Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Tres son multitud.

¡Hola! Bueno, la intención había sido terminar este cap antes, pero tampoco podía dejarlo a medias solo para no pasarme de la fecha. En fin, este cap es un regalo de cumpleaños (una hora y media atrasado según mi país) para una estupenda lectora. Su nombre es Cristina, pero estoy seguro que ya algunos de ustedes han leído comentarios suyos (ella es tan cool que disipa dudas de los demás, incluso las mías) que aparecen con su nickname. Le dedico el capítulo a la cumpleañera. Y te digo que espero que hayas tenido un bonito día, un rico pastel (torta diríamos acá), ¿regalos? Sí!  Y brindo por muchos, muchos, muchos años más xDD Felicidades. 

Al resto les dejo el anteúltimo cap. espero sea de su agrado. Recuerden que hay cosas más feas que la muerte! xDDD Es broma, no se tomen todo lo que digo en serio. 

Capítulo XXXV: Tres son multitud.

Volví a su casa antes de que la exposición terminase, no porque no me estuviese divirtiendo sino porque mi cabeza se negaba a estar allí. Seguía dándole vueltas al mismo asunto, aún cuando me convencí unas mil veces de que él no tenía nada malo. ¿Y qué si estuvo enfermo? Eso no cambiaba la persona que era, en realidad me haría feliz saber que superó una prueba como esa. Y de estar enfermo… no, esa ni siquiera podía ser una opción. Lucas podía ser muchas cosas, pero no sería tan cruel como para no comentar algo así, ¿verdad?  

Si realmente quería saberlo sólo tendría que preguntárselo, sin duda no sería una de esas conversaciones graciosas en donde comparas cicatrices de la niñez, pero no había nada que me impidiera saber la verdad. Más aún con el permiso que me había otorgado unas horas atrás, él lo había dicho podíamos hablar de lo que sea. Ahora sólo debía pensar el modo más suave de preguntarle a una persona si había tenido cáncer; no es algo que se pueda introducir a mitad de una conversación sobre las obras que vi en el museo ¿o si? Vaya, podría ponerme creativa si lo deseaba. Algo como: ¡Oh, Lucas! Vi esta pintura donde retrataban a los enfermos de cólera, por cierto ¿tuviste cáncer? 

Era bueno que no estuviese allí, me daba tiempo para empujar la creatividad desde mi interior y conseguir un enfoque menos estúpido.

Me saqué los zapatos—bonitos pero nada prácticos para andar caminando por el museo— y los tiré a un lado junto a la puerta. Fui encendiendo luces en todo mi camino hacia la habitación, mientras me sacaba el abrigo y hacía un repaso mental de las sobras de la cena del día anterior. Dios, podría comerme una pizza entera por mí misma o quizá dos. Aunque sería mejor esperar a Lucas, pero bueno…tal vez mi cerebro colaboraba conmigo si lo alimentaba antes. Tranquilos, ya sé que la comida va al estómago: pero estómago satisfecho cerebro feliz. Ese era mi lema.

Al menos desde las pasadas semanas, cuando había decidido que la comida podía ser un excelente sustituto del cigarrillo. Y en parte lo era, aunque muchas veces me encontraba pensando lo mucho que me hacía falta uno. Creía que eso de dejar el cigarrillo sería más duro, pero a decir verdad por contadas ocasiones en que veía a algún presumido en la calle matándose con nicotina, casi ni pensaba en fumar. Lucas nunca había dicho si eso le molestaba o no, a no ser por aquella mención en Portland él nunca volvió sobre el tema. No me dijo que lo dejara, simplemente no me ponía atención cuando salía al balcón a fumar o cuando me encontraba en medio de una pintura con el cigarro pendiendo de mis labios. ¿Pintor que no fuma? ¡Uf! Habrase visto mayor sacrilegio, pero lo había conseguido. Supongo que cuando no me prohíben algo, es más fácil pensar que lo hago por mí y no por él. Dejé el cigarrillo por mí, no porque me muriera de frío viendo a Lucas sentado en el apartamento mientras yo me quedaba de pie abrazada a mí misma y lejos de su calor. No, definitivamente eso no tuvo nada que ver.

Estaba por tirar mi abrigo dentro del armario, cuando una fuerza gravitatoria externa también conocida como “maldita y estúpida curiosidad” me ancló a la puerta. El flash que tuve entonces fue propio de un cerebro mal alimentado, porque de lo contrario no me habría mostrado a un Lucas precavido pateando una caja al fondo del ropero. Pero lo recordé, demasiado vívidamente para mi gusto. ¿Qué pasaba conmigo? ¿Seguía a un hombre y ahora estaba planteándome invadir su privacidad? No, no me lo estaba planteando. Porque si esto sólo fuese una teoría, no estaría de rodillas en el piso tanteando la parte oscura del armario.

—Basta, Keila—me reproché, echándome sobre mis talones y dando una furtiva mirada hacia la puerta de la habitación. El silencio reinaba en el departamento y según el último mensaje de Lucas, todavía tenía una hora de cena para enfermos por delante. Entonces… ¿por qué no? preguntó aquella parte de mi cabeza que insistía en darme malas ideas. Él no va a saberlo—continuó—, sólo echaras un vistazo y una vez que la curiosidad esté satisfecha, vas a comer.

Era aterrador lo convincente que sonaba ese plan para mí.

Volví a tirarme hacia adelante, quitando papeles sueltos de mi camino, zapatos viejos—Lucas era un acumulador de tonterías—, carpetas de dibujos, más zapatos, ¿una corbata? Sacudí la cabeza tirando la corbata a un lado y justo entonces, ¡bum! Mi mano dio con algo solido y con indiscutible forma de caja. La arrastré fuera del armario, colocándola sobre mis piernas cruzadas y sin darle más dilatación al tema, la abrí.

Al principio sólo vi una replica del armario pero en pequeño, había un incontable número de papeles sueltos, pegatinas, entradas de cine, piedras pequeñas, piedras con dibujos (lo cual era extraño por decir poco), tarjetas, pulseras hippies, diarios íntimos, fotos sueltas, enmarcadas y álbumes de fotos enteros. Tomé una de las fotos y allí estaba Lucas, con lentes de sol y abrazado a una muchacha que en un principio no reconocí. La tuve que mirar detenidamente para descubrí que se trataba de Sam. El primer álbum estaba a desbordar de fotografías, fotos de niños jugando en un parque, otras de un niño (Lucas parecía ser) subido en un tejado con una niña de cabello castaño llamándolo desde el piso. Al pasar algunas páginas más noté que siempre eran las mismas personas los retratados, Lucas, Sam, la chica de cabello castaño y de tanto en tanto Lara o Sussy. Mientras más avanzaba, la cronología también lo hacía y las personas en las fotos cada vez se parecían más a sus versiones actuales. Lucas estaba en muchas y pude notar por el modo en que abrazaba y miraba a la muchacha—que era la única que no reconocía—que ellos eran más que amigos. No tenía que ser un genio para saber que se trataba de Gabrielle… y no era rubia para sorpresa mía, ni tampoco descomunalmente hermosa.

Pero sí era bonita, tenía ese tipo de belleza exótica de las castañas, ojos color miel rasgados—los cuales destacaban en casi todas las fotografías—y el cabello largo y ondulado. Si la miraba con detenimiento, ella no se parecía en nada a mí. Parecía delicada, femenina, pero no suave—si es que eso puede deducirse de una fotografía—y parecía encajar justo en los brazos de Lucas. Al verlos podía decir sin tapujos que hacían una hermosa pareja. Y fue justamente por eso que tuve que dejar a un lado el álbum, pues ver que Lucas podía mostrarse tan feliz para una cámara y con otra mujer era demasiado que asimilar. Por supuesto que había estimado esto, pero verlo no lo hacía más simple.

Saqué un manojo de papeles que estaban perfectamente apilados en un lateral de la caja, los diarios íntimos parecían centinelas protegiendo esos papeles y supongo que por eso fui por ellos.

No eran papeles ordinarios, eran cartas. Cartas de la antigua escuela, con sello postal y estampillas, cartas de Lucas para Gabrielle y de Gabrielle para Lucas. No entendía cómo era posible que él tuviera todo eso, ¿acaso Gabrielle le había regresado sus cartas? Fui a abrir una, pero me detuve en seco al ver lo que en verdad estaba por hacer. ¿Acaso iba a seguir con esto? Ver las fotos era una cosa, pero leer su correspondencia era saltar por encima muchas reglas de confianza. ¿Qué iba a ganar leyendo sus cartas? Nada.

—Entonces déjalas—mi mano escuchó a mi boca, pero no hizo ningún intento por dejar la carta en su lugar. Así que contra todo sentido de la decencia me propuse leer sólo una y dejarlo ser. Abrí la que tenía en la mano, encontrándome con la cuidada caligrafía de Lucas:

“¿Qué es lo que me pides, Gabrielle? Estoy repasando tú última carta y simplemente no te entiendo. ¿Quieres que vaya allí? Lo hablaremos como se debe, esto no era lo que habíamos acordado… ni siquiera quiero estar aquí, pero lo estoy haciendo para ofrecerte algo mejor más adelante. Explícame bien de qué va todo esto, porque cojo el siguiente autobús y que se vayan al diablo los exámenes.” 

Era una carta bastante concisa que prácticamente no me había dicho nada de nada, así que eso era todo… ya podía darme por satisfecha ¿no? Mi mano se movió hacia la siguiente, sabiendo que no podría vivir conmigo misma hasta no ver qué le había contestado Gabrielle.

“Lucas, ¿lo ves? Por esto no quería decírtelo, siempre reaccionas como si yo estuviese siendo la mala aquí. ¿Crees que me hace feliz decirte esto? No, idiota, no lo hace. Te odio porque piensas eso, te odio. No vuelvas aquí, estudia por ti no por mí. Lo que te digo es lo más racional, me aceptaron en la universidad de Seattle y voy a ir, tú estarás en Maine… ¿dime dónde nos deja eso a nosotros?

No puedo, Luke, te echo de menos pero nos estamos perdiendo mutuamente, nos estamos obligando a permanecer juntos a la distancia y esto no funciona. Dijimos que no lo forzaríamos, que no nos prometeríamos cosas que no estábamos dispuestos a cumplir. Y no quiero permanecer día tras día en mi casa esperando una carta tuya o una llamada, y tú tampoco deberías hacerlo. Si el destino quiere que estemos juntos, lo estaremos tarde o temprano, pero no así. No voy a seguir, y puesto que no vas a dar el primer paso para admitir que esto murió, entonces lo hago yo. Nada va a cambiar nuestro pasado o nuestros sentimientos, si tiene que pasar pasará.

Ben me invitó a salir la semana pasada, le dije que sí.

 

Gaby.”

 

Me quedé en shock sosteniendo el papel sin creerme lo que acababa de leer, ¿acaso ella lo había terminado por carta? Jodida mierda.

Adelanté algunas más, pues a pesar de que habían terminado seguían escribiéndose esporádicamente en plan de “amigos”. Lucas le contaba tonterías de la universidad, incluso le mencionó a su compañera de clases y ella le decía cosas irrelevantes sobre la cuidad, su familia, las nuevas parejas y las que acababan. No leí esas cartas, sólo les eché una mirada superficial hasta que llegué a las últimas. Por más que quise evitarlo, ya sabía que me encontraba completamente sumergida en el drama de las cartas y no leer había dejado de ser una opción hacía largo rato.

Tomé la de Lucas, el cual nuevamente se mantenía conciso y directo:

“Bromeas, ¿no? Realmente me ha hecho gracia eso último, ¿qué quieres que haga? ¿Se la envío a Ben? ¿Les mando la limo? No sé para qué me mandas una invitación a tu jodida fiesta de graduación, Gabrielle. Ese evento iba a ser importante, quiero que te detengas en el iba y que recuerdes que tú fuiste la que dijiste que lo mantendríamos simple. No me malinterpretes, te felicito por terminar la escuela y mucha suerte en Seattle, mándale mis afectos a Ben.

 

Lucas.”

Bueno, él sabía como ser sarcástico y políticamente correcto al mismo tiempo.

“No esperaba menos viniendo de ti, planeaba decirte esto antes pero supongo que nuestro trato de no decirnos cosas personales me dificultó la tarea. Ben y yo dejamos de salir hace tres meses, no funcionó. Y ninguna otra de las citas que Sam planificó para mí, ninguna funcionó. ¿Estás feliz ahora? ¿Eso buscabas? Pues, bien… lo admito, nadie funciona y dudo que vaya a funcionar porque ninguno de ellos eres tú. Lo sé, no te estoy pidiendo que me des otra oportunidad, ni que dejes tus cosas para presentarte aquí y salvarme de mí misma. Luke, si alguna vez fuimos amigos, te pido que estés aquí como ese que solías ser cuando niño. ¿Te haz olvidado de él? ¿De nosotros?

Diablos, no quiero sonar manipuladora, no quiero que sepas cuánta falta me haces pero si no lo digo ahora siento que voy a explotar. Nunca nadie me va a importar tanto como tú, no me importa si estás en la China o en la luna, siempre que sepa que seguirás respondiendo mis cartas, que estarás al menos en algunas cuantas líneas, que me dedicarás un segundo de tu día y pensarás en mí. Porque yo pienso en ti, porque nunca he dejado de pensar en ti.

Es cierto que es un evento importante y por eso quiero que estés aquí conmigo, van a estar las personas que más quiero en el mundo y si faltas, toda esta estupidez no tendría ningún valor. Pero no vengas por las razones equivocadas, no quiero que creas que necesito a un príncipe azul, necesito a mi amigo, necesito al Lucas que te has olvidado en casa.

 

Besos, Gaby.”

No es necesario que les diga cómo terminó esto ¿o si? Pues si sirve de algo, les puedo decir que en la caja también estaban las fotografías de la graduación. Lucas había estado allí, abrazando a Gabrielle y besándola como si el tiempo y las cartas no hubiesen calado ni una onza en ellos, como si todo aquello no hubiese sido más que una orquestada prueba de fidelidad mutua.

Empujé el puñado de cartas de regreso a su esquina dentro de la caja, no es como si no supiera eso ya. Ellos se amaban, ¿y qué? Sí, tal vez antes no tenía pruebas tan tangibles de ese afecto, pero el que existieran cartas, fotos y tonterías que debían significar mucho para ellos—como las piedras con dibujos—, no lo hacía más verdad que antes. Sabía que Lucas tenía un pasado y sabía que ese pasado involucraba a Gabrielle, la razón por la cual él mantenía parte de ese pasado en una caja no era del todo clara para mí. Pero la gente guarda cosas todo el tiempo, eso no quiere decir que él estuviese manteniendo eso para ella o que estuviese esperando el momento adecuado para…

—Pintora, no me digas que ya te fuiste a…—El sonido de su voz acercándose me empujó de regreso al presente.

Levanté la cabeza tan bruscamente que casi me la saco de lugar, pero no me importó el tirón que sentí en mi cuello o la súbita sensación de mareo. Sabía que eso no tenía nada que ver con el movimiento no planificado, sabía que mi palidez y mi respiración acelerada tenían un solo responsable: mi propia y única estupidez.

—Lu…—susurré, al verlo de pie bajo el umbral observándome fijamente con esas miradas que pueden atravesar hierro.

—¿Qué estás haciendo?—Él cruzó la habitación en tres largas zancadas, llegando a mí antes de que pudiera pensar en ponerme de pie. Sus ojos presionados en finas líneas, fueron de mis manos a la caja y de ella, a todos los objetos esparcidos en la alfombra.

Lucas se dejó caer de rodillas a mi lado, comenzando a meter las cosas una a una de forma mecánica, pero demostrando una enorme delicadeza con ellas. No me dijo nada mientras guardaba todo y me arrebataba la caja del regazo para meterla de regreso en el armario. No me miró en tanto se ponía de pie, se sacaba el saco y se deshacía de su reloj de pulsera, casi como si los últimos quince segundos no hubiesen pasado. Se detuvo en frente de la cómoda, poniendo su reloj de una forma y luego cambiándolo como si fuese incapaz de decidirse. Entonces cuando comencé a pensar que íbamos a pasar de esto sin la pertinente conversación, él se volvió para darme una mirada que no decía absolutamente nada de lo que estaba pasando por su cabeza. Aunque su pretendida postura relajada, dejaba entrever lo tenso que tenía los hombros bajo la fina tela de la camisa.

—Bueno…—murmuró, posicionándose contra la cómoda y cruzándose de brazos, altivo—. ¿Encontraste algo entretenido?

—Lucas…—comencé a decir, dándome cuenta que aún seguía sentada en el suelo. Me incorporé pero no me atreví a acercarme, no cuando me era tan imposible deducir su estado de ánimo. Estaba molesto, eso era obvio, pero era esa clase de rabia contenida que parecía doblemente peor que la rabia explosiva. Pensaba que podría lidiar mejor con un Lucas gritándome y exigiéndome por haberme inmiscuido en sus cosas, que con este fríamente ofuscado.

—¿Qué?—me increpó, voz gélida de por medio—. ¿Qué? Lucas…—No respondí a la provocación fácilmente palpable en su timbre, así que él tomó eso como vía libre para continuar—. Deja que te ayude, podrías decir algo como: Lucas, ¿por qué demonios llegas en este momento? ¿Acaso no ves que intento husmear a tus espaldas?—Enarcó las cejas invitándome a contradecirlo, ¿pero es que acaso podía decirle que eso no era cierto? No, porque lo era—. Bien, tal vez eso no… qué te parece: Lucas, date la vuelta y llámame desde la puerta, así tendré tiempo de guardar tus cosas… ¡Vamos, Keila! Di una maldita cosa, no te quedes callada.

Di un respingo ante el repentino despertar de emociones, pero él masculló una maldición volviendo a conjurar su contenida calma.

—Tienes razón—musité bajando la mirada al piso.

—¿Y eso es todo? ¿No me vas a decir que lo lamentas? ¿Que no era tu intención?—Él avanzó hasta detenerse delante de mí y con su mano helada impulsó mi rostro hacia arriba—. Venga, te escucho.

—No voy a deshacerme en disculpas, sé que no tengo derecho a mirar en tus cosas pero…

—Es cierto, no tienes derecho—me interrumpió tajante, y yo di un imperceptible paso hacia atrás acusando el golpe.

—Sentí curiosidad, ¿de acuerdo?—Luché por mantener un tono de voz uniforme, aún cuando nada se sentía firme en mí—. Vi las fotos y sentí curiosidad, sé que no tendría que haberlo hecho, pero lo hice y estuvo mal.

Lucas asintió suavemente mientras escuchaba mi improvisado discurso, pero algo me decía que sólo lo hacía como respuesta automática.

—¿Y la saciaste?—Me encogí de hombros sin comprenderlo del todo, y él movió la mano hacia el armario—. Digo que si saciaste tu curiosidad, tal vez quieras seguir unos minutos más. Tal vez se te quedó algo sin ver, es posible que yo haya llegado demasiado temprano y echado a perder tus planes. Pero por favor, no te detengas por mí… ahí tienes la caja. —Abrió la puerta que minutos antes él había cerrado—. Tómala, mira lo que quieras, lee las cartas si quieres y los diarios de Gabrielle, ¿por qué no? Léelo todo, está claro que el concepto de privacidad no es algo que manejas…

—Basta, Lucas… no es así—protesté perdiendo algo de mi control y cerrando la puerta para enfatizar mis palabras.

—¿No?—preguntó con un toque de velada ironía—. Oh, disculpa debo ser yo entonces. Supongo que seguir a las personas y revisar sus pertenencias es la nueva forma de demostrar confianza. ¿Quieres mi móvil también, Keila?—Repentinamente me tomó por los brazos, casi como si estuviese planeado agitarme hasta que le dijera lo que quería oír—. ¿Dime qué mierda quieres de mí?—siseó entre dientes—. ¿Dime hasta qué punto lo vas a llevar para encontrar lo que buscas?

—¡Lo lamento!—exclamé, sintiendo como la razón se marchaba para darle paso a mi genio. Con un movimiento me zafé de su amarre, ganándome una acerada mirada por su parte—. ¿Acaso piensas que eres el único que teme joder todo?—mi voz vibraba con la inconfundible presión de las lágrimas, pero me las ingenié para continuar—: Pues no lo eres, Lucas. ¿Crees que es fácil simplemente esperarte? ¿Qué me cayó bien ver cuán feliz eras con otra persona? ¿Crees que lo hago para mi propia satisfacción?

—Nada de lo que hay allí tiene que ver contigo, ¿por qué demonios traerlo entonces?

Sonreí en tanto que asentía repetidas veces, tratando que el gesto ayudara a contener la humedad que se amontonaba gradualmente en mis ojos. ¿Por qué no podía hacer esto sin quebrarme? Esta era una conversación que debíamos tener, que en algún momento iba a pasar, pero saber eso no lo facilitaba. En todo caso, parecía que acabábamos de alcanzar nuestra fecha límite, porque seguía pensando que teníamos una. Y eso apestaba.

—Es verdad, nada en esta relación tiene que ver conmigo, Lucas. Siempre fue sobre ti, sobre Gabrielle, Eva… ¡sobre todo el mundo, menos sobre mí! ¿Cuándo va a ser sobre mí? ¿Sobre nosotros? ¿Por qué no admites que tú mismo creaste traba tras traba? Ni siquiera querías esto, Lucas… ¡tú lo dijiste!—mi voz se quebró en ese instante, y volví a dar un paso hacia atrás cuando él hizo amago de tocarme—. Ni siquiera sé si lo quieres ahora, a veces parece que sólo te estoy proporcionando un entretenimiento mientras…

—¿Mientras qué?—Sacudí la cabeza, negándome a completar esa frase y él me atrajo del codo hasta que me sostuvo lo más cerca que pudo sin abrazarme—. ¿Mientras qué, Keila?—sentí su respiración junto a mi oído y por un segundo sólo me quedé sintiéndolo cerca—. ¡Dímelo!    

—¡No lo sé!—le dije en un grito, apartándome de su confusa presencia.  Cerré mis puños como si eso ayudara a disminuir la presión en mi pecho, como si eso apagara mis ganas de tocarlo—. No lo sé…

—Dime lo que piensas, esta misma noche te dije que hablaras conmigo y lo primero que haces es husmear antes de hablarme. ¡Háblame, Keila!

—¿Qué quieres que te diga, Lucas?—Lo miré aún cuando sabía que mis ojos parecían piscinas apunto de desbordarse—. ¿Lo que pienso? ¡Bien! Pienso que tú ajustas la verdad a tu conveniencia, que por cada cosa que me dices me ocultas otras más, que por alguna razón nunca voy a llegar a ti sin importar cuánta paciencia te tenga. Pienso que aún amas a tu ex y pienso que decidiste que así será para siempre… pienso que no tienes lugar para mí—aguardé, pero lo único que obtuve fue una mirada ausente de regreso—. Aún la amas—dije, dejando patente que aquella verdad no iba a cambiar.

No importaba qué tan lejos estuviesen el uno del otro, no importaba con quién estuviesen o en qué momento. ¿Acaso no lo había visto por mí misma en esas cartas? ¿En esas fotografías? ¿En esas notas de amor en casi cada superficie? Él nunca dijo que había dejado de amarla, él aún llevaba su llave en el pecho… la llave de Gabrielle.

—Keila…

—Sólo sé honesto, ¿aún la amas?—le espeté cogiendo una gran bocanada de aire para mantener la compostura, sentía que si no le recordaba a mis pulmones su función simplemente colapsarían.

—¿Eso que importa?

—Me importa a mí. —Me importa porque no puedo seguir enamorándome de un hombre que pertenece a alguien más, pensé en agregar. «Me importa porque no te das cuenta que te estoy esperando»  

—Keila es distinto, ¿qué quieres que te diga? No voy a mentirte, no puedo decirte que no la amo.

Pues bien, acababa de hacerlo… y por extraño que parezca, sólo se sintió como cuando te arrancas una bandita. Dolió, claro, pero era de esos dolores para los que ya te habías preparado. O quizá sólo era de esos dolores que necesitaban de un día para surtir su verdadero efecto, fuese lo que fuese me limité a responderle con una leve sonrisa.

—De acuerdo, Lucas…

—No, nada está de acuerdo. Eso ya no importa, podrías por favor…

Le aparté la mano con la cual quiso tocarme el rostro y afortunadamente él no insistió. Una cosa era aceptarlo, otra muy distinta era dejarlo que me consuele.

—¡Deja de decir que no importa! Estoy harta de esto, de esperar a que todo se arruine. De eso no se tratan las relaciones, Lucas… ¿sabes lo que creo? Muchas veces pienso que si ella te llamara tú saldrías a responderle sin dudarlo…—Él frunció el ceño ante mi arrebato y por un segundo no se oyó más que nuestras respiraciones forzadas en esa habitación—. Niégalo.

—No pienso negar nada—espetó con la mandíbula firmemente apretada. Avancé lo suficiente como para que quedáramos enfrentados y él me mantuvo la mirada sin inmutarse.

—No puedes—lo desafié. 

Lucas hizo amago de responder pero se detuvo a sí mismo, entonces soltó una brusca exhalación y dando un paso hacia atrás, alzó ambas manos en un gesto de retirada.

—Si eso es lo que piensas, Keila, entonces creo que es mejor que te marches.

Mi boca se congeló a mitad de la protesta que estaba apunto de soltar, justo cuando fui consciente de lo que me acababa de pedir. Busqué sus ojos con desesperación, esperando que hubiese algo más allí, esperando tal vez que me dijera que no era cierto o simplemente esperando que no fuese tan fácil para él. Pero Lucas apartó la mirada en un pedido claro y silencioso que me fue imposible pasar por alto.

—Si esa es tu respuesta—me las arreglé para decir con el corazón en un puño—, entonces… sí tengo que marcharme.

Di un paso hacia la puerta, alargando una espera inútil porque muy dentro de mí sabía que no iba a detenerme. Lo miré por sobre el hombro, notando que permanecía en el mismo lugar con la vista perfilada hacia el suelo y la espalda firme. Entonces sacudí la cabeza en una leve negación, haciendo todo mi camino hacia la puerta de salida y más allá. En ningún momento oí ni una palabra de protesta viniendo de él, no hubo nada.   

________________________

A su derecha o en twitter podrán ver a Gabrielle. Y bueno... eso es todo ¿qué les parece? No digo mucho más, voy a intentar tener el siguiente lo antes posible. Se portan bien ^_^

No es necesario recordarles que los crímenes siguen siendo castigados ¿no? Les prometo que el próximo trae todas las respuestas que faltan. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro

Tags: