Epílogo
Bueno... ¡final de los finales! Eso quiere decir que este es el final, no sólo de esta lista sino de toda la trilogía. ¿Qué les digo? Fue todo un viaje, no puedo creer que hace tres años recién estaba presentándoles a Jace y dos años atrás despedía a Lucas, mientras festejaba (creo) mis dos mil seguidores. ¡Una locura! Pero sepan que si esto de las listas continuó fue por ustedes, porque nos recibieron tan bien que simplemente nos dio ganas de seguir volviendo. Así que espero que ustedes hayan disfrutado del viaje, se hayan enamorado de quien se hayan enamorado, sepan que tanto Jace, como Lucas y Neil, les agradecen haberles regalado un poco de su tiempo.
Y en cuanto a mí, como siempre les digo, fue todo un privilegio haber tocado en este barco con ustedes.
pd: Los chicos tuvieron una sesión de fotos para conmemorar este momento. Los tres, representando sus historias en orden, obvio ;)
Epílogo
Escaneé rápidamente el salón con la mirada, intentando y fallando en pasar por alto el bochornoso número que Lara y Bill estaban montando en medio de la pista. ¡Dios! ¿Quién dejó a esas personas sin sus correas? Eran tan agraciados para el baile como una manada de hipopótamos ciegos, e incluso me atrevería a decir que los hipopótamos tendrían mejor desempeño.
Por el rabillo del ojo noté a Jace avanzando por un lateral, con lo que parecía ser una botella de champán en su mano derecha y el saco de su traje en la izquierda. El cura no había acabado de pronunciar el "puede besar a la novia", cuando la mitad de los hombres comenzaron a lanzar sacos por todas partes y a quedarse en todo tipo de camisas. Era una tarde calurosa y se adivinaba una noche igual de ardiente, aunque eso sería más posiblemente para la feliz pareja.
Vi que Jace se detenía junto a una mesa que estaba medio apartada de la multitud festiva y al segundo en que el tapón del champán saltó al aire, supe que allí estaba mi hombre. Me acerqué por su espalda con sigilo y envolví mis brazos alrededor de su cuello, descansando mi barbilla sobre su hombro. Neil me observó levemente de soslayo y luego volvió la vista al frente con aire distante.
—Con que aquí estás, madre desamorada —murmuró, dirigiendo su atención a la personita que dormía sobre su pecho—. Nos dejaste solos por tanto tiempo que estábamos considerando en darnos en adopción a otra mujer. Aquella de la esquina, nos estaba mirando con cariño. —Apuntó con su barbilla a una señora bastante mayor que había sido maestra de Lucas en el jardín de niños y yo no pude evitar soltar una carcajada al verla mirándonos.
Jace sentado en la silla frente a la de Neil, rodó los ojos tomando un trago de champán directo de la botella. Aun cuando aseguraba ser inmune a las tonterías de su amigo, pude ver como una sonrisa traicionera aparecía en sus labios.
—No fueron más de quince minutos —me defendí, frotando mi mejilla contra la incipiente barba que comenzaba a crecer en la suya. Me encantaba cuando se dejaba algo de barba, así como me encantaba que le hubiese permitido a su cabello crecer hasta el punto en que podía hundir mis dedos en él—. ¿Te dije lo sexy que te ves cargando a mi bebé?
Él enarcó una ceja de modo gracioso, echándome una mirada fugaz y al mismo tiempo, completamente cargada de promesas sucias. Besé su delicioso cuello en un impulso, notando como Jace frente a nosotros volvía el rostro hacia la pista y seguramente se apartaba mentalmente de la escena. Él en realidad estaba bastante bien con nosotros siendo pareja, pero una vez me había explicado que siempre había visto a Neil como un hermano menor y al casarse con Sam comenzó a verme del mismo modo, por lo que todavía le costaba un poco congeniar ambas imágenes cuando nosotros decidíamos expresarnos cariño de forma pública.
—¿Cuánto tiempo más para volver a casa? —preguntó Neil, colocando la cabeza de lado para darme mayor acceso a su cuello.
—No mucho, sólo falta que Keila lance el ramo y entonces podremos marcharnos. —Después de la ceremonia, lanzar el ramo sería la segunda cosa normal que ocurriría en esta boda, se los digo. No importó cuánto hubiese luchado Lara por organizar una boda convencional, finalmente Keila terminó imponiendo su toque artístico y único en todo.
—Me gusta eso. —Liberó una de sus manos, el tiempo suficiente como para tomarme de la nuca y jalarme hasta sus labios sin miramientos—. Intenta no ponerte en el camino de ese ramo, ¿quieres?
Me aparté un poco para observarlo, confusa.
—¿Y por qué?
—Porque las mujeres se ponen salvajes en esas cosas, no quiero que te hagas daño —explicó, mientras extendía una de sus manos hacia la botella que Jace sostenía en actitud ausente—. O que le recuerdes a tu padre que aún eres soltera.
—No me voy a hacer daño —aseguré, optando por pasar por alto su segunda observación. Entonces le di la vuelta a su silla para situarme frente a él—. Dame a Sele, voy a darle de comer antes de que sea hora.
Neil me entregó a la niña con sumo cuidado, tomándose un momento para arreglarle la flor de la cinta de cabello que se le había torcido un poco, por un segundo me sentí como si me estuviese pasando la antorcha olímpica y temiera que se apagara la llama de un instante a otro. Sonreí, recordando el modo en que la había tomado en brazos el día de su nacimiento, parecía que la enfermera le hubiese dado a sostener una bomba y no un inocente bebé. Y la verdad es que no importaba que hubiesen pasado seis meses completos de ese momento, él aún la tocaba como si ella fuese de porcelana y se pudiese romper al menor descuido.
Me senté detrás de ellos, un tanto apartada para darme privacidad y luego me dispuse a amamantar a Selene. Finalmente se quedó con ese nombre, cuando descubrimos que era una nena, yo no pude evitar pensar en Lucas y su predicción. Había estado en lo cierto con la parte en que sería una pequeña algo escandalosa, porque lo era, la verdad sea dicha. Así que no fui capaz de negarme a ponerle el nombre que él había escogido, algo que lo sorprendió bastante cuando llegó a sus oídos la noticia. A Neil le pareció bien, a mi madre le fascinó que siguiera con su tradición al menos en parte —porque Sele no tenía segundo nombre—, mis hermanos lo aprobaron sin problemas y la opinión del resto la verdad es que me importaba un cuerno. Mi hija era perfecta, y no era mi orgullo de madre el que lo aseguraba, porque todo el mundo coincidía conmigo. Era bellísima, incluso a pesar de que hubiese heredado los rasgos sajones de la familia de mi madre. No se parecía en nada a mí, tampoco se parecía mucho a Neil, tenía una gran similitud con Mani (Amanda, la hija de Lara) y... maldita sea, también con Lucas.
Sí, ella se parecía a mi hermano, por muy gracioso e irónico que esto pueda resultarles. Era rubia con una tez mucho más clara que la mía o la de Neil, pero afortunadamente tenía los hermosos ojos color miel de su padre, eso al menos fue considerado por parte de la genética. Ya que cuando nos tocara explicar por qué dos padres morenos tenían una niña rubia, podríamos apelar a ese pequeño rasgo compartido. De todos modos, el estúpido de Neil no dejaba de decirme que tendríamos que comenzar a cobrar la cuota alimenticia al panadero. Como si eso fuera a pasar, estaba atrapado con nosotras hasta el último de sus días.
—¿Dónde está, Bru? —Escuché que preguntaba Neil, pasando el champán a Jace cual si fuera un micrófono o una vara de la palabra.
—Estaba con tu hermano —respondió el aludido, tomando tres largos tragos de la botella—. Eh, Lucas, ¿dónde está Bru?
Giré el rostro hacia la izquierda, notando que mi hermano se había acercado a nuestra mesa por mi lateral y ahora tomaba parte de la ceremonia de intercambio de champán por información. Le sonreí cuando me lanzó un guiño desde el otro lado, se veía guapísimo con su traje azul noche, como uno de esos muñecos que se colocan encima de las tartas de boda pero con mucho más estilo. Era el único que aún no había echado a perder su elegante imagen, conservando por completo cada parte de su traje. Incluso mantenía la corbata, la cual hacía un excelente contraste con el blanco de su camisa y por supuesto con el vestido de Keila. Hasta el momento en que ella se detuvo en el camino hacia el altar, nadie sabía qué clase de vestido usaría. Y se los digo, fue una enorme sorpresa para todos, pero lo verdaderamente importante fue apreciar el rostro complacido de Lucas al verla. En ese momento, todos comprendimos porqué había decidido usar un traje azul y no el tradicional color negro.
—Lo vi hace un rato cavando con sus manos dentro de una maceta. —La voz de mi hermano interrumpió mis evocaciones del vestido, así que sacudí la cabeza y me esforcé por regresar a la conversación—. Creo que Cal estaba evitando que se la comiera.
Neil rió entre dientes, mientras Jace suspiraba con pesadez y se presionaba la frente con la yema de los dedos.
—Esa terapia parece estar funcionando bien, ¿no? —murmuró Neil hacia su amigo, el cual rodó los ojos arrebatándole la botella a Lucas.
—Si consideras que comer tierra de las macetas es una mejora, entonces funciona a las mil maravillas.
—Vamos. —Neil le dio una pequeña patada a la punta del zapato de Jace—. Antes ni se habría atrevido a pasar cerca de una maceta, esto es bueno para él.
Jace murmuró algo en italiano, esbozando una sonrisa titubeante.
—Sí, pero no siempre es simple...
—Debes aprender a manejar tu ansiedad —le espetó Lucas, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón de vestir—. Darle la oportunidad de que él explore.
—Lo sé, lo so... sono un imbranato —masculló Jace en tono de reproche.
—Oye, ¿a qué viene eso? —Los cuatro nos volvimos automáticamente hacia las espaldas de Jace, encontrándonos con una ceñuda Sam que parecía haberse materializado de la nada—. ¿Por qué eres un cobarde?
Jace se encogió de hombros, pasando de responder.
—Bru está comiendo tierra —expliqué a mi hermana, al ver que ninguno de los hombres parecía dispuesto a hacerlo. Ella sonrió con suavidad, posando una mano en el hombro de Jace a modo de captar su atención y cuando mi cuñado la miró, Sam se inclinó para robarle un fugaz beso.
—No eres un cobarde, eres el mejor padre del mundo y Bru no es el único que hace avances.
—Sam tiene razón —secundó Neil, golpeando con su uña el champán—. Has estado bebiendo de la botella con nosotros, sin siquiera hacer una mueca o intentar limpiarle el pico. Eso es un jodido avance para ti, antes ni me dejabas tocar tu copa para servirte.
Jace rió entre dientes, relajándose notoriamente y mi hermana aprovechó ese segundo de calma, para tomar asiento sobre su regazo. Ella era una completa exhibicionista, mucho más que yo si cabe mencionarlo. Se pusieron a cuchichear entre ellos, mientras Neil y Lucas lanzaban incomodas miradas hacia la mesa y pista respectivamente. Yo me concentré en mi tarea, haciendo de cuenta que no estaba allí en lo absoluto.
—Buena concurrencia —musitó Neil, en un vago intento de mantener una charla civilizada con mi hermano.
La verdad es que ellos no podían pecar de mejores amigos; si se veían forzados a compartir unos momentos completamente solos, Lucas se encerraba en su usual silencio hermético y Neil caía en su estado de chiquillo hiperactivo, moviéndose de un lado a otro como un animal enjaulado. Eran patéticamente adorables.
—Sí —respondió mi hermano, balanceándose suavemente sobre sus talones. Neil enarcó las cejas, como esperando algo más, algo que todos sabíamos jamás llegaría.
Mientras tanto yo coloqué a Sele sobre mi hombro, dado que llevaba los últimos cinco minutos usando mi pezón como su juguete y no como la fuente de alimento que debía idolatrar. Pequeña niña mimada.
—Entonces... —Neil fue por su segundo intento, ganándose una sutil mirada de reconocimiento por parte de Lucas—. ¿Van a Italia de luna de miel?
—Sí... —Oh, Dios, mi hermano lo estaba haciendo apropósito.
—Es agradable allí en esta época del año. —Aguarden, ¿Neil conocía Italia? ¿Cómo es posible que yo no lo supiera? ¿Cómo es posible que yo no conociera Italia aún?—. ¿Van a la casa de Jace en Venecia?
Jadeé, echándole una estupefacta mirada a mi hermana. Ella sin duda sintió el peso de mi escrutinio, casi pude jurarlo, porque repentinamente soltó la boca de Jace y me miró con algo parecido a arrepentimiento.
—¿Jace tiene una casa en Venecia? —le espeté, herida.
—Sí... pero ni siquiera yo...
—Calla —la silencié, alzando mi índice para ser más enfática. Entonces me volví hacia mi cuñado—. ¿Cómo es eso de que tienes una casa en Venecia y soy la última en enterarme?
—Bueno... —Se pasó una nerviosa mano por el cabello, lanzando sus mechones castaños en todas direcciones. Él estaba necesitando un buen corte, dicho sea de paso—. No sabía que te apetecía ir...
—¡Estás hablando de Venecia, Jace! ¿A quién en su sano juicio no le apetecería ir allí? —Él estaba a un segundo de ser mi ex cuñado favorito, pero cuando rió casi logró borrar todo mi enfado por su terrible falta. Maldito fuera, se parecía tanto a Bru cuando era atrapado haciendo una travesura que me fue imposible no sonreírle de regreso.
—De acuerdo, puedes usar mi casa cuando te vayas de luna de miel.
—Jum... —Un fuerte carraspeo hizo eco en el pequeño lapso de silencio y mi hermano sonrió, divertido.
—¿Te pasa algo Neil? —instó Lucas, haciendo que mi atención se desviara hacia el aludido. ¿Qué había sido eso?
—No, nada —respondió él, indiferente.
—Entonces está todo dicho —interrumpió Jace, palmeando el muslo de Sam en el proceso—. Cuando te cases ese será mi regalo de bodas.
Le sonreí ampliamente, incluso cuando ni tenía un prospecto de marido él ya me estaba haciendo mi obsequio.
—¿Ya te dije que eres mi cuñado favorito?
—No tantas veces hoy.
—Sólo falta que Neil ponga una fecha —aguijoneó mi hermano, logrando que él lo mirara con los ojos en rendija.
Está bien, no tienen que decírmelo, soy bastante consciente de que él no tiene deseos de casarse y que la conversación lo ponía incómodo. Pero ya teníamos una hija, llevábamos viviendo juntos desde hacía casi un año, pagabamos impuestos y compartíamos la pasta de dientes, para mí era cuestión de tiempo para poner la firma y hacerlo oficial. Mis padres lo esperaban más que nadie, ya que no les había fascinado del todo que Sele naciera fuera de matrimonio. Ellos eran bastante tradicionales con esas cosas, fue todo un proceso hacerlos aceptar a un yerno tatuado y fue aún más difícil convérselos de que no era un criminal. Mamá todavía se negaba a sacar la vajilla buena cuando íbamos a cenar con ellos. Neil sólo les gustaría en verdad cuando pusiera un anillo en mi dedo anular y si tengo que decirles la verdad, él no parecía demasiado interesado en hacerlo en algún momento pronto.
—Creo que allí está Keila —señaló mi no futuro esposo, poniéndose de pie al instante—. Voy a pedirle un baile antes de que esto se termine, con su permiso.
Y desapareció, dejando a todos los integrantes de la mesa sumidos en un extraño silencio.
***
La recepción de la boda terminó un poco más tarde, luego de algunos —bastantes— tragos, el pastel, el vals de los novios que hizo a más de una mujer babear por el vestido azul y blanco de Keila, el ramo y una estupenda interpretación de Neil con Tess de la canción L.O.V.E, la cual obsequiaron a los recién casados. Fue magnifico, pero era hora de regresar a la realidad. Mientras Lucas y Keila se subían en un avión rumbo a Venecia, nosotros regresamos a la casa de Neil en el centro de Portland —nuestra casa, debía recordarme—, llevando a Sele y a Cal dormidos en la parte trasero. Tess había conseguido su propio trasporte aunque no quiso decirnos quién sería el afortunado en llevarla a su departamento. Me compadecía del pobre infeliz, fuese quien fuese.
—Estoy exhausta —musité, lanzándome sobre la cama tras recostar a Sele en su cuna y asegurarme que Cal llegase al baño sin inconvenientes, antes de ir al cuarto de huéspedes—. ¿Sabes lo que me gustaría?
Neil apartó su atención del celular con un suspiro, enarcando una ceja al mirarme.
—¿Sexo sin protección?
—No, bobo. —Estiré los dedos de mis pies y manos, rozando accidentalmente su lateral desnudo y tatuado. El tiempo podía seguir pasando eternamente y nunca podría dejar de apreciar su torso con cierta devoción mal disimulada—. Me gustaría un masaje.
—Ya veo —susurró, tirando de mi mano para presionarla contra la piel tibia de su abdomen.
—¿Me lo das? —pregunté, arrastrando mis dedos por el caminito de suave vello que bajaba hasta perderse en la cintura de sus pantalones de pijamas—. Por favor.
—¿Quieres que yo te dé un masaje? —Lo dijo de tal modo que me hizo pensar que acababa de pedirle su ayuda para robar un banco. Detuve mi mano y me incorporé sobre mi codo para mirarlo.
—¿Y por qué no? —le lancé a quemarropa—. Yo te he hecho masajes miles de veces, ¿no crees que deberías devolverme el favor?
Sacudió la cabeza con un leve encogimiento de hombros.
—Yo no sé hacer masajes, nena. —Dicho eso volvió a levantar su móvil, para seguir revisando lo que fuera que miraba allí. El muy idiota.
—Bueno... —mascullé, deslizándome fuera de la cama en un rápido movimiento—. Me voy a mi habitación entonces.
—Oh, vamos. —Hizo un intento de agarrarme, pero yo ya estaba fuera de su alcance colocándome las pantuflas, ofendida—. Vuelve a la cama, Sussy, estoy cansado para perseguirte.
—No quiero que me persigas —le espeté, tirando de los laterales de mi bata hasta dejarla perfectamente cerrada—. Pero en vista de que ambos estamos cansados, no veo para qué quedarme aquí. Ya hablamos mañana, buenas noches.
Deben saber que cuando decidí mudarme con Neil, acordamos que dormiríamos en habitaciones separadas. Es decir, estaban conectadas por una puerta y sólo era cuestión de dar algunos pasos para estar en la cama del otro. Pero créanme, esto resultaba bastante cómodo y práctico, ya que ambos teníamos nuestros lugares y podíamos dormir tranquilos sin ser un incordio para el otro. Neil obtenía su descanso al no tener que evitar mis patadas o continuos movimientos, y yo conseguía relajarme por completo sin tener que pensar en estarme quieta para no fastidiarlo. Además que si teníamos ganas de estar juntos, sólo lo hacíamos y cada quien regresaba a su cama más tarde, satisfecho y listo para recuperar las energías. Lo mejor de ese acuerdo, era que podía echarle llave a la puerta de comunicación cuando él hacía algo como negarse a darme masajes. El mensaje no podía ser más claro entonces.
—Sussy. —Su voz me llegó desde el otro lado de la madera, pero lo ignoré. Fui hasta el lateral de mi cama, donde estaba la cuna de Sele y le eché una rápida miradita, ella dormía. Tranquila e inocente, completamente ajena al idiota que tenía como padre—. Sussy, ¿puedes abrir la puerta?
—Tú no te preocupes, cariño —susurré, pasando una etérea caricia por su barriguita—. Mamá te va a buscar un mejor papá... —La puerta que daba al pasillo se abrió en ese instante, pero no me volteé—. Uno que no sólo te quiera mucho, sino que también quiera mucho a mamá, porque al parecer el actual padre que tienes se cree demasiado bueno como para hacer algo lindo por mí. ¿Te das cuenta, Sele? Es un malagradecido. —Sus manos tocaron mi cintura, pero yo continué con mi profunda conversación con mi hija—. Después de que yo sufrí por horas para traerte al mundo y darle el regalo más precioso que un hombre puede recibir, él me sigue tratando como su juguete sexual. Escúchame, cariño, nunca te enamores de un hombre así... sólo sirve para decepciones.
—¿Terminaste de pasarle tu sabiduría femenina? —murmuró Neil, posando su boca junto a mi oído, lo empujé dándole un golpe en la ingle con mis caderas—. Dios, nena, para... hay menores presentes.
—No te quiero aquí ahora. —Me quité sus manos de encima, para luego girarme y enfrentarlo con los brazos cruzados—. Estoy molesta contigo, así que respeta mi espacio.
Él frunció el ceño al escucharme, mirando una vez por sobre su hombro como si estuviese sopesando sus opciones. Aguardé firme en mi postura por lo que pareció un minuto eterno y entonces Neil se alejó, consciente que esa vez no ganaría. Oh, no se preocupen tanto, planeaba ir a buscarlo en plena madrugada para abusar de él y reclamar mi satisfacción hubiese o no masaje de por medio. Esto era normal entre nosotros, este era el modo en que mejor nos expresábamos afecto. No éramos la típica pareja y eso estaba bien, porque lográbamos acoplarnos incluso en las cosas malas, incluso en nuestras ridículas exigencias, en nuestras fallas y escasas virtudes. ¿Comprenden? Creo que lo verdaderamente importante en una relación es jamás dar al otro por sentado, jamás asumir que conoces a alguien por completo y simplemente lanzarte a descubrirlo poco a poco, siendo consciente que todos estamos en constante cambio, que todos crecemos como individuos cada día y que amar a alguien implica reconocer esos cambios. Implica ir redescubriendo a esa persona, de modo que puedas conocerlo pero nunca llegar a descifrarlo. Porque la chispa, a mi parecer, está en esa pequeña franja de incertidumbre que te dificulta adivinar qué vendrá luego.
Neil no acababa de dar dos pasos cuando Sele comenzó a quejarse dentro de su cunita y él instintivamente fue a consolarla. Lo que empezó como un leve sonidito quejumbroso, se convirtió en un llanto en toda regla y Neil no tuvo más opciones que levantarla en brazos para intentar calmarla. No tuvo éxito.
—Dámela. —Le extendí las manos, pero él no me la pasó.
—No, ve a buscar su chupón... tiene que aprender a calmarse sin ti. —Por supuesto que lo que decía tenía sentido, pues cuando finalmente mi negocio nuevo estuviese en funcionamiento, Sele iba a tener que pasar tiempo con otras personas y no depender tanto de mí. Pero escucharla llorar desconsoladamente, me hacía volar cualquier pensamiento racional lejos, yo sólo quería calmarla. Sabía cómo hacerlo, sabía lo que quería, así como también sabía que ella podía sentir la frustración de Neil y que eso simplemente lograba acongojarla más—. Anda, Sussy, el chupón.
—Sí. —Sacudí la cabeza para espabilarme y no hacer algo tonto como romper a llorar con ella. Lo que, siendo honesta, había hecho en más de una ocasión cuando no sabía cómo calmarla.
Comencé a buscar sobre la cómoda, la mesa de luz e incluso su cuna, pero no había ni rastros de su chupón en la habitación. Esa cosa parecía desarrollar piernas durante la noche, porque nunca estaba en el mismo sitio en que lo dejábamos. Era de no creerse.
—Fíjate en mi cuarto —me apuntó Neil, paseándose de una punta a la otra con Sele rebotando tras cada paso. De ese modo sólo lograría que lo vomitara, pensé para mis adentros, pero atinadamente me quedé callada.
Me deslicé al cuarto de Neil, destrabando la puerta de comunicación y nuevamente inicié la búsqueda del chupón fugitivo. Removí cojines, muñecos feos, películas, libros y casi todo lo que a mí parecer se veía como un buen escondite para un chupón.
—Si yo fuera un chupón, ¿dónde estaría? —Me coloqué a cuatro patas para poder echar un vistazo debajo de la cama y a no ser por un calcetín sucio, no encontré mucho más—. Mierda.
Sele dio uno de esos gritos de "auxilio, mami" y no pude evitar tensarme.
—¿Revisaste en los cajones? —Negué, aunque había una pared entre nosotros que evitaba el contacto visual.
Fui hasta su mesa de luz y revolví los cajones, sacando todo tipo de porquerías pero ningún chupón.
—¡El de emergencia! —exclamé, recordando súbitamente el que guardamos dentro de su envoltorio en el botiquín del baño. Pasé a toda marcha por mi habitación, viendo como Neil me seguía con una mirada que no supe interpretar pero que en realidad no tuve tiempo de analizar.
Una vez en el baño abrir los cajones del pequeño armario y extraje la cajita de metal con todas las cosas que considerábamos relevantes en caso de una emergencia. Había gasas, tijeras, ibuprofeno, cepillos de dientes —porque en una emergencia no se podía andar con mal aliento, ¿verdad?— y varias cosas a las que apenas eché un vistazo superficial, cuando mi mano rosó un material suave e indescifrable casi al fondo. Pasé mi índice por el dorso de lo que fuera que estaba tocando, siendo apenas consciente del silencio que se sintió de repente a mi alrededor, demasiado ensimismada en determinar qué era aquello y por qué estaba en mi caja de primeros auxilios. Desenterré el objeto de debajo de los otros y automáticamente mi corazón se aceleró como si acabara de entrar cuesta arriba por una pendiente. Mi boca cayó abierta, incapaz de contener el sutil chillido mitad sollozo que se me escapó.
—Oh... Dios... —Observé la caja de terciopelo rojo en mi mano, sin poder creer lo que estaba viendo. ¿Era...? ¿Se trataba de un...? Alguien carraspeó a mis espaldas y me giré de un brinco, encontrándome con los ojos de Neil iluminados por una leve sonrisita—. Tú...
Él colocó la cabeza de lado, sosteniendo a Sele hacia el frente para que ella también pudiese mirarme. Tenía su chupón rosa en la boca y lo succionaba con ahínco, al parecer completamente recuperada de su pataleta. No podía decir que mi hija hubiese participado conscientemente de todo eso, pero por el modo en que me miraba casi y hasta parecía decirme, "te engañamos, ¿no?".
—¿No vas a abrirlo? —inquirió Neil, señalando con su barbilla la caja que aún sostenía en mi mano congelada.
—Yo... —No sabía qué había planeado decir después de eso, porque justo entonces abrí la cajita y mi boca enmudeció, al mismo tiempo que mis ojos se cubrían por un velo de lágrimas.
—¿Nena? —No le respondí, me encontraba demasiado absorta detallando el anillo dorado que había en el interior—. ¿Su? Si no te gusta podemos conseguir otro, le diré a tu hermano que siga su instinto y que no atienda mis sugerencias, ¿bien?
Sonreí, alzando la vista un instante en su dirección. Mi hija abrió sus enormes ojos dorados, al parecer tan o más expectante que su padre.
—No seas estúpido, Neil, es hermoso. —Y en verdad lo era, se trataba de una fina banda dorada cuyo frente estaba decorado por tres notas musicales pequeñas, las cuales a su vez estaban divididas por tres diamantes engarzados. Nunca antes había visto un anillo así, nunca me habría esperado algo tan personal y único, mucho menos en mi caja de emergencias—. Esto significa que...
Él dio un paso adentrándose en el cuarto de baño y Sele agitó sus bracitos al verme tan cerca, pero Neil la mantuvo a su lado.
—Significa que me gustaría, ya sabes.... —Extendió una mano, acariciándome con suavidad la mejilla, parecía nervioso y eso simplemente lo volvió más encantador—. Si no tienes planes para el futuro, quizá puedas considerar hacer algunos conmigo. Sé que soy un malagradecido, que te trato como mi juguete sexual, que no te agradecí como se debe por haberme hecho este maravilloso regalo de cabello rubio, que tampoco se lo agradecí al panadero aún...
—Neil —lo regañé, robándole una rápida sonrisa burlona.
—No me interrumpas, mujer, estoy confesándome aquí. —Hice un gesto de cierre y cerrojo sobre mi boca—. Entonces, como iba diciendo... sé que la mayoría del tiempo sólo sirvo para decepcionar, lo sé, y también sé que no soy el adecuado para enamorarse. Pero, nena... —Colocó su mano en mi cuello, haciendo pequeños círculos con su pulgar en mi tráquea—. Puedes creerme cuando te digo que es muy probable que te vaya a decepcionar más adelante y que tal vez también te vaya a cabrear, pero nunca voy a mentirte por difícil que sea decir la verdad, te lo juro. Y nunca me voy a marchar de tu lado, siempre voy a estar aquí para ti. Tras cada decepción, tras cada enfado, tras cada sonrisa o lágrima, sea bueno o sea malo, voy a estar a tu lado y me aseguraré de curar cualquier daño. Y te prometo que jamás voy a dejar que tú o mi hija no sientan que las amo. —Soltándome un instante, sacó el anillo del interior de la cajita y lo colocó cerca de mi mano pero sin llegar a tocarme—. Ya me enseñaste a tener citas, a ser el novio de alguien, a sentir celos, a volverme loco con la simple idea de tocarte, a apreciar la sensación de poseerte, a desear ser poseído sólo por ti, a tener miedo de perderte y la urgencia de siempre buscarte. —Se silenció un segundo, mirando nuestras manos casi pegadas y tras encogerse de hombros, me pasó a Sele—. Tenla un momento, pienso hacer esto una sola vez en mi vida y lo voy a ser jodidamente bien.
—¿Qué? —pregunté, perdida, al mismo tiempo que cogía a mi hija en mi brazo derecho y la apoyaba en mi cadera.
Entonces comprendí a qué se refería Neil, cuando con un leve guiño colocó una rodilla en el suelo y se hincó frente a ambas.
—Me falta aprender a ser un esposo y no podría elegir a nadie más en el mundo para que me enseñara cómo hacerlo, ¿te casas conmigo, nena? —Desplazó sus ojos hacia Sele—. Y tú, cachorrita, ¿me aceptas como tu papá?
Sabía que estaba llorando desde que empezó a hablar y que Sele me miraba con una asombrada cautela, pero no podía y no quería esconder mi amplia sonrisa. Asentí varias veces, cuando Neil alzó las cejas a modo de silenciosa pregunta y luego volví a asentir porque las palabras me estaban costando un poco. Dios, ser madre me había vuelto bastante sentimental.
—Sí, nene, nos casamos contigo. —Él soltó una carcajada, incorporándose al instante para colocarme el anillo en mi dedo anular y luego, tomándome del rostro con firmeza, me plantó un profundo y arrebatador beso a lo Neil. Sexy, duro y masculino, la combinación destinada a barrer con mis bragas.
—Voy a tener que conseguir un anillo para Sele luego —murmuró después de un momento, dándole un beso en la mejilla regordeta de la niña.
—Tal vez... —Coloqué mi frente contra la suya, hundiendo mis dedos en el cabello de su nuca y atrayéndolo tan cerca como podíamos estar—. Pero no debes preocuparte por ello, porque Sele sabe lo afortunada que es al tener un papá como tú.
Neil presionó su ojo derecho, dándome una suspicaz miradita.
—Tomaste un gran riesgo con eso, nena, gracias por fiarte de mí.
—¿Bromeas? —le espeté, deslizando mi mano hacia su boca para presionar su labio inferior entre mi índice y pulgar—. En ningún momento me cupieron dudas —aseguré, poniéndome de puntillas para besar la comisura de su boca.
—¿Dudas de qué? —inquirió él con la voz más ronca de lo que había estado antes. Tracé un camino con mi lengua por su labio superior, amando el modo en que sus manos fueron directo hacia mis caderas para apretarme contra él.
—De que serías el padre perfecto.
Entonces como les iba diciendo; si la montaña no va a Mahoma, Mahoma se consigue un sexy esposo tatuado y al diablo la estúpida montaña.
Fin.
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Sus opiniones siempre son bien aceptadas, espero les haya gustado, no tengo nada más que decirles que gracias.
Algunas fotos que me quedaron, para ayuda visual. Ya que wattpad da la opción, habrá que aprovecharla, ¿no?
El anillo de Sussy, hecho por Lucas, obvio.
Más o menos como yo me imagino que se verían Bru y Sele, al momento del casamiento de Lucas.
El vestido de Keila.
Eso es todo, nos estamos leyendo en nuevas historias. Se los quiere ^^
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