Toma 1.
No sé cuántos me prometieron una recompensa si subía un cap rápido, pero tengo sus nombres anotados eh xDDD Nada, les tengo un cap nuevo, largo y... uno que me gustó a mí (modestia aparte). Así que espero que lo disfruten.
Vayan tomando nota gente, en Marzo cumplo años...quiero muchos saludos y abrazos virtuales, porque no recibo muchos a menudo xDD Y ya si alguien me quiere mandar algún chico lindo con el desayuno, sepan que no pongo pegas. Tengan un lindo inicio de semana ^_^
Capítulo XII: Toma 1.
Solté un largo suspiro mirando como los pequeños números del ascensor iban bajando lentamente; veinticinco, veinticuatro, veintitrés… aparté la mirada molesta con los números y su función. La expectativa me estaba matando, estaba comenzando a desarrollar una especie de urticaria en mis manos, junto con un insano odio por los números y esos no eran buenos accesorios para combinar con un vestido.
—Pareces lista para saltar de un precipicio.
Si el elevador fuese de vidrio, seguramente estaría evaluando esa posibilidad. Lo miré de soslayo, manteniendo un ojo en los numeritos que parecían repentinamente ir más rápido, ¿qué demonios?
—Bueno, voy a pasar todo el día con tu madre y hermanas, dame un poco crédito.
—No será tanto como todo el día, tres horas máximo.
Rodé los ojos de modo significativo, pero él se encontraba bastante concentrado en los números también. Es el efecto luces destellantes, a más de uno dejan fuera de sí cuando comienzan a hacer lo suyo. Como las luces de los árboles de navidad, malditas adormecedoras de cerebros.
—Pueden pasar muchas cosas en tres horas—auguré. ¿Y si metía la pata? ¿Si hacía algo tan estúpido como… no lucir como una novia real? ¿Se molestarían conmigo o con Lucas? Debían molestarse con él, después de todo yo sólo era parte del personal cumpliendo con un deber.
—Te aseguro que ya dejaron de sacrificar personas por diversión, hoy en día desaparecer a alguien es demasiada burocracia.
¿Lucas intentaba bromear conmigo? ¿Realmente me estaba comportando tan patética que él había optado por el camino desesperado? Me obligué a modular mi respiración, no sabía si lo prefería espinoso y malhumorado o intentado ser gracioso.
Es que, ¡dios! No iba a poder mentir sin el apoyo de Lucas, ellas se darían cuenta y nuestros traseros estarían de regreso en Seattle para antes del mediodía. ¿Y si Jace no había guardado el secreto? No, no podía pensar en esa posibilidad… en realidad debía dejar de pensar y punto.
—¿Tienes el móvil contigo?—Asentí aún ensimismada en mis propias elucubraciones—. Dámelo.
—¿Y eso para qué?—pregunté a tiempo que sacaba mi móvil del bolsillo de mis jeans y se lo tendía.
—Bueno si te sientes sobrepasada, sólo envíame un mensaje e iré a buscarte—Él comenzó a teclear algo en mi teléfono y yo me tomé un segundo para reagrupar mis pensamientos.
—No puedo simplemente irme, ¿qué les diré a ellas?
—Les diremos que debemos responder el llamado de la pasión—explicó con simpleza devolviéndome el celular. Solté un bufido que quiso ser una burla, pero pareció más bien como si me desinflara.
—Creo que nadie usaría esa expresión jamás. Y no le diré a tu madre que voy a ir a responder el llamado de la pasión, ¿te volviste loco?
—Insistes en preguntar cosas de las que no te gustaran las respuestas—sonrió tímidamente al mirarme, pero yo estuve lejos de corresponderle a ese gesto.
—Supongo que me mueve la esperanza.
—¿Esperanza de qué?—inquirió curioso.
—De que repentinamente tengas algún sentido.
Él se quedó en silencio con la vista perfilada hacia adelante, casi como si estuviera intentando comprender algo que ni yo comprendía. Entonces suspiró, comenzando a golpear el panel de los botones con ese ritmo que sin duda debía ser alguna canción.
—Deberías no intentar predecir de lo que soy capaz—murmuró finalmente volviendo su rostro en mi dirección—. Ni siquiera yo puedo hacer eso.
Las puertas se abrieron antes de que pudiéramos continuar por aquella extraña y anormal línea de conversación. Suponía que luego de su despliegue de “las personas me repelen” bien a lo leproso de Ben-Hur, él iba a regresar a su modo normal en el que pasaba de mí con cierta cortesía actuada. Pero no, él estaba—no podría decir como siempre, porque nunca tenía una actitud constante—como risueño, juguetón, alegre ¿quizá? Descontando ese último pedido de que no intentara predecirlo, hasta el momento se estaba manteniendo accesible.
Tal vez su “buen humor” tenía fecha de caducidad, por lo que era mejor consumir la mayor cantidad de él antes de que comenzara a apestar rancio (genial analogía esa, debo anotarla en algún lado). Yo sólo iba a sacar el mayor partido de ello, al menos juntando las suficientes pistas de él para cuando lo postule como paciente de un loquero.
—Aguarda—Lucas me tomó de la mano jalando de mí hacia una enorme ventana de cortinas mullidas.
—¡Jesús! ¿Acaso estás muerto?—Me deshice de su amarre en cuanto tuve la oportunidad, él estaba antinaturalmente frío y todavía no me acostumbraba a tales confianzas del tipo: tomémonos de las manos como una pareja feliz.
—Lo siento, ¿sabías que tener las manos frías es una respuesta natural del cuerpo que está intentando mantener el calor de los órganos vitales? Se enfrían los miembros inferiores y superiores en algo llamado vasoconstricción, lo que hace que una mayor cantidad de sangre irrigué el cerebro y el corazón, entre otras partes.
—¿Qué…?—¿De dónde diablos había salido eso?
—Bueno, es… la explicación de porque de tengo las manos frías…—susurró con su típico encoger individual de hombros.
Era la primera vez que lo escuchaba hablar de corrido como en un acto espontaneo, sin que pareciera vacilar o pensarse dos veces las palabras. Y, bien, esto era nuevo. No sólo por el tema escogido, sino porque realmente parecía saber de lo que hablaba. Me sacudí las secuelas de su explicación sobre manos frías y me crucé de brazos observándolo.
—¿Qué estamos haciendo aquí?
Lucas me empujó un poco más hacia atrás, hasta que mi espalda se hundió en la cortina de color champán.
—Estamos haciendo tiempo.
—¿Por qué?—Justo cuando creía que ambos estábamos habitando el mismo mundo, él volvía a brincar con Alicia a su país de las maravillas.
—Porque…—Giró su cabeza a un punto que yo no podía visualizar por culpa de la cortina y en un acto que me tomó desprevenida, se acercó hasta que su pecho estuvo a milímetros del mío—. Preferiría esperar aquí contigo, ellos todavía… no están todos…
¡Oh venga! Esto no era justo, tenía que agregar el “aquí contigo” para atontar mi cerebro, ¿no? «Vamos, Keila, inhala y exhala. Ya no eres una adolescente hormonal» ¿No lo era? ¡Por supuesto que no lo era! «Enfócate» Volviendo en mí, me forcé a poner una mano en su pecho a modo de barrera entre ambos. Lucas automáticamente bajó la vista hasta ese punto y se le quedó mirando sin emitir ni un sonido, el único que atestiguaba un cambio era su corazón que comenzaba a golpear con fuerza bajo mi palma.
—Podrías…—musité indecisa entre dejar mi mano allí o apartarla rápidamente. La última vez que lo había tocado, él prácticamente me había echado ácido por los ojos.
—¿Qué?
—Dar un paso hacia atrás—Le pedí, agradeciendo la firmeza de mi voz en ese instante. Lucas apartó su atención de mi mano y cuando nuestros ojos se encontraron estaba sonriendo muy sutilmente.
—¿Te pongo nerviosa?
—Claro que no—respondí demasiado aprisa para mi gusto. Él puso su mano sobre la mía, apresándome entre el calor de su pecho y el frío de su tacto—. Suelta.
—No.
—Suelta, Lucas, no estoy de broma. Tienes la mano fría…—Lo empujé pero su cuerpo estaba sólidamente clavado en el lugar.
—Si quieres puedo compensar ese frío con algo más.
Estuve a punto de hacer la pregunta obvia: ¿cómo? Pero mi sentido común me detuvo, antes de darle un motivo para decirme lo que seguramente no me iba a gustar ni un poco.
—No quiero que compenses nada, sólo que me sueltes.
—¿No sientes ni un poquito de curiosidad?—Alzó su mano libre hasta mi rostro, haciendo un gesto con su dedo pulgar e índice para mostrar ese poquito. Sonreí muy a mi pesar y sus ojos de gato se presionaron levemente al sonreírme devuelta.
—No, intento no dejarme tentar por cosas mundanas como la curiosidad.
—Ah, ya veo, estás en nivel superior—guiñó un ojo inclinándose hasta que su boca osciló tentativamente junto a mi oído—. Pero no tienes idea de lo divertido que es dejarse arrastrar por actos mundanos.
—Blasfemo, pecador—Le dije con falso remilgo, apartándolo lo suficiente para verlo a la cara—. ¿Estás intentado corromperme con esta conversación sin sentido? Porque no está resultando.
—Algunos se elevan por el pecado y algunos por la caída de la virtud.[1] —Me dio un golpecito en la nariz con la punta de su dedo frío, antes de enlazar mi mano a la suya y jalar de mí fuera de ese hueco de la perdición—. Piénsalo.
—No podría hacerlo, necesito anotarlo para poder recordarlo luego.
Lucas soltó una carcajada iniciando nuestra interrumpida caminata hacia el hall.
—Sólo ten presente que cuando quieras que compense el frío, no tienes más que pedírmelo.
—No soy tan ingenua como para pedirte algo—espeté pasando por su lado con la cabeza en lo alto, notando que su familia nos observaba mientras nos acercábamos. Lucas volvió a tirar de mí, regresándome por completo sobre mis talones—. ¿Qué?
—Es bueno entonces que ninguno de los dos predijo esto.
Su mano izquierda se posó en mi mejilla, inclinando mi rostro hacia el suyo en un movimiento fluido. En mi mente se encendieron todas las alarmas de alerta, en tanto que lo veía descender decididamente hacia mí, pero no fui capaz de retroceder por mucho que sabía que debía hacerlo. Lucas se detuvo a escasos centímetros de mi boca y con su índice trazó el contorno de mis labios para luego cubrirlos con el dedo pulgar. Y sólo así terminó de recorrer la distancia entre nosotros; lo que parecía a espaldas mías un beso entre los dos, era en realidad Lucas besando su pulgar sobre mi boca. No lo sentí, no pude distinguir ningún sabor más allá del frío de su dedo y entonces él se apartó. Lo miré preguntándome y preguntándole qué había sido eso, pero lo único que obtuve de él fue un jalón para que me pusiera en movimiento.
Su familia; madre, hermanas y dos cuñados estaban allí, haciendo de cuenta que nada raro había ocurrido. Y desde su perspectiva así era, sólo una joven pareja demostrándose algo de afecto justo antes de despedirse. Sabía que lo había hecho como un montaje para su familia. Y aunque intenté no pensar en la posibilidad de que se hubiese estado comportando mejor conmigo, sólo para que aquello resultara creíble, una vez que la idea se presentó en mi cabeza simplemente fui incapaz de acallarla. ¿Acaso no me había preparado para recibir el beso? Sí, pensé que era repentino. Pero en vista de su cambio de actitud, me había sentido más…a gusto con él. Entonces, ¿por qué no querría besarme? ¿Por qué diablos querría yo que me besara?
¡Dios! Qué estupidez. Tendría que haberme apartado, darle la mejilla o simplemente hacer de cuenta que no había reparado en su reclamo, pero no. Yo lo esperé. Al menos habíamos dado una actuación aceptable, eso debía de valer algo.
***
Me encontraba sentada en una gran sala con espejos, viendo mi reflejo desde tantos ángulos que debería ser ilegal que una mujer entrara allí. «¡Oh, madre! ¿Mis piernas eran tan delgadas?» Crucé una sobre otra para que el reflejo me diera su opinión, y sí, efectivamente parecían las piernas de un tero.
Sacudí la cabeza clavando mi vista en la puerta de uno de los cinco probadores a mi derecha. Había toda una progresión de mujeres Hassan y la consultora de la tienda, hablando y protestando dentro de uno de ellos. Me preguntaba cómo era posible que las cinco cupieran allí, pero por ningún motivo me atrevería a chequearlas nuevamente. Ya estaban lo suficientemente ocupadas intentando meter a Sam dentro de su vestido de novia, juzgando cada detalle en profundidad y reviendo el itinerario para ver si eran capaces de mandar a hacerle más ajustes, como para que yo las importunara. Al parecer Sam había tenido el descaro de bajar de peso en las últimas semanas, lo que había hecho: que ella pareciera estar cubierta por una bolsa de arpillera. Palabras de Lara, no mías. A lo que Sam había respondido: una bolsa de arpillera que vale más que tu culo… Y Sussy añadió: pero una bolsa de arpillera muy bonita, no nos olvidemos de eso. La matriarca del grupo cerró la conversación con algo como: Samantha controla tu lengua, Lara no la provoques. Ese enfoque arrastró una retahíla de replicas que no fui capaz de seguir, sólo encontré el comentario de Sussy entre medio del caos: ¿qué hay de mí? Jane le había dado una sonrisa y un: a ti te amo, cariño. Dejándome claro que allí teníamos a la favorita.
Como mi opinión no era requerida, ni aunque fuese capaz de exponerla de todos modos, había optado por sentarme en uno de los silloncitos de la sala de espera. Me entretuve tratando de cazar algunos fragmentos de su conversación alocada. Ellas eran demasiado enérgicas a su modo, Sam tenía un sentido del humor sarcástico, Lara parecía ser la inflexible y tosca, en cambio Sussy actuaba como si todo el tiempo estuviese bajo la influencia de alguna sustancia graciosa.
Y no me habían tratado de mala manera a decir verdad, mis miedos habían sido bastante infundados pues me sorprendí en ocasiones notando que me estaba divirtiendo mucho con ellas. Nos había tomado un rato llegar hasta la tienda de los vestidos, porque ellas insistían en hacer paradas que no estaban programadas. Estas improvisaciones desquiciaban a Lara, hasta que ella misma descubría un motivo para una parada técnica y las otras murmuraban cosas sobre su falta de control para seguir el itinerario. Reían, se insultaban, se calmaban, se insultaban una vez más, se abrazaban y terminaban riendo. Eran sin duda el arquetipo de familia disfuncional funcional, y por extraño que sonase me entendía bastante bien con las cuatro.
Me puse de pie dando unas vueltas por el recinto, los vestidos de dama de honor colgaban embolsados de unas perchas en las otras puertas. Pero no nos los probaríamos hasta que todo en el de Sam estuviese dicho y hecho. En ese instante sentí que mi trasero emitía un zumbido y brinqué sin proponérmelo; metí la mano en el bolsillo y extraje mi pequeño teléfono que parpadeaba con un mensaje nuevo.
Fruncí el ceño, porque el aparato sí reconocía al emisario del mensaje. Después de todo, él había puesto su número allí unas horas antes pero, ¿cómo había conseguido el mío?
¿Necesitas ser rescatada?
Mi primer instinto fue el de no responderle, primero porque no quería iniciar una conversación tranquila con él y luego descubrir que sólo estaba actuando. Y en segundo lugar, bueno por el mismo motivo que el primero más una dosis extra de maldiciones a su nombre. Aun y con todas mis justificaciones para no hacerlo, me encontré a mi misma observando maliciosamente a mis dedos moviéndose sobre el teclado.
En realidad todo va más que bien, ellas son geniales.
¿Ya te vendieron a los gitanos entonces?
Solté una risa sin darme cuenta y rápidamente me cubrí la boca como una idiota atrapada infraganti, este hombre y su aberración hacia su familia era de no creerse. Ellas en verdad me parecían buenas personas, no entendía cómo Lucas no podía ver eso.
Me rechazaron antes de que pudieran ofrecerme.
Nadie dijo que fueran tipos listos.
¿Necesitas algo, Lucas?
Esperaba que tú necesitaras algo de mí.
—Keila.
Alcé la vista automáticamente, rogando que mi rostro no luciera muy culpable. Aunque no tenía idea de por qué me sentiría culpable, ¿acaso él me estaba coqueteando? Era tan difícil poder decirlo con este hombre.
—¿Si?
—Estamos listas para probarnos los vestidos—Lara apuntó con su dedo una de las puertas y yo me apresuré hacia ella, con el celular fuertemente apretado entre mis dedos.
No, gracias, estoy bien.
Respondí escuetamente en tanto que deslizaba el cierre de la bolsa negra para descubrir mi vestido. Por favor no seas rosa, por favor no seas rosa…
No era rosa, ¡gracias a Dios! Suspiré audiblemente pasando una de mis manos por la fina tela de ¿satén? Parecía ser eso aunque yo no sabía mucho de telas finas como para poder identificarlas. La parte superior era como un corsé azul oscuro que brillaba tenuemente con algunas piedras de tornasol, desde la cintura caían capaz irregulares de algo que parecía tul o alguna tela rara, pero hermosa. No era largo, pues Lara había dicho que la recepción se llevaría acabo en la playa lo que le daba cierto halo romántico e informal al asunto. Y un vestido largo no cuadraría en esa imagen, creo.
Mi móvil volvió a zumbar sobre el pequeño banco de la cabina, obligándome a apartar mi atención del vestido. Comenzaba a pensar que esto del vestido y yo podría funcionar.
¿Qué haces?
¿Acaso él estaba aburrido? ¿Iba a tener que llevarle un recuerdo del viaje para que no se sintiera menospreciado?
Me estoy por probar el vestido.
Mientras aguardaba su respuesta comencé a sacarme los zapatos, seguidos por mis pantalones de jeans negros y mi camisa. Como si los espejos no sobraran en ese lugar, me encontré nuevamente de cara con mi cuerpo enfundado sólo en ropa interior. Evité hacer un análisis profundo de la situación y me apresuré a pasarme el vestido por la cabeza.
El teléfono volvió a zumbar.
Envía fotos.
¿Del vestido?
Sí, eso también podría funcionar.
Puse los ojos en blanco y en esa ocasión decidí no responderle, porque no me fiaba de mis propios pensamientos como para hacerlo. Quería en parte comprender a qué estaba jugando y por otra parte quería dejarme llevar para ver lo que ocurría. Ambas opciones completamente inapropiadas. Lucas era un dolor de cabeza con el que no me iba a involucrar de ninguna forma, una cosa era pretender ser su amiga/novia y otra sería responder a su provocación.
¿Necesitas ayuda?
¡Ya te dije que no!
¿Por qué te demoras tanto entonces?
Abrí la boca sin saber cómo interpretar aquello, cuando unos alborotos en el exterior de mi cubículo reclamaron mi atención. ¿Qué demonios pasaba ahora?
—No deberían estar aquí—decía Lara aunque su tono era más bien risueño. Pegué mi oreja a la puerta, esperando enterarme de algo.
—Pasamos a recoger los trajes y pensábamos que tal vez necesitarían una mano…
—O dos—añadió una voz masculina uniéndose a la primera.
Si bien no los había oído hablar mucho antes, reconocí el modo burlón y grave de Jace al instante, seguramente el otro debía ser Bill.
—Tienes suerte de que Sam ya se haya quitado su vestido, es de mala suerte ver la novia.
—La veo diario, Lara, y me creo el tipo más afortunado del mundo. —Un coro de suspiros femeninos le siguió a esa declaración, mientras Bill y otro hombre se quejaban en voz baja de su falta de masculinidad.
—¿Y Keila?
¡Oh, joder! No tuve que hacer ningún esfuerzo para saber de quién se trataba esta vez, era obvio de que él iba a estar con ellos pero escuchar su voz hizo que me sintiera atrapada haciendo algo malo.
—Se está probando el vestido… Lucas, no. —Y la puerta se abrió ante mi anonadado rostro, frustrando por un segundo mi intención de cerrarla de regreso.
Dejé caer mi mano estirada hacia el picaporte y le fruncí el ceño en tanto que él se metía en mi cubículo como si tuviese todo el derecho de hacerlo.
—¿Qué quieres?
—Pensé que necesitarías ayuda con el cierre.
—No tiene cierre—bufé cruzándome de brazos molesta. ¿Qué si estaba desnuda allí? ¿Qué si la mitad de las personas fuera me veían en paños menores? ¿Acaso no tenía sentido de la decencia?
—¿Y los lazos?
Tuve la tentación de enseñarle mi dedo medio, pero descubrí que para cerrar la parte trasera del vestido debía enlazar una especie de tira que subía en zigzag por mi espalda. Pensaba pedírselo a Lara o alguna de las otras chicas, visto y considerando que tenía un intruso mejor le daba una utilidad. Me volteé ofreciéndole la espalda sin emitir una palabra, esperando que captara la indirecta y comenzara a enlazar las partes.
Me encogí ligeramente cuando su dedo arrastró uno de los ojales hacia afuera, rozando mi piel en el proceso. En silencio fue metiendo la tira por los distintos ojales, tirando con suavidad de ellos para probar la resistencia y ajustar el corpiño a mi pecho.
—Lucas ni se te ocurra arruinar ese vestido, ¿me oíste?—Alguien golpeó la puerta y frustrada conmigo misma me di cuenta que ese “alguien” era su madre. Jesús, ¿ella estaba suponiendo lo que creo que estaba suponiendo?
—Sí, mamá—respondió Lucas monótonamente.
Lo miré a través del reflejo del espejo, pero él tenía la mirada enfocada en mi espalda y en su trabajo con la tira. Volvió a darme un imperceptible jaloncito, logrando que perdiera el equilibro.
—Despacio, no soy Kate Winslet en Titanic.
—Esta cosa se resbala de mis dedos—Se quejó golpeando mi nuca con su respiración—. Bien, creo que ya está.
Me di la vuelta echándole una mirada a mi espalda, él había terminado su trabajo con un moño en la parte inferior de mi pseudo corsé.
—Se ve bien—me dije estudiándome en los tres espejos de las paredes—. ¿Qué piensas?
—Es lindo.
—Que elocuente.
—Es muy lindo—ofreció encogiendo su hombro izquierdo.
—Debería mostrarles a tus hermanas, ellas sabrán si algo no encaja donde debe.
—Espera…—Lo miré expectante, pues ese no era el mejor sitio para tener una conversación, muchos menos con su madre fuera pensando que estábamos respondiendo al llamado de la pasión—. Quería decirte algo.
—Adelante.
—No fue mi intención hacer lo que hice esta mañana.
¿Se refería al beso en su mano? ¿O al intento de beso en sí?
—Mira, no tienes que justificar conmigo tus impulsos románticos hacia tus manos. Cada quien con lo que puede…
Lucas rió, fue una risa suave y masculina, luego inclinó ligeramente la cabeza casi como si estuviese intentando ver algo a través de mí.
—No eres lo que yo esperaba…
—No sé si tomarme eso como un cumplido o qué.
Él negó lentamente, a ese nadie en particular que sólo Lucas veía al parecer.
—No creo que quieras saber.
—Sí quiero saber—Su mirada esquivó la mía cautelosamente, haciendo que mi mano picara por la urgencia de jalarlo por barbilla y obligarlo a no darme una evasiva.
—No creo que entiendas que yo no hablo de mí con… nadie.
—¿Eso es una amenaza de muerte? ¿Algo como “no hablo de mí con nadie, por eso tendré que eliminarte”?—intenté bromear, ganándome un intento de sonrisa a cambio.
—Continúa haciendo preguntas y lo averiguaras—Estirando una de sus manos, apartó un mechón de mi corto cabello detrás de mi oreja y luego se dio la vuelta para salir del cubículo—. Me gusta el vestido, combina con tus ojos.
Fui a responder cuando descubrí que en realidad no tenía nada para decirle, él me sonrió de medio lado antes de salirse por completo. Me tomé un instante para mí misma, esperando que bajara una luz del cielo esclarecedora, pero nada sobrenatural ocurrió para mi mala fortuna. Sólo fui capaz de llegar a una conclusión, al parecer nunca nadie había indagado en la vida de Lucas como lo estaba haciendo yo. Eso sí, hasta el momento no podía determinar si me estaba pidiendo que me detuviera o que siguiese adelante.
[1] Es una reformulación leve de una frase de William Shakespeare.
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Disfrútenme mientras aún soy joven jeje Espero que les haya gustado, lo hice largo y en poco tiempo. xD
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