Cal
Ok, ok, esta vez tardé un poquito más. Pero ¿vieron en qué fechas estamos? Parciales y trabajos, gente, no me dejan ni un segundo para crear la magia. Así que este capítulo lo fui escribiendo por partes, fue una magia fragmentada... pero ya estamos. Todos querían conocer más a Neil, los dejo un día acompañando al bueno de Neil. Perdón por la demora y... nada.
Capítulo XXIV: Cal
Neil
—¡Arriba, grandote! —El llamado vino acompañado de un golpe que me hizo rodar al suelo y darle un buen porrazo a mi culo. Una risa apenas disimulada llegó a mis oídos, mientras mi mente se forzaba por acomodarse en tiempo y espacio, muy a pesar de sí misma. Pestañeé, recelando frente a luz de día que me encontró medio recostado en la alfombra de mi sala.
—¿Qué mierda? —mascullé con voz ronca, enfocando a Jace del otro lado del sofá observándome con cierto aire resignado.
—Misma pregunta, te ves como la mierda —señaló, pateando mis piernas lejos de su camino para poder sentarse—. ¿Puedes explicarme qué es eso que hay en la mesa de café?
Me volví sobre mi hombro siguiendo la dirección de su mirada, para encontrarme con la bandeja plateada que Tess había dejado aún con los vestigios de nuestra diversión nocturna. Más mierda, pensé en mi fuero interno.
—Es... —susurré sin tener idea cómo termina esa frase. ¿Acaso no era obvio lo que era? No me sentía con ganas de entrar en la sesión de psicoanálisis tan temprano—. Es talco, Jace, ayer me paspé un poco.
—No te hagas el listo conmigo —advirtió mi amigo, borrando cualquier rastro de tranquilidad de su rostro. Entonces suspiró echándose hacia atrás para, creo yo, intentar recobrar la calma. Al cabo de un largo minuto, volvió a mirarme—. Ok, no es la gran cosa... sólo una pequeña recaída, ¿verdad? —Me encogí de hombros, decidiendo no contrariarlo—. Llevabas un largo tiempo limpio y es un poco triste tener que volver para atrás, pero eso no borra el esfuerzo que has estado haciendo este último tiempo.
Él era demasiado bueno y yo en verdad no lo merecía como amigo, sobre todo porque había estado mintiéndole y omitiendo mucho sobre varias cosas que antes no dudaba en contarle. Rompiendo sus reglas por el placer de hacer algo indebido.
—Lo siento —dije, tanto por haber vuelto a las viejas andanzas como también por todo lo demás. Era un gran "lo siento" donde esperaba encapsular todas mis deudas.
—No te preocupes, tú cuidas de mí y yo de ti, ¿no? Es el trato. —Se puso de pie con los ánimos renovados y volvió a patearme, para que me moviera de mi cómodo lugar en el suelo. Me encogí de hombros pasando de responder, pues hacía un tiempo que no sentía que el trato estuviese siendo reciproco—. Anda a darte una ducha, te haré un desayuno y hablaremos del asunto. ¿Te parece?
—¿Chocolate?
—¿Necesitas preguntar? —me espetó en broma, marchando a mi cocina como el dueño de la casa. Le sonreí vagamente, para luego incorporarme también y hacerle caso con el tema de la ducha. Apestaba; era extraño que un tiempo lejos del cigarrillo me hubiese vuelto tan sensible al aroma, pero apestaba a cigarrillo, whisky y sudor.
No me sentía cansado o turbado por mi abuso indiscriminado de whisky, lo bueno que tenía la cocaína era su capacidad de curar la resaca más terrible. Era por excelencia una aclaradora de mentes, elevaba al límite los sentidos y los volvía por demás receptivos a lo externo. Claro, eso no descartaba que tuviese otras consecuencias más duras luego, pero en ese momento me importaba poco o nada lo que podía o no hacerme. Porque lo que imperaba era que tuviese la mente clara, necesitaría una mente lo bastante clara y rápida como para enfrentar a Sussy. Todavía no tenía idea de qué decirle, no estaba listo para mostrarle quien era en realidad, no quería asustarla... aunque era muy posible que ya hubiese conseguido hacerlo. Ella necesitaba saber que esto no regía mi existencia, sólo era algo a lo que me había acostumbrado y a veces me costaba no retomar la relación. Pero sabía que si quería podía hacer una vida sana, lo había hecho por mucho tiempo —de acuerdo, algo intermitente—, lo había hecho luego de conocer a Jace y descubrir que había personas con verdaderos problemas en la vida, y que no decantaban por distraerse con alucinógenos. Él, dentro de su mundo del orden, había logrado aceptar y lidiar con su problema de un modo muy práctico. Así que si Jace había podido librarse de algo que estaba en él, ¿cómo yo no sería capaz de librarme de algo que yo mismo causaba? La lógica era simple; Jace cuidaba que yo fuese un buen chico y yo vigilaba que sus manías no se desataran más allá de lo aconsejable. Y entre los dos habíamos creado esa armonía que de vez en cuando, uno echaba a perder. En este caso, yo lo había hecho.
Me detuve a medio camino de la escalera tras ese pensamiento, sin poder evitar que una sensación de incertidumbre me golpeara allí mismo.
—¡Jace! —Llamé sin moverme de mi lugar, él apareció luego de un momento en el marco de la puerta—. ¿Qué haces aquí? —pregunté con una súbita sensación de desconfianza. ¿Cómo era posible que él estuviese aquí sin que lo hubiese llamado? ¿Cómo podría saber que la había cagado? ¿Sussy se lo había contado? No, ella no haría algo así, no al menos que tuviese mi consentimiento.
Jace me sonrió de medio lado, acercándose algunos pasos a la escalera para lanzarme algo que atrapé al instante. Mis llaves.
—Sussy me dijo que se llevó tu camioneta anoche, así que me pidió que la devolviera luego de que la dejé en la estación.
¿Estación? Pensé, confundido, mirando las llaves de mi camioneta colgando de mis dedos.
—¿La llevaste dónde?
—A la estación de tren —respondió mi amigo con calma—. Ha vuelto a New Hampshire, al parecer su socia la llamó diciéndole que había unas cuestiones que debía atender de inmediato en su negocio. —Se había marchado. Se había marchado sin decir nada—. Dijo que esperaba que no te molestara su atrevimiento...
Fruncí el ceño de forma automática, porque era imposible no leer un mensaje subyacente tras esas palabras. ¿Era su toque irónico para hacerme saber que la había cagado en grande? ¿Realmente esperaba que no me molestara que se marchara sin más? ¿Realmente pensaba que se lo permitiría? ¿Realmente creía que podía irse sin dejarme hablar? Mierda, sí podía, e incluso quizá era para mejor. Pero aunque intenté convencerme de ello, no pude, y me sentí colérico con ella y conmigo y con Jace por haberla ayudado a escapar de mí tan fácilmente. Me di la vuelta sin decir nada, subiendo las escaleras con pasos fuertes y ruidosos. Entonces recuperé lo bastante de sensatez como para tomar mi móvil y marcar su número con la intención de al menos obtener una palabra. Incluso aunque esa palabra fuese un adiós; la necesitaba, la necesitaba para saber que eso era todo y que no iba a darme ninguna clase de posibilidad de explicarme, la necesitaba y punto. Pero su móvil me devolvió un mensaje pregrabado, al cual no tenía ganas de confesarle nada y que de ser posible, sólo ayudó a que se acrecentara mi rabia. Y no se equivoquen, no era una rabia dirigida hacia ella, era algo pura y exclusivamente reservado a mi persona.
Presioné el celular con fuerza en mi mano, pensando en arrojarlo contra la pared más cercana para despotricar en toda la extensión de la palabra. Pero una vez más, una sensatez olvidada me previno de tal reacción. Debía dejar de tomármelas con los pobres objetos siempre que me molestaba, no era mi mejor conducta y era cuando más infantil me sentía; rompiendo cosas como si tuviera una rabieta. No era de sorprender que Sussy hubiese decidido marcharse sin dejarme decirle una palabra, en su lugar tal vez yo también me hubiese abandonado. Y aun sabiendo que no tenía motivos para reprocharle nada, no pude evitar enviarle un mensaje con la esperanza de que algún día me diese una respuesta.
Sé que soy el responsable de que esto se arruinara, pero podrías decirme ¿por qué no me dejaste siquiera explicarme? Lamento mucho no ser quien pretendía ser para ti, pero quiero que sepas que no he fingido nada en tu presencia. Sólo quise ocultar lo peor de mí, porque el hombre que en verdad soy no te habría merecido nunca.
Dejé el móvil sobre el lavamanos, mirando con desprecio el reflejo que me devolvía el espejo. Me pregunté sin querer, si algún día vería al verdadero Neil devolviéndome el escrutinio. Había sido tantas distintas versiones de mí, para intentar agradarles a las personas que ya ni siquiera sabía quién era en verdad, había mentido y disfrazado las cosas tantas veces que ya ni recordaba a quién le había dicho qué. Por eso cuando Tess aparecía con la opción de desconectarme de todo aquello, rara vez podía negarme. Era un momento de tal liberación que sentía como si otro hombre se bajara de mis hombros, para dejarme andar más liviano. Suspiré medio resignado, listo para meterme en la regadera cuando el teléfono comenzó a sonar junto a mi mano. Lo levanté al instante, pensando que podría ser Sussy pero al ver el nombre en la pantalla, me obligué a detener todo pensamiento en relación a ella y aquietarme. Allí iba de nuevo.
—Neil Joyce —dije con voz profesional, a sabiendas que mi respuesta causaría un efecto en mi interlocutor. Efectivamente una pequeña y cálida risilla me recibió del otro lado de la línea.
—Suenas gracioso cuando respondes así. —Lo sabía y era específicamente por él que había comenzado a decir mi nombre siempre que me telefoneaban. Porque él pensaba que no tomaría aquel reto con la importancia debida. ¡Ja! Mocoso impertinente.
—¿Creías que me iba a acobardar?
—¿Tú? —inquirió con otra risita mediadora—. Para nada, tú no le temes a nada. —Ya me gustaría que eso fuese cierto—. Mami dijo que podía llamarte.
—Claro que puedes, sabes que me gusta cuando me llamas. —Me deslicé contra la puerta del baño, para poder sentarme en el suelo e intentar sonar casual—. ¿Qué pasa, Cal?
—¿Recuerdas que día es hoy?
—Mi memoria está algo oxidada y con telarañas, ¿por qué no le ayudas a este viejo? —Cal chasqueó su lengua con más diversión que malicia, y casi pude verlo rodarme los ojos desde el otro lado.
—Hoy voy a leer mi ensayo frente a toda la escuela, prometiste que ibas a venir. No lo has olvidado, ¿verdad?
Mierda, sí, lo había olvidado y no tenía ganas de ir a ninguna asamblea escolar ese día. Sólo quería desconectar, aunque esperando no hacer uso de ningún producto más que mi taza de chocolate caliente y algunos dulces excesivamente azucarados.
—Mira, amiguito, tengo mucho trabajo hoy y...
—¡Pero lo prometiste! —exclamó él, cortando mi mentira en pleno vuelo. Dios, no, no podía lidiar con esto ahora. Me presioné el entrecejo con los dedos, tratando de calmar lo que se sentía como el inicio de una migraña y otra discusión sobre promesas rotas—. ¿Por qué no quieres venir? Nunca vienes a visitarme y prometiste que ibas a estar aquí hoy... por favor, por favor, por favor... Ya les he dicho a todos mis amigos que vendrías, ¿si? Anda, por favor.
—Cal, basta, no ruegues —le espeté con dureza. Si había algo que detestaba era escuchar a ese niño en plan suplicante, casi me recordaba a mí mismo rogándole atención a los adultos de mi familia. Y no quería eso en él, nunca.
—Perdón... —susurró, apenado. Me revolví en mi sitio, incomodo, soltando una maldición entre dientes.
—No, tú perdóname, peque. Estoy algo ofuscado hoy... pero no es contigo, ¿vale?
—¿Entonces vas a venir a verme? Ni siquiera tienes que llegar temprano, voy a leer luego de tres niños. Yo soy el cuarto, porque soy el ganador del cuarto grado. Así que puedes venir tarde y quedarte en la parte de atrás, ni siquiera tienes que saludar a mami o a nadie. Sólo ven, ¿si?
Ese maldito niño manipulador, ¿cuántas opciones tenía para negarme ahora? Me resigné a decirle que tal vez iría, porque no quería decepcionarlo si al final de cuentas no me presentaba y cabía una gran posibilidad de que no fuera, así que era mejor que se preparara para aquella opción. De todos modos, le trasmití mis felicitaciones por su premiación, le dije que estaba orgulloso de él y toda la mierda que se esperaba que uno dijese en esos casos. Tal vez Cal me creía, tal vez le daba lo mismo, pero lo importante era dejarle saber que a mi particular modo me importaba él. Al menos eso había dicho su psicóloga y quién era yo para contradecir a la mujer doctorada, dudaba mucho que ella nos dijera algo para perjudicar a Cal de algún modo. Además era un crío que agradaba a todo el mundo, era difícil que alguien quisiera perjudicarlo de forma deliberada.
Al terminar la llamada con Cal, finalmente me di la ducha que estaba necesitando para sacarme todo el peso de una mala decisión de mis hombros. No le había mentido a Sussy cuando le dije que no me gustaba la persona que era antes, antes cuando esto era algo mucho más constante en mi vida y era casi una necesidad primaria para mí olvidar todo con una o dos líneas. Pero sabía que eso no estaba bien, sabía que era malo para mí y entendía que a la larga terminaría por matarme o regresarme a un hospital. Y aun así era tan fácil decir que sí.
Cuando entré en mi cocina, casi media hora más tarde, Jace me tenía preparado un desayuno completo. Empezando por una taza de chocolate caliente, porque el té es para maricas y el café no me gusta mucho, ya que apenas puedo percibir su sabor si no lo endulzo lo suficiente. Ahí tienen una consecuencia de las drogas, niños, te echa a perder el sentido del gusto. Así que digan no a las drogas, al menos no a las que se aspiran, de las otras no sabría hacer un juicio justo. Y en mi entendimiento la marihuana no cuenta como droga, maldita sea si en varios países se considera medicinal.
—¿Mejor? —preguntó mi amigo, tomando asiento frente a mí. En el tiempo que me tomé para ducharme, Jace había conseguido limpiar mi sala y ordenar mi cocina hasta en la mota más pequeña. Ese era mi lunático.
—Estoy mejor —respondí, dándole un gran trago a mi chocolate. Sólo Jace sabía hacerlo de modo que todo mi deteriorado sentido del gusto, fuese capaz de sentirlo.
—Entonces... —comenzó a decir, arqueando las cejas para invitarme a hablar con muy poca sutileza. No me di por aludido, causando que él se impacientara bastante fácilmente—. ¿No vas a decirme lo que pasó?
Ni siquiera yo estaba seguro de lo que había pasado, sólo se habían combinado los factores indicados para que quisiera volar. No había mucho más que comprender allí, tampoco era tan patético como para arruinarme por una mujer. Sussy me había molestado con lo que le había dicho a Lucas, es cierto, pero no fue por ella. Simplemente fue por mí, porque esto era lo que yo hacía.
—Supongo que era tiempo de arruinarlo —mascullé, encogiéndome de hombros con desinterés.
—¿Qué significa eso?
—Significa que la piel de cordero me comenzó a picar, Jace, así que me la quité para ser quien soy.
Él frunció el ceño ante mis palabras, sentándose más erguido en su taburete.
—No vengas con esa mierda de nuevo, Neil. Tú no eres una mala persona.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —le espeté con cierto toque de ironía.
—Porque eres mi amigo, yo jamás elegiría a una mala persona como mejor amigo.
En esa ocasión fui yo el que fruncí el ceño. Él no tenía idea, él sólo era otro de los tantos que se creía mis actuaciones. Y esto me molestó bastante, porque hasta hace poco nunca sentí la necesidad de ocultarle nada a Jace. Me incorporé de mi taburete con un brusco movimiento e hice amago de retirarme, pero al último segundo me volví y le enseñé las palmas de mis manos en un gesto de rendición. Era suficiente de esto, dar vueltas a tientas antes de hablarle a mi amigo iba en contra de mi personalidad directa.
—Lo siento, me acosté con Sussy y lo hice durante todo este mes. Le mentí para gustarle y ahora que sabe como soy, prefirió marcharse antes que enfrentarme. Y lo siento... yo quería decírtelo antes...
—¿Qué...? ¿Qué dijiste?—inquirió él de súbito, también incorporándose. Sus ojos grises me escrutaron con letal detenimiento, como si esperara que revelara la broma de un momento a otro, pero ya estaba dicho y hecho. Y me sentía mucho más ligero, dicho sea de paso, ya comienzo a ver porque los católicos implementaron la confesión para expiar culpas. Es jodidamente práctica. «Mira Dios, hice esto, esto y esto... pero estoy genuinamente arrepentido»—. ¿Con mi cuñada?
Sacudí la cabeza para quitarme esos absurdos pensamientos y me centré en mi amigo, Jace no tenía la cara de un cura listo para absolverme ni mucho menos.
—Jace...
Él se pasó una mano por el cabello, para luego alzar su índice y cortar mi respuesta en seco.
—¿En mi casa? —No respondí, porque creo que ambos sabíamos la respuesta a eso—. Mientras cuidaba a mi hijo, ¿no? —Esas palabras las dijo entre dientes, sonriendo de un modo que lejos estuvo de verse amigable, así que mentalmente me preparé para lo que fuera. Había roto la única regla de nuestra amistad y sabía que eso lo estaba molestando, mucho más de lo que dejaba entrever—. Dios, no puedo creer que fui tan ciego... —susurró en una voz que me dio a entender que no hablaba conmigo—. Te metiste con mi familia y lo hiciste por medio de mentiras, ¿qué mierda está mal contigo? —Ahora sí me hablaba a mí—. Lo único que te pedí, lo único que espero de ti es respeto y tú no... tú no sabes más que pensar en ti mismo.
—Lo siento...
—¡No lo sientes un carajo! —me cortó abruptamente, negando de forma efusiva—. Me pregunto si eres capaz siquiera de sentir algo. Si Neil lo quiere, Neil lo debe tener, ¿no? Y que los demás se vayan al diablo.
Pasó por mi lado sin mirarme, dirigiéndose a la salida con paso firme y su enfado bullendo sobre la superficie. Fui detrás de él, pero cuando intenté detenerlo para hablar se volvió clavándome una dura mirada de "ni siquiera lo pienses".
—¿También te vas? —le espeté, antes de que pudiera abrir la boca.
Mis palabras lograron que hiciera una mueca de disgusto con los labios, aflojando muy ligeramente el semblante.
—Si me quedo será para golpearte... —hizo una breve pausa, mirándose las manos apretadas en puños—. Ya hablaremos luego. —Entonces se acercó a mí sin parecer muy seguro de hacerlo y tras un segundo de vacilación, me palmeó el hombro—. No eres una mala persona, Neil, sólo debes darte la oportunidad de verlo por ti mismo.
***
Así que Jace se fue para evitar golpearme, lo cual lo hacía incluso una mejor persona, porque Dios sabía que me merecía un buen puñetazo o dos. Y como tenía algo en contra de la autoflagelación, permanecí el resto de la tarde pasando canales ociosamente en la televisión y mirando, cada cierta cantidad de minutos, mi móvil en busca de una respuesta. Nada.
Una gran parte de mí no quería que las cosas terminaran de ese modo, tanto con Jace como con Sussy. Esa misma parte sabía que debía ir a pedir disculpas a todas las personas que había molestado y otra pequeña parte de mí, la más oscura, estaba buscando con los ojos en rendijas algún vestigio de coca en la alfombra. Pero allí tampoco había nada. Se me ocurrió que Tess podría ayudarme con esa parte, pero no tenía idea de dónde podía estar. Cabía la posibilidad de que hubiese perecido bajo la rueda de un camión, y estaba seguro que a nadie más que a mí le importaría si eso ocurría, que nadie más iría a preguntar por ella, que nadie más se preocuparía si Tess no volvía a casa. Porque Tess era poco más que un perro callejero, la gente sacaba lo que podía de ella, se divertían a sus expensas y luego la botaban donde fuere. ¿Acaso no la había encontrado yo así? ¿Acaso Vincent no había sacado provecho de ella en su momento?
Maldita fuera. Aunque no me faltaban ganas para darle un escarmiento, no podía hacer de cuenta que no me importaba lo que pudiese ocurrirle. Saqué el móvil de mi bolsillo y le marqué, esperando inútilmente a que me respondiera. Nada por allí tampoco. Al cabo de una tercera llamada insistente, escuché una musiquita débil provenir del segundo piso y la fui siguiendo sin apartarme el móvil de la oreja. Abrí la puerta de su habitación y allí estaba ella, tirada en el suelo en posición fetal y con la ropa a medio poner o a medio quitar.
—Tess... —La sacudí del brazo, pero ella sólo me devolvió un gemido por lo bajo. Al menos estaba viva, eso era algo—. Anda, estúpida, sube a la cama.
Ella se giró sobre su espalda, dándome una mirada confusa y mucho más perdida de la que yo había tenido antes. Deben saber que Tess a veces solía ir por cosas más fuertes, tuviera o no alguien que la acompañase. Era bastante independiente en esos asuntos.
—¿Sexy? —murmuró con voz apagada—. ¿Qué hora es?
—Ni idea... —La jaloneé para poder incorporarla y luego, a regañadientes, la alcé en vilo con la intención de depositarla en la cama. Pero ella cruzó sus brazos entorno a mi cuello y no quiso soltarse, incluso cuando yo ya la había liberado—. Suelta, Tess, vamos.
—No... —musitó, hundiendo la nariz en el hueco de mi cuello—. Hace mucho que no me abrazas, abrázame.
—No jodas, Tess. —Tiré de sus manos para que me soltara y ella tras chasquear la lengua con reticencia, obedeció.
—¿Estás enfadado conmigo?
—¿Me lo preguntas en serio? —le espeté entre dientes, ella se encogió de hombros como toda respuesta—. ¿Por qué tenías que hacerlo, Tess?
No dijo nada por un largo un instante, perdiendo su tiempo y el mío mientras jugaba a pasar su mano por mi pecho y mi brazo. La aparté con brusquedad, dándole una mirada acerada que no dejaba lugar a confusiones. Si ella hubiese mantenido la boca cerrada la noche anterior, Sussy todavía estaría aquí y posiblemente nunca habría tenido que saber nada de esto. Ahora todo se había cagado y lo más probable era que no fuese capaz de solucionarlo. Y quería hacerlo, realmente por primera vez sentí ganas de volver el tiempo atrás y decirle que esto era lo que podía ofrecerle, por muy deteriorado y maltratado que estuviese. Quería darle a mi yo real, esperando que ella fuese capaz de encontrar el modo de mejorarlo.
—Puede que estés molesto ahora, Neil. —Forzó a mi mano a abrirse para deslizar sus dedos entre los míos—. Pero te hice un favor.
—¿Favor? —inquirí con sorna. Tess elevó su profunda mirada celeste, para clavarla en mis ojos con más contundencia de la que habría esperado.
—No puedes pretender ganar el corazón de una mujer con mentiras, Sexy. —Llevó nuestras manos enlazadas hasta su rostro, suspirándole un beso a cada uno de mis nudillos hasta que hube perdido algo de tensión—. Ella tiene que amarte por completo, lo bueno y lo malo. Y si no le dejas ver quién eres, ¿cómo podría amarte a ti? —Se detuvo un segundo, soltando mi mano para posarla sobre su corazón—. Esa mujer no te conoce, Neil, no ha visto lo que tú has visto, no ha vivido lo que tú y nunca van a entender porque necesitamos esto.
—No lo necesitamos, Tess. —Quité mi mano, poniéndome de pie para que no tuviera oportunidad de tomarla de nuevo—. Podemos buscar cosas mejores, podemos ser mejores... ¿no crees que podamos?
—Esto es lo que somos, Neil... somos el producto de lo que los otros quieren. —Rió con amargura, sacudiendo una mano en el aire—. No seas ingenuo, ¿realmente piensas que puedes ser el novio de alguien? ¿El padre de alguien? ¿La familia de alguien? ¿Es que acaso Vincent no te mostró cuál es tu lugar en el mundo?
Fruncí el ceño a tiempo que negaba con la cabeza, aunque no sabía si a ella o a mis propios pensamientos sobre eso que decía. Y al cabo de un momento, le sonreí con tranquilidad porque no sabía si estaba en lo cierto, o si Jace lo estaba, o si siquiera iba bien encaminado, pero permanecer allí para que nos hundamos juntos no parecía ser lo correcto.
—Yo quiero algo mejor —dije, logrando que ella rodara los ojos.
—Entonces cuando te canses de buscar ese mundo ideal, aquí estaré. Como siempre, dispuesta a hacerte olvidar.
—Y cuando te canses de andar sin rumbo por la oscuridad, aquí estaré... esperándote.
Entonces me di la vuelta y tras echarle un vistazo al reloj de mi móvil, me di cuenta que si no salía en ese mismo instante sumaría otra persona más a mi lista de disculpas. Y eso ya no era posible, estaba cansado de darle la razón a Tess, estaba harto de hacer que todos huyeran de mí.
***
—"Una vez me cubrí los ojos, cuando pasaba junto a un vagabundo... estaba en el suelo sin hacer daño a nadie y sin embargo, no quise mirarlo. Me sentí avergonzado por ello luego y pensé cómo sería vivir sabiendo que las personas te vuelven el rostro, antes de siquiera dejarte mostrarles quién eres. Antes de dejarles ver la luz en tus ojos, antes de dejarles saber que hay luz en los ojos de todo el mundo, que en algunos está más oculta, en pocos brilla con intensidad y en otros apenas se deja ver cuando entrecierras los ojos. Una luz que está para todos, para esos que observan antes de mirar y para aquellos que cierran los ojos y aprenden a escuchar. Yo sé bien... yo sé bien lo que es ver personas oscuras, sé cómo luce alguien desdichado y sé muy bien distinguir su valor. Porque antes tenía miedo de una apariencia, antes creía que la bondad se medía por la ropa o el aspecto de la gente; pero eso no es cierto. Veo luz y veo bondad en donde muchas personas jamás se detienen a ver, veo miedo y veo valor, veo todo eso y creo que los demás también lo lograrán hacer. Pero no me importa si nadie más lo logra, yo sé perfectamente como brilla tu luz... y siempre voy a decirles a todos los ciegos que el interior de mi hermano, es de sus rasgos el mejor." —Una pequeña pausa y un escogimiento de hombros después—: Aunque nadie va a negar nunca que tienes el encanto de la familia.
Solté una carcajada junto con el resto de la audiencia, mientras veía como las personas se ponían de pie para aplaudir con real entusiasmo a Cal. Él hizo una chapucera reverencia a su público, antes de escanear con sus ojos dorados los rostros presentes. Le tomó un momento encontrarme al fondo del anfiteatro, pero cuando me halló no perdió tiempo y brincó del escenario directo hacia mí. Su pequeño cuerpo impactó contra el mío, obligándome a tomarlo en brazos para que estuviéramos a la misma altura.
—Eso ha sido impresionante, Caleb. ¿Lo has escrito tu solo? —Se encogió de hombros con falsa modestia.
—Papá me ayudó un poco, pero ¿te gustó? —preguntó, ansioso como él solo podía serlo—. Teníamos que escribir de alguien que admiráramos mucho y como no había muchas posibilidades de que Spiderman se presentara, fui por ti.
—Vaya, eso sí que fue considerado de tu parte —le dije, jalándole un mechón de cabello que le caía en la frente—. ¿Pero eso no le molestó a Martín?
Martín era su padre, un buen tipo aunque sabía tanto de él como su nombre y que le gustaba jugar al golf, odiaba los tatuajes, y por más de la mitad del tiempo que estuvo relacionándose con mi madre, él pensaba que yo era su hermanito menor. Y por supuesto que Celina no se tomó el trabajo de corregirlo, no hasta que tuvo al tipo atado por el cuello. Metafóricamente hablando.
—No, porque él sabe que los dos son mis favoritos... pero tú tienes tatuajes. —Eso parecía subirme puntos en la escala de Cal—. Vamos, te voy a presentar a mis amigos. —Él se impulsó fuera de mis brazos, para luego tomarme de la mano y jalarme directo a un grupo de varios niños de nueve años.
Por el resto de las lecturas que faltaban, fui el foco de atención de los amigos de Cal que no dejaban de pedirme que les enseñara mis tatuajes o que imitara voces de distintos personajes. Siempre se me había dado bien hacer eso, así que tuve que complacer a los pequeños, mientras sentía el peso de la mirada de Celina en mí todo el tiempo. Seguramente ya comprendieron que Cal es su hijo, mi medio hermano según los papeles, pero yo había tenido mis dificultades para reconocerlo como tal. Era bastante extraño tener un hermano de nueve años cuando yo ya era un adulto, era extraño porque hasta podría pasar por mi hijo. Pero mi madre es relativamente joven y había tenido a Cal a los treinta y dos. Sí, lo sé, menuda ironía. Y yo no había querido saber nada con él cuando quisieron que lo conociera, me habían querido pintar una familia feliz demasiado tarde para mi gusto y sabía que en ese cuadro yo no estaba includo. Para ese entonces ya vivía con Vincent de modo casi permanente, así que apenas si ponía un pie en mi casa y no tuve relación con Caleb hasta que fue un poco más grande. Papá me había dicho que el niño no tenía la culpa de haber nacido, ni que tampoco era el responsable de que mi relación Celina nunca hubiese prosperado más allá de la cordialidad mutua. Y papá rara vez se equivocaba, así que acepté conocer a Cal aunque nunca reconocí abiertamente que fuéramos parientes. Algo que obviamente no impedía que él me sintiera como su hermano mayor, incluso cuando lo veía apenas una o dos veces en el año. Lo suficiente como para que no se olvidara de mí y lo bastante poco como para no incomodar en su idilio a Celina y Martín. Ellos no eran mi familia después de todo y no era justo confundir a Cal desde tan pequeño, tratando de explicarle el mosaico familiar. Porque ni árbol podía llamarse a nuestra pequeña prole.
Sentí que mi móvil vibraba en el interior de mi chaqueta y corrí a Cal lo suficiente como para echarle un vistazo.
Si en verdad quieres saberlo, me fui porque si no lo hacía ahora jamás lo habría hecho. Y los dos nos merecemos algo mejor que eso...
Permanecí mirando las palabras de Sussy en silencio, completamente descolocado. Al menos ahora ya no me cabían dudas de que no habría marcha atrás. Sabía que ella se merecía algo mejor, mierda, lo malo es que en ese entonces vi que ella era eso mejor que habría podido tener. Y no sabía cómo solucionarlo.
—¿Qué miras?
Aparté los ojos de la pantalla, ausente, mientras Cal se acomodaba en mis rodillas y me enfrentaba con una mirada demasiado similar a la mía.
—Nada. —Guardé el móvil—. Siempre voy a ser tu favorito, ¿verdad? ¿Nunca me vas a cambiar por un modelo mejor?
Caleb soltó una carcajada, tomándome el rostro por las mejillas y estrujándome como si fuese un muñeco.
—Mi favorito por siempre y para siempre, porque eres genial —aseguró, colocando su frente contra la mía—. Y si alguien no lo ve... es tonto.
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Lucas: Vaya... supongo que se lo puede perdonar, la inocencia infantil y todo eso.
Neil: No vayas por ese rumbo, hombre.
Cam: Yo creo que es bueno que acudas a personas que en verdad te quieren. Me agrada el pequeño.
Lucas: Me voy a limitar a no opinar al respecto...
Neil: Harás bien por primera vez en tu vida.
Lucas: Bueno... ¿dónde dejé mi lista de dedicatorias?
Neil: Creo que la enrollaste y la metiste en tu cu...
Cam: ¡Ok! Prefiero quedarme con la duda y usar la lista de repuesto. ¿Jace?
Jace: Aquí está... y sigue... Julieam. Quiere una dedicatoria de Lucas y promete llorar de la emoción.
Cam: Queremos pruebas de eso.
Jace: Totalmente. Adelante, Lucas.
Lucas: Muy bien, voy a procurar ser bastante emotivo con esto para poder estimular tus lágrimas. He visto que eres puertorriqueña también, así que si Cam puede tener su puertorriqueña yo también puedo. Y tú eres la mía. Espero que hayas disfrutado del capítulo, aunque más espero que hayas disfrutado de mi dedicatoria por supuesto. Un abrazo grande para ti y para todas las puertorriqueñas que parecen proliferar y aparecer de forma masiva en nuestras historias. Me encanta que en Puerto Rico se lea con sabiduría. Un beso, Julieam.
Neil: Gracias por tus palabras de aliento en el comentario anterior, por cierto.
Lucas: No arruines mi dedicatoria, no te pidió a ti.
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