no sabes seguir una simple instrucción?

Iker: Soy un conde, yo no sigo reglas de un plebeyo.

Lucas: Eso es todo, ya te ganaste un lugar en el maletero junto a Neil.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro