Un paso a la vez...
¡Es increíble lo que causa una palabra! Creo que nunca había leído tantos comentarios variados sobre una misma cuestión. Pero en fin, es hora de ver cómo sigue... intenté no tardar mucho pero es que Lucas estaba un poco difícil estos días. xDD Saludos
Capítulo XXVIII: Un paso a la vez…
Lo siguiente fue un momentáneo lapsus de estupor, mientras alguna parte de mí se esforzaba por encajar esa palabra, digerirla y comprenderla. Lucas se detuvo junto a la ventana abierta, mirando hacia la calle por lo que pudo ser un interminable minuto.
«¿Nada?» Bueno, ciertamente esa no era la actitud de alguien a quien no le ocurriese nada. Pero, ¿qué? ¿Cómo y cuándo? La nebulosa del momento después finalmente comenzó a aclararse y mis ojos viajaron inexorablemente al hombre de pie junto a la ventana; una mano sobre el marco, la otra tocando el vidrio a un son que sólo él oía, su cuerpo aún enfundado en los pantalones de jean… Me detuve allí. Lucas aún seguía vestido de cintura para abajo, y no estuve segura del porqué de ese repentino sabor amargo que inundó mi boca.
Me incorporé sobre los codos a tiempo que lo veía cerrar las cortinas, para sumirnos en una penumbra levemente atenuada por la lámpara en la mesa de luz.
—¿Qué pasa contigo?—mi voz rompió el silencio, ganándome su atención al instante.
—No pasa nada. —Ahí estaba otra vez esa palabra: nada. ¡Nada! Qué me llevara el mismísimo diablo si no le pasaba nada, ¿acaso me creía idiota?
No era muy dada al romanticismo, incluso yo recelaba un poco al momento de acurrucarme con alguien, pero eso era prácticamente una regla. Una regla que él estaba quebrantando, a decir verdad, él estaba marcando una distancia que no debería estar allí y ¿por qué?
—Lo que sea…—mascullé desbordada con mis propios pensamientos. Si no le pasaba nada, pues bien, a mí tampoco me pasaba nada.
Salí de la cama, notando mi falda echa un desastre alrededor de mi cintura. Con tirones fuertes la bajé, aun sabiendo que no tenía ropa interior debajo y que la rajadura en la tela sería bastante difícil de disimular. Lucas no se movió de su lugar, aunque en todo momento sentí su mirada atenta sobre mí. Me puse el sostén y afortunadamente encontré mi blusa tirada a los pies de la cama; metódicamente fui creando mi propia barrera. Dado que él lo quería de ese modo, yo no iba a desalentarlo. Lo había intentando, Dios sabía que lo había intentado, pero si esta era la respuesta que obtenía tras nuestro primer encuentro íntimo, no había más vueltas que darle. Este era el lugar en donde Lucas me había puesto.
Di unos pasos hasta detenerme frente a él y extendí una mano.
—Dame mi ropa interior.
El primer indicio de duda destelló en sus ojos verdes, pero fue casi ínfimo.
—¿Qué?
—Dame mi ropa interior—repetí sin ánimos de entrar en una discusión sin sentido.
—Más tarde—respondió como si nada, tomando mi mano extendida y jalándome de ella hacia él.
Lo empujé. Claro, ¿ahora quería abrazarme? Pues, ¡qué lo jodan!
—Suéltame, Lucas.
—¿Qué te pasa?
—¿Yo tengo que responder a eso?—Lo increpé incrédula. ¿Es que acaso no notaba la ironía de su propia pregunta?—. Lucas…—Sólo necesitaba un mínimo estimulo para estallar, pero me contuve. No le veía sentido a gritarle algunas verdades, sentía que algo estaba mal, que su actitud estaba mal, que debía reclamarle aunque no estuviese segura de porqué.
—Oye… tranquila. —Su mano me apresó por la cintura, limitándome en movimiento y por un segundo lo dejé ganar.
—No me digas que me tranquilice, no te entiendo. —Al parecer el tono afectado de mi voz le advirtió de mi incomodidad, porque me liberó dando un paso hacia atrás.
—¿A qué te refieres?
—No puedes estar hablando en serio. —Pero su mirada no daba indicios claros de que él tuviese idea de lo que le hablaba—. Sabes qué, si esto era lo que quería desde un inicio… no tenías que hacer la actuación de novio durante dos semanas. Te habría dicho que sí en la tercera cita.
—¿Qué mierda significa eso?—Lucas intentó tomarme del brazo, pero lo rechacé al instante—. Keila…
—¡Vamos, Lucas! No te hagas el idiota, y no me tomes de idiota a mí.
—Yo no…
—Sé distinguir lo que comparto con otras personas—lo interrumpí a viva voz, sintiendo que mi resolución por no alterarme se me escurría rápidamente—. Y tú no estabas ahí, te hubiese dado lo mismo que fuera yo o que fuera cualquier otra, ¿no?
—¿Qué?
Sacudí la cabeza con frustración, estaba decidida a no despotricar, no iba a demostrarle cuánto me afectaba que se alejase en un momento como ese. No era romántica, es cierto, pero me gustaba pensar que había algo más que atracción física en la cama.
—No importa, es mejor que me vaya.
—¡Ni hablar!—En esa ocasión no reaccioné a tiempo y él me tomó por los hombros, obligándome a darle la cara—. ¿Qué estupideces dices, Keila? ¿Qué no estaba ahí? ¡No, maldición! Ése no era yo, no sé cómo fui capaz de portarme así contigo.
—Lucas…
—Escúchame, ¿quieres?—Bajé la cabeza sin muchos ánimos de seguir discutiendo, esto sólo empeoraría antes de mejorar—. Fui rudo y desconsiderado, me dejé llevar… no sé… perdí el control y cuando finalmente te miré…—Su mano rozó mi cuello causándome un escalofrío, para luego dejar correr su pulgar sobre mi labio—. Te hice daño.
—No, claro que no.
Pero él no parecía estar escuchándome, sus ojos estaban fijos en su pulgar levemente manchado de rojo. ¿Sangre? ¿Estaba sangrando? Pasé mi lengua por mi labio inferior, sintiendo el característico gusto metálico y no pude más que sorprenderme ante mi propio despiste.
—Lo lamento.
—Eso no importa—me apresuré a decir—. Ni me había dado cuenta.
—Eso no cambia el hecho de que te haya lastimado… no se suponía que iba a ser así.
—Lucas, también te marqué con mis uñas y dientes. Ninguno de los dos estaba buscando ser delicado, no me importa.
Realmente eso no era lo que me importaba si íbamos al caso, el hecho de que se hubiese escurrido de la cama antes de siquiera poder pensar en el dolor, eso era lo que me estaba pinchando desde adentro.
—Debería importarte.
—¡No, eso me da igual!—Alcé las manos buscando nuevamente distancia. Para tratar ese tema, al menos debía ser capaz de controlar el impulso de querer calmar su consciencia—. Más allá de lo que pasó, hay algo más en ti… algo que te molesta. Lo sé, porque no estás actuando como siempre.
—No hay nada más. —Y el simple hecho de que se retirara hacia la ventana, fue más respuesta que sus palabras.
—Claro, lo veo—le espeté incapaz de contener el sarcasmo, él me miró con los ojos entornados pero no me discutió—. En fin, esto fue interesante…—Volví a tenderle la mano—. Dame mi ropa, me voy.
—¡No!—Su vehemente negativa por un segundo me detuvo en seco.
Sonreí muy lentamente, aun cuando el gesto lejos estaba de ser autentico.
—¡Lucas, dámela!—Él retrocedió todavía más, frustrando mi intento por registrar sus bolsillos—. ¡No estoy jugando, imbécil!
—No te vas a ir, Keila, es media noche.
—Oh, ya veo, si te preocupa que alguien me lastime en la calle puedes estar tranquilo. Le diré que tú ya te encargaste de eso…
Noté el momento exacto en el que mis palabras le llegaban, en el modo en que su rostro se contraía en una mueca y apretaba sutilmente los puños. La parte más vengativa de mí festejó mi audacia, mientras que aquella otra que sólo quería acurrucarse después del sexo se golpeó la frente a modo de reproche.
—No lo hice apropósito—se excusó dándome una dolida mirada.
—Yo no estoy hablando de las marcas, Lucas. —Por un segundo sólo nos observamos fijamente, sabía que él entendía lo que le estaba pidiendo y por extraño que sonase, sabía que no me iba a decir por qué me estaba evadiendo.
En la cocina le había preguntado que le pasaba y su respuesta fue besarme, acorralarme contra la encimera sin darme mucho tiempo a reacción. Y una vez más en la habitación, parecía estar haciendo una pausa para luego volver a avanzar. No podía jurarlo, pero casi podría apostar que había usado el sexo para distraerme. Y eso, ¡eso era lo que estaba corroyendo mis entrañas! Como aquel primer beso en el hotel, Lucas estaba intentando probar algo. Y si eso no era indicio de que algo iba mal, entonces simplemente no sabía una mierda de las relaciones o de las personas en general.
—No sé de qué estás hablando entonces.
Asentí suavemente, intentando no perderme ni una sola mueca de sus reacciones.
—¿Te da lo mismo estar conmigo que con cualquier otra?
Sus ojos relampaguearon, mientras en dos zancadas acortaba la distancia que él mismo había impuesto entre nosotros.
—¿Cómo puedes preguntarme eso?—Enarqué las cejas sin decir nada y eso sólo pareció encabritarlo—. ¡No, Keila! No me da igual, por supuesto que no me da igual.
—No te creo. —Las palabras parecían buscar su camino por sí solas hacia mi boca y los filtros habían caído desde hacía un buen rato—. Por alguna razón te alejaste de la cama, por alguna razón me callaste en la cocina. No te estaba gustando hacia donde estábamos yendo, así que actuaste para cambiar las cosas, Lucas. Niégalo.
Se encogió de hombros sutilmente, tal vez la primera vez que encogía ambos hombros a la vez y ni siquiera supe por qué perdía el tiempo mirando esas cosas.
—No lo niego, tienes razón. —Bueno, sinceridad ante todo—. En la cocina sabía que te ibas a marchar, así que hice que te quedaras de la única forma que se me ocurrió.
—¡¿Acaso escuchas lo que dices?!—exclamé, estupefacta. ¿Él acababa de admitir que se había acostado conmigo para retenerme aquí? ¿Para qué? ¡Dios!
—Sí, Keila, sé lo que digo y sé que suena mal. Por eso me salí de la cama también, porque no debió ocurrir de ese modo.
Abrí la boca, pero de primera mano nada salió. Tuve que hacer dos intentos más, para darle tiempo a mi cerebro de procesar lo que oía salir de ese hombre.
—¿Siquiera me deseas? ¿O sólo te gusta mi compañía? ¿Te acostaste conmigo porque pensabas que era lo que quería?
—¡No!—Se llevó las manos a la cabeza, antes de bajarla de sopetón y apresarme nuevamente por los hombros—. ¿Crees que puedo fingir lo que hice en esa cama?—Ok, le daría un punto en esa observación sólo porque sabía que un hombre no era capaz de tal despliegue sin desearlo—. Por supuesto que te deseo, no seas ridícula. La cuestión es que…
—¿Qué?—lo apremié al ver que no pensaba continuar—. ¿Qué, Lucas? Confía en mí.
Pero él no respondió a mi pedido, se limitó a cerrar las manos con las que aún me sostenía, presionando la tela de mi blusa y jalándome hacia su pecho en un solo movimiento. Suspiré pesadamente, incapaz de apartarlo al sentir como me rodeaba con sus brazos. Ahora, esto era un golpe bajo.
—Maldito manipulador—le escupí, logrando que su risa bailara por encima de mi cabeza.
—No quiero que te vayas.
Aun cuando quise mirarlo, él no me lo permitió afianzando todavía más su amarre.
—Lucas…—Había sido suficiente de abrazos, quería soltarme pero no parecía que eso entrara en sus planes próximos.
—No, te hablo en serio… no quiero que te vayas.
—No me voy a quedar para que me uses, no te estoy pidiendo que me prometas amor eterno. Pero al menos…
—¿Al menos qué?—Me tomó por la barbilla, haciendo que nuestras miradas se encontraran en un ángulo no muy cómodo, a decir verdad.
—Al menos finge que te importa, no te quedes callado. Creí que habíamos acordado que no ibas a callarte dejando que yo interpretara, porque recuerda que…
—Sí, lo recuerdo. En tu mente no tengo buenas intenciones. —Seguramente los dos parecíamos un par de lunáticos, hablando de ese modo e incluso sonriendo ante el mutuo recuerdo. Pero no es como si alguien nos estuviese observando—. No tengo que fingir que me importas, Keila, me importas mucho. Creo que estaba conteniéndome porque quería darte algo más que sólo sexo, ¿de acuerdo?
—Quizá eso fue lo más honesto que hayas dicho nunca.
