Propuesta Indecente.
Bueno, hola! ¿Cómo están? Yo bien, acá luchando con mis continuos cortes de luz y la ira de querer matar a alguien por esto. En fin, tercer cap. espero les guste. Amm y nada, gracias a todos los que se pasan.
Ohh sí, Lucas es el hermano de Sam, para aquellos que se quedaron con la duda el cap anterior xDD
Capítulo III: Propuesta Indecente.
Por supuesto que lo googleé, sin lugar a dudas tenía que identificar el rostro del cliente que había (accidentalmente) dejado caer un cheque al portador en el tarro de propinas. Porque esto debía de ser un accidente, nadie en completo poder de su razonamiento donaría cinco grandes a una causa benéfica que no estaba del todo definida. Claro, pedíamos dinero, pero ¿quién no en estos tiempos? Bien podríamos ser unos farsantes buscando una salida económica libre de impuestos. Una colecta era el perfecto chivo expiatorio. Por eso no me cabía en la cabeza la inmensa generosidad del tal Lucas, personas así ya no quedaban en el mundo, eran como especies en vía de extinción.
Metí su nombre en Google, ni bien me hice de una maquina en el café a dos calles del restaurante. Yo no tenía computadora, era uno de esos lujos que vendría con los años y la perseverancia. Mis ojos se apretaron pasando por alto la gran cantidad de información inútil, ese Lucas debía ser importante si podía soltar cinco mil en un tarro de galletas. Y la gente importante jamás escapaba de la acosadora presencia de Google.
Entonces lo vi, unos ojos de color aún indecisos me atravesaron desde el otro lado de la pantalla. A decir verdad, no me sorprendió tanto. Había albergado la idea cuando Paula me entregó el cheque, pero una parte de mí lo había desestimado. Prefería creer que el generoso Lucas, era un viejo apunto de expirar que buscaba afanosamente deshacerse de su dinero. Pero no, Lucas era todo menos un viejo.
Era el chico de oro, con cabello de princesa de Disney y mirada dulce, incluso en una tonta fotografía. La misma que rezaba burlonamente: Lucas Hassan está en Facebook. Únete a Facebook para conectar con…
Bufé por lo bajo, esto había sido tan fácil que hasta me ofendía su completa falta de esfuerzo por ocultar su identidad. ¿Qué pasó con el viejo y ya casi relegado anonimato? Aunque tal vez, él quería ser encontrado.
¿Por qué lo haría? ¿Intentaba demostrar un punto? ¿Algo como que la bondad podía pasar por encima de la vulgar empleada del restaurante que lo había insultado? No me sonaba muy posible, es decir nadie le enseña una lección a otra persona obsequiándole dinero. Y además no es como si yo estuviese buscando aprender una lección.
Curiosamente sabía muy bien lo que tenía que hacer; iba a detener todo eso de una buena vez y devolverle el dinero con su pseudo lección que nadie había pedido. Hice clic en la pestaña para mensajes privados y me cargué de determinación. Allí voy.
Querido Lucas…
No, no, no… eso no funcionaba, no podía iniciar un mensaje de reclamo con un “querido”. Yo ni conocía al hombre, bien podría ser algún excéntrico ricachón que utilizaba los falsos donativos para llegar a jóvenes inocentes y buenas. Pues, iba a perder conmigo porque de buena e inocente no tengo ni la punta de mis dedos.
Comencé de nuevo:
Lucas, no quiero sonar insultante pero… ¿por qué demonios dejaste cinco mil dólares en el tarro de colectas? ¿Es este una especie de truco? Realmente no tiene fondos, ¿verdad?
La punta del cursor osciló tentativamente sobre la palabra enviar y antes de siquiera darle una lectura de prueba, dejé que el ciberespacio se encargara de llevarse mi completo desconcierto sobre todo el asunto. Me quedé observando la pantalla, como si eso fuera a servir de algo. No me sentía muy cómoda utilizando ese medio para llegar a él, ¿y si era el Lucas equivocado? Bueno, eso era imposible había visto su foto y… bien, tenía que ser él. Pero eso seguía sin reconfortarme. Simplemente no lo comprendía. Lo había insultado, ¡por Dios del cielo! El hombre debía al menos aborrecerme un poco, lo suficiente como para dejar un botón en mi tarro de colectas, no cinco mil dólares.
Entonces, atrapándome en plena inquisición mental, mi globo de mensajes privados se encendió.
—¡Hijo de puta, me respondió!—Varias personas alrededor mío, alzaron sus cabezas ante mi exclamación.
Una chica normal se sonrojaría por estar llamando la atención de un modo tan poco decoroso, pero a mí francamente me daba igual. No podía lograr mantener la boca cerrada y para mi desgracia, siempre salían las peores cosas de ella. Sin importar cuántos me hubiesen amenazado con lavármela con jabón, yo seguía fiel a mi estilo guarro.
Sacudí la cabeza y abrí su mensaje sintiéndome un poco estúpida por el sudor que mojaba mis manos. O sea, ¡vamos! El tipo sólo había contestado un mensaje, no iba a declararme la guerra o algo así. No podía explicar mi nerviosismo, pero allí estaba… bastante patética mientras inhalaba y exhalaba frente al monitor.
Así que te llamas Keila.
Y eso era todo, no había absolutamente nada relacionado con el dinero o siquiera cercano a responder mis dudas. Él optó por remarcar mi nombre, como si el hecho de que hubiese cinco mil en juego careciera de importancia. Bueno, venga, si quería que fuéramos por ese sendero.
¡Sí, gracias! ¡Joder! Es increíble que notaras mi necesidad de recordarlo cada cinco segundos.
Esperaba que fuese fácilmente detectable mi sarcasmo.
Para servirte… :)
Fruncí el ceño, quizá él era algo lento de entendederas y no lograba procesar el estado de ánimo de las personas. Debía ser eso, en realidad explicaría muchas cosas si fuese el caso.
Lo que sea.
¿Dónde puedo verte?
Lucas se quedó en silencio en esa ocasión, al parecer necesitaba planearlo con detenimiento o simplemente le gustaba tenerme expectante observando la conversación.
¡Oye! Sé que leíste mi mensaje anterior, Facebook es como una vieja de barrio.
¡Responde!
Eso no sonó para nada desesperado, crean en mí, esa soy yo siendo amable.
Lo lamento, estaba al teléfono.
Y seguía sin responder mis preguntas, ¿me estaba evadiendo adrede? ¿Buscaba exasperarme como yo lo intenté en el restaurante? Oh, bien, admito que es molesto y no voy a volver a hacerlo.
No importa. Ahora, ¿podrías decirme dónde y cuándo puedo verte?
¿Para qué?
¿Este tipo estaba de broma?
Para hablar contigo… sobre el dinero.
¿Qué dinero?
¡Oh, vamos!
No solo escribí esas palabras, sino que por segunda vez logré captar la atención de mis compañeros internautas. Los ignoré, pues tenía a alguien mucho más molesto con quien lidiar.
No entiendo por qué lo hiciste, pero podemos hacer esto ahora y sin testigos. O puedo esperar a que te aparezcas en el restaurante.
Tal vez no regrese.
Oh, sí que lo harás. Tenemos tu postre favorito.
Me tienes atrapado.
Pasaré mañana a las nueve por el restaurante, aguárdame en la puerta. Aunque no entiendo por qué quieres hablar conmigo.
Observé sus palabras con cierto grado de recelo. ¿Estaba jugando conmigo o en verdad no sabía la razón? Odiaba hablar a través de internet, nunca lograba comprender la totalidad de las conversaciones. El sentido siempre podía tomar una dirección completamente inesperada. Y lo que aquí parecía un simple pedido para charlar, él podía comprenderlo como coqueteo o aún peor. ¿Qué tal si pensaba que quería agradecerle por el dinero? ¡Jesús! Tal vez crea que soy una arrastrada, buscando ganar un dinerillo extra.
Me sacudí la sensación de los hombros, antes de responderle.
Te esperaré allí, no llegues tarde.
Genial, no sé si eso había sonado como una amenaza o como un acto de impaciencia por verle. Jodida internet.
***
—Una vez más, dime por qué le vamos a devolver el dinero.
—“Vamos” me suena a manada, sólo seré yo sin tu gran bocota rondando cerca.
Paula me frunció el ceño, ofendida, pero realmente a mí no me molestaba herir sus sentimientos. No iba a arriesgarme a que le diera más información sobre mí a Lucas, ella y su estúpida idea de que todo el mundo debía emparejarse pondría en riesgo el propósito de esa reunión. Le devolvería el dinero y con suerte, eso sería todo el trato que habría entre los dos.
—Aguafiestas…
—¡No soy aguafiestas! Quítate de la cabeza esas tonterías, si tanto quieres vivir un romance ve al fondo que Chad seguro te recibirá.
Ella abrió los ojos como platos, antes de asestarme uno de los golpes de cabeza que se tenía reservados para mis insultos.
—Chad y yo no tenemos nada—me amenazó en voz baja—. No vuelvas a insinuar una cosa así, porque te quedas sin amiga.
Se dio la vuelta haciendo que su cabello rubio ondulara de forma muy teatral, luego de observarme sobre su hombro con gesto agrio, partió rumbo a la cocina. Rodé los ojos y fui a tomar más pedidos. Esta no era ni la primera ni la última vez que se ofendía por el mismo tema, en realidad no comprendía cómo podía pensar que nadie lo había notado. Es decir, ellos entraban en la oficina de Chad y ella salía a la media hora, con el cabello revuelto y la falda arrugada. ¿Tan estúpidos nos creía?
No pensaba discutir más sobre ello, a decir verdad intentaba ignorar su no relación como el resto de los empleados. Pero cuando se ponía exasperante, esa era la única línea que lograba ganarme un tiempo fuera. Y en ese momento era lo que más necesitaba, tenía que mantenerla lejos del asunto Lucas, para que no se hiciera falsas esperanzas. Lucas era guapo, un poco raro sí, pero a Paula no le importaría que fuese extraño, siempre y cuando pudiera avergonzarme frente a él. Y en verdad, no necesitaba ayuda extra para avergonzarme ante su persona.
A las nueve menos cinco, me encontraba de pie en la puerta del restaurante con el frío calando hasta en mis bragas. Me arrebujé en mi chaqueta que imitaba la piel de algún animal inexistente, y concentré toda mi atención en los aros de humo que soltaba a la estratosfera. ¿O sería la troposfera? Nunca recordaba cuál de las dos era la capa más cercana a la tierra.
Tiré las cenizas de mi cigarrillo y volví a alzar la cabeza en dirección al cielo estrellado, no se veían las estrellas por toda la contaminación lumínica, pero me gustaba creer que ellas sí nos veían a nosotros. Había algo en cielo nocturno que lograba apaciguarme, era de las pocas cosas que llamaba mi atención y de las tantas que no comprendía en lo absoluto.
—¿Esperando a alguien?
Me sobresalté de tal forma que mandé a volar a mi cigarrillo, entonces me giré en dirección a su voz encontrándome con una sonrisa ligeramente burlona. Solté un bufido, bajando a la calle para recuperar mi cigarro.
—Genial, ya lo ha besado el diablo—espeté a nadie en particular. Obviamente eso no me impediría robarle algunas caladas más.
—Entonces tíralo.
—Entonces tíralo—lo remedé algo infantilmente—. No voy a tirarlo, hombre, es último que me queda. Y ahora no podré usar mi descanso para comprar más…
—Que pena.
Enarqué una ceja al observarlo, si bien sus palabras habían sido tranquilas no pude ignorar el tono de condescendencia que las acompañaban. Sacudí la cabeza, definitivamente no estaba allí para sociabilizar o intentar determinar lo que quería decirme. Yo tenía una misión y era mejor acabar con ella de una buena vez.
Metí mi mano en el bolsillo trasero de mis jeans y rápidamente extraje el papel doblado que llevaba cargando todo el día. Extrañamente en ningún momento me replanteé el plan de regresárselo, de algo estaba convencida y eso era que no iba a aceptar limosnas de nadie. Al menos no de nuevo.
—Aquí tienes.
Él bajó la vista a mi mano extendida, pero no hizo amago de tomar el cheque.
—Eso no es mío.
—¿Eres Lucas Hassan?—asintió en respuesta—. Entonces es tuyo.
Me adelanté con total confianza, para abrir la parte superior de su chaqueta e introducir el papel doblado en su interior. Él no se movió mientras me observaba haciendo gala de mi orgullo, sino que se mantuvo firme dándome una mirada de completa incredulidad.
—Pensé que estabas haciendo una colecta—dijo una vez que me hube apartado de su cuerpo. Me había tomado un segundo notar que estaba disfrutando de mi atrevimiento tanto como yo de tocar su pecho.
—Sí, bueno… no. Yo no la estaba haciendo, pero de todos modos. ¿Quién dona cinco mil dólares en una colecta de una desconocida?
—Mucha gente—respondió sin más. Lo miré con los ojos en rendijas, él en verdad manejaba bien eso de desconcertar a las personas.
—No puedo aceptarlo—mascullé sosteniéndole la mirada.
—Estoy empezando a notarlo—sonrió, aunque sentí que eso era lo último que quería hacer—. Si es…
Pero antes de que pudiera comenzar esa frase una melodía desconocida para mí, lo interrumpió. Lucas se miró el bolsillo, como si con ese gesto pudiese acallar el móvil y tras unos segundos de música, éste se silenció.
—En fin… gracias por venir—Eso era todo, él se quedaría con su dinero y yo con mi convicción de no necesitar nada de nadie. Para mí, las cosas habrían acabado perfectamente bien de ese modo, pero supongo que él tenía otra idea.
—Aguarda, dime por qué no quieres aceptarlo…—Me detuve y encogiéndome de hombros le respondí.
—No quiero deberle nada a nadie—me volví—. Además, es una locura. Estoy aquí devolviéndote tu dinero, aceptando el hecho de que me iré sin tener una explicación racional sobre tu comportamiento.
—¿Mi comportamiento?—Él avanzó unos pasos, hasta que estuvimos nuevamente enfrentándonos—. ¿De qué comportamiento hablas?
Solté un bufido, medio risa medio este-tipo-me-está-jodiendo.
—¿Estás de broma? Me regalaste cinco mil dólares—susurré, repentinamente notando que estábamos discutiendo sobre una gran suma en la vía pública—. Ni siquiera me conoces, ni siquiera sabes si soy buena pintando… tú solo. ¡No tiene sentido!
—Bueno, las pinturas del restaurante son muy buenas.
—¿Cómo sabes que son mías?—exclamé casi en un chillido.
—Así que sí son tuyas.
¡Qué hombre más exasperante! Apreté las manos en puños, dispuesta a arremeter contra su persona. Pero luego de una profunda inhalación, recordé que era una chica que vivía en sociedad y que debía comportarme, a menos que quisiera tener que darle más explicaciones a un juez.
—Mira…—Por segunda vez fue cortado por el sonido molesto de su estúpido móvil. ¿Por qué no respondía y ya?
Ambos miramos en esa ocasión su bolsillo, dándole tiempo a la persona que llamaba de que se rindiera. Tras cinco timbrazos, desistió.
—Mira—volvió a decir y nuestras miradas se desviaron un instante al bolsillo; al ver que se mantenía el silencio, él continuó—. No tienes que verlo como un regalo si quieres, las pinturas me gustaron y mucho. Así que vi una oportunidad de ser útil para alguien más, si quieres puedes verlo como una inversión. Creo que tienes potencial y sé que si apuesto a tu talento, habrá una buena respuesta.
Odiaba el sentimiento de suficiencia que había despertado sus palabras, normalmente no creía nada de lo que me decían. Pero los elogios que iban destinado a mis pinturas eran tan difíciles de ignorar, tanto que hasta habían hecho parecer a su donativo como un acto desinteresado. Tanto que hasta por un segundo, todo me sonó bastante lógico, frío y claro como el agua. Él no estaba teniendo un acto de bondad desmedida hacía mí, sólo estaba invirtiendo en algo que había captado su atención.
—Algo así como un patrocinador…—murmuré, continuando la línea de mis pensamientos.
—Sí, algo así.
—Entonces…—me mordí el labio, aún teniendo mis reservas—. Te devolvería el dinero una vez que vendiera mis pinturas…
—Claro, cuento con que muchas personas se interesen en ellas. Y si soy el precursor, se verá bastante bien para mi negocio…
No explicó nada más al respecto, aunque la curiosidad picaba en la parte trasera de mi mente. ¿Cuál sería su negocio? ¿Tendría que ver con arte? ¿Podría él presentarme al mundo artístico? Oh eso sería perfecto, no más trato con el estúpido de Julio, e incluso tendría mi propio mecenas sexy.
Demonios, olviden eso último. Aquí no había nada ni nadie sexy, esta sería una relación estrictamente de negocios.
—Suena bien—espeté, tratando de disimular las burbujas que estallaban en mi estomago.
¡Santísima madre de las pintoras! ¡Tendría mi muestra artística! Y lo mejor de todo, era que pagaría por ella como en una especie de préstamo. Nada de colectas o actos de caridad, Lucas estaba apostando a mi talento y eso era algo con lo que yo sí podía trabajar.
—Perfecto entonces, esto te pertenece. —Sacó el cheque arrugado que previamente yo había guardado y me lo entregó.
—Genial—«No chilles hasta llegar a la cocina»—. Estaremos en contacto…
Mi mecenas asintió, mientras yo me daba la vuelta y sentía el palpitar de mi corazón comenzar a correr dentro de mi pecho. Tenía ganas de brincar, tenía ganas de gritar, demonios, hasta podría besar a ese hombre. Pero no hice nada de eso, me concentré en dar pasos firmes a tiempo que me acercaba a las puertas del restaurante. Más allá de mí, escuché nuevamente el teléfono de Lucas sonar pero dejando claro que la tercera era le vencida, él respondió.
Ignoré los sonidos de su conversación, diciéndome internamente que ya había obtenido más de lo que esperaba de ese hombre y claramente chismear en su conversación no me haría ningún bien. Con una enorme sonrisa en mi rostro, le abrí la puerta a una pareja que salía del restaurante y los saludé con una efusividad nada propia en mí. Ellos sonrieron, yo sonreí, el mundo parecía más alegre de repente.
Sí, lo sé, suena cursi. Pero así se siente una cuando está cada vez más cerca de concretar el sueño de toda una vida.
—¡Keila!—Y con ese llamado me obligué a poner el pie en tierra.
Al darme la vuelta encontré a Lucas a unos pasos de distancia de mí, bajé las escaleras que conducían al interior del restaurante, intentando no comprender la expresión en su rostro. ¿Arrepentimiento? Joder, no podía ser eso arrepentimiento. No cuando creía haber alcanzado la paz interior. «Por Dios, cualquier cosa, cualquier cosa antes de que decidiera no patrocinarme»
—¿Pasa algo?—pregunté, a pesar de que era lo último que quería saber. Él se pasó una mano por el cabello, en lo que yo sólo pude interpretar como un gesto nervioso.
Adiós a mi dinero, pensé completamente abatida.
—Verás…—se detuvo avanzando más cerca de mí. Tuve que inclinar la cabeza hacia arriba, para capturar su repentina mirada escurridiza—. No hay forma fácil de decir esto…
Sí, sin duda quería su dinero de vuelta. Esto era lo que me ganaba por ilusionarme antes de tiempo. ¿Acaso no había aprendido nada en todos mis años de vida? Lo bueno siempre lleva fecha de caducidad. Y a mí siempre me empieza a apestar antes de tiempo.
—De acuerdo…—susurré muy a mi pesar. El cheque en mi mano se aferraba con fuerza (o mi mano al cheque, no estaba del todo segura), pero sabía que iba a tener que dejarlo ir sin parecer una patética chiquilla con el corazón roto. Cargué mis pulmones.
—Podrías—Él miró mi mano, pero rápidamente apartó la mirada del cheque de la discordia—. Necesito que me hagas un favor.
Confusa por ese cambio de rumbo en la conversación, alcé mi rostro y fruncí el ceño sin comprender.
—¿Un favor?
—Sí—Volvió a sonreírme como la primera vez el día anterior, lentamente y con un toque más acentuado en su lado izquierdo. Sin quererlo, pensé que esa era una sonrisa deliciosamente atractiva—. ¿Tienes algo que hacer este fin de semana?
Pestañé quitando mi atención de su sonrisa y tratando de decodificar sus palabras.
—¿Por qué?—mi voz enronqueciéndose sin que yo pudiera preverlo. Me aclaré la garganta y él una vez más sonrió.
Ese sin duda debía ser un truco de distracción, deduje en un momento pero luego sólo ignoré aquella absurda idea. ¿Por qué él tendría que distraerme? No es como si en verdad me estuviera coqueteando, ¿cierto?
—Porque necesito una cita.
Y entonces no tuve dudas al respecto, Lucas buscaba distraerme para luego arrojarme esa bomba y dejarme patidifusa. Abrí la boca para responder, pero como pocas veces me ocurría, me encontré sin palabras. ¿Realmente este tipo me había dado cinco mil dólares a cambio de una cita? El recuerdo de la película, Propuesta indecente tocó mi mente. ¿Así se sintió Demi Moore frente Robert Redford?
¡Jesús! ¡¿En qué siglo estábamos?! Y… ¿por qué repentinamente estaba tentada de aceptar?
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Honestamente yo aceptaría, pero bueno Keila tiene más moral que yo xDDD Espero les haya gustado, ya me dirán lo que piensan. Saludos ^^
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