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De cómo un hombre da perspectiva

Hola! Bueno, qué les digo. Este cap es un poco más largo y tiene algunas cosas distintas, estoy intentando contar la historia tal y como se presenta en mi cabeza. Así que espero les guste la idea xDD Y bueno, ya veremos... a leer!

Capítulo VI: De cómo un hombre da perspectiva

Neil

—Oye... ¡Oye, idiota! ¿Estás escuchando lo que digo?

Sacudí la cabeza al recibir el golpe de lo que muy seguramente se trataba de un bolígrafo, ¿cómo había hecho para lanzarlo con la precisión de atinar la punta en mi nuca? Eso sí era el verdadero enigma.

—Hijo de puta, ¡no tenía la tapa puesta! —exclamé, sobándome la zona que había sido herida en el impacto. Si había sangre allí, ese imbécil no saldría en dos pies de este edificio. Sobre todo porque los accidentes ocurren en edificios a medio construir todo el tiempo, todo el jodido tiempo.

—No es mi culpa que tú subas sin casco, ¿no deberías dar el ejemplo?

—¿No quieres ver como doy el ejemplo corriéndote de una patada de aquí?

Salomón sonrió mostrándome una hilera de dientes enormes y blancos, cuando sonreía normalmente me recordaba al lobo de la caricatura que desenrollaba su lengua ante la mujer bonita, demasiado blancos y demasiado grandes para verse amigable. Pero él lo era, menos cuando me arrojaba objetos corto punzantes a la cabeza.

—Me amas, Joyce, no podrías correrme aunque tu vida dependiera de eso...

Cruzó uno de sus pesados brazos por sobre mis hombros, dándome una palmada en el pecho. Lo miré de soslayo, notando súbitamente por el rabillo del ojo un tono de color que nada tenía que estar haciendo en ese sitio.

—¡Carter! —llamé con voz firme, logrando que el aludido se diera al vuelta de un brinco—. ¿Dónde llevas esas guardas?

—Las subí desde el segundo, jefe.

Puse los ojos en blanco, sintiendo más que viendo el modo en que Salomón sacudía la cabeza ante la respuesta del chico.

—¿Y por qué mierda subes algo de otros pisos? Está todo diagramado por piso, ese color no lo vamos a usar aquí. Baja esas guardas al lugar donde pertenecen y no toques nada al menos que alguien te dé la orden, ¿entendido?

—Claro, jefe.

Me deslicé fuera del semi abrazo de Salo, ganándome un encogimiento de hombros por su parte. Carter era nuevo y hasta el momento sus idioteces no nos habían costado más que estarnos con los ojos bien abiertos, pero todos sabíamos que era cuestión de tiempo para que tuviéramos que pagar por uno de sus despistes. Y los despistes en la obra eran días de trabajo extra, hombres sin cobrar y mucho de un Neil cabreado necesitando cigarros.

—Si no te corro es porque necesito que mis edificios estén bien iluminados —continué, retomando la conversación anterior pero sin quitarle los ojos de encima a Carter—, ¿cuál es la situación aquí? ¿Tendremos luz pronto o tendré que vender mi culo para conseguirnos una prorroga?

—Por tentador que suene verte vender ese culo tuyo, creo que de momento llegaremos con el plazo. Sólo necesito una semana.

—Te doy una semana de Neil y siéntete afortunado. —Una semana de Neil equivalía específicamente a cinco días, ni uno más ni uno menos.

La sonrisa lobuna de Salo se convirtió en una línea reticente.

—No puedo comenzar a trabajar, hasta que terminen el sistema de plomería—protestó él, deslizándose un lápiz sobre la oreja pretendiendo lucir profesional—. Si me vas a dar cinco días, terminen con la cocina y los baños de las oficinas.

Me apuntó con su dedo de forma amenazadora, pero yo sólo me limite a bufar.

—Métete ese dedo en el culo, Salo, voy a terminar con eso hoy y para mañana te quiero con tu equipo iluminándome este sitio. O te juro que me voy a conseguir otro electricista.

El hombre soltó una carcajada, dándome una fuerte palmada en el hombro.

—Lo tendrás en cuatro, Neil, justo como a ti te gusta.

—Respiro aliviado —susurré, logrando otra sonrisa amplia en mi electricista.

—El italiano te estaba buscando más temprano, dijo algo de necesitar que tú hicieras algo con alguien que necesitaba de tu ayuda para algo.

Presioné los ojos tratando de seguir la línea de su argumentación, pero no conseguí nada en limpio. Yo no pensaba bien cuando tenía apetito y ya era hora de la colación de media tarde, ¿no?

—¿Jace estuvo aquí? —Salomón chasqueó los dedos como respuesta afirmativa, él rara vez recordaba los nombres de las personas, adjudicaba todo eso a una descarga que había recibido hacía algunos años durante un trabajo. Para él unos cables se soltaron dentro de su cabeza por el suceso y simplemente no era capaz de retener nombres, con el resto de las cosas el hombre era una luz. Literal y no literalmente hablando—. ¿Qué quería?

—Que le hicieras un favor para ayudarlo a ayudar a alguien con algo... —Sacudió una mano en el aire, exasperado—. ¡No sé, maldita sea! No soy tu jodida recepcionista.

Solté una carcajada, viéndolo alejarse por uno de los pasillos aún sin iluminar.

—¡Pues qué pena, te quedarían las faldas de tubo! —Él se volteó para enseñarme su dedo medio—. Piénsalo, no debes ocultar esas piernas, cariño.

—Vete a la mierda.

Volví a reír entre dientes, pero al pensar en mi amigo y su visita en la construcción mi sonrisa se debilitó. No es que tuviese pegas para verlo, lo veía casi cada maldito día de mi vida. Pero teniendo en cuenta mi pequeño "momento" durante el brunch, prefería tener unos segundos extra para pensar un país bonito al cual huir en el lapso de las siguientes horas. Preferentemente uno tropical.

Verán, Jace tenía una sola regla y esa siempre había sido: con la familia de uno, no. Y aunque difícilmente podría decirse que Sussy fuese su familia, el estilo italiano de Jace lo hacía extender de forma fácil ese límite consanguíneo que cualquier humano normal consideraría "familia". No es como si hubiese embarazado a la mujer, ¡por Dios! Había sido un simple beso y sabía que Sussy no le daría mayor trascendencia de la que merecía. Éramos adultos jugando; ella se me presentó en ropa interior y yo me saqué la camisa, ella me miró sin disimulo y yo le devolví el favor, ella me convirtió en su numerito en el restaurante y yo la hice mi novia falsa, ella me puso los pechos en el rostro y yo la besé. Creo que en el modo de suceder las cosas, mi comportamiento está más que justificado. Y esto lo digo de un modo completamente imparcial, pues le aplaudiría la tenacidad de cualquier otro hombre que pudiese tratar con ese manjar con piernas y no darle una mordida de prueba. Yo tengo como regla no renegar de cosas que se me ofrecen de un modo tan tentador. Obviamente allí había un conflicto entre reglas, y como cualquier persona inteligente, yo tendía a poner como prioridad mis reglas. Y como punto a considerar por el jurado, tengo que decir que ni siquiera había llegado a morder.

Mi móvil comenzó a zumbar en mi bolsillo y supe de quién se trataba incluso antes de sacarlo de su prisión de mezclilla.

—Neil Joyce.

Podría apostar mi vida a que su respuesta sería una burla.

—Tú lo sabes, yo lo sé, ¿por qué insistes con esa mierda, Neil?

—Soy narcisista, me gusta oír mi nombre. —Hice una pausa para aclarar mi garganta con innecesaria fuerza—. Neil Joyce, Neil Joyce, varias mujeres me dijeron que es hasta afrodisíaco.

—Eres un marica, Joyce.

—¿Hay algún motivo para esta llamada, Jace? —Uno de mis chicos pasó a mi lado cargando unas lozas que no eran para esa habitación, así que tuve que maniobrar con mi teléfono y el muchacho para indicarle que se diera la vuelta. Yo tenía que tener ojos hasta en mis orejas... maldita sea, mataría por un cigarro.

—¿Vienes a cenar esta noche?

—¿Sam va a salir con Charlie?

—¿Ese puto? ¡No! —A mi amigo le fastidiaba sobremanera que le recordasen el nombre del amigo de su mujer, pero así era la vida. Y mi propósito era fastidiarlo siempre que la oportunidad se presentase, pues así era mi vida—. Sussy está en la ciudad como bien tú sabes y no me informaste...

—Pensaba mandarte un memorándum de todas las personas que ingresaron a Portland en las últimas veinticuatro horas, ella iba incluida en el grupo.

Chasqueé los dedos, señalándole a Beni que siguiera avanzando hasta la habitación del final del piso. Adonde pertenecían esas lozas que llevaba paseando los últimos diez minutos.

—Vete a la mierda.

—Hoy es un día para invitarme allí, ¿por qué? ¿Están obsequiando algo?

—¿Quieres enfocarte, Neil? —Jace no estaba molesto, creo que secretamente le gustaba el que no pudiese ejercer un control real en nuestra amistad—. Así que Sussy va a venir a cenar y les daré un tiempo de hermanas, ¿puedes venir para ayudarme a cuidar de Bruno?

—¿Por qué? —protesté con una leve nota de incredulidad—. Ya te dije que no quiero saber nada con el crío hasta que pueda llevarlo a un prostíbulo, ponerlo cerca de mí sería un gran error por tu parte.

—Me arriesgaré —masculló él, haciendo caso omiso de mi broma. Aunque no era tan broma, si tenía que ser honesto. Yo no me llevaba con los niños, Bruno era genial y era el hijo de Jace, pero yo no hablaba el idioma bebé y no me interesaba comenzar a hablarlo—. Y te haré mariscos si vienes.

—Agrega un Merlot a esa oferta y me tienes allí, incluso llevaré mis propios dulces. —Secretamente el don para la cocina de Jace, podría ser la razón por la que aún mantenía aquella amistad.

¡Vamos, es broma! Aunque no era un secreto que yo era mucho más persuasible con un plato de comida como mediador.

—Mi hijo no come dulces.

—Lo llevas mal, Jace, te encaminas a un desastre paternal negándole el azúcar.

—¿Vendrás o seguirás diciendo idioteces?

Sonreí para mis adentros, mientras metía una mano en mi bolsillo para extraer la última chupeta que me quedaba. Iba a tener que conseguir más reservas o terminaría fumando los caños de la grifería que debía instalar en el edificio.

—Voy... —acepté con un sutil gruñido—. Pero no me hago responsable de mis actos.

Y aunque en gran parte me refería a hacer de niñera para Bruno, otra parte de mi pensó que tampoco se haría responsable por lo que ocurriese con cierta morena de piernas interminables, ojos avellana y boca apetitosa. La misma mujer que la noche anterior me había confesado su plan para tener un bebé, ¿un bebé? ¿Acaso había perdido el juicio? Ese cuerpo del pecado debía sólo emplearse para el acto y no para la reproducción, ¿cómo se le ocurría echarse tremenda soga al cuello? ¿Cómo se le ocurría siquiera llamar a esa locura un plan? Había escuchado de mujeres escogiendo la universidad para su hijo de un año, ¿pero escoger al padre de una lista de mercado?, eso era nuevo.

—Ok, tengo algo que mostrarte cuando vengas. —El tono casi enigmático en la voz de mi amigo me abstrajo de mis pensamientos y automáticamente fruncí el ceño.

—¿Qué cosa? —pedí saber quitándome el dulce de la boca.

—Cuando vengas. —Y tras decir eso me colgó. Pues bien, ahora él acababa de darme una excusa para acercarme a su familia, esto totalmente no comprometía el acuerdo de amistad que me había hecho firmar en la universidad.

Larga historia, será para otra ocasión.

***

Sussy

—Anda, cariño, abre la boca.

Bruno empujó su pequeño rostro hacia atrás, huyendo de la cuchara como si ésta contuviera las últimas gotas de cianuro del mundo. Sam soltó un bufido, tomándolo por la barbilla en un intento de persuasión, pero mi sobrino tenía su boca cerrada a cal y canto, decidido a no dejarse introducir ni una pizca de la comida.

—Sam, creo que va a... —No fui capaz de terminar mi frase, cuando el pequeño plato de plástico que descansaba en la mesita de Bruno salió eyectado por encima de la cabeza de mi hermana.

—¡Bruno, no! Eso no se hace —lo regañó Sam, mientras un muy imperturbable Bruno la observaba con gesto triunfante.

Dios, ese niño era dinamita pura. Y ni siquiera tenía nueve meses aún, no quería imaginarme de lo que sería capaz cuando comenzara a caminar.

—Tal vez no le gusta esa mezcla rara. —Levanté el pote que tenía el rostro de un bebé sonriente en la etiqueta y metí el dedo para probar algo del contenido. Era, efectivamente, un asco o mis papilas gustativas ya estaban lo demasiado maduras como para encontrarlo apetitoso.

—A él no le gusta nada —se quejó Sam, colocándose de cuclillas para limpiar el desastre de papilla medio verde que decoraba el suelo de cerámicos.

—¿No has probado con puré de manzana? Recuerdo que mamá solía darte eso cuando eras bebé.

Sam enarcó una ceja mirándome desde el suelo de modo suspicaz, para luego sacudir la cabeza e incorporarse con las manos llenas de la mezcla en unas cuantas servilletas; hasta allí había llegado la vida útil de la así llamada "comida para bebé". Aunque había que ponerle mucha imaginación para verla de ese modo, ni siquiera el color le ayudaba. Para mí lucía más como el resultado del proceso digestivo, el cual normalmente se encontraba luego en el pañal. Era obvio que el concepto de "la comida entra por los ojos", no había tenido mucha fama en el mundo alimenticio de los bebés. Yo totalmente podía comprender porqué Bruno la rechazaba.

—Sí, ya probé con puré de manzanas y de peras, y de calabaza, y de pollo... —Se dirigió al bote de reciclaje, mientras continuaba con su letanía sobre los tipos de purés existentes—. Espinacas, patatas, berenjenas, legumbres, plátano, zanahoria, aguacate, arroz, guisantes, garbanzos...

—Ok, ok, entendí —la detuve, justo cuando parecía que iba a sacar la lista del súper para mí—. Probaste con muchos tipos de purés, ya veo.

Ella se pasó una mano por el cabello, lanzando varios mechones castaños fuera de sus ojos. Mi hermana era bonita, siempre se había visto bien aún cuando nunca se interesaba en verse bien, pero en ese momento se veía algo agotada. Nunca me había detenido a pensar cómo serían las cosas para ella ahora, antes sólo era mi pequeña hermana. La veía de tanto en tanto y nos telefoneábamos cuando la necesidad apremiaba, pero nunca antes la había visto como una verdadera mujer, ama de casa o lo que fuera. Para mí siempre había sido la pequeña Sam, aquella que a veces pecaba de ser demasiado tímida como para incluso ser notada. Y ahora era la esposa de alguien, era la madre de alguien, una mujer en más sentidos de los que yo podría definirme.

—Oye... —Me acerqué para darle una mirada más analítica—. ¿Qué ocurre?

Se encogió de hombros con falsa indiferencia, llevando su atención brevemente a Bruno que aún continuaba en su sillita.

—Algo va mal con él.

Parpadeé, desconcertada, volteándome sin darme cuenta en dirección a mi pequeño sobrino. Él parecía estar tranquilo, tan precioso como de costumbre con su caballo casi rubio de puntas y sus ojitos grises destellando con una inteligencia que ya podía detectarse a kilómetros. ¿Qué podría ir mal con él?

—¿A qué te refieres?

Sam se mordió el labio inferior, aún sin apartar los ojos de Bruno y tras un largo segundo de silencio, suspiró con un leve dejo de melancolía.

—No sé con exactitud, no saben con exactitud —se corrigió, a tiempo que se daba la vuelta para quedar de cara al lavamanos—. Bruno no come comida solida, Sussy, y los médicos temen que su desarrollo se vea afectado por eso.

—¿No come? —Ni siquiera sabía qué preguntar, pues la simple idea de que mi sobrino se negara a comer me parecía descabellada. Jamás había oído de bebés que se rehusaran a comer, sí había oído de algunos que eran algo mañosos, pero normalmente eso se espera en niños de cierta edad y no de escasos meses de vida. Aunque bien visto, ¿qué sabía yo sobre niños y sus hábitos alimenticios?—. ¿Cómo es posible?

Ella me miró de soslayo, perdiendo su tiempo en enjuagar el plato que Bruno había usado de proyectil minutos antes.

—De momento sólo pueden hacer teorías, es demasiado pequeño para poder decirlo con exactitud. —Hizo una pausa breve, sacudiendo el agua del plato con demasiado ahínco—. Pero presenta síntomas de algo llamado Disfunción de Integración Sensorial.

—¿Qué es eso? —pregunté sin tener la menor idea, sonaba complejo y me disgustaba siquiera pensar en que algo complejo pudiera ocurrirle a mi sobrino. Era mi sobrino, con un demonio, mi alegre y algo llorón, sobrino. Él no podía estar enfermo, porque eso sería una mierda injusta y yo detestaba la mierda injusta.

—Bueno... —Volvió a espiar a Bruno por sobre su hombro, aunque más bien pareció que estaba verificando otra cosa—. A Bruno no le gusta tocar la comida, tampoco probarla, no le gusta jugar con pintura o tierra, ni que su piel roce con ciertos tipos de telas. Él... llora como si estuviera sintiendo dolor físico. —Ella me miró como esperando a que le dijera algo, pero si tenía que ser honesta todo aquello me dejó perpleja—. Es una especie de trastorno neurológico, pero no se puede saber hasta que sea un poco más grande y puedan hacerle pruebas más concluyentes.

—Oh, Sam... —Todavía estaba planeando cómo terminar esa frase, cuando el sonido de pasos detrás de mí nos distrajo a ambas.

—Hola, mio piccolo. —Jace ingresó a la cocina, pasándole una mano por la cabeza a Bruno a modo de saludo—. Hola, Sussy.

—¿Qué tal, cuñado? —musité, aún intentando hilvanar mis pensamientos y sin poder dejar de mirar fijamente a Bruno. Se veía saludable, para mí se veía perfecto y eso debía de contar de algo ¿no?

—Listo para hacerte la cena —respondió, volteándose para observar a mi hermana—. ¿Por qué no nos sirves una copa de vino para relajarnos?

—Ok... —Él le dio un corto beso en los labios, antes de dirigirse hacia las bolsas de mercado que esperaban sobre la isla.

—¿Qué tal estuvo la cena de Bru? —inquirió, siguiendo con atención las acciones de Sam al final de la mesada.

—La mitad terminó en mi ropa y la otra mitad en el suelo.

Jace frunció el ceño, sin poder evitar observar el suelo frente a la silla del bebé. Estaba limpio, pero casi podía apostar que él lo limpiaría nuevamente en cuanto tuviese la oportunidad. Así era Jace después de todo, esperar algo distinto sería empujar sus límites.

—No desesperes, cariño, vamos a intentar con otro tipo de puré.

—Creo que se nos han acabado las cosas que podemos procesar, Jace. —Sam se acercó para entregarme una copa de vino tinto y por un segundo sentí la necesidad de dar una vuelta por la casa. Aunque sabía que retirarme sería demasiado obvio—. Prepárale un biberón o pasará todo el día sin comer.

Él le envió una dubitativa mirada, para luego asentir en silencio a su pedido. En ese momento Bruno emitió un ligero chillido y tres pares de ojos se enfocaron en él, aunque Jace fue el primero en reaccionar e ir a su lado. Bruno sacudió su manito de la parte superior de la mesa, donde al parecer había encontrado resto del puré verde de antes.

—Jace no lo hagas... —No supe a qué se refería mi hermana, hasta que vi como Jace le limpiaba la mano a Bruno eficaz y prontamente—. ¡Jace!

—Sam, no tiene nada de malo que lo limpie.

—Tienes que dejarlo tocar la comida, no le hace daño que se ensucie.

—Tal vez sí le hace daño, no lo sabemos y no lo voy a dejar llorar cuando puedo ayudarlo.

—Lo único que haces es empeorar las cosas, Jace. —Sam sacó a Bruno de su sillita, alejándolo de su padre y su trapo. Dios, esto era algo que yo no debería estar presenciando—. Él tiene que experimentarlo por sí mismo.

—¿Entonces lo dejo llorar para que experimente? —inquirió Jace casi de modo irónico—. Él no quiere tener las manos sucias, Sam.

—No —replicó ella cogiendo carrera—. Tú no quieres que tenga las manos sucias, tú estás ayudando a que esto sea peor. ¡Dios!

—¡Sam! —Pero ella salió de la cocina con Bruno en brazos, haciendo oídos sordos a los llamados de su esposo. Ok, situación incomoda en tres, dos, uno... —. Diablos, lo siento, Sussy. —Él lanzó el trapo sobre la mesada y me echó una mirada rápida—. Voy a arreglar esto y seguimos con la cena.

—Jace, tal vez tenga que irme... —Mi disculpa se vio interrumpida por el sonido del timbre, el cual hizo que Bruno respondiera a su vez con otro chillido desde la otra habitación.

—Debe ser Neil, ¿puedes abrirle la puerta? —preguntó, sin darme tiempo a negarme o aceptar—. Voy a hablar con Sam.

Y así se marchó, y yo me quedé allí sosteniendo mi vino y con varias dudas sobre lo que acababa de ocurrir rondando en mi cabeza. No fue hasta que mis pies me guiaron hasta la puerta principal, en que en realidad caí en cuenta de lo que me había pedido Jace. ¿Había dicho que Neil estaba aquí? Mierda. Giré el picaporte y... doble mierda, él no sólo estaba aquí sino que había tenido el descaro de aparecerse luciendo de ese modo. Ustedes saben a lo que me refiero, ese modo que va de camisa limpia, pantalones de jeans oscuros, cabello húmedo y lo que podía ser la loción para después de afeitar más cargada de feromonas que había tenido el gusto de olfatear en mi vida. Lo único que le faltaba para completar el paquete, era que llevase un cartel de "listo para follar"; y ni siquiera era del todo necesario, si saben a lo que me refiero.

—Neil —saludé, porque permanecer con la boca abierta por más tiempo habría sido contraproducente para mi imagen. Sobre todo si lo hacía dos veces en un lapso de tiempo tan acotado, eso podía hacerme caer en la categoría de depravada y yo no me caracterizaba por ser del estilo cazadora.

Él sonrió de medio lado, avanzando para colocar un corto beso en mi mejilla. Ese tipo de contacto es impersonal con casi cualquier persona, pero cuando él lo hizo casi pude sentir el modo en que los vellos de mis brazos se erizaron como respuesta primitiva. Mierda. Un beso, sólo un inocuo y para nada profundo beso, había logrado arrastrar a la Sussy ninfómana del oscuro calabozo al que estaba decidida a enviarla.

—Hola, Su, creo que el destino sigue empujándonos juntos.

La frase era un estúpido cliché, pero ¿acaso mi cerebro no estaba bailando la danza de apareamiento ante ella? Completamente. Yo a veces me daba un poco de pena, mi comportamiento rayaba en lo escandalosamente medicable.

—Intenta que el destino te empuje algo de originalidad, Neil, esa frase ya no pega.

Neil soltó una risilla entre dientes, sabiendo el muy desgraciado que su frase si pegaba y pegaba justo donde debía pegar. Ingresó a la casa, no sin antes hacer un recorrido visual de mi cuerpo. Él miraba, él siempre parecía mirar con detalle.

—Bonita blusa. —Y le daría puntos por ser lo bastante listo como para hacer cumplidos a cosas irrelevantes.

—Gracias. —Él se adelantó, moviéndose al interior como quien conoce a la perfección el camino—. Bonito culo.

—Gracias. —Se giró lo suficiente como para observarse el trasero—. Lo he estado trabajando en el gimnasio, me alegro que hayas hecho una observación.

Sonreí sin querer, al darme cuenta lo fácil que era distraerse con las tonterías de Neil. Pero bromear con él o fantasear con él, como mejor les guste verlo, no logró borrar el malestar que se había instalado en mi estómago al saber que algo iba mal con Bruno.

—¿Eso es para mí? —Neil se dio la vuelta, robándome la copa de vino que apenas recordaba sostener en mis manos. Y tras darme una mirada juguetona le dio un sorbo de prueba, pero fuera lo que fuera que estuviese pensando en hacer lo puso en pausa y volvió a mirarme con mayor detenimiento—. Algo va mal, ¿qué va mal?

—¿De qué hablas? —inquirí sin muchas ganas de entrar en esa conversación con él, tal vez lo de ser observador no siempre era un atributo positivo.

—No peleaste por tu vino, no hubo comentario jocoso, ni siquiera una mirada de advertencia. Eso significa que te diste la cabeza contra algo... —Me dio un golpecito con su índice en la frente, a lo cual yo respondí con un fruncimiento del ceño—. O hay un problema del cual vas a hablarme ahora mismo.

—¿Me estás dando una orden? —No pude evitar sonar algo a la defensiva y quizás también algo sorprendida, no acostumbraba a que nadie me dijera lo que tenía que hacer. No al menos desde que acabé la preparatoria y ni siquiera entonces era muy proclive a seguir mandatos.

—Dime lo que te pasa —insistió, haciendo completo caso omiso de mi pregunta. ¿Pueden creerse a este tipo? Lo peor era que algo se sacudió en mi pecho y no pude evitarlo, simplemente las palabras traicionaron a mis intenciones.

—Algo va mal con Bruno, ¿tú la sabías?

Él dio un muy ligero paso hacia atrás, para luego mirar a algún punto de la casa donde no había nadie. Aunque supuse que en realidad estaba buscando a Jace o a Sam con esa acción.

—Te refieres a... —Gesticuló con su mano como si no encontrara el modo de expresarse y un segundo después se cruzó de brazos para inmovilizarse a sí mismo. Él era algo raro, no vamos a negar eso—. ¿Te refieres a su situación con la comida?

—¿O sea que Jace te habló de eso?

Neil hizo una cara que me dio a entender que había hecho mucho más que sólo hablarle de ello, pero el gesto le lució casi infantil.

—Leímos varios artículos sobre el asunto, creo que estoy listo para ser terapeuta ocupacional.

—¿Qué cosa? —pregunté, sintiéndome algo tonta por estar tan desinformada del tema.

—Es el especialista que trata esa enfermedad. —Asentí, aunque muy en mi interior estaba deseando llegar a mi laptop y hacer una búsqueda profunda de todos los términos nuevos que estaba escuchando ese día.

—¿De qué va? —Dirigió la mirada hacia el suelo, claramente sin ganas de hablar del tema, pero me importó poco su reticencia. Lo jalé del brazo, tirando de él todo el camino hacia el balcón y luego lo enfrenté con impaciencia—. Mira, ellos están hablando o discutiendo o lo que sea. Y la verdad, no quiero no saber qué le pasa a mi sobrino. Si tú lo sabes, sólo te pido que lo compartas conmigo y me quites esta ansiedad que estoy comenzando a sentir.

—Ok, tranquila. —Colocó una de sus manos sobre la mía a modo de bajar ese puño que había alzado sin siquiera notarlo—. No saben si tiene eso, la enfermedad consta de muchos síntomas y Bruno sólo presenta dos. Él rechaza la comida por su textura o su olor, ni siquiera la prueba al menos que sea líquido. Y tampoco le gusta tocar cosas como hacen los bebés, normalmente se altera si algo ensucia sus manos o su rostro, también le disgustan los ruidos fuertes.

—Eso significa que...

—Todavía nada, hasta que no comience a caminar o intente decir sus primeras palabras, no podrán diagnosticarlo. —Se detuvo un segundo, echando una breve mirada al sol que ya había sido casi completamente tragado por el mar—. Cabe la posibilidad de que Bruno sólo tenga un trastorno del comportamiento y no un problema neurológico. Él puede que realmente sienta dolor al tocar esas cosas o simplemente puede que sea una versión heredada del TOC de Jace.

En esa ocasión fui yo la que apartó la vista hacia el horizonte, sintiéndome algo abrumada por todo lo que estaba escuchando. Luego de que Sam anunciara su compromiso con Jace, nos hizo saber a todos sobre su trastorno obsesivo compulsivo. En su momento no pareció ser de gran relevancia, sí, a Jace le gustaba moverse por ciertos patrones y le gustaba el orden casi en exceso, pero lo manejaba tan bien que prácticamente era una broma común dentro de la familia. ¿Cómo diantres se manejaban esos tipos de problemas en un bebé? ¿Siquiera se podía heredar un TOC? ¿Acaso era mejor que Bruno tuviese un TOC o aquello otro de nombre largo? Por algún motivo lo otro parecía ser mucho peor, aunque en mi ignorancia ambas cosas me parecían terribles para que las afrontase un bebé.

—¿Mucho para pensar?

Miré a Neil de soslayo, sin mirarlo en realidad. Mucho para pensar, no podía empezar a describir el caos que tenía en la cabeza.

—Estoy intentando procesarlo.

—Es increíble ¿no? —Sacudí la cabeza sin saber exactamente qué responder, todo me había parecido increíble desde que había escuchado que Bruno rechazaba la comida—. Pensar que se le hereda mucho más que el color de cabellos y ojos a un hijo... —completó, dándole un sutil sorbo a mi copa de vino como para invitarme a terminar esa frase.

Entonces comprendí con algo de molestia lo que me intentaba decir. Fruncí el ceño.

—Es distinto.

—Sí, porque tú sabes perfectamente cómo son esos hombres, Su.

—¿Acaso no pierdes el tiempo para ser un incordio? —Lo que menos necesitaba en ese momento, era pensar en los posibles candidatos a padres. Es decir, en el único candidato porque sin duda sería el moreno, ¿no?—. Estoy preocupada por mi sobrino en este momento... —Me giré con toda la intención de ir a la cocina o adónde fuese lejos de él y esa ridícula conversación que sólo decantaría en problemas, pero entonces tuve que regresarme y escupir aquello que intentaba guardarme en pos de mantener la paz en casa ajena. A la mierda la diplomacia—. ¿Y sabes qué? No pedí tu opinión en ningún momento, si vas a trabajar conmigo, vas a aprender a cerrar esa boca tuya y no inmiscuirte en cosas que no tienen nada que ver con lo que necesito de ti. Porque al menos que estés dispuesto a darme algo de esperma para esto, tú me eres tan inútil como cualquier otro hombre que pueda cruzarme de aquí a mi casa, ¿entiendes?

Solté el poco aire que me quedó tras mi largo deshago y coloqué mis manos en mis caderas para esperar en guardia alguna respuesta, pero él sólo se me quedó viendo con los ojos entornados. Y cuando estuve segura que no diría nada, asentí a nadie en particular y me pegué la vuelta.

—¿Lo dices en serio? —Pero fueron necesarias sólo esas cuatro palabras para detenerme en seco, lo miré con una ceja en lo alto y él abrió la boca, cerrándola casi al instante. Sonrió—. ¿Realmente podrías hacerlo?

—¿Qué cosa? —pregunté, sin saber con qué parte de todo mi discurso se había quedado él.

—¿Tener un hijo mío?

Me encogí de hombros, dándome por primera vez un verdadero minuto para pensar sobre aquel exabrupto que había dejado salir sin darme cuenta. Y entonces lo pensé con mayor detenimiento y luego con un poco más y un poco más que más. Tener un hijo de Neil, tener un bebé que no fuera de un completo extraño, sino de un hombre que a pesar de su pequeña adicción al azúcar parecía ser normal. Bueno, si lo veía así, no sonaba como un plan tan descabellado, ¿cierto? No tendría que aventurarme a ciegas, no tendría que pensar en las posibilidades de que mi hijo luego obtuviera algo que su padre había decidido omitir en su declaración hacia el banco de esperma. Sería un hombre en el cual de algún modo, que no podía explicar por completo, confiaba.

—¿Por qué? —le lancé de regreso, él medio sonrió—. ¿Estarías dispuesto a ayudarme a hacer un bebé?

—Siempre y cuando sea sólo la parte de hacerlo, cuenta conmigo.

Sacudí la cabeza, notando que para Neil esto aún continuaba siendo una broma.

—No es un juego para mí, Neil.

Él dio un paso acercándose con cierto sigilo y tras darle otro corto sorbo al vino, colocó la copa contra mis labios justo en el mismo lugar donde había estado su boca antes.

—Tampoco para mí.

—¿Por qué lo harías? —pregunté en un murmullo de voz, él entonces inclinó la copa dejándome probar escasamente el vino.

—Digamos que... me gusta romper las reglas.

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Nunca introduje la voz de otro protagonista tan rápido, pero la historia en mi cabeza cuenta en ocasiones con la voz de Neil. Igual no sé, tal vez a ustedes les guste más que sólo relate uno, veremos cómo se va dando que esto recién empieza. Saludos ^^

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