—Tengo la mente jodida, ¿si? El hecho de que mi cabeza no siempre este de acuerdo conmigo, no significa que no me importes, o que me dé igual con quien estoy. Pensé que tenías claro que no me tomo las cosas así, además…—Apartó la mirada un instante—…además me es muy difícil confiar en las personas. Y a riesgo de sonar como un cliché, debes saber que realmente no eres tú.
—Sería muy difícil seguir con esto, si no confías en mí—razoné más fríamente de lo que me habría esperado. Él presionó los ojos en líneas, al parecer no muy feliz con mi deducción.
—Yo no confío en nadie. —La confesión fue tan espontanea, que incluso sospeché que no había sido su intención decirla.
Puse mis manos en su pecho para que me dejara ir y afortunadamente no fue necesario pedírselo.
—Bueno, supongo que eso no deja muchas opciones. —El problema se había manifestado al final de cuentas, esto era cuestión de confianza. Lucas no se mostraba completamente como era, porque no quería, porque algo lo detenía o quizás porque él se detenía.
—Tú no entiendes—se quejó sin añadir nada que esclareciera su postura.
—No, al menos que me expliques—le espeté reacia a dejarme esquivar de nuevo.
—No puedo hacer esto, Keila, hay cosas que…
—Entonces supongo que hasta aquí llegamos…—Su mano se cerró sobre mi brazo al segundo en que hice amago de pegarme la vuelta.
—No, no quiero que se termine. —Había un dejo de amargura en su timbre, algo que sin duda me hizo detenerme a oírlo. Yo seguía buscando razones para justificarlo, ¿no? Aún cuando ni él parecía interesado en justificarse—. Estoy intentando ser bueno para ti, pero esta no sería la primera vez que me equivoco. No tienes idea de lo que es dar todo y perderlo todo, estoy bastante educado en la materia de perder. Y estoy cansado de que siempre lo que yo quiero, no resulte. Me han mentido, manipulado, dejado de lado y mentido otra vez, así que disculpa si no me sale fiarme de las personas. Las personas llevan mucho tiempo decepcionándome.
—No es justo juzgar a todo el mundo, por las heridas que te han causado otros.
—Lo sé—asintió algo ansioso, metiendo su mano libre en el bolsillo de su jean—. Y esto está pasando algo rápido, luego de pasar tres días a tu lado quise ser el idiota crédulo de antes. En parte estoy molesto conmigo, porque me prometí no volver a ser así. Pero tú lo jodiste todo y no quiero que dejes de hacerlo. Suena estúpido, pero me haces querer de nuevo…
Levantó mis bragas delante de mis ojos y yo se las arrebaté de un manotazo.
—No está bien robar la ropa, señor—lo reprendí medio en broma. Pues aunque quería darle una respuesta a lo que acababa de decirme, había una advertencia muda en su gesto. Él no quería que le diera mayor trascendencia, aun cuando acababa de tener un acto de confianza hacia mí, no quería que le diera la relevancia que eso merecía. Supuse que sería un pequeño logro a la vez.
—Sólo era un seguro, para que no te marcharas. —Lentamente posó su palma en mi tráquea e inclinó mi cabeza, dejando mis labios a escasos centímetros de los suyos—. Pero no te voy a detener, si crees que soy demasiado con lo que lidiar.
—No eres demasiado—aseveré, envolviendo uno de mis brazos entorno a su cuello—. Sólo eres un dolor en el culo…
Sonrió en tanto yo lo atraía a mi boca y lo dejaba que se recreara con un beso suave, lento e incitador.
—El mejor dolor en el culo.
Le jalé el cabello, haciéndolo que se callara y él volvió a reír contra mis labios. Entonces me aparté un resquicio para mirarlo, ganándome su atento escrutinio al instante.
—No importa que tan malo sea, Lucas, te prometo que siempre te diré la verdad.
Él sonrió suavemente, casi y hasta podría decir con timidez, luego me atrajo de nueva cuenta hacia su boca. Y me abstraje completamente en sus cientos de manera de robarme la cordura a besos, él sin duda sabía como hacerlo.
—Vamos a la cama—murmuró repentinamente con voz ronca. Cualquier connotación sexual estaba más que implícita en esas cuatro palabras y no pude evitar reír para mis adentros.
—No creo que esa sea buena idea—mascullé bajándome la máscara de seriedad.
Automáticamente buscó estudiarme con la mirada, pero para mi buena fortuna la lámpara estaba a mis espaldas y eso le dificultaba ver mi expresión.
—Voy a ser extremadamente delicado contigo, lo prometo.
¿Apoco no era dulce cuando se lo proponía? Sonreí juguetonamente.
Con mis índices enganché los ojales de su jean, tirando de él tanto como mi fuerza me lo permitió. Su pecho desnudo golpeó contra mi boca y me apresuré a rasgar con mis dientes una de sus tetillas. Lucas me tomó en alzas por el trasero y riendo con picardía, me dio una palmada para nada delicada.
—¡Ay!—me quejé sintiendo un leve hormigueo reducto del golpe. Él se detuvo en seco, dándome una mirada entre preocupada y culpable.
—Lo siento.
—Sólo estaba bromeando. —Y para dejar eso en claro, lo tomé por el cabello para enseñarle a ocupar su boca en algo mejor que disculpas.
***
Al menos esa noche y gran parte del domingo pude demostrar que Lucas era versátil y sí podía ser suave, y rudo, y creativo, e improvisado.
—Esa era mi fresa.
Una mano atajó la mía a medio viaje de mi boca y hurtó a la susodicha. Ok, bien, él también podía ser un ladrón.
—No, claro que no—protesté en cuanto hube reaccionado.
—Claro que sí. —Lucas echó la cabeza hacia atrás, exagerando la mordida que le propinaba a la fresa, hasta el punto de casi tener un orgasmo con la maldita fruta.
—Oh, ya veo, ¿etiquetaste todas las fresas del tazón?
Él volvió a erguirse sobre sus codos, para poder mirar dentro del tazón que estaba posicionado sobre mis piernas. Repentinamente con un dedo comenzó a tocar una fresa a la vez, como si las estuviese bautizando.
—De Lucas, Lucas, Lucas, Lucas y Lucas…
Lo miré de soslayo, sin poder creerme que acabara de marcar las fresas que pensaba comerse. Abracé el tazón en actitud beligerante y dándole la espalda, comencé a lamer las fresas que él había señalado.
—Ahora son mías, porque ya tienen mi marca.
—¡Patrañas!—Él me atrapó por la cintura, jalándome sobre su cuerpo en un intento fallido de robar el tazón—. ¿Acaso ya no podré usar mi trasero porque tiene tu marca?
Lo miré por sobre el hombro, sintiendo como mi mandíbula se desencajaba al oír aquello. Él no tenía sentido de la decencia o la discreción, ¡joder! No son cosas para andar gritando a los cuatro vientos.
—¡No puedo creer que hayas dicho eso!—le espeté sintiendo vergüenza en su nombre. Lucas soltó una muy sexy y masculina carcajada, tirando de mí hacia atrás y obligándonos a ambos a olvidar la lucha por las fresas que ahora decoraban gran parte de la cama.
Él lamió la parte interna de mi muñeca, llevándose el dulzor azucarado del jugo de fresas.
—Mm… deliciosa.
—Estamos haciendo un desastre. —Aunque no iba a ser la responsable de ponerle trabas a sus ideas, mucho menos cuando parecía tan decidido a limpiarme cada centímetro de piel expuesta. Su boca se cerró en el arco de mi cuello, y no pude más que gemir en derrota ofreciéndome como sacrificio de su lengua.
—Ahora eres mía, porque tienes mi marca.
—Tarado…
Media hora después me paré junto a la cama para darle una valorativa mirada, había hallado ropa de cama y una vez descartadas las almohadas, sabanas y colcha, las cosas comenzaron a verse mejor.
—Vaya, ¿también eres ama de casa?
Me volví enseñándole mi dedo medio, algo que Lucas ignoró con mucho tacto. Claro, después de que él pusiera la habitación patas arriba, había huido con la excusa de buscar nuestro almuerzo/merienda/cena que nos habíamos saltado ese día.
—No te acostumbres.
Lucas me regaló una trémula sonrisita, en tanto que lo seguía a la cocina. Estaba famélica, descontando las pocas fresas que había lamido (la verdad es la verdad), no había probado bocado desde la cena de la noche anterior. Y no es como si esa cena hubiese sido disfrutada, la mitad de mi comida Tai había acabado en el bote de reciclaje. Pero si bien aquello no era un buen recuerdo, al menos lo que devino fue genial. Y no estoy hablando de la maratón de sexo, puedo ver para donde corren sus pensamientos, pervertidos.
—¿Qué conseguiste?—inquirí subiéndome a unos de los taburetes junto a la isla.
—Sándwich—musitó alzando una bolsa de pan con gesto triunfante, enarqué una ceja suspicazmente y eso no le pasó desapercibido—. Considerando que bajé sin zapatos, es domingo y son las nueve de la noche, no puedes ponerte exigente.
—Yo no dije nada. —Le mostré las palmas en signo de paz y él le sacó todo lo sexy a sus ojos, poniéndolos bizcos de ese modo tan suyo.
—Ve a la sala—me apremió con un movimiento de su mano—. Ahora te sirvo.
Sonreí, incapaz de dejar pasar la sensación de satisfacción que despertó ese “te sirvo”. Me deslicé cómodamente al sofá, mientras tomaba el mando a distancia y saltaba por los canales en busca de mi programa favorito. Él se me unió unos minutos después cargando un plato con los sándwiches y tras depositarlos en la mesa de café, se recostó colocando su cabeza sobre mis piernas de un modo casual.
—No vas a poder comer acostado.
Por un segundo pareció no haberme oído, pues sus ojos se encontraban fijos en la pantalla. Me quedé observándolo esperando a que me presintiera y él me devolvió la cortesía, añadiéndole una leve sonrisa de lado.
—No voy a comer.
—¿Hm?
—Cuaresma—explicó sin más, volviendo su atención a la televisión. ¿Cuaresma? Me pregunté internamente, a tiempo que traía las viejas enseñanzas católicas a mi mente e intentaba recordar de qué iba la cuaresma.
—¿Eso no es para los desayunos?
Al parecer Lucas no esperaba que supiera de qué iba la cuaresma, porque se giró ahogando una risa en mi vientre. Lo sostuve de la cabeza, aún a la espera de la verdadera explicación.
—Yo lo cambié por la cena.
—¿Estás a dieta?—pregunté reparando en lo ridícula de mi propia suposición. ¿Para qué estaría él a dieta? Era jodidamente perfecto, no le sobraba ni un gramo de grasa.
—Sí, busco recuperar mi figura de los veinte—bromeó haciendo que le frunciera el ceño—. No estoy a dieta, sólo no tengo apetito…—miró el plato con los aún intactos sándwiches—… pero tú no te prives.
Lo dejé pasar porque obviamente no lo iba a obligar a comer si no lo deseaba, aunque no voy a negar que me llamara la atención. Después de todo él había comida tanto o menos que yo, y tenía por costumbre limpiar el plato. Si yo no lo sabría, pasé un año y medio sirviéndole sus almuerzos dominicales.
—¿Mañana tienes que trabajar?
Asentí entre bocado y bocado.
—Salgo a las cinco, ¿quieres que te busque por la joyería?—Él se arrellenó mejor y en un acto involuntario, mis dedos comenzaron a juguetear con su cabello corto.
—No, mañana no voy a estar.
—Oh…—Mis dedos se detuvieron ahora interesados en la conversación—. Entonces ¿nos vemos a la noche?
—Tengo que trabajar—comenzó a decir en tono uniforme, y el resto de mi cuerpo se detuvo junto con mis dedos.
—¿Toda la noche?—Supuse que la incredulidad era fácilmente detectable en mi voz, algo que me importó un bledo.
—Sí…—Lucas se incorporó dejando nuestros rostros a la misma altura—. Pero me gustaría que te quedaras a dormir aquí, así cuando vengo el martes…
—¿Quieres que me quede?—¿Por qué esto sonaba extraño?—. ¿Pero tú adónde vas?
—Tengo una reunión con extranjeros…—¿Iba a salir de la ciudad? ¿Podía una reunión ser así de repentina? ¿Acaso iba a pensar sólo preguntas como una idiota? Sacudí la cabeza centrándome—. Y luego tengo que terminar varias cosas, así que me quedaré toda la noche y tendré el martes libre. ¿Te quedarías aquí? Me gustaría encontrarte al regresar.
No supe si mi respuesta fue coaccionada por mi necesidad de saber qué no me estaba diciendo, o por ser fiel a mi actitud de darle el beneficio de la duda. Fuese lo fuese, asentí a su pedido de pasar una noche en su casa sin él presente. «Estupendo».
_______________________
Es todo por hoy, me voy a tomar un descanso de unos días. Porque tengo otra vez exámenes y porque ¡empezó la feria del libro! El sábado voy a ir a abastecerme de lectura, argentinos no pueden perderse la feria del libro. Si van nos vemos allá xDDD Bye ^^
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro