Un nuevo escenario.
¡Sí! Último capítulo, ¡¡por fin!! Sé que muchos me dicen que no quieren que se termine, otros me dicen que la termine de una vez. Pero bueno, la realidad es que yo me pongo feliz cuando llego a un final. Es un logro más para anotar... aunque todavía me falta el epílogo, ya puedo decir que esta historia está en la bolsa xDD Muchos de ustedes han tirado teoría tras teoría y me alegro poder decirles que algunos acertaron, me hubiese gustado sorprenderlos a todos... pero no puedo hacer nada si tengo lectores tan inteligentes ¿no? xDD Hice lo que pude por darle algo de misterio y emoción al último cap. espero les guste. Sin más dilataciones a leer... ¡Ah! Mis agradecimientos a una lectora por el dibujo que me hizo, lo dejo acá y twitter para que lo vean. Dibujo representativo del capítulo.
Capítulo XXXVI: Un nuevo escenario.
Fuera hacía un frío de los mil diablos, pero regresar por mi abrigo o mi bolso parecía algo tonto después de que básicamente me había corrido ¿no? Hice lo que comúnmente se hace en estos casos, comencé a repasar la conversación en mi cabeza buscando el momento en que él la jodía y yo la remataba, o viceversa. No voy a ponerme en plan de víctima cuando bien sabía que tenía parte de la culpa, pero de momento quería victimizarme y mandarlo al diablo. Tenía una bola atorada en mi garganta por todas las cosas que me habría gustado gritarle, pero me guardé.
¡Dios! ¿Por qué no le grité? Había sido una discusión sosegada, como si ninguno quisiera en verdad presentar una gran batalla. Yo sabía porque no le había gritado o exigido más, porque de alguna forma esperaba que él tomara las riendas e hiciera un esfuerzo por conservarme a su lado. Pero no lo hizo, no sólo no lo hizo sino que me pidió que dejara de intentarlo. ¡Pues bien! Por mí que se fuera al mismísimo infierno con su estúpida ex novia y me dejara en paz.
Estaba enrabiada, quería golpear o romper algo, quería sacarme toda la mierda que estaba comprimiendo mi pecho. Pero por alguna razón no quería regresar a mi oscura y solitaria casa, tampoco quería buscar a Paula y recibir el tan esperado "te lo dije". No, no podía lidiar con ella por mucho que me quisiera. Necesitaba el confort de alguien que no juzgara mis acciones, necesitaba sentirme a salvo, pequeña y humana. Necesitaba saber que cometer un error no era un fatalismo, que la gente tiene permitido equivocarse.
Supongo que fue esa necesidad la que me llevó al único lugar donde podía sentirme de ese modo. Sean no me dijo nada al verme a esas horas, si bien el lugar estaba cerrado él se había acostumbrado a mí y mis particulares horarios. Al morir mamá el centro para chicas nunca se sentía bien, siempre parecía asfixiarme entre sus paredes. Desde ese momento cogí la costumbre de huir al cementerio y sentarme junto a su tumba-algo que intenté dejar de lado al crecer-, muchas veces las mujeres del centro me buscaban y obligaban a regresar. Pero no era mucho el tiempo que podían retenerme, Sean siempre me dejaba entrar sin importar la hora, la fecha, el clima o lo que fuere. Era un hombre que comprendía de perdidas y sabía que no tenía a nadie más en el mundo.
Lo admito, mamá no era la mejor madre que una chica pudiera pedir. A decir verdad era la persona que más lejos caía de esa definición, pero a mí no me importaba. Era mi mamá, era la persona que me había traído al mundo y la que había hecho un esfuerzo dentro de sus posibilidades, por darme lo mejor. La había cagado innumerables veces, me había hecho sufrir y odiarla más de lo que puedo recordar, pero sabía que eso era lo que ella podía dar. No era una mala persona, sólo estaba dañada. Nunca supe por qué lo hacía, nunca me dijo qué consuelo encontraba en las drogas o por qué comenzó a usarlas. Y diablos que intenté saberlo, intenté ayudarla hasta el final pero no fui suficiente. No todo era tan malo, cuando volvía de rehabilitación ella era una madre estupenda, reía, jugaba, hablaba y cuidaba de mí como una mamá hace. Cuando ella estaba limpia el mundo parecía cobrar un color distinto, pero entonces alguien le ofrecía algo y... "no es nada, Keila, sólo le guardo esto a un amigo" "¿Crees que no puedo controlarme?" "Esto nunca va a significar nada para mí..."
Básicamente siempre era algo parecido, entonces ella se hundía en su miseria y yo la observaba hundirse. La sostenía cuando lloraba porque no podía recuperarse, la soportaba mientras me gritaba tanta obscenidad cruzaba por su mente, la consolaba y aceptaba sus disculpas porque no podía ser quien quería. La amaba aunque ella no supiera como amarme de regreso, y por estúpido que puedo sonar esto; no puedo dejar de amarla. Del mismo modo en que no puedo borrar de un pincelazo mi vida con ella, no puedo eliminar mis recuerdos y mi cariño hacia una mujer que me reemplazaba por una aguja.
Bastante masoquista de mi parte ¿no? Tal vez era esa costumbre de intentar armar lo más roto y mancillado, lo que me había llevado a esforzarme tanto por comprender a Lucas. Tal vez todo era culpa de mi espíritu de idiota que no ve lo que está perdido como tal; el que me hace darme de bruces con la realidad cuando menos lo espero. Mamá no quería cambiar, lo sé ahora. Y lo más probable es que Lucas tampoco lo quiera, ¿qué sentido tenía intentar forzarlo a salir de su zona de confort? Lo entiendo, ¿vale? Lo entiendo, no pude hacer ni que mi propia madre me quisiera, ¿en qué había estado pensando al tratar de ganarme a un completo desconocido? Yo no estaba hecha para esto, no tenía visión al momento de escoger por quien sentir afecto. Y eso... era una mierda bastante apestosa.
Me abracé a mí misma dejando caer mi cabeza contra la fría lapida y entonces finalmente me rompí. Lloré por mi mamá, por Lucas, por mí... mayormente por mí, lloré en silencio porque me dije que allí sería el único instante en que verdad me lo permitiría. No era pena, no, eran años de rabia y paciencia desbordada. Era un reproche hacia mí misma, no lo sé, quizá sólo un mero desahogo del momento. Fuese lo que fuese, tuve la certeza de que era algo que tenía que dejar pasar y ese era el lugar donde debía dejarlo pasar. Sé que a muchos les atemorizan los cementerios y más si es de noche, pero a mí me encantaba su quietud. No hay motivo para temerle a los muertos, pues los vivos son los que en verdad nos hacen daño... los muertos jamás se molestarían en desgraciarnos, eso lo hacemos nosotros solos ayudados de sus recuerdos.
***
Supuse que en algún momento el llanto, el frío y el silencio se combinaron para agotarme por completo. Aunque bien podría ser porque era media noche y llevaba casi dos horas sentada en la oscuridad, esos factores juntos hacen que cualquiera dé un cabezazo en falso ¿no? Tenía que ponerme en movimiento, juntar las partes que aún quedaban de mí y mostrarme como un ser humano racional. No abogaba por eso de sufrir eternamente por alguien, si ese fuese el caso me habría suicidado a los quince. No, yo no me caracterizaba por ser de las que se arrastran como entes sin vida al tener el corazón roto. Mi corazón había aprendido a soportar esto.
Le di un beso a mamá, agradeciéndole internamente el cobijo y me limpié las lágrimas que ya se habían secado en mis mejillas. Eso era todo, no iba a llorar ni una vez más por él. Acababa de hacer mi duelo y acababa de aceptar que las cosas habían pasado como tenían que pasar. No era necesario analizar ni una cosa más. Estaba apunto de ponerme de pie en un impulso por mantener mi resolución, cuando sentí un sonido extraño a mis espaldas. Automáticamente me volví topándome de lleno con una blanca y cegadora luz.
No, no era mi hora si eso es lo que están pensando.
-Sean, por favor... apunta a otra parte-me quejé presionando los ojos para borrar los puntos de colores que destellaban en ellos.
-Lo siento mucho, señorita Cabot.
El cuidador del cementerio bajó su linterna, pero mi vista tardaría unos segundo más en recobrarse de ese asalto. Maldición, no puedo comenzar a pensar en la imagen que debía estar proyectando para Sean; acurrucada en una tumba, con un vestido negro corto, tacones, sin abrigo y con el maquillaje todo lavado. ¡Soy un dechado de virtudes!
-No pasa nada...-susurré volviéndome lentamente para asegurarme que no me alumbraría de nuevo. Pero no me encontré con Sean, en su lugar había un hombre mucho más alto y joven, un hombre que no tenía ningún motivo para estar allí-. ¿Qué haces aquí?
Lucas frunció el ceño mientras se acercaba con pasos firmes hacia la tumba que había sido mi soporte las últimas horas, lo miré un instante antes de darle la espalda. No era una indirecta para que me dejara tranquila, sólo se estaba mejor sin tener que verlo a la cara y sin que él viera la mía.
-Te dejaste tu abrigo...-musitó al alcanzarme, un segundo después sentí la imitación de piel rozando mis hombros desnudos-. Y tu móvil, y tu bolso...
-No tenías que molestarte, pero gracias. -¿Lo ven? Ahí estaba yo haciendo gala de mi autocontrol. Podía mantener una conversación de forma racional y madura con el hombre que había roto conmigo, ¡y todo en una misma noche! Dios, a veces hasta me sorprendía a mí misma.
-¿Keila?-Sentí su voz ronca un tanto más cerca, por lo que supuse que se había acuclillado detrás de mí.
-¿Hm?
-Podrías...-su mano presionó uno de mis hombros demandando mi atención, pero no le hice caso-. ¿Podrías darte la vuelta?
-¿Para qué? Confío en que trajiste todo-la sonrisa que quise esbozar no llegó como lo había planeado. Bueno, hasta ahí alcanzaba mi intento de madurez y racionalidad.
-No es por eso, me gustaría hablar contigo y no con tu espalda.
-Hm...-me encogí de hombros y tras calibrarlo un largo segundo lo enfrenté-. Bien, aquí estoy.
Él sacudió la cabeza suavemente, me fue difícil determinar su expresión en medio de la oscuridad pero casi creí que me sonreía. Lo cual era muy poco probable, así que sin duda había sido un efecto de la luna.
-¿No quieres ponerte de pie?
-No, estoy bien así. -El que me dispusiera a escucharlo, no significaba que fuera a ser con sus reglas. Había tenido tiempo para pensar y sí, hice algo muy malo pero él no estaba exento de culpas. ¡Él amaba a otra mujer, por el amor de Dios! Creo que eso me justificaba lo suficiente como para quedarme sentada, acostada o despatarrada en la tierra si se me daba la gana, ¿no?-. ¿Cómo me encontraste?
Era mejor apartar cualquier pensamiento del tipo "Lucas ama a otra" de mi mente.
-Fui a tu casa y no estabas, así que llamé a Paula.
-Por supuesto-La única persona que sabe donde encontrarme, aún cuando ni yo estoy segura de cómo encontrarme. Paula era asombrosa, pero en ese momento no le estaba agradecida por ayudarlo. En ese momento no estaba segura por qué él estaba allí de todos modos-. ¿Y qué quieres?
-Hablar contigo-murmuró aclarándose la garganta. Hice un gesto con mi mano invitándolo a continuar y él la atrapó entre las suyas antes de que pudiera apartarla-. Estás helada... más fría que yo.
Sopesó mi mano pasando una casual caricia por mis dedos y mi palma. A pesar de no comprender la razón de su gesto, noté que tenía razón. Por primera vez no sentía la diferencia entre nuestras temperaturas, casi no lo sentía a él.
-¿Eso querías decirme?
-No, Keila-respondió en una exhalación, cerrando sus dedos entorno a los míos. Por más que hubiese querido zafarme, él no iba a dejarme hacerlo tan fácilmente-. Lo que quiero decirte es que... hoy empujaste mis límites más allá de lo que esperaba. -Abrí la boca para defenderme, pero Lucas me presionó la mano pidiéndome que lo dejara seguir-. Y claro, sé que no es una excusa... pero cuando te vi en mi habitación rodeada de esas fotografías, de todas esas cosas que... cuando te vi con sus cosas yo lo perdí. No estuvo bien lo que hiciste, pero tampoco estuvo bien lo que te dije. Si lo que buscabas era darme un golpe bajo, pues tenlo por seguro que lo conseguiste...
-No buscaba eso... yo sólo quería llegar a ti-Juro que eso tenía más sentido dentro de mi cabeza.
-¡Dios, Keila!-Se pasó bruscamente una mano por el cabello-. ¿Cómo puedes pensar que no llegas a mí? Me estás matando con lo que dices, con lo que insinúas. Como si no fuese suficiente que no tenga ni un ápice de tu confianza, pones en duda mi lealtad hacia nosotros. -Soltó un suspiro, incorporándose en un solo movimiento-. ¿Realmente piensas que me iría sin más? Pues, no, la respuesta es no.
Me levanté también, necesitando verlo a la cara aún cuando él se empecinaba en mirar más allá de mí, a un punto que parecía sólo ser visible a sus ojos.
-¿Por qué no me lo dijiste antes entonces?-espeté con un hilo de voz, Lucas bajó la mirada bruscamente como si la pregunta lo atrapara desprevenido.
-Porque me dolió que pensaras de ese modo-sonaba dolido en ese mismo instante. Comprendí una pequeña parte de lo que intentaba decir, pero no es que eso cambiara algo-, porque en realidad parece que no hice nada en todo este tiempo para hacerte cambiar de opinión. Y si la opinión que tienes de mí, es la misma que tenías cuando estábamos en Portland... ¿entonces para qué?-Se acercó rozándome la barbilla con su pulgar-. ¿Todavía merezco esa opinión tuya? No quiero hacerte daño, no quiero que te martirices por mí... me hiciste entender que todo lo que hice hasta ahora no ha servido. No si aún esperas lo peor de mí... en tu cabeza sigo teniendo malas intenciones.
-No sé qué decirte. -Podría comprender su reacción hacia lo que había hecho, no, a decir verdad la comprendía. Yo había sido una estúpida al tocar sus cosas y no hablar como habíamos acordado, con ese simple acto le confirmé que todavía no me fío de él. Pero no es así, lo hago... al menos creo hacerlo-. Entiendo lo que dices, y te pido disculpas por haber actuado de ese modo.
-No quiero que me pidas disculpas, quiero que entiendas...-replicó estirando una mano en mi dirección, pero dejándola caer justo antes de rozarme.
-Lucas, eso no cambia el hecho de que guardas a Gabrielle dentro de ti. -Miré su mano inerte junto a la mía, quería extender los dedos y tocarlo pero no sabía si eso ayudaría o sólo empeoraría las cosas-. Y así como tú no quieres obligarme a ser un mártir aquí, yo tampoco quiero hacer eso contigo. No te puedo pedir que te enamores de mí, no te puedo exigir que correspondas algo que no sientes...
Sentí el calor de una solitaria lágrima bajando a toda marcha por mi mejilla, la cual Lucas capturó antes de que se deslizara hacia mi barbilla. Él se observó la mano como si no supiera qué hacer a continuación, así que decidí apiadarme de él. Giré el rostro y le deposité un beso en la palma, apartándome de su tacto.
-¿Tú estás enamorada de mí?-Su pregunta me tomó con la guardia baja, razón por la cual no reaccioné cuando me jaló por la muñeca más cerca de su cuerpo. ¡Demonios! ¿Tenía que oler tan bien? Así nadie podía concentrarse-. ¿Kei?
-¿Qué?-susurré en piloto automático.
-¿Estás enamorada de mí?-Puso la cabeza de lado, haciendo que nuestras miradas se encontraran. Lucía como un niño que aguardaba toda una noche junto al árbol por Santa, esto en verdad no era justo.
-¿Qué importa?
-Importa, me importa mucho-musitó robándose parte de mi cordura al delinear mis labios con su índice.
-Eso no cambia nada, Lucas.
-Keila. -Tomó mi rostro entre sus manos y se lo permití, ¿por qué no? Ya estaba cansada de intentar poner una distancia que no quería, mi cuerpo era débil. Y no niego que siempre he sido noventa porciento hormonas junto a este hombre-. Lo que tú sientas por mí importa, no puedes siquiera empezar a imaginar cuánto me importa.
-Pero tú amas a alguien más. -Tal vez si me lo repetía un par de veces, lograba hacerme a la idea y lograba convencer al resto de mí para retroceder.
Pero no fue necesario poner en marcha un plan camicace, pues Lucas me soltó repentinamente, dando un paso hacia atrás para observándome con una seriedad que francamente me amilanó. Era cuestión de tiempo para que tomara consciencia de todos los hechos, él sabía lo que yo sentía y yo sabía lo que él sentía por Gabrielle. Esto no nos iba a llevar a nada bueno, ¿qué sentido tenía dilatarlo? Por más bien que se sintieran sus manos en mi piel, ya no quería conformarme con eso. No estaba pidiendo lo imposible, lo quería para mí, solo para mí.
-¿Me acompañarías a un lugar?
Di un pequeño respingo antes de mirarlo con una ceja en lo alto, él se retiró unos pasos hasta alcanzar el camino de cemento y luego me observó como alentándome a seguirlo.
-¿A dónde?-pregunté escéptica.
-Sólo acompáñame, Kei. -Al ver su mano tendida en mi dirección en ese gesto de invitación que tantas veces lo había visto hacer, dudé. Fui demasiado consciente de que pasar de Lucas sería jodidamente difícil, no había hecho ningún luto real y las lágrimas anteriores, ahora parecían insuficientes. Porque...yo no quería que dejara de extender su mano para mí, ¡diablos! ¿Acaso iba a llorar de nuevo? «¡Contrólate, Keila!»
Tras un suspiro mitad bufido que abofeteó a la romántica que al parecer vive en mi interior, estreché su mano.
No tenía idea en qué estaba pensando él o si sólo quería salir del cementerio para tener una charla como se debe, en un sitio cálido y menos tenebroso. Podía acompañarlo, nada iba a cambiar lo dicho. Ya sabía mejor dónde estaba parada, incluso quizá con el tiempo podríamos ser amigos. De acuerdo, no voy a engañarlos, eso de ser amigos es un autentico pedazo de basura. Nunca podría simplemente ser su amiga, una amiga no tendría la clase de pensamientos que yo tengo. En realidad tachemos eso último, para más seguridad ya dejaría de pensar.
Lucas se movía bastante rápido, parecía que estábamos dando una vuelta por el parque y no desplazándonos a través de un cementerio en penumbras, pero era bueno saber que ninguno de los dos era corriente al reparar en el escenario. En un momento me di cuenta que no estábamos caminando hacia la salida y cuando estaba por preguntarle si se había perdido, él dio un último giro y se detuvo.
-¿Qué...?-comencé a preguntar, pero Lucas me dio un nuevo tironcito de la mano hasta que estuvimos perfectamente enfrentados.
-Antes de que sigamos hablando quiero que conozcas a alguien...
-¿A qué te refieres, Lucas?-inquirí confusa.
Él tomó mi barbilla entre su índice y su pulgar, girándome delicadamente el rostro hacia la derecha. Sentí sus labios presionando un quedo beso en la base de mi cuello, antes de que se deslizaran hasta mi oído.
-Kei... ella es Gabrielle. -Hubo una pequeña sacudida en mi interior, hasta que esa frase tuvo sentido para mis oídos.
Abrí la boca como primera reacción pero las palabras se negaron a hacer acto de aparición, mi respiración se detuvo en el momento justo en que mis ojos se topaban con las palabras escritas en la lapida de mármol a mi derecha. Su nombre era Gabrielle A. Mendibe, según las cuentas básicas que arrojó mi cerebro había muerto a los veinticuatro años, a pocas semanas de cumplir los veinticinco. Y era la amada hija de alguien; la amada hija que ahora los cuidaba desde el cielo.
-Oh... por dios...-Nunca supe si realmente dije eso o sólo lo pensé. Volví bruscamente mi mirada hacia él, aguardando que me dijera que había algún error, que no estábamos de pie frente a la tumba de su ex novia-. ¿Lucas...?
-Cuando me hiciste esa pregunta-dijo él con sus ojos fijos en los míos-. Si volvería con ella si me llamara, pues... como ves eso no es posible. No es una posibilidad, es algo que simplemente no me puedo plantear. ¿Cómo te respondo eso, Keila? Si ella no estuviese muerta, tal vez nunca te hubiese conocido...
Me cubrí la boca para ahogar el repentino sollozo que brotó de mis labios y Lucas automáticamente me envolvió con firmeza entre sus brazos, dándome tiempo para acostumbrarme a las frenéticas idas y venidas de preguntas, respuestas, pesar y desasosiego que chocaban unas con otras en mi cabeza. Ella estaba muerta, Gabrielle estaba muerta.
-¿Por qué...-me detuve para tomar una bocanada de aire-... no lo mencionaste? Yo pensaba que...
-Lo sé-me interrumpió, cerrando con fuerza la mano que tenía pegada a mi espalda-. Sé lo que pensabas, Kei. Cuando te conocí quería que pensaras eso, no estaba listo para nadie y no quería a nadie en mi vida. Pero si te decía...-Sacudió la cabeza como negándose algo así mismo-. No podía decírtelo, inconscientemente quería que me vieras como una posibilidad.
-¿Una posibilidad?-musité sin comprenderlo.
Lucas me apartó de su pecho para mirarme a la cara, metódicamente pasó sus pulgares suavemente por mis mejillas hasta que fui capaz de controlarme un poco. Saber que estábamos parados frente a Gabrielle no hacía que fuera fácil concentrarme, pero hice acopio de la chica fuerte que me jactaba de ser, para asentir pidiéndole que continuara.
-Sé lo que es pelear contra un recuerdo-murmuró calmadamente-, una relación fallida muchas veces es difícil de superar, pero temía que si sabías contra qué te estabas enfrentando entonces no lo ibas a intentar. Prefería que pensaras que me habían rechazado, no quería inspirarte pena como a otros...-Se encogió de un hombro-. Siempre es lo mismo, todos actúan como si nada hubiese ocurrido pero me miran con pesar. Es por eso que dejé de acercarme a la gente, me cansaba recibir esas miradas de pésame... me cansaba que todos sintieran pena de mí. Mis amigos se callaban a mitad de una broma por temor a no decir algo incorrecto, mis padres hacen como si no me vieran, mis hermanas como si no me conocieran... todos y cada uno de ellos, pasan de puntillas junto a mí. Todo el mundo sabe lo que pasó, pero tú no... tú no lo sabías. Estar contigo era tan distinto, tan refrescante... tú no sentías pena por mí, tú me desafiabas, me hacías bromas, te burlabas, me golpeabas, me introducías en tu mundo. ¿Por qué iba a echar a perder todo eso? Me incitabas... me incitas a querer ser alguien más que ese que vive encerrado en su miseria-sonrió brevemente-. No estoy diciendo que esto sea responsabilidad de los demás, ni que me hayan dejado de lado. En realidad me sentía muy a gusto allí, estaba tan desconectado de todos que me agradaba que me dejaran en paz. Me contenté cuando dejaron de preguntarme, ¿cómo lo llevas? Como si alguna vez pudiese decir bien y que fuera cierto... ellos sabían que mentía, yo sabía que mentía todo funcionaba bastante bien así. Y luego...
-¿Luego?
Una pequeña sonrisa acentuada más del lado izquierdo, apareció en sus labios.
-Luego apareciste...-No pude evitar sonreír ante la forma en que lo había dicho, casi como si le avergonzara admitirlo-. Luego había un propósito para hablar, había un motivo para discutir, para hacerte sonreír, para tocarte al menos de forma accidental... luego todo era distinto. De repente estaba queriendo más cosas, cosas que pensé que ya no iba a querer.
Por primera vez desde que nos habíamos detenido allí, él deslizó su mirada hacia la lapida de Gabrielle. Se quedó en silencio en tanto que sus ojos verdes se humedecían contemplando a la mujer que aún amaba. Por supuesto que lo hacía, ellos no habían terminado su historia algo más la había terminado en su lugar. ¿Cómo puedes desarraigar a una persona que nunca tuvo que marcharse?
-¿Cómo murió?-La pregunta pareció quedar suspendida en el aire, hasta que tras un largo minuto Lucas se volvió hacia mí.
-Cáncer... tenía leucemia.
-Lo siento. -Él se limitó a forzar una sonrisa resignada.
-No te traje aquí para contarte una historia triste y que mágicamente decidieras saltar a mis brazos. Aunque admito que eso sería un escenario muy prometedor.
-Lucas...-Lo regañé sin querer admitir que me alegraba que intentara bromear al respecto.
-Bien... verás, la noche en que Gaby murió estábamos en el hospital. El trasplante de medula no había funcionado y ella había decidido dejar el tratamiento. Las posibilidades luego del fallido trasplante se redujeron de pocas a ninguna, podía intentar extender su vida hasta estar lo suficientemente fuerte como para intentarlo una vez más. Pero ella no quiso...-Se aclaró la garganta, aunque en ningún momento su voz vaciló-. Aquella noche ella me dijo un par de cosas, varias a decir verdad. Pero en un momento en particular pareció más lucida de lo común, incluso me despertó y hablamos... me dijo que habría otra, ¿sabes?
-Eso fue lo que te dijo en el sueño...-añadí, recordando lo que me había dicho por teléfono aquella vez que actuaba tan extraño.
-Así es...creo que ella quería que estuviese abierto a la idea. Aún cuando en ese momento lo que menos quería escuchar era de otra mujer, Gaby no dejó de decirme que esperara.
-Lucas. -Oh, Dios, una magdalena era más fuerte que yo.
-Shh... no llores. -Cerró su mano entorno a mi cintura, atrayéndome hasta que sus labios susurraron un beso en mi frente, en mis mejillas, en la punta de mi nariz y luego muy cerca de la comisura de mi boca-. Te dije antes que Gabrielle tenía razón, que en ese momento no le creí pero le creo ahora, Keila. -Se apartó descansando su frente contra la mía-. Nada va a cambiar lo que siento por ella, pero puedo amar a alguien por quien fue y puedo amar a alguien por quien me hace ser. No lo comprendía, Kei... pensaba que estaba mal, pensaba que estaba traicionando lo que le prometí aquella vez. Pero no es así, le dije que siempre iba a tenerla aquí...-Se tocó el pecho, señalando su corazón-. Eso no significa que no pueda aceptar a otras personas... y estás ahí también. No me estás compartiendo con nadie, tienes mi corazón y para mala suerte tuya... el resto de mí viene con él. Lo bueno y lo malo... no tienes que aceptarlo, sólo tienes que saber que te pertenece.
Mordí mi labio inferior como si eso ayudara a aplacar la sonrisa que insistía con manifestarse en mi rostro. Entonces sacudí la cabeza sin saber qué otra cosa hacer, con ambas manos lo tomé por la solapa de su saco y lo jalé sin demoras hacia mis labios. Sentí su sonrisa justo antes de que aceptara mi beso, sentí sus manos cerniéndose alrededor de mi cintura para jalarme a las puntas de mis pies, sentí su cuerpo duro rozándome en los puntos justos, sus músculos y su corazón latiendo con fuerza contra el mío. Lo sentí en cada maldita parte y fue el mejor beso que una chica puede recibir, sí, incluso mejor que el de James Dean.
-Lucas...-Jadeé cuando sus labios derraparon por mi cuello, haciendo ese paseo erótico de su lengua todo a lo largo de mi clavícula-. Oh... Lucas...
-Dime.
-Creo que sí-musité hundiendo una mano en su cabello para no distraerlo de su trabajo. Jodida lengua la suya. Él se detuvo un segundo como si hubiese perdido por completo el hilo de la conversación.
-¿Crees que sí qué?-El calor de su aliento contra mi piel fría comenzaba a acelerar mi respiración.
-Creo que...-Su mano decidió justo en ese momento, jalarme provocativamente contra sus caderas-. ¡Jesús, Lucas!
-Lo siento-Me sonrió juguetonamente, dejando en claro que no lo sentía en lo absoluto-. Te escucho.
-Te iba a decir que creo que sí te amo.
-¿Crees?-preguntó haciendo ese indecente movimiento contra mí otra vez.
-De acuerdo-gemí en protesta-. No lo creo, lo hago. Te amo.
-Mucho mejor así-aseveró destilando orgullo masculino en cada palabra. Entonces su boca cayó sobre la mía, para plantarme un sonoro beso de esos que cierran tratos y doblegan hasta a las mejores intenciones-. Me gusta como suena eso... dilo de nuevo.
Sonreí, poniéndole los ojos en blanco.
-Te amo, Lucas.
-Yo también te amo.
-¿En serio?-No me esperaba que simplemente lo dejara salir, pero sí se oía genial ¿a qué no?
-No, Keila, sólo me gusta bromear sobre esas cosas-masculló irónico. Le di un golpe en la cabeza, haciéndole saber que no era gracioso-. Lo siento, amor, sabes que no me caracterizo por mi sentido del humor.
-Es cierto, sigues siendo un grano en el culo.
-Tu grano en el culo-repuso zampándome un beso desprevenido. Me permití disfrutar de su boca un par de minutos más, antes de que la realidad del lugar me avasallara. Lo cual, no demoró mucho en ocurrir.
-Estamos en un cementerio-le informé, a tiempo que él se apartaba a regañadientes de mi boca-. Tenemos que salir de aquí.
-Estoy de acuerdo. -Pero no hizo ningún movimiento por separarnos, a decir verdad empiezo a creer que me apretó con más fuerza.
-¿Vamos?
Asintió y tras soltar un largo suspiro, abrió la comprensa con la que me tenía atrapada. Me deslicé hacia el camino, no sin antes echarle una pequeña mirada de despedida a Gabrielle. Lucas hizo lo mismo, quedándose repentinamente inmóvil frente a la tumba y yo decidí no apresurarlo. Pasó todo un segundo antes de que decidiera dar un paso para posicionarse en uno de los laterales, luego comenzó a deslizar su mano lentamente por el mármol y más allá, hacia la imagen enmarcada de ella sonriendo. Supuse que le decía algo, porque sus labios se movieron pero no hubo ningún sonido saliendo de ellos. Entonces hizo algo que amenazó con traer las lágrimas de regreso, se acuclilló junto a la tumba y se llevó las manos al cuello hasta que el collar de la llave quedó pendiendo de sus dedos. Lo colocó sobre la imagen, dejando que la cadena colgara del marco plateado y luego le sonrió. Simplemente le sonrió.
Gracias, lo escuché murmurar un segundo antes de que se reuniera conmigo en el sendero.
-¿Estás bien?-pregunté tomando su mano y dándole un leve apretón. Lucas asintió, exponiéndome una sonrisa real al mirarme.
-Sí-me acarició la mejilla-. Definitivamente ahora lo estoy.
Podría decir que a partir de ese momento nos alejamos ambos caminando hacia un nuevo amanecer, con toda la posibilidad de una vida larga, juntos y felices. Ese sería el final esperado, ese sería el comienzo esperado... pero para ser honesta con ustedes les diré lo que realmente paso:
-Lucas...-Obtuve su atención al instante-. ¿Dónde demonios estuviste aquella noche de la "reunión"?-No escatimé en las comillas para destacar esa palabra.
Él se rascó la cabeza, mirándome y luego perfilando la vista hacia el camino.
-¡Ah eso!-sonrió-. No hubo reunión-dijo sin más, como si ahora no fuese ya obvio-. Bueno... sí la hubo, no de trabajo... y sí hubo un extranjero involucrado.
-Está dando vueltas, señor. -Lo solté para cruzarme de brazos, pero él volvió a jalar mi mano a la suya no sin antes darme un beso en el dorso.
-Sí... la verdad es que había olvidado eso. Estuve en el hospital...-Lo miré enarcando las cejas y afortunadamente comprendió el gesto de "¿y eso es todo?"-. Cuando Gaby enfermó todos nos hicimos la prueba de compatibilidad para donar medula, entonces accedimos a estar en la lista de donadores. Me llamaron diciendo que había alguien compatible conmigo, así que fui a donar medula.
No sabía si regañarlo por no haberme dicho eso antes o sólo besarlo por ser tan condenadamente tierno. ¡Diablos! Nunca me iba a cansar de este hombre y su forma de andar por la vida.
-¿Y por qué no me dijiste?
-Oh, Kei... la verdad es que no le di mayor importancia y entonces todavía teníamos todos estos problemas de confianza-Me pinchó con su dedo en las costillas-. Así que dije una mentirita piadosa.
-Bien-acepté intentando no hacer aspavientos. Es decir yo lo había seguido y metido mano en su pasado, creo que podría disculparlo por ser un buen samaritano que ayudaba a los enfermos ¿no?-. Pero no más mentiras, ¿ok?
-Ni una más-me dio un beso en el cuello, cruzando su brazo por mi cintura para que acompasáramos nuestros pasos-. ¿Alguna otra duda?
-¿Te pusieron una anestesia?
-Sí.
-¿Y dolió?-Se encogió de hombros sutilmente.
-Duele un poco, pero creo que lo vale.
¿Y qué se supone que debía responder a eso? Dejé caer mi cabeza en su hombro, disfrutando de la sensación de tenerlo a mi lado.
-¿Puedo hacerlo?-Me miró de reojo como si no comprendiera bien lo que le pedía-. ¿Puedo estar en la lista de donadores?
-¿Quieres estarlo?-Asentí ligeramente y él volvió a sonreír, una gran y bonita sonrisa de chico sexy y feliz-. Claro que puedes, sólo dame una razón más para volverme loco por ti.
-¡Eres un idiota!-Reí cuando intentó atraparme para silenciar mi respuesta, lo empujé y luego lo atraje para besarlo a mí modo.
Él cerró las distancias entre nosotros y el beso juguetón pasó de ser superficial, a algo verdaderamente profundo. Lucas emitió un gruñido atrapando mi labio inferior con sus dientes y yo enlacé mis manos a su cuello, anclándolo para demandar una satisfacción por ese atrevimiento.
-Vamos a casa-musitó contra mi boca. Y por supuesto que le dije que sí.
Así que así fue en realidad; Lucas y yo no caminamos de la mano hacia el atardecer, haciéndonos promesas de futuro y esperando ansiosos el día de mañana. Porque-vamos a ser honestos- nosotros somos del tipo de pareja que espera el amanecer en la cama, mirándonos mutuamente con la certeza de que las cosas buenas no se acababan cuando se apagaban las luces. Eso, ténganlo presente, no es más que un cambio de escenario.
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Ok, las palabras de despedida y agradecimiento las dejo para el epílogo. ¿Todavía tienen ganas de leer un epílogo? Espero que sí, y también espero que todos los que llegaron hasta acá hayan disfrutado de este viaje con Lucas y Keila. Para mí siempre es un gusto escribir para todos ustedes.
Besos, Tammy ^_^
pd: Dedicado a todos los que me adivinaron, próximamente los voy a invitar a escribir las historias conmigo porque son unos genios!! xDDD
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