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Distancia

Estaba estudiando y no sé cómo pero terminé frente a la historia, una cosa llevó a la otra y tenemos capítulo nuevo. Pongamos esto en perspectiva, es un cap de transición... el próximo va a traer varias cosas nuevas a escena ;) Espero les guste :D


Capítulo XVII: Distancia

Al llegar al hotel gracias al estupendo servicio de mi amable taxista, pateé todo asunto relacionado a Neil y su extraño pedido, pseudo confesión o lo que fuere, al lado más olvidado de mi mente. Por supuesto que quería darle vueltas a todo eso, por supuesto que quería saber por qué había organizado una cita para luego negarla, y también quería saber por qué pensaba que no valía la pena apostar por él. Quería saber eso tanto como no quería saberlo. Verán, siempre he encontrado el carácter de heroína trágica de las mujeres algo irritante. ¿Por qué siempre tenemos que ser nosotras las que pensamos modos de justificar sus personalidades errantes? ¿Acaso no había hecho algo similar con Alan en su momento? Me negaba a hacer lo mismo con Neil, si él tenía problemas pues eran sus problemas y no los míos, yo estaba obteniendo lo que quería de este acuerdo. Lo estaba haciendo y les prohíbo que intenten persuadirme de lo contrario, ¿de acuerdo?

Encendí mi laptop con toda la intención de distraerme un rato, cualquier cosa valdría en ese momento y al ver el ícono de Skype de mi hermana conectarse y desconectarse cada dos minutos, mi atención prontamente encontró algo con que entretenerse. Luego de unas seis veces de repetir ese jueguito, ella permaneció conectada y no pude más que preguntarle qué infiernos estaba haciendo.

Sam: Sabes que odio este chiste, no puedo lograr que se quede conectado.

Yo: LOL! Intenta no presionar el botón de desconectar.

Sam: ¡No he presionado ningún botón! Sigue diciéndome que actualice algo, ¿pero qué? ¡No hay nada por actualizar!

Yo: No desesperes, debe aparecer una ventana emergente para descargar actualizaciones, búscala.

Sam: ¿Dónde?

Yo: En tu trasero, Sam! ¿Dónde diablos vas a buscarla?

Sam: Aguarda...

Ella nunca había tenido buena mano para la tecnología, su móvil recientemente había sido solicitado por el museo de antigüedades para ser exhibido como una de las rarezas más horribles aún en funcionamiento. Y es que con Jace habíamos intentado persuadirla de crear un vínculo con todo lo tecnológico, pero ella seguía encerrada en su mundo prehistórico donde al parecer las ventanas emergentes tenían complejo de ninjas.

Yo: ¿Y bien?

Ella volvió a desconectarse y por un momento en verdad temí que hubiese ido al baño, para chequear su trasero. Cualquier consejo de este tipo con ella había que ilustrarlo con manzanas.

Sam: Oh, creo que ya... ¿me ves?

Yo: Estás invisible, pero te veo.

Sam: ¿Cómo infiernos? ¿Invisible?

Pasó otro largo y silencioso segundo.

Sam: ¿Y ahora?

Ella seguía invisible, pero no iba a aguarle la fiesta, al menos podía enviar los mensajes y eso era lo importante.

Yo: Sí, ya.

Sam: Genial, estaba apunto de enseñarle a esta cosa a volar.

Yo: Me sorprende que siquiera te estés tomando la molestia, pensé que habías olvidado tu usuario.

Sam: Lo hice, pero Jace lo tenía anotado y no ha dejado de decirme que aprenda a usarlo. Quiere estar en contacto con nosotros en estos días y al parecer este chisme es bastante útil.

Yo: ¿Jace se va a alguna parte?

Fruncí el ceño algo molesta. Ni siquiera estando en la misma ciudad, a escasos quince minutos de distancia de ella, lograba tener una conexión estable con mi hermana. Y hasta podría apostar mi hermoso trasero —lo es, lo juro— a que Lucas ya lo sabía. Ellos siempre habían tenido una buena relación, la cual se había apagado un poco cuando Lucas se apartó de todos para hacer lo que los niños autistas hacen, pero luego de la boda de Sam ellos al parecer volvieron a reconocerse. Y bueno, sí, tal vez sentía algo de envidia allí. Gracias por el análisis psicológico no pedido.

Sam: A Montreal, por una semana (carita triste)

Yo: ¿Realmente acabas de escribir "carita triste"?

Estallé en carcajadas sin poder evitarlo, ella era un jodido caso en un millón.

Sam: ¡Pensé que así se hacía!

Yo: Voy a desconocerte como hermana, no vuelvas a escribir tus emociones entre paréntesis.

Sam: Lo siento... (llanto)

Yo: Detente, Samantha Lauren Hassan!

Luego de una merecida pausa para reír por sus estupideces, fui capaz de reagrupar mis pensamientos y retomar el hilo de la conversación.

Yo: ¿Qué hay en Montreal?

Sam: Trabajo, va con algunos miembros de su equipo para ver si les conviene aceptarlo o no.

Yo: Sólo es una semana, si quieres me quedo a dormir en tu casa para que no te sientas sola.

Sam: Jace me deja abrazarle, ¿te dejarás?

Yo: Tampoco presiones, niña. Dije dormir en tu casa, no en tu cama...

Sam: De todos modos eres la peor compañera de cama, pateas y rasguñas.

Yo: Y tú te orinas!

Sam: ¡Cuando tenía cuatro! ¡Supéralo, Sussy!

Yo: LOL y más LOL!

Sam: Dado que no vas a tener nada mejor que hacer, podrías visitarnos y darme una mano con Bru.

Yo: Siempre tengo cosas que hacer, pero te puedo hacer un lugar en mi agenda.

Sam: Pero si Neil se va con Jace, no vas a poder dedicarte a buscar tu negocio. ¿Qué mejor modo de emplear tu tiempo que pasarlo con tu sobrino favorito?

¿Neil también se iba? La pregunta dio de lleno contra mi cabeza, al mismo tiempo que dejaba a las palabras de Sam colarse en mi mente y atacar mi superada actitud relacionada con ese idiota. No me gustó la sensación que creció en mi interior, así que tomé una profunda inspiración y lo acepté con estoicismo. Él se iba por una semana y ni siquiera había tenido la delicadeza de decírmelo, ni siquiera en pos de guardar cierto respeto por nuestro acuerdo laboral. Será hijo de puta.

Pero bueno, yo era una dama correcta así que le iba a desear un buen viaje. Por supuesto, un muy buen y feliz viaje.

Yo: Bueno, ya me ganaste con eso. Estaré allí tanto tiempo que vas a terminar corriéndome. Tengo una llamada de Caro, ¿hablamos mañana?

Sam: Ok, pero cara a cara, voy a evitar esto en la medida de lo posible.

Yo: Nunca te lo dije, pero creo que tú también eres hija del panadero...

Sam: (Carita triste)

***

Neil

El proyecto no se vio mucho mejor, ni ligeramente más tentador cuando estuvimos en Dorval. A decir verdad no pudo apestar más, pero hice lo que estuvo en mi poder por no dejar que mi descontento se notara en mi cara.

—¿Qué huele mal?

—¿Hm? —Giré el rostro al sentir que me miraban y me topé con los curiosos ojos azules de Lyla enfocados en mí.

—Tienes cara de estar oliendo algo feo, simplemente me pregunto qué es.

Bueno, quizá y no estaba intentando con tanto ahínco eso de disimular mi descontento. Me encogí de hombros con poca gana.

—Sólo estoy pensando en regresar al hotel por unas horas de descanso.

—Bueno si mueves el culo un poco más rápido, tal vez podamos ir juntos. —La observé con una ceja enarcada y ella no tuvo reparos en devolverme una sugerente mirada a cambio. Lyla era nuestra ingeniera, aunque en realidad no lo era todo el tiempo. Pero en vista de que Stuart; nuestro gordo, peludo y muy malhablado ingeniero, estaba de licencia por una uña infectada, Jace había optado por traerla a ella. Era buena en su trabajo, nadie lo negaba, pero nadie tampoco se atrevía a negar que ella estuviese completamente enamorada de Jace. Aunque quizá esa palabra fuese demasiado fuerte para definir el asunto, Lyla estaba encaprichada y como Jace no mostraba ninguna clase de interés más allá del profesional, ella decantaba por acostarse o coquetear con cualquier otro hombre que tuviese a la mano. En este caso, yo sería ese hombre, aparentemente.

—¿Qué más necesitas ver? Ya tengo los números y hemos recorrido cada pasillo.

El trabajo consistía en remodelar y hacer autosustentable una vieja biblioteca que quedaba en el centro de la ciudad, los dueños no querían derribar todo pero sí mejorar y agrandar la infraestructura. No era algo que no hubiésemos hecho antes y Jace ya se había encargado de hacer algunos diseños en tres dimensiones para los canadienses, así que Lyla y yo teníamos el trabajo de revisar el lugar, tomar anotaciones y llevarle un informe detallado de lo que servía o no a Jace. En condiciones normales sería un juego de niños, pero tras cuatro días de estar en ese maldito lugar ya estaba creando una resistencia física hacia Canadá. O tal vez no era Canadá, tal vez sólo era yo que no podía dejar de sentirme incómodo, aburrido o lo que fuese.

—Creo que deberíamos revisar la pared de atrás, no me gusta mucho esa conexión muerta que encontraron los chicos arriba. Sube desde allí, ¿no?

Asentí, dirigiéndome hacia el lugar que me indicaba con los pies en rastras y esperando que ella notara mi completa reticencia a continuar en ese sitio en semi penumbras. Ahora que lo pienso con detenimiento, tal vez sí soy algo caprichoso.

Saqué mi buscapolo de mi cinturón de herramientas y comencé a tocar el manojo de cables que había descubierto uno de mis chicos. Ellos estaban casi seguros que la línea estaba muerta, pero nunca sobraba asegurarse. Lo que menos necesitábamos en un edificio a medio construir, era recibir una descarga inesperada. Tras tocar todos los cables y cerciorarme que la luz de mi buscapolo no se encendía, me puse de pie y observé a Lyla.

—Está muerta.

Ella se encogió de hombros sin más.

—Bueno, mejor prevenir que lamentar. —Se quitó los guantes de látex que siempre usaba al ingresar a un edificio, los dobló metódicamente y luego los metió en el bolsillo de su chaqueta—. ¿Quieres divertirte un poco?

No acababa de procesar la pregunta, cuando ella cerró su mano en el frente de mi camiseta y me jaló con fuerza en su dirección. Sentí su cadera chocar contra la mía, su boca demandante humedeciendo mis labios y sus expertos dedos, abriéndose un camino a través de la pretina de mi pantalón; mi cinturón de herramientas provocó un fuerte sonido al impactar con el piso, pero Lyla al parecer ni reparó en ello. Pensé que algo estaba terriblemente mal en esa escena, pero nada detuvo a mis propias manos de aferrarse a su trasero y presionarla contra mi cuerpo en respuesta a su asalto. Lyla soltó un gutural gemido de aprobación, mientras su lengua se encontraba con la mía y le propinaba un bailecito privado a mi piercing. Oh, sí, a todas al final le terminaba gustando esa mierda. Le di un empujón para apresarla contra uno de los estantes vacíos y ella se relamió la boca, a tiempo que se dejaba caer sobre sus rodillas lista para darme batalla.

—Dicen que escondes cosas en tus pantalones.

—Será cuestión de que veas —le espeté con los dientes apretados, tomándola por el cabello para guiarla donde quería.

Su voz, no tenía ánimos de escuchar su voz.

Ella coló un dedo por el orificio abierto de mis pantalones, alzó la mirada y me guiñó juguetonamente uno de sus ojos azules, antes de jalar de mi ropa hasta el piso. Me concentré en mi mano apoyada contra la pared, pues repentinamente no tenía ganas de ver lo que ocurría, ¿serían sus ojos? Sí, sin duda había algo medio siniestro en su mirada, pero podía obviar eso siempre y cuando su boca supiera hacer el trabajo.

—Oh... —Bajé la vista de forma automática ante su reacción de desencanto, ganándome una extraña expresión de regreso—. ¿Necesitas algo de tiempo?

—¿Qué? —En un principio sólo tuve la sensación de estar protagonizando un episodio de la Dimensión desconocida, porque al mirar con mayor atención noté que no pasaba nada. Bueno, no estaba absolutamente muerto, ¿pero qué rayos era esto? Tenía a una mujer de rodillas frente a mí y el pequeño Neil no parecía demasiado entusiasmado con la idea de una mamada.

—¿Quieres tomar algo?

¿Tomar algo? ¿Estaba de broma? Prácticamente me sentí insultado por esa absurda suposición. Di un paso hacia atrás, todavía algo conmocionado, miré a mi compañero y luego a la mujer que tenía delante de él; nada, absolutamente, malditamente, estúpidamente, jodidamente, nada. Mascullé una maldición y luego procedí a subirme los pantalones de un tirón, podía intentar calmar sus necesidades con mi boca o mis manos, ¿pero con qué objeto? Ni siquiera estaba seguro de quererlo en realidad.

—Esto no va a funcionar. —Dios, esas palabras dolieron a un nivel imposible de explicar. Neil soltó un gemido lastimero en su prisión de tela, nunca antes había tenido que quedarse en la banca durante un enfrentamiento—. Me tengo que ir.

—Aguarda... —Ella me tomó por el brazo, dándome la vuelta para que la enfrentara. Infiernos, maldije para mis adentros en tantos idiomas como sabía maldecir y luego, muy lentamente, le devolví la mirada—. Déjame que te dé una mano.

No dije nada, pero al parecer Lyla no estaba queriendo mi consentimiento porque se puso a trabajar en mí ni bien notó que no retrocedía. Volvió a besarme profundamente, a meter su mano dentro de mis pantalones, a acariciarme y tentarme con la idea de acariciarla de regreso. Me obligué a enfocarme en lo que ocurría, la mente en el juego, la mente en el juego. Le alcé la blusa y se la quité por la cabeza con demasiada brusquedad, apreté sus senos a través del algodón negro de su sostén y cerré los ojos con reticencia al oírla gemir contra mis labios. Lo intenté, esperaba que en algún momento se encendiera la chispa y las ganas de follarla aparecieran, pero no ocurrió nada. Ni una maldita agitación, nada.

—Mierda, Neil, ni siquiera te pusiste duro.

Y no iba a ocurrir. Por algún motivo sabía que no importaría cuánto lo forzara, no iba a tener sexo con ella, no quería.

—Lo siento, nena, tengo la cabeza en otro lado.

—Pues que pena. —Me dio un empujón, levantó su blusa del suelo y se marchó sin darme una segunda mirada.

Solté un gruñido y con la misma molestia que sentía levándose en mi interior, le di un fuerte puñetazo a la pared. Apenas si sentí una cosquilla en mis nudillos, cuando decidí salir de ese lugar y buscar algo de verdadero consuelo.

Iba por mi cuarto cigarrillo cuando caí en cuenta que esta era la primera vez que mi mente no cooperaba con mi cuerpo, tomé un quinto para asegurarme que no había nada mal conmigo y con el sexto ya estuve seguro que todo era culpa de Sussy. Ella y su maldita forma de mamarla, ella y sus ojos avellanas que en nada se parecían a los de Lyla, ella y sus besos, ella y sus caricias, ella y sus manos, ella en mis manos. Ella. Ella era la responsable, me había puesto de mal humor con todo el asunto de la cita. ¿Por qué tenía que llamarla así de todos modos? Había querido hacer algo distinto para ella, había querido darle un buen momento antes de marcharme, tal vez persuadirla de que me regalara un mes más. Las citas eran... maldita sea, ni siquiera sabía nada de toda esa mierda. Las citas eran para las parejas, para buscar pareja o intentar mantenerla, y yo no hacía esas estupideces.

Me detuve frente a un negocio de artesanías, agradeciendo tremendamente la distracción. Apagué mi séptimo u octavo cigarrillo, quizá en realidad fue el noveno o el décimo, y me metí en la tienda con la vista fija en un objeto.

—¿Puedo ayudarle? —preguntó la dependienta, pegando una sonrisa amigable en su rostro. Le señalé el avión de madera que estaba en una de sus vitrinas y ella me la alcanzó para que pudiera echarle un mejor vistazo—. Es para decorarla uno mismo, puede pintarla del color que le apetezca y personalizarla.

—La llevo.

—¿Querrá pinturas también?

Me lo pensé un segundo, había decidido darle el avión a Bruno pero no le atraería mucho del modo en que estaba. Le faltaba algo de alegría.

—Sí, podría ser verde, rojo, blanco y negro. —Iba a ser un maldito Caza F-18, algo digno de un niño como Bruno. Además que me vendría bien la distracción. «Tres días más, sólo tres días más» En tres días iba a solucionar esta mierda de una buena vez, no iba a permitirle a ninguna mujer que jodiera mi posibilidad de joder a otras mujeres. No había nada de especial en ella, sólo me gustaba la idea del anonimato, la aventura, el desafío, y quizá aquella capacidad suya de combinar un exterior inocente con una perversidad interna que casi podía competir con la mía. Sí, bueno, tal vez me gustaba un poco su mente, su forma de ser y su físico, no había nada de malo con ello. Simplemente resultaba ser un condimento extra en la aventura, le daba un sabor distinto al sexo, pero tampoco era algo que no pudiese encontrar en otra parte ¿verdad?

Cuando salí de la tienda con mis pinturas y el avión ya me sentía más relajado, me di una pequeña regañina por los cigarrillos y me detuve en un negocio para reabastecerme de dulces. Las horas previas a la recaída, eran las más difíciles de superar y el shock de azúcar solía ayudar a vencer el momento. Saqué mi móvil de mi bolsillo y marqué el número de Sussy casi en piloto automático. Ella me había enviado algunos mensajes el sábado, justo unos minutos antes de que tuviésemos que subir al avión. No me dio mucha oportunidad de explicar nada, me dijo que estaba bien si me importaba una mierda lo que hacíamos pero que al menos me tendría que haber molestado en ser profesional. También me dijo que si no quería trabajar con ella, entonces que no me haría perder más tiempo y que me divirtiera en Montreal. Desde esa conversación, ella no volvió a responder ninguno de mis mensajes y tampoco tomaba mis llamadas.

Sabía que estaba molesta por la cita que no fue cita y que ella no quería aceptar como tal, pero resultó que mi despiste sobre el viaje le dio un motivo para que me tirara algo de mierda con justificación.

Habla Sussy, en este momento no puedo atenderte, deja tu mensaje.

—Hola, Su, este tal vez es el mensaje número veinte que te dejo. ¿Vas a responderme en algún momento? —Hice una pequeña pausa para soltar un suspiro—. Le compré un avión a Bruno, tengo pensado decorarla yo mismo... y hoy me fumé diez cigarrillos, quizá once, no lo recuerdo. —Volví a silenciarme, mirando casi sin mirar la calle que cruzaba—. No me hagas la ley del hielo, nena, voy a admitir que fue una cita si vuelves a responderme, ¿bien? Mañana pienso fumarme el resto de la caja y quizá otra más, me siento demasiado ansioso y no me lo estás poniendo más fácil... te extra...

Bip.

w

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Lucas: Muy bien, damas, quiero que quede algo claro. Muchas de ustedes cumplen años en octubre por lo que he visto, y por mucho que Tammy quiera escribir un capítulo para dedicarles en su día, sepan que no le da la cabeza para tanto. Igual la queremos, ¿verdad? Para todas esas que piden dedicatoria en su cumpleaños, tengan paciencia todo llega... quizá hasta con un año de demora, pero llega.

Jace: Yo quiero agradecer a todas las que me felicitaron en mi cumpleaños, tanto por aquí como por FB, fue un gran detalle. Y son 29 años los cumplidos, para esas que preguntaron. Gracias :D

Lucas: ¿Fue tu cumpleaños?

Cam: Si te hubieses acordado, podríamos haber traído a William con el deseo ¿no?

Neil: ¿Qué cumpleaños sigue?

Lucas: El mío y no voy a desperdiciar mi deseo en traer a ningún hombre, ya tengo apartado el deseo de este año. Lo siento.

Cam: ¿Qué vas a pedir?

Lucas: Que Neil nazca en otra época.

Neil: ¡Oye!

Lucas: Preferentemente una donde haya una guerra muy sangrienta.

Jace: En fin... ¿dedicatoria, caballeros?

Cam: Oh, sí, yo tengo una muy especial. Hoy es el cumpleaños de Silvana, una muchacha que tiene la cabeza correctamente sobre los hombros...

Lucas: Seguramente dijo que eras su favorito, ¿no?

Cam: Exacto y eso ya demuestra su inteligencia. Felicidades, hermosa, espero que lo hayas pasado estupendo en tu día y gracias por pensar en mí para esta dedicatoria. Un beso grande.

Lucas: Eso es todo por esta noche, saludos a la festejada... no que los haya pedido, pero en fin.

Jace: Próximamente haremos brindis para bodas, bautizos y comuniones.

Neil: Y bar mitzvah ¿no? No deberíamos discriminar...

Lucas: Tú no opines.


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