Diez por el esfuerzo
Cuando empiezan a preguntar por mí, me hacen sentir querida. ¿Qué les digo? xD A veces me da ganas de pintar y no tanto de escribir, por eso estuve un poco ausente (intento hacer arte por algún medio, pero sigo sin tener éxito xDD). Además que esta historia está cada vez más cerca del final y para preparar el final tengo que leerla toda, para ver si estoy siendo coherente. ¿Vieron? En fin... bla, bla, bla. Ya no hablo más, acá tienen un cap de transición... algo para ir poniéndonos en carrera para los últimos ;)
Capítulo XXVIII: Diez por el esfuerzo
Con un giro y un muy necesario bostezo, me estiré tanto como las sábanas me permitieron y al mismo segundo mi mano se estrelló contra algo duro que gimió en protesta. Me volví para encontrar a Neil dormido a mi lado, presionado contra la esquina de la cama casi como si estuviese haciendo equilibrio para no caerse. Sacudí la cabeza, no importaba cuánto tiempo había pasado desde la primera vez que se quedó a dormir conmigo, todavía no me acostumbraba a despertar un día y verlo batallando por dominar al menos un lugar en el colchón. Esa, dentro de todo, era una de las dificultades más simples que teníamos por delante.
Admito que luego de la fiesta de Bru, las cosas se volvieron algo extrañas entre nosotros. Sobre todo porque por mucho que él dijese, nada borraba de mi mente lo que lo había oído admitir a Jace durante su juego de Hockey de aire. Neil no estaba preparado, o no quería o vaya uno a saber qué era exactamente lo que pasaba por su cabeza. Estaba resignado porque era algo que ya no podía cambiar, como el trabajo que obtuvo por coacción de su abuelo o el hermano que se vio obligado a aceptar frente a las circunstancias. A pesar de que Cal era fantástico, pero eso es punto y aparte. No es como si algo de aquello lo hubiese deseado y según él, no había problemas con ello. Pero a mí me hacía ruido, simplemente no podía terminar de entender su lógica de resignación. No podía entender cómo de momentos parecía en realidad querer al Cachorro y en otros ni siquiera detenerse a pensar en él. En ocasiones actuaba y decidía cosas como si no viera que en el futuro el bebé existiría por fuera de mí, y eso creaba una barrera inevitable entre nosotros.
Pero incluso frente a sus vacilaciones o reticencias, él seguía regresando.
—¿Neil? —Le sacudí un brazo y él soltó un sonido que pareció significar "¿qué?"—. ¿A qué hora llegaste?
Se pasó una mano por el rostro, entreabriendo sus ojos dorado lo suficiente como para observar los míos.
—Cuatro.
Solté un bufido frente a su respuesta. Le había dicho en más de una ocasión que se quedara en su casa si se le hacía demasiado tarde. Pues por mucho que me gustaran sus visitas, no me agradaba nada que condujera dos horas estando cansado. Y he aquí nuestra dificultad mayor: la distancia.
Ambos teníamos vidas bien constituidas en nuestras respectivas ciudades, teníamos casas propias y trabajos que demandaban mucho de nuestro tiempo. Ninguno estaba dispuesto a renunciar a todo ello sin más y llevamos los últimos tres meses tratando de ponernos de acuerdo. Neil buscaba una casa en Portland, pero yo no estaba tan segura de querer tener una casa en común con él. Y no por las razones que están pensando, Neil me gustaba y creo que ya dejé en claro cuan estúpida me puedo poner cuando se refiere a él. Pero sabiendo lo que sabía, sabiendo que él estaba diciendo que sí porque no le gustaban mucho más las alternativas, me contenía. Todavía me sentía incapaz de pensar en él, o en lo nuestro como algo más que temporal. Y como era una cobarde, prefería sacar provecho de la situación el tiempo que durase. Si él hacía todo ese viaje tres veces por semana para estar conmigo, yo no iba a ser quien lo detuviera, si él quería dormir poco y mal en mi cama, sin duda yo no iba a persuadirlo de lo contrario. Si esta situación iba a prolongarse por otros tres meses, no existiría una yo racional que lo intentara detener. Porque teníamos esto, fuese lo que fuese, lo teníamos y no quería arruinarlo en busca de respuestas que tal vez no serían satisfactorias.
Me gustaba que Neil siguiera volviendo, me gustaba porque había aprendido a no esperar nada de él. Y cuando aparecía en mi puerta o en mi cama de forma inesperada, algo en mi mente me decía que tal vez no todo era como yo lo veía.
Me desenredé de las mantas y me bajé de la cama, tratando en la medida de lo posible de mostrarle a Neil que tenía todo el espacio para sí mismo. Pero él apenas se movió hacia el lugar desocupado, lo cual simplemente dejaba a relucir lo cansado que estaba.
—¿A dónde vas? —murmuró de forma repentina, deteniéndome en la acción de ponerme mis pantuflas. Lo miré, pero sus ojos permanecían cerrados y su pecho subía y bajaba con la forma pausada característica del sueño.
—A caminar —respondí con el mismo tono de voz que él había usado.
—Bueno. —Sonreí con eso y me incliné en su dirección para dejar un beso en su mejilla—. Ten una buena caminata, nena.
—Te despierto para la comida —dije, permaneciendo unos segundos más de pie observándolo. Neil se movió, colocando uno de sus brazos sobre su frente y luego soltó un leve gruñido.
—Bueno, déjalo ya —masculló con cierto aire molesto. Fruncí el ceño y me crucé de brazos, sin comprender a qué se refería. Tal vez estaba soñando.
—¿Que dejé qué? —le espeté, porque sabía que era un poco propenso a hablar demás cuando estaba somnoliento. Él se quitó el brazo del rostro, más despierto de lo que había esperado, para darme una mirada llena de malicia y pensamientos sucios.
—Deja de pararte allí viéndote tan condenadamente atractiva, tengo que dormir. Estoy cansado...
—Nadie te dice que no duermas —repliqué, sin poder evitar que una sonrisa se deslizara por mis labios.
—¿Cómo esperas que duerma cuando te paras ahí pidiéndome que te arrastre de regreso a la cama? No voy a hacerte el amor ahora, Susan, así que para.
—Eres un idiota. —Reí, dándole un pequeño golpe en la cadera y él se volteó, abrazando la almohada para volver a dormir. En verdad estaba cansado y yo no estaba intentando provocarlo.
Tenía por costumbre salir a caminar todas las mañanas y el hecho de que Neil estuviese en mi casa o en mi cama viéndose tan sexy como de costumbre, difícilmente cambiaría mi rutina. Siempre fui una mujer bastante activa, la idea de quedarme vegetando con la excusa del embarazo no era para mí. Además que, a no ser por algunas nauseas, venía llevando un embarazo tranquilo. Me sentía bastante enérgica para hacer casi todo lo que solía hacer antes, y no podría decir que mi barriga fuese impedimento alguno. Pues apenas si se notaba una pequeña ondulación que se despegaba de mi cuerpo. Pero según el médico todo iba normal y yo sabía que eso era cierto, ya que había presenciado los embarazos de Lara y de Sam. En donde había podido confirmar que, por algún motivo extraño, en las mujeres Hassan existía una tendencia a que la barriga de embarazada se reservara casi de forma exclusiva para los últimos dos meses. Antes de eso, sólo lucíamos como personas que se habían atiborrado durante la cena. Neil pensaba que estaba matando de hambre al Cachorro, pero la verdad es que yo comía como si no hubiese un mañana. Mi metabolismo y genética eran buenos, se los dije antes.
Me vestí rápidamente, decidida a darme una ducha al regresar de mi caminata. Neil permaneció dormido durante todo el proceso, así que no tuve reparos en pasearme en ropa interior delante de su persona. Acababa de echarle llave a la puerta principal, cuando mi móvil dentro de mi brazalete deportivo comenzó a vibrar. Respondí desde el manos libres, lanzándome a la acera con paso apresurado.
—Diga.
—¿Sussy?
—¿Es menester preguntarlo, hermano?
—Nunca se sabe quién puede estar del otro lado —murmuró Lucas, al parecer de buen humor—. ¿Qué haces?
—Caminando, en unos cinco minutos pasaré por la panadería. ¿Quieres que salude a tu padre?
—Si serías tan amable. —Él ya había aceptado completamente aquello, incluso en ocasiones se permitía bromear al respecto—. Dile que lo estoy haciendo bastante bien por aquí, estaría orgulloso de mí.
—No cabe duda —le respondí, sonriendo—. ¿Qué necesitas?
—Directo al punto.
—Sé que no eres bueno haciendo charla casual, si llamaste es porque necesitas algo... así que escúpelo. —Lucas soltó un pequeño bufido, pero no fue capaz de contradecirme. Además que sabía que yo no era su primera opción para hacer una llamada de cortesía, lo cual significaba que había un motivo oculto.
—¿Para cuándo está previsto el nacimiento del Cachorro? —Oh, sí, todos se referían al bebé como "cachorro". En cuanto Neil lo dejó caer durante una conversación, a toda mi familia le pareció lindo y comenzaron a decirle así. Incluso Lucas.
—Unos cuatro meses, ¿por qué? —No que aquello fuese una ciencia exacta, pero tenía la esperanza de que todo se siguiera desarrollando acorde al plan de mi médico—. ¿Luke? —Estaba acostumbrada a sus silencios durante las conversaciones, pero por algún motivo presentía que había algo más detrás de éste—. ¿Todo va bien?
—Sí, sí, todo va perfecto —se apresuró a responder.
—¿Entonces?
Suspiró.
—Quiero poner una fecha...
—¿Para tu boda? —pregunté algo aturdida por el rumbo de la charla. Sobre todo por el hecho de que se hubiese detenido a pensar en mí en un momento como ese.
—Sí.
—¿O sea que en realidad vas a hacerlo?
—¿Creías que iba en juego?
Me encogí de hombros, a pesar de que él no podía verme dudando. Incluso aunque sabía que su relación con Keila era seria, nunca había dejado de pensar en Lucas como alguien unido intrínsecamente a Gabrielle. La boda con Gaby para mí siempre había sido un hecho, algo que todos en nuestra familia sabíamos que ocurriría de un modo u otro; aunque finalmente no ocurrió. Ahora él pondría una fecha definitiva para casarse con Keila, seguiría adelante y comenzaría una etapa de su vida que había quedado pospuesta por un largo tiempo.
—No sé qué creía —admití, bajando ligeramente la voz—. Es sólo que... realmente me alegro por ti, Luke. —Me detuve junto a un banco en el parque, dándome un segundo para asimilar la noticia—. Es un gran paso.
—Lo sé.
—¿Te asusta?
Él rió con suavidad ante mi espontánea pregunta.
—No —dijo sin un ápice de duda—. Me asustan muchas cosas, pero pensar en tener a Keila en mi vida para siempre es algo que me emociona mucho. Y aunque no sean más que meros formalismos, con ella lo quiero todo; papeles, firmas, testigos, jueces, curas... hasta la niña de las flores.
Fui incapaz de esconder mi sonrisa al oírlo hablar de ese modo, nunca había dudado de la capacidad de sentir de Lucas, pero escucharlo expresarse así era algo sin precedentes.
—En verdad la amas —musité sin querer, pensando en todo lo que él había pasado hasta llegar allí. A pesar de que hubo un tiempo en que pensé que se daría por vencido, de algún modo Lucas encontró la forma de seguir luchando. O quizás fue Keila la que lo encontró, la que lo impulsó a ver que había mucho más para él.
—Mucho —aseveró con voz contenida.
—Entonces pongas la fecha que pongas, allí estaré. Incluso si me pongo de parto, voy a sostener al Cachorro dentro hasta que tú des el sí.
Lucas rió entre dientes.
—No tentemos nuestra suerte, hermana. Será el día después de que nazca.
—Trato.
***
La caminata transcurrió sin incidentes luego de esa llamada, hasta me sentí lo bastante alegre como para detenerme en la panadería. Pero no saludé al supuesto padre de Lucas —algún día tendría que detener esa broma o mi padre se podría sentir impulsado a comprobarlo en realidad—, sino que compré algunas masas para comer con Neil más tarde. Y básicamente me comí tres cuarto del contenido de la bolsa conforme regresaba. ¿Lo ven? El Cachorro está más que bien alimentado.
—¡Sussy! —Escuché mi nombre, pero estaba bastante enfocada en cruzar la calle de forma segura como para voltearme a ver de quién se trataba. En ese lugar la mitad de las personas me conocían, había crecido y vivido allí toda mi vida, era lógico—. ¡Susan Hassan!
Oh, debía ser importante si usaban mi nombre y apellido. Me detuve.
—¡Cristian! —exclamé, cuando al voltearme me encontré cara a cara con él. No había esperado que estuviese tan cerca—. ¿Cómo estás?
—Bien. —Sacudió la cabeza, sonrió y dio un pequeño paso hacia atrás. Al parecer él también se había dado cuenta de lo reducido que había quedado el especio personal—. ¿Y tú?
—No puedo quejarme.
—¿Vas a tu casa? —Asentí, mientras él se colocaba a mi lado y acompasaba su paso al mío—. ¿No te molesta si te acompaño?
—No, para nada.
Cristian sonrió con suavidad, colocando las manos en los bolsillos de sus pantalones de vestir. Como de costumbre estaba impecablemente vestido, con su cabello castaño correctamente peinado y su camisa perfectamente planchada. Él siempre había sido un modelo de elegancia y educación, muy acorde con su profesión y personalidad. Antaño, había sido compañero de escuela de Lucas. Decir que era su amigo quizás era manipular impíamente la verdad, Lucas no se caracterizó en la escuela por ser el chico más sociable y Cristian, era sólo ligeramente más abierto a tales cuestiones. Así que se dejaban ver por ahí el uno con el otro, pero sólo eran dos chicos medios raros que asociados hacían una especie de amistad obligada. Los raros con los raros, o algo así.
—¿Qué es de tu vida? —pregunté, porque ya tenía práctica en todo el tema de tratar con gente silenciosa.
—Igual que siempre —dijo, desestimando el tema con un movimiento de su mano—. En realidad, hace un tiempo que quiero hablar contigo. Pero no he tenido mucha suerte en encontrarte.
—Oh, es que hago viajes a Portland los fines de semana. —Mi pequeño sacrificio para con mi relación con Neil, en el futuro nadie podría decir que no lo había intentado—. Y durante la semana estoy en el local, deberías pasarte.
Él negó, bajando la mirada un instante al suelo. Recordé vagamente que Lucas siempre había sido el antipático y Cristian el tímido, al punto en que ni siquiera quería entrar en la casa cuando estábamos todas allí. Siempre me había gustado fastidiarlo por eso, incluso en una ocasión lo invité a una cita por el simple motivo que sabía que se moriría de la pena. Y así fue, ¡dios! Con ellos dos cerca, durante mi adolescencia siempre tuve posibilidades de desplegar mi maldad.
—No, no, eso no será necesario —se aclaró la garganta, alzando el rostro de forma tentativa. Con todo y su timidez, cuando se ponía serio era un tipo admirable—. Lo que te tengo que decir tal vez no te guste mucho.
—Bueno... —Tuve una idea de lo que iba a decirme, pero me las apañé para lucir relajada—. Anda, suéltalo.
—Alan se pasó por mi oficina hace unas semanas, intenté hablar con él pero se ha vuelto algo insistente últimamente. —Hice un leve gesto para que supiera que lo escuchaba y él continuó—: Está decidido a vender los locales que están a nombre de ambos y quiere saber si estás dispuesta a negociar una suma.
—¿Acaso perdió la cabeza? —Cristian frunció el ceño, tal vez pensando lo mismo que yo pero sin tener la osadía de decirle en voz alta—. No, Cristian, dile que no. Primero muerta antes de darle nada.
—Técnicamente la mitad le pertenece, Sussy. —Yo lo sabía, pero no podía creer que tuviese la cara para presentarse ante mi abogado para exigirme nada. Mucho más teniendo en cuenta lo que Cristian sabía de él—. Tal vez podríamos discutir una suma, sin necesidad de vender.
—¿Quieres que le pague? ¿Estás escuchando lo que dices? —le espeté, irónica.
—Estoy viendo un modo de que puedan llegar a un acuerdo, sin que tengas que presentarte en una audiencia con él. —Se silenció un segundo, pasándose una mano por lo boca en gesto nervioso—. Está dispuesto a llegar a esa instancia.
—Pues que lo haga —repliqué, altiva—. Quiero ver cómo se justifica ante un juez.
—Sussy... —me interrumpió con una calma que no supe comprender, lo miré enarcando una ceja—. En teoría no tiene nada que justificar, no hay nada asentado en ningún lado. Y sería una cosa de tu palabra contra la suya.
—¿Bromeas? —inquirí con un hilo de voz. Cristian negó, deslizando sus ojos de mi rostro hacia la fachada de mi casa; habíamos llegado—. ¿Voy a tener que darle dinero para que me deje en paz? ¿Es así como funciona?
—No me gusta más que a ti, Sussy, pero tal vez sea para mejor. —Parpadeó en dirección a mi abdomen, donde la prenda deportiva no hacía nada por disimular mi estado—. Podrías seguir adelante con tu vida, tener algo de tranquilidad y perder cualquier vínculo con Alan.
—Me lo pensaré —dije, al cabo de un momento. La idea de olvidarme de cualquier cosa que me relacionara con él, era por demás tentadora. Pero no me gustaba mucho tener que pensar en darle mi dinero, como si de algún modo lo estuviese recompensando por ser un hijo de puta—. Déjame que te llame en algunos días, ¿bien?
—Por supuesto, tómate tu tiempo. —Le sonreí, permitiéndole que me arrastrara en un torpe abrazo. Al menos él había perdido la timidez suficiente como para acercarse a mí sin ponerse colorado—. Llámame, por favor —me espetó, sonando como el abogado que era.
—Dios, Cristian, estoy embarazada. ¿Quieres dejar de coquetear conmigo?
—Yo no... —comenzó a decir, pero frente a mi carcajada se detuvo y rodó los ojos—. Tú nunca te cansas, ¿verdad?
—No. —Le di un golpe juguetón en el brazo—. Todavía tengo la esperanza de que desates tu lado salvaje conmigo, sé que bajo esa fachada de chico culto y correcto, se esconde un verdadero rompecorazones.
—Supongo que nunca lo sabrás, ya que decidiste no esperarme.
Abrí la boca, verdaderamente sorprendida por su respuesta rápida. Estaba tan acostumbrada a molestar a Cristian sin obtener ni una reacción de su parte, que esto me había sacado de juego.
—Pues estoy de luto... —musité, en parte siendo sincera con él. Una chica jamás se negaría a la posibilidad de poder pervertir al chico guapo y reservado.
—No más que yo.
—¡Cristian! —¿Qué había pasado con mi abogado callado y tímido? ¿Acaso ya no había cosas sagradas en este mundo? Dios, me sonrojé—. ¿Me las estás devolviendo a todas juntas?
Sonrió, dientes blancos y perfectos desplegándose detrás de sus labios.
—Dudo que alguna vez vayamos a estar a mano.
—Pero por algo se empieza.
—Claro.
—¿Sussy? —Di un respingo, volviendo el rostro hacia la puerta de mi casa. Neil estaba allí, sin camisa, mirándonos a Cristian y a mí de hito en hito, sin camisa, y de brazos cruzados, sin camisa, y luciendo como alguien sacado de una pandilla de motoristas. ¿Este hombre tenía un sentido extra para oler a otros de su misma especie rondándome?
—Hola, Neil. —Saludé como si nada, tomando a Cristian del brazo para arrastrarlo hacia la entrada—. Cristian este es Neil, Neil te presento a Cristian, mi abogado.
Le daría puntos porque fue lo bastante civilizado como para estrecharle la mano sin enseñarle los dientes.
—Un gusto —murmuró Cristian, sonando sincero.
Neil asintió en silencio sin apartar sus ojos dorados de él, para luego agarrarme de mi mano libre y jalarme hacia sí con nada de disimulo. ¡Hombre! Sólo le había faltado golpearse el pecho con el puño.
—Claro —concordó sin parecer en lo absoluto sincero. Obviamente Cristian notó la tirantes en el tono de Neil, porque dio un conveniente paso hacia atrás y me sonrió de forma fugaz.
—Bueno, yo sigo mi camino. ¿Me llamas cuando estés lista? —Neil se tensó a mis espaldas frente a la elección de palabras de Cristian, incluso lo pude ver presionando la mano que posaba en mi cadera como si se estuviese desentumeciendo o preparándola para dar un golpe.
—Por supuesto. —Le pegué en la mano a Neil, haciendo que reculara. ¿Cuál era su jodido problema? Lo que menos necesitaba era lucir como un criminal frente a un abogado—. Hablamos.
—Mucha suerte, Sussy. —Elevó sus ojos celestes en dirección de Neil—. Hasta luego.
—Sí, ya lárgate.
—¡Neil! —Cristian se rió entre dientes, aunque pude ver que no hizo ningún intento por permanecer otro segundo más frente a nosotros. Me giré en cuanto mi abogado se marchó, lista para ponerlo en su lugar—. ¿Qué pasa contigo?
—Ese tipo te estaba abrazando.
—¿Y? —Lo hice a un lado para entrar en la casa, sin muchos ánimos de escuchar su queja—. Es mi abogado.
—¿Desde cuándo los abogados deben abrazar a sus clientes?
Rodé los ojos, dirigiéndome a la cocina para dejar las masas que habían sobrevivido al viaje.
—No voy a responder esa pregunta ridícula —le espeté, sin hacerle el menor caso. Neil sólo estaba siendo Neil, seguramente porque no había dormido lo suficiente y le faltaba azúcar en su sistema—. Traje masas.
—Genial, dámelas. —¿Lo ven?—. De todos modos, abogado o no, no me gusta su cara.
—A mí siempre me pareció atractivo.
—Estás jugando con fuego —me advirtió, dándole una furiosa mordida a una de las masas. Sonreí para mis adentros.
—Era amigo de Lucas en la escuela, no seas tan... tú, ¿quieres?
Neil se detuvo un instante sobre mis palabras, tragando el contenido que tenía en la boca. Me miró, serio.
—¿Lucas tenía amigos? —preguntó con incredulidad.
—Bueno, amigo, compañero, cómplice... yo qué sé.
—Muchas más razones para desconfiar de él. —Sacó otra masa de la bolsa de la panadería—. Si le caía bien Lucas, sin duda tiene algo mal.
Le di la vuelta a la isla, ya cansada de esa conversación estúpida. Me paré detrás del taburete que estaba ocupando y entonces crucé los brazos alrededor de su cuello, dejando un pequeño beso en el inicio de su espalda.
—Dejemos de hablar de niños raros, ¿quieres? —Planté otro beso sobre la piel de su hombro, logrando que Neil se girara lo suficiente como para enfrentar mis ojos con algo de recelo—. Ya que estás despierto, ¿por qué no buscamos algo más para hacer?
Él frunció el ceño de un modo sutil, para luego girarse por completo y terminar encajándome entre sus piernas abiertas.
—¿Qué quería ese abogado contigo?
—Entrar en mis bragas, como la mitad de los hombres en este pueblo.
Su mano abierta cayó fuerte contra mi trasero, no sólo haciéndome chillar por su rudeza sino que también pegándome aún más a su cuerpo semidesnudo.
—¿Así que quiere entrar en tus bragas? —susurró con malicia, inclinándose para soplar sus palabras contra mi clavícula. Eché la cabeza hacia atrás con un leve "hm" en acuerdo—. ¿Voy a tener que darle una lección? —preguntó, a tiempo que hundía sus dientes en la delicada piel expuesta. Gemí, empujándome hacia adelante como respuesta primitiva, mientras sentía una de sus manos colarse por el borde de mi pantalón deportivo hasta que terminó cerrándose posesivamente sobre mi trasero. Mis bragas no parecían ser lo bastante fuertes como para mantenerse firmes en su lugar, casi podía sentir que de un segundo a otro terminarían por desintegrarse bajo su tacto—. Mía —musitó, estrellando sus labios contra los míos en un beso que no admitía replicas—. Eres mía, dilo.
—Tuya —acordé con la mente lejos de cualquier intento de conversación. Neil enredó la fina tela de mis bragas entre sus dedos, jalando de ellas hacia arriba para crear una fricción que casi me hizo ronronear.
—Y que no se te olvide —espetó con voz ronca, apartando de una vez la tela que lo separaba de mi centro. Me mordí el labio inferior con fuerza, pero él se apoderó de mi boca una vez más, a tiempo que sus dedos se hundían en mi interior y me mecían adelante hacia atrás para perseguir mi liberación.
—Neil... —suspiré, clavando mis uñas en sus hombros para sostenerme en pie. Él aceleró la entrada y salida de sus dedos, obligándome a dejar caer mi cabeza sobre su pecho y permitirle que su malvada mano hiciera lo que le venía en gana conmigo.
Fue entonces cuando supe sin lugar a dudas que si nuestra relación incierta debía prolongarse por tres meses más, seis, o un año, no había forma en el mundo de que yo rehusase. Porque tal vez esto no era lo que Neil había querido, pero honestamente... yo tampoco había estado buscándolo. Y de momento funcionaba, funcionábamos. Pues como novio de circunstancia, Neil se sacaba diez por el esfuerzo.
_______________________________
Neil: Finalmente pude mandar a Lucas a hacer algo útil con su vida y sacarlo de aquí para que paseara a tu perro. ¿No estamos todos más tranquilos así?
Jace: Vas a tener que acostumbrarte a él tarde o temprano.
Neil: Lo haré, siempre y cuando mantenga sus distancias. Y deje de buscar votos para su presidencia en mi historia.
Jace: jajaja pues para tu desgracia, debes saber que varias vienen a shippear a Lucas aquí.
Neil: ¿Qué diablos es eso?
Jace: ¡No lo sé! Pero lo he leído un centenar de veces, así que debe ser o muy bueno o muy malo.
Neil: No estoy seguro de si me gusta ser shippeado, suena como algo íntimo e invasivo.
Jace: Dios, pues realmente espero que no sea algo malo. Porque muchas lectoras dicen estar shippeando a uno u a otro de nosotros. Tal vez alguna quiera explicarnos lo que significa, porque en verdad me gustaría saber qué es lo que me están haciendo cada vez que dicen: "Oh, Jace, yo te shippeo".
Neil: A mí también me gustaría saber, en caso de que sea algo sucio (como estoy pensando), sepan que estoy muy dispuesto a dejarme shippear.
Jace: En fin, Fernanda, hoy teníamos que hablar contigo y sin querer nos hemos desviado del tema.
Neil: Cierto. Disculpa, nena, ¿cómo estás? Sé que falta poco para tu cumpleaños, pero para evitar llegar tarde esta vez decidimos llegar mucho más temprano. Y como es mala suerte desear felicidades antes del día en cuestión, déjame decirte que yo te shippeo completamente. Espero que hayas disfrutado de tu capítulo, Fernanda y gracias por seguir esta historia ;)
Jace: Cuando sea tu día, piensa en nosotros antes de pedir tu deseo. Ya sabes, un carro nuevo para Jace...
Neil: O un perrito para Neil... piénsalo.
Jace: Bueno... y como falta poco para Navidad, vamos a desearles a todas y todos que pasen unas muy felices fiestas. Beban con responsabilidad, coman irresponsablemente, regalen amor y esperen ser amados.
Neil: Claro, yo sólo espero que no se hayan olvidado de celebrar el Janucá este año.
Jace: Un pensamiento muy noble, Neil.
Neil: Y ya que estoy, me permito recordarles que soy un mal judío. Así que no se contengan si quieren darme regalos.
Jace: Hasta allí llegó tu nobleza...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro