Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Mierdas...

Estos títulos que elijo a veces me sorprenden a mi misma, es obvio que las madrugadas no son mis momentos para poner títulos. Pero estaba revisando la historia y digo, bue... a las cosas hay que llamarlas por su nombre ¿cierto? 

En fin, desvarío (como para variar jojo). Les dejo un nuevo cap, ya para ir metiendo algunos ingredientes a esta historia, espero les guste. Está recién salido de mi cabezota xDDD Saludos ^^ Votos, comentarios y oro, es lo único que pido a cambio. Broma! Solo oro xDDD

Capítulo IX: Mierdas…

—Vaya, con líneas como esas hasta me alegro de ser fácilmente localizable.

Su voz voló hasta mí en un susurro, había cierto toque de humor en ella y eso me animó a dar unos cortos pasos en su dirección.

—También comienzo a alegrarme.

—Déjame adivinar, ¿abstinencia?

Solté una risa, sorprendida de lo rápido que un fumador podía captar a otro.

—Más bien una promesa flexible—Él se inclinó hacia atrás, posicionando una mano en el respaldo del banco, lo suficiente como para pasarme con la otra la cajetilla de cigarros—. Gracias.

—Un placer, apoyo completamente la flexibilidad—Tras decir eso regresó a su antigua postura para darle otra calada a su cigarrillo, el humo gris se levó de sus labios formando fantasmagóricas figuras a su alrededor. Me quedé viéndolo embobada sin decir nada.  

Prendí el mío y abandoné la caja con el encendedor sobre el banco, cerca de lo que en las sombras parecía ser su pierna doblada. Por algo así como unos largos minutos, sólo nos dedicamos a absorber la nicotina y dejarla hacer su parte en nuestros corrompidos sistemas. No era tan estúpida como para desconocer los efectos del cigarrillo en el cuerpo, pero habían sido mis compañeros por más tiempo de lo que podía precisar. Había algo tranquilizador en ellos o al menos en su significado, pues eran un daño—eso no está a discusión—que yo había elegido causarme. Y a decir verdad, no puedo presumir el mismo control sobre el resto de las cosas que me hacen daño. Ésta era mi mierda, mierda elegida, mierda aceptada, no mierda que alguien más me hacía tomar a la fuerza. Pero no esperaba que Lucas comprendiera mi necesidad de ellos, supongo que esa es la razón por la cual ni me molesté en explicárselo y también la razón por la cual, estaba decidida a hacer caso omiso del punto siete de la lista. Estamos hablando de una lealtad de años aquí y eso no se iba de la noche a la mañana, sin importar qué tan remarcado con negrita estuviese escrito.

—¿Te has aburrido de la…?—Me obligué a salir de mi nube al oírlo hablar, para mi sorpresa él comenzó pero se detuvo abruptamente pensando cómo finalizar—. ¿Cena?

Me encogí de hombros, llevando mi atención a la casa donde parecía estar festejándose la boda y no una simple cena.

—No conozco a mucha gente, así que sólo dejé que mis pies hicieran lo suyo.

—Te entiendo.

—¿Qué hay de ti? ¿Lograste conseguir un aperitivo y lo estás ocultando de todos?—Su risa llegó ronca hasta mis oídos, él tenía cierta frescura en esa risa. Me agradaba, y no estaba segura de por qué, pero me agradaba su tranquila pasividad.

—Algo falló en la organización de esta cena, pero puedo intentar conseguirte comida…

—Muero de hambre—admití, recordando tardíamente que debía mantener una postura de chica correcta. ¡Bah! El hambre era afín a todas las personas, no podía simplemente mantener el papel si no me alimentaban—. Pero no quiero molestarte, pareces bastante cómodo en tu lugar.

—Lo estoy, pero no sería una molestia.

Me llevé el cigarrillo a los labios haciendo algo de tiempo, una brisa suave y salada soplaba desde el mar haciendo que los vellos de mis brazos se erizaran. Había dejado mi abrigo dentro y eso no fue un plan muy astuto.

—¿Y por qué estás aquí?—¿Sería demasiada impertinencia por mi parte preguntar? La conversación se estaba dando tan pacíficamente, que no fue hasta que las palabras salieron de mi boca que dude de ello.

—No estoy de humor para fiestas… o pretendidas cenas—Había un deje de sarcasmo en su tono, lo que me hizo dar otro imperceptible paso más cerca.

—¿Y eso por qué?

Él se volvió en mi dirección, el cigarrillo pendiendo de sus labios mientras me sonreía suevamente. La luna pareció moverse justo en el momento indicado, dándome una apreciación completa de sus ojos grises y sus rasgos definidos. ¡Jo-der! Este tipo debería estar en una pasarela o quitándose la ropa por dinero, no sentado en las sombras de un jardín con ventisca. Mi primera observación no le había hecho justicia: bombones calentadores de bragas a la carta. Ese debía de ser el slogan de la familia de Lucas.

