Cachorro humano
¿Qué tal? Antes que nada quiero decirles que el miércoles me voy de vacaciones por una semana o así. No sé si para el miércoles pueda subir cap. nuevo antes de salir pero si puedo lo voy a hacer. En caso de que no, ya saben porque voy a estar ausente y espero que tengan paciencia.
En la imagen les dejo a Sussy en su faceta de mujer de negocios así como de simple chica. Esta actriz siempre fue la que mentalicé al momento de pensar en ella y bueno... una gran lectora, Genesis, me hizo el estupendo banner! Gracias, Genesis! :D Espero que disfruten del cap y ya nos estaremos leyendo. Gracias por la buena onda del capítulo anterior, para mí es un placer hacerlos llorar... xDD
Capítulo XXVI: Cachorro humano
Podría jurar, sin temor a equivocarme, que esta era la primera vez que veía al hiperactivo Neil tan quieto. Y de eso ya había pasado como cinco minutos, cinco interminables y silenciosos minutos en los que la mente de mi interlocutor pareció desvanecerse en el aire. No había palidecido, maldecido, balbuceado, corrido, gritado o nada de lo que habría podido esperar viniendo de él; en realidad no había hecho más que soltar su amarre de mi cintura y permanecer allí, a un paso frente a mí pero a años luz de distancia. En un instante llegué a preocuparme por él, ¿podría estar sufriendo alguna especie de ataque silencioso? ¿Caería redondo en mi cocina luego de saber que el sexo producía bebés?
Neil se aclaró la garganta, obligándome a apartar cualquier pensamiento sobre él muriendo tras la noticia, y luego suspiró. Fue un suspiro de esos que parecen ser decisivos, estaba segura que tras eso ocurriría algo. O bien huía, pues el pasillo que guiaba a la salida estaba de su lado, o bien perdía el conocimiento. Y no que lo viera como un debilucho, pero todo parecía indicar que ocurriría lo segundo.
—¿Neil? —Apartó los ojos del infinito al escucharme, pero no me miró a mí sino que su atención viajó directo a mi vientre. Solté un bufido por lo bajo—. ¿Quieres que infle el estómago así te puedes hacer a la idea? —Era obvio que con tan poco tiempo de gestación apenas si yo veía algún cambio en mi cuerpo y no tenía nada de barriga aún; así que no podía decir qué era lo que él esperaba ver allí.
—Dijiste... —Me sorprendí al oír su voz, por lo que decidí contener mi impaciencia un poco más—. Dijiste que no había bebé.
Pues ponte al corriente, querido. Mi mente quería despachar todo este asunto cuanto antes, aunque también sabía que debía darle tiempo de que aclarara sus pensamientos. No era justo no darle un momento para que reaccionara, yo había tenido bastante para comprenderlo y aceptarlo. Y aún y con todo, todavía me parecía extraño saber que había alguien creciendo en mi interior.
—Sé lo que dije y en ese momento... bueno realmente pensé que no lo había. —Hice una pausa, avanzando un paso que causó automáticamente una reacción en su postura. Neil no retrocedió, claro, pero sí se puso tenso y más rígido como si esperara que le arrojara al niño a las manos en ese mismo instante y saliera corriendo. ¡Hombres!—.Tuve mi período y nada parecía fuera de lo normal. Pero el médico dijo que eso a veces pasa y pasó.
—¿Y pasó? —preguntó con una voz que apenas rompió a través del silencio.
—Escúchame —le espeté, decidida a ponerme firme de una buena vez. Estábamos hablando de mi hijo, si Neil quería podía conmocionarse, negarse, emocionarse o lo que fuese, pero en ese momento debía emitir un juicio y yo no quería extender la espera para siempre—. Neil, sé que el modo en que se dieron las cosas no fue el mejor. —Alcé las manos en gesto resignado—. Pero no tienes que preocuparte por ello, ¿bien? Esto formaba parte de mi plan desde el inicio, esto era lo que yo quería y... —Pasé saliva con rigidez, sin apartar mis ojos de los suyos mientras las palabras se escapaban de mi boca—: Estoy lista para hacerlo.
Él pestañeó, ausente, deslizando su mirada hacia el suelo y tras un segundo de silencio compartido, asintió. Sentí como mis hombros perdían la tensión luego de esa breve respuesta, aunque un peso completamente inesperado presionó sobre mi pecho e hizo que mis ojos se empeñaran de forma leve. ¿Qué había esperado de él? Me pregunté con cierto aire socarrón; Neil no quería hijos y me lo había dejado saber con anterioridad. ¿Acaso creía que saberlo cambiaría algo?
—Su...
—Creo que es mejor que te marches ahora —lo corté, sin darme cuenta que hablamos al mismo tiempo.
—¿No quieres que me haga cargo?
—No tienes que hacer nada que no quieras, Neil —musité casi a regañadientes. Forzarlo a asumir la paternidad no iba conmigo, éste había sido mi plan no el suyo y hacerlo participar contra su voluntad, no me hacía mejor persona que Vincent. No, pensé para mis adentros, Neil ya había sido forzado a hacer demasiadas cosas que no quería, yo no le haría eso—. Yo no te voy a obligar a reconocerlo o darme dinero o llevarlo a jugar contigo, puedo hacerlo sola. Estoy preparada para hacerlo sola.
—¿Pero quieres? —preguntó, escrutándome en profundidad con sus hermosos ojos dorados.
No podía decir que aquel que me miraba era el hombre seguro y confiado que iba ofreciendo sexo con su filosofía de vida liberal, pero de algún modo vacilante seguía siendo Neil.
—¿Si quiero hacerlo sola? —le devolví, sarcástica, esperando que fuese capaz de ver la estupidez de lo que me estaba preguntando—. Por supuesto que no, Neil, pero soy práctica y me amoldo a mis opciones. Si fui capaz de viajar a Portland para buscar un donante, ten por seguro que seré capaz de criar a este bebé por mi cuenta si decides que no te interesa.
—No... —susurró, esbozando la primera sonrisa desde que habíamos entrado en la cocina. O al menos la primera que realmente me dio ganas de devolverle—. No te preguntaba si querías hacerlo sola, te preguntaba si querías que lo reconociera.
—No te entiendo —musité, sacudiendo la cabeza. Neil soltó aire por entre sus dientes apretados, antes de acercarse hasta mí y estirar una mano que no llegó a tocarme. Esa misma mano voló hasta su cabeza, para luego bajar una vez más y situarse en mi cintura. Me sostuvo con un toque tan etéreo que pensé estar imaginando todo aquello.
—Ya escuchaste toda la mierda que tengo para ofrecer, ¿en verdad quieres a ese hombre como padre de tu hijo? —Sus dedos apretaron la tela de mi blusa, rasgando muy suavemente la superficie de mi piel—. No es sobre lo que yo quiera, Sussy, es sobre lo que tú quieres. Ciertamente no estaba esperando esta noticia, pero no me desagrada... sólo que no sé si quieras esto para ti y para... —Bajó la mirada en un parpadeo hacia mi vientre plano—. Para tu bebé.
—Eres su padre —dije, sin siquiera detenerme a pensarlo. No era sobre si yo aprobaba o no su prontuario, era quien era y era su padre—. Es tuyo si así lo deseas, lo que haya pasado antes no cambia quien eres... no cambia el hecho de que te acepté conscientemente.
—Pero no sabías quién era en realidad.
Me encogí de hombros, otorgándole en parte el punto.
—Nunca conocemos a las otras personas en realidad, sólo conocemos los que nos permiten ver e incluso lo que nosotros queremos ver. —Coloqué mi mano sobre la suya que aún descansaba sobre mi cadera—. Ahora me permitiste conocer más de ti, eso no significa que lo que haya conocido antes fuese falso. Eras tú, Neil, siempre fuiste tú.
—Eso sonó como una declaración. —Rodé los ojos, incapaz de no sonreír por su estúpida interpretación—. Aunque entiendo lo que quieres decir.
—¿Entonces? —inquirí, esperando que echara algo de luz sobre tanto drama.
—Entonces... —Sentí su otra mano presionarse sobre mi abdomen, como si acabara por rendirse a la tentación de tocarlo. Ambos bajamos las miradas en lo que parecía un acto sincronizado y reímos al enfrentarnos—. ¿Cómo se llama?
—No tiene nombre aún.
Neil sacudió la cabeza de un modo sutil, mordiendo su labio en un gesto de profunda meditación.
—Eso está muy mal, ¿no te refieres a él de ningún modo? —Negué, tratando de pensar si tenía algún mote para el bebé, pero de momento sólo era eso... bebé. Neil pareció indignado de que no le tuviera un nombre, razón por la cual me gané un breve fruncimiento de ceño—. Creo que me referiré a él como "pequeña condena de papa", ¿te gusta?
—Llama a mi hijo de ese modo y te quedas sin pelotas —le advertí, tajante, logrando que una pícara sonrisa se dibujara en sus labios.
—Muy bien, ese lo descartamos entonces. ¿Sabes si es niño o niña?
—No, Neil, es demasiado pequeño. —Se encogió de hombros al recibir mi negativa, era obvio que sabía tanto de bebés como de tejido a crochet—. Es más o menos de este tamaño. —Hice un pequeño ovalo con mis dedos índice y pulgar, tratando de imitar el tamaño de un frijol; según había aprendido sobre los carteles en la consulta médica, así debía de verse mi bebé.
—Rayos, eso es bastante pequeño. —Levantó su mano, como si súbitamente temiera hacerle daño.
—Pues lo lleva bastante bien, según leí es el tamaño que debe tener. Más o menos de las dimensiones de un frijol —informé, alardeando de mi conocimiento. Neil sonrió más relajado, volviendo a acariciar mi vientre con reverencia.
—Buen trabajo, Cachorro —lo felicitó, trazando una línea por sobre mi ombligo—. Mantén el ritmo.
—¿Cachorro?
Asintió ausente, al parecer demasiado ensimismado en descubrir si había algo distinto que atestiguara la presencia del bebé. Ese que aparentemente él veía como un cachorro de humano.
—El cachorro que tendremos.
Lo miré esperando que él me notara y al cabo de un suspiro, despegó los ojos de su mano sobre mi barriga y me devolvió la cortesía.
—¿Tendremos? —le espeté en un susurró. Él me apartó un mechón de cabello del rostro y tras colocarlo detrás de mi oreja con suavidad, se inclinó para soltar una bocanada de aire tibio en aquel punto sensible—. Neil...
—Tendremos, nena —murmuró, hundiendo la nariz en el arco de mi cuello para luego arrastrarme decididamente al interior de sus brazos—. Sólo prométeme que me abofetearas si en algún momento entro en pánico.
Me reí entre dientes, girando el rostro lo suficiente como para que mi boca rozara el contorno de su mandíbula y mi lengua trazara una lenta línea ascendente. Neil contuvo el aliento sin moverse, esperando a que mi boca encontrase la suya y no tuve fuerza de voluntad como para retrasar lo inminente; lo quería allí y ahora. Sentí sus labios presionar contra los míos al más leve contacto, mientras su lengua invadía sin pedir permiso y con la avidez propia que lo caracterizaba, se apoderaba de cada parte de ese beso. Él bajó una mano hasta la curva de mi espalda, atrayéndome con fuerza contra su cuerpo y no puede contener un gemido de aprobación que reverberó en su propia boca. Nos acoplábamos tan bien que me era imposible pensar que estuve tan lejos de ese cuerpo por tanto tiempo, ¿qué estaba mal conmigo? Lo había echado de menos, lo echaría de menos si retrocedía sólo un centímetro para respirar, lo sabía.
—Neil... —me quejé, jalando de la parte baja de su camisa para tocar su piel tatuada—. Quiero...
—Sí, dame el tour por la casa.
—¿Qué? —le espeté, confusa. Él sonrió de medio lado.
—Enséñame la casa, empecemos por tu cuarto. —No quise soltar un obvio "ohhh", pero sin duda lo pensé.
Sin darme tiempo a reflexionar sobre lo absurda que me volvía al besarlo, lo tomé de la mano y tiré de él escaleras arriba, diciendo muy brevemente al pasar: comedor, sala, baño, cuarto, cama, allí te quiero ahora. Y más tarde Neil manifestó que había sido el tour más fantástico de su vida, aunque creo que sólo estaba siendo algo adulador.
***
Neil
Ella era probablemente la peor compañera de cama del mundo, luego de resistir como un campeón sus continuas patadas y manotazos durante dos horas, decidí salirme de la cama y ocupar un lugar tranquilo en la mecedora que tenía junto a la ventana. La arrastré de allí hasta el borde de mi antiguo lugar de reposo, coloqué mis pies en la esquina opuesta del colchón tamaño King que no parecía presentar batalla a la indómita mujer, y me limité a observarla dormir. No me molestaba estar obteniendo casi nada de descanso, pues había previsto que al ir a su casa no arrastraría mis mejores intenciones de chico bueno. ¡Por favor! Sólo estaba siendo considerado, tomándome un respiro antes de seguir con el resto de las habitaciones.
Sussy gimió, dándose una vuelta completa hasta que su bonito trasero quedó tentadoramente elevado en mi dirección. Dios bendito, sólo esperaba que el Cachorro no saliera con esos hábitos nocturnos o tendría que conseguirme algunas correas para mantenerlos a todos quietos.
—¿Neil? —El sonido de mi nombre pronunciado en esa voz levemente ronca y sexy, me arrancó de mis cavilaciones sobre correas. La miré, de acuerdo, miré su trasero y luego intenté encontrar su cabeza entre medio de las mantas.
—Aquí estoy, nena. —Sussy se volteó, emergiendo por el lado contrario donde se encontraban las almohadas y me sonrió de un modo algo tímido.
—Lo siento —dijo, supongo que refiriéndose al hecho de que terminó echándome de la cama literalmente a patadas—. No puedo evitarlo, he sido así desde siempre y...
—Eh, no te preocupes —la acallé, poniéndome de pie para llevar mi cuerpo hasta el cabezal de la cama y dejarme caer allí. Sussy gateó en mi dirección, aceptando mi mano cuando se la tendí para ayudarla a sentarse a horcajadas sobre mí—. Estoy acostumbrado a dormir casi en cualquier lugar, lo he tenido mucho más difícil que esto.
Ella frunció el ceño al mirarme, desplazando su mirada desde mi pecho desnudo hasta mis ojos con lentitud.
—¿Con otras mujeres?
Puse los ojos en blanco, colocando mi palma en su mejilla para darle un suave apretón con mi índice y pulgar. Ella bufó, echándose sutilmente hacia atrás.
—No, las mujeres con las que "dormí" rara vez se quedaban a dormir conmigo. —Sonreí con cautela, viendo como sus ojos avellana se abrían, atentos, absorbiendo la información—. Me refería a los sitios donde dormí.
—¿Eran malos lugares?
Me gustaría saber qué entendía ella por "malos", pero prefería no ahondar en esa mierda más de la cuenta. Malo y bueno nunca estuvo del todo claro para mí, debía recordarme constantemente dónde la gente normal hacía esas distinciones.
—No lo sé... no eran malos para mí, tal vez poco comunes o poco usuales.
—No creo estar siguiéndote.
Me pasé una mano por el cabello, tratando de aclarar mi cabeza en el proceso. Era bastante difícil establecer un orden de lo que quería que supiera y lo que no quería que supiera. No por desear ocultarle nada, simplemente había cosas que yo no quería recordar, francamente ese era el motivo de usar coca. Olvidar mierdas que ningún crío o persona debería ver en su vida, olvidar mi participación en dichas mierdas y... sólo olvidar.
—Una vez pasé la noche junto a tío que estaba muerto.
Sussy abrió los ojos como plato, tomando una muy pequeña bocanada de aire por entre sus labios entreabiertos.
—¿Qué?
—Bueno yo no sabía que estaba muerto —aclaré, al ver su expresión estupefacta. Tal vez ese no había sido el mejor ejemplo para dar—. Se llamaba Héctor, era un buen tipo para lo que se acostumbraba por allí. Tenía alguna especie de enfermedad terminal, así que decidió salir en su tráiler y buscar la vida o la paz de cualquier modo. No estoy seguro cómo llegó a ser amigo de Vincent, pero muchas veces cuando él se iba a "trabajar"... —Hice una pausa, esperando que ella no me pidiera que explicara los trabajos de Vincent. Eso estaba totalmente fuera de la jurisdicción de Neil—. Me dejaba con Héctor.
—¿Era bueno contigo? —Su pregunta me hizo sonreír. Había pronunciado las palabras con la voz pequeña, como si temiera decir algo incorrecto.
—Sí, sabía comportarse.
No creo que mi respuesta le agradara, porque la sentí tensarse bajo el amarre de mis manos y sus ojos volaron a mi rostro, insistentes, como si buscara algo más detrás de mi aseveración.
—¿Qué significa que sabía comportarse? —Me encogí de hombros, tratando de entender a dónde quería llegar. No es como si saber comportarse tuviese muchos significados posibles, ¿verdad?
—No sé si entiendo lo que me preguntas, nena.
Sussy se mordió el labio inferior, haciendo que el trabajo de mantenerme enfocado en la conversación se volviera bastante demandante. Ya no tenía tantas ganas de hablar, teníamos el resto de la vida para ponernos al corriente sobre los detalles morbosos de mi juventud. Se lo diría todo, si tan sólo me prometía dejarme morder ese labio un segundo cada día por el resto de mi vida.
—¿Alguno vez te hizo daño?
Con que eso era lo que quería saber. Fruncí el ceño ante el descubrimiento, viendo en su mirada un rastro de genuina preocupación. No me gustaba esa preocupación, no quería que pensara en eso o dejara volar su imaginación sobre asuntos que estaban enterrados en el pasado.
—Héctor nunca me habría hecho daño, Sussy, él tenía hijos y creía que los mayores debían cuidar de los más pequeños. —Negué sin poder evitar que una sonrisa tirara de mis labios—. Muchas veces le pedía a Vincent que me dejara con él, porque se daba cuenta que no me sentía tan seguro de seguir a mi padre siempre. Incluso llegó a preguntarme lo mismo que tú me preguntas ahora. "¿Te hace daño? ¿Te obliga hacer cosas que no quieres?" —Me vi a mí mismo de adolescente sacudiendo la cabeza con timidez para decirle que no, recuerdo a Héctor suspirar y decirme que podía hablar con él de lo que fuera. ¿Pero qué podía decirle realmente? Sabía tanto del mundo como que Vincent era mi padre y que él no tomaría malas decisiones, porque se suponía que era el adulto—. Héctor era una buena persona. Murió un día que yo estaba allí, durmiendo en su tráiler. Permanecí a su lado por horas, esperando a que una de sus hijas acudiera después de que la llamara para darle la noticia. Prefería mil veces quedarme junto a un muerto, antes de irme con Vincent... pero fue otra oportunidad desperdiciada.
Noté como sus ojos se humedecían lentamente al escucharme, incluso ante la tenue iluminación de la alcoba, y me removí incómodo sin saber cómo capear la situación. Me recordó tanto al modo en que me miraba mi abuelo e incluso los policías y los médicos que entonces intentaban ayudarme, fue como estar nuevamente en esa habitación blanca, tratando de dar explicaciones mientras sentía que me consumiría por la rabia y la vergüenza de ser objeto de la triste simpatía de esos desconocidos. Había llegado a creer que para esta altura de mi vida, ya no tendría que estar respondiendo preguntas sobre Vincent o mi tiempo con él. Ya había sido lo bastante humillante en su tiempo, sintiendo los ojos de mi abuelo fijos en mí mientras el policía me preguntaba cosas como: "¿te hizo daño alguna vez?" "¿intentó tocarte sin tu consentimiento?" "¿te pidió que lo tocaras de algún modo que te desagradaba?". En aquel momento se me había ocurrido decirle al policía que cortara con toda la mierda y fuese al grano de una buena vez; pero recuerdo apenas abrir la boca para dar respuestas monosilábicas, luchando por leer algo en las reacciones de mi abuelo.
Dios, qué tiempo de mierda aquel.
—No tenemos que hablar de esto si no quieres.
Sonreí frente a sus palabras, algo sorprendido de que ella viera mi renuncia con tanta claridad. Coloqué mi frente contra la suya, sintiendo que su cuerpo se relajaba de forma notoria ante mi gesto.
—Yo preferiría no hacerlo —admití en un susurro. Sussy asintió sin discutir, posando con suavidad su mano sobre mi pecho, a la altura del corazón.
—Bien, pero entonces quiero que expliques esto.
Minutos antes de que nos deshiciéramos en caricias camino de la habitación, ella había logrado despojarme de mi camisa y en el proceso de regar mi pecho con besos húmedos, se encontró con algo que sin duda la había tomado con la guardia baja. Pero no le di tiempo a expresar sus preguntas, la besé, la torturé con caricias, la empujé a corresponderme y ella me dejó seguir adelante, con la promesa de que daría las explicaciones luego. Supongo que ya era luego.
—Es... un tatuaje —dije sin más, bajando la mirada al nuevo diseño que me había conseguido el mes pasado. El dolor de la aguja rasgando mi piel, dejando un trazo de tinta que duraría hasta mi último suspiro, siempre me hacía sentir mejor. Había comenzado a usar los tatuajes como modos de cerrar ciclos o marcar un momento que quería retener siempre conmigo, cada uno tenía un significado atado a ellos y por supuesto que este también lo tenía. Además que este era doblemente especial, porque fui lo bastante osado como para pedirle a Keila que lo diseñara para mí. El dibujo no era ni simple ni extravagante, se trataba de una especie de rasgadura sobre la piel de mi pecho, cuatro cortes transversales que dejaban sutilmente al descubierto un corazón negro que estaba marcado con una letra S.
—Todavía no sé si me gusta o me disgusta.
La miré, contrariado.
—¿Por qué no iba a gustarte?
—Porque parece una herida abierta... —Ella marcó con su índice los contornos de uno de los simulados rasguños y me observó con una mueca en sus labios—. Y no entiendo por qué tu corazón está negro.
—Es negro porque estoy enfermo. —Me disparó una mirada alarmada, así que me apresuré a sonreírle a modo de tranquilizarla—. Antes se creía que la melancolía producía en la persona sangre negra, el sentimiento de perdida de algo que no se quiere soltar volvía a alguien melancólico y lo enfermaba. Su corazón se volvía negro, porque era alguien que vivía estando muerto por dentro...
—Tú no estás muerto por dentro —espetó con firmeza.
—Lo estuve... —Tomé su barbilla entre mis dedos, jalándola lo suficiente como para poder respirar su aire—. Lo estaba, pero entonces viniste tú y rasgaste mi piel, te metiste dentro y ahí estás ahora. —Le apunté la pequeña S quemada en mi corazón—. ¿Lo ves? Necesitaba sentir que estabas cerca aunque no lo estuvieses. —Ella soltó un suspiró tembloroso, rozando muy levemente mis labios en el proceso—. Probablemente nunca puede explicarte bien lo que me causas, probablemente nunca sepas lo mucho que significa para mí que te tomes el tiempo de mirarme. De verme en realidad. Nunca ninguna mujer quiso eso conmigo, pero tú ves más allá del estereotipo, tú no desnudas mi cuerpo... desnudas mi alma.
Permaneció quieta y con los ojos cerrados por lo que se sintió una eternidad, finalmente se dignó a mirarme con una expresión que no me dejó ver nada de lo que estuviese pensando. Aguardé, porque básicamente no podía hacer otra cosa que esperarla, porque a decir verdad no me molestaba en lo absoluto esperarla el tiempo que fuese necesario.
—Creo que ya me agrada —musitó con una sonrisa, antes de empujarse hacia mi boca con decisión y zanjar cualquier distancia que había entre nosotros. Reí.
—Pondré la inicial del Cachorro allí, cuando sepamos su nombre —le informé, por si aún le quedaba alguna duda de lo que pasaría en el futuro.
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Lucas: Estoy deseando esas vacaciones, ¿ya tienen todo listo, ustedes?
Neil: Falta conseguir más bloqueador solar, en tu condición de vampiro no te queremos perder y tener que darle las explicaciones a Keila luego.
Keila: Pero sí yo también voy.
Lucas: Claro que sí, cariño, no escuches a ese idiota. ¿Quieres que te haga una lista de las cosas que hay que llevar?
Neil: ¡Oh, sí, por favor! Tú eres el experto en eso...
Lucas: No te estaba hablando a ti.
Jace: Yo voy a ordenar tu maleta, Neil, no te preocupes.
Sam: ¿También la mía?
Jace: Por supuesto, amore, ni lo preguntes.
Cam: ¿Qué hay de mí? Alguien ordene mis maletas, porque yo tengo que hacerme cargo de las de Blue. Tiene una tendencia a perderlas.
Marín: Sólo ocurrió una vez, una vez... y no me dejarás olvidarlo.
Neil: Jace les pone un pequeño dispositivo de rastreo, para no perderlas.
Marín: Oye, esa es una muy buena idea.
Jace: Todos traigan sus maletas a mi casa, me encargaré de que nadie pierda nada. Pero ahora hagamos esta dedicatoria, ya que estamos todos aquí.
Sussy: Falto yo.
Jace: Estabas aquí pero en silencio, así que seguías estando.
Sussy: Sólo pensé que era pertinente hacer oír mi voz. Continúa, por favor.
Jace: Gracias. Luego de todo ese ajetreo, me pone feliz decir que este capítulo va dedicado a una joven de la que aún guardo recuerdo de sus primeros comentarios. Originalmente dijiste que me querías a mí para dedicarte este capítulo y aquí me tienes, Cynthia_AF, los otros sólo son acompañantes. Porque este capítulo queda entre tú y yo, espero lo hayas disfrutado.
Sam: Así que esto es lo que hacen en las dedicatorias, ya veo porque les gusta tanto venir.
Keila: Vienen a coquetear y reclamar mujeres de otros países, he visto las anteriores.
Sam: Muy bonito... ya hablaré contigo, Jace Fabrizio, hablaremos en casa.
Jace: Ay...
Marín: Mmm...
Cam: Yo no hice nada.
Lucas: Si te defiendes es peor.
Keila: Calladito te ves más lindo. Andando.
Neil: ¿Su?
Sussy: Oh, descuida, nene. Estoy acostumbrada a que coquetees hasta con las plantas.
Neil: Esa es mi chica. Saludos, Cynthia, gracias por seguir esta historia aunque sólo sea para ver a Jace :D
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