¿Pero quién sería él? ¿Un primo? ¿Un amigo? ¿Un hermano no reconocido?

—Digamos que… no es un buen momento para celebraciones—Su vacilante respuesta me empujó lejos de mis absurdos pensamientos sobre bombones calientes. Él regresó la mirada hacia el frente dejándome ver la mitad de su espalda tensa. ¡Quería preguntarle!, y Dios era mi testigo de que la sutileza no entraba en mi repertorio de favoritos.

—¿Soy muy curiosa? Si quieres sólo me callo.

—Está bien—Un hombro se alzó en la penumbra, un gesto casi infantil que me hizo sonreír más calmada por mi descaro—. En realidad, mi padre ha muerto.

Wau… Mi mente se congeló un instante, habría estado lista para recibir cualquier razón para su falta de ganas por celebrar, pero eso… eso era wau... un wau jodidamente multiplicado por… ¿un número grande? Lo que sea, era más de lo que esperaba.  

—Lo…siento…—¡Diablos! Lo había dicho como pregunta, ¿qué estaba mal conmigo?

—No te preocupes, no se ganaba el premio al mejor padre de todos modos…—Arrastró una mano hacia su espalda, tomando la cajita a tientas para obtener otro cigarrillo—. Sólo que el desgraciado no escogió una fecha muy alentadora.

—Bueno… si te sirve de algo, yo ni sé quien es mi padre.

El viento silbó alrededor de nosotros, por un segundo me sentí como una estúpida por haber confesado aquello así de la nada. No era un tema agradable, ni siquiera era algo que se le decía a un extraño, pero no lo había pensado. Las palabras encontraron su propio camino a través de mi boca, incluso antes que hacia mi cerebro.

—Eso apesta—murmuró tras soltar una bocanada de humo. No había sido específicamente simpático sobre el tema, quizá incluso lo dijo con cierta presunción. Pero fuese como fuese, me había gustado que no le diera gran trascendencia a mi confesión.

—Dímelo a mí—ambos hicimos silencio, yo me adelanté para robarle otro cigarrillo, esta vez sin siquiera molestarme en hacerle un gesto de ¿puedo?—. ¿Acabas de enterarte?

—No, pasó hace dos días… estaba intentando explicarme algo de su vida, sus mierdas… diablos, no lo sé en realidad y entonces ocurrió—me miró de un modo que no supe descifrar, para luego sonreír levemente—. Simplemente pum…—Juntó sus manos haciendo eco con el ruido de las palmas. Me encontré riendo a su vez, como si la muerte de su padre fuese algo por lo que estar felices.

—Demonios, cuando ocurre en “pum” es bastante jodido. He oído de personas que no se recuperan tras ver eso.

Él rió más fuerte esta vez, levantando un pulgar en mi dirección para aprobar mis palabras.

—¿Y qué fue de tu viejo? ¿Muerto?—Negué, un poco extrañada por el cambio tan repentino de tema—. ¿Se marchó?

—No estoy segura, mi mamá dijo que era una mierda que no valía la pena y creo que jamás me interesó cuestionárselo. Ella sabía bien de mierdas…

—Salud por las mierdas—espetó alzando su cigarrillo como si fuese una copa, yo lo imité y un segundo después ambos le dábamos una profunda calada para cerrar el brindis—. ¿Puedo preguntar por qué estás aquí?

—¿Como aquí en este lugar?—inquirí confusa—. Pensé que eso ya quedó claro—expliqué mostrándole la casi quemada colilla de mi cigarrillo, él sonrió de nuevo. Fácil, fresco y espontaneo; sin duda él tenía algo.

—No… digo, en la cena.

—Oh…—parpadeé hacia la casa y nuevamente hacia él—. Bueno, estoy acompañando a Lucas.

No estuve segura de si lo vi realmente enarcando las cejas, pues la oscuridad tomaba buena parte de sus rasgos, pero sin duda había habido un brillo de incredulidad en sus ojos. Un gesto que simplemente no pude pasar desapercibido, ¿qué sabía él de mi pretendido novio? ¿Y a qué se debía aquella expresión?

—¿Eres su novia?

¡Diablos! Sabía que debía prepararme mentalmente para responder eso, incluso era muy consciente de que tenía que mentir. La frase ya estaba formada en mi lengua, sólo debía dejarla salir. Aun así, me encontré vacilando y retrasando mi respuesta, calando mi ya de por sí gastado cigarrillo.  

—Am…

—¿Es algo reciente?

Asentí a falta de mejor respuesta. Dios, era la primera persona que me lo preguntaba directamente y ya estuve a punto de cagarla. No estaba preparada para este trabajo, no era gran fan de las mentiras. Mi estilo era directo y al grano, lo que Lucas quería de mí requería meterme a un sector desconocido y poco agradable de mi mente.

—Nos estamos conociendo.

Mi compañero de cigarrillos optó por velar su expresión en la penumbra, haciéndome notar que no lo había convencido. No estaba segura de si estaba molesto por saber que le mentía, o siquiera porque después de haber sido tan abierta sobre el tema de los padres yo le devolvía eso. Una respuesta tonta, vacía y falsa…

—¿Lo conoces?—Me forcé a plantar un tono agradable en mi voz, me agradaba este tipo aun sin siquiera saber su nombre. Él me había dado un gran rato, una buena conversación y cigarrillos; valía la pena hacer un esfuerzo por recuperar el momento ameno.

—Poco, lo vi unas veces antes…—Se giró para darme una mirada que hasta entonces había evitado. Sus ojos estudiaron mi cara, descendiendo levemente por mi talle como si me estuviera estudiando—. Él es… particular.

—Eso es poco decir—mascullé sin siquiera pensarlo. Su respuesta fue esbozar una leve sonrisa de reconocimiento, con lo que supe que estábamos devuelta en buenos términos—. Pero no es mala persona.

Ni siquiera podía dar fe de mis palabras, ¿Lucas era buena persona? Yo no lo conocía tanto como para poder decirlo; era malhumorado, con un genio de puta madre, competitivo a muerte y… guapo. Hasta allí llegaba mi estudio sobre su personalidad cambiante, la cual no dejaba de enseñarse en destellos irregulares. Como si fuese alguien distinto para cada persona con la que necesitase tratar, eso sin duda estaba lejos de lo que el diccionario aceptaría como “bueno”. Pero se preocupaba por su hermana; tal vez la única razón (además del dinero) que aún me mantenía allí intentándolo.  

—Supongo que debo creerte—Se puso de pie estirándose hacia atrás, hasta que su espalda emitió un suave crujido—. ¿Los quieres?

Extendió su mano con las cigarrillos en ella, al menos habría ocho todavía dentro, y mi cuerpo tiró involuntariamente hacia adelante rehusándose a rechazar a un camarada.

—Intento dejarlos—murmuré probando manejar con más fluidez las mentiras, él soltó una breve carcajada echando por tierra mi actuación.

—Claro, yo también.

Le sonreí, viendo como colocaba su cuerpo contra la viga de la pérgola y se cruzaba de brazos dejándose consumir por la sombra nuevamente.

—¿Keila?—Mi cerebro registro mi nombre, junto con la voz que lo ejecutaba. Pero antes de siquiera poder abrir la boca, Lucas ya había avanzado lo suficiente para atraparme con la caja de cigarrillos fuertemente aferrada a mis dedos—. ¿Qué demonios?

¡Oh, mierda! Sabía que no debía agarrarlos, me habría salido con la mía si él sólo se hubiese aparecido dos minutos antes... o después.  

—No es…

—¿Qué me vas a decir? No estuvimos ni dos horas en este sitio y ya te estás escondiendo para esto…—De no estar tan enfocada en la furia apenas contenida de su voz, quizás habría reparado en el brillo particular que tenían sus ojos—. ¿Acaso te cuesta tanto seguir una puta instrucción?

Su mano se precipitó hasta la mía, llevándose los cigarrillos en el proceso. Pasó un suspiro para que notara que había brincado hacia atrás, por lo brusco de su movimiento.

—Tranquilízate, ¿de acuerdo? No es como si alguien me hubiese visto. —Rogué en mi fuero interno que mi compañero misterioso, decidiera mantenerse de ese modo.

—Yo te estoy viendo. Considerando que dejé claro que nada de cigarrillos estaba permitido, pensé que podría darme la vuelta esperando que siguieras una estúpida regla. Quizá te he juzgado mal.

—¿Qué mierda significa eso?—exclamé, molesta y algo herida por sus crudas palabras.

¿Acaso me acababa de decir estúpida a la cara? Pues una persona que no consigue seguir una regla estúpida, es porque… ¡Dios! Lo golpearía de no ser porque podría patearme el culo sin dificultades.

—Creo que ya está dicho—Avanzó hasta comerme con su estatura, pero me obligué a no darle el placer de verme retroceder—. Habrías podido poner tus condiciones, pero en el momento que aceptaste mi dinero dejaste claro que yo escogía. Así que has valer lo que me costaste…

—¿O qué?

—Yo no soy el que pierde aquí, Keila. El “o qué” es sólo aplicable a ti, o haces lo que te digo o te quedas en ese restaurante de mierda el resto de tu vida. Decide.

Dejándome con la replica pugnando en mis labios y un sabor amargo construyéndose en la boca de mi estomago, se dio la vuelta apretando la caja de cigarrillos con su mano para luego lanzarla sobre su hombro. Di un paso hacia adelante dispuesta a presentar batalla, sintiendo el cabreo bombeando por mis venas a ritmo vertiginoso, pero en ese mismo segundo un simple carraspeo me ancló patéticamente en mi lugar. Giré la cabeza lo suficiente para ver al chico de ojos grises, escrutándome desde su posición junto a la viga. No debía ser un genio para saber que había oído todo, como tampoco él debía ser un genio para deducir lo dicho en la breve discusión. Nuestro secreto acababa de ser expuesto de culo al aire, y ahora se encontraba indefenso en sus manos. Por un momento—un regocijante y egoísta momento—, tuve la tentación de dejarlo ser y que pasara lo que tuviera que pasar. Pero por otro lado, sentía la presión de obtener lo que había deseado toda una vida tirando de mí fuera del lado oscuro de la fuerza.

Si Lucas decidía quitarme su apoyo económico, ¿encontraría alguna forma de lograr exponer mis pinturas? ¿Podía fiarme de la colecta de Paula? ¿Siquiera tendría éxito en ello? Tal vez si dejaba que mis amigos invirtieran en mí, sólo acabaría por decepcionarlos. Pero si el dinero venía de una fuente externa, de Lucas, entonces podría fracasar y no habría culpas ni remordimientos. Sería una vez más mi mierda y la de nadie más.

—Lo que pasó…—comencé, luchando por hallar la forma correcta de explicarlo todo tanto a él como para mí.

—Mi boca es una tumba, tu secreto está enterrado con mi padre si eso te hace sentir mejor—interrumpió él, finalmente saliendo hacia el sendero de piedras para completa apreciación de mis ojos—. Aunque debo admitir que no entiendo mucho de nada…

—Es complicado.

—Bueno, ¿qué tal si nos consigo unos sándwiches y me hablas de ello?—Comenzó a caminar en dirección a la casa y yo me sacudí el entumecimiento del cerebro avanzando detrás de él.

—Aguarda—Chico ojos grises se dio la vuelta, regalándome una media sonrisa paciente—. ¿Cómo te llamas?

—Ah, claro, las presentaciones. No sé dónde quedó mi educación—Se aclaró la garganta, extendiendo una mano hacia mí—. Jace Di Lauro. Voy a pretender no saber tu nombre en pos de mantener toda esa idea de la tumba.

Reí entre dientes, agarrando su mano en un apretón.

—Vale, después de que sonó tan caballeresco eso de que guardarás mi secreto, se vería mal que lo jodieras a este punto—Jace rió conmigo, trayendo una paz que hasta ese segundo no me había dado cuenta que había estado necesitando—. Soy Keila Cabot, la novia comprada de Lucas.

—Ahora que eso está aclarado, nos conseguiré algo de comida. Sin duda quiero saber cómo ocurrió eso de la compra.

Asentí, viéndolo cruzar las puertas de cristal tranquilamente. Y aunque por un segundo llegué a pensar que se internaría en la fiesta, impaciente por develarlo todo a la desprevenida familia, Jace se limitó a usar un camino que daba vueltas a la casa sin atravesarla. Entonces lo perdí de vista, y los recientes sucesos se atropellaron unos con otros intentando hallar respuestas que no estaba segura de poseer. A pesar de que Lucas dudaba de mi inteligencia—y muchas veces yo también lo hacía—, era bastante consciente de la persona que se había marchado para traerme un sándwich. Su nombre hacía eco en el interior de mi cabeza, mientras un frío que nada tenía que ver con el ambiente cruzaba a toda marcha por mi espina.

Él, Jace, era el novio. De todas las personas que podrían haber averiguado la mentira, esta sin duda alguna ni entraba en la lista de posibles candidatos a desenmascáranos.

Oh, demonios, cuando Lucas se enterase que su cuñado sabía su mentira me mataría y no estaba segura de por qué esto sería mi culpa, pero ya lo podía ver venir. De alguna forma, él haría que incluso sonara coherente. Sería peor que mil escapadas por cigarrillos. Sólo me quedaba confiar en la palabra de Jace, después de todo serían dos días, seguramente el futuro novio tenía cosas más importantes en que pensar. Desenmarañar una farsa no se hacía a la ligera; esperaba al menos convencerlo de eso, convencerlo mejor de lo que me estaba convenciendo a mí misma. 

________________________________

Ok creo que se me secó la cabeza con el cap. así que no tengo más que decir. Espero les haya gustado, ya me harán saber. Últimamente estuve trabajando en una nueva historia y estoy un poco despistada, así que si ven algo que no les guste mucho o me ven media floja, me dicen. Les prometo que no me ofendo ni nada, me gusta conocer su opinión. Saludos, Tammy ^^

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro

Tags: